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25. Los recuerdos olvidados



—Entonces... ¿dices que él me la regaló?

—Así es.

Arnold ha ido respondiendo a cada duda que su hijo le ha ido consultando, desde que despertó en el hospital. Hace ya una semana de eso y están de vuelta en casa, pero el hombre todavía conserva el semblante taciturno que ha mantenido durante estos días. Una expresión de vacío que Dustin atribuye al cansancio y a la ansiedad propia de una persona que ha estado a punto de perder a un hijo.

En el garaje de su casa, el chico observa la motocicleta que su padre ha tenido cubierta con una tela durante un tiempo que Dustin no sabría decir exacto.

—Es preciosa, ¿a que sí? —comenta en un susurro a su padre—. Está casi nueva...

Acaricia el vehículo en silencio, sintiendo melancolía ante la falta de respuesta de su padre. Aquel polvoriento garaje en el que sus voces pueden oírse con algo de eco es un lugar especial para ambos; allí es donde padre e hijo han pasado tantos momentos juntos en el pasado, cuando Arnold solía dedicar tiempo a su afición por la mecánica y, siendo niño, Dustin le acompañaba y le preguntaba mil cosas sobre aquello a lo que ponía tanta atención, aprendiendo cada detalle que él le explicaba. Cuando era pequeño, Dustin creía firmemente que no había nada para lo que su padre no tuviese una respuesta inteligente. Aunque el hombre, cada vez que el chiquillo le preguntaba cómo podía saber tanto, siempre respondía que la gran mayoría de cosas las aprendió de Claudia.

—No consigo recordarlo —dice, girando hacia su padre, con cierto deje culpable—. Él... estuvo conmigo, ¿verdad? Eso sí lo recuerdo. O... eso creo.

—¿Qué es lo último que recuerdas de Samuel, Dustin? —le pregunta, al cabo de unos segundos.

Él le mira a los ojos, y la mirada ojerosa del hombre le cohíbe de dar una respuesta que pueda turbarle de más; se trata de una cuestión tan simple que Dustin se pregunta por qué su padre no se la ha planteado en todos estos días. Por qué se ha esperado hasta estar en casa y enseñarle el regalo que Sam le hizo, para preguntárselo.

El chico lo atribuye, simplemente, a que Arnold está tan enfadado con su hermano mayor como él le contó, el día en que despertó.

—S-sé que nos vimos —consigue responder, desviando la vista hacia la moto de nuevo. Se resiente al tratar de encontrar las palabras correctas, llevándose los dedos hasta la frente, pensativo—. Recuerdo... haberle abrazado. Oír su risa diciéndome... "Deja de crecer, cabrón".

Contiene una pequeña risa al acordarse de ese detalle, pero no cambia su gesto contrito. Arnold le observa sin mediar palabra, permitiendo que el chico se organice él solo, tal y como le recomendó el Dr. Fisher; elaborar ese tipo de detalles por su cuenta le ayudaría a recolocar su mente, ayudándose de estímulos visuales como bien podía ser la propia moto.

—P-pero... no recuerdo nada de este regalo —admite, llevando la mano a ella, confuso—. Él... creo que competía, ¿no? Sí... Él tenía una moto, en su garaje, solo que de color verde. Era... parecida a esta, pero tenía más...

A medida que pronuncia en alto las palabras que describen sus borrosos recuerdos, Dustin nota que tiene que callar. Siente un nudo en su garganta y vuelve a sorprenderse a sí mismo, al notar sus ojos aguados. Da gracias internamente de que esté de espaldas a su padre, porque es consciente de que si le ve ponerse así, le afectará.

—Está bien, Dustin —anuncia, con firmeza. No le ha visto la cara a su hijo, pero le ha escuchado la voz y no es el primer "tropiezo" que le ve tener, al intentar encajar las piezas que ha perdido—. Entremos en casa. Por hoy ya hemos tenido suficiente... será mejor que comas algo y vayas a descansar un poco —prosigue, yendo hasta él y posando la mano sobre la espalda de este, con un leve frote reconfortante. Termina llevando esa misma mano a su nuca, donde le acaricia el pelo que le cae por ella, para decirle lo siguiente antes de marcharse—: Poco a poco, ¿vale?

El chico solo es capaz de asentir, anclado a su posición, con los ojos clavados en aquella motocicleta de color rojo que no es capaz de recordar.

"Llamó a su moto Daxx. Lo que más quería en el mundo", recuerda, para sí mismo. Se recoge de brazos y lleva una de sus manos a la boca, frotándose levemente la nariz ante ese recuerdo que le provoca escozor en el alma.

Tras unos segundos, se voltea hacia la puerta que conecta su garaje con la casa, a la que su padre Arnold se dirigió. Descubre que el hombre sigue allí, esperándole; con la mano posada sobre el pomo de esta, le mira con la misma expresión sombría de los últimos días.

—Yo... le llamé por teléfono, ¿verdad?

—Sí —responde con simpleza el hombre, con su habitual voz profunda—. Te cansaste de no saber nada de él y quisiste retomar el contacto —añade, consciente de que su hijo le ha mantenido la mirada porque un simple "sí" no le era suficiente.

—Entonces... él me regaló esto, y... —comienza a decir, volviendo la cara hacia la moto, tratando de organizarse mentalmente—. ¿La usé? ¿Llegué a usarla, papá? —cuestiona de pronto, mirándole, como si por un momento creyese que ese fue el motivo de su percance.

Arnold suspira y se toma unos segundos para contestar, mirando él también hacia el vehículo del que hablan. Trata de que su tono de voz suene lo menos disgustado posible, pero le está empezando a costar al venirle a la mente ciertos recuerdos agrios.

—Claro. Él te enseñó.

El chico tuerce un gesto de molestia, provocado de nuevo por el sentimiento de impotencia hacia sus huecos mentales. Sus ojos siguen mojados, pero ahora se encuentra más cerca de la irritación que de la tristeza. Y su padre sabe percatarse de ello.

—Fue temerario hacerlo —prosigue el hombre, ante el silencio de su hijo—. Su mundo era demasiado peligroso para ti, Dustin.

—¿Por eso él se ha ido?

Mira hacia su padre al formular la pregunta, y observa que su mirada clara sigue fija en la motocicleta. Dustin no necesita que le responda lo que es obvio, pues ve lógico que su hermano se haya tenido que alejar de él por su bien, siendo así que dedicaba su vida a algo tan arriesgado. No le resulta descabellado que Arnold esté más enfadado que nunca con Sam, si permitió que su hermano pequeño se acercase a ese mundo.

Recuerda cuando vio a Sam en la sala del hospital, al despertar. Se acuerda de sus palabras, de aquello que le dijo sobre su "cagada" al saltar y la reacción desmesurada de Dustin ante el fallo, que al parecer desencadenó en su colapso.

En ese momento, el chico solo piensa en las palabras que su hermano mayor le dijo. Antes de que su mente enlace ese recuerdo con la conversación posterior con el Dr. Fisher y con su padre, sobre el porqué de su desajuste exagerado y la adulteración de sus medicinas, Arnold interrumpe sus pensamientos al hablarle.

—Vamos, Dustin. Tu madre y tu hermana nos están esperando —le anuncia con voz ronca, para acto seguido cruzar la puerta en la que estuvo parado todo este rato—. Cierra la puerta cuando salgas, ¿de acuerdo?

—Claro, papá.

Recogiendo el pesado mantón que cubría la moto, vuelve a echarlo por encima del vehículo, tras dedicarle una última mirada de añoranza que todavía no logra comprender del todo.

Desea con todas sus fuerzas recordar qué le hizo sentir aquel regalo, pero lo único que consigue es frustrarse cada vez más, con cada intento fallido por encajar todas esas piezas que ni siquiera sabe qué forma tenían.

◇◇◇

Tal y como dijo el Dr. Fisher, los genes extraordinarios de Dustin le han ayudado a regenerarse con mayor rapidez. Su Stigma trasladó su característica rapidez a la recuperación de sus funciones básicas, y Claudia no descansó tranquila hasta cerciorarse de ello, trabajando codo con codo con el doctor, a quien conoce desde hace años.

Pero tanto Arnold como ella han tenido que hacer un esfuerzo por verle el lado positivo a que Dustin haya podido regresar a su vida normal tan rápido. ¿El motivo? Que la primera persona a la que él ha querido ver, al salir del hospital, es una que puede implicar quebraderos de cabeza bastante serios para su hijo.

—¿Grace? ¿Quieres ir a ver a Grace, cariño?

—Ella sigue trabajando en el Clover's —informa Arnold, interrumpiendo la obvia respuesta que Dustin debía darle a Claudia. Tras beber de su vaso de vino, continúa—: No tiene demasiado tiempo libre.

—L-lo sé. Logan me lo ha dicho —admite el chico. Observa a su madre al notar que, de nuevo, ella será la "poli buena" en esta conversación—. Pero solo quiero... saludarla. Y ver como está —se piensa sus siguientes palabras, porque sabe el porqué de la preocupación de su padre. Trata de dar con las más adecuadas, las que cree que querría escuchar—. Además... he pasado día y medio descansando en casa, ya es más de lo que aconsejó el Dr. Fisher. Él me dio el visto bueno, y... la verdad es que yo me encuentro muy bien, para salir.

—¡Sí! ¡Podríamos ir juntos! —propone de pronto Heather—. ¡Y con Logan!

—Eso... suena fantástico, ¿verdad? —opina Claudia, mirando hacia su marido, que permanece serio—. Le vendrá bien tomar un poco de aire. Tanto tiempo encerrado no le hará demasiado bien.

—¡Y tanto! Hace un día precioso, además —añade la benjamina de los Krausser, llevándose una patata frita a la boca, tras hablar. Masticando, continúa después de emitir un sonido agudo, al recordar algo—. ¡Y creo que los domingos son el día libre de Grace! Si no recuerdo mal. ¡Iré a llamar a Logan! —anuncia con energía, levantando de la mesa y corriendo a por su teléfono móvil.

—Heather, cuidado con el escalón... ay —le advierte su madre, soltando una risa al oírla quejarse, tras tropezar con dicho escalón por un traspié. Lleva su mano hasta la de su marido, sobre la mesa, y le hace un ademán animoso, a pesar de que sus siguientes palabras van dirigidas hacia su hijo—. Volveréis a la hora de cenar, ¿de acuerdo?

—Claro, mamá —sonríe el chico, aliviado—. Gracias.

La mujer sonríe y ese gesto es suficiente para suavizar el rostro serio de Arnold. Intuyendo los reparos que el hombre pudiese tener, Dustin se dirige a él sin que llegue a preguntarle nada.

—Estaré bien, papá —le dice, calmo. Arnold le mira, extrañado por un momento. No esperaba ninguna aclaración—. Estaré con Heather... y con Logan. Necesito sentirme... normal otra vez. Hacer lo que solía hacer, con ellos. Aunque sean cosas sencillas.

—Lo comprendo, hijo —le concede, tras mirar a su mujer y amoldarse a su razonamiento—. Pero entiende que debamos protegerte más ahora. Tu mente es frágil todavía. Ya escuchaste lo que el Dr. Fisher dijo sobre tus lagunas —recalca, seriamente. El chico baja un poco la mirada, admitiendo esas palabras—. Que te encuentres con ánimo no significa que no puedan afectarte de más ciertas situaciones. Sé cuidadoso y deja que Heather y Logan cuiden de ti, ¿de acuerdo?

Esa afirmación agria el ánimo de Dustin, a pesar de lo acostumbrado que está ya a la idea. Desea recalcarle a su padre lo mucho que necesita obviar el grave hecho de que ahora es una persona demasiado débil y dependiente, por culpa de alguien que decidió envenenarle.

Este pensamiento le es paradójicamente venenoso, y le impulsa a hablar sobre él después de haber estado esquivándolo durante todos estos días. Sintiendo que necesita hablar para que la ponzoña no le siga calando en lo más hondo.

—¿Ya han averiguado quién fue?

—¿Quién fue...?

—La persona que me drogó —especifica a su madre, con tirantez. Sabe que ella es quien más puede saber del tema, pero hablarlo directamente ha sido algo que ha preferido evitar, evadiendo la situación espinosa—. Lo están... investigando, ¿no?

—Todavía están en ello —responde su padre—. Tú no debes preocuparte por eso, Dustin. Tu deber es concentrarte en tu bienestar, en tu tranquilidad, ¿me has entendido?

—Sí, papá —indica con resignación. 

Tras un silencio en el que la vista se le pierde en un punto inexacto de la mesa, se levanta de su asiento y se dispone a recoger su plato y los cubiertos. Una vez los tiene en las manos, se queda pensativo y continúa hablando, ante la interrogativa mirada de Claudia.

—Pero... si descubren algo, me lo diréis, ¿verdad?

—Por supuesto que sí, cielo —asiente la mujer, con una sonrisa más discreta que la de antes, tranquilizadora. 

Él da una leve cabeceada ante su respuesta y se marcha, sonriente, contagiado por ese pequeño gesto de su madre.

Arnold respira hondo, una vez su hijo abandona el comedor y se dirige hacia la cocina. Entrecruza sus dedos por delante de su cara, apoyando los codos sobre la mesa. Claudia le apremia con una caricia por la espalda, tratando de reconfortarle ante la complicada situación.

—Tranquilo —le dice, con firme dulzura—. Confía en Sebastien.

El hombre da una cabeceada, todavía abatido. A pesar de la recuperación Dustin, continúa con aspecto de sufrir un terrible insomnio que le impide alegrarse todo lo que debería. A fin de cuentas, su hijo mayor ha vuelto a descarrilar de forma estrepitosa, arrastrando en ello al mediano.

—Siempre lo hago, Claudia. Siempre lo hago.

◇◇◇

—Gracie seguramente esté trabajando, a estas horas —comenta Logan, de camino hacia el Clover's junto a Dustin y Heather. 

Están a principios de julio y el sonido de las cigarras acompaña al caluroso primer domingo del mes.

—Salir a la calle con este calor, sin un plan que incluya agua, es criminal. Esperemos que no te equivoques, Heat Her, y realmente hoy sea su día libre.

—¡Sí! El trabajo la tiene agotada, según me cuenta Rachel —añade ella, mirando hacia su hermano. 

Este está más pendiente de disfrutar de la brisa veraniega en la cara, tras tanto tiempo encerrado en una sala de hospital. La calidez del sol que se filtra por entre los árboles del parque colindante le relaja, al sentirlo sobre su piel morena.

—Y creo recordar que me dijo que su día libre era en domingo.

—No estaríamos tan desorientados si nos cogiera alguna llamada —suspira Logan, llevándose las manos tras la cabeza—. Está de un pasota...

Deteniéndose del todo, Dustin cambia su gesto de relajación a uno de preocupación. De pronto le viene a la cabeza algo demasiado obvio, algo que ignoró por las ganas que tenía de ver a su chica favorita: si ella no había ido a verle estando despierto y no cogía las llamadas a los demás, lo más probable es que no quisiera saber nada de sus amigos. Ni de él.

—Tal vez Keith no la quiera ver con nosotros, y por eso... ella nos evita —propone el rubio—. Yo a él no le caía demasiado bien... así que lo entendería.

Él y Heather se dedican una mirada significativa, caminando hasta él y quedando cada uno situado a un lado de Dustin.

—¡Bueno! Técnicamente... Keith ha cambiado un poco en este tiempo —comenta su hermana pequeña entonces. 

Logan tuerce el gesto al oír eso, disimulando mal el chasquido que hace con la lengua.

—No solo ha estado encima de Grace cuando ella perdió el ánimo. Vino a visitarte una vez con ella, cuando aún dormías. E incluso intentó acercarse a Logan y a mí, ser simpático con nosotros.

—Sí. Obviamente lo mandé a la mierda —recalca Logan con hastío, al tiempo que Heather le reprocha la falta con un puñetazo flojo en el hombro—. ¡Ey! Que a mí no me engaña, Heat Her. Lo que pasa es que a ti te cae bien porque resulta que es tan friki como tú.

—¡Se dice "otaku"!

—Lo que sea. Sois un par de frikis.

—¡Habló, el viciado a las consolitas!

—¡Así no se habla a tu mentor! —le reprocha Logan, con fingido dramatismo—. No me gusta que te ronde Snake Man, te enseña cosas raras y te pone en contra mía.

—¡Eso no es verdad! Lo que pasa es que le tienes manía y muchos prejuicios. ¡La gente puede cambiar, Logan!

—La serpiente sigue siendo serpiente aunque mude de piel, Heat Her.

Dustin oye la reticencia de su amigo y duda, plasmando su preocupación en el gesto. Su hermana lo nota al momento y busca apoyo en él, haciendo un puchero.

—¡Dustin! ¿Tú tampoco te fías, del nuevo Keith?

—A ver, yo... —Se rasca la nuca, nervioso—. Y-yo me alegro de que Hannah Grace haya tenido a alguien a su lado, es decir... —se permite una pausa antes de continuar, suspirando y dejando de rascarse, con resignación ante su falta de claridad—. Si Keith ha vuelto a ser simpático, como cuando éramos pequeños... mejor, ¿no? Eso... eso está bien.

—Sí, claro. Eso está muy bien —admite Logan, dejando caer a plomo las manos que antes se colocó tras la cabeza, suspirando. 

Ve que al otro lado de la calle, cruzando un pequeño aparcamiento al aire libre, se encuentra el restaurante de las Cloverfield.

—En fin... Ahí lo tenemos. Hacía siglos que no pisaba por aquí.

—¡Venga, vamos! —promulga con ánimo Heather, tirando del brazo de su hermano para cruzar juntos la calle—. ¡A ver a Grace!

"Madre mía" suspira Logan para sus adentros, sonriente al ver que ese gesto de ella anima a Dustin. O al menos, eso le parece. "Como envidio el entusiasmo de esta chica...".

Cuando el castaño entra al fin en el restaurante, los hermanos Krausser ya se encuentran dentro, frente a la barra. No hay demasiada gente en el local, así que la dueña del lugar les atiende sin problemas en cuanto los ve aparecer, con una cálida sonrisa en los labios. 

Logan pretende responder con un gesto parecido, pero le es imposible al ver que había alguien más hablando con Rachel, aparte de sus dos amigos.

—Hombre, cuánto tiempo sin veros, chatos.

—¿Snake Man? —pregunta con desidia. 

Lo ve sonriente, con un brazo apoyado en la barra, tan tranquilo como alguien lo estaría en su propia casa.

—No me jodas...

—Joderte no está entre mis planes, lemming —responde, ladino. Gira los ojos hacia Dustin al decir lo siguiente, sin abandonar su pose relajada—. Pero sí darle la bienvenida a Krausser. Míralo, qué sano que se le ve, ya. Lo veo hasta más guapo.

Heather no puede contener una risilla ante la absurda situación, algo que a Logan le irrita. 

Dustin, en cambio, se mantiene con una expresión neutra, tratando de condicionar lo mínimo posible a la madre de Grace con sus reacciones, por mucho que le descoloque la actitud amistosa de Keith hacia ellos.

—¡Ah, Dustin! Siento muchísimo no haber podido ir a verte más a menudo. Estamos desbordadas —se disculpa entonces la mujer, yendo con él y frotándole los hombros con ambas manos. 

Él le resta importancia con una leve sacudida de cabeza, afable. Después de todo, Rachel al menos había ido un par de veces a verle desde que despertó, y eso ya era más de lo que sus hijas Grace y Felicity hicieron.

—Teníamos pensado ir las tres a verte este fin de semana, pero, ya lo ves... aquí esto se pone hasta los topes en un momento, y...

—N-no pasa nada, Rachel. De verdad.

—Es cierto. De hecho, vine a recordárselo, para ir todos —añade entonces Keith, con una confianza hacia Rachel que crispa cada vez más a Logan—. Pero se ve que Grace era la única que no se acordaba.

—Sí... Hoy era su día libre —aclara la mujer, ante la cara de duda de Dustin. Lo dice con urgencia, pues ve que acaban de entrar clientes en el restaurante y debe atenderlos—. Siempre anda un poco despistada, así que quedó con unos amigos en Schuld City y, bueno... Ni yo me acordé de recordárselo esta mañana, ni ella de que se lo dije durante la semana.

—Nada. Ahora la llamo yo y nos ponemos de acuerdo —la tranquiliza Keith, sacando de su bolsillo un teléfono móvil. La mujer asiente, mientras se disculpa por ausentarse antes de ir a atender a los clientes—. Al fin y al cabo, la montaña ha terminado viniendo a por Mahoma, ¿no? —continúa, dirigido a Dustin, que todavía lo mira con desconfianza.

 Le cuesta discernir si las palabras de Keith ocultan dobleces dañinas, pues ha de fiarse de la palabra de Heather, la que insistió en que él había cambiado en su ausencia.

Pero ver a Logan tan reaccionario ante él es algo que le desubica del todo.

—¿De qué mierda hablas, Snake Man? —le espeta sin decoro Logan, con una voz tan indignada que consigue que Heather termine riendo. Eso parece desesperarle aún más—. ¡No le veo la gracia, Heather!

—Gracia... Grace —repite él, dubitativo—. ¿Pretendías hacer un chiste con el nombre de Grace, lemming?

—¿Qué? ¡No! Yo...

Keith se suma a la risa de Heather con una simple carcajada. Deja de apoyar el brazo en la barra, para acercarse a un aparentemente ausente Dustin.

—Me alegro de verte en pie de nuevo, Krausser —le dice, apremiándole en el hombro. El rubio desvía la mirada hacia otro lado, dejando los ojos puestos en otra esquina del restaurante—. Tenías preocupado a todo el mundo. A mí no, claro. Yo sabía que te levantarías.

—¿Lo sabías? —inquiere el rubio, con recelo. 

Le mira, con tal de averiguar por su expresión lo que se le escapase de sus palabras, temiendo una mentira. Heather ha dejado de reír, pues se ha contagiado de esa tensión que Logan incentivó con su hostilidad hacia él.

—Claro, chato. ¿Por qué crees que volví a salir con Grace? —cuestiona, ladeando la cara y apoyando una mano en la cadera, relajado. Ante el silencio y el gesto contrariado del otro, continúa—. Pues para motivarte. Pensé: "Bueno, estoy con la chica que le gusta. Seguro que le molesta tanto que se despierta, para impedirlo" —dice, y acto seguido suelta una risa sosegada. 

Dustin no abandona su semblante molesto, muy lejos de divertirse con la situación tanto como Keith. El moreno lo capta enseguida, y matiza:

—Es una broma, chato. No pongas esa cara, que me hace sentir mal.

—¿No te jode? Si te sientes mal es porque sabes que eres un hipócrita —suelta Logan, cansado de contenerse. Sin embargo, emplea un tono moderado, acercándose a él, pues no quiere que Rachel o sus clientes se enteren de sus asuntos personales—. A ti te la sudaba, si él no despertaba.

La expresión de Keith se turba, lanzando una afilada mirada hacia Logan. Heather le dedica un gesto a su amigo que busca reprocharle su atrevimiento, pero no consigue nada de eso.

—Será mejor que no hables de lo que no sabes, ¿vale? Son temas demasiado chungos como para que hables de ellos sin tener ni zorra idea —sentencia Keith, controlando también su tono irritado por la misma razón por la que Logan se contuvo.

—Puede que no tenga idea, pero la tendré —repone el castaño—. A Heather y a su madre puedes haberles dicho lo que quieras, pero a mí me hacen falta algo más que palabras. Y a Dust también.

—¡Logan! —intercede de pronto Heather, interrumpiendo el inevitable conflicto. Posa sus manos enguantadas sobre el hombro de su amigo Logan, y mira fugazmente hacia Dustin con tal de aclarar su advertencia—. Esto no es lo que habíamos hablado.

Tenso, Logan lo entiende y termina relajando los hombros forzosamente, acompañándolo con un resoplido. Keith sigue incordiado por la actitud de Logan, y Dustin cree en ese momento que es debido a que Logan lleva razón.

—Será mejor que vayamos fuera, chicos —propone el rubio, al cabo de un rato, tras un silencio incómodo entre los cuatro—. No vinimos a discutir... vinimos a ver a Grace.

—Es verdad. Lo siento, Dust —accede Logan, caminando hacia la salida tras echarle una última mirada de desprecio a Keith—. Vámonos, Heat Her.

Cuando su hermana pequeña y su mejor amigo han cruzado ya la puerta, Dustin mira hacia Keith antes de ir con ellos, para dirigirse a él.

—Vienes con nosotros, ¿no?

El moreno de ojos verdes muestra un atisbo de confusión en su expresión, antes de acordarse de algo obvio sobre Dustin Krausser. Algo que se le había nublado con tanta hostilidad por parte de Logan, y que la amabilidad de Dustin le despejó.

—Por supuesto —afirma, finalmente. Su sonrisa es ahora más relajada. Dustin llega a creer de veras que le está sonriendo con sinceridad—. Estoy aquí para ayudarte, Krausser.

El rubio asiente. Eleva la comisura y con ello entrecierra sus ojos color café, con el habitual semblante pacífico que le caracteriza. Acto seguido abandona el restaurante, divisando en la lejanía a Rachel y dedicándole un gesto de despedida con la mano para anunciarle que se marchan. Ella asiente y devuelve el gesto, más pendiente de su clientela en ese momento.

El cielo se está tornando anaranjado. Cuando Dustin y Keith salen del local, encuentran a Logan y a Heather conversando con alguien más: se trata de Felicity, la hermana menor de Grace. 

La chica clava su mirada en Dustin a través de Logan y Heather, deteniendo en el acto su anterior charla.

—Dustin —dice ella, a modo de saludo—. ¿Cómo te... encuentras?

Lleva su larga melena morena recogida en una cola de caballo, y al dirigirse a Dustin hace su habitual gesto de ajustarse las gafas al puente de la nariz. El chico asiente a modo de respuesta, afable.

—Mejor, ahora —resume él, dedicando una mirada hacia su amigo y su hermana. 

Ellos no dicen nada, tan solo miran a Felicity con gesto de tirantez. Keith está más pendiente de su teléfono. Dustin se percata de lo incómoda que se nota a Felicity con ello y continúa hablando.

—Oye, Felicity... ¿quieres venir con nosotros?

—¿Eh? ¿Ir... a dónde?

—Ya te lo hemos dicho —intercede Logan entonces, todavía de brazos cruzados—. Buscamos a tu hermana.

—Ah... claro. Es verdad.

Tras un pequeño silencio y sin haber recibido una respuesta convincente, Dustin vuelve a formular su frase de otra manera, sin abandonar su tono sereno.

—Puedes venir con nosotros, si te apetece.

—Grace... Ella tiene otros amigos, ahora —termina diciendo la chica, con voz tenue y mirada esquiva, hacia el bordillo de la acera—. No es... fácil hablar con ella, Dustin. No es que lo haya sido nunca, pero ahora es... más complicado aún.

—No es tan complicado si sabes cómo hablarle —resuelve de pronto Keith.

 Capta al momento la mirada crispada de Logan, mientras que Dustin lo mira con extrañeza, casi con curiosidad.

—Yo puedo allanar el camino, para que no haya roces tontos, chatos —dice, con el teléfono móvil ya pegado a su oreja, esperando a ser respondido.

—¿En serio? ¡Menos mal! —suspira Heather, sacando también su teléfono lleno de pegatinas y llaveritos—. Venga, a ver a quién le contesta antes.

—Oh, venga... estáis de broma, ¿no? —resopla Logan, al ver que Keith sonríe a Heather, con la clara intención de aceptar su reto—. De verdad, sigo sin verle la gracia que vosotros le veis, a esto.

—Cincuenta pavos a que me responde a mí antes, chatina —propone a Heather, ignorando completamente a Logan.

—¡Hecho! —ríe Heather, entretenida—. ¡Verás como me quiere más a mí!

—¡Delegada, diles algo!

Felicity se muestra entonces indecisa, no se esperaba que nadie interactuase con ella, y menos aún Logan. Dustin ha mantenido la sonrisa calma durante toda la escena, ayudándose de las bromas banales de sus amigos para distraerse de su dolor interno. La hermana de Grace consigue finalmente enunciarse, tras un carraspeo rápido y llevándose las manos a las caderas, tratando de mostrar autoridad como acostumbraba a hacer.

—¡Dejad de hacer bromas sobre esto! El tema de mi hermana es algo serio —sentencia, captando la atención de Keith y Heather que, a pesar de todo, siguen pegados a sus respectivos teléfonos y con la expresión divertida en la cara. Sin embargo, prestan más atención a las siguientes palabras de la morena—. Necesitamos tomarla en serio, porque de lo contrario... ella podría ofenderse. Podríamos hacerla daño. Y eso no... no debe ocurrir. No otra vez, ¿vale? Así que no hagáis chistes sobre sus sentimientos.

Logan sonríe, sorprendido de lo acertada que ha sido su aportación. Asiente, mirando ahora hacia Heather y Keith, que también aprueban de gesto.

—Tampoco era nada hiriente, lo de la apuesta —puntualiza Keith, de ojos cerrados, a la espera de la respuesta de su novia al otro lado de la línea—. No hacía falta que te pusieras así.

—Soy su hermana —señala Felicity, con obviedad—. Soy la que más en serio debe tomársela.

—Tienes razón —le concede Dustin—. Tú eres su hermana, Felicity. Será mejor que estés con nosotros, cuando vayamos a verla —le dice, con un matiz de orgullo hacia ella en la voz, tras escuchar sus palabras de preocupación por Grace. La chica vuelve a ajustarse las gafas al puente de la nariz, recogiéndose de brazos—. Te lo agradecería mucho.

—Sí, y yo —se suma Logan—. Me fío mil veces más de ti que de Snake Man.

—Y dale Perico al torno —se queja Keith, resoplando—. ¿Que no te sabes otra, chato?

—¡Me sé más, sí! Me sé la de tu faceta abusona, la que se dedicaba a dar por saco a Dust en clase, la que fastidió a Gracie delante de todo el instituto...

Keith observa con gesto culpabilizado a Dustin, mientras Logan se dedica a enumerar la lista de sus cagadas del pasado. Aprieta los dientes como única respuesta, al no ver al rubio reaccionar con otra cosa que no sea esa expresión taciturna que ya le vio antes en el restaurante.

—En resumen, que no cuela, Snake Man —sentencia Logan—. Que hemos estado poniendo al día a Dust. No te sirve la excusa de sus lagunas para fingir ser el bueno ahora.

—Tú recuerdas todo eso, ¿no, Krausser? —pregunta entonces a Dustin, algo más serio. 

Él, llevándose la mano a la nuca, parpadea y desvía la mirada a un lado. Esto hace que Keith interprete eso como una señal de que está molesto, y no de que intenta recordar lo que le piden.

—Recuerdas que fui un imbécil contigo y con Grace.

—N-no lo sé... Keith —miente, sin saber por qué. 

Recuerda perfectamente el acoso que ha sufrido por su parte desde que pasaron a Secundaria, pero no la parte en la que él hizo sufrir a su chica favorita. 

Solo ve a Logan irritado por cada palabra que Keith pronuncia y a este último mirarle ahora con cara de "Me merezco tu odio".

—Pero... no importa.

—¿"No importa"? 

Incluso aleja su teléfono móvil, al atender más a esto. Casi parece que lo que esperaba de él era una respuesta más parecida a la de Logan.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Que... necesito ver esos cambios, Keith. No solo los tuyos... sino los de Hannah Grace.

Verlo tan aparentemente tranquilo ante la situación inquieta más a Keith e, incluso, a Logan.

—N-no digo que no me fíe de lo que me contáis. Lo hago —aclara a su mejor amigo, buscando tranquilizarle—. Pero quisiera... seguir hacia delante, ¿vale? Ver el siguiente capítulo, en lugar de forzarme a recordar el que me perdí.

—Es comprensible —admite Felicity, igualmente calma. 

Heather la mira con ojos muy abiertos, atenta a su opinión. Ella se ve motivada a elaborar su respuesta: 

—Es como cuando pierdes algo en casa, y te desesperas porque no lo encuentras por ningún lado. A veces hasta piensas en que quizá lo hayas perdido en la calle, y te genera una impotencia enorme.

 Heather asiente, sonriente ante esa afirmación. Felicity sonríe al ver que sus palabras vuelven a ser algo digno de escuchar, y no una queja ofensiva de la que escapar, como fue en las últimas semanas.

—Hasta que un día, cuando menos lo buscas, aparece.

—O llega tu madre y grita eso de "A que voy yo y lo encuentro" —propone Keith con sorna, volviendo a atender a su teléfono, habiendo llamado de nuevo—. Oídme chatos, Grace no me lo coge. Creo que vamos a tener que... Oh. ¿Grace? —dice de pronto, dedicando una mirada de sorpresa al resto, que se extrañan tanto como él—. Sí, claro que soy yo, ¿quién iba a ser? ¿Que no te sale mi nombre cuando llamo o qué?

Los demás se miran entre sí, enrarecidos. Logan tiene que aguantarse la risa ante el patetismo de Keith, ganándose una mirada de ojos achinados de su parte.

—Ah, sí. Es que Krausser ha venido a verte y no estabas en el restaurante. Sí, que sí, que ha venido. Los demás también vienen, sí —le cuenta, respetando las pausas en las que se la intuye responder a ella al otro lado de la línea. Él mientras mira a los demás, especialmente a Dustin—. ¿En casa de Elisa? Ah... ¡Ey, dile que se calle, que no te oigo! —se queja, ignorando la cara de sorpresa que ha puesto Logan al oír ese nombre—. Agh. Sí, soy yo. ¿Qué? ¿Que vayamos allá nosotros? ¡No seas perraca, Ellie! ¡Venid vosotras aquí, que Krausser necesita tomar el aire!

—¿Elisa...? No será la misma Elisa, ¿verdad? —pregunta por lo bajo Logan, al aire. Heather cae en la cuenta y se enfurruña, cruzándose de brazos puerilmente—. Mucha casualidad sería...

—¿Cómo? Mph —aleja un poco el teléfono de su oreja y se dirige hacia Dustin ahora, sin molestarse en cubrirlo—. Es Elisa, la amiga de Grace. Están las dos en su casa, en Schuld City —explica, monótono—. Dice que podemos ir allí si queremos, que quiere conocer a sus amigos.

—Oh... b-bueno, sí. ¿Por qué no? —consigue decir Dustin, nervioso de pronto al tener que dar una respuesta en directo—. ¿T-tú sabes dónde es, Keith?

—Claro. No está muy lejos de donde vive este —señala, alzando la barbilla hacia Logan, que frunce el ceño y se dispone a preguntar.

—Espera, Snake Man, pero, ¿qué Elisa es? No será Elisa Fitz-

—Dice Krausser que vale, que vamos para allá —responde al teléfono, ignorando la duda de Logan. Le sonríe de forma ladina, lo que indica al castaño que lo ha hecho a propósito para fastidiarle—. Sí, vale. Nos vemos en un rato.

 Finaliza la llamada y vuelve a dirigirse al grupo.

—Venga, chatos. Que dice que podemos ir, que ellas estarán allí.

—Vaya. Por fin conoceré a la famosa Elisa —comenta Felicity, con tono pomposo—. Grace siempre está saliendo de fiesta con ella y sus amigos.

—¿Pero quiere alguien responderme? —suelta Logan—. ¿Esa tía es Elisa Fitzgerald?

—No me sé su apellido, chato. No seas pesado, va.

Conteniéndose de soltarle algún insulto, Logan es interrumpido por la repentina animosidad de Heather.

—¡Vayamos a averiguarlo, vamos! ¡Tengo una curiosidad enorme de ver a la nueva mejor amiga de Grace!

—H-Heather... ¿estás...?

—¡Voy a llamar a mamá para decirle que no vamos a cenar! ¡Ahora vuelvo! —anuncia, interrumpiendo a su hermano y correteando a alejarse para realizar su llamada con su decoradísimo teléfono móvil.

—Uf, es verdad —revela Logan, hacia su amigo—. Le dijisteis a vuestros padres que volveríais a la hora de cenar, ¿no?

—S-sí —responde, de nuevo llevándose la mano a la nuca, incómodo—. P-pero bueno, venís vosotros dos conmigo. Esa fue la condición que pusieron para... dejarme salir.

—Eso es verdad —reconoce, cruzándose de brazos. Se le nota orgulloso de que los padres de su colega confíen tanto en él—. Iremos, veremos a Grace, descubriremos si se trata de Elisa Fitzgerald, nos estaremos un rato allí y nos volveremos. Bueno, os volveréis vosotros, que yo me quedo en Schuld City. Llamaré a Sebastien para que venga a por mí, así que podrá traeros a vosotros, como siempre.

—Olvidas que yo tengo coche, chato —le recuerda Keith con retintín—. No hagas dar mil vueltas a tu pobre mayordomo, estando yo aquí disponible para Krausser y su adorable hermanita.

—Me estás buscando y al final me vas a encontrar, "chato" —advierte Logan, con una sonrisa forzada y cargada de antipatía. Keith lo encuentra gracioso y se ríe—. Que ahora no está Heather presente, ¡no tienes a nadie de tu parte!

—¿Cómo que no? Krausser es mi amigo ahora, ¿a que sí? —afirma con satisfacción hacia Dustin. Está claramente de coña, y Dustin entiende al momento que trata de relativizar la situación dolorosa entre ellos, algo que en el fondo agradece—. Dijo que quiere pasar de capítulo. Y en ese nuevo capítulo, él y yo somos amigos, ¿verdad?

—E-es pronto para decir eso aún, eh —suelta inesperadamente Dustin, dejando a Keith desconcertado y provocando la risa en Logan y en Felicity.

—¡Toma esa! ¡In your face, Snake Man!

—No me hables de cosas por mi cara, que se me va la mente a otro lado, chato.

Antes de que Logan termine su frase de estupor "Pero qué mierda", Heather reaparece ante ellos, habiendo terminado su llamada.

—¡Chicos, ya está! Mamá nos deja, Dustin. Y ni siquiera nos ha dicho hora de vuelta —le informa, entusiasmada—. ¡Está súper contenta de que vayamos a estar todos juntos!

—¡V-vaya, qué bien!

—Cojonudo, chatina. Venga, vamos para mi coche. Lo tengo aparcado cerca —informa Keith, echando a caminar.

—Ay, esperad —interrumpe de pronto Felicity, correteando de vuelta al Clover's—. ¡Avisaré a mi madre de que me voy con vosotros! Esperadme.

—C-claro. Te esperamos, tranquila.

—A mí no me hace falta avisar a Seb. Él ya sabe que mi límite horario son las doce. Como La Cenicienta.

—Qué suerte tienes —se lamenta Heather—. Para nosotros es rarísimo que nos dejen salir hasta tarde, y menos últimamente. Lo de hoy ha sido un milagro.

Dustin observa a su hermana y piensa en lo extraña que le resulta esta situación; no llega a comprender qué ha podido ser lo que ha convencido a su padre. ¿Las compañías? ¿Su propia madre? ¿Heather...?

Por un momento, duda de si su hermana pequeña le está contando toda la verdad. No entiende por qué ella le ocultaría nada a él, pero por algún motivo siente que algo no cuadra en el puzle.

Tratando de ignorar estos molestos pensamientos, Dustin desvía sus ojos hacia Keith, mientras todavía esperan a que Felicity regrese. Ve como se saca una cajetilla de tabaco y se dispone a encender el cigarrillo que lleva hasta su boca, cubriéndolo con una mano al darse fuego con el mechero. Él nota que le mira y alza la barbilla, preguntándole con ese gesto si pasa algo.

—N-nada —le asegura, mientras procesa alguna otra respuesta mejor—. Es que n-no sabía que fumabas —se le ocurre decir.

—Bueno, ya sabes lo que dicen de los fumadores, chato.

—N-no, ¿el qué?

—Que tienen los pulmones asfaltados —asevera Logan, interrumpiendo el chiste pervertido de Keith y conservando así la inocencia de su amigo—. ¡No me seas cerdo, Snake Man!

—¿Q-qué? No entiendo nada...

—Me encanta su pureza, en serio —se carcajea Keith, contagiando la risa a Heather, quien tampoco comprendió la broma.

—Agh, gracias al cielo, ¿por qué has tardado tanto? —se lamenta Logan, cuando Felicity por fin regresa, extrañada al verlo así—. ¡Snake Man intenta pervertir a nuestros amigos!

—¡Keith! Pórtate bien o se lo contaré a mi madre —le advierte, señalándole con el índice. Logan se aguanta la risa ante la estampa maternal que la delegada acaba de recordarle.

—Sí, mamá —accede él, igualmente divertido—. Mi cuñada es como una madre autoritaria —le explica a Heather, que todavía sigue riendo, mientras comienza a caminar hacia donde dejó aparcado su coche—. Solo que le saco tres años. Claro que, con ese cuerpo, da el pego perfectamente de mujer adulta.

—Eh, ¡no te metas con la señorita delegada! —le previene Logan. Felicity no lo ha tomado como un ataque, simplemente ha puesto cara de monotonía.

—Vas a tener que aprender a diferenciar insulto de comentario, chato... A este paso, te vas a meter en algún lío por una tontería.

—Ni que eso me asustara —admite, echando a caminar con el resto—. No me asustan los enfrentamientos.

—Ya... claro.

Habiendo llegado a la esquina del aparcamiento del Clover's donde Keith dejó su Land Rover, los chicos van subiendo al vehículo.

—Tú delante, chato —le ordena a Dustin, mientras tira la colilla al suelo y la pisa para apagarla—. Que el lemming me carga demasiado. No lo quiero a mi lado dando la turra —explica, esperando una nueva reacción ofendida de Logan.

—Seguirás oyéndome aunque vaya detrás, pedazo de gili.

—Pondré la música a tope —argumenta, mientras va metiendo la llave y los demás se dedican a abrocharse los cinturones.

—¡Sí! ¡Pon el disco que me dijiste que tenías! —le pide Heather, colando la cabeza desde el asiento de en medio, en la parte trasera—. ¡El de canciones de anime!

—Espera, ¿qué? ¿Eres TAN friki, Snake Man?

—El que no cante conmigo, se baja del coche —anuncia Keith, como única respuesta a la duda de Logan—. El que avisa no es traidor; es avisador.

—¿Y s-si no nos la sabemos...? Yo no me sé muchas...

—Tranquilo chato, a ti no te voy a echar —le calma, posando la mano sobre su pierna, dando un par de palmadas—. Te necesito de copiloto.

—Tú lo del espacio personal no lo has oído nunca, ¿no? —cuestiona Felicity, tan incómoda como Dustin con ese acercamiento—. ¡Conduce de una vez!

—¿Eh? Oh, claro. Que la palanca es esta de aquí —dice, llevando esa mano a la palanca de cambios. Heather no puede parar de reír—. Qué tonto.

—Me cago en diez, Snake Man, ¡deja de acosar a mi amigo!

Apenas ha arrancado el vehículo, Keith presiona el botón de la radio, ignorando nuevamente a Logan. Heather deja de reír, solo para emocionarse cuando, de pronto, oye la guitarra eléctrica entonarse en aquella melodía que tan bien se conoce, empezando a dar saltitos en su sitio.

—E-ey, ¡esa sí que la conozco yo...!

Desde que el mundo cambió, estamos mucho más unidos. Con los Digimon, ¡luchamos juntos contra el Mal! —se pone a cantar Keith, completamente emocionado, con Heather siguiéndole al unísono—. Algo extraño pasaba, ¡Digievolucionaban! El tamaño y color, ¡ellos son los Digimon! —canta con sentimiento, al tiempo que conduce como si tal cosa, provocando la risa de Felicity—. ¡Dale, chatina!

Y ahora todo-oh oh oh, está fuera de control —le sigue Heather—. Junto a los Digimon, ¡conseguiremos vencer, al Mal al final!

Junto a nuestros Digimon —continúa Dustin, incitado por el palmeo insistente de Keith sobre su pierna, de nuevo—. Lucharemos contra---em...

Hasta librar la tierra, ¡de las Ruedas Negras! —exclama Keith, obviando el trozo que se han saltado por el tropiezo del rubio, entre risas—. Y descubrir la verdad, ¡el poder del corazón!

Frente al Mundo Digital, ¡DIII-GIII-MOON! —vocea de pronto Logan, junto a Heather, que rompe a reír al verlo unirse por fin, viéndolo sacudir la cabeza mientras se marca un air guitar final.

—Luego llámanos frikis a nosotros, ¡si tú eres uno más!

—¡Hay excepciones, Heat Her! Siempre las hay.

Keith sonríe al oír eso de refilón, detalle que a Dustin no se le escapa. Lo ve algo más relajado, con una mano sobre el volante y la otra sacada por la ventanilla.

Por un momento se contagia de esa tranquilidad, pues él también se alegra de que Logan se amolde un poco mejor a la situación. No está seguro de qué se encontrarán al llegar a casa de esa tal Elisa, ni como reaccionará su querida Hannah Grace al verle.

Pero, de algún modo, nota que su regreso ha reconciliado de nuevo tanto a sus amigos como a los que una vez fueron "enemigos". Y eso le distrae de la increíble inseguridad que siente al pensar en todo lo que se ha perdido. En el daño que hicieron las decisiones que no es capaz de recordar.


Otra vez. Después de casi un mes, ¡aquí estoy de nuevo! 

Es obvio que no se me hace fácil reunir tiempo e inspiración/tranquilidad para escribir como quiero mi querida historia, pero lo único que es seguro es que siempre, siempre llega. 

Agradezco de corazón a aquellas personitas que me animan a seguir, incluso en mis peores ratos. Que a veces hasta me ayudan a desbloquearme. Mucho amor para esas personas <3

Sin mucho más que añadir, y puesto que tampoco quiero prometer nada que no vaya a cumplir (y me provoque más ansiedad de la que ya tengo), me despido anunciando que pronto, más. Se acerca la presentación de un personaje que dará mucho que hablar, Elisa. 

Os espero en el siguiente capítulo. Muchas gracias por leerme, corazones. 

PD: Sí, al final del capítulo se ponen a cantar el opening de Digimon Adventure, mi serie más amada de la infancia. Como sé que no toda la gente que me lee es de España, les dejo por aquí la versión en castellano, que es la que cantan mis personajes. 

Ay, qué tiempos tan felices... 27 años y me sigo emocionando cada vez que la escucho ;^;

https://youtu.be/UXwunDD5Lm8

Ah, y la ficha que toca este cap, de la mami de Grace y Felicity <3

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