52. Las fracturas incurables
Otoño. Ya hace dos meses desde que Grace se fugó con Owen.
La Academia Monsang inició el curso a principios del presente mes de noviembre y comenzaron asistiendo unos pocos alumnos como toma de contacto, entre ellos Logan, Heather, Felicity y Victoria.
Sin embargo, Dustin se ha negado a unirse hasta encontrar a su querida Grace: día y noche, el muchacho utiliza su Stigma y emplea cada molécula de su ser en buscar a la chica. Se olvida de comer o dormir como una persona normal o peor aún, como una persona con un Stigma de metabolismo hiper-acelerado que quema sus reservas como un rayo.
Bajo las luces de neón, Dustin ha vuelto a salir por las lluviosas calles de Schuld City con la esperanza de dar con ella: cada vez que se topa con uno de esos carteles que tildan a Grace de peligrosa él se dedica a arrancarlos, temeroso de que la chica pueda verlos.
«Estás ahí. Lo sé. Puedo sentirte», trata de decirse a sí mismo, mentalizándose bajo la lluvia. Alterna carreras normales con el uso de su Stigma, pues ya hace días que nota la enorme cantidad de energía que le consume, quitándose los inhibidores sin que sus padres lo sepan. Pero no quiere pararse a reponer fuerzas ni a recapacitar sobre su desobediencia, porque le persigue el temor de llegar tarde a salvar a su chica favorita.
«Por favor... necesito verte a salvo otra vez, Hannah Grace».
Con los músculos de sus piernas entumecidos por el cansancio, Dustin mira a su alrededor mientras corre, ya alejado de las calles más iluminadas. Busca desesperadamente advertir un tono anaranjado entre tanta negrura azulada: ver las calles tan vacías por el inminente toque de queda nocturno le frustra, acentúa su sensación de que está solo ante esto y su ansiedad crece al prever otra discusión por regresar a casa tan tarde y agotado.
«¡Hannah Grace... por favor!».
Dustin transforma su enorme frustración en más velocidad. Gira de forma brusca en la esquina para meterse en un callejón cercano, sin llegar a utilizar su Stigma. Es en ese giro tan repentino que nota una súbita inestabilidad en su rodilla que le hace caer y su cara impacta contra el suelo encharcado: de pronto siente un inmenso dolor en la articulación y, al llevar allí sus manos, descubre que la rótula se le ha desviado del sitio, por dentro de la piel.
El dolor es tan intenso que no puede dejar de gritar y maldecir, retorciéndose en el suelo. Sin llegar a entender bien lo que acaba de pasar, su instinto le lleva a usar las manos para devolverse al sitio la rótula sin mayor dificultad.
Con la respiración acelerada y algo aturdido, Dustin todavía nota una enorme quemazón en la rodilla. Trata entonces de incorporarse, pero al hacerlo siente en su pierna algo parecido a una excavadora aplastándola, que lo obliga a quedarse en el suelo.
Tirado bocarriba ahora, golpea el charco sobre el que cayó con los puños cerrados y grita de nuevo. Su dolor se mezcla con esa rabia acumulada y termina explotando en un avergonzado llanto, después de aguantar dos meses sin venirse abajo.
Cubre sus ojos con el antebrazo y se derrumba. La lluvia se desliza sobre su rostro, que se mimetiza con sus lágrimas y con la sangre que emana de la brecha en su barbilla.
—Hannah Grace...
Los minutos pasan y la angustia va calmándose. Su acelerada mente ya está tratando de desviarse de esta situación y piensa a quién podría llamar para que le ayude.
Una tras otra, descarta cada persona que le viene a la cabeza: Logan, Keith, sus padres... el desaparecido Sam. No cree que ninguno de ellos quiera encontrar a Grace por la misma razón que él, ni quiere que se enteren del fracaso de su solitaria búsqueda ya que podría suponer la prohibición total de su temeraria investigación.
Entre temblores, se lleva la mano al bolsillo del pantalón y saca de él su teléfono móvil. Logra desbloquearlo con dificultad, pues está empapado. Busca entre su corta lista de contactos a alguien que pueda ayudarle con su principal problema ahora mismo: la pierna.
Deja de deslizar el dedo por la pantalla en cuanto llega al final y ve el nombre de una persona a la que ya pidió ayuda una vez, bajo la lluvia.
Aunque él ya no recuerde ese día, algo le dice que puede confiar en ella.
>¿Sí? ¿Krausser, estás ahí?
—V-Victoria... Te necesito —le dice tras unos segundos. Su voz todavía suena quebrada y esas palabras tan significativas ponen alerta a la chica, al otro lado—. N-necesito que me lleves al hospital con tu padre... N-no puedo confiar en nadie más. Por favor...
>Vale, tranquilo... Dime, ¿qué ha pasado? ¿Dónde estás?
—Estoy c-cerca del hospital, por... C-creo que esto es... ¿la avenida Loveless?
>Bien, enseguida estoy ahí, no te muevas. Ve diciéndome, ¿Qué te ha pasado?
—M-mi pierna... me he... Me he caído. —Dustin traga saliva, pues vuelve a sentirse enormemente avergonzado—. N-no puedo levantarme...
La respiración de Victoria suena un poco acelerada, como si ya estuviese en movimiento.
>...No te preocupes, Krausser. Te pondrás bien, ¿vale? Ya estoy de camino en un taxi.
—Por favor... V-Victoria —le dice con urgencia, al creer que ella iba a colgar—. N-no les digas nada a mis padres... T-te lo ruego...
>Está bien. Tú solo sigue hablándome hasta que llegue, ¿de acuerdo? No cuelgues.
Dustin vuelve a cerrar los ojos y vuelve a tragar saliva, sosteniendo con fuerza el teléfono pegado a su oreja. La tranquilizadora voz de Victoria logra distraerle por momentos del horrible dolor que le sube desde la rodilla.
—Gracias... Victoria.
◇◇◇
Lejos de allí, en Sant Silvery, el clima es algo más amable y luce el sol.
Una chica joven, de rasgos asiáticos y con media melena oscura que le cae por unos hombros tatuados, espera a alguien sentada en la terraza de un bar del centro. Remueve su refresco con una pajita y hace tintinear los hielos unos con otros, mientras apoya la barbilla con la mano libre y menea el pie con algo de impaciencia, de piernas cruzadas.
Su expresión de monotonía cambia por completo a una sonrisa en cuanto ve a su acompañante volver del interior del bar y toma asiento frente a ella.
—Sí que has tardado, chato. ¿Estabas retocándote el maquillaje o qué?
—El baño estaba ocupado, me he tenido que esperar —responde Keith, igualmente sonriente—. Siento haberte dejado sola cinco minutos, sé lo horrible que es el mundo sin mí.
La chica apoya entonces los codos sobre la mesa y adelanta un poco la cara.
—¿Puedes contarme ya qué es lo que te tiene tan preocupado, hermanito?
Keith se rasca bajo la nariz. Su hermana Mónica se dedica a beber de su refresco mientras le deja pensar la respuesta.
—Ya te lo dije por teléfono. Un amigo necesita ayuda.
—¿Un amigo?
—Baja esa ceja. No es lo que piensas.
—Entonces ¿qué es? —Deja estar la pajita—. Keith... Llevabas años sin cogerme el teléfono. Solo he sabido de ti gracias a lo que me chivaba la familia Fisher.
—Claro, tus espías oficiales... Cómo olvidar a la agente especial Vicky.
—No seas bobo. Fue gracias a mí que pudiste quedarte con papá, tal y como pediste. Convencí a mamá de dejarte allí aunque sabía lo mal que estaba papá de lo suyo y no te incluimos en la orden de alejamiento, pero...
—Vale, sí, siento no haberte llamado en tanto tiempo. Prometo hacerlo más de ahora en adelante —dice con cierta molestia—. ¿Pero podemos centrarnos ahora? Te estoy pidiendo que me ayudes a encontrar a una persona desaparecida. Mi amigo lo está pasando fatal y estoy harto de verlo así.
—¿Desaparecida? No estarás hablando de... —Ante la expresión dudosa de Keith, añade—: ¿Hannah Grace Cloverfield?
—Mierda... lo sabía. ¿La noticia ha llegado hasta aquí?
—Como para no hacerlo. Esa cría es una bomba de relojería, Keith. Me parece increíble que esos inútiles de Kerzefield la hayan hecho pasar por normal tanto tiempo. ¡Joder, que hasta iba a tu clase...!
—Sí. Y fue mi novia.
Ella se queda con la boca abierta, sin palabras. Keith no le da importancia y continúa hablando:
—Escucha, Mónica... De verdad que siento mucho no haber respondido a tus llamadas. Simplemente no podía hablarte... no tal y como estaba. No podía decirte lo que estaba viviendo con papá, ¿lo entiendes? —Mónica cambia a una expresión más seria al escuchar eso—. Pero... si he venido hasta aquí y te he pedido que nos veamos es porque no puedo hacer esto solo. Necesito que me ayudes... no puedo seguir viéndole así.
—¿A tu "amigo"?
Keith no vuelve a molestarse en corregir ese tono pícaro en su hermana. Tiene la mirada algo más baja y Mónica comprende sin necesitar más explicaciones.
—Tranquilo, chatín. Usaré mis dedos hábiles para indagar en la red sobre esa chica. Es eso lo que quieres, ¿no?
—La policía tiene orden de disparar a matar cuando la encuentren. Ya no la consideran una víctima, sino una potencial amenaza. Y en cuanto mi amigo se enteró de eso...
—Espera, a ver si me ubico... Tu amigo quiere encontrar a esa chica porque...-
—Porque es su novia.
—Pero... ¿no dijiste antes que era la tuya?
—Ya no. Ahora es la suya.
Mónica se rasca una ceja, confusa.
—Vale, entonces... ese amigo tuyo está sufriendo porque si la encuentra la poli antes que él...
Keith asiente con pesadumbre.
—Pero si yo consigo encontrarla, ¿qué esperas que hagamos con ella? Seguirá siendo una fugitiva, la están buscando por todo Germance. Nos estaremos poniendo en medio de algo serio, Keith. Algo peligroso.
—Ya lo sé.
—¿Y lo dices tan convencido?
—No puedo decirlo de otra forma.
Mónica resopla con rapidez, impotente. Mira hacia un lado de la calle, donde el resto de personas continúan sus vidas sin tener idea de la gravedad de la situación que ellos tienen entre manos.
—Está bien... Por mucho que me joda ponerme en el punto de mira, sigues siendo mi hermanito, ¿no? Nunca he podido decirte que no. Ni siquiera cuando me pediste que te dejásemos solo con ese puto borracho racista...-
—¿Eso significa que aceptas? —le interrumpe él, fijando en ella sus ojos verdes.
—Eso significa que acepto... a cambio de poder saber de ti más a menudo, Keith. Por favor.
—¿Solo eso?
—¿Te parece poco, chato? No sabes lo duro que ha sido para mí verte tan enorme y saber todo lo que me he perdido por culpa de ese monstruo chiflado.
—Mónica...
—No, Keith. Escúchame tú ahora —Adelanta un poco la cara hacia él, seria—. Si te ayudo, vas a tener que prometerme que te irás de esa casa. Me da igual si los rumores son ciertos o no, te pido que te largues de ahí el año que viene, en cuanto cumplas los dieciocho, ¿me has oído? No te quiero cerca de él ni un minuto más.
—No puedo hacer eso.
La chica aprieta la mandíbula y su respiración se vuelve pesada. Sus manos se han cerrado en puños sobre la mesa, tensa.
—Ha llegado a pegarte, ¿verdad?
—No.
Mónica aparta de nuevo la cara a un lado y se relame los labios con inquietud, frustrada al saber que le está mintiendo.
—¿Entonces por qué no querías hablar conmigo? —Vuelve a mirarle de frente. Su tono incordiado se ha mezclado con dolor ahora—. Te amenazaba, estoy segura. Si no, ¿qué motivo podría haber para querer encerrarse en ese infierno, Keith?
—Es papá. Siempre será papá —murmura él, al cabo de unos segundos—. No puedo abandonarle.
—Keith...
—Si tener tu ayuda implica dejar tirado a papá, voy a tener que hacerlo solo. —Niega un poco con la cara y se pasa la mano por la boca. Se levanta de su silla y deja unas monedas dentro del cenicero de plata que hay sobre la mesa—. Yo... tengo volver a casa ya, es tarde. Te agradezco que me hayas escuchado, Mónica.
—Espera... Keith. —Se apura en levantarse y se acerca a él, tomándole de la muñeca—. Lo siento, ¿vale? Solo quiero protegerte. Eso es lo único que he querido, aunque no siempre me ha salido bien. Ni siquiera podía ir a verte...
—Sé cuidarme solo, no te preocupes.
—Eso no lo dudo, chatín —En su expresión apenada se dibuja una media sonrisa—. Me parece que te has convertido en una persona mucho más madura que yo...
A Keith se le contagia la sonrisa de su hermana mayor, cogiendo la mano con la que ella le agarró.
—Ya nos veremos, ¿vale? Cuídate.
La chica frunce el ceño y nota sus labios temblar ligeramente. Abraza con fuerza a su hermano para que no la vea con los ojos húmedos.
—Estaremos en contacto, culebrilla de charca.
◇◇◇
Pronto se hará de noche. En el hospital de Schuld City, el doctor Fisher ya ha visto a Dustin y ha tenido que marcharse a atender otras urgencias, después de estabilizarle con medicación y colocarle una rodillera bajo el pantalón y tres puntos de sutura en la barbilla: su Stigma le ha permitido prescindir de usar escayola pues, a pesar del fuerte dolor inicial, la regeneración de sus células le ayuda a acelerar el proceso natural de drenaje en los derrames internos.
—T-tengo que irme —le anuncia a Victoria, que vino a verle una vez su padre se lo permitió. Se levanta de la cama y prueba a apoyar la pierna lesionada—. Ya no duele tanto.
—Mi padre te ha dicho que debes guardar unas horas de reposo. No han pasado ni veinte minutos, Krausser.
Él está más pendiente de probar su cuerpo, ignorando las indicaciones de la chica. No dice nada, pero cada vez que intenta flexionar la rodilla su rostro se contrae de dolor y Victoria suspira al darse cuenta.
—Por favor, Krausser. Descansa un poco más. Tu cuerpo necesita focalizarse en sanar la parte dañada, ya has escuchado a mi padre. No puedes seguir usando tu Stigma o podría empeorar.
—N-no lo usaré. S-seguiré buscando sin utilizar mi poder. Eso sí puedo hacerlo...
—¿Y qué hay de la cabeza?
—¿C-cómo?
Victoria se levanta de su silloncito y camina hasta él, con rostro contrariado.
—Hablo de tu estado de ánimo. Es obvio que tu lesión ha sido una señal de que estás rozando el límite y tu cuerpo ya no sabía como decírtelo.
—Y-yo no...
Dustin creía tener la respuesta preparada, pero descubre que no es así y se bloquea. Termina sentándose de nuevo en el borde de la cama y entrecierra los ojos de dolor al doblar un poco la pierna: su Stigma le ayuda a curarse más rápido pero, en contrapartida, su cuerpo ya está tan acostumbrado a tomar medicación fuerte que los analgésicos normales le hacen un efecto escaso.
Victoria se ha quedado de pie frente a él, con los brazos en jarra y el gesto firme. Ver la reacción sumisa de Dustin ante su sentencia la hace relajar la postura y acaba por bajar los brazos a cada lado, volviendo a suspirar.
—Lo decimos por tu bien, Krausser. Le he dicho a mi padre que él tampoco cuente nada de esto a tus padres, como me pediste. Pero a cambio te pedimos que nos hagas caso y nos ayudes a curarte.
—L-lo siento. N-no sé qué es lo que me está pasando —se lamenta en un hilo de voz. Se sujeta la cabeza con ambas manos y apoya los codos sobre sus piernas—. Ella... e-ella sigue por ahí. Y s-si la encuentran otros antes que yo...
Victoria no sabe qué decir. No puede animarle o asegurarle que "Estará bien", porque le estaría mintiendo. Ella mejor que nadie conoce el lado más desequilibrado de Grace y no quiere ni imaginar en qué habrá mutado, después de saber que tiene un poder tan desmesurado y que ha vivido una mentira.
Decide entonces sentarse a su lado, en la cama. Quisiera colocar una mano sobre la espalda del chico pero, en lugar de eso, permanece quieta y con gesto entristecido, observándole.
—Sé que mi familia cree que se me está yendo la cabeza —murmura Dustin, quitando las manos de la misma y con la mirada puesta en la nada—. Y p-puede que tengan razón... ni siquiera yo mismo me reconozco...
—No se te está yendo nada, Krausser. Solo quieres volver a verla.
Dustin la mira con extrañeza. Esperaba escuchar algún reproche, o palabras que le insistieran en que lo que está haciendo es una locura o una estupidez, porque es a lo que está acostumbrado.
—Si no estuvieses tan hecho polvo, te dejaría ir a seguir buscándola. Porque te entiendo demasiado bien.
—¿Me... entiendes?
La chica asiente, calma.
—Yo también sé lo que es buscar con desesperación a alguien bajo la lluvia.
Al ver a Dustin mantener su expresión desconcertada, ella sonríe un poco y coloca ambas manos sobre sus propias rodillas, juntas.
—Verás... esto no se lo he contado ni a mis amigas, ni siquiera a Keith. ¿Me prometes que no se lo dirás a nadie?
—C-claro...
La chica emite un nuevo suspiro, relajada ante la aclaración.
—El caso es... que cuando yo era más pequeña, me enteré de que tenía un hermanito al que no llegué a conocer.
Oír la palabra "hermanito" capta al momento el interés de Dustin, que alza las cejas.
—Y, bueno... el día que lo supe, me eché a la calle a buscarlo como una loca: bajo las piedras, dentro de las alcantarillas... Recuerdo que esa tarde diluviaba y perdí mi paraguas favorito por el camino, pero no me importó. Tenía tantas ganas de verle...
Dustin se contagia de esa sonrisa nostálgica en Victoria.
—Vaya. N-no sabía que tuvieses hermanos...
El gesto de la chica se ensombrece un poco entonces.
—Eso es porque realmente no los tuve —le dice y mira al frente, hacia la ventana desde la que se ve y escucha la lluvia—. Mi hermano nació muerto. Heredó un Stigma inestable por parte de los experimentos que le hicieron a mi padre.
—¿Experimentos? Espera, ¿a tu padre le...?
—...Sí. Mi padre estuvo con la misma gente que utilizó a tu madre y a la doctora Bogart, ¿no te lo contaron tus padres?
—Ahora que lo dices, recuerdo que mi madre dijo que... pasaron juntos por algo...
—Bueno, técnicamente no mintieron cuando nos contaron que habían "estudiado juntos", ¿no?
Dustin está tan afectado que no sabe cómo seguir la conversación, temeroso de decir algo que pueda alterar el ánimo de Victoria.
—Pero mira, si no le hubiese pasado eso a mi hermanito, yo no estaría aquí hoy, ¿ves? —le sigue contando, mostrando algo más de entereza—. Años después de que él muriese, mi madre volvió a quedarse embarazada y... aunque pasaron mucho miedo y estuvieron meses controlándola con lupa, al final llegué sana al mundo. Sin rastro de ningún Stigma inestable que amenazase mi vida o la de mi madre. —Vuelve a sonreír con morriña—. Papá siempre decía que me llamó "Victoria" porque para ellos fui su mayor logro... y por eso me pasé media vida creyéndome la ganadora en todo lo que hacía, por nimio que fuese. Hasta que tuve unos catorce años y mis padres me contaron lo de mi hermano, a raíz de recordar esa anécdota infantil de la lluvia.
—Está muy bien escogido. —Victoria le mira dudosa—. L-lo del nombre, digo...
—Oh, sí... Dicen que el nombre es súper importante. Papá me dijo que mi hermano ni siquiera llegó a tener nombre, porque mamá quería esperarse a verle la cara para decidirlo. Pero, en fin...
De nuevo, Dustin no sabe qué decir. La tormenta sigue escuchándose de fondo.
—Ese día, el de la lluvia, nadie conseguía hacerme parar. Cuando mi madre se enteró de que perdí el paraguas y me puse perdida, se volvió histérica. —Su voz vuelve a sonar animada y eso reconforta a Dustin—. Pero cuando regresé a casa y pude explicarle a mi padre lo que estaba haciendo, él supo hacérmelo entender de la mejor forma posible: me dijo que mi hermano estaba en el cielo y que por eso ya no podía verle.
—V-vaya...
—Desde entonces, cada vez que veo llover... pienso que la lluvia son sus lágrimas y que está llorando porque no podemos vernos. Curioso, ¿verdad?
—E-es muy... poético.
Victoria asiente un poco, pasándose el índice bajo la nariz con delicadeza.
—Por eso comprendo que no quieras dejar nunca de buscar, Krausser. Aunque todos piensen que no la vas a encontrar... A veces hay cosas que simplemente... necesitamos hacer.
Se crea un silencio entre ambos en ese momento. Dustin deja de mirar las cuidadas manos de Victoria para mirarla a la cara. Ve que ahora ella también le mira de vuelta y los dos se quedan así durante unos segundos: tanto ella como él encuentran un inexplicable alivio en el pecho en la mirada del otro, que les ayuda a olvidar por unos instantes el caos que los rodea. Mecida por esa armonía tan atrayente, Victoria comienza a acercar su rostro al de Dustin de forma muy lenta, hasta detenerse a pocos centímetros de él.
Pero de pronto ese pequeño remanso de paz se ve interrumpido por una musiquita electrónica. Dustin reconoce la melodía de su teléfono y gira la cara hacia la mesilla, donde lo dejó.
—Perdona. T-tengo que...
—Espera, no te levantes. Yo te lo acerco —Victoria extiende la mano y alcanza el teléfono, aprovechando que ella se encuentra más cerca de la mesilla. Se lo entrega a Dustin y se queda en el sitio, algo cohibida mientras él responde la llamada.
—¿S-Sí? Ah... ¿Felicity? —Hace una pausa mientras su interlocutora habla. Mira a Victoria con extrañeza. Ella entonces lo ve fruncir el ceño, incordiado—. ¿Ir a tu casa? ¿Para qué? N-no, yo no...
Victoria observa como la expresión contrariada de Dustin va convirtiéndose poco a poco en una de resignación, aunque no abandona su actitud a la defensiva. Él resopla.
—Está bien. Iré.
—¿Qué quería? —le pregunta ella, una vez lo ve colgar.
—D-dice que quiere hablar conmigo en persona. En su casa.
—Pero tenías que descansar...
—Lo sé. Y eso es lo que haré —le dice él—. Hablaré con ella y después me iré a casa. Hoy no seguiré buscando...
Esa noticia alegra de forma notable a la chica, que no puede ocultar su sonrisa.
—Te lo agradezco. Sé lo mucho que te cuesta tener que parar...
—N-no... s-soy yo quien te tiene que dar las gracias a ti, Victoria. —Se incorpora de la cama y se duele en silencio de la rodilla al hacerlo, pero su gesto apacible hacia ella lo camufla bien—. Aquel día, después de clases... también me ayudaste mucho, y no sé si te lo llegué a agradecer.
Victoria se queda con los ojos muy abiertos.
—Espera, ¿qué? El día después de clases... ¿te refieres a cuando me dejaste tu paraguas?
—S-sí... Es cierto —rememora, orgulloso de poder recuperar otro recuerdo olvidado—. Te dejé mi paraguas y luego te lo quedaste, ¿no?
—Sí, aún lo tengo en casa —Se ríe un poco—. Vaya... Pensé que no recordarías algo sin tanta importancia. Ya sabes, tus lagunas...
—B-bueno, para mí sí que tuvo importancia —Se lleva la mano a la nuca, pensativo—. Q-quiero decir... acabo de recordarlo ahora mismo y así es como lo estoy sintiendo. T-tal vez lo haya recordado por la lluvia y por... estar contigo.
Victoria todavía mantiene la sonrisa mientras observa a Dustin. Él está ahora de medio lado y no la mira, pero en el momento en que vuelve la cara hacia ella, la chica aparta la mirada y se retira un mechón tras la oreja.
—¿Querrás que te acompañe? Por si...-
—¿Eh? N-no, no es necesario, de verdad —le asegura, caminando despacio hasta el sofá donde dejó su chaqueta roja, ya seca—. No correré, te lo prometo.
Ella asiente, permisiva.
—Avísame cuando llegues, ¿vale?
A Dustin le pilla desprevenido esa frase tan maternal y se limita a asentir, sonriente. Una vez se marcha de la sala, Victoria se permite un suspiro más sentido. Sacude un poco la cara y se lleva dos dedos al puente de la nariz. Levantándose de la cama, camina hasta asomarse a la ventana de la habitación, con los cristales empapados por la lluvia.
La expresión de la chica ha vuelto a ensombrecerse. Afligida, lleva una mano hasta el bolsillo de sus vaqueros y de allí saca un amuleto de plata que observa con arrepentimiento.
«No he podido devolvérselo... ¿Por qué?».
Los ojos celestes de Victoria se entrecierran ante el colgante de la Rosa de los Vientos que sostiene en su mano. Recuerda con amargura la noche en que ella tuvo que recogerlo del suelo, después de que Grace se lo tirase a la cara en aquella discoteca, en uno de sus ataques de embriaguez.
«¿Por qué sigo guardándolo?», se pregunta, abatida. «¿Lo hago para que él no sufra... o para imaginar que el regalo fue para mí?».
◇◇◇
Ya es de noche en Kerzefield.
Al llegar a su casa, Keith no ha visto ninguna luz encendida así que da por hecho que su padre habrá ido al bar o estará dormido.
A pesar de su habitual resistencia física, hoy le cuesta algo más subir los escalones que llevan a su habitación: el viaje de siete horas en coche hasta Sant Silvery, sumado al estrés emocional que supuso el reencuentro con Mónica después de tantos años, lo han dejado reventado.
—Buenas noches, Twini-Twanda —murmura con cansancio al pasar por delante del terrario de su serpiente, sin siquiera encender la luz—. Espero que te hayas portado bien...
—¿Dónde coño has ido?
La potente voz de su padre alerta enseguida a Keith. Confuso, enciende la luz y lo ve allí, sentado en su cama.
—¿Papá? ¿Qué...-?
—¡Te he hecho una pregunta, joder! ¿A dónde te has llevado mi coche?
—Te lo dije, papá. Y te dejé una nota en la cocina —trata de decirle, extendiendo las manos hacia delante al ver que ya se levantaba y se encaraba hacia él—. Te pedí permiso para coger el coche y te anoté los teléfonos de la familia de Mike. Me dijiste que sí y yo...-
—¿Que yo te dije que sí? ¡Yo no recuerdo nada de esa mierda! ¡¿Estás intentando engañarme?!
—¿Qué? ¡No! ¡Te lo dije, te dejé una nota incluso!
Jason termina por arrinconar a su hijo y su rabia le impulsa a propinarle un repentino empujón contra la pared.
—¡Ah, me estás llamando loco! ¡¿Es eso?! ¡Mi hijo también cree que estoy loco y me invento las cosas! ¡Porque no soy más que un paria al que le puede vacilar cualquiera! —Lleva entonces su mano hasta el cuello de Keith—. Pues ven aquí, que te vas a reír de tu puta madre.
—¡¡NO!!
Por primera vez en su vida, Keith bloquea el movimiento de su padre y eso le encuentra desprevenido, dándole algo de ventaja. Se zafa con habilidad del siguiente guantazo que Jason pretende darle con la mano libre y consigue inmovilizarlo, dando media vuelta y estampándolo contra la pared a la que él le estaba arrinconando.
Jason está tan ebrio que no es capaz de responder ante la inesperada reacción de su hijo.
—¡¡Te lo dije!! ¡Te dije que necesitaba ir a pedirle ayuda a Mónica! Me da igual cuanto la odies, ¡sigue siendo nuestra familia! ¡¡Y la familia está para ayudarse, joder!!
—Keith... ¿qué coño...?
No es la primera vez que el hombre ve lágrimas en su hijo, pero verlas acompañadas de gritos furiosos hacia él sí que le resulta nuevo.
—Yo... yo nunca he creído que estés loco, papá. Si me quedé a tu lado a pesar de toda esta mierda fue porque quería cuidarte, ¡porque eso es lo que hacen las familias normales...!
La fuerza que ejercía sobre los musculosos brazos de su padre se va aflojando, según ve que su reacción no es agresiva y él mismo se debilita anímicamente.
—Mis estúpidos problemas de faldas o de pantalones nunca podrán compararse al dolor que tú sufriste en esa puta guerra, papá.
El trémulo de su voz le impide continuar durante unos segundos, en los que Jason tampoco dice nada.
—Lo diste todo a cambio de nada y crees que a nadie le importa, ¡pero para mí sí que fue importante, joder! Si he soportado tantas hostias en mi vida ha sido solo porque quería parecerme a ti... quería darlo todo por aquello que me importaba aun a riesgo de quedarme sin nada, ¡porque eso es lo que yo admiraba en mi padre antes de toda esta mierda!
La voz desgarrada de su hijo se ha clavado en lo más hondo del alma de Jason Connor. Keith retira del todo sus manos de él y camina unos pasos hasta darle la espalda, cubriéndose la boca con una mano. Está tan agotado que ni siquiera le salen sollozos.
—Keith...
Tras unos angustiosos instantes de silencio, el hombre se acerca hasta su hijo. Coloca su mano sobre la rígida nuca del chico y se sorprende de que no se aparte de él. Los ojos de ambos están mojados y sus músculos continúan en tensión.
Keith ha agotado sus respuestas y su energía restante. No parece importarle si lo que sigue a continuación es una reprimenda en forma de golpes que pueda matarle, porque cree que ya no le queda nada más por decirle a su padre.
Pero lo único que hace Jason es atraer hacia sí a su hijo con vehemencia. Un fuerte y estrecho abrazo que hace que a Keith se le detenga la respiración, por un momento.
—Perdóname, hijo —le oye murmurar—. Sin ti no sería una mierda. Eres lo único que me ha salido bien en esta vida... y no he hecho más que joderte la tuya.
Las manos de Keith terminan aferrándose a la espalda de su padre. No logra recordar cuándo fue la última vez que pudo abrazarle.
—...Te echo de menos, papá.
https://youtu.be/EpXBeCGeUHo
Kodaline - "War"
Hay una guerra entre mi cabeza y mi corazón
Y no sé qué lado tomar
Hiciste tu hogar dentro de la dote de mi cabeza
Sabes que mi corazón era tuyo para romperlo
Y la gente trata de calmarme
Pero nunca puedo escuchar un sonido
Whoa-a-whoa-a-whoa
Sí
Hay sirenas gritando detrás de mis ojos
Los escondo porque estoy avergonzado
O tal vez soy demasiado tímido para hablar
O tengo miedo de lo que puedas decir
Y la gente trata de calmarme (Sólo puede mejorar)
Pero nunca puedo escuchar un sonido (Apuesto a que desearías no haberla conocido nunca)
Whoa-a-whoa-a-whoa
Sí
Oh
Vida
Así es como es
Y como siempre fue
Sí, está bien
Oh vida
Así es como es
Sí, y como siempre fue
Sí, está bien
Y la gente trata de calmarme (Sólo puede mejorar)
Pero nunca puedo escuchar un sonido (Pero desearías no haberla conocido nunca)
Whoa-a-whoa-a-whoa
Y hay una guerra entre mi cabeza y mi corazón
Y no sé qué lado tomar
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