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14. La razón

El lugar en el que Dustin ha quedado con Caesar esa noche le trae buenos recuerdos; aquél sitio le lleva de vuelta al día en que conoció a los amigos de su hermano, aquellos que estuvieron con él durante los años en los que estuvo desaparecido de su vida.

Aquél día ya sintió que eran buenas personas o, al menos, que eran de confianza. Pero, tal y como le estaba yendo últimamente al rubio, quizá esa buena vibración que notó por parte de aquella gente fue solo por la comodidad que suponía el hecho de que eran personas adultas pero cercanas, que sabían más que él, y su parte siempre sedienta de información se saciaba cerca de ellos; era algo que no le ocurría con su pandilla, pues él era el mayor a excepción de Grace, y ella era su mayor misterio, ahora más distante que nunca desde que empezó a salir con Keith.

Dustin aparca la moto donde siempre y, una vez se quita el casco, ve allí arrimado a la puerta del bar a Caesar. Se le hace extraño verle sin Regina al lado, siempre que habían quedado ella estaba presente. El rubio pensó que tal vez Caesar quiso tener esta conversación con él en privado, que quizá ya sabía de qué iba a hablarle; Dustin se encuentra de pronto pensando de más en Regina, en que es lógico que su novio no la quiera presente, pues la ve una chica bastante sensible, debajo de esa máscara de maquillaje y seguridad que solía llevar siempre.

Sus pensamientos se ven entonces interrumpidos por la serena voz de Caesar, quien se ha acercado hasta él al ver que el chico no se bajaba de la moto.

—Buenas noches, Daxx —comienza, ladeando levemente la cara al llegar a él—. ¿Te apetece entrar, o prefieres dar una vuelta?

—Ah, Caesar... L-lo siento. Es que... me duele la cabeza —se excusa, ante su vahído de atención. Se fija en que Caesar no lleva sus gafas de sol puestas, y se le hace casi tan raro como la ausencia de Regina—. N-no me importa... solo quiero...

—Está bien, tranquilo. Iremos a dar un paseo. Así te dará el aire —propone, mientras ve cómo Dustin se baja de la moto y recoge su casco, una vez se cerciora de dejarla segura—. Aquí hay siempre demasiado ruido por la noche, no creo que te ayude demasiado —continúa, ya caminando. Cuando Dustin lleva sus pasos hasta estar a su misma altura, pregunta: — ¿Te has tomado algo?

Dustin se queda sin habla por unos segundos. El dolor todavía no le deja pensar con claridad y sus pensamientos se enmarañan unos con otros. ¿A qué se refiere con que si había "tomado algo"...? Lo de Sam...

—Me refiero a si te has medicado. Contra el dolor —se explica Caesar, como si hubiese adivinado el porqué de su silencio confundido—. Verás, como ya te dije, ese es mi terreno. Tienes delante a un estudiante de medicina, así que no tengas reparo en pedirme lo que necesites. Seguro que tengo algo para un simple dolor de cabeza —Sonríe, restándole importancia a su dolencia.

El rubio sigue sin saber cómo ni por dónde empezar. Mientras ambos caminan, se va fijando en la gente que por allí hay, mayoritariamente pilotos amateur. Nota cómo muchos de ellos reparan en él, y es consciente de que ya le conocen, por la frecuencia de sus visitas a aquél sitio.

Y por Sam.

—No estoy aquí por mí... sino por mi hermano.

—Lo sé —admite con tranquilidad. Hace rato que se ha llevado las manos a los bolsillos de su chaqueta—. ¿Qué te ha hecho? Dime.

"¿Que qué me ha hecho? ¿Qué tipo de pregunta es esa...?"

—N-no me ha hecho nada —Sacude levemente la cara, mirando a su alrededor con incomodidad, a pesar de que nadie les estaba escuchando—. Él... Y-yo solo... 

Detiene sus pasos entonces. Por momentos cree que el nudo que tiene en la garganta desembocará en algo peor.

—He oído cosas sobre él. Un tío... uno de ésos a los que debe dinero... D-dijo que él era... que él estaba...

Caesar escucha, deteniendo sus pasos cuando Dustin se para. Apenas parece sorprenderle la reacción del chico, el cual ya parecía ir a desmoronarse.

—Drogas, ¿verdad? —sentencia Caesar, queriendo ahorrarle la mención.

Dustin deja por fin los ojos fijos en él, pero no le calma lo más mínimo. Su nudo no le deja responder, pero no es necesario.

—No debes preocuparte por las habladurías de la gente, Daxx. Y menos, de la que hay por estos lares —continúa, acercándose a él con un par de pasos y acortando la distancia entre ellos—. Ya sabes lo que dicen. "Cree el ladrón que todos son de su condición". Esa gente a la que tu hermano debe dinero es gente peligrosa, sí. Son tipos metidos en asuntos turbios... pero él no forma parte de ellos. Según tengo entendido, tan solo pidió ayuda a las personas equivocadas, y bueno... su cabeza loca le impide saldar sus deudas.

—¿Su... cabeza loca...? —repite el rubio, sin entender del todo—. Pero... t-tiene oportunidades de saldar esas deudas... ¿Por qué no lo hace? ¿Por qué no gana esos concursos y paga a esos idiotas para que lo dejen en paz?

Caesar suspira de forma casi imperceptible, ladeando levemente el cuerpo y parándose a mirar las calles vacías hasta las que han llegado.

—A Sam, lo único que le ha importado siempre, es ser admirado. Y esos rumores han hecho que su popularidad se ensucie —le explica, pesaroso—. Su nombre ya va irremediablemente ligado al de los insultos y las difamaciones, por culpa de esos tipos. No le dan tanto margen gratis... no les gusta perder tiempo, ni dinero. Así que se encargaron de manchar lo único que le quedaba.

Dustin tiene el ceño fruncido desde hace rato. Oír lo que esos tíos le han hecho a su querido hermano le irrita más que todos los insultos y burlas que él mismo ha soportado durante años, en el instituto.

—N-no tiene sentido. Yo... yo haría algo. —resuelve entonces, aunque por dentro todavía se esté poniendo de acuerdo consigo mismo—. Sam es muy orgulloso... él es fuerte. Pero... si esos rumores le hacen tanto daño como para... dejar de lado su pasión... —Caesar vuelve la cara hacia él, alzando levemente la ceja—. Yo lo haría. Yo ganaría ese dinero para él.

Caesar sonríe, finalmente. Aunque es una sonrisa incompleta, que no muestra los dientes.

—¿Harías eso por tu hermano, Daxx? —subraya él, con una mezcla de ternura e incredulidad mal disimulada—. Él ya te dijo que no te quería ver tan pronto haciendo esos peligrosos trucos aéreos, pero... si quieres mi humilde opinión, —continúa, mirándole ahora de frente y posándole su anillada mano sobre el hombro— tu técnica es mucho mejor que la suya. Ganarías seguro.

Dustin se siente poco halagado esta vez, pues su mente se ha quedado más pendiente de lo importante: Sam no querría que se arriesgase.

—Eres más que él, Daxx. —sigue recalcando, al notarle el gesto de preocupación—. Tienes ese elemento que pocos tenemos, que él no tiene. Lo que esta ciudad apenas se atreve a llamarlo "Gen X".

Al decir esa palabra, consigue que Dustin por fin le mire, aún confuso. Esa forma de referirse a los Stigmas la ha oído, muy poco, por parte de su madre.

—Podemos hacer grandes y mejores cosas, pero se empeñan en minarnos con miedos e inseguridades —prosigue, con cierto deje de frustración contenida—. Encasillándolo en simples trastornos que nos impiden tener una vida normal. En algo que los médicos se resignan a llamar "gen intruso"... a tratarlo como un estigma.

—Tú... —La cabeza le arde, pero aún lee entre líneas. — ¿Tú también tienes un Stigma, Caesar?

— Así es, Daxx — confiesa, quitando la mano de su hombro—. Yo soy como tú, en cierto modo. Así que entiendo perfectamente por lo que está pasando tu cabecita, ahora mismo. Ese es mi elemento X: meterme en la mente de los demás.

Tras un breve silencio provocado por la sorpresa, Caesar sonríe un poco, dándole un leve toque con el índice en la frente a Dustin, contagiándole la sonrisa.

—Así que te aconsejo que la frenes un poco, al menos por esta noche. Mañana aún estarás a tiempo de inscribirte o, al menos, de pensártelo para la siguiente. Puede que incluso consigas animar a Sam, a participar. 

—¿Animarle? —inquiere, con un atisbo de ilusión—. ¿Crees que yo podría... motivarle tanto?

—Ya te lo dije. Él te necesita más que tú a él. Por mucho que se empeñe en darle la vuelta a todo —apuntilla, casi murmurando eso último.

La firmeza del tono que utiliza Caesar es ahora aún más convincente; acaba de saber que su Stigma es, nada más y nada menos, que leer pensamientos ajenos. ¿Cómo contradecir a alguien que no solo se ha paseado por su cabeza, sino también por la de su misterioso e impredecible hermano mayor?

Por primera vez en días, Dustin cree vislumbrar un rayo de esperanza por entre sus nubosas dudas. De pronto ve una meta clara, una meta que alcanzar para poder hacer justicia con su hermano.

Una razón para correr.

—Tienes razón —asiente firmemente el chico—. Lo haré por él.

Caesar sonríe y, esta vez, es una sonrisa completa. Negando un poco de cabeza, da media vuelta para seguir caminando, como si nada.

—Me alegro de oírte ese tono de nuevo, Daxx. Empezaba a preocuparme, ¿sabes? —dice, mientras camina, invitando al rubio a seguirle el paso—. Me gustaría celebrarlo contigo como es debido, pero si no descansas, tu cabeza explotará —continúa, sacándose del bolsillo de su cazadora de piel un pequeño bote de lo que parecen ser pastillas. Se lo entrega al chico, deteniendo el paso—. Con una de estas será suficiente.

— Las conozco... son las que me hacen tomar en casa desde siempre —responde, habiendo leído rápidamente el prospecto—. Inhibidores... para controlar los Stigmas.

Caesar le dedica una mirada indulgente.

—No debería ser así, ¿verdad? —le pregunta, con un tono indignado, parecido al que empleó al hablar de las personas con el Gen "X".

—S-supongo que no... no lo sé —admite él, cohibido. Todavía tiene los ojos puestos en los inhibidores, pero nota la mirada de Caesar clavada en él, pendiente de su respuesta—. Simplemente es.

—Bueno —responde el moreno—. Tal vez las cosas deberían cambiar ya, ¿no crees?

Dustin le mira a él de nuevo, viendo como vuelve a sonreír de ese modo tan enigmático; los ojos de Caesar tienen colores dispares, siendo uno de ellos color avellana y el otro verdoso. El rubio se da cuenta de que no había reparado hasta ahora en ese detalle porque siempre lo vio usando gafas de sol. Ve cómo Caesar volvía sobre sus pasos, camino al lugar donde dejaron la moto aparcada.

—Vamos, Daxx. No quemes más el motor por hoy.

El chico asiente y obedece casi enseguida, intentando dejar cada nuevo elemento a indagar en segundo plano, con tal de llegar entero a casa... y de evitar contagiarle el mareo mental a Caesar.

«Siento que puedo hacerlo», se dice a sí mismo, despidiéndose ya de Caesar, mientras arranca su querida moto rumbo a su hogar. «Siento que puedo llegar hasta allí, y averiguar para qué estoy viviendo».

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¡Saludoos!

De nuevo siento la tardanza, no he dejado de tener problemas de salud y mi cabeza no estaba en su sitio, pero prometo (esta vez de verdad) empezar esta semana a publicar semanalmente.

Posiblemente este domingo publique otro, ya que éste fue bastante corto y así compenso la sequía.

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