32. El amor sin condiciones
Sebastien se encarga una vez más de llevar a los chicos a sus respectivas casas, en Kerzefield.
Heather se baja en la primera parada, en casa de las Cloverfield: Felicity y ella han acordado pasar la mañana juntas, y comer allí antes de volver a reunirse con los demás a la tarde, cuando Dustin había quedado con Grace en el Clover's.
El tutor de Logan lleva a Dustin hasta su casa, habiéndole comentado durante el trayecto que sus padres ya están al tanto de lo que sucedió la noche anterior: le asegura que no tiene de qué preocuparse, puesto que él se ha cerciorado de explicárselo de forma que se quedasen tranquilos, contándole sobre la charla que ya tuvo con él. Dustin le agradece el gesto a Sebastien, aunque en el fondo siga algo tenso por si a su padre Arnold no le hubiesen valido las explicaciones de Sebastien.
Una vez Sebastien ha dejado a Dustin en manos de sus padres y se despide de ellos, el chico se prepara mentalmente para la posible reprimenda por exponerse demasiado pronto al exterior, en su frágil estado.
—¿Has descansado bien esta noche? —le pregunta su madre, dándole su habitual abrazo.
—S-sí —miente—. Aunque hacía... bastante calor.
—Te noto tenso, hijo —observa Arnold, cuando lo ve separarse de Claudia tras el abrazo—. Vamos. Ven a sentarte.
Con mirada huidiza de nuevo, Dustin obedece la petición de su padre y camina junto a él hasta el sofá del comedor. Claudia los sigue y se sienta al lado de su hijo, mientras que Arnold ocupa el sillón de una plaza que se encuentra al lado del más grande.
—Sebastien ya nos ha contado lo que ocurrió —le explica él, aunque Dustin ya lo sepa—. Y... ante todo, queremos que sepas que no estamos enfadados —añade, mirando a su esposa.
—L-lo sé.
—¿Entonces qué te preocupa, hijo?
El chico se lleva la mano a la nuca, con la mirada clavada en el suelo. Claudia mantiene la suya sobre la espalda de su hijo, tratando de calmarle con ese gesto.
—E-es que... fui estúpido.
—¿Estúpido?
—S-sí... yo... debí quedarme en casa. N-no estaba preparado para salir...
—Eso no te convierte en "estúpido", Dustin —le asegura Claudia—. Nosotros también creímos que te vendría bien despejarte. Volver a estar con tus amigos. Fue algo natural...
—Tu madre tiene razón. Lo que pasó después no pudimos predecirlo.
Dustin entonces mira a su padre, dudando de esa última afirmación.
—C-claro que sí... Tú seguro que lo pensaste, papá. Pero no quisiste impedirme ir porque... sabías que era lo que yo quería —dice, y atenúa un poco el tono al decir lo siguiente—: Sabías lo mucho que quería ver a Hannah Grace.
El hombre asiente, al cabo de unos segundos.
—Así es.
Recordando las últimas palabras que intercambió con Grace, Dustin siente un nudo en el pecho al acordarse de la llamada de la chica, esa misma mañana, para verse a la tarde. Siente el impulso de contarles a sus padres su plan, pero entonces Claudia toma la palabra:
—Dustin... tu padre y yo lo hemos estado hablando.
—¿Eh? ¿El qué?
La mujer le dedica una mirada cómplice a su marido, antes de seguir.
—Habíamos pensado en el bien que te haría un especialista.
—¿Especialista? ¿Como el de...?
—Sí. Un psicólogo —aclara su padre—. Una persona que te ayude a gestionar tus emociones.
—Nosotros solo podemos ayudarte desde nuestra experiencia —le dice Claudia, acariciándole la espalda con la mano que tenía sobre él—. Tal vez un especialista sepa mejor como encauzar todo esto que sientes, ¿no crees?
—S-sí, es... posible.
—Es una decisión que tomaremos juntos, hijo —le asegura Arnold—. Si no te sientes cómodo, lo dejaremos estar. Pero, de todos modos, nos gustaría que lo meditases con calma.
—El señor Hopper es un hombre muy accesible. Rachel nos ha hablado tan bien de él que enseguida lo vimos claro —agrega su madre—. Es el que está tratando también a Grace, desde hace un tiempo.
La mente de Dustin se distrae por un momento, como cada vez que oye el nombre de Grace.
«Si me hiciese terapia el mismo psicólogo que a ella... tal vez podría entenderla mejor».
Con un suspiro molesto y rascándose la nuca, Dustin trata de alejarse de esos pensamientos y darles a sus padres la respuesta que se merecen.
—Está bien... lo haré.
—¿Lo dices en serio? —cuestiona su madre, visiblemente satisfecha.
—C-claro —sonríe—. Yo... quiero volver a estar bien.
«Ahora que lo pienso... no recuerdo haber estado "bien" del todo nunca. Dudo que nadie lo esté».
—No sabes cuánto me alegro, cariño —le dice su madre, abrazándole de nuevo—. Ya lo verás, te va a sentar genial.
—Le llamaré para vernos esta tarde —anuncia entonces Arnold—. Así le conocerás.
—¿E-esta tarde...? ¡No!
La repentina negación deja desconcertados a ambos.
—¿Tenías algo más planeado, acaso?
—Arnold...
El hombre solo es consciente de lo duro que ha sonado su tono cuando su mujer le frena. Relaja un tanto los hombros, rehaciendo su pregunta de forma algo más amable:
—¿Qué pasa esta tarde, hijo?
El chico tarda en responder, en parte amedrentado por ese repentino cambio de tono de su padre: lo que le daba pistas de que, tal vez, se estuvo conteniendo todo el tiempo. Sigue sin poder mirarles a la cara cuando vuelve a hablar:
—E-es que... he quedado con... Hannah Grace.
—¿Con Grace? —duda Claudia, mirándose con su marido—. Pero ella...
—Estará trabajando en el Clover's —continúa el chico, con un tono bastante acobardado—. Ella... m-me llamó esta mañana. Dijo que quería disculparse conmigo.
Arnold se mira con su esposa, dubitativo. Aunque Claudia mantiene un gesto apenado por el tono de su hijo, a su marido le cuesta abandonar la expresión de tensión en la frente. Esta situación tiene todas las papeletas para ser la continuación del nefasto momento que Dustin vivió con la chica, y eso lo sabe hasta el propio Dustin.
Pero, entonces, el chico se aferra a esa ínfima parte de él en la que prometió guardar siempre su amor por Grace: esa certeza que aseguraba que él siempre la querría, pese a que el mundo entero se empeñase en odiarla.
—S-sé que puede sonar tonto, pero... necesito volver a verla, cuanto antes —continúa, aún sin mirarles, entrecruzando sus dedos debido a los nervios—. No soporto seguir teniendo aquel momento como última referencia entre nosotros.
—Dustin...
—Puede que ella vuelva a d-decir tonterías... no soy estúpido, sé que puede volver a hacerlo —sigue, con la voz algo temblorosa—. Pero... quiero responder algo mejor de lo que le dije. No quiero hacerla sentir peor... así que, s-si pedirme disculpas la alivia, yo...
Su madre se dedica a sonreír sin más, ante esas palabras. De nuevo mira a su marido con una cara que sin necesidad de hablar le dice "Necesita apoyo con esto".
—No suena nada "tonto", hijo.
—¿Ah, no...?
El chico por fin alza los ojos hacia su padre, y lo ve asentir, todavía con su gesto serio.
Mirar directamente a su padre es algo que Dustin siempre ha evitado, por la autoridad que le ha impuesto desde que era niño: pero, en las últimas semanas, se ha dado cuenta de que si evade la mirada a su padre es por lo doloroso que le resulta verle esa expresión tan agotada. Esas sombras que rodean sus ojos claros y le recuerdan el calvario que tuvo que pasar el hombre por su culpa, cuando cayó en coma y separó de forma definitiva a Sam de la familia.
—Mereces esas disculpas. Y ella merece recuperarte como amigo —le asegura—. Solamente te pediré que te mantengas firme, pase lo que pase, ¿me oyes?
—¿Firme...?
—No quiero que permitas que vuelva a humillarte, hijo —le responde, con tono severo—. Ella también lo ha estado pasando mal, pero eso no le da ningún derecho a maltratarte. Mantén eso presente, ¿de acuerdo?
—Tu padre tiene razón —le dice Claudia, y su voz tenue calma la tensión generada por el tono de Arnold—. Debéis ayudaros entre vosotros, no proyectar vuestro dolor el uno al otro. Los amigos están para eso, ¿verdad?
«Claro... eso es lo que soy para Hannah Grace», trata de mentalizarse, con amargura, «Un buen amigo... un hermano menor».
—D-de todas formas, Logan y las chicas estarán conmigo —les dice, distrayendo sus dudas—. Estarán fuera, esperando.
—Sólo Logan y tu hermana, ¿no? —pide saber Arnold, temiendo la introducción de desconocidos problemáticos en la pandilla—. Y Felicity.
—S-sí, papá. Los de siempre.
El hombre apenas destensa un poco su posición, ante esa aclaración.
—Está bien. Pero si necesitas cualquier cosa, llámanos enseguida, ¿de acuerdo?
—L-lo sé... papá. No os preocupéis, estaremos bien. Solo será un momento.
—Todo irá bien, ya lo verás —le dice Claudia, con una sonrisa.
Él asiente, agradecido. Frotándole la espalda con la mano antes de incorporarse, la mujer camina entonces en dirección a la cocina.
—Bueno, pero hasta la tarde tenemos mucho tiempo por delante, ¿no? —opina la morena—. Dustin, ¿qué tal si, antes de ponernos a hacer la comida, te enseño algo en lo que hemos estado trabajando?
Frunciendo el ceño con extrañeza, el chico mira a su padre en busca de aclaración, pero únicamente lo ve levantarse y acompañar a su mujer a la cocina.
—¿El qué, mamá?
Acercándose hasta donde sus padres han ido, ve a su madre hojear un gran archivo de anillas sobre la isla de la cocina. Dustin reconoce entonces aquel mamotreto, en el que Arnold y Claudia guardan sus ideas sobre nuevos diseños para vehículos de su empresa. La ve detenerse en un diseño en concreto, uno que él enseguida identifica como una especie de motocicleta acorazada.
—V-vaya... es preciosa.
El chico comienza a oír a su madre explicándole con detalle las características del prototipo, realmente emocionada al contarle lo respetuosa que es con el medio ambiente y los "extras" que la convierten en una máquina tan versátil. Escucha a Claudia tan emocionada que olvida por un momento que a su otro lado tiene a su padre Arnold, en silencio mientras su mujer le enseña a su hijo algo tan relacionado con su accidente. La sonrisa que se le ha contagiado de su madre se atenúa un poco al volver la vista a su padre, que no ha dado ninguna opinión durante la explicación.
—Aunque... n-no creo que vaya a utilizar una de estas nunca más, mamá.
Claudia sonríe ante esa respuesta, habiéndosela esperado.
—Tu padre y yo hemos estado trabajando en este prototipo por ti, cariño.
—¿P-por mí? —rebate, volviendo a mirar a su padre, tenso por si su respuesta no era bien recibida—. N-no entiendo.
—Como te he contado, esta pequeña de aquí será especial —continúa ella, pasando sus dedos por el impreso donde se veía el diseño inicial. Su tono maternal lo traslada a cualquiera de sus creaciones, con o sin vida—. Contará con un sistema de seguridad avanzado que permitirá a quien la pilote una protección total, en caso de peligro.
—¿Protección...?
—Es básicamente una armadura —aclara Arnold, anunciándose al fin—. En el mismo manillar podrá activarse con un simple movimiento de mano un recubrimiento metálico. Una coraza que cubra completamente al piloto ante el peligro externo.
—E-eso es...
—La rapidez sería clave —añade Claudia, posando su mano sobre el brazo de su hijo—. Tu Stigma nos ha inspirado mucho para esta idea, Dustin.
—Así es. Necesitamos que la armadura se active y proteja al piloto lo antes posible. Un segundo de más puede ser decisivo en pleno accidente.
Dustin baja los ojos hacia los diseños. Las últimas palabras de su padre le han hecho pensar irremediablemente en Sam y su accidente. Entiende entonces que sus padres hayan querido pensar en algo así, después de lo que pudo haberle pasado a su hermano mayor... o a él.
—Este proyecto es tuyo también, Dustin —continúa Claudia, tratando de reconducirle al ver que su expresión se tornaba apenada—. Con todo lo que he averiguado sobre tu Stigma, podremos hallar una manera de aplicarlo al vehículo. Como madre y como médico que soy, me emociona demasiado pensar en todas las vidas que salvaría algo así.
—Es cierto —admite él, amoldándose a esa afirmación con una sonrisa—. Es una gran idea, mamá.
—Eso es porque tuvo una gran inspiración —le dice, haciéndole un pequeño mimo en la mejilla—. Tu Stigma no es algo tan malo, después de todo, ¿lo ves?
El chico asiente, sorprendido ante esas palabras: no recuerda haber oído nunca a sus padres decir nada positivo sobre su problemático Stigma, y le resulta agradable que por una vez nazca de ellos esa opinión. Sin embargo, el cálido momento se ve interferido por la todavía distante actitud de Arnold, que abandona la escena sin apoyar la afirmación de su mujer.
—Iré a hacer unas llamadas —se justifica él, cuando su esposa e hijo le miran—. Voy a hablar con el señor Hopper. Dustin, ¿mañana por la mañana te viene bien, para conocerle?
—C-claro...
El hombre asiente, yéndose del todo.
«Puede que no todo sea tan simple como mamá quiere hacerlo parecer», piensa el chico, mientras ve alejarse a su padre a la otra habitación, con aquél teléfono móvil en el que tanto se escuda siempre. «Es posible que él siga odiando tanto los Stigmas por todo el dolor que le estoy causando».
...
—Entonces... estamos solas de verdad, ¿no?
—Claro que sí. Sabes de sobra que mi madre y Grace trabajan, Heather.
Sentándose en la silla de su escritorio, la benjamina de las Cloverfield se dispone a encender su ordenador de mesa. La habitación de Felicity está tan limpia y ordenada como su dueña: tiene los muebles justos y necesarios, todos de madera natural. La cantidad de libros que acumula en sus estanterías son su mayor orgullo, así como las mezclas de hierbas que ha ido coleccionando durante años y que otorgan a su rincón personal un aroma único. Sobre el cabezal de la cama hay un gran Atrapasueños de madera y plumas naturales, hecho a mano por su querida abuela Minerva.
—A ver... ¿qué recetas quieres que busquemos hoy?
Heather se echa en la cama y saca de su bolsa un pequeño portátil rosa, lleno de pegatinas. Se entretiene mirando los peluches que decoran la cama de Felicity, mientras se enciende.
—¡Ninguna! Lo de buscar recetas era una excusa —revela, moviéndole las orejitas a un conejo de peluche.
Felicity se gira a su amiga con pasmo.
—¿Cómo que una excusa? ¿Una excusa para qué?
—¡Es obvio, Feli! —dice, dejando el peluche y tecleando su contraseña para desbloquear su ordenador—. Lo que vamos a iniciar tú y yo hoy es una investigación secreta.
—Una investigación secreta.
—Sí.
—Y... ¿sobre qué, exactamente?
—¡Ogh, vamos, pon a funcionar tu brillante cerebro! ¿Qué es lo que tenemos delante y ninguno de nosotros entiende?
La morena frunce el ceño, desubicada.
—¡Algo que nos escama! ¡Algo fuera de lugar! —insiste su amiga.
—¿Elisa y sus amigos idiotas? —propone con sorna.
—¡Sí! ¡Bingo!
—Ah, ¿acerté?
—Tú y yo vamos a averiguar de dónde sale esa tipa y por qué diablos sabe tanto sobre nuestras familias. Hoy en día todos estamos conectados a alguna red social... raro será no encontrar nada sobre ella si buscamos su nombre y apellidos.
Felicity se recuesta en su silla, poniendo los ojos en la lámpara del techo.
—La verdad es que yo también me he quedado con ganas de saber algunas cosas... sí.
—¿Verdad? Pues para eso es para lo que nos hemos reunido hoy clandestinamente.
—Ahá, y... supongo que nada de esto tendrá que ver con Logan, ¿verdad?
—¿Logan? —pregunta, y alza la mirada del portátil—. No sé de qué hablas, Feli. ¡Yo hago esto porque mi misión principal es cuidar de mi hermano mayor!
—Ya, bueno... Pero reconoce que algo de celos sí que tienes, de esa Elisa —le dice, retirándose un mechón del hombro—. Entre ellos hay una relación... especial, ¿no crees?
—¡Que te digo que no tiene que ver! Bueno, sí, también quiero averiguar si esa tía es de fiar o no por Logan. Pero ¡no tiene que ver con celos!
—Mira que eres boba —se ríe su amiga—. ¡Sabes que conmigo no hace falta que disimules! Logan te gusta, es normal que te sientas incómoda con esa chica tan... excéntrica revoloteando a su alrededor.
Heather sigue tecleando, mientras habla.
—Bueno... tú también fuiste un poco boba, motivando a Dustin a volver a juntarse con Grace —rebate con retintín—. Se supone que Dustin te gusta y lo empujas a los brazos de tu hermana... ¿quién es más boba?
—¿Qué? —se ríe, nerviosa—. ¡No! ¡Dustin no me gusta, Heather! ¿De dónde te sacas eso?
—Solo salen los idiotas de sus amigos.
—¿Cómo?
Heather gira el portátil sobre su regazo, mostrándole a su amiga el resultado de su búsqueda en redes sociales.
—En el perfil público de Elisa. Solo tiene agregados a Ian, Paula y Nate. Y yo creyendo que era una súper-popular... Es tan margi como nosotras.
—Espera... ¿y esta, quién es? —cuestiona, cogiéndole el ordenador para verlo mejor.
Heather se levanta de la cama y se pone al lado de Felicity, asomada.
—¿"Scarlett Fitzgerald"? Vaya, es súper guapa.
—Debe de ser su hermana mayor... o su madre. Ten, métete en su perfil... yo no sé cómo va lo del teclado táctil este.
Recibiendo de vuelta su portátil, Heather obedece con dedos ágiles. Lo que ven no les brinda mucha más información ni fotografías, más allá del nombre y profesión de la tal Scarlett.
—Según esto, es profesora de Universidad. En Saint Silvery. Eso está bastante lejos de aquí...
—Entonces... ¿no vive aquí?
—Es posible que se traslade hasta el trabajo cada día. Pero... es un trayecto importante, como para andar haciéndolo diariamente —objeta Felicity, llevándose la mano al mentón—. Puede que ni siquiera viva con su familia. Tal vez sea el padre el que se ocupe de Elisa y Nicolette.
—Pues del padre no tenemos perfil en redes...
—Bueno, de momento tenemos algo importante: sabemos quién es su hermana/madre. A partir de ahí, ya tenemos un hilo del que tirar.
—Y no olvides a la familia de Stevie —le recuerda Heather—. Dijimos que Teresa Montenegro y sus entrevistas podrían haber motivado a Elisa a meter sus narices en asuntos ajenos, ¿no?
—Sí, es una posibilidad también.
—¡Ay, qué emoción! —exclama de pronto, dejando su portátil por el escritorio y abalanzándose sobre su amiga en abrazo—. ¡Nuestra primera investigación secreta!
—¡Vamos, vamos, relájate! —le pide, quitándosela de encima con dificultad—. ¡Si sigues gritándolo a los cuatro vientos dejará de ser tan secreta!
—Oh, no, es verdad. ¡Que los teléfonos nos escuchan!
—Tú ríete... verás cuando el tiempo me dé la razón.
Heather simplemente se ríe, acercando a la silla de su amiga un pequeño taburete de madera.
—Va, no te enfades. ¿Hacemos un descanso de la investigación? —propone, señalando el ordenador de mesa de Felicity.
Ella arruga la frente.
—¿Quieres jugar a videojuegos? Cada día te pareces más a Logan...
—Oh, venga. Hay uno que seguro que te encanta: Puedes crear a tus personajes y controlar sus vidas, ¡incluso quitarles la escalera de la piscina mientras están dentro, y ahogarlos!
—¡Qué cosa tan horrible! ¿Ese juego existe de verdad?
Su amiga se ríe, más entretenida aún.
—¡Trae, que te lo descargo enseguida! —dice, mientras abre el buscador de Internet y teclea con rapidez—. Además, puedes crearte a ti misma y al chico que te gusta y hacer que se enamoren. O ver cómo serían vuestros hijos, o casarlos...
Felicity se aguanta la risa ante el entusiasmo desmedido de Heather por algo tan simple. No obstante, deja que su amiga se encargue de mostrarle ese juego, ocultando la curiosidad que le ha generado esa última información sobre creación de avatares.
...
La tarde de ese mismo día, Dustin se ha reunido con sus amigos en el Clover's. Por el camino hacia su destino, el chico ha aprovechado para contarles lo que habló con sus padres esa mañana, sobre el psicólogo que empezará a verle mañana: apoyándole tanto con esto como con lo de Grace, Dustin reúne las fuerzas suficientes como para entrar solo al Clover's, buscando a Grace de mirada.
No hay demasiada clientela y la encuentra enseguida, tras la barra, hablando con su madre. Ella se fija en él al escuchar el tintineo de la puerta cuando entra, alzando la mano a modo de saludo y volviéndose a su madre para decirle una última cosa, antes de rodear la barra e ir con Dustin.
—Buenas tardes, Dustin —le dice Rachel, viendo desde allí como su hija llega hasta él—. ¿Cómo estás, nene?
—B-bien... ¿y vosotras?
—Por ahora, tranquilas. A la noche se anima un poco más, pero tampoco demasiado —reconoce la mujer, llevándose una mano a la cadera—. ¿Querréis tomaros algo?
—Por mí un... batido, sí. ¿Batido? —pregunta Grace hacia su amigo.
—V-vale.
Grace no puede evitar contagiarse del nerviosismo de Dustin, sonriendo y apartando la mirada enseguida. Camina hacia una de las mesas al lado de la ventana, forzando la situación para que avance y les libre a ambos de las preguntas banales cuanto antes.
—Y Logan y las chicas, ¿ellos no quieren batido? —cuestiona Rachel, con tono divertido.
—¿Eh...? Oh, ellos...
Al girarse y verlos allí fuera, hace que se sientan observados y giren sus caras en direcciones opuestas, disimulando francamente mal que están pendientes de lo que ocurra dentro. Rachel se ríe, negante.
—Ahora les llevaré los suyos. Ve con Grace.
—G-gracias... Rachel.
Dirigiéndose hasta la mesa que Grace escogió, ve que la chica mira por el ventanal. Se sienta frente a ella y se rasca la nuca, cortado: la pelirroja se ha dado cuenta de que su amigo ya está enfrente, pero no deja de mirar a los otros por la ventana, negante.
—Te has venido con escolta porque no te fías de mí, eh.
—¿Eh? N-no... no es eso, yo...
La chica esboza una sonrisa mientras niega, dejando de mirar a aquellos y volviendo los ojos a él. Se acomoda en el sillón de cuero rojizo, con las manos relajadas sobre su regazo.
—Era una broma, tonto. Relájate un poco... todo esto es demasiado tenso.
—L-lo siento.
—No. Yo lo siento.
Dustin consigue mirarla a los ojos, y eso es lo peor que puede hacer para con sus nervios: la luz anaranjada de la tarde se filtra por el ventanal e ilumina a la chica de una forma que le embelesa, mezclándose con los tonos de su cabello.
Todo el dolor que sintió la última vez que la vio es eclipsado por la belleza tan magnética que desprenden sus ojos verdes, impidiéndole decir nada y permitiendo que la chica continúe:
—Me porté como una completa imbécil. Y te pido disculpas... esta vez, de verdad.
La pelirroja se recoge de brazos, dejando de mirar al chico al no recibir ninguna respuesta.
—T-tranquila... está bien —se apura a responder, dándose cuenta del rato que lleva callado.
—No, no está bien —niega ella, con una sonrisa amarga—. Llevo una... racha horrible, ¿sabes? Y no he hecho más que empeorarla, yo sola. No tengo ni idea de hacer nada bien... y, cuando intento arreglarlo, estropeo a otras personas.
El chico quiere responderle que él también se siente así, pero está tan tenso que de nuevo enmudece. Entretanto, Rachel llega hasta ellos y les sirve los batidos con una sonrisa cortés, dándole a cada uno el de su sabor habitual. Tanto Dustin como Grace asienten con la misma sonrisa a la mujer, y se forma un silencio cuando ella se aleja de nuevo y los deja a solas.
—Te visité, ¿sabes? Cuando aún estabas inconsciente. Pero no fue porque naciese de mí —confiesa entonces la chica, bajando los ojos a su batido de vainilla—. Keith me convenció para ir juntos, porque yo me sentía demasiado... culpable.
—¿Culpable? ¿Por qué?
—Digamos que no fui demasiado amable contigo, tampoco antes del coma —admite—. Aunque creo que eso no lo recordarás.
—N-no...
—Fue por eso que tampoco me atreví a verte, cuando ya despertaste. Me sentía tan... extraña. No sabía cómo reaccionar, cómo hablarte... qué decirte.
Ella rodea el vaso de cristal del batido con los dedos, sintiendo el frío en ellos. Dustin se queda observando ese detalle, distrayéndose por momentos en seguir apreciando la delicadeza de su chica favorita: se fija en que hoy lleva las uñas pintadas de amarillo.
—Pero cuanto más me insistía Keith en que te hablase, yo... no sé, supongo que me cerré en banda —reconoce, incómoda, comenzando a retorcerse un mechón de pelo—. Y quise distraerme de cualquier forma posible para evitar pensar en ello... E hice cosas de las que no estoy orgullosa, ¡porque en realidad sigo haciéndolas!, pero, yo...
—Oye... H-Hannah Grace...
Ella le mira y suspira, deteniendo el bucle en el que ya se estaba metiendo. Se deja estar el mechón, dándose cuenta de sus propios nervios y dejando las manos sobre la mesa.
—¿Sí?
Él necesita poner la vista en la ventana, con tal de no obnubilarse de nuevo con la frágil belleza de Grace. La ve reflejada en el cristal, pero al menos de esa manera no le intimida tanto hablarle.
—Keith... Te está tratando bien, ¿verdad?
Dustin lleva demasiado tiempo queriendo saber la respuesta a esa pregunta. Antes incluso de perder la memoria, ya se lo preguntó a Victoria. Y, recientemente, pudo oírlo por parte de Heather, Felicity o incluso Keith, pero escucharlo de los labios de la propia Grace tenía sin duda mucho más valor para él.
Grace ha abierto algo más los ojos ante la evidente preocupación de su amigo. Se siente algo desubicada porque su intención para con este encuentro era tan solo disculparse y contarle a Dustin lo mucho que había sufrido, para justificar su comportamiento. Y esperó por un reproche que no parecía querer llegar.
—Keith... —dice ella, y sonríe.
El chico vuelve los ojos a ella y ve esa sonrisa, teniendo media pregunta contestada.
—Ese cabezota insistente... Si no hubiese sido por él, puede que yo ni siquiera estuviera ya aquí —continúa, con un tono más lúgubre y la mirada baja.
Esas sombrías palabras incordian a Dustin, más incluso cuando ve cómo la chica se mira sus muñecas, cubiertas por la tela negra de siempre, sobre la mesa. Grace se muerde el labio inferior y le tiembla levemente la barbilla, impidiéndole decir nada. A él no le hace falta ver ningún gesto más, para echar a un lado sus nervios e inseguridades y llevar sus manos hasta las de ella, por encima de la mesa, y envolverlas con firmeza.
—Gracias —le dice él.
La chica le dedica una mirada confusa a su amigo, desconcertada por el inesperado gesto. No puede evitar esbozar una sonrisa vergonzosa, al no estar acostumbrada a las muestras de arrojo del chico.
—¿Gracias por qué, Dustin? —cuestiona, sorbiendo con la nariz.
—Por... por no haberte ido.
La sonrisa nerviosa de antes se convierte en una genuina, una que le marca el hoyuelo de la mejilla. La sencilla honestidad de Dustin le recuerda a Grace que hay ciertas cosas que nunca cambiarán en su desordenada vida, por muchas piedras con las que ella tropiece. Una pureza que se esfuerza en mantener alejada de sí misma, porque se siente terriblemente opuesta a él y no puede evitar temer por ensuciarlo.
Dustin le sonríe de vuelta a su chica favorita, sin pensar en nada más que no sea el contacto de sus manos con las suyas: solo regresa a tierra firme cuando un conocido tintineo suena a sus espaldas, anunciando un cliente nuevo en el restaurante. El chico retira rápidamente las manos, volviendo de golpe a su habitual vergüenza y dejando a Grace con las cejas alzadas, entretenida con su repentina reacción.
—L-lo siento, no quería... —titubea, y carraspea—. Eso ha sido un poco... Hm...
—Tranquilo, no pasa nada —se ríe un poco, viéndolo beber de su batido de fresa con tal de tener excusa para no hablar—. Ha sido...
Él vuelve a mirarla, aunque se ha silenciado a sí mismo con la pajita: siente demasiada curiosidad por saber cómo continúa esa frase pero, para su desgracia, Grace se distrae y comienza una conversación algo distinta a la que él esperaba:
—En fin, si algún día tienes novia... tendrás que relajar esos nervios, ¿no? —le dice, con la vista puesta más allá de él, en la persona que entró por la puerta del Clover's—. Me gustaría poder... ayudarte.
—¿A-ayudarme?
—Sí, bueno, ya sabes... Ahora que hemos hecho las paces oficialmente, volvemos a ser buenos amigos —le explica, con un tono animado que provoca todo lo contrario a Dustin—. Y los amigos están para ayudarse.
—S-sí...
—Por ejemplo, si supiera qué tipo de chica te gusta, podríamos buscar mejor.
«¿Que qué tipo de chica me gusta?», se lamenta él, internamente. «¿Por qué no me traga la tierra, aquí mismo?».
—Hmm... ¿Pelirrojas? —pregunta ella, entretenida, tras beber de su pajita.
—¿E-eh?
«Definitivamente, se está riendo de mí».
La chica se ríe, tal y como él ironizó en sus pensamientos. Hasta se seca la lagrimilla, que le estuvo asomando desde el momento de debilidad que tuvo antes.
—¡Está claro, sí, las pelirrojas somos las mejores...!
Dustin la ve reír y vuelve a verse a sí mismo con sentimientos contradictorios.
«Claro que, mientras se esté riendo... no llorará».
—Uy, pues la chica que acaba de entrar tiene una melena roja, preciosa —le dice ella entonces, adelantándose un poco hacia la mesa—. ¡Gírate, disimuladamente...!
Dustin, nervioso, ignora por completo la parte de "disimuladamente", volteando el torso entero para ver a la susodicha pelirroja. Grace se ríe tan alto al ver la desobediencia de su amigo que alerta a la chica pelirroja: allá en la barra con Rachel, se voltea hacia Dustin y Grace con gesto de extrañeza, hasta que repara mejor en Dustin y alza las cejas, sorprendida.
—¿Dustin? ¿Eres tú? —pregunta aquella, contagiando su desconcierto a Rachel.
—¡Ah! ¿La conoces? —se extraña Grace, alucinando demasiado.
Antes de que a Dustin le salga decir que no más allá de negar con la cara, la chica se disculpa ante Rachel y camina hasta los chicos.
—Claro que me conoce —asegura la chica, sonriendo cálidamente a pesar de la confusión que está causando—. Soy yo, Regina, ¿no te acuerdas de mí?
—Y-yo no...
Ante la atenta mirada de Grace y de Rachel allá en la barra, Regina continúa explicándose, sin abandonar su tranquila sonrisa.
—Soy... era la novia de tu hermano, Sam.
—¿S-Sam...?
Los nervios que ya sentía de antes por la situación con Grace, sumado a esta nueva situación, hacen que la mente de Dustin vuelva a bloquearse: apenas es consciente de cómo Rachel camina desde la barra hasta ellos, para comentarle a Regina que Dustin sufre ligeras pérdidas de memoria debido al accidente, y puede que por eso no la recuerde bien. La madre de las Cloverfield ha decidido intervenir cuando ha caído en la cuenta de que aquella mujer era Regina, la chica que alguna vez vio acompañando a Sam por allí, hace algunos años.
Grace ha pasado de su entretenida sonrisa a la expresión de preocupación, al ver que las lagunas de su amigo han borrado más de lo que creían.
—Lo sé, yo... fui a verle cuando estuvo ingresado —les dice Regina, recogiéndose de brazos y mirándole a él—. Pero no sabía que despertó, ni lo de las lagunas. He estado algo... ocupada estas semanas.
—Lo siento —se disculpa él, fijándose en cómo su falta de reacción parece haber atenuado la sonrisa de Regina—. Siento no... acordarme, Regina.
—Ah, no te preocupes. No es culpa tuya —le tranquiliza ella, y recupera su calma sonrisa de antes—. Lo importante es que ya estás mejor, ¿a que sí?
—S-sí...
El chico vuelve a sentirse algo vergonzoso, al tener sobre él la atención de una muchacha tan atractiva a la que realmente no conoce. Grace se da cuenta de ese gesto en su amigo y sonríe para sí, ya pensando en su plan de emparejarlo con una chica "mejor que ella".
—Bueno, no quiero hacerla esperar, señora Cloverfield —le dice Regina a Rachel—. ¿Podemos seguir con la entrevista?
—¿Entrevista? —pregunta Grace, alzando una ceja.
—Sí. Regina es una de las candidatas para el puesto —le responde su madre, colocándose la mano en la cintura como siempre—. Quién sabe, puede que sea tu próxima compañera de trabajo.
—¿Enserio? —se sorprende ella, mirando a Dustin e intentando contagiarle su emoción.
Él simplemente asiente y se mantiene escudado en esa sonrisa nerviosa, que se le ha puesto desde que Regina se acercó a ellos y empezó a hablarles como si se conociesen de toda la vida.
—Sí, bueno, todavía hay que hablar las cosas —reconoce con humildad Regina—. Pero de igual forma, estaré por el barrio por si me necesitáis, ¿de acuerdo? —dice, mirando de nuevo al hermano pequeño de Sam.
Dustin asiente ante esa propuesta, dejando las manos sobre sus piernas al no saber ya dónde ponerlas, habiéndose rascado la nuca demasiadas veces ya y teniendo su vaso vacío.
—Nos vemos, chicos —se despide, guiñándoles un ojo—. Deseadme suerte.
—¡Suerte...! —le dice Grace, para luego apoyar los codos sobre la mesa y arrimarse hacia delante, para hablar por lo bajo con Dustin una vez Regina se aleja con su madre—. Parece bastante guay, ¿eh?
—¿C-cómo?
—Ella sí que me gusta para ti, ¿ves? —afirma, y asiente—. Sí. Es perfecta. Además, si acaba trabajando aquí, lo tendré súper fácil para averiguar cosas sobre ella, ¿no es genial?
—¡H-Hannah Grace...!
Ella se vuelve a reír.
—Vamos, Dustin, no me digas que no te ha gustado aunque sea un poquito. He visto cómo la mirabas.
—N-no la miraba de... ninguna manera —niega, algo incómodo—. Ha sido por... lo que ha dicho de Sam.
Grace entonces sí que frena un poco su entusiasmo, bajando levemente la barbilla.
—Dijo que... era su novia. Y yo ni siquiera puedo recordarla.
La chica piensa entonces en lo sucedido, desde ese punto de vista: al ponerse en la piel de Dustin, comprende que le pueda resultar doloroso interactuar con personas que le muestran cariño pero él es incapaz de recordar.
Tras un silencio, a ella le nace el impulso de llevar la mano hasta el brazo de su amigo, reconfortándole.
—Acabarás recordándola, Dustin, ya lo verás. A ella y a todos —le tranquiliza—. Como suele decir mi hermana, "Todo pasa por algo"... Seguro que Regina ha venido hasta aquí a dejar su currículum por algo más que un trabajo de camarera.
—Y-ya... claro.
Ella retira la mano del hombro del chico, volviendo a apoyar los codos sobre la mesa.
—Y, en fin... lo dije un poco de broma, pero... no es tan descabellado —le dice, con un tono menos burlón que capta la atención de Dustin—. La forma en la que te hablaba y te miraba... me gustó. Noté un cariño bastante sincero, ¿sabes?
Dustin se queda mirando a su chica favorita y siente una calidez algo extraña en el pecho, al escucharle esas palabras: percibe en ellas una preocupación genuina hacia él, hacia sus sentimientos. A pesar de que Grace ha intentado hacer bromas sobre buscarle una novia aun sabiendo que él la ama a ella, el chico comprende que tal vez aquello es lo único que puede hacer por él: asegurarse de que está con alguien que le quiera y le cuide como se merece.
Y lo entiende, precisamente, porque es lo mismo que él está haciendo con ella.
—Me gusta para ti, Dustin —continúa ella, mirándole de vuelta. Casi como si le hubiese leído el pensamiento con una simple mirada, añade—: Ella es un poco más mayor que tú, así que... sabrá cuidar mejor de ti.
https://youtu.be/Ptmy-5Psi9I
Kodaline - "Spend it with you"
If we had one day on earth
Who would you spend it with?
If you could choose who wanted to kiss
Who would that be?
I wanna believeIf tomorrow was not guaranteed
Minutes to spare
If I could choose
I would spend every minute with you
With you, with you, with you
Spend it with you
When all of the trees fall down
And all the seas dry out
And when you're waving goodbye to all the world
Would you find me?
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