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38. Los peligros que acechan


Todavía falta un poco para que anochezca. En Schuld City las luces de la calle suelen encenderse antes de que la oscuridad la envuelva por completo, pero el barrio portuario en el que Dustin y Logan se encuentran hoy es una excepción: allí las farolas todavía esperarán unas horas para iluminar las solitarias calles.

Sin embargo, el aspecto de los edificios está bastante cuidado. Salta a la vista que son construcciones relativamente nuevas, a lo sumo contarán con veinte años de vida. Pero los dos amigos jamás han pisado por aquellos lares y, aunque han informado a sus padres sobre esta visita, uno de ellos está convencido de que una "algo" les acompaña desde hace un buen rato.

—Ya te lo he dicho, Dust. Es una sensación.

—¿De que alguien nos está siguiendo, dices?

—Sí. Como en esas novelas policíacas que lees tú —compara, mientras baja de la moto y se dedica a desabrocharse el casco—. No me digas que no.

—Bueno, sí... Eso implicaría que Caesar fuese el sospechoso principal. Lo cual es...

—Sí, pero ¿sospechoso de qué? No me has hablado mucho al respecto... ¿Por qué desconfías tanto de él? ¿Porque rompió con Regina?

—N-no, es... algo más. Dejémoslo en que mi instinto me lo dice, ¿vale?

Logan suelta un suspiro.

—Está bien, te creo. Pero créeme tú también: a mí el instinto me dice que alguien nos ha estado siguiendo.

Dustin se gira sobre sí mismo y observa con atención la calle en la que se encuentran: todo está en calma y apenas se escucha alguna que otra sirena en la lejanía. Las únicas personas allí son ellos dos.

—Pues n-no veo a nadie, Logan. Pero no te preocupes, nos daremos toda la prisa que podamos y nos iremos. A mí tampoco me gusta demasiado este lugar.

—Sí que le tienes tirria a ese Caesar, ¿eh?

Ve que su amigo se dedica a caminar hasta el portal que Caesar les indicó y se detiene frente al telefonillo, buscando el número correcto. Lo encuentra rápidamente y pulsa uno de los desgastados interruptores, pero nadie responde ni pasados dos minutos.

—No contesta nadie... ¿seguro que te dijo bien el piso?

—S-sí, eso creo —asegura, sacándose el teléfono para comprobar la anotación que hizo—. "Piso tercero, puerta siete". Es donde he llamado...

Logan se adelanta un poco en su posición y pulsa él en el telefonillo. Mira a su amigo con extrañeza durante la espera, pero esta vez sí terminan escuchando una voz al otro lado del altavoz.

—Dustin. Perdona la espera —le oyen decir a Caesar—. Adelante, sube.

—C-claro... —Un sonido algo chirriante indica que la puerta puede abrirse y Dustin se apura en empujarla. La mantiene sujeta con la mano mientras deja pasar a Logan y avisa a Caesar de que ya han podido abrir.

Los chicos se ven obligados a utilizar las escaleras para subir, ya que un papel pegado en la puerta del ascensor les indica que se encuentra fuera de servicio.

—Desde fuera esto parecía tener más clase, la verdad —opina Logan por lo bajo al cabo de unos cuantos escalones, mientras sube tras Dustin y se dedica a analizar el interior descuidado del edificio—. Esperemos que el pavo este no sea como su edificio: elegante por fuera y por dentro...-

—L-Logan...

—¿Sí?

—Intenta no decir esas cosas delante de él, por favor.

Logan simplemente se ríe, entretenido.

—Vaale, me portaré bien —promete—. Pero reconoce que si estamos aquí es porque piensas lo mismo.

Dustin no llega a responder a esa afirmación, porque ya han alcanzado el piso de Caesar: ambos lo ven allí en su puerta abierta, esperando para recibirles de brazos cruzados y con una expresión tranquila. Al menos ese detalle hace que Dustin crea que no llegó a oír el comentario de Logan.

—Al final has venido acompañado, ¿eh?

—S-sí, es que él...

—Mi nombre es Logan. Logan Edler —se adelanta a aclarar él, extendiendo su mano hacia Caesar—. Soy su mejor amigo.

—Encantado... Logan —le responde, tomando su mano—. Adelante, no os quedéis ahí, chicos. Pasad.

—C-claro...

...

—Así que has venido porque necesitas mi ayuda —resume Caesar, ya sentado en un sillón cercano a otro donde les ofreció asiento a los chicos—. Eso me dijiste por teléfono, ¿no, Dustin?

—B-bueno, en realidad... más que ayuda es información —le dice, entrelazando los dedos por el nervio. A diferencia de Logan, todavía no ha bebido del vaso que Caesar les sirvió—. Sobre... vosotros.

—¿Nosotros?

—Tú y mi hermano Sam —dice, y permanece atento a la expresión de su interlocutor.

—Ah... Y ¿qué es lo que quieres saber exactamente? —cuestiona, tras un pequeño parpadeo de desconcierto que a Dustin le resulta algo impostado, como si ya supiese que preguntaría eso.

—¿Qué relación teníais? Y-yo no recuerdo mucho de cuando él nos presentó, pero... por más que lo intento, nada me ayuda a recuperar esa parte. —Ante el asentimiento de Caesar que le incita a explicarse mejor, el chico remata—: N-no logro entender cómo llegó a pasar aquello entre tú, él y Regina.

—Aquello fue algo bastante complicado, Dustin —le responde, soltando un leve suspiro—. No creo que necesites saber los detalles. De todos modos ya pertenece al pasado...

—Bueno, si te lo ha preguntado es porque sí necesita saberlo, ¿no? —discrepa de pronto Logan, torciendo un mueca de confusión. A Caesar parece incordiarle su comentario.

—L-lo siento, no quería incomodarte, Caesar —se apura en corregir Dustin, al tiempo que lanza una mirada de reproche a Logan—. S-solo pretendía comprender mejor todo esto... lo que me rodea. Lo que me rodeaba antes de...

—Tranquilo, te entiendo. No debe de ser nada fácil, sentirse como un desconocido en tu propio hogar...

Dustin percibe un ligero tono de resentimiento en esa última frase. Se le queda mirando sin saber qué preguntarle a continuación, momento que Logan aprovecha para tomar la palabra:

—Oye, ¿y tú a qué te dedicas, Caesar?

—¿Que a qué me dedico...? —cuestiona, esbozando una media sonrisa de incredulidad ante la confianza con la que el joven Edler se dirige a él.

—Sí, ¿de qué trabajas? Es decir, Dust me ha contado que te ofreciste a ayudarle a él y a Regina. Por eso me asalta ahora la duda de, en fin, la procedencia de ese dinero.

—Bueno, tengo mis negocios —le resume, tratando de mostrarse lo más tranquilo posible—. No he tenido una vida tan acomodada como la de otros, pero he intentado dedicarme a lo mío tanto como he sido capaz.

Logan se queda algo desubicado ante esa respuesta, mirándose con su amigo.

—Ah, ¿no? ¿Y qué es "lo tuyo", Caesar? —le sigue preguntando Logan, obviando lo mucho que le sonó a puya lo de "la vida acomodada".

—La medicina. —Sus ojos miran ahora hacia Dustin, a quien más le importa dar una imagen concreta de persona fiable. Logan ha sido un elemento inesperado, casi tanto como sus preguntas, ya que Caesar concentró el poder de su Stigma hacia Dustin y no hacia él.

—Vaya... eso no lo sabía. N-no recuerdo si me lo contaste alguna vez. Regina tampoco...

—Solo soy un simple estudiante, por ahora. Pero algún día llegaré a ser tan bueno como lo era mi padre. —Al igual que antes notó una cierta inquina en sus palabras, Dustin ahora aprecia una monotonía en su voz que no encaja con el sentimiento de admiración que debiera tener por ese padre del que habla—. Aún queda mucho para eso, de todos modos. Y tampoco es algo que te afecte a ti, Dustin. Pienso que sería mejor focalizarte en tu propio...-

—Qué raro —interrumpe de nuevo Logan, tras dar un sorbo a su vaso. Dustin le observa sin comprender, mientras a Caesar le cuesta cada vez más mantenerse sereno ante su impertinencia—. Creo que no he visto ninguna fotografía suya por aquí —añade, girándose sobre sí mismo y fijándose mejor en la decoración de aquél pequeño salón—. De tu padre, digo... ¿cómo es eso?

—Yo no necesito fotografías para recordar a las personas que me importan, chico. Eso es para los débiles de memoria.

—Wow, qué falta de delicadeza —bromea él, sonriendo hacia su amigo. Dustin permanece atento a la reacción de Caesar y fijándose en cómo la actitud sincera de Logan parece estar turbándole—. Que tenemos aquí a un semi-amnésico, tío.

—No quise ofender a nadie. Solo trato de explicar que no todos nos aferramos de la misma manera al pasado.

—Eso es cierto.

—Caesar, yo... n-no queríamos molestarte con...

—No ha sido molestia, Dustin —le asegura, aunque su tono de voz indica lo contrario—. Es solo que algunas cosas es mejor dejarlas atrás. Y tu hermano también era del mismo pensamiento.

El chico comprende con esas palabras que Caesar se está cerrando en banda. Eso entra en conflicto con la razón de su visita, pero siente que la actitud defensiva que Caesar ha mostrado ante las preguntas de Logan le han respondido bastante más de lo que pudo averiguar con las suyas.

—Yo fui un niño huérfano, Dustin —revela entonces Caesar, echando hacia delante el torso y apoyando los codos sobre sus rodillas—. Me acogieron en tu mansión hace unos cuantos años, hasta que me adoptó un matrimonio de Kerzefield —dice, dirigiéndose ahora a Logan.

—Anda, pues eso no lo sabíamos tampoco, ¿no? —resuelve Logan hacia su amigo, que niega—. Entonces, ese padre al que quieres parecerte, ¿es el de verdad o el que nunca conociste?

Caesar tuerce un gesto de confusión ante esa pregunta. No logra encontrarle la lógica y cree que está mal formulada hasta que lee en la mente de Logan su explicación: para él, el padre "de verdad" es el que cría, no el que engendra.

—El de verdad, por supuesto.

—Bueno, Caesar... creo que deberíamos marcharnos ya. T-tenemos toque de queda —comenta de pronto Dustin, dejando su vaso sobre la mesilla sin haber bebido nada. Caesar sonríe ante ese pequeño detalle, relajado al saber bien que ha sido un acto inconsciente pero acertado por parte del chico: desde luego su instinto no está tan adormecido como su mente—. Esto está un poco lejos de casa y todavía tengo que llevar a Logan a la suya...

—Tranqui, te quedas a dormir en la mansión —le recuerda su amigo.

—Ah... es cierto, sí.

—Pierde cuidado, Dustin. Ha sido una charla interesante —le dice, algo más calmado ahora que el mini-interrogatorio llegó a su fin—. No sé si te habré ayudado mucho, tampoco. Lo cierto es que no soy muy aficionado a recordar "viejos tiempos", pero comprendo que alguien joven y sin mucha paciencia como tú necesite saberlo todo al momento.

—S-sí... supongo que siempre he querido saber cuanto más, mejor. Y... también cuanto antes.

Caesar vuelve a impostar una de sus enigmáticas sonrisas, mientras ambos chicos se levantan de su asiento.

—Lo sé. Tu cabeza siempre quiere correr más de lo que toca, ¿a que sí?

—Tal vez sí que pueda correr más de lo que le toca —aventura entonces Logan—. Puede que, no sé, algo le esté pisando el freno y por eso no acelera tanto como quisiera.

—Por supuesto. Y tu respuesta la tienes ahí, perforando las orejas de tu amigo —rebate al momento Caesar, señalando a Dustin de vista: el rubio se lleva allí la mano, sabiendo que habla de sus inhibidores—. Así es. Esos tornillos que Monsang te fabricó son tu única limitación ahora mismo, Dustin. Sin ellos podrías correr todo lo que quisieras y más. Pero supongo que no te hace tanta falta correr para regresar a casa a la hora acordada, ¿verdad?

Logan no atina a discernir si lo que acaba de decir Caesar es una puya hacia Sebastien o una provocación hacia Dustin para que rompa ataduras. Dustin sin embargo lo tiene algo más claro, al esclarecer en su cabeza cierto recuerdo olvidado sobre Caesar, al escucharle decir esas palabras: le resuena en la mente la certeza de que Caesar se situó muy a favor del libre uso de los Stigmas, también llamados "Gen X", aunque un fragmento importante de ese recuerdo todavía permanece borroso.

—Tienes razón... Caesar. Por ahora no necesito más... poder del que tengo —resuelve el chico, haciendo un pequeño esfuerzo por no distraerse en sus pensamientos.

—Eso es bueno —responde él—, significa que estás a salvo...

...

—Nos vemos otro día —se despide Dustin, ya en las escaleras con su amigo—. Gracias por atendernos, Caesar.

—A vosotros, chicos.

Asintiendo con la cabeza, el chico comienza a descender por los escalones para seguir a Logan, que ya se encuentra un poco más abajo: es a los pocos segundos de girarse y oír la puerta cerrarse que vuelve a escuchar la voz de Caesar, tan cercana como si la tuviese dentro de su cabeza:

«Ten cuidado ahí fuera, Dustin».

—¿Eh? —Al voltear comprueba que la puerta se encuentra ya cerrada. Está seguro de que la voz que ha oído era la suya, pero le resulta imposible haberla percibido tan nítida a esa distancia y con una puerta de por medio.

—Eh, Dust. ¿Qué haces? ¿Se te ha olvidado algo? No me jodas que hay que volver, con el mal rollo que ha dado.

—N-no, es que... me pareció escuchar su voz —musita, desconcertado. Se rasca la nuca al no entender nada—. Creo que todavía estoy un poco nervioso...

—Uf, pues puede ser. Como para no estarlo... ¿te has fijado en qué caras me ponía? Pensaba que de un momento a otro me daría la patada.

—Sí... hice bien pidiéndote que vinieras —reconoce, tranquilizándose un poco mientras baja con él las escaleras—. Esa manera tan esquiva de responder... n-no sé, sigo pensando que oculta algo. Como si el hecho de averiguarlo le pusiera a él en un compromiso. ¿Y eso que nos contó de que quiere dedicarse a la medicina? T-tal vez podría usar lo que sabe para ayudarnos a descubrir quién me...-

—El tío se ve de lejos que es un cretino resabiado, pero ¿no crees que a lo mejor es simplemente que no le gusta remover el pasado? —interviene, interrumpiendo sin querer la cuestión clave que su amigo iba a plantear—. Hay gente muy medida con esos temas, Dust. Cuando dijo lo de su padre, creo que pude comprenderle un poco. Supongo que la vida de un huérfano a veces se vuelve un poco dolorosa si se intenta mirar demasiado hacia atrás...

—Es cierto... no lo vi así —reconoce Dustin, resignado—. Me temo que tenía tantas ganas de oír una respuesta definitiva a todo esto que no atendí a algo tan simple...

—Tranqui, tío. Rebuscaremos hasta debajo del sofá para encontrar las piezas que le falten a tu puzle. Y limpiaremos las pelusas que puedan tener —le asegura, una vez llegan al portal—. Aunque nos lleve algo más de tiempo.

—Gracias, Logan. Ojalá pudiese acelerar todo esto también...

—¿Estás de coña? ¡Así está bien! La emoción de la investigación se alarga. Tienes que aprender a disfrutar el ritmo normal de la vida, también.

Negando con una sonrisa ante el evidente entusiasmo de su compañero de investigaciones, Dustin atraviesa la puerta después de él para salir al exterior.

El rellano se queda en calma una vez ambos chicos abandonan el lugar y dejan de impregnarlo con el eco de sus voces. La puerta del piso de Caesar permanece cerrada, pero él continúa apoyado al otro lado de esta. Observa con una sonrisa satisfecha un pequeño bote de cristal que sostiene en su mano, en cuya etiqueta lleva impresos diversos componentes químicos en letra pequeña.

«El nuevo potenciador funciona de maravilla, por fin», se dice para sí. Sus ojos se posan entonces en aquel vaso del que Dustin no bebió. «Espero poder enseñárselo pronto a él también».

◇◇◇

Termina de anochecer en Schuld City. En las mansiones Edler se encuentran ahora Felicity y su amiga Heather: hace ya un rato que Elisa se ha marchado a su casa al no tener con quien entrenar más que consigo misma, ya que todavía siguen sin querer arriesgarse a probarlo con Heather.

—Buenas noches, señoguitas —les saluda Sebastien al llegar al salón donde las chicas hablan—. Hoy también os quedaguéis a dogmig, ¿vegdad?

—¡Claro! Estamos esperando a Dustin y a Logan para cenar.

—Sí, hoy tenían que ir a ver a un tal Caesar —le explica Felicity.

—Lo sé. Logan me lo dijo.

—Hace media hora enviaron un mensaje diciendo que ya venían. A ver si se han perdido...

—Están tardando demasiado, jo... se nos va a hacer tarde, si queríamos ir al Clover's —se lamenta Heather, que hoy tenía antojo de hamburguesa Cloverfield.

—Bueno. Podemos cosinag nosotgos, ¿no? Así hasemos tiempo hasta que vuelvan —propone el hombre, procurando no alimentar la preocupación en las chicas.

—¡Ay, sí! ¡Que tú cocinas genial! —se alegra Heather, saltando del sofá y yendo con él—. ¡Por favor, tienes que enseñarme tu secreto!

Pog supuesto. Todo se puede enseñag con algo de pgáctica e integués —le cuenta mientras camina hacia la cocina.

—¡De interés voy servida! Quiero dejar de ser la "cocinera de la muerte" —bromea la chica—. ¡Feli! ¿No vienes?

—¿Eh...? Ah, claro —titubea, dejando estar el teléfono, pendiente del último mensaje que Logan le envió. Se levanta y se apura en alcanzarles.

...

—Oye, Sebastien —comienza a decir Felicity, mientras él amasa la carne de las hamburguesas y Heather bate en un cuenco la mezcla de ajo y perejil, ambos arremangados y ataviados con delantales—. ¿Tú conoces a ese Caesar Blackhood que han ido a ver los chicos?

Clago que sí. Él vivió aquí dugante unos pocos años —le cuenta. Prosigue ante las miradas sorprendidas de una chica y de otra, asintiendo—. Ega un huégfano más, hasta que un matgimonio lo acogió en Kerzefield. Tengo entendido que el maguido fallesió poco después de la adopsión y la mujeg se ocupó de él hasta que Caesar tegminó el instituto y se fue a vivig con Regina.

—Pobrecito —le nace decir a Heather, dejando de batir por un momento.

—Y ¿cómo era? Quiero decir, de carácter —sigue preguntando Felicity, sentándose en uno de los taburetes cercanos—. Si vivió aquí, lo conocerías bien.

—Caesar ega el único amigo de Sam —revela, en un tono bastante sobrio—. Un chico calmado y de pocas palabgas. Al menos compagado con él...

—O sea que eran algo así como Logan y Dustin, ¿no? —compara Heather, entretenida.

—Algo así, oui. Caesar estuvo siempge muy pendiente de Sam. Incluso llegó a acogegle en su apagtamento cuando él se magchó de casa.

—Vaya... ahora entiendo que se mudase aquí a Schuld City —se lamenta Heather, ya rebozando la carne con su mezcla—. Debió de afectarle un montón lo que pasó con Sam...

Sebastien ayuda a la chica con su tarea, dejando un pequeño silencio antes de continuar.

—Existen muchas clases de amistades —comienza a relatar el hombre—. Algunas te ayudan cada ves que lo nesesites, sin impogtag la hoga ni el lugag. Otgos, en cambio, anotagán cada cosa que hisiegon pog ti paga cobgágtela en cualquieg momento.

Mientras Sebastien se dispone a colocar algunos trozos de carne sobre la sartén, ayudado por Heather, Felicity se cruza de brazos pensativa.

—¿Y qué clase de amigo era Caesar para Sam, Sebastien? —pregunta tras cavilarlo.

—Eso es algo que solo sabgán con segtesa ellos dos, me temo —asegura él, a pesar de intuir la verdad.

—Cuando Logan y Dustin vuelvan nos contarán qué tal les fue con él —resuelve entonces Heather—. Igual han hablado de este tema.

Sebastien se limita a asentir la propuesta de la chica, desviando el tema hacia el aspecto culinario con tal de no seguir ahondando en ello. No obstante, su pensamiento sigue puesto en aquél muchacho del que han estado hablando, quien por aquel entonces ya poseía un complicado Stigma que le hacía sufrir fuertes cefaleas: un pobre chiquillo huérfano que continuamente lloraba pidiendo que alguien callase "esas voces".

Monsang recuerda que las medicinas que Claudia diseñó para rebajar la potencia de los Stigmas le sirvieron también a Caesar, al menos, hasta donde él tiene sabido: se pregunta entonces si él habrá seguido medicándose o si tal vez haya escogido el camino de la medicina con intención de encontrar una solución mejor... lo que le lleva a pensar que sería interesante hacerle una entrevista a Caesar, después de tanto tiempo sabiendo de él únicamente desde la distancia.

—Por cierto... Sebastien —comenta de pronto Felicity, sacándolo de sus pensamientos. Él y Heather ya están colocando las hamburguesas en los bocadillos—. Heather y yo no estamos viendo nada extraño en Elisa últimamente...

—Oh, vaya. ¿Os ha contado ella algo de su familia?

—No demasiado. Parece que no es algo de lo que le guste hablar... Apenas nombra a Nicolette, su hermana, y porque a veces ella también viene aquí. Pero poco más.

Sebastien le va pasando a Heather los ingredientes de ensalada restantes para poner en los bocadillos. La chica los va colocando con sumo cuidado, como si si se tratase de una bomba extra-sensible que un mal movimiento de los suyos echaría a perder.

—Bueno. Hase unos días estuve en Sant Silvery. —Ante el asentimiento de Felicity, prosigue—: Fui a veg a Scaglett Fitgegald. Su madre.

—¡Sí! Ese nombre es el que vimos en el perfil de Elisa —corrobora la chica, mirándose con Heather. Pero ella sigue concentrada en su cocina—. ¿Y qué te contó? ¿Te dijo algo de ella? ¿Cómo es que vive tan lejos de su familia...?

—En guealidad no fue una entgevista tan pegsonal, Felisity. Quise hablag con ella pogque se tgata de una entendida en el tema de los Stigmas y pensé que seguía integuesante conoseg su opinión.

—¿Su opinión?

—Es pgofesoga en la Univegsidad de Sant Silvery. Pero mantiene el miedo típico de toda pegsona guelasionada con los Stigmas, a dag a conoseg todo lo que sabe. A exponegse pog miedo de lo que le pase a sus hijas.

—Entiendo... así que ella está como los Krausser.

—Así es. Pego confío en que mi visita la hagá pensag sobge ello un poco. Espego que lo sufisiente para que le dé una opogtunidad a mi pgoyecto.

—¿Tu proyecto? ¿De qué proyecto hablas? —pregunta Felicity, y su tono logra detener el movimiento de Heather y captar también su atención.

Queguía espegag a que viniegan los chicos paga contaglo, pego...

—¡Que se fastidien! Que hubiesen llegado antes —repone Heather—. ¡Dinos!

Sebastien sonríe un poco entonces.

—Bueno... digamos que pgetendo devolvegle a estas mansiones algo de su pgopósito inisial —les cuenta. Las chicas se miran entre sí, expectantes—. Quiego que esto sea algo más que un guefugio paga los Stigmas. Y os debo a vosotgos el empujón paga habegme desidido a llevaglo a cabo.

◇◇◇

—¿Sabes? Igual podríamos ir ahora a visitar a Regina —propone de pronto Logan, subiéndose a la moto de su amigo y abrochándose las correas del casco—. Igual ella nos cuenta más cosas...

—N-no creo que sea muy buena idea. Al menos hoy —desestima, colocándose bien sobre su vehículo para después arrancarlo—. Ya vamos con el tiempo bastante justo para llegar a casa. ¿Les has enviado el mensaje de que ya estamos de camino?

—Síí, lo mandé.

—Tranquilo, que podrás venir a la siguiente misión también —le asegura, entretenido—. Mañana iremos a ver a Regina, si quieres.

—Pero yo tenía hype ahora, Dust. Estoy en modo detective, volver ahora a casa me va a dar demasiado bajón, lo sé.

—B-bueno... puedo coger un camino diferente para volver —propone, ya con la motocicleta en marcha e haciendo eco con el ruido del motor en la silenciosa calle—. Así le damos algo de novedad aunque sea al paisaje, ¿qué me dices?

—¿Podemos pasar por el puerto? —pregunta con monotonía, denotando que sigue chafado por tener que regresar a pesar de la propuesta.

—¡Claro...!

Dustin toma entonces un pequeño desvío. Conduce por la calle paralela al edificio de Caesar, por el que las señales le indican la cercanía al puerto de la ciudad. Durante un rato el sonido de su vehículo es el único que escuchan: Dustin no puede permitirse poner el piloto automático de su mente cuando conduce y menos al ser calles que no conoce, así que permanece muy atento a su entorno.

Afianza con fuerza el manillar de su querida moto y rechaza el persistente pensamiento de temor por la posibilidad de sufrir una laguna de las suyas mientras conduce: ni siquiera se atrevió a contarles a sus padres la que le llevó a la casa de Sam sin avisar, por miedo a que le prohibiesen utilizar la moto de nuevo.

—Oye, Dust... ¿ese ruido lo hace la tuya?

—¿Eh?

Casi al tiempo que su amigo da el aviso, Dustin se percata de lo mismo que él: un fuerte rumor de motocicleta suena cada vez más cercano a ellos.

Al voltear la cara descubre el origen del repentino estruendo en una moto de gran cilindrada, aproximándose a la suya a una velocidad alarmante.

—¡Joder, ese lleva más prisa que tú! —aventura Logan—. Qué cabrón... ¿Desde tan lejos y ya se oía así de fuerte? ¡Creí que lo teníamos al lado!

—¿Por qué no me adelanta...? —murmura Dustin, confuso al ver que el otro motorista conduce ahora en paralelo a él: su casco y visera de color negro le impiden distinguir ningún rostro, a pesar de las luces de las farolas cercanas—. ¡Tiene carretera de sobra para pasar...!

Logan le hace un gesto de mano al otro piloto alentándole a que tome la delantera, pero el piloto continúa ignorando sus indicaciones. Gira la cara hacia ellos al tiempo que hace rugir con más fuerza el motor, como una especie de muestra de superioridad: su enorme motocicleta negra con remates plateados dobla en tamaño a la de estilo cross de Dustin.

—¡Nada, que este tío es idiota! —resuelve Logan—. ¡Pretende dejarnos sordos con el ruido de su orca asesina!

El piloto de la máquina negra todavía mantiene la mirada puesta en Dustin, que sigue sin entender qué significa aquella escena: es entonces cuando el jinete de la "orca asesina" se inclina levemente hacia la de Dustin, encontrándole desprevenido cuando las ruedas delanteras de una y de otra se rozan y hacen perder estabilidad a la de cross, pero Dustin está rápido para mantenerla erguida.

—¡Eh! ¿Pero qué cojones...?

Antes de que sus dudas se resuelvan, el insistente piloto vuelve a hacer rugir su moto y a coger algo de impulso para que el siguiente empujón sea más sentido. Dustin decide entonces darle más gas a la suya para evitar un segundo toque, desviándose nuevamente de su camino. Oye tras ellos a la otra máquina siguiéndoles y él aumenta la velocidad tanto como le es posible con tal de despistarlo a través de aquellas callejuelas que desconoce: ahora ya no puede pararse a comprobar ningún cartel de señalización.

—¡No hay manera de perderlo de vista! —se queja Logan, frustrado—. ¡Es como si ese cabrón estuviese haciendo trampas!

«¿Trampas?», se pregunta Dustin, «Un momento...».

—¡Logan! ¡Agárrate!

La frenética carrera obliga a Dustin a abandonar la carretera. Derrapa bruscamente y se cuela por uno de los callejones laterales: pero ser el único emisor de ruido en aquél lugar aparte de su perseguidor impide que logre despistarlo ni por un segundo. Empieza a asumir que será imposible librarse de él, al tiempo que su memoria muscular comienza a encontrar similitudes del pasado con esta situación.

Utiliza como rampas los listones de madera que se cruza por el camino, los contenedores de basura tumbados que se les ponen por en medio y que con algo de suerte harán tropezar a la otra máquina, mucho menos ligera que la suya: pero el piloto de negro parece obcecado en alcanzarles a cualquier precio, rompiendo y atravesando todo aquello que se le echa encima, llegando a veces a inclinar su robusta motocicleta hasta casi tener la rodilla a ras de suelo.

«Esa habilidad... ¿dónde la he visto antes?».

La angustiosa persecución les lleva entonces hasta el puerto. Dustin comprende sin dificultad que ese tipo intenta acorralarlos, al dar un rápido vistazo al entorno y ver que sus opciones de escape se reducen al camino por el que han venido y el propio mar.

—¡Dust, da la vuelta! ¡Vamos directos al agua! —le grita su amigo. Dustin pretende obedecerle al segundo, pero los músculos de su mano derecha sufren un agarrotamiento repentino que le impide accionar el freno delantero—. ¡¡Dust!!

La moto de Dustin realiza entonces un súbito giro en ese momento: un movimiento brusco que quema la rueda al derrapar y "empuja" el vehículo hacia un lado, impidiendo in extremis que se vayan de cabeza al agua.

El inesperado desequilibrio provoca sobresalto en Dustin y hace que piloto y acompañante caigan con la motocicleta de costado, estampándose contra el duro hormigón con un golpe seco.

—Mierda... ¡Logan! ¿¡Estás bien!? —La preocupación por su amigo le lleva a girar el cuello hacia atrás, comprobando en ello que su acompañante saltó antes de caer con la moto: Dustin siente su pierna derecha aprisionada bajo la máquina y le alivia saber que Logan no corrió esa suerte.

—Uff... creo que sí —murmura, aturdido. Se incorpora de medio lado hasta quedar sentado en el suelo—. ¿Qué ha sido eso...?

Dustin intenta liberarse de la presión que sufre su pierna, pero un detalle en el rostro y parte del casco azulado de su amigo le distrae de su empeño.

—Logan... t-tienes sangre en...

—¿Eh? —Al ver al rubio hacer un gesto con la mano por la cara, él se lleva la suya a la nariz, instintivamente: nota la humedad y el sabor a hierro alcanzando su boca—. Qué raro... ¿me sangra la nariz? Pero si...

—¡E-espera, voy a ayudarte...! —le dice, al tiempo que vuelve a empujar con ambas manos para deshacerse del peso sobre él. Pero las manos todavía le tiemblan y una punzada de dolor le recorre desde el tobillo hasta la rodilla cuando trata de mover la moto—. ¡N-no te quites el casco aún!

Logan todavía permanece confuso ante la situación, sin entender cómo puede estar sangrando tanto si no siente malestar en ningún lugar de su cuerpo, a excepción de ese leve aturdimiento mental. Limpiándose la sangre con las mangas de la sudadera, no se encuentra atento cuando el piloto que les estuvo persiguiendo hace acto de presencia ante ellos, una vez aparca su máquina allí cerca. Camina hasta los chicos con una parsimonia que nada tiene que ver con su actitud en la carretera y sus vestimentas oscuras le ayudan a mimetizarse con el entorno nocturno.

—Q-quieto... ¡quieto ahí! —le ordena Dustin con dureza, a pesar de su posición de desventaja. Sus palabras hacen reaccionar a Logan, que se gira y ve al piloto detenerse ante la orden—. N-no des un paso más, o te...-

—¿No necesitas ayuda con eso? —le pregunta el del casco negro, todavía sin levantarse la visera—. Deja que me acerque y pueda...-

Al verse tan apurado por la situación, Dustin hace un último esfuerzo para empujar su motocicleta y logra apartarla unos centímetros, los suficientes para usar su Stigma y retirar con rapidez la pierna que le estaba aplastando. No se detiene a lamentarse por el dolor que siente en ella, pues enseguida utiliza la inercia de su poder para plantarse ante Logan, interponiéndose entre él y el piloto misterioso.

—He dicho que no te acerques... —le espeta el rubio, manteniendo la postura protectora por su amigo a pesar de sus nervios: Logan puede observar desde esa perspectiva el ligero temblor en los puños cerrados de Dustin, de espaldas a él.

—Dust...

—Tranquilo. Desde esta distancia también te lo puedo decir —aprecia el tipo, con un tono de voz bastante relajado. Se lleva ambas manos a la base del casco y desde ahí lo empuja hacia arriba, una vez desabrocha las correas: sacude levemente la cara y se retira su pelo semi-cano hacia atrás, dando un profundo suspiro—. Ah, echaba de menos el olor del mar...

—¿Aiden... Jackson? —Dustin pronuncia sin pensar ese nombre, quedándose tan impactado como su amigo Logan, que ya ha conseguido ponerse de pie.

—Vaya, veo que ya te acuerdas de mí, "Rapid Boy" —sonríe el piloto, marcando un pequeño hoyuelo en su mejilla. Apoya el casco bajo su brazo y mantiene su postura confiada ante ellos—. Siento mucho haberos asustado de esa manera, pero era la única forma de hacerte recordar.

—¿Que "lo sientes"? ¿Pero de qué vas? ¡Casi nos matas a los dos! —le increpa Logan, colocándose al lado de su amigo—. ¿En serio esa fue la única manera que se te ocurrió para hacer que se acordase de ti?

—¿De verdad habrías preferido una más aburrida y sin riesgo, Logan? —Esa pregunta logra enmudecer al chico. No está seguro de qué es lo más extraño de toda esta situación: si el peligro al que acaban de sobrevivir o el hecho de que Aiden sepa también su nombre—. Había otras maneras, por supuesto. Pero de entre todas, esta me pareció la más rápida y directa. Supuse que la rapidez sería un detalle que el chico rápido agradecería.

—La competición... —murmura Dustin, encajando los recuerdos referentes a Aiden—. Sufriste un accidente y yo te...-

—Me salvaste, sí. Aunque me torciste los planes, lo cierto es que ya no tiene tanta importancia —le cuenta, calmo—. Si estoy ahora aquí es como forma de agradecimiento por haber cambiado mi dirección.

—¿Entonces es cierto que eras un kamikaze? —cuestiona de pronto Logan, contrariado.

Aiden expulsa algo de aire por la nariz, negante. Todavía mantiene el mismo gesto apacible que muestra desde que se quitó el casco.

—Quería terminar allí, sí.

—¿Por qué? —pregunta Dustin al momento. El enojo que evidencia en su tono encuentra desprevenido a Logan pero no a Aiden, cuya sonrisa permanece.

—Dejémoslo en que a veces las personas se cansan de caminar antes de que La Flaca les venga a visitar —se limita a decir—. Pero no he montado todo este circo para contarte mis penas, Rapid Boy. He venido hasta ti para ayudarte a recordar un poco más y que puedas recuperar lo que te falta antes de que sea tarde.

—¿D-de que sea... tarde? ¿Para quién?

Esa manera de formular la pregunta paraliza por unos segundos a Aiden: para él, la diferencia entre "para quién" y "para qué" tiene demasiada importancia. Que Dustin haya entendido por su cuenta que se trata de una persona y no de un hecho le dice bastante sobre él.

—Para ti, por ahora —responde Aiden con simpleza, algo más serio—. Yo no debo revelarte más de lo que me incumbe a mí, Dustin, ojalá pudiera. Pero nadie debería manipular de más tu mente. Por eso debes darte prisa e hilar por ti mismo cuantos más recuerdos mejor, ¿lo entiendes?

—L-lo entiendo.

—Me alegro de haber podido hablar contigo. Después de aquella competición todo fue un poco caótico —confiesa, dando unos cuantos pasos hasta el borde y mirando el mar desde allí—. Además, tu hermano se puso hecho una fiera cuando quise preguntar por ti. A "El Rey" realmente le importan sus "cachorros"...

—Sam... Él se enfadó conmigo también —murmura el chico, según va recordando los detalles—. Pero después de eso... nos acercamos un poco más el uno al otro. Nos hicimos una promesa.

—Siento todo lo que le ha pasado a tu hermano, Dustin —se lamenta Aiden, girándose un poco a ellos. 

—Está bien. Todo esto lo hago también por él.

Aiden asiente ante esa afirmación tan firme, convencido.

—Os deseo suerte, chicos. Cuidaos mucho, ¿de acuerdo? No hagáis demasiadas tonterías.

—Ey, ¿por quién nos tomas? —intenta bromear Logan, viéndolo caminar de vuelta hasta su enorme motocicleta negra—. ¡Que nosotros no somos tan kamikazes como tú!

—Jugar a los detectives está bien, pero id con más cuidado, ¿vale? —les pide, colocándose el casco y subiendo la visera—. Mucha gente os necesita enteros.

—¿Incluido tú, "orca kamikaze"? —cuestiona, cruzándose de brazos—. Tu moto parece una maldita orca asesina, no me digas que no.

Aiden suelta una pequeña risa ante ese apodo.

—Tienes razón. No le va nada mal, ese nombre —reconoce, ya sentado sobre ella. Sus fatigados ojos celestes dejan de estar a la vista en cuanto se baja la visera—. Dicen que una máquina no está completa hasta que no tiene nombre propio, así que te agradezco la idea.

—¡Anda! Qué raro se me sigue haciendo que la gente me diga "Tienes razón".

—Nos vemos pronto, Dustin. Logan.

Dustin asiente y Logan levanta la mano como despedida, y al hacerlo se fija en la manga manchada de su chaqueta. Aiden arranca entonces su vehículo y abandona el puerto, dejando tras de sí una estela de humo e impregnando el lugar con el profundo retumbo de su motor.

—¿Estás bien, Logan? —Lo ve arremangarse parte de la chaqueta con tal de esconder las marcas de sangre—. ¿T-te hiciste daño?

—¿Eh? No, qué va. Es rarísimo. Hacía mucho tiempo que no me sangraba la nariz de esa manera —confiesa, enrarecido. A pesar de su negativa, Dustin sigue comprobando que no tiene heridas a la vista—. Pero no me duele nada, en serio. Solo fue un poco de mareo por el golpe, no llegué a darme en la cabeza ni nada.

—S-seguro... ¿no?

—¡Que sí, tío! Si de pequeño ya me pasaba, ¿no te acuerdas? Una vez en clase me empezó a sangrar a tope y me tuvieron que acostar encima de los pupitres. Todavía me acuerdo de la cara que puso Heather. Feli directamente se desmayó. —Se ríe—. ¡Hasta se cayó un jarrón desde lo alto de la librería, de la impresión! Pobre planta de diecisiete pavos...

—T-tu anécdota deja de tener credibilidad en cuanto añades esos detalles absurdos, Logan...

—Que te digo que fue así. Pregúntale a Heat Her.

Suspirando al saber que Logan no daría su brazo a torcer, Dustin se dedica a tratar de levantar su motocicleta del suelo, cojeando un poco al moverse.

—Oye, ¿y tú, qué? Que se te ha caído el trasto encima.

—N-no duele demasiado. Solo es un roce.

—Bueno, entonces sanará rápido. Qué suerte tienes, ¿eh?

—Hemos tenido mucha suerte, sí. —Consigue levantar la moto en cuanto Logan le ayuda a enderezarla—. Todavía me cuesta creer todo lo que ha pasado esta noche...

—Y a mí. Pero ha sido genial. ¿A que estas cosas también pasan en esos libros que te lees?

Dustin se limita a asentir, subiéndose a su vehículo para comprobar que todo funciona correctamente tras el golpe. Le alivia descubrir que es así.

—Oh, mierda. ¡Mierda! ¿Sabes qué hora es? —Dustin niega, mirándole con extrañeza. Él corre hasta la moto y se monta detrás de un salto, cogiéndole por los hombros y zarandeándolo—. Joder, ¡nos van a cortar las pelotas a los dos! ¡Arranca, Dust, arranca!

—¡V-vale, ya va! ¡Deja de moverme o nos volveremos a caer...!

—¡Dime que puedes conducir estando cojo!

—¡N-no estoy cojo! ¡S-solo es un...-!

—¡Que arranques te estoy diciendo, cojones!

La siguiente respuesta de Dustin es muda, arrancando el vehículo. Trata de encararla con cuidado hacia la dirección por la que vinieron, procurando no hacer pasos en falso en un terreno tan cercano al agua y con la pierna encargada del freno trasero debilitada.

Consigue mantener la poca calma que le queda y conducir con todo el cuidado que logra reunir, a pesar de los nervios contagiosos de Logan por la supuesta reprimenda que les espera, por impuntuales.

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