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19. La amistad


Es viernes y el tiempo sigue gris, aunque ya no llueve tanto como a principios de semana. Hace un rato que las clases han terminado y es la hora de comer, así que parte de la pandilla se ha reunido en el restaurante Clover's, el negocio de la madre de Grace y Felicity, un local pequeño cuya decoración recuerda bastante a los establecimientos americanos de los años cincuenta.

Logan se encuentra fuera, sentado en una de las barandillas de hierro que se utilizan para estacionar las bicicletas, mientras que Felicity y Heather ya llevan un rato dentro del local; él ha decidido esperar allí a su amigo Dustin aunque este ya le dijo que no iría.

Con una expresión de fastidio, contempla la pantalla apagada de su teléfono móvil entre las manos. Con un suspiro de hartazgo, recuerda la conversación que mantuvo con su padre adoptivo hacía tres días, la noche del martes.

—Es pog lo que susedió en la competisión, ¿vegdad?

Logan miró a Sebastien con un inexcusable gesto de molestia, sentado como estaba en la alfombra, frente al fuego. Para ese hombre existían pocas cosas que escapasen a su conocimiento y al chico había días en que le incordiaba especialmente que dedicase tanto tiempo a fingir lo contrario, con conversaciones superfluas o preguntas que ya sabían su respuesta.

—Seb, en serio. Para. Hoy no tiene gracia —le pidió con un resoplido, sin quitar sus ojos claros de la luz que nacía del fuego, en la chimenea de su inmenso y ornamentado comedor. 

Aquella sala de la mansión Edler era la predilecta del muchacho desde que era pequeño, pues allí era donde su joven madre solía tocar la guitarra para él; Logan acostumbraba a sentarse en aquella alfombra frente al fuego, para calentarse el alma cuando alguien se la había dejado fría.

—No pgetendía seg grasioso, Logan. Sé que nesesitas hablag de ello —aseguró el hombre, con su templanza característica, mientras tomaba asiento en el sillón que se encuentra frente a la chimenea que observa el chico. Entrelazó los dedos de las manos sobre su regazo—. Agnold ya me ha contado que lo habló con Dustin.

—Ah, entonces, ¿qué más quieres que te diga?—cuestionó mientras encogía los hombros. Recogió las piernas y las puso en posición de indio, apoyando las manos sobre sus zapatillas—. ¿Es que necesitas saber mi opinión? Ni que fuese importante. Tú ya lo sabes todo sin que yo te cuente nada, Seb.

—Todo lo que te incumbe tiene impogtancia paga mí —respondió con calma. Incluso se le notaba una leve sonrisa, como si hubiese predicho la contestación del chico—. Y hay cosas que, aunque ya sepa, me gusta que las guepitas en vos alta. Sobge todo si eso hase que te sientas mejog.

—No sé como va a hacer que me sienta mejor repetir que mi amigo está jodido por mi culpa —terminó diciendo incordiado, mientras bajaba los ojos hacia las brasas del fuego.

—¿Tu culpa? ¿Pog qué cgees que es tu culpa, Logan?

—Agh, no digo que la idea de ir allá fuese mía —rectificó, llevándose una mano hacia la frente, como si le costase pensar—. Digo que... Mira, déjalo. Vosotros no lo entendéis. Qué más da.

—Nosotgos... ¿te guefieres a los adultos?

—Sí, los adultos. Creéis que desde ahí arriba se ve todo, pero no es así. Desde ahí no veis lo que nosotros queremos ni lo que buscamos. Solo tenéis ojos para lo que vosotros creéis que necesitamos.

—Acabas de descgibig exactamente lo que hase un buen padge, Logan. Y no es algo negativo, ¿sabes? Es impogtante contag con muchos puntos de vista paga que algo impogtante funsione.

El chico exhaló con cansancio, dejando que el silencio y el crepitar del fuego fuesen la única respuesta. 

Se sentía demasiado frustrado de haber visto a su mejor amigo tan decaído ese día en el instituto por algo que no quería contarle, algo que Logan simplemente podía suponer. Él intentó preguntarle por qué no fue a su mansión tras la discusión con su padre, ya que Arnold se encargó de llamar a Sebastien para corroborar que su hijo se dirigió a donde les dijo: pero lo que ocurrió fue que solo se dedicó a dar vueltas antes de regresar a casa, sin visitar a nadie. 

—Entonces, ¿por qué no me habla? —preguntó al fin, Logan. 

Tardó en volver a hablar y Sebastien entendió al momento que se dio ese tiempo para aclararse la garganta y disimular mejor el trémulo de su voz. El hombre adelantó el torso apoyando los antebrazos sobre sus rodillas, todavía con los dedos entrelazados.

—Es decir, vale, entiendo que Arnold le haya echado la bronca y que seguramente le haya prohibido ver a su hermano, pero ¿qué culpa tengo yo de eso? Le dije que no importaba, que podríamos ir a verle igualmente por las noches —soltó, sin importarle lo más mínimo que aquella idea fuese un "plan secreto" entre ellos dos. 

Sebastien ni siquiera se alteró ante esa revelación, pues le era demasiado fácil de intuir que su imprudente ahijado saldría con una solución como esa.

—Pero ahora... va y actúa como si no quisiera que nadie se le acercase. No quiere hablar ni de eso ni de nada más. Pasa de nosotros, nos evita, se queda en clase en los descansos para no vernos. Como si actuando como un idiota con sus amigos fuese a solucionar algo. A este paso va a convertirse en Grace 2.0.

Sebastien, mientras Logan hablaba, se había levantado del sillón para acercarse hasta el chico la guitarra acústica que vio reposando sobre uno de los sillones individuales que se encontraban a un lado. Colocándose tras él, apoyó en el suelo aquel instrumento de color negro, haciendo un leve sonido al contacto de esta con la alfombra que hace que Logan gire la cara a él.

—A veses las pegsonas nesesitan tiempo paga pensag, Logan. Pego eso no significa que hayan guenunciado para siempge al guesto de puntos de vista que hay en su vida.

 Dejó que el chico se retirase un poco del fuego y cogiese la guitarra que le había traído, dejándola entre sus piernas y agachando la mirada hacia sus cuerdas para evitar que Sebastien le viese la cara, posando los dedos sobre ellas.

—Lo que ha ocugido es complejo y por supuesto no ha sido culpa tuya. Ni siquiega de Dustin —añadió, con un tono más bajo y pesado—. Tenlo clago, ¿de acuegdo?

—No entiendo, Seb. ¿Es que no estás enfadado porque actuásemos como unos descerebrados o qué? —le preguntó, forzando el tono para sonar algo burlón y distraerlo de su tristeza—. Deberías haberme inflado a collejas...

—El enfado sigve paga muy pocas ocasiones. Y esta no es una de ellas, a mi pagueseg —le respondió, mientras miraba la guitarra que le había traído. 

El instrumento que tanto le recordaba a la mujer que les dejó hacía años, la madre de Logan; verla en las manos de su hijo era su forma favorita de invocarla de vuelta con ellos.

—Dustin apgesiagá lo que hases por él, más tagde o más tempgano. Y dagle tiempo paga meditar es una de las cosas más valiosas que tú, como amigo suyo, puedes ofgesegle ahoga mismo —le dijo, dando media vuelta y comenzando a caminar de vuelta hacia el sillón, aunque se quedó allí de pie, mirando desde allí al chico—. Entendeg que los lasos de sangre no son siempge los más fuegtes lleva su tiempo de compgendeg, Logan.

El chico sonrió, finalmente. Se rascó la tirita negra que cubría su mejilla izquierda. Sabía que Sebastien estaba en lo cierto y en el fondo agradecía que él siempre fuese un paso por delante para poner carteles de peligro, porque sabía que su naturaleza le impulsaría a saltarlos.

—Esa me la anoto. Quizá algún día quiera soltársela a Dust —bromeó, recolocando la guitarra con intención de empezar a tocarla. Sin quitar los ojos del fuego, habló con tono firme para dedicarle unas últimas palabras a su mayordomo—. Gracias, Seb.

Asintiendo guturalmente, Sebastien dejó que Logan improvisara alguna de sus canciones, confiando en que eso terminaría de reparar el dolor que pudiese quedarle que su charla o el fuego no hubiesen arreglado ya.

◇◇◇

—No va a venir —sentencia Felicity, rodeando con las puntas de los dedos su vaso de tubo de cristal, sentada enfrente de Heather en uno de los sillones pegados al ventanal, desde el que observan como su amigo Logan esperaba allí fuera, vigilando a ambos lados—. Está perdiendo el tiempo.

—Logan nunca pierde la esperanza, cuando se trata de Dustin —asegura Heather, con una sonrisa, mientras toquetea su teléfono móvil con la mano que no sujeta el vaso—. Le importa poco que se haya pasado toda la semana sin querer hablarnos. En casa tampoco dice mucho, desde el lunes... Me parece que papá y mamá sí que tuvieron una charla con él.

—No, si eso está claro. De hecho, es lo único que sabemos... Pero porque se lo ha contado a Logan —reprocha, cruzándose de brazos—. Que no nos lo cuente a nosotras me parece un poco maleducado por su parte.

—¿Maleducado? —se extraña, por poco no se atraganta con su bebida, bebiendo como estaba de su pajita, lo que la hace tener una tosecilla muy tonta.

—Bebe con calma, Heather —le sugiere con simpatía Rachel, la joven madre de Felicity, llegando hasta la mesa en la que se encontraban las amigas. Su mirada verdosa no deja lugar a dudas del parentesco con sus hijas—. No hay nada de malo en ser la última en terminar de comer.

—¡Ah, claro que no, Rachel! Ya no me importa ser siempre la última.

—¿Y qué hay de Dustin? ¿Al final se apunta hoy, o tampoco? —pregunta la mujer, limpiándose una mano en el delantal que lleva anudado a la cintura y apoyándosela después en la cadera, observando desde ahí hacia donde miraban su hija y su mejor amiga—. Pobre Logan. Se le ve tan diferente cuando él no está. Con lo ocurrente y charlatán que es siempre...

—Ya, bueno —admite Felicity, con un suspiro, mientras apoya el codo sobre la mesa y sostiene su cara con la mano—. No podemos hacer nada, si Dustin quiere ir directo a casa después de clases, es cosa suya. Igual que Grace.

—Bueno, pero Grace está con su novio Keith —repone Rachel rápidamente. Felicity rueda los ojos, al oír otra vez a su madre excusarse por su hermana mayor—. Dustin solo os tiene a vosotros, ¿no? Es distinto.

De pronto suena una musiquita digitalizada, como sacada de algún videojuego noventero de ocho bits. Las Cloverfield se miran enrarecidas mientras Heather se pone a tararearla y pasados unos segundos reacciona por fin.

—Ay, espera, ¡que es que me están llamando! LOOL —se ríe, llevándose a la oreja su teléfono rosita y con pompón de llavero. Se pone a explicarse a las presentes, mientras ya ha descolgado—. Es que Logan me cambió la melodía de llamada y- ¿Síííí? ¡Ay! ¡No te oigo mamá, aquí no tengo cobertura! Espera —se excusa por señas a Felicity y a Rachel y corretea hacia fuera del establecimiento, tropezando con la bolsa que Logan dejó en la esquina del sillón donde se sentaban.

Rachel sonríe mientras observa el espectáculo que supone ver en acción a Heather, viendo como gesticulaba y hablaba por teléfono animadamente mientras Logan seguía allí fuera, con su cara de hastío por su infructífera espera. La llegada de Heather parece distraerle un poco al chico, pues le ve una media sonrisa cuando la chica llega hasta él.

—Le pedimos a Dustin que hablase con Grace, mamá —confiesa finalmente Felicity, dejando estar su refresco. Su madre la observa con mirada preocupada, ahora—. La directora me preguntó por ella, y me pidió a mí que fuese yo la que le hablara, pero... Es que ya no sé qué decirle.

—Sí. A mí también me llamó esta semana. Esta noche saldré un poco antes y hablaré con ella.

—Lo siento.

—¿Por qué lo sientes, nena? Nada de esto es culpa tuya.

 La mujer se sienta frente a ella con firmeza en la voz, que hacen que Felicity sonría por cortesía, sabiendo que seguirá preocupándose aunque no sea su problema. Le acaricia la mejilla y le alza levemente la barbilla para que la mire.

—Tu hermana se pondrá bien, ¡verás como sí! Ya he encontrado un buen especialista que la puede ayudar. Podemos permitírnoslo.

—Pero ¿por qué? Ella no tiene problemas de verdad.

Hay muchas cosas que Felicity no soporta, pero el tema de invertir mal el dinero que a su madre tanto le cuesta de conseguir es lo que menos gracia le hace. Y su madre lo sabe.

—Lo único que le pasa es que nos rechaza, mamá. Somos sus amigos, nos tiene a nosotros para ayudarla, ¡a ti!, pero prefiere irse con otras personas. Y cuando no, se encierra y pasa de todo, y te hace sufrir. ¡No quiero que te gastes un dineral en algo que puede solucionar cuando a ella le dé la gana!

—Tu hermana tiene un problema, Felicity —dictamina Rachel, pudiéndose permitir hablar allí de esas cosas en voz alta al no haber más clientes en la sala. Su tono es firme pero tiene un cariz de dolor que Felicity distingue y reconoce que ha de callar—. Y necesita otro tipo de ayuda, una que nosotras no podemos darle. Entiéndelo, por favor. Necesito que me apoyes en esto.

La chica asiente, con el ceño fruncido, tras un silencio que le cuesta bastante esfuerzo.

—Lo sé. Perdóname.

La mujer de ojos verdes termina sonriendo a su hija, haciéndole un último mimo en la cara antes de levantarse del sillón, limpiándose con el dorso de la mano una lágrima traicionera, un gesto que molesta a Felicity. Gira la cara hacia la ventana y allí ve a sus amigos Logan y Heather, ahora conversando de forma animada: ve como Heather se ríe cuando una paloma aparentemente salida de la nada revolotea cerca de Logan, quien maldice tanto y tan alto que se llega a oír allí dentro.

—Logan y su pánico a los animales con alas —se ríe Rachel, tratando de distraer el tema serio que entabló con su hija—. ¿Os ha dicho alguna vez por qué les tiene tanto miedo?

—No es por las alas. Es por el pico —aclara ella, con monotonía en la voz.

—Oh... Qué extraño, ¿no? Ya sé qué preguntarle a Sebastien, la próxima vez que le vea —concluye, habiendo vuelto ya a su tono firme habitual—. Las hamburguesas están listas. Ve y diles que entren ya, ¿vale, nena? —le dice, caminando hacia la cocina tras la barra.

—Claro —musita, mirando ahora su teléfono móvil, mientras gira ambas piernas juntas para levantarse del sillón. 

Ve en su aplicación de mensajería instantánea el chat que comparte con su hermana. Chasquea la lengua y resopla levemente, al ver que de nuevo Grace la dejó en visto y no le contestó a su último mensaje, aquel en el que le informaba de que ese día también comía fuera con los demás, invitándola incluso con ellos.

—A su maldita bola...

Respirando hondo e intentando calmarse y distraer su mayor preocupación, levanta de su asiento y camina hasta sus amigos para anunciarles que era hora de comer. Por el camino se recita para sus adentros cierta frase que se repite a sí misma desde que era pequeña, una que cree recordar que oyó cuando era niña, en la televisión. Una que se dice cada vez que tiene un problema y necesita ridiculizarlo hasta que deje de importarle, al menos durante un rato.

«Espejito, espejito... ¿Quién es la más tonta del reino?».

◇◇◇

—¿De veras que había una serie de dibujos en la que decían algo así?

—Que sí, chata. Que era su grito de guerra.

—¿Como van a haber unos dibujos animados para niños en los que digan "Pechos fuera"? ¡Keith, por favor! —se ríe la pelirroja, tapándose la cara de la vergüenza. 

Su repaso para el examen de la semana siguiente en casa de Grace ha terminado derivando de nuevo en anécdotas sobre las series japonesas que él colaba siempre en cada conversación que tenían.

—Me parece increíble que no conozcas Mazinger Z. Puedo entender que no sepas quien es Amuro Ray, pero...

—Yo es que nunca he sido de ver demasiado la televisión, la verdad. Solo de más mayor —dice, subiendo las piernas a la cama y sentándose sobre ellas con el libro de texto cogido—. De pequeña me gustaba más... jugar en la calle.

—Lo sé. A "Polis y cacos". Con el tirillas de Krausser y los otros, ¿no?

La chica sonríe mientras devuelve la vista hacia su libro, retirándose y sujetando uno de sus mechones rebeldes tras la oreja. 

Se sigue ruborizando cada vez que su novio insinúa que presta atención a sus detalles, o que deja caer que él ya la tenía en cuenta desde que eran pequeños. Tiene los ojos fijos en el texto, pero no es capaz de concentrarse en el temario que ha de estudiar; aunque no es la primera vez que está a solas con él, desde el día en que Keith le pidió que fuese su novia no habían vuelto a besarse estando los dos solos.

Grace tiene días en los que agradece que el ambiente entre ambos sea más amistoso que romántico. Su inseguridad y el recuerdo emborronado de aquel momento tan penoso de su infancia, ese que la atormenta al haberse esclarecido un poco más recientemente, le impiden estar tranquila en situaciones románticas. Pero, por otro lado, no puede evitar desear que todo sea de otra manera. Que ella fuese una novia normal, que no tiene miedo de expresar sus sentimientos ni de demostrar a su novio cuánto le gusta.

Con los ojos entrecerrados por sus pensamientos enredados, Grace se ha obnubilado tanto que no se ha dado cuenta de que ahora tiene a Keith de frente acercando su rostro al de ella y con mirada preguntona, obligándola a retirarse levemente.

—Que si voy yo a abrir, chatina —le dice, con una sonrisa divertida al ver su reacción ruborizada.

—¿Eh, qué? ¿Abrir qué...?

—¡La puerta! El timbre, ha sonado. Pero estamos en tu casa y que yo sepa es de mala educación abrir en casas ajenas —argumenta dejando su libro tirado por el suelo en el que estuvo sentado—. Puede que sea tu hermana la listilla, o quizá tu incansable madre. O también puede que se trate del gili de Mike.

—¿Mike? —se inquieta ella de pronto—. ¿Por qué iba a ser él?

—Ah, pues porque yo le he invitado. No te importa, ¿verdad? —pregunta, deteniéndose en la puerta cerrada de la habitación, enrarecido—. Es que, en fin. He pensado que con él lo pasaríamos mejor, ¿no crees? Así se nos hace esto más llevadero.

—Claro, es verdad...

No se ve preparada para confesarle a Keith lo incomoda que le hace sentir su amigo Mike con sus constantes comentarios estúpidamente machistas, pues tiene entendido que él es su amigo más cercano.

—Podemos ir a dar una vuelta. Entiendo que no quieras que ese zanguango vea tu cuarto —se burla él, ya con la mano en el pomo de la puerta—. Nos despejamos un poco y después volvemos, ¿vale?

—No, de verdad. Da igual —repone enseguida, bajándose de la cama y buscando sus zapatillas deportivas. Le sonríe—. Ve y ábrele, no pasa nada.

Él cruza la puerta tras asentir ante la respuesta de la chica. 

Aprovechando su efímero momento de soledad, Grace alcanza su teléfono móvil con tal de distraer la ansiedad que le está empezando a provocar este fastidioso cambio en el guión. Abre la aplicación de mensajería instantánea en él y revisa los nombres de las últimas personas con las que se mensajeó, ordenadas de más a menos recientes; con Keith ocupando el primer puesto y seguido de un chat con Felicity de mensajes del tipo "Hoy como fuera" que ella simplemente dejaba en visto, Grace se fija en el tercer nombre de la lista; el de su amigo Dustin, con un aviso en color verde que le indica que tiene varios mensajes suyos sin leer. Extrañada por el tiempo que hacía que él no le enviaba ningún mensaje, por un momento siente curiosidad por saber qué le habrá enviado, pero pronto cae en la cuenta, antes de abrirlo; ya están a viernes y no ha hablado con Dustin desde el inicio de la semana, cuando ella le reprochó de forma desagradable que él provocase la bronca de la profesora hacia Keith.

Se duele al recordar lo mal que se comportó con él, pensando ahora que el mensaje que le ha enviado sea probablemente un enfrentamiento, o algún tipo de reprimenda sobre su reacción exagerada, ya que como Dustin se ha pasado toda la semana con una actitud tan taciturna, lo atribuye a su enfado con ella. Saliendo de la aplicación sin haber abierto su chat para leerlo, bloquea el teléfono rápidamente, coincidiendo con la llegada a la habitación de Keith, acompañado de su amigo Mike.

—¡Pero bueno, si es la chica más graciosa del mundo! —canturrea con sorna el amigo de Keith.

Mike Hill lleva un estilo despeinado similar al de Keith, solo que en rubio platino; veinte centímetros menos de estatura que él, de complexión bastante menos robusta y con los incisivos algo prominentes. Viste ropa deportiva de colores llamativos y una bandana de tela sujetándole el pelo que le caería por la frente de no ser por ella. 

—Menuda cara, tía, ¿es que he interrumpido algo, por fin? —cuestiona, ladino, mientras le da un codazo flojo a Keith—. ¿Os he pillado follando?

—Pues la verdad es que sí —miente Keith, con una increíble naturalidad que provoca el desconcierto en Grace—. Estábamos descansando un rato de tanto estudio coñazo.

—Bah, no me lo creo.

Mike se queda mirando a Grace entonces. La chica ahora le está mirando tan fijamente y con tanta inquina que parece estar concentrándose para conseguir que él desaparezca de un chasquido mágico. Él se ríe al verle esa expresión.

—No os veo despeinados y lleváis la ropa puesta. Nadie folla con la ropa puesta. Además, no has tardado casi en abrirme la puerta... No te ha dado tiempo material a arreglarte tanto.

—Te estaba vacilando, chato. Claro que no estábamos follando —admite, mirando a Grace con una sonrisa de complicidad que pretende calmarla, pero no lo consigue—. ¿Crees que si ese fuese nuestro plan te habría llamado? Estás más salido que yo.

—Bueno, pensé que a lo mejor es que querías un trío, por fin —suelta, sin alterarse lo más mínimo, subiendo los hombros—. O que os grabase mientras lo hacíais, ¡yo que sé! Tus mundos me inquietan a veces, Snake Man. ¡No vayas ahora de puro y casto!

—No flipes tanto.

Ve como Grace ha terminado de colocarse las zapatillas y camina hasta ponerse a su lado, frente a Mike.

—No me encuentro bien y ya es un poco tarde. Será mejor que te marches, Mike —le advierte la chica, controlando su aversión hacia el amigo de su novio tanto como puede.

—Madre mía, ¿pero es que tú te encuentras bien, alguna vez? —cuestiona él, mirando con escepticismo a Keith—. Tía, que lo de "Me duele la cabeza" no sirve ya como excusa, es un chiste que las tías usáis demasiado. Algún día tendrás que dejar que te folle, ¿no? ¡Eso es lo que hacen los novios! ¿No lo sabías, o qué?

—Claro que lo sabe, chato —responde Keith, con un tono firme pero indulgente, que no llega a ser enojado. Algo que a Grace le está empezando a doler—. Solo es que tú le das dolor de cabeza.

—Oh, venga, no me jodas, Snake Man. ¡Que me has llamado tú! ¿Vas a decirme ahora que no lo has hecho para que te ayude a convencerla?

Grace parpadea, confusa. Clava sus ojos en Keith.

—¿Convencerme? ¿Convencerme de qué, Keith?

—Se está montando su propia película, chata. No le sigas el juego —replica, todavía manteniendo la calma, con una postura tan relajada que parece que todo aquello le resbala—. Mi plan era que saliésemos los tres a dar una vuelta para airearnos, ¿recuerdas? Pero tú dijiste que no, que preferías quedarte.

—¡Dije eso porque no quería quedar mal! —confiesa, arrepintiéndose casi al momento de decirlo delante de Mike, que resopla ante su reacción con una risa burlona.

—¿Ves lo que digo, Snake Man? Todas las tías son iguales. ¡No hacen más que hablar en clave y poner excusas estúpidas! —protesta, habiéndose descruzado de brazos y gesticulando ahora con ellos—. Vamos, no dejes que esta también te toree. Que mira por donde te salió luego Victoria, zumbándose a todo lo que se movía después de romper contigo.

Entonces Grace ve, por primera vez en toda la tarde, como Keith endurece el gesto ante las palabras de Mike.

—Grace tiene razón. Esto ha sido mala idea. Será mejor que te vayas.

—¡Espera, espera! —insiste su amigo, al ver que él ya iba a abrirle la puerta de la habitación para que cruzase por ella—. Vale, sí, me he pasado nombrándote a esa víbora, pero ¡eh! Que lo tuyo son las serpientes, vamos, ¡no te cabrees conmigo! —continúa, intercalando bromas para suavizar el gesto de Keith—. Está bien, de acuerdo. Me iré, pero no quiero marcharme sin antes haberte ayudado, tío —le pide, cerrando la puerta que él abrió—. Soy tu amigo. Y no quiero que te vuelvan a joder.

—¿En serio? ¿Y como piensas ayudarme, exactamente? ¿Burlándote todo el rato de mi novia? —le espeta él, acercando su rostro al de Mike, desafiante. 

Grace se conmueve, al ver por fin que su novio la defiende de ese tipo que siempre la trata de forma tan vulgar y que se enfrenta por ella al que se supone que es su mejor amigo.

—Si te pedí que vinieras fue porque quería que te disculparas con ella, poner paz entre vosotros de una puta vez. Me toca demasiado los cojones que te pases el día incomodándola, delante de todos.

—¿Y por qué coño no me dijiste eso antes? ¿Por qué no delante del grupo, eh? —cuestiona de pronto, sin amedrentarse ante él—. Es por como te vaciló el enano de Edler, que te dejó en evidencia delante de todos, ¿no? ¿Tienes miedo, de que esta petarda te contagie su desgracia y dejes de tener gracia tú también?—replica con ironía mirando de reojo a la chica, que ahora agacha la cabeza por vergüenza ante la situación que ha provocado.

—No, puto imbécil. Simplemente no quería avergonzarte delante de todos.

—Y yo voy y me lo creo —protesta enseguida, tras una risotada—. Lo que de verdad te avergüenza es que todos sepan que realmente eres maricón.

De pronto el silencio se adueña de la habitación entera. Grace levanta la cara, asustada por la reacción que ese insulto podría tener en su temperamental novio. Pero Keith solo se ha quedado mirando a Mike, con la mandíbula tensa y una expresión de infinito desprecio.

—¿Me lo vas a negar, Snake Man? —se atreve a continuar, tras haber tragado saliva. 

Él también temió una reacción violenta, al igual que Grace, y se envalentona al ver que no ha sucedido.

—Te cambió la cara por completo cuando ese enano insinuó aquello. Y los demás se rieron, pero luego yo me puse a pensarlo en serio, y joder. Que lo de Victoria fue muy raro, tío. Con lo buena que está, ¿por qué no te la follabas? No me creo que fuese por lo del divorcio de tus padres. Aquello no fue culpa de ella, ¿tan infantil eres como para acusarla de algo así? Vamos, eres un tío inteligente.

—En eso discrepamos —masculla entonces Keith, sin apartarle la mirada, con los puños apretados a la altura de su cintura—. Un tío inteligente no se habría juntado con gente como tú. Ni le contaría sus intimidades a un imbécil.

—Oh, claro. Que ahora la culpa de tu mierda de vida va a ser mía. ¿Te recuerdo que fui yo, el que te aceptó en el grupo cuando peor lo estabas pasando con lo de tu madre, o cuando el energúmeno de tu padre empezó a zurrarte por juntarte con un bicho raro con Stigma ? —se jacta, haciendo que su amigo baje la mirada al suelo. 

Saliendo del arrinconamiento al que le ha sometido Keith, Mike camina hasta quedar en medio de él y de Grace.

—Mira, Snake Man, es sencillo. Solo tienes que demostrarme que me equivoco, y así yo no me pensaré cosas raras de ti. Porque, seamos sinceros, no soy el único que lo piensa: Los demás también ven súper raro que Victoria buscase rabo en otra parte porque tú pasaras de ella. Ya no queda casi nadie del grupo que se crea que estuvieras tan desapegado de ella por lo de tus padres, si ahora haces lo mismo con esta, que no te ha hecho nada.

—Así que ya te has encargado tú de convencerles de ello, ¿no, Mike?

—¡Me preocupaba por ti! Por eso le comenté mi duda a los demás —se excusa, casi molesto porque Keith no vea lo obvio que es para él—. Tuve que decirles que tú y Victoria no os acostasteis, para que me entendiesen mejor. Pero lo hice por ti. Ellos tampoco entendieron por qué nos mentirías en algo así durante tanto tiempo.

—No debí contarte nada, nunca —murmura él, con una mezcla de furia y decepción en la voz—. Lo que yo haga con ella no es asunto tuyo. Mi vida no es asunto vuestro.

—¡Sí que lo es, joder! Eres mi mejor amigo y nuestro líder. Y no me da la gana que los demás crean que eres un puto marica.

—Me la suda lo que ellos crean —responde, alzando más el tono, pero todavía con la mandíbula tensada.

—Ah, ¿y también te la suda, lo que piense yo? —pregunta, posicionando sus brazos en jarra, ladeando ligeramente la cabeza—. Vamos, Snake Man. Haz que me lo crea —le pide y mira a Grace antes de continuar su proposición—. Dale un buen morreo, delante de mí.

—No pienso hacer eso.

—Entonces le confirmaré a todo el mundo mis sospechas: El gran Snake Man no es más que un marica y un mentiroso.

Grace hace ya un rato que se siente mareada, al verse metida en medio de la tormenta y sin chubasquero. Atribuye las acusaciones homófobas de Mike a que simplemente es un cretino, pero la reacción de Keith la desconcierta. ¿Es que ella le había hecho algo malo, como supuestamente le hizo Victoria? Si no era así, ¿por qué ya no la había vuelto a besar en la intimidad desde aquel primer día ni le había si quiera propuesto hacer nada juntos desde entonces aparte de quedar para estudiar o pasear cogidos de la mano?

Su desmedida inseguridad la impulsa a alcanzar a Keith de un par de zancadas, parándose frente a él con la cara levantada para mirarle directamente. Ante su gesto de extrañeza al verla hacer eso, Grace le responde con una acción muy simple: cogerle la cara con ambas manos y besarle en la boca.

A Mike se le pone una sonrisa de socarronería que no puede con ella, al presenciar el atrevimiento de la "tímida" chica. Una cara que no pasa desapercibida para Keith, que ha mantenido los ojos abiertos para verle la reacción a él, pero decide cerrarlos para corresponder mejor el beso de Grace, luchando por ignorar a Mike y compensar así a su novia por el mal trago que la ha hecho pasar.

Lleva sus manos hasta las mejillas de la chica para sostener su cara con firmeza, relajando la tensión que antes sintió en sus puños a medida que intensifica el acercamiento, abriendo más los labios para dejar entrar su lengua. Grace ha olvidado por completo que no están solos en la habitación al ocupar todo su pensamiento en Keith, dándose cuenta de lo que está ocurriendo, que el chico que le gusta desde que era niña está respondiendo a su cariño y no hay ni rastro de ese recuerdo intruso que la paralizó la primera vez, aquel incidente que ahora le parece tan lejano.

Embriagada de emoción y deslizando sus manos por el vientre de Keith, Grace deja salir un leve gemido en mitad del beso, cruzándole por la mente la necesidad de pasar a un nivel superior, cuando de pronto la voz de su amado la saca de sus ardorosas ensoñaciones.

—¿Qué coño crees que haces, gilipollas? —ruge de pronto, encarándose hacia su "amigo" Mike. 

Desconcertada por la repentina separación, se percata enseguida del motivo de la ira de su novio: Mike intenta proteger, entre risas, su teléfono móvil de las manos de Keith, que ya forcejea con él con tal de arrebatárselo. Al no conseguirlo, le propina un fuerte empujón que lo tambalea para que reaccione y detenga su irritante risa, en balde.

—¿De qué coño vas, tío mierda? ¡¿Es que esta es tu idea de amistad o qué?!

—¡Vamos, Snake Man, no te cabrees! ¡Solo intento documentar tu hombría! —se justifica él, sin borrársele de la cara aquella sonrisa ladina. Alza las manos, sosteniendo en una de ellas su teléfono—. ¡No es nada dañino, al contrario! Deberías enfadarte si te hubiese grabado haciendo alguna mariconada, ¡pero solo le estás dando lo suyo a una tía! ¿Qué hay de malo en ello? ¡Venga! Eres tú el que siempre anda vacilando y soltando disparates sexuales como si fuese lo más normal del mundo, ¡no me digas ahora que eres de esos reprimidos que no pueden follar con la ventana abierta! ¡Sé coherente, no puedes seguir vacilando sin más y pretender que te tomemos en serio!

Keith se dispone a responder con un puñetazo en la boca para cerrar el grifo de estupideces que es ahora la boca de Mike, pero el grito de Grace interrumpe su impulso por completo.

—¡Respóndele! —chilla la chica, siendo ahora ella quien aprieta los puños con fuerza, clavándose las uñas. 

Keith la contempla con extrañeza, mientras Mike reprime su risa como puede cuando ella le acusa señalándole con el dedo índice.

—¡¡Dile a ese imbécil qué hay de malo en que te vean besarme!!

El moreno suspira con hartazgo, arrepintiéndose del momento en que decidió que invitar a Mike con ellos para arreglar las cosas fue una buena idea.

—Grace, no hagas eso.

—¿Hacer qué? ¿Obligarte a reconocer en voz alta que te avergüenzas de mí? —solloza, dándole una sacudida en la mano a Keith cuando este intenta calmarla, posándola sobre el hombro de la chica—. ¡Vamos, dilo! ¡Di que sólo estás conmigo porque soy una versión anterior de ti! ¡Porque también soy una estúpida que se hace daño a sí misma y a mi lado te sientes superior porque yo sigo haciéndolo y tú ya no!

—Eso no es cierto —musita él, repitiendo el gesto de antes y consiguiendo atenazar la mano de Grace, por la muñeca. Se le nota el tono contenido, molesto por tener que hablar de esto delante de alguien más—. No tiene nada que ver con eso.

—¿De qué está hablando la loca esta, Snake Man? —cuestiona de fondo Mike, todavía con el móvil en la mano. 

Le echa una mirada a su teléfono y, al ver que este todavía se encontraba en modo "grabación", lo deja estar, sonriendo para sí mismo al presentir que lo que seguía podría ser gracioso de registrar. 

Tras aclararse la voz, sigue hablando para no levantar sospechas con su silencio.

—¿A qué se refiere con "hacerse daño"? No me digas que tú eres de esos pusilánimes que se hacen cortes en los brazos para llamar la atención, tío. Como si no lo hicieras ya con los moratones de tu padre. Aunque estuviste listo, al decir que esos te los hacías en kárate-

—¿Tú eres subnormal o te faltó oxígeno al nacer? —brama hacia él, sin soltarle la mano a Grace—. Esas cosas no se hacen para llamar la atención, puto imbécil. Ni siquiera sabías que lo hacía hasta hoy —espeta, traduciendo su indignación en un aumento de fuerza en el agarre. Al darse cuenta, suelta la mano de Grace, pero sigue sin girar el cuerpo hacia Mike—. Hice bien en no contarte nunca nada de esto.

—Oh, ¿qué quieres decir con eso? —pregunta, alzando una ceja—. ¿Acaso estás insinuando que no soy un amigo digno? Ya te he dicho que si conté tus secretos a los demás fue para ayu-

—¡Cállate de una vez, joder! —vuelve a chillar Grace, recuperando la atención de Keith tomándole por el brazo. 

Mike se alegra de esta distracción y la atiende también, todavía grabando con su teléfono sin que nadie lo supiese.

—Keith, por favor, dime que no te doy asco. Dime que estás conmigo porque te gusto de verdad —titubea con voz quebradiza, hundiendo sus dedos en el antebrazo de su novio y mirándole a los ojos—. Dime que me quieres.

—No voy a decirte eso, estás loca —responde sin pensar, molesto por la presión física y psicológica a la que está siendo sometido, por ambas partes. 

No le da tiempo a corregir su frase, ni de matizarla para hacerse entender, porque Grace ya ha obtenido la respuesta que buscaba y su sollozo interrumpe cualquier intento de explicarse.

—¡Se acabó! ¡Fuera de mi casa! ¡¡YA!! —explota la chica, empujando con ambas manos a Keith, sin conseguir que este se mueva del sitio más de medio metro—. ¡VETE!

—Bueno, bueno, será mejor que hagamos caso, eh —sugiere Mike, guardándose el teléfono en el bolsillo de su chaqueta y caminando hacia la puerta, alzando ahora las manos como gesto de inocencia—. Tienes razón, Snake Man, esta tía está loca, pero loca de remate. Vayámonos antes de que saque un cuchillo y nos corte a nosotros.

—¡He dicho que os vayáis! —balbucea con rabia ella, descargando la poca fuerza física que le quedaba en empujar con los puños cerrados a Mike, al comprobar que era inútil intentarlo con Keith. 

Este último se ha quedado anclado en su sitio, observando con lástima las lágrimas de Grace.

—Lárgate... por favor —le pide con un hilo de voz, agotándosele la energía al haber alcanzado ya su pico más alto. Su largo flequillo anaranjado le tapa media cara debido al vaivén—. No soporto que me miren así.

—Lo siento —musita él, antes de recoger su mochila y cruzar la puerta, con la cabeza gacha. 

Justo cuando Keith la atraviesa, Grace agarra el pomo de esta y la cierra con violencia, deshaciéndose en llanto mientras desliza la espalda por ella, cubriendo su rostro mojado con manos temblorosas y doblando las rodillas hacia el pecho, recogida en sí misma.

No le importa que Keith y Mike puedan quedarse ahí en su casa, que Felicity o su madre los encuentren allí cuando regresen y se pregunten por qué no está Grace con ellos. Ahora mismo solo puede pensar en lo patética que se siente, en que la puerta de su habitación es capaz de aislarla de todos esos problemas que la angustian y que la soledad es lo único que la mantendrá a salvo de todo aquel dolor tan vergonzoso, que ella misma se ha buscado por intentar imitar la felicidad de su amigo de la infancia.

Y piensa permanecer así hasta que algo, o alguien, la hagan cambiar de idea.

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