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28. Las confesiones en la playa



La brisa del mar al atardecer. El sonido relajante de las olas, incesante. Una playa prácticamente desierta y la única compañía de unos pocos amigos.

Dustin tiene ante él un plan con todos los ingredientes para poder despejar la mente y olvidar durante unas horas las dudas que se esfuerza por mantener a raya, por el bien de los demás. Se siente mejor al hacer pequeños planes que tranquilicen a sus padres, ver su cara de alivio cuando él les asegura que está bien y que todo va igual de bien con las personas con las que va.

Ya han llegado al punto de encuentro donde los amigos de Elisa quedaron por mensaje de texto. Tras caminar un pequeño tramo por la arena los encuentran allí, arrimados a la orilla de aquella pacífica playa de la costa de Schuld City; pueden ver que han traído materiales para permitirse una pequeña hoguera cuando anochezca y algunas cuantas bolsas con provisiones.

Dustin solo distingue a Felicity, a Keith, a Victoria y, por supuesto, a su querida Grace; los otros dos chicos y la chica que Elisa y Logan saludan al llegar da por supuesto que se trata de los nuevos.

—¡Chicos! Venga, venid que os presente —anuncia Elisa, tratando de formar un pequeño corrillo entre los integrantes del grupo—. Mirad, ellos son los hermanos Krausser, Dustin y Heather. Son los mejores amigos de Logan, ¡así que tratádmelos bien, eh! 

—¡Qué hay! —saluda la chica, adelantándose a ellos y ofreciéndoles un par de besos a cada uno. Su larga melena castaña, recogida en un coletero, luce un par de mechas tintadas de color fucsia—. Yo soy Paula. Y estos dos besugos de aquí son Ian y Nate.

—Lo de besugo lo dirás porque soy de agua, espero —adivina Ian, el chico pelirrojo de las rastas vestido únicamente con un bañador. Tiene pinta de fanático del surf, algo que se confirma tras su siguiente frase—: Aunque... ahora que lo pienso, nunca he visto a un besugo surfeando. Así que ¡ya me estás cambiando el apodo!

—¡No era ningún apodo! Solo me burlaba de vuestras caras —se ríe Paula, señalándolos con el dedo, impostando luego una voz aguda y ridícula para repetirles el mensaje—. ¡De vuestras caras de besugo!

—Como una puta cabra —sentencia Elisa, dirigida a Dustin y los demás—. Ya os lo avisé.

Mientras Heather ríe y se acopla rápidamente a la situación colocándose cerca de su amiga Felicity, Logan busca un lugar "seguro" para colocar su preciada guitarra, guiado por el tal Nate; él también parece un chico agradable, con el pelo corto y castaño oscuro y barba de un par de días, su piel más oscura que la de Dustin y Heather.

Ante la situación excepcional con nuevas personas a las que prestar atención, Dustin no ha reparado en saludar a Grace o a Keith más allá de mantener un breve contacto visual y una sonrisa por inercia, al llegar. De nuevo, es Keith el que se acerca a él, junto a Grace, y le dirige la palabra al cohibido Dustin, que permanece allí de pie sin tener muy claro con quién interactuar primero.

—¿Qué tal, chato? ¿Como os fue la noche en casa de Ellie?

—B-bien. Muy bien —responde, controlando como puede el nervio por tener a Grace delante suyo, de nuevo.

Que la chica lleve ese vestido veraniego tan favorecedor le pone aún más nervioso, pues lo único que le nace es decirle lo guapa que está con él y sabe que eso la incomodaría. Decide mantener los ojos en los demás, mientras habla con Keith.

—E-es muy... simpática.

—Es un amor. Aunque parezca que le falta un tornillo —le asegura Keith, con su brazo rodeando los hombros de su novia. Ella se mantiene en silencio, con sus ojos en Dustin—. Ah, por cierto, Krausser —le dice, fingiendo un tono de improvisación al verlo tan cortado. Consigue entonces que él le mire—. Grace tenía algo que decirte, ¿no?

—Ah... ¿ah? —Cambia su expresión aletargada por una de extrañeza, tensándose más al cruzar miradas con Grace. Ella mantiene un gesto serio, culpable—. ¿E-el qué? S-si es por lo de ayer, d-da igual... no pasa nada. Tranquila. Está bien.

Se rasca la nuca al sentirse inmensamente estúpido por su forma de decir las cosas.

—No, no está bien... Dustin —le corrige la pelirroja, con tono contenido y una sonrisa algo tensa. Se retira un mechón tras la oreja, suspirando levemente y aunando cada pizca de fuerza de su ser para decir lo siguiente—: Me comporté como una idiota. Lo siento.

—¿Q-qué? ¡No...! —sonríe el rubio, más tenso desde que se percató de que algunos integrantes del grupo ya miraban hacia ellos—. Escucha... está bien. N-no pasa nada.

—Genial...

Grace mira enseguida a su novio, cuestionando solo con una mirada si con eso le sería suficiente. Dustin está demasiado ocupado sintiéndose un idiota por su propia torpeza sentimental, como para percatarse de que las disculpas de Grace han sido incentivadas por Keith y no por sí misma.

Keith únicamente se ríe como respuesta a esa mirada.

—Bueno, pues si está todo tan bien, toca divertirse —resuelve, frotándole el brazo a la pelirroja y separándose de ella. Se acerca a los demás mientras se quita la camiseta y la echa al montón donde dejaron las bolsas en la arena, indicando con ello sus claras intenciones—. ¡Venga, chatos! ¿Nos vamos al agua?

—Sí, eso, que enseguida se va a ir el sol y ya no es lo mismo —opina Elisa, sentándose en la arena para poder desatarse mejor sus sandalias, anudadas hasta la pantorrilla—. Además, podemos meternos todos ahora, que estamos solos en la playa. No hay que temer a los ladrones —se ríe.

—¡Yo estaré en la orilla! —informa entonces Heather, ataviada con una fina chaqueta por encima de sus hombros. Lleva el bañador debajo, a pesar de que su intención era desde el principio no meterse en el agua—. Está demasiado fría para mí.

—¡Anda! ¿Y eso? —le pregunta Paula, curiosa.

Felicity responde por su amiga, con la explicación más simple posible.

—Es que es muy friolera. Por eso hasta lleva guantes.

—¿Qué? Oh, dios, es cierto. ¡Lleva guantes!

—Qué cosa más rara, tío. Es la primera vez que veo a alguien con guantes en una playa —asegura Ian, el tipo con aires surferos.

—Y yo la primera vez que veo un besugo con rastas —aventura Logan, habiendo tirado su camiseta con la del resto.

Paula ríe con ganas al ver que alguien reutilizó su broma contra Ian, mientras que Heather sonríe tímidamente al sentirse "protegida" por Logan.

—Anda, tira al agua, que se te reseca el cerebro. ¿O vas a quedarte aquí, cantando la de Don't worry, be happy?

—Serás capullo —resopla él, risueño—. Pienso cobrarme mi venganza en el agua, ¡luego no me vengáis llorando!

Siguiendo el ejemplo de Keith, la mayoría de los integrantes del grupo se van quedando en traje de baño y dirigiendo hacia el mar, cuando los rayos del sol están cada vez más bajos. Grace ha utilizado el ambiente bromista propiciado por Logan y el resto para pasar algo más desapercibida, juntándose con su amiga Elisa mientras caminan hacia el agua; Keith está ya dentro y sumergiendo la cabeza para remojarse el pelo, de modo que Dustin se ha quedado un tanto atrás, después de la incómoda situación de disculpas forzadas.

Decide arrodillarse y buscar su teléfono en una de las mochilas, usándolo como excusa para distraer su pensamiento, intentando ahuyentar la sensación de azoramiento que le impide relajarse. Oye a su amigo Logan llamarle desde el agua, pidiéndole que les acompañe mientras forcejea con Ian, quien trata de cobrarse su venganza haciéndole aguadillas. Dustin se limita a alzar la cara y la mano con una sonrisa, aunque sabe que ya no está mirando en su dirección por culpa de una zambullida conjunta entre Ian y Nate.

Ve a su hermana Heather sentada en la orilla junto a Felicity, charlando animadamente. A Paula riendo a carcajadas mientras intenta salvar a Logan de la ira de Ian, usando tierra mojada a modo de proyectiles directos a sus caras; observa como Keith contraataca al ver semejante "ataque cobarde". Pero, como siempre, Dustin termina posando sus ojos en su chica favorita, quien ahora conversa de forma íntima con Elisa entre las olas, ajenas a los juegos de los demás.

No se da cuenta de quien falta en la ecuación hasta que ella misma le dirige la palabra:

—¿Qué tal estás, Dustin? —le pregunta Victoria, con un tono bastante apocado que al rubio le cuesta asociar a la chica.

Gira la cara hacia ella y la ve ahí de pie, a su lado. Observa que, al igual que él, todavía no se ha desvestido para meterse en el agua; lleva un vestido largo y vaporoso sobre el traje de baño, y su larga melena rubia trenzada hacia el lado izquierdo.

—¿Estás... mejor?

—S-sí, claro —responde, dejando el teléfono en la bolsa al ser consciente de que no hacía nada con él. Se incorpora—. Estoy bien, ¿por?

—¿Como que "por"? —cuestiona, con cierto deje divertido—. Estuviste en el hospital, ¿no?

—Ah... e-eso.

—¿Qué iba a ser si no, bobo? —se intenta reír, negante—. Ah, Keith tenía razón. Estás un poco disperso.

—S-sí, bueno...

Ella se cruza de brazos, llevándose una mano a los labios para cubrir su tenue risa.

—Qué cosas.

—¿Eh?

Él la mira y ve en ella una sonrisa demasiado genuina para pertenecer a la chica altiva que siempre ha creído que es; sus lagunas no le permiten recordar el momento de flaqueza que Victoria tuvo frente a él, aquél día de lluvia y confesiones personales.

—No, nada. Es que... ¿sabías que fue mi padre, quien te estuvo tratando? —le dice entonces, tras un silencio en el que el chico ya se estaba volviendo a sentir estúpido. Él cambia el gesto a uno de sorpresa—. Cameron Fisher es mi padre. Resulta que tu madre y él estudiaron medicina juntos —le aclara, asintiendo—. Y, bueno... él me contó un poco sobre lo que te pasó. Es el único médico especializado en Stigmas que tiene el hospital.  

—N-no lo sabía —confiesa, llevándose la mano a la nuca de nuevo, cohibido—. O... q-quizá me lo dijeran, pero... no lo recuerdo.

—Sí... es verdad —admite, desviando sus ojos claros hacia la arena—. Ya me dijo que te recuperaste muy bien, salvo por las... ¿cómo las llamaba...?

—Lagunas —le completa él, entreviendo que sí sabía la respuesta y la obvió por educación.

—Eso es —asiente, volviendo la vista a él. Cuando lo hace, ve que el rubio tiene los ojos puestos en el mar, en el grupo—. Oye... no quiero ser pesada, pero... ¿va todo bien?

Dustin vuelve los ojos a ella, extrañado. El tono que la chica ha usado suena de nuevo como uno realmente preocupado, y sigue sin encajarle en la imagen que ha tenido durante tantos años de la indiferente Victoria Fisher. Una vez más, tiene que creer sin más que una persona ha cambiado en poco tiempo, como ya hizo en su momento con Keith; al menos con él tenía una versión anterior que recordar, de cuando eran niños y se llevaban bien.

Pero, en el caso de Victoria, nunca antes ha tenido ningún tipo de relación, más allá de la escolar. Lo único que les ha unido alguna vez ha sido el prestigio de ser siempre los primeros de la clase.

—S-sí... claro —asegura él, esforzándose por sonar convincente. Cree que explicar los motivos de su inseguridad sería tan enrevesado como inútil—. V-venga, vamos con los demás. Creo que... nos están mirando.

—¿Eh, qué?

Girándose sobre sí misma ve que, en efecto, Paula les saluda a ambos con la mano, ahora que sabe que la miran. Tiene en la cara una expresión pícara que Victoria enseguida reconoce, alterada.

—¡No! ¿Qué? ¿¡De qué te ríes tú!? —exige saber, ruborizada, traduciendo su repentina indignación en movimientos forzados, que usa para desvestirse mientras camina hacia la orilla. Eso solo provoca más risa a Paula—. Espera, ¡que ahora voy y te lo digo yo al oído!

Desconcertado ante la absurda escena, Dustin decide entonces sumarse al resto, creyendo que de ese modo llamará menos la atención. Dejando su camiseta amarilla junto a las demás, recorre el tramo arenoso que le separa del grupo, deteniéndose al lado de su hermana pequeña antes de continuar adentrándose en el agua.

—¿Todo bien, Heather? —le pregunta, inclinándose levemente hacia ella, a su lado.

—¡Sí! Genial —afirma, habiendo enterrado los pies en la arena húmeda de la orilla, al igual que Felicity—. Aunque creo que Logan necesita refuerzos. Esos dos se han aliado con Keith y casi lo ahogan un par de veces.

—Ya, bueno. Pero a él le encanta ver peligrar su vida —considera Felicity, con tono divertido—. Me parece a mí que tan mal no lo está pasando.

—Protegeré su espalda... por si acaso —resuelve el rubio.

Ve como Paula, la única que parecía "defender" a Logan de los otros, era ahora asaltada por la ira de Victoria, quien le salpicaba agua a los ojos sin piedad.

Se adentra entonces en el agua, dirigiéndose hasta su amigo.

—¡Eh, Logan...!

—¿Dust? ¡Ogh, tío, ya era hora! —exclama, aliviado—. Por fin esto está igualado.

Ian y Nate enseguida lo dejan estar, sonrientes. Acuden a Dustin como si fuese un aliado más en su pequeña batallita.

—¡Hombre, Dustin Krausser! —vocea Ian, llegando hasta él y rodeándole por los hombros con su brazo, amistoso—. ¡Contigo queríamos hablar!

— ¡Eh, eh! Eso no vale. Dust es de mi equipo, ¡no os lo cameléis, zalameros sinvergüenzas, hijos de mil frutas!

—¿Qué? ¡Calla un rato, lemming! Solo queremos saber cosas de él —repone Nate, igualmente entretenido, mientras acude a Dustin por su lado libre—. Connor nos ha hablado muy bien de ti. Y ahora Ellie también.

—¡Sí! Solo tenemos curiosidad por saber qué tienes de especial. Aparte de, bueno, ya sabes. Tu super-poder de velocidad —añade Ian, acercándose más a él, como si quisiera volver la conversación privada—. Estoy seguro de que eso no es. Porque, bueno, si en la cama estás igual de acelerado... A una tía no le atraería un tío que es demasiado rápido, ya me entiendes —se ríe, sin importarle que nadie más le acompañe en su gracia—. Venga, va, dinos, ¿cuál es tu secreto?

—¿S-secreto...?

—Sí, hombre. ¡Has conseguido que Victoria sonría! —resalta el de las rastas, fascinado—. En un mes y medio que la conozco, y habiendo desplegado ya todos mis encantos con ella, lo más bonito que me ha dicho ha sido "Cállate un rato". ¿Puedes creerlo?

—Pero eso es porque eres un plasta —sentencia Keith, sumergido en el agua hasta la barbilla.

—¿¡Plasta, yo!?

Keith sorbe un poco de líquido y se la escupe a presión en la cara a Ian, cuando este se gira hacia él con molestia.

—¡Serás cabrón...! —gruñe, frotándose la cara con repugnancia—. ¿¡Pero como puedes dar tanto asco!?

Logan y Nate se echan a reír, mientras que Dustin se limita a sonreír. Aún sigue nervioso por ser el centro de ese tipo conversación.

—Sí, chato, doy asco. Pero tengo razón. Las mujeres aborrecen a los pesados —asegura, entretenido ante la cómica reacción del pelirrojo. Se incorpora haciendo pie en el mar, quedándole el agua hasta la cintura como al resto—. Además, Victoria es demasiado sofisticada para ti. A ella le van los tíos inteligentes, como Krausser.

—¿Ah, sí? Entonces no entiendo por qué coño salía ella contigo —suelta Ian, incordiado por el insulto encubierto de Keith.

—Yo tampoco, la verdad —alega, tras una carcajada—. A lo mejor es que no sé tanto de tías como voy pregonando...

—N-nuestros padres se conocían. D-desde jóvenes —dice entonces Dustin. Los cuatro chicos le miran, todos extrañados menos Keith, que sigue sonriente—. P-por eso ella me... ha hablado —murmura, sin estar muy seguro de querer decir lo siguiente en voz alta—: N-no es que yo le... guste.

—Buf, menos mal —suspira Ian, tras un silbido de alivio—. ¡Ya creía que no iba a tener posibilidades!

—Y sigues sin tenerlas, chato —apuntilla Keith.

Ian se encara hacia él enseguida, pero Keith esquiva al momento el placaje que este intenta propinarle, salpicando al resto. El moreno es bastante más alto y corpulento que su atacante, de modo que ríe mientras forcejea con él sin ninguna dificultad, cuando reintenta su ataque.

—¡Pero si es que mírate! ¡Pareces un rinoceronte en celo! ¿Cómo le vas a gustar así a Vicky?

—Creo que en eso estoy de acuerdo con Snake Man —confiesa Logan, entre risas—. ¡La vergüenza ajena es poderosa en ti, joven padawan!

—¡Que os follen! Me voy con las chicas, ¡a la mierda! —bufa Ian, quitándose de Keith, que sigue riendo por su actitud pueril—. Paso de oír vuestras opiniones rancias, ¡no tenéis ni idea! ¡Ni de tías ni de ná!

—Bueno, algo hemos ganado —comenta Nate, una vez aquel se ha alejado, viendo como se dirige hacia Paula y Victoria—. Qué paz deja cuando se va, en serio.

—Ah, ya te digo —asegura Logan, hundiéndose en el agua hasta el cuello, nadando hasta acercarse a Dustin—. Es un poco pelma a veces, pero no se lo tengas en cuenta, Dust. Habla sin pensar.

—N-no, si no me molestó —miente, irritado consigo mismo al notar que se está convirtiendo ya en una costumbre, fingir que todo va bien—. Es... gracioso.

—Es un pesado —corrige Keith, alzando una ceja—. Victoria ya no sabe como decirle que la deje tranquila. Como si no tuviese ya bastante con el otro...

—Pero bueno, si lo que pensábamos resulta que es cierto, mejor, ¿no? —pregunta entonces Nate, relajado. Ante las miradas dudosas de los otros, se explica—: Digo que si al final es verdad que a Victoria le gusta Dustin, mejor para tu chica, ¿no, Keith?

Dustin no está muy seguro de entender el significado de las palabras de Nate. Se queda mirando a Keith con la esperanza de que él lo aclare. Logan imita su gesto, algo más tenso.

—Ya, sí, bueno —farfulla Keith, disimulando su incomodidad con un tono bastante natural—. A ella le es suficiente con que a Victoria le guste cualquier otro que no sea yo.

—¿Q-qué significa eso...?

—Pues que Grace está bastante celosa de Victoria —le aclara Nate. A diferencia de Keith o Logan, desconoce la historia que Dustin tiene con la pelirroja, de manera que continúa hablando igual de tranquilo—. Como ella ahora trabaja en el restaurante, no pasa tanto rato con Keith como lo pasa Vicky, en clases. Por eso a veces la comen los celos y hace alguna que otra tontería, como hacerle monerías a Ian.

Lo que dice lo tiene por algo tan rutinario que ignora por completo las caras de desconcierto de Dustin y Logan.

—Pero bueno, gracias a una de esas "monerías", él la invitó un día a ir de fiesta y allí pudimos conocerla Ellie, Paula y yo —añade—. Así que supongo que todo tiene su lado bueno, ¿no? Incluso los celos absurdos de Gracie.

—Espera... espera —le interrumpe Logan, sacando un poco el cuerpo del agua para hablar. Le dedica una mirada fugaz a su amigo Dustin, la cual le basta para ver que esto le está afectando, aunque diga lo contrario—. ¿A qué te refieres exactamente con "monerías"?

—Pues que coqueteó. Pero así, sin malicia —se apura en aclarar, mirando a Keith. Él permanece serio; la información no parece venirle de nuevas—. Lo que pasa es que Ian enseguida se embala y entra al trapo. Pero nunca hicieron nada, eh. Lo único fue que Gracie le preguntó por "lugares donde divertirse" y, en fin, así fue como él la trajo hasta aquí, al pub donde solemos ir nosotros.

—Le encanta bailar —comenta Keith, todavía con el semblante sobrio. A pesar de que Nate le estaba dando las explicaciones a él, Keith mira a Dustin cuando habla—. Y allí en Kerzefield no hay ningún sitio para hacerlo. Por eso...

—¿Por eso, qué? —le corta Logan, contrariado. No sabe con quién está más molesto, si con Grace por su comportamiento pueril o con Dustin por su impasividad hacia el tema—. Snake Man, ¿permitiste que Grace se fuese de fiesta con unos desconocidos porque le diste celos con Victoria?

—Yo no le di celos con nadie, chato. Todo se lo imaginó ella —rebate él, incómodo—. Victoria se alejó de Mike y los demás, como hice yo. En clase solo nos quedamos nosotros, era lógico que estuviésemos juntos. Somos amigos desde niños.

—Pero Victoria fue tu novia, antes de Grace, ¿no? Pareces muy seguro de que ella no sienta ya nada por ti.

—No lo hace —asegura—. Lo único que quiere es estar con sus amigos, conmigo y con Grace, aunque ella la rechace. Intenta ser mejor que lo que fue. Igual que yo.

—Entiendo entonces que Grace esté celosa —confiesa Logan, tras un resoplido—. Seguro que cree que Victoria ahora intenta parecer buena chica para que vuelva a gustarte a ti.

—El mundo no gira en torno a mí, lemming. Y eso Victoria ya lo ha aprendido —le dice, convencido—. Ahora la que falta por aprenderlo es Grace.

Las palabras de unos y de otros confunden a Dustin, a pesar de ser tan claras. Para él es cada vez es más evidente que esta situación es incómoda y que negarlo es una estupidez, pero se siente incapaz de decir nada al respecto. Cree firmemente que cualquier cosa que él pueda decir arruinaría la felicidad del resto.

Se enreda en sus propios pensamientos, trata de hilarlos con sus recuerdos. Su mente se encuentra tan ofuscada que tarda en reaccionar a la voz de uno de sus amigos, dirigiéndose a él. Como si de pronto despertara de un sueño, recupera la noción del tiempo y sale de sus profundas cavilaciones, para atender a la persona que le está hablando: Logan.

—Dust, ¿estás bien?

Su intención es asentir a la pregunta, pero entonces mira a su alrededor y se percata de que ya no está en el mismo lugar que hace unos segundos: sentados alrededor de la hoguera, en la arena de la playa, el resto del grupo observa a Dustin con expresiones de extrañeza o de cachondeo, en el caso de Ian y Paula. Tiene a un lado a Logan y al otro a su hermana pequeña, que ahora se miran entre ellos como si se hablaran mentalmente de lo que acaba de pasarle.

Ya es de noche y no tiene ni idea de cuanto tiempo ha podido pasar desde que estuvieron conversando, en el agua. Es consciente de que acaba de sufrir otra de sus odiosas lagunas, pero se siente igual de desubicado que la primera vez que le ocurrió.

—S-sí, perdón... estaba...

—Decíamos de jugar a un juego —le repite Elisa, paciente—. El juego de "Verdad o atrevimiento".

—¿Sabes cuál es ese, no? —le pregunta Ian, como si esperase una respuesta negativa para poder reír más—. Se pone una botella en medio y alguien la gira. A quien señale, toca hacerle una pregunta, que deberá responder sinceramente. Y si no la responde... debe asumir un reto.

—S-sé lo que es... Ian —responde, costándole cada vez más ocultar su molestia hacia él.

—¡Genial! ¡Empiezo yo! —exclama de pronto Nate, adelantándose al centro del círculo para alcanzar la botella, colocada encima de una libreta a modo de superficie firme donde girar—. Salí elegido por la mano inocente, así que, ¡me toca!

—Te ha pasado otra vez, ¿verdad? —le pregunta Heather en voz baja, a su hermano—. El vahído...

—Estoy bien... tranquila —le asegura, con una sonrisa de cortesía—. ¿Me... perdí algo importante?

—Creo que no... —sopesa ella, mientras ve que la botella ya estaba dando vueltas sobre sí misma, gracias a la inercia que le dio Nate con la mano—. ¡Ay...!

—¡Mira, te ha tocado, Miss Cup Cake! —anuncia Paula, risueña, señalando a Heather—. ¿Verdad o atrevimiento?

—Eh... Eh.... Ay... ¡Verdad!

—¡Oh! Empezamos fuerte —se regocija Nate, aclarándose después la voz. Se mira con sus amigos y sonríe, con cara de haber pensado ya una pregunta acertada—. A ver, Heather... ¿Cuál es el mayor secreto que le ocultas a tu familia?

—¿Pero qué puta pregunta es esa? —salta Logan, enseguida—. ¡Nate...!

—¡Atrevimiento! —le interrumpe Heather, sin importarte que la negación pueda ser más perjudicial que la propia respuesta—. ¡Elijo atrevimiento!

—Oh, vaya. Y eso que parecía la más inocente de todos nosotros —se ríe Ian—. ¿Qué será, que oculta cadáveres en el jardín?- ¡Eh!

—Nos vamos callando, ¿sí? —le pide Elisa, tras darle un codazo bajo la costilla—. Adelante, Nate. Propón el reto para Heather.

—Uhm... ¡ah, ya lo tengo! —resuelve, y chasca los dedos—. ¡Te meterás en el agua!

—¡Sí hombre! ¡Tú fumas! —abuchea Logan, de nuevo—. ¡No puede hacer eso!

—No pasa nada —le dice Heather, poniéndose en pie. Logan y Dustin se miran entre sí, alarmados—. ¡Solo será un momento! —asegura, con una sonrisa confiada.

Bajo la atenta mirada de su hermano mayor y de sus amigos, Heather se dirige descalza hacia la orilla del mar. Una vez llega hasta allá, y ante la expectación de Elisa y los demás, la chica deja que el agua la cubra hasta los tobillos, donde chapotea un poco y acto seguido se aleja, regresando con el grupo con una risa nerviosa provocada por el frío.

—¡No especificó hasta donde debía llegarme el agua!

—¡Mierda! Tiene razón —murmura Paula, tras un respingo. Empuja flojo a Nate, que se ha quedado pillado—. ¡Hay que ser más claros, tíos!

—¡Bien jugado, Heat Her! —vitorea Logan, alzando la mano para que ella choque.

Dustin se contagia del regodeo de los suyos, aliviado al ver que su hermana sabe torear con facilidad los intentos de evidenciarla de Nate y los demás. 

—¡Me toca a mí, ahora! —anuncia la chica, acercándose a la botella.

La hace girar con un giro de mano y el grupo se mantiene atento al frasco, hasta que deja de dar vueltas, deteniéndose con el embudo hacia Ian.

—Hostias... esto huele a venganza desde ya —se lamenta él, entre risas.

¡Toma karma, gilipollas! —se ríe Logan, con una voz grave impostada, y con él los demás.

—¡Oh, no te preocupes! Según tú, soy "la más inocente de todos", ¿no? —le recuerda Heather, con una ceja alzada que denota la malicia con la que iría cargada su propuesta.

—¡Lo eres, lo eres...! Por favor, sé buena...

—No le hagas caso, chatina. Sé cruel si quieres, que se joda —le insta Keith, entretenido.

—De acuerdo, de acuerdo... ¡entonces, pregunta! —dice, y se lleva la mano al mentón, pensante—. ¡Bien! Ahí va: ¿Qué es lo más extravagante que has hecho en tu vida?

—¿Extravagante? ¿Te refieres a raro?

—¡Sí! Algo que jamás confesarías.

Ian se queda pensando mientras su expresión pasa por distintos gestos de dolor, asco e incluso un ademán de arcada, que provoca las risas entre Paula y Grace.

—Agh, ¡a la mierda! Prefiero reto —concluye él, derrotado.

Los demás ríen ante la revancha conseguida por Heather, que ahora sonríe satisfecha.

—¡Bien! Te reto a que hagas cien flexiones, diez sentadillas y cinco planchas, ¡seguidas!

—¿Qué? ¿En serio? —suelta, tras una sonora carcajada—. Eso lo hago yo con la punta del-

—¡Pues hazlo, adelante!

Ian se incorpora de un salto, viniéndose arriba cuando el grupo empieza a corear su nombre. Se aleja del círculo de la hoguera y se dispone a comenzar con los ejercicios, motivado al principio. Cuando pasa de la quinceava flexión, se hace evidente su cansancio.

—¡Míralo, el surfista! Parece ser que no está tan en forma como presumía —se cachondea Keith, entre las risas de los demás.

—¡Que te den! ¡Es que me ha dado un tirón...!

—Creo que será mejor que continuemos nosotros. Eso va para largo —propone Elisa—. Venga, tira tú por él, Paula. Eres la que se sienta a su lado.

—¡Guay!

—Claro, adelante —concede Felicity, mientras mira a aquel—. Con él fuera de juego, creo que estaremos más tranquilos...

—Está bien... ¡allá voy! —advierte, haciendo girar la botella con gran impulso.

Cuando esta deja de dar vueltas, el embudo se detiene señalando a la persona que tiene delante: Dustin.

—Uf, Paula... con cuidado ahí, ¿eh? —le avisa Keith—. Que Krausser tiene la cabeza un poco desubicada, no hagas preguntas raras.

—¿Preguntas raras? ¡Bueno! —Se encoge de hombros—. Si no quieres responder, elige reto. Es fácil —le dice al señalado por la botella, el cual asiente—. ¡Vamos allá! Dinos, Dustin... de todos los que estamos aquí, ¿con quién te gustaría salir?

—¿S-salir...?

—¡Sí! Quién te gusta, con quién querrías estar, a quién le harías de todo... ¡ya sabes!

—¡Paula, por dios! —le reprocha Elisa, entre risas.

—Me da a mí que va de cabeza a pedir el reto... —asume Keith, negante.

Dustin mantiene los ojos puestos en la llama de la hoguera. El calor que empezaba a desprender la confianza de la situación se está convirtiendo ahora en quemazón, en el pecho; lucha por no ceder ante su impulso de responder a la pregunta con una simple mirada hacia Grace.

De entre los presentes, no solo Grace se mantiene atenta a la respuesta del rubio; Felicity se encuentra tan tensa como Logan o Heather, y de pronto una de ellos entona una contestación en lugar del señalado:

—Elije reto... mejor —le aconseja Victoria, echando una mirada de reproche hacia Paula.

A Paula se le ilumina la cara, como si acabara de hallar oro. Clava sus ojos en Dustin, esperando su respuesta.

—...Elijo reto —murmura al fin, decaído.

Se consuela al pensar que, al menos, consiguió no mirar hacia Grace y ponerse más aún en evidencia. Ni la incomodó a ella o a su novio, con la respuesta.

—¡Fantástico! —se regodea Paula, sonriendo y dando palmadas de alegría contenida—. ¡Allá va!: Dustin, te reto a que beses a Victoria.

Las risas de Elisa y Keith se unen a los abucheos sorprendidos de Logan y Heather. Victoria, tan ruborizada como Dustin, reacciona con un cruce de miradas estupefactas.

—¡Buh, fuera! ¡Ese reto no tiene nada de riesgo! —amonesta Logan.

—¡Paula, eres una cizañera! —asegura Keith, entre risas.

—¿Pero eso no estaba vetado? ¡Lo de los retos románticos! —increpa de pronto Grace, completamente descolocada ante la situación.

—Yo no recuerdo haberlo prohibido —reconoce Elisa, entretenida—. Además, solo es un beso, nadie va a morir de algo así.

—¡Sí, y seguro que él tampoco se acuerda! —se ríe Paula, disfrutando demasiado con su oportunidad de comprobar sus sospechas románticas entre Dustin y Victoria—. Con tanto vahído... Igual luego ni se acuerda de esto, tampoco.

—Os estáis pasando ya un poco, ¿no? —le reprocha Felicity a Paula, en un tono moderado que pretende que no sea escuchado por todos. De fondo, se sigue escuchando a Ian contar sus flexiones—. Ya no tiene gracia.

—No, no. Si Gracia no tiene —admite ella, riendo—. Por eso mi reto es tan gen-- ¡oh!

Se interrumpe a sí misma cuando ve que Dustin se levanta de su sitio y camina, por fuera del círculo, hasta llegar hasta Victoria. Ante el asombro inmóvil de sus amigos y de su hermana pequeña, el rubio se arrodilla al lado de la chica, haciendo que esta se voltee, atónita. Él le toma la cara con una mano, para acto seguido acercarse a ella y juntar los labios con los suyos.

Dustin ideó afrontar el reto como un acto rápido y en cierto modo doloroso, por la razón que le llevó a negar responder a la pregunta inicial. Pero, al llevarlo a cabo, se topa con una fugaz sensación de dulzura, al encontrar los labios de Victoria más receptivos de lo que esperaba; la chica posa su mano sobre la mejilla de él, alargando el momento unos segundos más e intensificando el casto beso que él inició. El rubio entonces se retira del todo, regresando a su característica torpeza cuando decide incorporarse y regresar a su sitio, vergonzoso, mientras de fondo oye al resto del grupo reaccionar de distintas maneras a la escena.

—¡Madre mía, Krausser! —silba Keith, dando unas palmadas—. ¡Fuiste a por plata y encontraste oro, eh!

—¡Lo sabía, lo sabía, lo sabía! —canturrea Paula, orgullosa. Se lleva las manos a las mejillas y se menea en el sitio, conteniendo su emoción—. ¡Mi radar para detectar amoríos sigue intacto! ¡Os lo dije! ¡A Vicky le gusta Krausser!

—¿¡Que qué!? —brama Ian desde detrás, dándose de bruces contra el suelo al fallarle el brazo en plena flexión, provocando que las carcajadas de Paula y Nate se acentúen—. ¡Hijos de puta...!

—¿Pero es en serio que te gusta Dust, Victoria? —le pregunta Logan, curioso.

En su voz es reconocible un tono de conformidad con la posibilidad, que a Keith le hace alzar las cejas y esbozar una sonrisa entretenida.

—¡Que solo ha sido un beso! ¡Dejad de inventar tonterías, haced el favor! —exige Victoria, cruzándose de brazos y creyendo que el rubor de sus mejillas pasará desapercibido, gracias a la luz de la hoguera—. ¿Qué tenéis, cinco años? ¡Madurad! ¡O sea, un beso no tiene por qué significar tanto!

—Claro que no —asiente Grace, con los brazos igualmente cruzados y los ojos puestos en Dustin, que sigue con la mirada gacha desde que se sentó en su lugar—. Estamos jugando, no hay por qué tomarse en serio lo que se haga aquí, ¿no?

—Por supuesto, estamos aquí para divertirnos, chicos. No olvidemos eso, ¿ok? —les recuerda Elisa, con un tono que pretende limar asperezas.

Coge de una de las bolsas y saca una de sus botellas de taurina, de la cual bebe antes de continuar hablando, dirigiéndose al que acaba de realizar el reto.

—Vamos, Dustin, te toca. Tienes que hacer girar la botella, venga.

Sin mediar palabra, el rubio toma la botella y la hace girar de un seco toque de muñeca. Se recoloca en su asiento con la desgana propia de quien no tiene intención de hacer nada más después de eso.

—¡Anda, mira! —salta entonces Elisa—. Me tocó a mí.

—Vamos, Krausser, tienes que preguntarle algo a Ellie —le explica innecesariamente Keith.

Logan ve tan desganado a su amigo que decide interceder:

—Oye, Ellie, ¿y si lo dejamos ya? Podemos hacer otra cosa.

—¿Qué? ¡No! Venga, si ahora toca preguntarme a mí. Puedes despacharte a gusto si quieres, vamos.

Dustin deja entonces de mirar la llama de la hoguera, para fijar sus ojos en los de Elisa, justo al otro lado de donde él se encuentra sentado en el círculo. Para la chica no pasa desapercibida su expresión de irritación contenida, a la que responde únicamente con una sonrisa de desconcierto.

—Pregunta, Elisa —comienza a decir Dustin, con aplomo—. ¿Tú también tienes Stigma?

A Elisa se le esfuma la curva de los labios, contagiándosele el duro gesto de Dustin. Logan entonces alza una ceja, enrarecido ante la pregunta.

—¿Stigma, Ellie? —cuestiona, divertido—. ¡Qué va! Solo sabe mucho del tema, pero de ahí a tener uno ella...

—Menudo insulto, tío —suelta Ian, habiendo regresado de su reto, claramente fallido. Se sienta entre Elisa y Paula, y desde ahí observa a Dustin con cierto desdén—. Ellie no es un bicho raro como vosotros. ¡No flipéis!

—No, no flipes tú. Te estás pasando ya, Ian —le reprocha de pronto Logan—. Mis amigos no son bichos raros, ¿te enteras ya?

—Claro que lo son. Todos lo somos —asegura Elisa, recuperando su actitud relajada. Disimula francamente bien que Dustin ha tocado un tema bien espinoso para ella—. Y puedo responder sin problemas, dejad de llorar.

—Pero esa pregunta fue súper personal, Ellie —insiste Paula—. ¡Acordamos que serían cosas sencillas! Sin importancia.

—Bueno, no es como si las preguntas de Nate o tu reto del beso no fuesen algo personal —le recrimina Felicity, con tono de haberse estado aguantando una frase así durante demasiado rato—. Así que ahora le toca responder.

—Pero bueno, encima de que los invitamos con nosotros, ¡se ponen bordes! —se queja Paula, con una risilla atónita—. Ay, Logan. Qué raritos que son, tus antiguos amigos.

—Sí, tío. No me extraña que pasases de ellos —suelta Nate, tras un silbido.

—Yo no pasé de nadie, imbécil —le reprende Logan—. No hables de lo que no sabes.

—Sí, Dustin. Tengo un Stigma —responde entonces Elisa, interrumpiendo el enfrentamiento que comenzaba a arremolinarse en el grupo—. Y como ya he contestado, ahora me toca preguntar a mí.

La tensión es palpable en el ambiente. Impide que ninguno de ellos se atreva a preguntar en voz alta cuál es ese Stigma que Elisa ha dicho tener. Sus amigos de siempre la observan atónitos, pues desconocían ese detalle sobre ella, a pesar de los años de amistad que los unen. Logan y los demás se encuentran tan desubicados como ellos, paralizados por la duda de por qué les habría ocultado algo así, cuando hablaron del tema anteriormente.

Elisa aprovecha ese silencio para continuar con el juego que ella misma propuso, haciendo girar la botella sin dejar de mirar fijamente al que le formuló la pregunta a ella, desafiante.

Una suave brisa de aire sopla y mece de forma imperceptible el flequillo de Elisa. La botella finalmente se detiene, encarando su cuello directamente hacia la persona que Elisa miró desde el momento en que la hizo rodar.

—Dustin. Qué cosas, te ha tocado otra vez —le dice ella, con fingido asombro.

—¿Qué? Oh, venga —bufa Logan—. ¿La has movido a voluntad, Ellie?

—No jodas, ¿en serio? —cuestiona Ian, sin entender nada.

—Qué va. Ha sido el destino —les aclara ella, calma—. Mi Stigma va más allá de mover botellitas con la mente. No os volváis locos todavía.

—Adelante. Pregunta, Elisa —le pide Dustin, convencido de que la situación entera se ha vuelto un asunto demasiado personal.

El crepitar del fuego y el sonido de las olas se entona en el silencio. Elisa esboza una amplia sonrisa, como si la repentina determinación de Dustin la halagase de algún modo. Sentada de rodillas, inclina levemente su cara hacia delante, sin quitar sus ojos de él.

—Dime, Dustin Krausser, —cuestiona, clavando en él sus fríos ojos azules— ¿Quién fue la persona que te dio el cambiazo de las pastillas?

La pregunta se le atasca en la garganta, incapaz de responder. El fuego de la hoguera ha dejado de darle calor, sustituyendo la calidez de la confianza ciega por un frío inmensamente molesto. Antes de que Dustin pueda contestar o alguno de sus verdaderos amigos tome la palabra en su defensa, Ian vuelve a abrir su boca para decir lo primero que le viene a esta:

—¿Pastillas? No jodas, ¿qué pasa, que era un yonki? —se ríe, confuso—. ¡Un yonki motorista!

Esa simple expresión. Una broma caída en el peor lugar posible, colada por un recoveco de la memoria agrietada de Dustin. Sin poder llegar a entender por qué, los ojos se le aguan en cuestión de segundos. Una sola lágrima le recorre la mejilla tan rápido como un relámpago. Oye de fondo a Logan encarar a Ian por su bocaza y también a Paula, cuando esta última le repite que solo fue una broma estúpida, buscando tranquilizar en vano la situación.

«No entiendo nada», se repite Dustin una y otra vez, frustrado por no comprender el motivo de sus lágrimas. Por dejarlas ver ante tanta gente cuando ni siquiera él sabe explicarlas. «¿Por qué esta mierda duele tanto?».

—Logan... ¿qué le has contado a esta tía? —exige saber entonces Felicity, dedicando a Elisa una mirada de completo desprecio.

—Yo no le conté nada, Felicity —repone enseguida, profundamente ofendido por su desconfianza—. Solo le dije que fue un tropiezo con su don.

En ese momento, Grace clava sus ojos en Victoria, con gesto de revelación.

—Fuiste tú, ¿no es así? Claro, ¿por qué si no iba a aceptarte Ellie en el grupo? —le incrimina, ignorando su expresión de incredulidad—. Tú eres la única que sabía eso. Por tu papi, ¿no? Debiste pensar que contar secretos de otra persona te convierte en alguien interesante, ¿verdad?

—¿D-de qué estás hablando, Grace? Yo jamás haría algo así... ni siquiera tengo tanta confianza con Elisa —niega de forma entrecortada, más preocupada por la opinión que pudiese tener Dustin de creerla que por ella—. Dustin, yo no...

Ve que él sigue con los ojos mojados y clavados en el fuego, sin mostrar rabia más allá de la mandíbula apretada. Su hermana Heather se encuentra a su lado, afianzando su brazo entre sus manos, preocupada por su falta de respuesta.

—Ellie, en serio, ¿de qué vas? —cuestiona con tirantez Keith—. Me prometiste que te portarías bien con ellos. Con él.

—Y lo he hecho —le asegura, completamente tranquila. Recupera su bote de taurina para beber de él—. Esto es justo lo que vuestro amigo necesita, ¿tan ciegos estáis? Necesita que se ahonde en sus lagunas. En sus interrogantes —explica, como si fuese lo más obvio del mundo. Mira a Logan cuando continúa hablando—: Lo último que tiene que hacer es intentar huir como una rata. Ignorar que no ha pasado nada grave, como hacen sus padres. Eso lo acabará matando, lenta y silenciosamente, ¿es que no lo veis?

—¿Por qué hablas como si conocieras de algo a sus padres? ¿Acaso tienes algún derecho a juzgarlos? —pide saber Felicity.

Su hermana Grace observa a su reciente amiga Elisa, desconociendo también ese dato.

—No es a mí a quien deberíais preguntar tanto, chicos —le responde, habiendo dado un sorbo a su bebida—. Tal vez deberíais preguntaros si Arnold Krausser o Sebastien Monsang os están contando toda la verdad, o por el contrario solo están haciendo honor al nombre de su ciudad natal, Schuld City: "La ciudad de la culpa".

Logan no puede creer lo que está oyendo.

—¿De qué coño estás hablando, Ellie...?

Ante el silencio de la morena de ojos azules, Dustin responde con un simple movimiento, incorporándose de la arena y consiguiendo al fin formular una frase del tirón.

—Se ha hecho tarde. Deberíamos irnos.

—Claro. Por hoy ha estado bien —admite Elisa, impasible ante la dureza del tono del rubio—. Podemos vernos otro día, cuando hayáis pulido un poco vuestras... absurdas limitaciones —dice, y mira hacia Grace—. No te lo tendré en cuenta si te vas con ellos hoy, no pongas esa carita.

—Ya hablaremos de esto, Ellie —asevera Keith, levantando de su sitio y yendo junto a su novia, ayudándola a levantar—. Te has pasado siete pueblos.

—Es que los pueblos me aburren, prefiero ir directa a la gran ciudad —sonríe ella, inalterable frente a cualquier acusación que le dirigieran—. En fin. Siento las formas, supongo.

Negante, Logan termina por acompañar a Dustin y a su hermana, una vez estos han recogido sus cosas. Keith les sigue, junto a las hermanas Cloverfield, y no rechaza a Victoria cuando esta se apura en recoger también lo suyo para marcharse con ellos.

—Buenas noches, chicos —se despide Elisa, sin girarse para ver como se el grupo se aleja.

El crepitar del fuego es la única respuesta que la chica obtiene. En el silencio, Paula formula una pregunta a su amiga, por primera vez seria en todo lo que lleva de noche.

—...Vas a tener que contarnos unas cuantas cosas, ¿no?

Elisa responde con un trago a su bebida, preparándose para las largas explicaciones que le esperan esa noche a sus amigos de toda la vida. 

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