35. El juramento de una hermana
—¡Buenas tardes, chicas! —saluda Logan entrando por la puerta del Clover's, acompañado por Felicity y Heather—. ¡Venimos en misión de reclutamiento!
Tras la barra, ambas camareras se miran la una a la otra. Regina sonríe al ver el entusiasmo con el que los amigos de Grace iluminan su tranquila y calurosa tarde sin apenas clientela.
—¿"Reclutamiento"? —cuestiona Grace, aunque intuye la explicación. Deja sobre la barra el trapo húmedo con el que estaba limpiándola.
—¡Que sí! Que por fin hemos logrado contactar con Elisa. Después de semana y media de insistencia, al final ha sido ella la que nos ha llamado.
—Bueno, te ha llamado a ti, Logan —matiza Felicity. Heather no logra disimular su gesto de desagrado, rodando los ojos—. Pero sí, es un gran paso.
—¿Te ha llamado? Y... ¿qué te ha dicho? —pregunta Grace, mientras Regina le hace un gesto y se ausenta para atender a los clientes de las mesas.
—Pues básicamente quiere que nos veamos en la entrada del polideportivo de Schuld City. Que nos espera a todos allí.
—¿Todos...?
—¡Sí! Al parecer va a venir incluso Victoria Fisher —añade Heather, todavía sorprendida por este hecho.
La frente de Grace se arruga un tanto al escuchar ese inesperado giro de guión.
—Lo más probable es que quiera disculparse también con ella —apunta Felicity cruzándose de brazos—. Aunque fuese de forma colateral, a ella también le afectó toda la situación que se desencadenó con Paula y su insistencia con los retos del juego.
—Bueno, a lo importante, ¿tú como lo tienes para venir, Gracie? —le pregunta Logan apoyando ambos antebrazos sobre la barra—. ¿Te dejan escaparte? Ahora tienes a la nueva ayudándote, ¿no?
—Sí, pero... hoy no creo que pueda, chicos. Yo... ya me he tomado muchos ratos libres esta semana, no puedo permitirme más. Me sabe mal por Regina... y por mi madre.
—Eso está bien —admite Felicity captando al momento las miradas de Logan y Heather—. Me alegra ver que te estás haciendo responsable, Grace.
—Vaya, hermanita, no me digas que todo esto era para ponerme a prueba...
—¿Eh? Claro que no, pero ha salido así.
—No te preocupes, le diremos que estás trabajando, seguro que lo entiende —le asegura Heather sonriente.
—Eso espero —suspira ella—. Con las ganas que tenía yo de resolver todo esto...
Logan retira entonces los brazos de la barra, llevándose de forma fugaz la mano a la frente como una especie de gesto militar.
—¡Pierde cuidado, Gracie! Nosotros nos encargaremos de dar la cara por ti. Te informaremos de todo lo que hablemos, no te preocupes —le dice, ya caminando hacia la salida—. Vamos chicas, que hay reorganizar la logística del transporte.
—¿Eh?
—¡Que hay que avisar a Snake Man, Heat Her! Que sin Gracie cabemos todos en su coche, no hace falta llevar dos.
—¡Ah! ¡Es verdad! No lo había pensado...
—Venga, vamos. ¡Nos vemos mañana, Gracie! —se despide, saliendo con Heather y con Felicity.
—Claro...
La chica ve como sus amigos y su hermana pequeña salen del restaurante, con expresión algo desanimada pese a su media sonrisa. Recupera el trapo con el que estuvo limpiando antes de que ellos apareciesen, frotando repetidas veces sobre una porción de la superficie que ya está más que limpia. Al cabo de un par de minutos, su compañera Regina camina hasta pasar detrás de la barra y se dedica a dejar la bandeja y a distribuir los platos y vasos que ha estado recogiendo de las mesas. Una vez termina, se fija en el movimiento repetitivo y absurdo que Grace está haciendo, sabiendo enseguida que tiene la mente en otro lado solo con mirarle la cara.
—¿Todo bien, Grace?
—¿Eh? Sí, claro. Es que no me esperaba esa visita —explica y se retira un mechón tras la oreja—. Ni mucho menos a mi hermana halagando algo de lo que yo hago —añade con algo de sorna.
—Vaya, así que es por eso. Yo creía que estabas así porque te apetecía ir y no has podido.
—Bueno... puede que también tenga que ver con eso —admite, dejando estar el trapo quieto—. No lo he pensado demasiado, creo me he puesto un poco nerviosa. Pero me parece que es mejor así —resuelve. Lo siguiente lo dice en un tono más bajo, que Regina igualmente alcanza a escuchar—: Y más si es cierto que va a ir también "doña perfecta"...
—¿"Doña perfecta"?
El tintineo de la puerta anuncia entonces la entrada de un nuevo cliente, interrumpiendo la duda de Regina. Ambas camareras voltean para ver de quien se trata, siendo Regina la única que reconoce al hombre que acaba de entrar al establecimiento.
—Vaya, vaya. Regina Sorrentino ejerciendo el trabajo que más odia en el mundo. ¿Quién lo iba a decir...?
—Caesar —se limita a responder ella, con un tono tan áspero que Grace se queda descolocada, atendiendo a la escena.
—Calma ese tono, anda. Solo he venido a ver por mí mismo si era cierto lo que me contaron mis pajaritos sobre tu nuevo curro.
Avanzando hacia la barra que los separa, toma con tranquilidad uno de los taburetes y lo utiliza de asiento, ante la atenta mirada de las dos chicas. Se lleva sus gafas de sol de aviador a la frente y mantiene su sonrisa, contemplando el local
—Al parecer tenían toda la razón del mundo. Y yo que no quería creerles...
—¿A qué has venido?
Su brusquedad transforma la sonrisa de Caesar en una ligera mueca de fastidio, pero no abandona su actitud relajada. Se moja los labios con la punta de la lengua, disponiéndose a responder a su ex-pareja. Sin embargo, se toma unos segundos de silencio en los que observa a la otra persona presente, Grace, quien no ha dejado de mirarle desde que entró por la puerta: verla tan atenta le devuelve la sonrisa que la hostilidad de Regina le borró.
—¿Y esta chica de ojazos verdes, quién es? —pregunta él, evitando responder la pregunta que Regina le hizo e incrementando con ello su irritación—. Creo que le fascino tanto que se ha...-
—Que a qué has venido, Caesar.
—Ya te lo he dicho —responde, apoyando los antebrazos sobre la barra y adelantando ligeramente el pecho hacia ella—. Vine a ver si era verdad lo que había llegado a mis oídos. Sabes que prefiero ver las cosas, no solo escucharlas. Y aunque confío en mis "pajaritos", esto necesitaba comprobarlo.
—Entiendo. Así que tus "pajaritos" te informan de lo que ocurre por aquí... y te han chivado que ahora trabajo en algo que detesto.
—Así es, y me preocupa. ¿Puedo preguntar por qué aceptaste? Sin ofender al gremio, claro —le dice a Grace, para luego seguir dirigiéndose a Regina—: Es que, en fin, ya sabes que tú vales más que para solo...-
—¿Y no te han contado que Dustin ya está despierto, desde hace semanas? —le interrumpe Regina, logrando enmudecerle y deshaciendo la expresión calmada que traía de fuera. Ella en cambio sonríe al cabo de unos segundos y lo siguiente lo dice con un tono más indulgente, al intuir por la cara de sorpresa de Caesar que efectivamente no sabía nada—: Pues así es. Lleva ya días haciendo vida normal, ¿verdad que sí?
Grace asiente ante la pregunta de su compañera, espejando su sonrisa y creyendo al igual que ella que por fin han llegado a un punto pacífico en la conversación, a pesar de la pedantería que le intuye a Caesar por su actitud.
—Aunque todavía le cuesta un poco recordar algunas cosas, según me han dicho sus padres. Pero ya está con...-
—¿Está despierto? —cuestiona con vehemencia Caesar, interrumpiendo y descolocando a ambas chicas.
—Sí... eso es lo que...
Caesar deja caer con fuerza su puño cerrado sobre la barra, llevándoselo acto seguido a la boca y masajeándola con nerviosismo. Se percata al momento de que su reacción ha sido demasiado evidente y se apura en corregirla, dejándose estar la cara y bajándose las gafas de sol hasta los ojos con tal de ocultar su mirada de colores dispares.
—Me... alegro. Me alegro mucho. De verdad —miente él, mostrando brevemente una sonrisa impostada. Se levanta del taburete—. Tengo que marcharme. Ya hablaremos en otra ocasión, Regina —dice y dedica una última mirada a Grace antes de marcharse por la puerta, esta vez sin ninguna sonrisa.
El silencio vuelve a adueñarse del local, quedando únicamente el leve murmullo de los dos clientes que charlan al fondo del establecimiento.
Regina todavía continúa observando a Caesar a través del ventanal, viendo como camina por el aparcamiento y se dirige hasta su viejo Cadillac sin volver la vista atrás, bastante apurado. Grace mira a su compañera, sin poder contener por más tiempo sus dudas sobre el extraño visitante.
—¿De qué diablos iba ese tipo? ¿Y de qué conoce a Dustin?
Regina mantiene su expresión pensativa, incluso cuando el coche de Caesar ya ha desaparecido de su campo de visión. Solo entonces vuelve los ojos a la más joven para responderle, tratando de hacerlo con un tono de voz lo bastante neutro.
—Él es... mi ex-novio. Dustin le conoció por Sam hace un tiempo —le explica, aprovechando que tiene las manos libres para ajustarse el coletero y reforzarse el recogido de su melena—. Pero no le recuerda. Hace unas semanas salió el tema y Dustin me preguntó por él, así que entiendo que esa parte la tiene todavía borrosa.
Grace emite un suspiro y relaja un tanto los hombros, tras la tensión del encuentro.
—Bueno, pero va todo bien, ¿no? Es que, no sé, le he notado un tanto raro cuando le has dicho que...
—Claro, no te preocupes. Ha debido de ser porque le molesta no haberse enterado de algo tan importante por sí mismo. Estoy segura de que, a pesar de que ya no estamos juntos, le sigue preocupando mucho todo esto...
—Ya veo... Pues es una lástima. Que ya no estéis juntos, quiero decir —comenta Grace al cabo de un rato, mientras coge la cajetilla de tabaco de su bolsillo con intención de hacer una pausa fuera del local—. Parece un poco estirado, pero la verdad es que es bastante guapo, ¡tienes buen gusto! Y tiene una mirada inquietante... la heterocromía siempre me ha parecido una cosa de lo más curiosa —añade, ya con el cigarro apagado en los labios. Al no recibir ninguna respuesta de su compañera, sonríe y concluye—: En fin, salgo un momento, ¿vale? Llevo horas aguantándome.
—¿Eh? Sí, por supuesto, ve tranquila.
Una vez Grace ha dado la vuelta a la barra para salir y se marcha al exterior para fumar tranquila y relajar sus nervios acumulados de toda la mañana, Regina suspira sin tener que aparentar más templanza frente a la otra camarera, apoyando las manos sobre la barra.
«¿A qué vino esa reacción tan exagerada, Caesar? A veces desearía tanto leerte yo a ti la mente...».
◇◇◇
—Chicos... gracias por haber venido —les dice Elisa a modo de saludo, cuando ve a la pandilla caminando hacia ella a través del aparcamiento del polideportivo donde les citó—. Estáis... ¿eh? Oye, ¿y Grace?
—Gracie no ha podido venir. Está currando y ya se ha cogido demasiados días libres —le informa Logan, señalando de pulgar a Keith al decir lo siguiente—: Las culpas a este, que no para de quedar con ella y empujarla al absentismo laboral.
—Ya tendrás novia, lemming —le advierte, buscando la pared del edificio cercano para apoyar la espalda, al lado de Victoria—. Es muy fácil hablar desde la libertad de la soltería.
—Y cualquiera le dice que no a Cloverfield, ¿verdad? —apuntilla Victoria a modo de broma, claramente aprovechando el hecho de que Grace está ausente—. Menudo carácter que tiene...
—Habló de mierda la más cagada —rebate Keith tras una risilla irónica.
Victoria tuerce una mueca de desagrado ante la vulgaridad de su ex-novio, cruzándose de brazos.
—¿Puede saberse por qué has hecho venir también a Vicky, Ellie?
—Necesitaba su ayuda para... algo que tengo en mente.
—Ah. Y eso que tienes en mente no será deshacerte de Gracie, ¿verdad? —bromea Logan, sentándose en la barandilla de hierro dispuesta para el aparcamiento de bicicletas. Heather corretea hasta su lado e imita su postura.
—No tiene nada que ver con eso —niega Elisa tras un silencio ante la reticencia de sus amigos—. En fin, yo... os he reunido para pediros disculpas, ¿de acuerdo? Creo que eso es bastante obvio, así que no tiene sentido liar mucho más. Sólo quiero hacer borrón y cuenta nueva, ¿creéis que sería eso posible?
Ante la sonrisa y la actitud indolente de Elisa el grupo se mantiene en silencio durante unos segundos, en los que algunos de ellos se miran entre sí con expresión dubitativa, poco convencidos. Logan es el único que se atreve a tomar la palabra antes que nadie, habiendo mirado a su mejor amigo que ahora se rasca la nuca con indecisión.
—Claro que sería posible, Ellie. Pero lo que nos dijiste fue demasiado fuerte. Unas disculpas sin más se quedan un poco cortas para todo lo que provocaste, ¿no crees?
Las palabras de Logan en ese tono tan serio hacen que Elisa abandone su máscara de indiferencia ante su propio dolor. Baja un tanto la mirada y se muerde el labio inferior, avergonzada al tener que enfrentar directamente sus problemas después de haber estado pensándolo durante tantos días. Respira hondo ante la silenciosa expectación de los que fueron sus amigos y de Victoria.
—Tienes razón, Logan. Las palabras a veces no son bastante —admite, en un tono alicaído que ninguno de ellos asocia a la imagen que tienen de ella—. Es irónico, ¿verdad? Unas simples palabras a veces son suficientes para joderle la vida a una persona mientras que otras no sirven absolutamente para nada, salvo para dar esperanzas vacías...
—El truco está en saber escoger las palabras —le aclara Felicity—. Y en ser consecuente con lo que uno dice...
—Así es —acepta Elisa—. Y yo no he sido nada consecuente, ni con vosotros ni con mis antiguos amigos. Ellos... ya no quieren saber nada de mí, desde que saben que tengo Stigma. Pero no les culpo, porque yo misma me he pasado la vida dándoles la razón cada vez que salía el tema y había que dejar claro lo mucho que odiábamos a ese tipo de gente. El rechazo que nos generaban esas personas con habilidades extrañas y peligrosas que solo saben causar problemas...
Victoria continúa de brazos cruzados y ahora agacha también la cara con rostro avergonzado ante la revelación de Elisa, a pesar de que ella ya le había puesto al corriente de la situación con Ian y los demás antes de que Dustin y sus amigos llegasen a la reunión.
—N-no pasa nada, Elisa —le dice entonces Dustin, captando tanto la atención de la chica como la de Victoria—. Mucha gente s-sigue sin... aceptarnos. Pero nosotros no tenemos ninguna culpa de eso.
—Eso es —corrobora Logan al momento—. La culpa es de ellos, que son unos gilis.
—No necesariamente son "gilis", chato —le corrige Keith, rascándose la ceja y cerrando los ojos—. La culpa es de los que venían antes de nosotros: padres, abuelos... Ellos y sus enfrentamientos fueron los que nos hicieron heredar su odio y nos lo hemos tenido que comer con patatas desde críos —asegura, y mira hacia Dustin al decir lo siguiente—: Es complicado aceptar a alguien con Stigma si toda tu vida te han insistido en que son los malos de la película, ¿no? Los que casi nos matan a todos los "normales" en una puta guerra.
Algo en la mente de Dustin se reactiva al escuchar esas palabras tan llenas de dolor y frustración, al ver la mirada de Keith clavada en la suya: le viene de vuelta un recuerdo borroso de esos mismos ojos verdes mirándole de vuelta cargados de miedo, justo antes de cerrarle la puerta con tal de que cierto adulto agresivo no escuchase su conversación.
—Tienes toda la razón, Keith —dice entonces Elisa, rompiendo el pesado silencio que se ha instalado entre ellos tras la cruda sentencia de Keith—. Tú lo sabrás mejor que nadie, ¿verdad? Tu padre fue...
—Participó en esa guerra, sí. Y se llevó la peor parte.
—¿La peor? Creía que la peor parte de una guerra era morir —comenta Heather, dudosa—. Y tu padre sigue vivo, ¿no, Keith?
—Claro que sigue vivo, chatina. El problema es el "cómo" —le responde, con un tono que disimula bastante bien lo mucho que le afecta el tema—. Regresar a casa tocado después de algo así es mucho peor que la propia muerte. Ese puto conflicto lo dejó traumatizado, con un veneno que intentó contagiarnos a mi hermana y a mí. Y como yo deben de haber muchos más chavales con el coco comido por sus mayores... creyendo que todas las personas con Stigma son igual de peligrosas y violentas que esos zumbados que participaron en una guerra de hace casi treinta años.
—Esa es la razón por la que yo siempre he estado molesta con todo esto —confiesa Elisa, asintiendo al discurso de Keith—. Mi familia... siempre me ha asegurado que debo aceptar lo que soy, pero ¿cómo hacerlo, en un lugar donde debo agachar la cabeza y negarlo por miedo a lo que pueda pasar? Tengo algo que me hace más poderosa que a esas personas que me rechazan e insultan, pero lo único que puedo hacer es fingir ser una más, una de ellos... si quiero sobrevivir.
—Bueno... hay de todo —le dice entonces Logan—. No todos los humanos os odiamos u os tenemos miedo, Ellie. También está la gente como yo, que alucina con vosotros y desearía ser tan guay como lo sois todos los que tenéis esos poderes tan geniales —argumenta encogiéndose de hombros, distendiendo una sonrisa y habiendo dejado atrás su actitud defensiva hacia Elisa. La chica aprecia ese cambio de tono y le sonríe de vuelta agradecida—. Ojalá esos "adultos" se diesen cuenta de lo evidente: que cabrones los hay de todas las razas, con y sin Stigma.
—Pero no se trata solo de bondad o de maldad, Logan —se lamenta Felicity recogiéndose de brazos—. Lo que la gente sin poderes teme es precisamente eso... gente que no tenga la cabeza en su sitio y que, además, posea habilidades sobrenaturales. Yo también deseo con todas mis fuerzas ese mundo ideal donde todos lleguen a entenderse, pero... creo que también comprendo ese miedo con el que nos han estado protegiendo nuestros mayores durante años.
Dustin baja la mirada al escuchar esa aplastante verdad que Felicity menciona: la de los adultos tratando de proteger a cualquier coste a los jóvenes, incluso de sí mismos. Le duele pensar en la carga que él cree que representan Heather y él para sus padres por el hecho de tener un Stigma que acallar con medicamentos creados a propósito por su madre.
Es justo cuando Dustin se encuentra pensando en lo mucho que desearía invertir los roles y ser él quien protegiese y cuidase de su familia convirtiéndose en alguien verdaderamente fuerte, que Elisa le lanza una mirada llena de determinación y toma de nuevo la palabra:
—Precisamente por esa razón... he estado ideando una manera de cambiar esta situación. Una que está al alcance de nuestra mano.
Los integrantes de la pandilla se miran unos a otros con desconcierto. La única que parece estar en la misma página que Elisa es Victoria, que se mantiene tranquila mientras la otra chica continúa su explicación:
—Me he tomado tanto tiempo en volver a hablaros porque estuve pensándolo con calma. Y al final me decidí y... concluí que sería una gran idea reunirnos para entrenar nuestros dones.
—¿Entrenar...?
—¡Eso es! Por lo que sé, vosotros dos os medicáis para anular vuestros poderes —dice, dirigida a Dustin y a Heather—. Y en mi caso llevo desde que era una mocosa ocultándolo como si fuese un monstruo bajo la cama. Así que pensé... ¿qué pasaría si aprendiésemos cómo funcionan realmente? Tal vez si los entendiésemos de verdad, lograríamos llegar a controlarlos y a utilizarlos como dicta nuestra naturaleza —continúa aumentando el entusiasmo en su voz a medida que capta un gesto de ilusión en las miradas de ambos hermanos, aún algo dudosos—. ¡Solo... imaginadlo! Imaginad que conseguimos aprender a manejarlos... Podríamos dejar de tener miedo de nosotros mismos, permitiríamos a nuestros padres poder dejar de temer por nuestra vida. Ya no se trata de hacer lo imposible y eliminar el miedo o el odio que nos tiene esa gente que no nos conoce, chicos... se trata de eliminar todo eso de nuestra propia vida, en nuestra familia. Dejar de vivir angustiados por no aceptar lo que somos... por verlo como una maldición para todos aquellos que queremos.
—A mí me encantaría que papá y mamá confiasen en mí —confiesa con timidez Heather, mirando a su hermano mayor. Él le responde únicamente con un gesto apenado, sabiendo perfectamente cómo se siente—. Pero no quisiera causar más problemas con ello...
—Y no los causarás. Ninguno de nosotros lo hará, ya lo verás —le asegura Elisa, yendo hasta ella y poniendo la mano sobre su mano cubierta por el guante habitual. Ese gesto hace que Heather arrugue un tanto la frente—. Por eso le pedí ayuda a Victoria. Ella y yo apenas nos conocemos, pero sé que su padre es famoso por ser el único médico especializado en Stigmas con permiso para ejercer y coordinar en el hospital de Schuld City. Estará genial tenerla cerca a ella porque, de pasar cualquier cosa, tendríamos a mano a un experto en el tema para echarnos una mano: seguridad ante todo.
—Razón por la que nunca le caíste bien a mi padre, Vicky —comenta Keith. Ella hace una mueca de desagrado y pone los ojos en blanco—. Si hay algo que él odie más que la gente con Stigma, es la gente que ayuda a que se curen para que sobrevivan...
—E-es cierto... t-tu padre me ayudó cuando tuve el accidente —reconoce Dustin, captando la atención de Victoria y borrándole el gesto de desagrado que el comentario de Keith le provocó—. T-tal vez no lo hubiese conseguido sin su ayuda...
—Él es muy bueno en lo suyo —afirma Victoria—. Ojalá yo llegue algún día a ser como él, tan... perseverante e íntegro. Le admiro tanto que me avergüenza pensar en todo el tiempo que me he pasado juzgando a las personas como vosotros... a las que él siempre ha ayudado —se lamenta, desviando la mirada de Dustin por vergüenza—. Y todo por no ser también señalada por los demás, por toda esa gente que os margina y os trata como a bichos raros.
—¿Y ahora ya no te importa que te metan en el mismo saco que los "bichos raros"? —se extraña Felicity alzando una ceja.
Victoria se mira entonces con Keith, volviendo a huir el contacto visual una vez él le mira de vuelta con expresión seria.
—Supongo que Keith me ayudó un poco a cambiar de parecer —reconoce, sonriendo con calma al conseguir sacar un tema relacionado con su ex-novio sin que él haga alguna de sus bromas—. Durante el tiempo que Krausser estuvo en el hospital, yo acudí varios días a visitarle, junto a él. Me parecía tan increíble que Keith hubiese dejado de lado su actitud de cretino acosador que no pude evitar contagiarme de algo de todo eso.
—Sí, vamos, que viste que seguirle el rollo a Snake Man con el tema de Dust te permitía tenerle cerca otra vez y te mimetizaste, ¿no? —bromea Logan—. El típico caso de "Si lo hace el que me gusta, yo también lo hago, a ver si así le gusto yo".
—¡Que él ya no me gusta, cállate! —rebate al momento Victoria ofendida, causando las risas en Logan y Keith—. Simplemente entendí gracias a él que Krausser es algo más que un "bicho raro". Y descubrí que me sentía mejor actuando como mi padre, apartando de mí los prejuicios sobre las personas con Stigma. Y por primera vez siento que... no le estoy dando la espalda. Que me siento realmente humana.
—Qué ironías, ¿eh? —apuntilla Elisa, tras un silbido—. Humanos sintiéndose más humanos al tender la mano a los que no lo son... ¿Entendéis ahora los beneficios que podría traernos este proyecto, chicos?
Los integrantes de la pandilla se miran los unos a los otros, esta vez algo más relajados y confiados en lo que se está proponiendo. No obstante, Logan no deja de estar atento a los gestos de su amigo Dustin, sin olvidar lo que le prometió en su mansión.
—Es un buen propósito, Elisa —reconoce entonces Dustin, volviéndose a llevar una mano a la nuca—. Yo... n-no hay nada que necesite más ahora mismo que no sea... ayudar a nuestros padres. Y c-creo que solo lo conseguiré s-si recupero mi vida... si vuelvo a ser yo mismo, pero del todo.
Elisa entonces camina hasta estar frente a Dustin, sin abandonar esa expresión determinada y resuelta que se le ha quedado después de escuchar a los demás exponer sus ideas y descubrir de esa manera que está más en sintonía de lo que creía con ellos.
—Siento lo que te dije, Dustin. Pero como sé que las palabras se las lleva el viento, prefiero prometerte que mejoraré vuestra situación familiar con todo esto. Y si no lo consigue o lo ves negro por la razón que sea... entonces abandonaremos y nos olvidaremos del tema, ¿trato hecho? —le pregunta al tiempo que extiende su mano en señal de trato formal.
El chico mira hacia sus amigos esperando algún gesto que le indique que también están conformes con lo que Elisa acaba de proponer. Ve que ninguno de ellos asiente ni niega, pero sus ojos se terminan centrando en su hermana y en Logan.
—¿V-vosotros qué opináis, chicos? —les consulta entonces, mostrándose calmado: sus amigos entienden que no pregunta por indecisión sino por compañerismo—. ¿Os parece buen plan?
Logan se mira con Heather y esta a su vez a Felicity. Los tres terminan asintiendo de forma silenciosa, siendo Logan el que toma la palabra:
—Yo ya lo dije y lo mantengo: apoyaré lo que sea siempre que vosotros estéis bien.
Dustin afirma con la cabeza ante la promesa imperecedera de Logan. Vuelve entonces la mirada hacia Elisa y extiende la mano hacia la suya, sin llegar a tomarla todavía: la retira un par de centímetros en cuanto Elisa se lanza a cogerla, dejando a la chica con expresión de duda.
—C-con una condición.
—¿Otra condición aparte de poder dejarlo si todo falla? —cuestiona con ironía Elisa.
—Nos contarás cómo averiguaste tanta información sobre nuestra familia y compartirás con nosotros todo lo que sepas.
—¿Todo...?
—A mí me parece un añadido bastante justo a tu trato, Ellie —opina Logan, asintiendo ante la inusitada picardía de Dustin—. Vamos a estar en el mismo equipo, ¿no? Qué menos.
—Tenéis razón. Es lo justo... —termina admitiendo la chica, tras un silencio en el que le mantiene la mirada a Dustin. Ella vuelve a extender con decisión su mano—. ¿Hay trato ahora?
—Lo hay —responde, tomando al fin la mano de Elisa.
Ella distiende ahora una sonrisa más entera.
—Gracias, chicos. Ya veréis, esto va a ser divertido.
—Eh, por cierto, una duda que me viene ahora —aventura entonces Logan, bajando de la barandilla y yendo hasta ellos dos—. Si se supone que esto va a ser como una especie de "club de entrenamiento de Stigmas"... ¿significa eso que va a ser exclusivo? Es decir, la gente normal podremos venir a veros, ¿no?
—No flipes... Tú no eres normal, Logan —suelta Elisa deleitándose con la expresión molesta del chico, antes de reír y continuar explicándose—: Ninguno de vosotros es "normal", por eso os reuní para contaros mi idea: Aquí todos habéis convivido con la familia Krausser y con sus Stigmas, ¿no es así? —pregunta echando un vistazo a los que carecen de Stigma en el grupo—. Todo apoyo y consejo es bienvenido y con más razón si viene de parte de amigos.
—Genial. Vais a tenerme de táctico —afirma con orgullo Logan—. ¡Ahora veréis lo útil que va a resultar toda mi experiencia en videojuegos!
—Madre mía, lo que puede salir de aquí... —se lamenta Keith, haciendo reír a Heather.
—¡Y a ti más te vale ofrecer algo también, Snake Man! Te aviso desde ya que los chascarrillos frikis no son de gran ayuda. ¡Piensa algo mejor!
—Si quieres te hago ahora mismo una pequeña demostración de mis entrenamientos en el gimnasio, lemming —tienta él desafiante, descruzándose de brazos—. Aunque igual eso nos haga terminar en el hospital con el doctor Fisher antes de lo esperado...
—Ahora que pienso... Hay algo en lo que no sé si habrás pensado, Elisa —comenta entonces Felicity, mientras de fondo Logan se dedica a seguir provocando a Keith, entre risas de las chicas—. ¿Tienes algún lugar en mente para llevar a cabo esos entrenamientos? Habrá que tener en cuenta que sea lo suficientemente espacioso y lejos de miradas indiscretas, ¿no crees?
—Oh, eso... —titubea ella llevándose los dedos a los labios, tamborileando en ellos mientras piensa—. Pues te vas a reír, pero... la verdad es que no había pensado en eso...
—¿Pensar? ¿Pensar qué? —cuestiona Heather, atendiendo ahora a esta conversación.
—Yo sí lo he pensado —le responde al momento, apoyando una mano en la cadera y mirando hacia Dustin y Heather al decir lo siguiente—: ¿Qué tal iría nuestra casa del lago para los entrenamientos?
—¿Eh...? ¡Eh! ¡Eso sería lo más, Feli! —exclama Heather emocionada, al entenderlo—. ¡Es el sitio perfecto: al aire libre, sin nada ni nadie alrededor... y podremos quedarnos allí a dormir cuando queramos sin que nuestros padres sospechen nada!
—¿Estás segura, Felicity? —cuestiona Elisa, a pesar de las ventajas que proclama Heather—. No querría que tu madre os echase la bronca...
—Qué va. Mi madre está demasiado ocupada con el trabajo. Por el contrario, se alegrará de que hagamos cosas juntos, sobre todo si incluimos también a Grace.
—Bueno... dudo que ella quiera respirar el mismo aire que Vicky —comenta Keith con desgana—. No esperéis contar demasiado con ella... ni conmigo.
—¿Cómo? ¿Que no vas a venir a los entrenamientos? —se extraña Logan—. ¡Vamos, Snake Man, no me seas huevón...!
—Prefiero que Grace esté tranquila. Y si pasar más tiempo con ella que con Vicky lo consigue, eso es lo que haré, chatín. Lo siento, ya que sé que conmigo todo es mejor, pero ella es mi prioridad ahora.
—Haces bien —opina Dustin, satisfecho de ver que Keith mantiene su palabra para con su chica favorita.
—Pero todo es cuestión de organizarse, ¿no? Podríamos ir alternando —sugiere entonces Elisa—. Los días que no venga Victoria, pueden venir Grace y Keith, y viceversa.
—C-claro...
—Oye... ¿en qué estás pensando, Logan? —le pregunta de pronto Heather, al verlo con gesto dubitativo—. Oh... ¿te has puesto triste porque has oído que Keith no estará siempre? ¡Qué tierno! ¡En realidad te cae bieeen!
—No me extraña, chata. Es obvio que esconde con odio su admiración hacia mí.
—¿Eh? ¡Que no, zumbado! Sólo estaba pensando en una cosa que se me está ocurriendo —rebate enseguida él, dirigiéndose ahora al resto de la pandilla también—. Digo yo, ¿no sería mejor hacer los entrenamientos en las mansiones?
—¿En las mansiones? ¿Tus mansiones?
—¿De qué otras mansiones puedo estar hablando? ¡Claro que me refiero a las mías, Ellie! Es decir, una de ellas está prácticamente abandonada, Seb y yo apenas habitamos la principal. Y la verdad es que cuando os he oído decir lo de "hacer sin que los padres sospechen" me ha sonado del todo raro. En mi opinión... creo que deberíamos compartir este proyecto con ellos, ¿no? Si se supone que lo que vamos a hacer es algo bueno también para ellos, para haceros fuertes y que dejen de preocuparse tanto... ¿no sería más lógico que lo supiesen desde el inicio?
—T-tienes razón, Logan —admite Dustin al cabo de unos segundos—. S-sería bastante absurdo que volviésemos a andarnos con secretos con ellos. Yo tampoco me sentiría cómodo...
—¿Y crees que Sebastien nos dará permiso? —cuestiona Felicity, cruzándose de brazos—. Tal vez no le haga gracia si rompemos algún jarrón milenario...
—Al contrario, le gustará tenernos por allí dándole vidilla a la segunda mansión, estoy seguro —afirma él al momento—. Incluso podemos pedirle ayuda. Que él ha sido policía.
—La verdad es que nos ahorraríamos bastante estrés innecesario tratando de ocultar lo que hacemos o dejamos de hacer —afirma Elisa llevándose la mano al mentón—. Creo que yo voy a votar por el plan de Logan, sí.
Él sonríe, incapaz de disimular la ilusión que le hace oír esas palabras viniendo de Elisa.
—¿En serio?
—¡Claro! Además tu mansión también tendrá jardines, ¿no? En caso de que necesitemos estar al aire libre como dijimos con la casa del lago, lo tenemos.
—¡Eso es verdad!
—Entonces, ¿qué? ¿Estamos todos de acuerdo?
Felicity mantiene una expresión ligeramente molesta, mientras el resto de integrantes de la pandilla se van sumando a la propuesta de Logan con respuestas afirmativas.
—Feli, ¿qué te pasa? ¿No te parece bien? —le pregunta al fin Heather, percatándose de su gesto.
—¿Eh? Sí, claro, es solo que... —Se aclara la voz con un carraspeo—. Nada. Es que se me ha hecho un poco raro que Logan me lleve la contraria en algo —dice con un tono que pretende hacer pasar por bromista.
—Bueno, que si algún día queréis que vayamos a la casa del lago, también podemos, eh —concede Logan, todavía con una sonrisa de incredulidad ante la actitud de Felicity—. Yo lo he dicho principalmente por evitarnos más broncas y situaciones raras con ellos. Que Seb confía mucho en mí, pero los vuestros están todavía bastante tocados después de todo lo que ha pasado últimamente —dice refiriéndose a Dustin y a Heather.
—Es cierto. No debemos preocuparles más —afirma Heather algo más seria.
—Además, de esa manera conocerá más a Ellie y verá que es una más. ¡Todo son ventajas!
—Vaya, vaya, Edler. Está claro que me echabas de menos, ¿eh? —comenta Elisa, entretenida—. Ha debido de ser duro para ti vivir sin mi talento para las maquinitas, ¿verdad? Echabas de menos a la verdadera maestra.
—¡Ya, claro! ¡Eso no te lo crees ni tú!
«¿Que Elisa Fitzgerald sea una de los nuestros es una ventaja? Lo que hay que oír», piensa Felicity mientras ve lo feliz que Logan parece estar por la reconciliación con Elisa, «Si esa se cree que todo va a ser tan fácil, se equivoca».
...
Ya ha anochecido. Keith se ha encargado de devolver a cada integrante de la pandilla a sus respectivos hogares a excepción de Logan, que decidió irse en el coche de Elisa debido a que ambos viven en Schuld City: ese detalle provocó ciertos celos en Heather que la chica supo disimular con bastante habilidad, reforzado por el apoyo silencioso de su amiga Felicity y de su plan de investigación secreta sobre Elisa Fitzgerald, el cual sigue en pie incluso después de haber aceptado el trato de los entrenamientos.
—Logan vuelve a estar contento —comenta Heather a su hermano, mientras ambos caminan por el empedrado de su jardín en dirección a su casa. Su tono suena alicaído a pesar de la positividad de su mensaje—. Estaba claro que echaba de menos a Elisa...
Dustin comprende el porqué del desánimo en su hermana, pero no sabe qué puede decir para animarla: sabe de sobra lo colada que ella está por su mejor amigo desde que era niña, incluso sin haber hablado abiertamente sobre ello nunca. Al igual que ella podía intuir lo que Dustin siente por Grace.
"Debería decírselo". Dustin escucha esa frase viniendo de detrás de ellos dos, lo que le impulsa a girarse al identificar inmediatamente el origen de la voz a una que tiene demasiado oída en su walkman. Pero al detenerse y darse la vuelta, no ve a nadie allí. Heather se percata del parón que ha hecho su hermano y deja de caminar para voltearse a él, con expresión de extrañeza.
—¿Dustin? ¿Qué pasa?
El chico se queda en silencio, todavía asimilando que lo que acaba de oír solo ha sido su imaginación. No obstante, opta por despreocupar a su hermana pequeña empleando su pequeño misterio en algo útil.
—C-creo que... deberías decírselo, Heather —le dice, girando la cara a ella.
—¿Decirle... el qué? ¿A quién?
—Decirle lo que sientes a Logan.
La chica frunce el ceño con desconcierto y esboza una pequeña sonrisa nerviosa.
—¿Lo que siento... a Logan? ¡Qué tontería...!
—N-no es ninguna tontería, Heather —le corrige su hermano, rascándose la nuca antes de decidirse a decir lo siguiente con algo más de convicción, a pesar de que ya no la mire a los ojos para decir lo siguiente—: Él te gusta y... no está saliendo con nadie todavía. Es decir... ¿por qué no intentarlo? S-si no lo haces y alguien se te adelanta... lo pasarás peor.
Los ojos de Heather se han quedado muy abiertos ante esa afirmación tan obvia. El hecho de que esas palabras provengan de su hermano cargan mucho más su significado, pues sabe que él todavía lidia con la odiosa situación de ver a la persona que ama con alguien más.
—Lo sé —admite finalmente la chica, venciendo la cabeza—. Pero yo no podría... hacerle eso.
—¿Por qué dices eso?
—Pues... porque es evidente que él está enamorado de Felicity —termina respondiendo, encogiéndose ligeramente de hombros—. Decirle lo que yo siento le pondría en un compromiso... puede que incluso le obligase a renunciar a ella. ¡Y no quiero hacerle eso..!. A él no.
Dustin no encuentra palabras que puedan contradecir lo que su hermana acaba de sentenciar. No puede negar que se conoce demasiado esa forma de pensar, siendo así que sabe de buena tinta lo complicado que es amar a alguien que ya está enamorado de otra persona.
Al no saber con qué responderla y aprovechando que la chica se ha quedado quieta en el sitio, Dustin decide caminar hasta ella y darle un abrazo. A Heather ese gesto la ha encontrado desprevenida, tan cuidadosa como es ella con el tema del contacto físico repentino: pero el acercamiento tan inusual que acaba de tener con su hermano la hace relajar sus instintos, sintiendo algo de calidez al ser consciente de que es la primera vez que ambos comparten en voz alta lo que sienten por otras personas.
Las manos cubiertas con guantes de la chica se aferran entonces en la tela de la camiseta de su hermano mayor, encontrando algo de alivio tanto físico como emocional.
"Todo irá bien", le asegura él al tiempo que trata de enmarcarse esa misma frase en su propia mente, con tal de recordarla tantas veces como hiciera falta para creérselo.
◇◇◇
Ajenos a aquella tranquilidad veraniega a la que la pandilla de jóvenes trata de aferrarse, un grupo reducido de hombres trabaja sin descanso en el laboratorio clandestino donde pasan la mayor parte de sus días y sus noches. Uniformados con trajes y máscaras antigás, operan en silencio y concentrados en aquellas mezclas químicas mientras una elegante mujer de cabello moreno y ondulado recorre la pequeña estancia tras saludar de un breve gesto de cabeza a los pocos que se voltearon a mirarla: hace resonar sus tacones con cada paso que da en su camino hacia aquella solitaria puerta del fondo, la cual atraviesa para descender por los escalones que la llevan hasta un piso inferior.
La oscuridad inunda la lúgubre estancia. La única iluminación de aquel sombrío sótano es la que proviene de un pequeño y antiguo televisor de tubo. En la pantalla se distingue, a través de unas leves interferencias causadas por el uso, la imagen de una muchacha de cabello negro hablándole a la cámara a modo de confesión: uno de sus ojos está cubierto por los mechones que le caen por la cara. Frente al televisor, un hombre contempla la grabación sentado en un pequeño sofá, de espaldas a las escaleras que llevan a la salida.
—¿Todavía no te sabes la película, hermanito? —cuestiona entonces la mujer morena, tras el sofá—. Ya tiene hasta interferencias...
—Bárbara... —Es lo único que murmura en respuesta Caesar, sin abandonar su expresión taciturna.
—La verdad es que estoy mejor ahora, ¿no crees? El paso del tiempo me ha sentado bien. En esa grabación parecía una chiquilla indefensa...
Caesar no entra en la conversación que su hermana trata de entablar, pues sigue con los ojos puestos en la pantalla, incluso cuando la grabación se detiene al haber llegado a su fin. Bárbara no continúa hablando y en su lugar camina hasta voltear el sofá donde se encuentra su hermano menor, quedándose de pie entre él y el televisor.
—¿Qué ha pasado, Caesar? —le pregunta al fin, ladeando la cara y destapando en ello el ojo que uno de sus mechones cubre: deja ver entonces que comparte con él la misma heterocromía, con un ojo verde y el otro avellana.
—¿De verdad necesitas que te lo explique? —se queja al momento. Al menos ahora sí que la mira a ella—. Puedes meterte en mi cabeza y verlo.
—Ya lo he hecho. Pero sabes que prefiero que seas tú quien me lo cuente.
Caesar resopla y se lleva una mano hasta el puente de la nariz, apretando allí con los dedos como si sufriese de jaqueca severa. Al cabo de unos segundos lo deja estar y mira al frente, con los codos apoyados sobre sus rodillas.
—El chico está despierto.
—Ah... El famoso hermano de Sam.
—El mismo.
El silencio vuelve a adueñarse de la situación entre ambos hermanos. Bárbara espera pacientemente a que Caesar elabore sus pensamientos en voz alta, a pesar de saberlo ya todo gracias a su Stigma.
—El chiquillo al que traté de traer a nuestro terreno hasta que todo se desbordó —continúa explicando él, tras otro suspiro de cansancio—. Ya te sabes la historia...
—Sí, la sé. Hemos estado trabajando en ella mucho tiempo. Lo que no llego a comprender es tu actitud de ahora.
Él la mira con desconcierto.
—¿Ves esto como una oportunidad? —cuestiona, al haberle leído la mente a su hermana.
—Lo extraño aquí es que tú no la veas.
Caesar niega como si tratase de espantar un pensamiento intruso.
—Casi nos lo cargamos, Bárbara. Eso no estaba en los planes. ¿Sabes lo que puede llegar a costarnos ese "casi", ahora que está despierto? Nuestra ruina, si le da por tirar del hilo y averiguar de dónde salieron las medicinas y lo que...-
—Tu bella ex-novia te dijo que él sufre lagunas, ¿no es así? —le interrumpe la mujer, consiguiendo que él frene y asienta en silencio—. Entonces es el mejor momento para que le ayudemos a amueblar bien esa casita que ahora tiene tan desierta, ¿no lo has pensado?
—¿"Amueblar"? Hablas de...
—Aún estás a tiempo de hacer lo que mejor sabes hacer, Caesar: interpretar un papel —revela. Comienza a caminar por la estancia con la misma calma y elegancia que un felino—. Ahora es el momento de mostrar lo mucho que te afectó todo aquello. Igual que ofreciste tus condolencias a la familia Krausser cuando ocurrió el famoso accidente de tu amigo Sam para que nadie sospechase —le recuerda, deteniendo sus pasos ante una de las fotografías que reposan sobre una de las polvorientas estanterías: en ella reconoce a su hermano menor junto a sus amigos Sam y Regina, en la adolescencia—. Lo único que tienes que hacer ahora es seguirles el juego de nuevo, prestar todo tu apoyo y comprensión de tal forma que ni siquiera se den cuenta de los cambios que hagas en su maleable cabeza. ¿Verdad que es sencillo?
Caesar se ha quedado algo pensativo. Los recuerdos sobre su amigo de la infancia Sam se le han revuelto en la mente a raíz de las palabras de su hermana, impidiéndole responder nada.
—Ese chiquillo, "Dustin" —prosigue la mujer, dejando la fotografía en su sitio tras soplarle el polvo que cubría el marco—. Es el hijo con Stigma de Arnold Krausser. Y sabes que ese hombre todavía nos debe una bien grande.
Ante el continuo silencio de su hermano menor, Bárbara camina de vuelta hasta donde él se encuentra, esta vez tomando asiento a un lado del sofá. Coloca una mano sobre la rodilla de este, buscando su atención de forma más directa y personal.
—Todavía podemos encaminar todo esto, Caesar. Tú... Nosotros solo tratábamos de ayudarle y eso es lo que vamos a seguir haciendo. Él puede ser la recompensa por nuestro dolor, una prueba más de que nuestro proyecto es el único camino posible para la supervivencia de este mundo agonizante.
Caesar sabe de sobra el motivo de su trabajo, el esfuerzo detrás de todos sus estudios e investigaciones. Todo cuanto ha tenido que sacrificar desde niño para estar un paso más cerca de ese propósito al que se aferró desde el día en que llegó a sus manos aquella grabación: esa en la que su desaparecida hermana mayor le pidió que se uniese a su lucha, cuando él solo era un adolescente que se sentía desubicado en una familia de padres postizos.
Un juramento que una joven Bárbara le prometía que juntos conseguirían una gran evolución más allá de los Stigmas.
—Tienes razón, hermana —termina aceptando él, distendiendo al fin una media sonrisa al tiempo que coloca su mano sobre la de Bárbara—. No sabes cuánto te agradezco que me acogieras aquí...
La mujer le devuelve la sonrisa. Acerca la frente a la suya hasta que se tocan, como una especie de metáfora sobre la conexión que existe entre sus mentes.
—Este será siempre nuestro hogar, Caesar —le asegura ella—. Nadie volverá a separarnos jamás.
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