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27. El ánimo de acero



—¡Te ha vuelto a ganar, Logan! ¡Stevie te está ganando!

—Finalmente —admite Logan, solemne, mientras deja el mando sobre la mesa—. ¡Parece ser que el alumno superó al maestro, al fin!

La niña rubia ríe ante su reacción y aplaude, mientras Stevie mira a uno y al otro, conteniendo su alegría. Logan sigue sonriéndole, pero el niño no reacciona hasta que este se le abre de brazos, sentado a su lado en el sofá.

—¿Lo dices de verdad? 

Apenas le dedica un fugaz acercamiento que no llega a abrazo, como con reparo hacia el contacto físico.

—Pero ¿eso significa que ya no jugaremos juntos nunca más?

Suena el timbre de la casa en ese momento, pero ninguno de los tres le hace caso, inmersos en su importante asunto.

—¿Qué? ¡Claro que no, Stevie! —se ríe él, revolviéndole el pelo al chiquillo, tranquilizándole—. Eso solo significa que ahora eres mejor que antes. Y que podrás enseñar a Nicolette. ¿No es genial?

—¡Sí! —exclama Nicolette, entusiasmada. Se sube al sofá y voltea sobre él, asomándose hacia la parte de atrás y dando pequeños saltitos—. ¿Has oído eso, Ellie? ¡Stevie va a enseñarme a jugar a sus juegos!

Su hermana mayor pone una expresión de sorpresa dramatizada, caminando en ese momento en dirección hacia la puerta principal. Carga en brazos a otra niña de un par de años, a la cual aúpa con un solo brazo antes de dejarse libre la otra mano para abrir la puerta.

—¡Madre mía! Eso es maravilloso, Nico —afirma, abriendo la puerta y recibiendo ante ella a sus nuevos amigos, Dustin y Heather—. ¿Qué hay, chicos?

—¡Hola, Elisa! —saluda de pronto Heather, meneando la mano. Dustin se limita a sonreír y asentir con cortesía.

—Enhorabuena, ¡habéis encontrado la casa de Stevie a la primera!

—Sí —admite Dustin, rascándose la nuca—. Sebastien ya se sabía el camino, por Logan. Él es quien nos ha traído.

Elisa asiente ante el curioso detalle, viendo desde ahí como la limusina negra sigue allá delante aparcada. Ella saluda hacia allá con la mano, meneando los dedos. Se le queda una expresión divertida cuando ve, en la lejanía, que la única respuesta del mayordomo de Logan es un simple asentimiento de cabeza, desde el vehículo. Acto seguido se marcha de allí, igualmente serio.

—Me cae bien ese hombre —confiesa Elisa, entretenida.

Antes de que Dustin pueda saciar su curiosidad y preguntarle en voz alta si es que conoce también a Sebastien, Heather continúa hablando.

—¡Buf, sí! Menos mal que está él, ¡porque guiarse por las indicaciones de Logan no suele ser muy fiable...!

—¡Eh! ¿Estoy oyendo difamaciones hacia mi persona? —exige saber el afectado, asomándose al sofá de igual manera que Nicolette, que ríe—. ¡Mi orientación es perfecta!

—Perfectamente inexistente —matiza Elisa, cerrando la puerta una vez los hermanos pasaron dentro. Heather ya se ha distraído, haciéndole bobadas a la niña de cabello corto y castaño que Elisa sostiene.

—¿Esta es la hermanita de Stevie? ¡Pero qué monada, por favor!

—¡Efectivamente! Esta es Lara —explica su niñera, cogiéndole una manita y animándola a saludar con ella a sus invitados—. ¡Dile hola a los amigos de Logan!

—¡Ay, que me está saludando! —se emociona Heather, haciendo ya gestos que evidencian sus ganas de coger a la niña en brazos—. ¡La quiero, la quiero para mí!

—¡Adelante, toda tuya! Que necesito un traguito de taurina, antes de irnos —le dice Elisa, cediéndole a la niña. Los brazos de Heather parecen resultarle un buen lugar a Lara, que ni se altera ante el cambio de cuidadora—. Oye, se te da bien esto. Podrías venir a ayudarnos con los nenes a Logan y a mí, ¿eh? —desliza, de camino hacia la cocina.

—¿De verdad? —cuestiona. Enseguida mira a su hermano con brillo ilusionado en los ojos—. ¿Has oído eso...?

—Sería genial —admite él, cruzándose de brazos y asintiendo, asombrado por la estampa maternal que protagoniza su hermana pequeña.

—Vale, pero nada de ponerla en contra mía, ¿eh? —le pide Logan, llegando con ellos, saludando a su amigo con un palmeo en su brazo—. ¡Soy un héroe para ellos!

—¡Sí! ¡Logan es el más guay! —asegura Stevie, que acompañó a su "maestro" y este, a su vez, fue seguido por Nicolette. A Dustin le viene un flash al ver a estos dos niños tan unidos, viendo en ellos a una versión en miniatura de su hermana Heather y de su amigo Logan—. ¡Él lo sabe todo sobre videojuegos!

—¡Eso no te lo voy a negar! —concede Heather, entre risas—. ¿Tú debes de ser Stevie, verdad? —le pregunta, con tono endulzado—. ¡Yo soy Heather!

—¡Encantado...!

Nicolette entonces abre mucho sus enormes ojos claros, afanándose en tirar de la camiseta de Logan. Él se extraña, prestándole atención.

—Es muy guapa, Logan —le susurra a este, cuando consigue que se agache a su altura y oiga su "secreto"—. ¿Es tu novia?

—¿Qué? ¡Pero Nico! ¡Qué dices, qué cosas tienes!—ríe enseguida él, de pronto nervioso. 

Ni Dustin ni Heather han oído la pregunta y ahora lo miran enrarecidos. Tampoco Stevie lo escuchó, así que comparte el gesto extrañado. 

La niña rubia se ríe, ante la situación que ha provocado.

—¿Nico? ¿Qué has hecho ahora? —le pregunta su hermana mayor, regresando de la cocina con su bebida energética en la mano. Llega hasta ella y le toca una de las coletitas—. No estarás chinchando otra vez a Logan, ¿verdad?

—Jiji... ¡no! —asegura, haciéndole un gesto con la mano para que le acerque la oreja y pueda compartirle el secreto.

—¡Eh, no! —advierte Logan, sintiéndose indefenso—. No le hagas caso, ¿eh?

Mientras Nicolette transmite su inquietud a su hermana y esta se lo ríe, Dustin se ha quedado observando un detalle en el pequeño Stevie, el niño del que Elisa debe cuidar en las ausencias de sus padres: se fija en sus delgados brazos, completamente recubiertos con vendajes que le llegan hasta la palma de las manos. Se pregunta en silencio qué motivo puede haber, imaginando ya algo similar a lo que le ocurre a su amigo Logan, que suele cubrir los eccemas de sus dedos con pequeñas vendas.

El pequeño fija entonces sus ojos verdes en Dustin, ladeando su cabeza, curioso ante su atención.

—¿Tú eres "Dust"? —le pregunta, llevándose una mano hacia el brazo y sosteniéndolo. 

Dustin comprende que se ha dado cuenta de que le observaba por sus vendajes.

—S-sí. Soy el... amigo de Logan. Dustin —le responde, ofreciéndole una sonrisa que al momento se le contagia al nene. 

Elisa también sonríe, al estar ahora pendiente de esta conversación.

—Eres muy alto —aprecia, con timidez—. Casi tanto como mi papá.

—Vaya, ¿d-de verdad?

—Sí —confirma, todavía con su mano sobre el antebrazo vendado—. Él es súper fuerte. Y da unos abrazos increíbles... pero yo no puedo abrazar tan fuerte como él...

Ante el gesto interrogativo de Dustin, Elisa decide tomar la palabra.

—Oye, Stevie, papá y mamá no tardarán en llegar —le anuncia con dulzura—. ¿Qué tal si vais ordenando un poco el salón, para que cuando vengan lo vean todo limpito?

—Sí, venga. Que yo os ayudo —añade Logan, dirigiéndose ya hacia la sala en la que estuvieron jugando antes.

Stevie y Nicolette asienten con efusividad a la propuesta, apresurándose a realizar el trabajo en equipo con su admirado Logan. Heather ríe ante la estampa, todavía con la hermana pequeña de Stevie en brazos.

—Stevie sufre una deficiencia física, Dustin —le explica Elisa, una vez los niños se han entretenido lejos con su amigo. Heather lo escucha también, mirándola a ella y apenando ligeramente el gesto al oírlo—. Es lo que llaman vulgarmente "huesos de cristal". Su padre tiene Stigma y es, precisamente, todo lo contrario a su hijo: su cuerpo es capaz de volverse de acero. Por eso su madre siempre ha pensado que el rastro del Stigma en su marido tuvo algo que ver con esa debilidad... que de algún modo sufrió las consecuencias de aquella intoxicación.

—¿Intoxicación? —cuestiona entonces Dustin—. ¿A qué te refieres con...?

—¿No lo sabíais? —pregunta, mirando a ambos hermanos—. Hay gente con Stigma adquirido. Hace años hubo... una fuerte contaminación en esta ciudad, a raíz de unos atentados en los suburbios, años después de la guerra que hubo entre humanos y gente con Stigma: se dice que fueron algunos de sus supervivientes los que promovieron ese terrorismo.

Hace una pausa, para mirar hacia unas fotografías cercanas en las que aparece Stevie con su familia. Dustin y Heather giran su mirada a ellas, al ver a Elisa hacerlo.

—Mordecai, el padre de Stevie y Lara, comenzó a sufrir los efectos siendo solo un adolescente. Él es huérfano y no recuerda de forma clara su infancia pero, valga la paradoja, su mujer Teresa le conoció gracias a esto. Ella trabaja como reportera de investigación aquí, en Schuld City, y desde hace años ha estado recabando información sobre este tema tan... complejo.

—Tal vez por eso nos mudamos —resuelve Heather, pensante—. Quizá mamá creyó que alejándonos de la ciudad nos curaríamos.

—Así que vuestros padres también lo ven como una enfermedad —adivina Elisa, dando un sorbo a su bebida—. Interesante... Y decidme, ¿cuáles son vuestros dones, chicos?

—Velocidad —responde con simpleza Dustin, apartando fugazmente la vista. Gesto que Elisa interpreta como vergüenza—. Y ella...

—No puedo tocar a nadie con Stigma, o copiaré sus habilidades —le completa su hermana pequeña, mostrando a Elisa su mano enguantada, en pleno mes de verano—. Aunque mamá nos ayuda a controlarlo, siempre lo ha hecho. Ella de jovencita era científica, ¿sabes? Trabajaba en un laboratorio aquí en Schuld City, antes de mudarnos a Kerzefield —le cuenta, con tono orgulloso—. Ideó una medicación adaptada a nosotros.

Elisa se mesa la barbilla, intrigada ante este dato. Mira de soslayo al hermano mayor de Heather, que sigue con la mirada apartada, ahora en las fotografías de la familia de Stevie.

—Ya veo...

La puerta principal entonces se abre, tras un sonido de llaves abriéndola y una voz masculina y enérgica anunciando su inminente llegada.

—¡Stevieee! ¡Laraaa! —exclama Mordecai, al cruzar la puerta. Sin duda es el hombre alto y corpulento de las fotografías. Sus ojos verdes son como los de su hijo Stevie—. ¡Ya estamos aquí! ¡No os escond-...! ¿eh?

Al topar en su camino directamente con Heather sosteniendo a su hija, se detiene en seco y abre de brazos al tiempo que la niña, sonriendo más.

—¡Ahí tenemos a una! ¡Larita!

—¡Oh! ¡Mira quien vino! —le dice Heather a la niña, mientras la insta a pasar de unos brazos a otros.

La chiquilla se echa a reír en cuanto su padre la coge en sus formidables manos y comienza a menearla en el sitio. Heather se contagia de su risa, ante la repentina muestra de cariño. Dustin en cambio reza internamente porque la niña también posea la habilidad de volverse de acero, en caso de caer al suelo ante tanta sacudida o de darse contra el techo.

—Buenas tardes, Elisa —saluda Teresa, sonriente. 

Se arrima a Lara para saludarla con un beso en la frente, frenando un poco el entusiasmo de Mordecai con ella.

—¿Son estos tus amigos? —pregunta, mirando a Dustin y a Heather con cortesía. Los hermanos ven en ella ciertas similitudes físicas entre Teresa y su madre Claudia, ambas con media melena castaña y de piel bronceada.

—¡Así es! Estos son Dustin y Heather Krausser. Los amigos de Logan.

—¿Krausser? —cuestiona Teresa, sin ocultar su expresión de sorpresa. Tras mirar a uno y al otro, se dirige al más mayor—. ¿Sois los hijos de Arnold Krausser?

—¡Anda, claro! ¡Sí! —resuelve de pronto Mordecai, aflojando su entusiasmo con Lara, que aún reía—. Por eso son amigos de Logan, el chico de Sebastien. ¡Ahora le veo el sentido!

—¡Papá! —exclama Stevie, llegando de una carrera hasta su padre y afianzándose a su cintura desde un lado.

—¡Ah, ahí estabas! —le recibe él, sujetando ahora con un solo brazo a Lara para poder revolverle el pelo a Stevie—. ¿Qué tal lo habéis pasado, chicos?

—¡Genial! Logan me ha dicho que ya juego tan bien como él —le cuenta, entusiasmado. Al llegar Nicolette hasta su lado, prosigue emocionado—. ¡Dice que yo podré enseñar a Nico!

—¡Lo sabía! Si es que es más listo que el hambre, ¿a que sí? —le dice a Logan, sobre su hijo. 

Él asiente, muy convencido de esa afirmación.

—Y tanto. Me recuerda a mí cuando era chiquitín.

Mordecai se pone de cuclillas y sienta a Lara en su pierna, atendiendo a Stevie cuando él se pone a preguntarle sobre un tal "Colmillo".

—Qué casualidad, ¿no? —dice entonces Teresa, dirigida a Dustin. Su tono suena educado, a pesar de contener un gran interés—. No sabía que los Krausser vivieseis aún en Schuld City.

—Qué va, viven en Kerzefield, desde hace años —le explica Elisa. Se ve en la necesidad de aclararle el interés de Teresa a Dustin, al verle su expresión cohibida—. Teresa entrevista a personas relacionadas con el tema del Stigma, desde hace años. Y Sebastien es una de esas personas.

—B-bueno, mis padres siguen trabajando aquí, en su empresa —argumenta Dustin—. Pero... no tiene nada que ver con...

—Lo sé —asegura Teresa. En ese momento, su marido le pasa a su hija Lara, pues a la niña se le antojó abrazar a su madre. La mujer sonríe, tras darle un beso en la mejilla, y continúa hablando—. Una vez hablé con tu madre, hace ya tiempo. Me pareció una mujer muy agradable y accesible —le cuenta, rememorando—. Le pregunté sobre su conocimiento sobre el Stigma, y lo cierto es que me ayudó bastante.

Dustin se limita entonces a asentir a la mujer, educadamente. Este tema es uno que su familia ha estado tratando con recelo durante años, como un tabú. Le resulta extraño hablarlo con personas adultas, y más aún con quien no conoce.

—¡En fin! —resuelve de pronto Elisa, dando una palmada. Cortando el silencio que se ha formado entre Teresa y Dustin—. ¿Qué tal si nos vamos moviendo ya, chicos? La playa nos espera.

—¡Es verdad! Hay que ir moviéndose —reconoce Logan, con ánimo—. ¿Nos vemos mañana, Stevie?

—¡Claro! Podéis pasaros cuando queráis —le dice Mordecai, mientras Stevie asiente con efusividad ante la idea—. No tenéis que venir solo para cuidarles. Ya sabéis que esta es vuestra casa también.

—Muchas gracias, señor Montenegro —responde Dustin, mientras su hermana Heather se despide de Lara, haciéndole una carantoña en la nariz—. Son muy amables.

—Ah, llámame Mordecai, chico. "Señor Montenegro" me hace sentir viejo y ajado.

—El dilema del "padre guay" —le susurra Elisa, al pasar por el lado del rubio—. Teme convertirse en un anciano demasiado pronto.

—¡Lo he oído todo, que lo sepas! —le grita Mordecai, cuando la chica escapa hacia el exterior de la casa, riendo—. ¡Soy un tío joven, tengo un gran oído!

—¡Rápido chicos, montad en mi coche, antes de que el señor Montenegro saque el bastón y nos dé con él! —exclama Elisa entre risas, dirigiéndose hasta su vehículo en una carrerilla por el jardín.

—Podría aplastar tu cochecito con las manos si me lo propusiera, no me hace falta ningún bastón —asegura el padre de Stevie, cruzándose de brazos. 

Su hijo abre mucho los ojos, imaginando la posibilidad y emocionándose al visualizarlo.

—¡¿Enserio, papá?!

—¿Qué? ¡No! Que era una broma, ¡yo no voy por ahí reventando coches, Stevie! —le dice al niño, cuando este se le agarra de la ropa y le estira con insistencia, expectante. Teresa simplemente ríe, negante—. Yo cuido solo de Colmillo y de los demás tigres del zoo.

—Ese niño quiere ver el mundo arder —comenta Logan riendo, fascinado, ya dentro del coche de Elisa—. Me encanta, en serio.

—Te gustan los niños, ¿eh? —afirma Elisa, girando las llaves tras colocarse el cinturón de seguridad. 

Hace un gesto de despedida con la mano por la ventanilla a la familia Montenegro, al igual que Heather en la parte de atrás.

—La verdad es que te pega. Parece ser que lo llevas en la sangre...

—Anda, ¿y eso? —cuestiona él, entre curioso y vergonzoso. Enciende la radio tras pulsar el botoncito, a un volumen moderado, como una forma de distracción fallida.

—Bueno, Teresa me ha estado contando un poco sobre sus entrevistas a Sebastien, tu mayordomo —le explica, ya conduciendo y encarando el coche hacia la carretera—. Yo fui la que le preguntó. Sentía curiosidad por ti y por tu familia.

A pesar de tener la vista puesta en el paisaje de casas que es el barrio de Elisa, Dustin mantiene mucha atención a la conversación entre ella y su mejor amigo. 

El comentario de Teresa sobre su familia y su propia investigación le tienen un tanto alerta, pues no los conoce lo suficiente como para fiarse de ellos... pero se prometió a sí mismo confiar, por Logan.

—Bueno, él no es familia mía, eso lo sabes, ¿no? —le dice, rascándose la mejilla con el índice—. Solo es mi... tutor. Prefiero esa palabra, más que "mayordomo". Me suena demasiado pedante.

—Lo sé —asegura ella, sonriente. 

Dirigiendo el vehículo por la carretera hasta la costa, pronto abandonarían el paisaje de viviendas.

—Y lo entiendo. Él es más que un simple sirviente para ti, ¿verdad?

—Claro —responde con simpleza. 

Dustin y Heather cruzan miradas en ese momento. Como si pensasen al unísono y adivinasen que su amigo Logan está en ese terreno en el que siempre patina: su familia. Heather trata de pensar rápidamente en un tema con el que desviar la conversación, pero entonces Logan continúa hablando con Elisa.

—Él... él cuidó de mi madre.

—Geraldine. La hija de Logan Edler senior —añade Elisa, con énfasis. 

Logan se la queda mirando, por un momento atónito. Ella le devuelve la mirada y le dedica una sonrisa que pretende tranquilizarle.

—El antiguo dueño de vuestras mansiones. Se llamaba como tú, ¿lo sabías, no?

—Sí —contesta, dejando de mirarla para dejar sus ojos azules al frente de la carretera—. Lo sabía.

Logan se permite unos segundos para reorganizar sus respuestas, un tanto desubicado al verse a sí mismo hablando de su familia con alguien más. Siempre le ha sido costoso exponerlo frente a Sebastien, o incluso a sus amigos de toda la vida... pero Elisa posee un magnetismo extraño, una personalidad curiosa que le incita a arrojar luz hacia cualquier esquina oscura que pudiese existir. Tanto en su vida como en la de los demás.

Y eso es algo de lo que Dustin también se está dando cuenta.

—Mi abuelo se llamaba igual que yo. Él cuidaba de los niños que acogía, compartió con mi madre y con ellos su herencia —dice Logan, en un tono sobrio poco habitual en él. 

Heather vuelve a mirar hacia su hermano, ahora con gesto de preocupación, mientras Logan continúa hablando. 

—Sebastien me contó que los huérfanos vivían en la segunda mansión. La que ahora está deshabitada. Aunque mi abuelo nunca llegó a verla vacía, ya que murió años antes de que dejase de vivir nadie allí —dice, mientras se toquetea las venditas de los dedos y se rasca la palma de la mano—. A veces... le he querido preguntar a Seb por qué se quedó vacía. Y su única respuesta ha sido siempre la misma, la cual era bastante lógica, en realidad: los niños crecieron o fueron adoptados por alguna familia.

—Pero no te lo creías, ¿no? —adivina Elisa, mirándole de soslayo mientras conduce.

—Tampoco he tenido motivos para no hacerlo —asegura, encogiéndose de hombros. Mira por la ventana, viendo como el escenario exterior ahora muestra solo algún que otro árbol, en las afueras—. ¿Qué otra razón iba a haber? Entiendo que a Seb le duela sacar ese tema. Al fin y al cabo eran huérfanos, como yo.

Tras un silencio, sus siguientes palabras denotan algo más de desánimo:

—Puede que incluso lo siga estando porque yo le recuerdo a aquellos niños, o... a mi madre.

—Logan... —murmura Heather, con intención de apartarlo de ese pensamiento.

—¿Sabéis? Esas mansiones son enormes —afirma, intentando transformar su tono alicaído en algo más desenfadado, sin éxito—. Recuerdo cuando éramos pequeños y vosotros aún vivíais allí, ¿recordáis, chicos? —pregunta, girando la cara hacia los asientos traseros, a sus dos amigos—. Echo de menos aquellos días, cuando os teníamos de vecinos. Jugar allí al escondite era fantástico.

—Así que allí es donde vivíais antes de mudaros —asume Elisa, mirando a Dustin por el retrovisor principal. El rubio asiente, todavía con el semblante serio que le ha provocado su conversación con Logan—. En la segunda mansión Edler...

—Papá creció allí —explica Heather, juntando sus manos sobre sus piernas—. Él también fue adoptado por el señor Edler cuando era pequeño. Por eso vivía allí.

—De modo que Arnold Krausser creció entre niños huérfanos con Stigma... —murmura Elisa, a un volumen que solo alcanza a oír Logan, por cercanía. La música de la radio impide que Dustin o Heather lo escuchen—. Interesante.

Logan se limita a mirarla con extrañeza, cortándose de preguntarle más por ese tema, por la presencia de sus amigos. Sabe perfectamente que es un asunto espinoso para los Krausser, pero le inquieta ese dato que hasta hoy él desconocía: los niños de los que su familia cuidó tenían Stigma.

—Oh, por cierto, chicos, se me olvidó deciros. Va a venir también Victoria Fisher —anuncia Elisa, en un tono ya audible para todos los presentes—. Vosotros la conocéis, ¿no? Va a tu clase, Dustin.

—C-claro que la conozco —dice, extrañado. 

Sus lagunas no le permiten recordar aquel acercamiento que él tuvo con la chica, donde ella se sinceró sobre su inseguridad hacia Keith, su ex-pareja. En su mente, ahora, Victoria es únicamente la chica altiva y distante de su clase.

—¿Cómo es que... viene? ¿Por Keith?

—Así es. En este tiempo ha estado haciendo más amistad con él y con Grace. Creo que incluso fue también a verte al hospital, con ellos —le cuenta ella. Dustin mira a su hermana buscando una confirmación, la cual obtiene cuando ella asiente—. Se ha desapegado de sus otras amistades, igual que Keith. Esos tipos eran unos cretinos, al parecer.

—Y-ya veo...

—Oh, Felicity me acaba de decir que ya están allí —anuncia de pronto Heather, tras revisar los mensajes de su teléfono—. Keith y las chicas ya están en la playa con tus amigos, Elisa.

—¡Genial! —celebra la conductora—. Ya veréis, chicos. Lo vamos a pasar de lujo. Mis amigos están como una cabra.

—Menos mal, entonces no desentonaremos —se ríe Heather, tecleando en su teléfono a toda velocidad una respuesta a su amiga Felicity.

Elisa asiente ante esa afirmación, rodando el botón de la radio para subirle el volumen a la música. Menea la cabeza mientras conduce, al son de la canción: un tema dance de los años noventa al que denomina una de sus favoritas, "Run Away". Busca contagiarle su animosidad a Logan entonando el estribillo, algo que consigue con poco esfuerzo, pues enseguida él vuelve a su habitual humor.

Run away if you want to survive! —canta él, uniéndose a Elisa.

Dustin observa como su mejor amigo se adapta a la situación, incluso después de haber pisado en el tema que más le afecta: admira el ánimo de acero que Logan siempre demuestra. Esa certeza le refuerza la creencia de que está en lo correcto, al fiarse de Elisa Fitzgerald y sus conocidos, Teresa y Mordecai.

El Stigma, las verdades contadas a medias de Sebastien o Arnold, su infancia en Schuld City... Todos esos pensamientos ocupan ahora la mente de Dustin, distrayéndolo de aquello a lo que, dentro de un rato, deberá enfrentarse: Hannah Grace y su difícil etapa actual. 

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