45. Las sonrisas inmortales
—Entonces, si mamá no murió en esa misión... ¿cuándo ocurrió, Seb?
Sebastien termina de repartir las tazas entre los presentes, sentándose una vez se ha encargado de servir a cada uno con algo caliente para calmar gargantas y recuperar algo de energías para continuar la reunión.
Ya pasa de la madrugada y hace un poco de frío por el fuerte temporal que hay afuera, que parece tratarse de algo más que de una simple tormenta de verano.
—Después de aquello, no conseguimos localisar a Hann —comienza a contar, tomando entre sus manos una taza—. Eso tuvo a Gerald insegura por mucho tiempo. Sufrió una fuegte ansiedad a raís de todo lo que provocó esa última misión: Arnold abandonó el CEOS, igualmente atogmentado pog la culpa.
—Por suerte, allí estaba Claudia para motivarnos a todos —reconoce Arnold—. Por eso nunca he podido agradecerle lo suficiente el haber hecho tanto por nosotros. Cuando ella estaba igualmente necesitada de esos ánimos, se dedicaba a darlos a los demás...
—Anda, eso me suena —sonríe Logan, lanzando una mirada a Heather. Ella le da un leve toque en el hombro, ocultando su rubor.
—Comensamos a tener algo de paz en nuestra pequeña familia rota —continúa Sebastien, calmo—. Incluso cresió un poco, cuando llegó Dustin y, más tagde, vosotros dos —dice mirando a Logan y a Heather—. Y el nasimiento de Logan provocó en Gerald un importante cambio: su empeño por encontrar a su hegmana se debilitó. Desidió que su prioridad era protegegle y no separarse nunca de él... porque quiso que su bebé tuviese lo que ella no llegó a tener: una madre.
—Sí... Pero aquella decisión también le infundió un miedo mayor —agrega Arnold—: La incertidumbre por el paradero y las intenciones de Hann la hicieron temer por su recién nacido. Por nuestra pequeña familia, que estaba intentando reconstruirse.
—Pog eso le prometí a Gerald que yo la protegería de cualquieg amenaza. —Sebastien mira a su ahijado cuando dice eso, de nuevo serio—. Fui el único miembro que quedó en el CEOS.
—¡Ah! No me lo digas —interrumpe Logan de pronto, alzando una mano—. Te fuiste tú solo a buscar a "Hann la tía loca" mientras mamá me daba la merienda, ¿no?
—No exactamente. Fue la propia Hann la que contactó con tu madre. Y por entonses tú ya tenías unos sinco años... ya te elegías tú mismo la merienda.
Logan se aguanta la risa, al ver que Sebastien le sigue el rollo a su ocurrencia.
—Gerald no tardó en contagme que Hann había contactado con ella. Me dijo que le paguesió profundamente arrepentida pog todo lo que pasó con Julia... y le pidió que se viesen, a solas, en el lugar donde ambas se refugiaron alguna ves de niñas, dugante su duro exilio: una vieja casa perdida en las montañas de las afuegas.
—Suena a encerrona a tope.
—Eso le dije. Con otras palabras, pego sí —asiente el hombre, sonriente—. Sin embargo, Gerald vio algo que nadie más paresía ver: la posibilidad de recupegag a su hegmana.
—Odio como suena eso —farfulla Logan, mirando hacia su amigo Dustin, sin que él se percate: darse cuenta de lo mucho que se repite la historia le está dando escalofríos.
—Pog supuesto, me ofresí a ir yo en su lugar —prosigue, tras dar un sorbo a su bebida—. Insistí en recordagle su decisión de no abandonar a su hijo. Pego ella ya lo tenía demasiado claro en su cabesa: me aseguró que esta ega la ocasión pegfecta y que ella ega la única pegsona a la que Hann escucharía.
—Uy, ¿cabezota y temeraria? ¡No sé a quién me recuerda! —ironiza Heather, devolviéndole a Logan la broma de antes sobre los parentescos. Él se rasca la nariz, ocultando ahora él su sonrisa.
Sebastien asiente, de ojos cerrados.
—Gerald no solo me convensió para dejagla ir. También me hiso prometer que cuidaría de Logan. Que me quedaguía con él en la mansión mientras ella iba a vegse con su hegmana.
—Dime que la desobedeciste, Seb... por favor.
—Sebastien me llamó —le responde Arnold—. Me pidió que escoltase en secreto a mi hermana pequeña en una peligrosa misión. Él sabía que yo estaba retirado del CEOS y que prometí no volver al ruedo después de lo de Julia, menos después de lo mucho que me costó rearmar mi vida. Pero tuve que aceptar: Gerald y Sebastien también eran mi familia, a fin de cuentas... y no soportaba la idea de que algo le ocurriese a mi hermana, por haberme negado a protegerla.
—Y no solo aseptó —agrega Sebastien—. También se las ingenió paga reclutar a algunos de los ex-agentes del CEOS que desertaron en su día.
—¿Enserio, a esos cobardes? ¿Y qué les prometiste para que aceptasen, después de haberos dejado tirados? —se pregunta Logan.
—Fácil. Les dije la verdad: que se trataba de un objetivo que la policía llevaba años tratando de atrapar, Hann Edler. Uno de los miembros más importantes conocidos de los Sons of Schuld.
—Pog aquel entonses no sabíamos a ciencia cierta el nivel de corrupción de la policía con la que trabajábamos. Pero después de aquello nos quedó bastante clago...
—Y... ¿mamá llegó a enterarse de que la seguisteis?
Sebastien asiente, con los ojos puestos en el café de su taza.
—Pog supuesto. Pego aún así —le dice—, ella siguió adelante con su misión.
—¿Recuerdas lo que solías decirme, hermanita? —le preguntó Hann—. Aquello sobre la familia que jamás formarías...
Geraldine se mantuvo firme a pesar del demacrado aspecto que su hermana lucía, tras cinco años sin verla. Aquel destartalado casetón de madera se encontraba consumido por la vegetación y las humedades. En él se reflejaba el abandono más salvaje e iba en perfecta consonancia con Hann: su cabello rubio había crecido de forma descuidada y varios de sus mechones estaban teñidos de rojo, aunque bien podría tratarse de sangre.
Geraldine llevaba un rato allí y esa fue la primera frase que le dirigió. Durante el largo silencio previo, Hann se estuvo dedicando a contemplar una pequeña caja de música que sostenía entre sus huesudas manos.
—¿El qué, Hann?
—Lo que me aseguraste cuando éramos niñas —aclaró—, que nunca traerías hijos al mundo porque este lugar era un infierno...
—Hann, yo...
Sin soltar su oxidada caja de música, Hann se giró a su hermana y la observó, ojerosa.
—Yo también quiero formar parte de tu familia, hermana —se lamentó—. ¿Por qué no podemos estar tan unidas como antes? Yo solo quiero que estés conmigo...
—Podemos estarlo —le aseguró—. Pero tienes que dejar que te ayudemos...
Hann observó la mano tendida de Geraldine: sus ojos claros la miraban sin pestañear, a través de todos aquellos mechones despeinados. Su respiración era lenta y pesada y eso dio a entender a Geraldine que su hermana estaba calmada: pero sus manos se aferraban a aquel artilugio musical con demasiada fuerza, llegando incluso a temblar ligeramente.
—Esa mano que me ofreces... ¿significa que te unirás a mí, hermanita? —musitó Hann, llena de expectación—. ¿Volveremos a ser un equipo?
La esperanza de Geraldine comenzó a esfumarse entonces.
—¿Un equipo?
—Tú, yo... los Sons of Schuld —sonrió—. Los únicos y verdaderos dueños de este mundo, juntos.
Geraldine suspiró, decepcionada.
—No te arrepientes de nada de lo que pasó... ¿verdad?
La sonrisa de Hann acompañó a un silencio escalofriante.
—No debí haber venido —reconoció Geraldine—. Todo esto ha sido un error...
—Tu único error ha sido dar a luz a una debilidad. Pero estás a tiempo de enmendarlo —afirmó—. Únicamente tienes que unirte a nosotros y ofrecer al mundo aquello que salió de ti: sabes que no podemos desperdiciar nuestros genes...
—Nuestros hijos son personas, Hann —la interrumpió—. Merecen elegir sus vidas en libertad, ¡vivir lejos del odio! Ese es el único y verdadero infierno que supone este mundo. No todo es dolor en esta vida, ¿por qué nunca has querido verlo?
Los ojos de Hann se estremecieron al escuchar aquellas palabras y su perturbadora sonrisa desapareció.
—Entonces le quitaré la vida a tu hijo —sentenció—. Será un desperdicio de genes, pero así lograrás entenderme y aprenderás a ponerte en mi lugar... Solo así serás libre, como yo.
—No, Hann. Tu-
Geraldine no alcanzó a terminar su frase: antes de que pudiese reaccionar, un extraño disparo atravesó su abdomen y le robó el aliento por un momento, haciéndola caer sobre sus rodillas. Cuando alzó la cara para volver a mirar a su hermana, advirtió que la caja musical que Hann sostenía en sus manos se había transformado en una especie de pistola: supo al momento que había utilizado su poder para generar un espejismo con aquel objeto.
—Hann, qué es lo que...
No pasó ni un segundo desde el disparo cuando los agentes del CEOS que Arnold consiguió reunir irrumpieron en la caseta, reventando puertas y ventanas, apuntando a la fugitiva de los Sons of Schuld.
Geraldine presionaba su herida con fuerza, sintiendo como perdía fuerza según la sangre abandonaba su cuerpo. Pronto sintió que la bala que la atravesó no era normal.
Antes de que se desplomase del todo sobre el suelo de madera, Arnold acudió hasta ella y la sujetó entre sus brazos. Geraldine notó como su hermano adoptivo trataba de alejarla de allí, pero el enfrentamiento de los agentes del CEOS contra Hann se volvió demasiado rápido en un horrible caos de balas y sangre: los poderes telequinéticos de su hermana se quitaban de encima a cualquiera que tratase de atentar contra ella, estrellando sus cuerpos con violencia contra las paredes u obligándoles a dispararse entre ellos para hacer sus muertes "más divertidas".
—Arny... tienes que irte de aquí —le suplicó sin fuerzas Geraldine. El hombre seguía tratando de hallar una vía libre por la que poder escapar sin ser interceptados por balas o cuerpos inertes que los empellones de Hann lanzaban de un lado a otro de la casa, destrozando todo lo que se encontrara en su camino.
Cuando Arnold localizó al fin una salida, esta se bloqueó de forma abrupta por un montón de listones de madera que Hann arrancó y lanzó hacia allá con su poder.
La frenética risa de Hann inundó la estancia. El escándalo de gritos de agonía y temor desaparecieron cuando el enorme poder de la Hija del Mundo acabó con la vida de todos y cada uno de los miembros que Arnold pudo reclutar para la misión.
—Ahora mismo me das mucha pena, hermanita —aseguró, entre risas descontroladas—. ¡Y pensar que has decidido que sea esta gente la que te proteja!
—Hann, por favor... Deja que él se vaya —le pidió, retorciéndose entre los brazos de Arnold como si tratase de alejarse de él—. Si le dejas ir, te prometo que me quedaré contigo. Haré todo lo que me pidas, volveremos a estar solo tú y yo... ¡pero no les hagas daño a ellos!
—¡Gerald, no! —le interrumpió él, logrando sujetarla—. ¡No cedas ante este monstruo!
Aquella desafortunada palabra detuvo las risas de Hann, aunque no borraron su sonrisa.
—Así que "monstruo"... ¿eh?
El corazón de Geraldine se contrajo en el instante en que advirtió con horror la intención de su hermana, al reconocer en su rostro una mirada de crueldad: Arnold comenzó a sentir dificultades para respirar y las piernas le flojearon, haciéndole caer con Geraldine todavía en brazos, negándose a soltarla pese a todo.
Hann mantuvo los ojos sobre su víctima mientras utilizaba su poder para asfixiarla sin miramientos, extendiendo su mano hacia delante y cerrando sus dedos tal y como si le estuviese agarrando por el cuello.
—¡¡Hann, por favor!! —le gritó Geraldine—. ¡¡SUÉLTALE!!
Una repentina presión en los nervios cerebrales de Hann hizo que el atragantamiento de Arnold aflojase. La nariz de Geraldine comenzó a sangrar al utilizar por primera vez su poder para contener el de su propia hermana.
—Puta... traidora —jadeó Hann con dificultad, segundos antes de desfallecer.
Extenuada, Geraldine se detuvo en cuanto vio a su hermana desplomarse en el suelo. Su cuerpo había rebasado sus límites y la gravedad de su herida la tentaba hacia la pérdida total de consciencia.
Las toses ahogadas de Arnold fueron remitiendo. Nervioso, atendió a Geraldine en cuanto fue consciente de lo que acababa de suceder.
—Arny... ¿estás bien? —preguntó ella con voz tomada.
—No te muevas, Gerald... Te pondrás bien, ¿me oyes? Saldrás de esta...
—Claro que sí. Siempre lo hago, ¿no?
Acababa de sufrir una herida de muerte, pero la mujer no abandonaba la sonrisa.
—¿Por qué lo hiciste? —cuestionó él, roto de dolor—. ¿Por qué confiaste en ella?
Geraldine cerró sus ojos y contestó:
—Porque es mi hermana.
—El Dr. Fisher y yo averiguamos que la herida de Geraldine no fue provocada por un arma cualquiera —les cuenta Claudia—. Ella... cayó en coma durante el camino al hospital y ya no volvió a despertar: lo que Hann le disparó le fue drenando las energías desde el momento en que la alcanzó hasta que ya no pudo más, después de resistir casi una semana. Con eso se quiso asegurar de no tener un rival a su altura...
—¿Y... qué pasó después con Hann? —cuestiona Logan, con rostro contrariado a pesar del rocío de sus ojos.
—Fue encerrada en la prisión de alto riesgo de Letroit, una de las siudades vesinas de Sant Silvery. Donde yo nasí —le dice Sebastien—. Yo la visité día tras día, acudí a los interrogatorios de la polisía: me mantuve tan sereno como pude ante sus insolencias, pero esa mujer solo queguía veg nuestro mundo arder. Su mayog diversión ega provocarme y regocijarse en el hecho de que el CEOS fuese a hundirse conmigo de una vez pog todas.
El hombre se mantiene en silencio por unos segundos, dejando de mirar a su ahijado y llevando los ojos al fuego de la chimenea.
—Pego lo que terminé hasiendo con Hann no es algo de lo que me sienta orgulloso —confiesa con sobriedad—. Pogque haseglo no me devolvió a Geraldine.
Dustin y Heather se miran entre ellos, sobrecogidos. Al girarse a Logan ven que él sigue más pendiente de Sebastien, serio.
—La asesinaste, ¿verdad? —adivina Logan.
Su padre adoptivo da una leve cabeceada en asentimiento, al tiempo que cierra los ojos.
—Ninguna tortura consiguió sacagle infogmación alguna sobre el resto de su desaparesida organización: de la noche a la mañana, abandonagon su violenta lucha y a la polisía le impogtaba cada ves menos encontrarlos paga hacer justicia, siempre y cuando no diesen más señales de vida. Ella... ega evidente cuanto disfrutaba de su propio dolor físico en cada sesión, casi tanto como del daño que sus provocaciones nos causaba a quienes nos acegcásemos a ella.
Logan termina bajando él también la mirada, imaginando el calvario por el que Sebastien tuvo que pasar: lo único que él puede recordar de aquellos días tan tristes es su insistencia en preguntarle cuándo despertaría su mamá.
—A mí me culpaba del desastre que se originó. De habeglo permitido —continúa el hombre, quemándole por dentro cada palabra que pronuncia—. Todos los días me preguntaba si Geraldine había muerto ya en el hospital. Y sonreía al haseglo.
—Seb...
—La gota que colmó el vaso y me hiso perder los estribos fue cuando se atrevió a amenazar a mi hijo —dijo—, asegurando que si la dejaba con vida, el siguiente en caer seguía él.
«¿Hijo?» repite para sus adentros Logan, desconcertado al escuchar a Sebastien referirse a él de aquella manera tan directa y no como "ahijado".
—El CEOS se desintegró totalmente con la muerte de Hann —prosigue Arnold, tras un pequeño silencio—. El alcalde decidió que ya no éramos necesarios, que con la policía se bastaba para mantener a raya a lo que pudiera quedar de los Sons of Schuld, en caso de que volviesen a manifestarse. Nunca consideró que lo fuésemos, en realidad... él no era el único en la ciudad que desconfiaba de nosotros por seguir teniendo a Geraldine entre los nuestros, después de la traición de Hann: en el fondo nunca les abandonó ese temor a los que eran distintos... aunque erradicar ese estigma fuera el motivo por el que fundamos el equipo.
—Pego yo nunca dejé de investigar, después de aquello —les cuenta Sebastien—. Averigüé que uno de los miembros más visibles de la organisasión se encontraba en Sant Silvery, trabajando como profesoga en la Universidad. Una mujer de la que Hann solía hablag a menudo en los interrogatorios: Scarlett Fitzgerald. Al prinsipio creí que solo fue una coinsidensia en el nombre y el apellido, pego después todo fue llegando y hablando pog sí solo.
—Yo... no puedo creer que Elisa se haya atrevido a mentirme sobre algo tan serio —se lamenta Logan, negante—. Lo siento, Seb. Soy un estúpido por haberme fiado de ella...
—No. Ni tú egues estúpido, ni ella tiene pog qué habegte mentido —valora Sebastien—. Puede que a Elisa le hayan contado esa versión y se la creyera. Y tal cual la escuchó, te la contó después a ti... sin conoseg toda la vegdad.
Logan frunce entonces el ceño, determinando algo en su mente. Deja de rascarse los eccemas de sus dedos y desvía los ojos hacia su antebrazo, allí donde Elisa le escribió una dirección con rotulador.
—Tenemos que ir allí, Seb. Debemos presentarnos allí y explicárselo todo —le dice, levantando del sillón y yendo hasta él para enseñarle su brazo—. Elisa me dio esta dirección: ella quería que lo dejase todo y me fuese con ellas, "lejos de las mentiras": puede que yo sea la única persona que pueda hacerla entrar en razón.
A Sebastien le suena demasiado esa última frase, de habérsela escuchado antes a Geraldine. Mientras se dedica a leer en silencio lo que Elisa escribió en el brazo de Logan, Arnold continúa hablando:
—Sí. Pero ahora mismo creo que es más urgente salvar a Regina y alejarla cuanto antes de Caesar. Debimos haber visto antes que algo iba mal con ese muchacho...
—¿P-por qué dices eso, papá?
—Él ya os lo contó, ¿no es así? Que también fue uno de los huérfanos que vivieron en estas mansiones.
—S-sí... Nos dijo que después fue adoptado... en Kerzefield.
—Caesar también fue rescatado de las mismas instalaciones donde yo me encontraba, con los Sons of Schuld —les cuenta Claudia—. Él era muy pequeño, apenas tendría unos seis años. Pero durante mucho tiempo no dejó de tener dificultades para relacionarse: su Stigma le hacía demasiado daño, y mi medicación no parecía serle suficiente.
—Creímos que la mejoría que tuvo con los años se debió simplemente a que su cuerpo lo habría asimilado bien, sin necesidad de más fármacos —sopesa Arnold—. Pero ahora que sabemos que vuelve a tener relación con los Sons of Schuld, me temo que su evolución no haya sido por motivos naturales.
—Por eso s-se dedicó a la medicina...
—Sabía yo que lo del padre médico al que admiraba era una trola —asegura Logan.
—Hay que ayudar a Regina —dice Dustin, mirando hacia su padre—. ¿Q-qué te contó Jessica cuando n-nos hiciste salir de la habitación a nosotros, papá?
—Según lo que he logrado sacarle en claro, Caesar no tiene planeado hacer daño a Regina... porque la quiere —les cuenta Arnold—. Únicamente la retiene para que no se vaya de la lengua: al parecer ella descubrió algo turbio relacionado con esos negocios a los que se dedica últimamente.
—P-pero ella me contó que le vio hacerle daño...
—Uy, uy. ¿Varias versiones disponibles? —cuestiona con sorna Logan—. ¿Seguro que podemos fiarnos de la tía esa?
—Posiblemente la desconcertasen los nervios del momento. O también puede ser que Caesar agrediese a Regina como acto reflejo por los nervios, al verse descubierto —opina Arnold, cruzándose de brazos—. Sea como sea, debemos ir con mil ojos. Por lo pronto, Jessica solo puede comunicarse conmigo o con Claudia, mediante un teléfono de llamadas restringidas que yo mismo le he facilitado. Tendrá que avisarnos a través de él si necesita salir de su habitación, también.
—Anda, ¿entonces está retenida? —salta Logan—. Menos mal, creía que era el único que no se fiaba.
—Toda precaución es poca.
—E-entonces... ¿Vas a ir tú mismo a por Regina, papá?
—Antes tengo que hacer unas llamadas. Pero sí, iré yo. ¿Por qué lo...-?
—Déjame ir contigo. Yo también quiero ayudar.
—Ni hablar, Dustin —responde tajante—. Tú te quedarás aquí cuidando de las chicas y ellas cuidarán de ti: no sabemos qué podemos encontrarnos en ese lugar y no quiero averiguarlo contigo allí.
—¡P-pero puedo serte útil! —asegura, levantando del sillón—. He estado entrenando mi Stigma durante semanas y podría...-
—Lo siento, hijo. Mi respuesta va a seguir siendo la misma —zanja—. No permitiré que te expongas al peligro.
—¡Al menos d-déjame estar de apoyo! —insiste el chico—. Puedo esperar en el coche, en uno de los más seguros y acorazados que tengas. ¡Así podré estar cerca para ayudar si te ocurriese algo...!
—¿Ocurrirme? ¿A mí...?
—Entiendo que te preocupes por mi seguridad, papá. Pero entiende tú también que yo me preocupe por ti —dice con aplomo—. Por favor... déjame estar contigo.
Arnold respira hondo, todavía cruzado de brazos. Cierra los ojos y se masajea la frente con los dedos, sopesando las palabras de su hijo. Puede sentir a toda su familia observándole y esperando una respuesta.
—Hay que pensarlo bien, hijo —dice al fin el hombre—. Deja que me organice primero y lo veremos, ¿de acuerdo?
Dustin simplemente sonríe, sabiendo que esa contestación es lo más parecido a un "sí" que conseguiría ahora mismo de su padre.
—Gracias, papá.
Él asiente como respuesta y vuelve a dirigirse también a los demás:
—Por ahora, será mejor que descanséis, chicos. Mañana por la mañana nos pondremos en marcha. Nosotros nos encargaremos de coordinarlo todo. Posiblemente hable con la familia Montenegro y con la doctora Bogart: todo esto les puede interesar, y necesitamos gente de confianza a nuestro lado.
—¡Es verdad! Mordecai tiene un Stigma genial —aprecia Logan—. ¡Puede hacer su cuerpo de acero!
—Sí. Pero más bien pensaba en Teresa —le dice Arnold—. Ella es la periodista de investigación. Lleva años indagando en estos temas junto a Sebastien. Sería útil que se mantuviese al tanto duranteel proceso, escuchando lo que ocurra desde un lugar seguro.
—Ah, también.
—E Ingrid Sophia también podría ser de gran ayuda —opina Claudia—. La conozco desde que estuvimos juntas bajo el mando de los Sons of Schuld. Y sé lo dura que puede llegar a ser...
—Así es. Tanto la doctora Bogart como sus hijos son unos supervivientes —agrega su marido—. Puede que ellos también puedan ayudarnos.
Logan entonces suelta una pequeña risa.
—¿Y decís que nosotros tenemos que irnos a dormir, ahora? Sabéis que no vamos a pegar ojo ni de coña, ¿verdad?
—Intentadlo, al menos —le sugiere Sebastien, dándole un par de toques en la espalda y alentándole con ello a que se marchen a sus habitaciones—. No os preocupéis: no nos iremos sin desíroslo.
Logan sonríe con picardía, alzando la barbilla.
—Ni se os ocurra, ¿eh?
Sebastien se limita a asentir con una sonrisa en respuesta.
◇◇◇
Los más jóvenes terminaron obedeciendo a sus mayores. Cada uno de ellos se instaló en su respectivo dormitorio, estando correlativas las habitaciones.
En el pasillo y ya enfundados en su ropa de pijama veraniega, Logan y Heather observan a Dustin entrando a su habitación, tras haber estado hablando los tres.
—Ah, pobre Dust. Espero que se le vaya el dolor de cabeza. Porque en como vuestro padre al final acepte y le deje ir con él, lo lleva claro...
—Sí... me ha encantado verles hablar así entre ellos. Les he visto muy unidos —le confiesa Heather—. Casi tanto como a ti y a Sebastien.
—¿Ah, sí? Bueno, Seb y yo siempre nos hemos llevado bien. Pero después de todo lo que nos han contado hoy, creo que me siento incluso mejor. Al final voy a tener que darle las gracias y todo a Ellie, por provocar toda esta situación de sinceramientos...
—Ya, claro —desestima al momento ella, rodando los ojos—. ¿Sabes? Cuando os he visto a ti y a Sebastien hablar de tu madre de esa manera, me ha dado la sensación de que tal vez... no sé. Creo que empiezo a pensar que ese "padre desaparecido" del que siempre te ha hablado él nunca ha existido...
Logan frunce el ceño y mira a su amiga con una sonrisa de extrañeza.
—¿A qué te refieres, Heat Her? —pregunta, aunque sospecha por dónde quiere ir.
—Bueno... a que es súper obvio que él es tu padre de verdad. —Se apoya una mano en la cintura y ladea un poco la cara—. No me digas que nunca lo has pensado, vamos.
—¿Mi padre "de verdad"? Eso siempre lo ha sido —rebate con resolución—. Y claro que lo he pensado. Más bien, lo he deseado tanto y tantas veces que creo que me lo he terminado creyendo, aunque nunca le he llamado "papá" por si acaso le molestaba...
—Sí... pero ahora que sabemos lo que realmente pasó con tu madre, todo tiene más sentido, ¿verdad? —Sonríe al tiempo que baja un poco los ojos y junta sus manos, conmovida—. Puede que se sintiese tan culpable por lo que pasó que creyó que había perdido ese "honor". Pero aún así siguió cuidándote cada día como si nada hubiera cambiado.
Logan asiente, contagiado de esa calidez que desprenden las palabras de la chica.
—Tienes razón. Es el mejor.
Heather regresa los ojos a él y ambos se mantienen la mirada durante un par de segundos. El silencio que se ha formado entre ellos y las sonrisas que se han quedado en sus labios hacen que a Heather le entre el calor en las mejillas, obligándola a apartar la vista.
—¡En fin, serafín! Deberíamos ir a acostarnos ya.
—¿Ah?
—¡Digo... cada uno en su cama, claro! —Le entra una repentina risa nerviosa que se le atraganta con algo de tos.
—¡Pero Heat Her, no te ahogues ahora! —se ríe él, yendo a darle toques en la espalda.
—¡Ah, no, no, qué va! ¡Estoy bien! —replica enseguida, zafándose—. ¡Qué tonta soy! Quiero decir... nos vemos mañana, ¿vale? ¡Descansa mucho y bien!
—¡Ey, espera! ¿Estás bien? Espera, que voy a por agua...-
—¡No, no! Está bien. ¡No hace falta! —Le detiene por el brazo, pues ya iba—. Ya se me ha pasado.
El pequeño agarre de Heather sobre el antebrazo de Logan se afloja un poco, en cuanto la chica recuerda sus habituales protocolos de distanciamiento físico. Ambos jóvenes se quedan en silencio de nuevo, solo que esta vez algo más serios.
Pero, justo cuando Logan ya empezaba a pensar que el gesto alicaído de Heather se debiese a que ahora saben que él también tiene un poder que ella pueda copiar con su Stigma, la chica habla de nuevo:
—Yo también... me siento mucho mejor ahora, Logan —le dice, sin mirarle a la cara—. Verte feliz es genial.
El gesto de preocupación de Logan se disipa entonces, dando paso a una media sonrisa.
—Vaya... eso suena muy bien.
La chica le sonríe de vuelta y ahora sí le mira, aunque solo sea por un momento antes de volver a girar la cara.
—¿Sabes...? Me sentía un poco nerviosa por haber motivado a Feli a hablar contigo... por como terminó la fiesta —dice—. Pero quizá sea por todo lo que he escuchado esta noche, que ahora pienso que lo vuestro aún tiene solución... sí. Seguro que todo sale bien.
—Espera... ¿tú le motivaste? ¿A qué?
—Ah... sí. —Se lleva una mano con la otra y las estruja entre sí—. Bueno... vi que ella llevaba tiempo sintiendo celos de Elisa y... me molestaba ver que no hacía nada, siendo así que tú a ella...
—Pero Heather, eso...
—Ay... Lo siento, no debí meterme, ¿verdad?
—¿Eh? ¡No! No lo digo por eso —niega al momento, todavía con la misma sonrisa de desconcierto que se le puso al principio. Se rasca la tirita de la mejilla, nervioso—. Es que... no pensé que estuvieseis tan pendientes de mí. No creía que fuese tan importante...
—¿Pero qué tontería es esa? ¡Claro que eres importante! ¡Además, ahora incluso tienes poderes...! —intenta bromear ella, para distraer su vergüenza.
—Me refería a que no esperaba que nadie lo pasase mal por mi culpa, Heather —confiesa, algo más desinflado—. Creo que no solo le debo disculpas a Feli...
—No pasa nada —sonríe con simpleza—. Ya te lo he dicho, todo se arreglará. Ya lo verás.
Logan ve esa cálida sonrisa y consigue hacerle creer que, en efecto, nada podría ir mal.
—Gracias, Heather —le dice él con franqueza—. Y siento mucho todo lo que ha pasado.
Ella se limita a asentir levemente con la cabeza y a caminar hasta su habitación. Una vez en el marco de la puerta, posa allí su mano y se gira a él.
—Entonces... saldrás con ella, ¿no? Con Feli.
Logan suspira.
—Suena a ciencia ficción, ¿verdad? —bromea, encogiéndose de hombros.
La chica suelta una pequeña risa.
—Bueno... ¿y qué no suena a ciencia ficción, en nuestra vida?
Él solo puede responder con otra risa.
—Ahí tienes razón, Heat Her. Ahí tienes toda la razón...
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