56. El fin de una fantasía
El extenso cementerio ubicado en las afueras de Kerzefield se tiñe con los tonos pardos del otoño, cercado por su característica arboleda.
Solo la familia y algunos de sus conocidos más allegados han asistido a la ceremonia para despedir a la joven Hannah Grace Cloverfield.
Protegiéndose de la lluvia con un paraguas negro, Victoria deposita una flor de cala sobre la lápida de la chica, antes de regresar junto a sus padres y el resto de asistentes: Keith y su padre también han hecho acto de presencia.
El entierro ya se encuentra tocando sus últimas notas, ha sido una ceremonia breve pero intensa: ahora es el turno de Rachel para recitar su pequeño discurso. Desde la primera fila de asientos, Dustin dirige su apática mirada hacia la hermana de la difunta, sentada junto a su desolada madre. Al levantarse Rachel, Felicity alza la cara y advierte que él la mira, lo que la hace torcer de nuevo un gesto de dolor contenido: el mismo que a Dustin le sonó a culpabilidad, en casa de las Cloverfield.
Sin darse cuenta de que lo hace, Dustin niega un poco con la cabeza. Ella, al ver eso, termina por apartar la cara y se lleva una mano a la boca. Muestra algo de emoción, después de haber permanecido tan impasible y esquiva con todo el mundo desde que ocurrió aquella desgracia que ella pudo presenciar antes que nadie.
—Yo siempre la quise como si fuese mi hija —comienza a decir Rachel, tan compungida que es difícil reconocerla—. Me había preparado unas palabras, pero... ahora no sé si nada de esto le hará alguna justicia a mi niña. —Arruga el papelito que traía en sus manos y se seca una lágrima sin cuidado—. Mi adorable Gracie. Yo... lo único que quise para ella era felicidad. Gracia, alegría... chucherías y dibujos animados, todos los que hiciesen falta para que se riese, mi niñita sonriente. —La mujer esboza una sonrisa cargada de añoranza, mientras continúa reprimiendo esas lágrimas que amenazan con cortar su discurso—. Pero... por mucho que lo intenté, no dejé de fracasar. Y ahora ya no hay nada que yo pueda darle... porque ella ha decidido que no aceptará nada más. Porque se cansó de estar aquí, con nosotras. Así que, solo espero que...-
Dustin ve que de pronto Felicity se levanta de su asiento. Ante la atónita mirada del resto de asistentes, la chica echa a correr cubriéndose la boca con una mano, hacia campo santo.
—Solo espero que... —Rachel se atasca en sus palabras, interrumpida por su hija menor: ver esa reacción en ella aviva sus ganas de llorar y se bloquea.
Ante ciertos comentarios que murmuran "Se va a empapar", "Se ha ido sin paraguas", Dustin decide levantarse y acercarse hasta Rachel, que parece debatirse entre si rematar su discurso o acompañar a su hija en su dolor.
—N-no te preocupes. Yo iré con ella.
Rachel sonríe con tristeza y le dedica un mimo en la mejilla al chico.
—Gracias, nene...
Dustin entonces echa a andar tras la pista de Felicity con el paraguas en mano, sin saber que Logan lo observa con reticencia desde su asiento.
...
No tarda demasiado en dar con ella. A lo lejos ve que se ha cobijado bajo un enorme y solitario cedro, sentada sobre sus raíces y recogida en sí misma.
Dustin camina hasta allí bajo su paraguas y se detiene frente a ella. Sin mediar palabra, extiende la mano que lo sujeta y se lo ofrece, mojándose él.
Felicity alza la cara hacia el chico y enseguida ve su gesto contrariado, ahora empapado al estar apartando el paraguas de sí mismo con tal de cubrirla.
Él sigue viendo en ella esa expresión tan llena de culpa y no puede soportarlo más. Deja caer el paraguas sobre la hierba y Felicity da un pequeño respingo por el susto.
—¿Por qué huyes?
Ella vuelve a agachar la cabeza, huyendo su mirada. Envuelve con más fuerza sus piernas, rodeadas por sus temblorosos brazos.
—Lo siento —musita al fin, en un tono que pasa totalmente inadvertido por el ruido de la lluvia.
—Fuiste tú, ¿verdad? —Ante el nuevo silencio de la chica, alza la voz—. Fuiste tú quien la empujó a hacerlo, ¿no es así?
La mirada verdosa de Felicity continúa clavada en la hierba, petrificada al escuchar esas acusaciones tan hirientes.
—¡D-dilo de una vez!
Dustin pierde la templanza que se esforzó en conservar durante todo aquel día. Se acerca más a Felicity y, justo cuando pretende tomarla por el brazo para llamar su atención, aparece Logan para impedírselo.
—Quieto ahí, Dust —le dice, sujetando por la muñeca a Dustin—. Ya lo tienes bien.
Dustin se deshace del pequeño agarre de su amigo con una sacudida, atónito.
—¿V-vas a seguir tú también con esto, Logan?
—Dust, por favor, vale ya. Lo que ha pasado es una putada. Pero eso no te da derecho a tratar así a Felicity o a su madre, no lo empeores más.
El rubio mira a uno y a otra, sin creer lo que está pasando.
—¿Empeorarlo? Logan, ¿es que no lo ves? ¡Es demasiado evidente! Felicity se ha pasado la vida siendo cruel con Grace, ¿p-por qué soy el único que lo ve?
La chica continúa petrificada en el sitio. Lágrimas y lluvia se aúnan por su rostro, comprimido en dolor al presenciar esta conversación.
—¡Deja de decir idioteces, Dust! ¿No te das cuenta de lo horrible que es esa insinuación? ¡Mírala, le estás haciendo daño!
—Así que crees que son idioteces. —Dustin niega con la cabeza, sin dignarse a mirar hacia Felicity como Logan le pide—. Bueno... t-tal vez no sea el único que dice idioteces.
—¿De qué hablas ahora?
—Puede que nada de esto hubiera pasado si tú no hubieses sido tan bocazas, como Sebastien. —El tono de su voz suena profundamente resentido y Logan lo percibe al instante—. Pero supongo que tenías más ganas de ver qué pasaba, ¿no? Tú y el riesgo...
—No, no se trata de eso —responde en un hilo de voz—. Yo... no he hecho otra cosa que intentar arreglarlo, todo este tiempo. Pero...
—S-si realmente quieres arreglarlo, ¡ayúdame! —le interrumpe de pronto, acercándose a él—. Aún podemos destapar la verdad, Logan... ¡apóyame con esto, por favor!
—¡Pero apoyarte en qué!
—A demostrar que Felicity fue quien empujó a Hannah Grace a su inexplicable suicidio. —Muestra a la chica con una mano.
Logan niega, tenso.
—Dust, Gracie tenía problemas mucho peores que Felicity y lo sabes bien. Nadie "la empujó" —asegura, contenido—. Jamás tuvo la cabeza en el sitio y eso nunca ha sido culpa tuya ni de nadie más que no fuese ella misma. Tienes que entenderlo y dejarla...-
—Y vosotros os encargasteis de que empeorase —le corta de nuevo, irritado—. Con vuestras revelaciones rancias y t-todos esos carteles tan ofensivos que la tildaban de monstruo... ¿Q-quién se preocupaba entonces de estar haciéndole daño a una pobre chica?
—Dust...
—¡J-justo cuando empezaba a ser feliz conmigo, la hicisteis sentir t-tan acorralada que solo pudo...!
—¡Dust, joder, Gracie no era feliz! —le interrumpe él entonces—. Ni siquiera estaba enamorada de ti, ¿es que no te das cuenta? ¡Lo único que hizo fue dejarse querer porque era una persona rota, y se aprovechó de tu fe ciega hacia ella! La misma que tienes ahora... ¡la que te está alejando de todos nosotros!
—¿C-cómo te atreves...?
—Nos ha estado rompiendo a todos desde hace años, Dust. Míranos, ¡ha conseguido enfrentarnos a ti y a mí! —La voz de Logan suena más dolida que furiosa, pero Dustin está demasiado tocado para darse cuenta de ese detalle—. Te está cambiando... tú antes no eras así con la gente, ¡con nosotros! Por favor, ¡tienes que dejarla ir de una vez o te acabará destrozando a ti también!
—¡¿Y qué si lo hace?! —Se encara aún más hacia su amigo—. ¿D-de verdad pretendes impedirme que busque justicia para mi novia? ¿¡Estás mal de la cabeza?!
—¡No! ¡¡Tú eres el único loco aquí!!
Al perder el control de sus nervios por un segundo, Logan empuja a Dustin con su poder mental sin querer. Dustin pierde el equilibrio y cae de culo, al resbalar la pierna mala con el césped mojado.
Ambos se quedan en silencio durante unos segundos que a Logan se le hacen eternos. Dustin se ve incapaz de responder nada, aplacado por esa insoportable realidad que su amigo acaba de echarle en cara. Observa a Logan y, en cuanto lo ve llevarse la mano a la nariz para limpiarse la sangre, comprende lo que acaba de hacer.
Felicity se ha quedado con los ojos abiertos de par en par, al ver el desenlace de aquel enfrentamiento.
—Dust... l-lo siento, no quería...
En cuanto Logan se inclina y extiende la mano hacia su amigo para ayudarle a levantar, este se levanta del suelo con vehemencia sin su ayuda. Le da un pequeño empujón en el hombro al pasar por su lado para marcharse de allí, sin decir palabra. El paraguas de Logan cae al suelo con el golpe.
—Dustin... ¡Dust, espera...! Joder... ¿pero qué he hecho ahora?
A pesar de que necesita ir y detener a su amigo, Logan se encuentra con las piernas ancladas al suelo. Al momento comprende el motivo, al recordar que vino hasta allí por su novia. Se gira hacia ella y ve que se ha levantado y ahora camina hacia él.
—Feli... siento mucho todo esto —le dice. Alcanza su mano con tal de tranquilizarla—. Sé que ahora parece que no, pero ya verás, todo irá bien. Solo necesitamos tiempo para que las cosas vuelvan a la normalidad...
Ve a la chica negar, de ojos cerrados.
—Nada volverá a ser normal, Logan. Porque jamás lo fue en un principio.
Felicity se dedica a limpiar con suavidad los restos de sangre que a Logan le quedan bajo la nariz, con un pañuelo de tela que saca del bolsillo de su oscuro abrigo.
—¿Qué quieres decir, Feli?
—...Mamá y yo vamos a mudarnos lejos de aquí —le revela, una vez termina de limpiarle. Agacha la mirada al decirlo, evita el contacto visual con él—. Ninguna de las dos nos vemos con fuerzas suficientes para seguir viviendo en este lugar...
Logan esboza una sonrisa relajada y toma a su chica por los hombros.
—Genial. Entonces podéis veniros a las mansiones. También son vuestro hogar, y allí no os faltará de nada.
La chica vuelve a negar entonces, de forma algo más sentida. Lleva la mano del pañuelo a la mejilla del chico y la deja allí.
—Necesitamos empezar de cero, Logan. Lejos de aquí. Lejos de todo... y de todos.
Con ojos nerviosos, Logan empieza a comprender el significado de esas palabras. Pero se niega a abandonar su ánimo positivo frente a ella.
—Bueno, ¡pues entonces iré contigo! —Frota un poco los hombros de la chica—. Nunca te dejaré sola. Sabes que estaré ahí para protegerte de cualquiera que intente tocarte un pelo.
Esa afirmación provoca en Felicity una tímida sonrisa, pero sigue teñida de amargura. Sin decir nada, aleja su mano de la cara de Logan y lleva ambas hasta su colgante, para quitárselo y observarlo por unos segundos.
—¿Qué haces? ¿Por qué te lo...?
—Tú no puedes protegerme, Logan. Pero yo a ti sí. —Alza el colgante de su Atrapasueños y lo pasa por la cabeza de él, colgándolo de su cuello—. Eres tú el que estará protegido de todas sus Pesadillas.
Logan lleva su mano hasta el colgante y trata de asimilar lo que está escuchando, pero su gesto sigue confuso. Seguir esforzándose en mantener su ánimo empieza a costarle algo de rocío en los ojos, pues ya sabe de sobra lo que esto significa.
—Feli, no hables así, por favor. No me gusta que te pongas tan seria... Ten, póntelo tú, esto es tuyo...-
Felicity coloca sus manos sobre las de Logan, impidiéndole con suavidad que se quite el colgante y se lo devuelva a su dueña.
—Feli, escúchame... No tienes por qué irte, no te pasará nada, todo estará bien —le asegura, aunque su tono quebradizo diga lo contrario—. Yo siempre te defenderé de Dustin, incluso si... incluso si realmente fue cosa tuya, no dejaré que te hagan más daño. Me enfrentaré a él si es necesario, ¿me oyes? Haré lo que sea, de verdad...
—Lo sé... ya lo he visto. —Esa afirmación detiene en seco la retahíla de Logan, sobrecogido—. Y no puedo seguir viéndolo.
—Por favor, Felicity... No me hagas esto. Si es una broma no tiene gracia...
—Algún día podrás perdonarme. Y para entonces... espero que hayas encontrado tu verdadero camino, con una persona buena. Alguien mejor que yo —Deja un pequeño beso en su mejilla antes de empezar a caminar—. Adiós, Logan. Sigue siendo tú, ¿de acuerdo?
—Felicity... ¿qué diablos...?
Esas palabras tan complacientes impiden que Logan ceda ante su frustración, incapaz de encontrar palabras que consigan frenar a la chica. Lo único para lo que le quedan fuerzas, después de la sacudida emocional que acaba de sufrir, es para observar como ella se marcha para siempre, a través de esa lluvia que ya dura meses desde que Elisa Fitzgerald desapareció.
◇◇◇
Ya han pasado dos semanas desde el entierro de Grace.
Desde aquel día, Dustin no ha vuelto a hablar con su amigo Logan, ni el otro ha tratado de contactar con él: Heather se vio incapaz de tomar partido por uno de los dos y decidió quedarse en medio, algo que le dolió mucho más que el vacío que dejó su mejor amiga Felicity al marcharse.
Cada vez más seguro de que cada cosa que él dice estropea algo o a alguien, Dustin visita diariamente el lugar donde ahora descansa su chica favorita. No le importa ir a solas, de hecho lo prefiere: continúa sin asistir a las clases de la Academia, según él, para no tener que verle la cara a Logan o a Sebastien.
Pero de lo que no se ha podido dar cuenta por sí mismo es de lo mucho que han empeorado sus lagunas desde entonces, lo que sí dificulta de forma grave su capacidad para retomar los estudios o su propia vida cotidiana: cada vez olvida cosas más simples que antes no suponían un problema y sus paseos solitarios a menudo terminan en lugares a los que no recuerda haber planeado ir. El señor Hopper ha seguido con su tratamiento y ha tenido que pedir finalmente una colaboración más activa de Arnold y Claudia para poder sanar a su hijo.
Hoy, Dustin se encuentra frente a la tumba de Grace, de brazos cruzados y cubierto por una chaqueta con capucha. Todavía chispea pero no es algo que extrañe a nadie ya, pues el otoño siempre ha sido lluvioso en Kerzefield.
El olor a tierra mojada le retrotrae a momentos más livianos, en los que aún puede sentir a su chica favorita riendo entre los charcos, siendo una niña. Sin embargo, no es capaz de sonreír al recordarla, ni siquiera si es de ese modo: la imagen de Grace en la bañera, mezclada con las palabras que Logan le dijo sobre su relación "falsa" con ella, le impiden pensar en otra cosa que no sean preguntas y más preguntas que ya nadie puede responder.
No está seguro de cuanto tiempo pasa, pues su reloj interno está resquebrajado. Pero, cuando se quiere dar cuenta, escucha unos pasos en mitad de aquél silencio sepulcral en el que solo se oye la fina lluvia sobre el césped y la roca: al girarse, reconoce a su madre Claudia, aproximándose con un paraguas en una mano y unas flores en la otra.
—¿Cómo estás, cielo? —le pregunta al llegar.
—...Lluvioso.
—Mira qué bien traído... —Se acerca a él con tal de cubrirle bajo el paraguas, aunque sepa lo poco que le importa mojarse—. ¿Todo bien por aquí?
—¿Q-qué haces aquí, mamá?
Ella le ofrece una de las rosas blancas que llevaba en la otra mano.
—¿Quieres dársela tú?
—...Vale.
Mientras el chico se pone de cuclillas y coloca allí la flor, la mujer echa una mirada hacia atrás, por donde vino. Su rostro se vuelve serio por un momento pero, cuando su hijo se incorpora, ella se vuelve a él y recupera su cálida sonrisa.
—Tenía algo que hacer en este lugar —le dice ella, respondiendo a su anterior pregunta—. Debía ir a dejar a estas pequeñas en su sitio. Y he pensado que sería buena idea que, como tú ya estabas por aquí, podrías acompañarme.
Dustin apenas asiente con la garganta, casi por inercia. Ella acepta eso como respuesta y se le coge por el brazo para poder caminar juntos bajo el mismo paraguas. El chico le dedica una última mirada al lugar donde Grace descansa, asegurándole sin necesidad de palabras que volvería al día siguiente.
—Me encanta este olor, ¿a ti no? —comenta de pronto Claudia, por el camino. Inspira y llena sus pulmones, relajada—. No puedo evitar acordarme de cuando erais pequeños y salíais a jugar a la calle, todos juntos. Por entonces a nadie le importaba mojarse... y parece que eso a ti se te ha quedado, ¿verdad?
Dustin sigue sin decir nada. Aparte de haber perdido las ganas para conversar y la capacidad para recordar la mayoría, ahora ya sabe que su madre pregunta por inercia, pues su Stigma le diría lo que siente, sin mentiras.
—¿Sabes? Tu hermano Sam... también tenía esa misma costumbre —le dice—. Le daba igual mojarse aunque diluviase, incluso siendo ya más mayor... ¿recuerdas algo de eso?
—...N-no.
Claudia esboza entonces una sonrisa que no le llega a los ojos y se dedica únicamente a caminar con él, en pacífico silencio. Tras haber caminado unos minutos entre las lápidas, madre e hijo llegan a su destino.
—Aquí es —anuncia ella, descolgándose del brazo del chico—. ¿Puedes sujetar tú el paraguas, cielo?
Él obedece sin más, cuando se lo entrega. Con el ánimo tan nublado como indicó antes, Dustin no se fija en las inscripciones: se limita a quedarse al lado de su madre mientras ella se pone de cuclillas frente a una de las tumbas, donde la ve colocar la primera rosa.
—Dime, Dustin... —comienza a decir Claudia, calmada—, ¿qué es lo último que recuerdas de Sam?
Él frunce el ceño, confuso.
—¿D-de Sam? ¿Por qué preguntas... eso ahora?
—Yo... necesito que hables conmigo, cariño —le explica, paciente. Dustin la ve incorporarse solo para volver a acuclillarse de nuevo, frente a la lápida siguiente: ve que a la que acaba de dejarle la rosa tiene el nombre de Julia Krausser inscrito—. Necesito que... me ayudes a ayudarte.
—¿Ayudarme? ¿A qué?
La mujer deposita la última rosa en su lugar y se levanta. Camina hasta detenerse al lado de su hijo, para rodearle con sus brazos y apoyar la frente en su hombro. Los ojos de Claudia están cubiertos de una fina capa de rocío, aunque sus labios siguen teniendo una ligera curvatura hacia arriba.
—A decir adiós.
Dustin se siente demasiado desconcertado por las palabras de Claudia, por ese estrecho abrazo que parece querer sujetarle de una posible caída. Pero no la mira, porque no puede apartar la mirada de esas piedras a las que ella le ha traído.
—M-mamá... ¿qué es...?
—¿Qué nombre lees ahí, cielo? —le pregunta con suavidad, sin dejar de abrazarle por ese costado—. Puedes leerlo, ¿verdad que sí?
—¿Nombre...?
Hace ya unos segundos que Dustin tiene los ojos llenos de lágrimas y no sabe bien por qué. Necesita parpadear un poco para aclararse la mirada y enfocar la inscripción de la última lápida a la que su madre se ha agachado.
Como si de un súbito frenazo se tratase, la mente de Dustin sufre entonces un doloroso chispazo que le aclara las dudas de un golpe, rellena esa enorme laguna en su memoria con agua de lluvia y lágrimas.
—¿Samuel... Jordan... Krausser?
—Puedes verlo, cariño. Lo estás viendo —le dice en un susurro orgulloso su madre—. Tranquilo, yo estoy aquí contigo...
Escuchar las dulces palabras de apoyo de Claudia apenas sirven para paliar el dolor, aunque sí para anclarle al presente y evitar que sufra otro bloqueo, una futura laguna: la mujer sigue sujetando con fuerza a su primogénito mientras le ayuda a superar esta angustiosa revelación.
Pero en lo único en lo que Dustin puede pensar ahora es en cada situación que pasó junto a Sam, cada vez que él le vio después de sufrir aquel terrible accidente con la moto: su mente se acelera y le muestra cada pedazo roto que su memoria agrietada guardó y comprende, a trompicones, que cada momento que compartió con su hermano después del coma solo se trató de una ilusión.
—Sam...
Dustin comprende que ninguna de las cosas que su hermano mayor le dijo desde aquel día fue información nueva. Nada que no tuviese ya archivado en lo más profundo de su mente... nada que no fuese lo que él mismo quería ver y oír, su propio deseo de averiguar qué pasó realmente y hacer justicia para su querido hermano. Aquel que siempre le llamaba "Daxx"",excepto en aquella última conversación que compartió con él en el acantilado... días antes de la competición en la que el piloto perdió la vida.
—Esta vez vas a quedarte conmigo, Dustin —le asegura su madre, esforzándose por sonar tranquilizadora y no evidenciar su enorme dolor contagiado por el abrazo—. No dejaré que vuelvas a perderte...
—¿Perderme...?
Claudia no puede evitar sonreír a través de las lágrimas, al ver que esta vez el chico sí que responde a estímulos externos cuando tratan de hablarle de ello de forma directa: se alegra de que la idea del señor Hopper sobre exponerle a una imagen tangible haya funcionado.
—Estoy muy orgullosa de ti, cariño —le dice—. Ya nada te impide avanzar. Puedes ser libre otra vez: puedes decirle adiós a Sam.
Dustin entonces da un paso al frente. Claudia lo deja ir, todavía en tensión. Permanece atenta cuando ve a su hijo arrodillarse de golpe frente a aquella lápida con el nombre de su hermano mayor grabado.
—¿"Algún día... lo entenderás"? —susurra, al recordar aquella frase que Sam "le dijo" cuando él quiso saber por qué no podía regresar.
Posa una mano sobre la piedra, siente el relieve de sus letras: su mente certifica que es real y de la esquina de su ojo desborda una lágrima.
Claudia no dice nada más. Se limita a arrodillarse con cuidado al lado de su hijo, dispuesta a ser su apoyo físico cuando a él terminase de caerle el cielo encima.
—Ahora... lo he entendido. —Es lo último que musita él, antes de romperse del todo.
https://youtu.be/HpZRmf71-CE
Anadel - Remember me
[Canción de Sam para Dustin]
Te encoges ante el rayo
Caminas sobre el agua con miedo
Porque la fe mueve montañas
Es como una sombra, cayendo
Y recuerdos de la oscuridad
obstruyen tu vista a la luz
Un punto de apoyo te elude
mientras tus pulmones se inundan con la marea
Así que recuérdame
Escribe mi nombre en una piedra
Pero no dejes que yo te aparte
de todo lo demás.
La lluvia limpia esta ciudad
pero el barro todavía se aferra a tu alma
Rellenas las páginas
con el dolor que te está pasando factura
Pero hay esperanza en la locura
No finjas que estás solo en esto
Ella me ve en ti
y ella tiene miedo
de que no vuelvas a casa
Así que recuérdame
Escribe mi nombre en una piedra
pero no dejes que yo te aparte
de todo lo demás.
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