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00: El tiempo en una botella


Las luces del estadio deslumbraban. Quizá sus ojos no vieron bien lo que pasó.

Se hizo el silencio de golpe. La multitud ahogó una exclamación de sorpresa ante el crudo y seco impacto de la moto contra el suelo, tras la acrobacia fallida.

Desde las gradas, el joven Dustin pudo ver cómo su hermano mayor, aquel al que jamás había visto tener ni un solo susto en sus espectáculos, se soltaba del manillar en pleno salto; ya nunca podría olvidar el sonido que produjo el cuerpo de Sam al chocar contra el frío hormigón de la pista.

Como un lapsus letal, incomprensible para él. Todo se le paralizó.

Dejó de oír otra cosa que no fuese su propia voz mientras pedía a gritos que alguien hiciese algo por su querido hermano. Desesperando al ver que nadie se movía excepto él, se abrió paso por entre el público paralizado por la impresión. 

En apenas un parpadeo el chico apareció a su lado. Su mirada centelleó fugazmente con brillo anaranjado, parecido al de su color de ojos: Dustin estaba demasiado afectado como para darse cuenta de que había usado su don prohibido para llegar hasta él, esa velocidad inhumana que parecía ralentizar el mundo a su alrededor cuando lo utilizaba; un inestable poder que no le sentaba precisamente muy bien, ni a su cuerpo ni a su cabeza.

Entró en pánico. No era capaz de conectar lógicamente las ideas que le pasaban por la mente, a esa velocidad tan frenética que el estrés le aceleraba. ¿Qué diablos acababa de hacer el idiota de Sam? Aquél fallo tan estúpido no era propio de él.

—Sam... S-Sam, por favor... ¡Dime algo! ¡Sam... N-no te oigo! ¡¡Sam!!

Le pareció ver la sonrisa de su hermano a través de la sangre que salía de su nariz, haciéndole creer que seguía con vida. Dustin sonrió nervioso ante esa impresión.

—Mírame, Sam... Estoy aquí, ¡esta vez te salvaré yo! —sollozó el chico abrazando con fuerza al piloto—. Hoy yo seré tu héroe, ¿vale?

El corazón de Dustin empezó a latir de forma tan frenética y potente que lo sintió como si viniese de fuera... de su hermano. Retumbaba por toda su alma, a punto de colapsar. El resplandor anaranjado de sus ojos no desapareció a pesar de estar quieto. En su lugar se tornó más intenso, de una tonalidad carmesí. 

Miedo, esperanza e incomprensión... Rabia, incluso. Aquella angustiosa mezcla de emociones, todas peleándose entre sí por tener razón y adueñarse de la situación, dio entonces un repentino acelerón dentro de él. Un sprint que dejó al resto de Dustin atrás, incapaz de seguirle el ritmo a su propio corazón. Deteniendo sus latidos súbitamente y haciendo que sus brillantes ojos perdiesen todo rastro de vitalidad, como una corriente eléctrica perdiendo su fuente de energía por un bajón de tensión. 

El mundo siguió girando a su velocidad de siempre mientras el hermano pequeño del piloto accidentado se desplomaba inconsciente sobre él. La gente, conmocionada, no entendía cómo ni de dónde salía aquel chico; para ellos el accidente acababa de pasar hacía solo un segundo.

Un segundo que a Dustin le parecieron horas.

«¿El mundo siempre reacciona tan lento ante las desgracias, hermano?».

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