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2. Los últimos herejes

N° de palabras: 5533 palabras.

Sinopsis: Bucky es liberado de la custodia de SHIELD. Steve y él finalmente pasan un tiempo solos. 

Nota: Narración de sexo explícito. Además, habrá frases en ruso, cuya traducción estará en los comentarios y en la parte final del capítulo. Disfruten la lectura :)


✪✪✪


Estaban tan cerca que podía sentir el rápido latido del corazón de Steve, sentir la energía crepitando a través de él como una tormenta. Todo lo que quería, todo lo que había creído que había perdido, estaba justo aquí, finalmente suyo para que lo tomara.


✪✪✪ 


Bucky se quedó atento cuando la doctora entró en la habitación, con sus tacones bajos chocando con decisión sobre las baldosas. Esta no era una de sus visitas programadas, pero había aprendido hace mucho tiempo a esperar lo inesperado, especialmente en lo que a SHIELD respectaba.

—Doc —dijo a modo de saludo, con una inclinación respetuosa de su cabeza.

—Sargento —respondió ella, y aunque no dijo nada más (no hizo más que mover otro músculo), Bucky sabía por qué estaba allí.

El día finalmente había llegado. 

SHIELD lo estaba liberando y volvía a dejar que explorara el mundo de nuevo. Lo habían considerado seguro, o al menos, ya no era una amenaza para la seguridad nacional. Por primera vez en meses, sería capaz de respirar aire libre, sentir el viento en su cara, tendría privacidad...

—¿Steve lo sabe? —Fue su primer y único pensamiento.

Ella sonrió y asintió. 

—Te está esperando en su hogar. No quería abrumarte durante tu evaluación de salida.

—Por supuesto que no —murmuró Bucky. El tonto bastardo era demasiado noble para su propio bien.

—Y, solo para aclarar cualquier confusión, que estés libre de nuestra custodia, no quiere decir que te estemos liberando de SHIELD por completo. El director Fury se ha interesado personalmente en ti.

Entonces aún deben quererlo con una correa corta, por si acaso, lo que estaba bien con él. Cuanto más corta mejor, de hecho. Demonios, si quisieran colocar un monitor de tobillo o un chip de GPS en su brazo, no los culparía. (Por lo que sabía, Stark había hecho exactamente eso cuando había mejorado el brazo de Bucky). 

—Entendido.

—Y el Capitán ha dejado claro que él personalmente se asegurará de que tengas todo lo que necesitas.

—Entonces... ¿Steve se encargará de mí?

—Por así decirlo, pero sí. Aunque, si prefieres a otra persona...

—No —Sacudió la cabeza para enfatizar—. Steve está bien.

Demonios, Steve era todo lo que quería en este momento.

La doctora sonrió suavemente, como si supiera lo que él estaba pensando. Tenía uno de esos rostros expresivos, del tipo que invitaba a intercambiar confidencias, a esconder los mejores secretos. Bucky intentó no pensar en todas las formas en que podría matarla o incapacitarla usando solo los pasadores que le sujetaban el cabello. Estaba acostumbrado a sofocar al asesino frío y calculador que acechaba dentro de su cabeza.

—Bueno, entonces, supongo que ya es hora. ¿Estás listo?

Bucky trató de hacer lo que esperaba que fuera una sonrisa real. 

—Listo como siempre lo estaré, supongo.

—Y recuerda, si las pesadillas o los recuerdos llegan a ser demasiado, o si te sientes abrumado o...

—Llamaré —dijo, a pesar de que ambos sabían que estaba mintiendo. 

Claro, él se presentó a sus citas obligatorias, hizo lo que se le exigía, pero había tenido los sueños, los recuerdos y los temblores nocturnos durante décadas. Había estado viviendo con espacios en blanco en sus recuerdos y conteniendo sus impulsos más viciosos, con los gritos de los moribundos resonando en sus oídos y la culpa devorando su alma, durante tanto tiempo que no estaba seguro de qué hacer si desapareciera. No iba a expiar su pasado al expresar sus sentimientos.

La única forma en que iba a superar esto era saliendo y haciendo algo bueno, siguiendo el ejemplo del Cap. Puede que nunca recupere lo que había perdido, y nunca tendría el derecho de llamarse a sí mismo un buen hombre otra vez, pero por el bien de Steve, haría todo lo posible.

Había decepcionado a Steve una vez, y toda la historia había sufrido las consecuencias. Pero, aquí y ahora, finalmente tenía la oportunidad de inclinar la balanza en otra dirección. Lo tomaría con seguridad y lucharía por ello.

—El Capitán tiene mi número —le decía la Doc, casi como si estuviera leyendo sus pensamientos—. Y le he dicho que no dude en llamarme.

—Eso es injusto y lo sabe. 

—Todos queremos lo mismo, Sargento. Queremos que te mejores. 

—Sí, señora —respondió él, y le dio un rápido saludo, juntando dos dedos y moviéndolos en su sien, combinándolo con su sonrisa más desenfadada. De todos los psiquiatras con los que pudo haber estado, ella no era tan mala.

—Vete —respondió ella, sacudiendo la cabeza—. Sal de aquí de una vez. Hay un auto que te espera para llevarte hacia el Capitán.

—Gracias —dijo Bucky, y cediendo al impulso, le dio un rápido beso en la mejilla antes de salir. 

Él no miró hacia atrás. No había nada en esta habitación que quisiera llevarse con él.

✪✪✪

El viaje a la casa de Steve en Brooklyn —por supuesto que se había instalado en Brooklyn, pensó Bucky, el idiota leal y obstinado probablemente todavía estaba enraizado por los Dodgers, a pesar de que habían volado en un avión a Los Ángeles hace casi sesenta años—se volvió el viaje más corto y largo de la vida de Bucky. Miró las calles por la ventana, tomando nota de los cambios que se habían producido el tiempo. Las personas todavía se movían a lo largo de las aceras concurridas, los taxis aún sonaban y giraban a través del tráfico como si todos desearan la muerte, y la energía pulsante de cada esquina seguía siendo exactamente la misma. Solo los edificios parecían haber cambiado.

La última vez que había estado en Nueva York, ni siquiera sabía por qué estaba allí. Solo recordaba tener un sentimiento efímero que no podía dejar pasar, obligándolo a ir al norte, una corazonada que no podía explicar. Pero ahora, ahora sabía por qué había desafiado las órdenes y se había rebelado, y, lo más importante, ahora sabía a quién estaba tratando de regresar.

Pero ahora que todo (y todos) por los que había regresado estaba a su alcance, se sentía tan aturdido y sin rumbo, como lo había hecho durante esas dos semanas perdidas en el '73.

Cuando el automóvil se detuvo frente a un edificio anodino en la orilla del río, no se movió. El lugar parecía una fábrica textil abandonada, de ladrillos sólidos y apariencia modesta, sin pretensiones, sin ningún indicio de lo que había al otro lado de la pared. Todo eso tenía escrito a Steve por todas partes. Y en algún lugar, detrás de las altas ventanas de vidrio, Steve estaba esperando para saludarlo, para (con suerte) cumplir con todas las promesas silenciosas que se habían hecho durante los largos y duros meses de su autoimpuesta encarcelación.

Las piernas de Bucky se negaron a trabajar.

—¿Señor? —Uno de los agentes de SHIELD se retorció en su asiento y miró a Bucky con preocupación—. ¿Está todo bien?

—Sí, es, uh... —Se pasó la lengua por los labios resecos y ofreció una pequeña sonrisa. Todavía podía fingir con la mejor de ellas—. Gracias por el viaje.

—En cualquier momento, señor. Fue un honor conocerlo —agregó el otro agente, con algo que se parecía mucho a la adoración del héroe en su mirada.

Un honor. Si tan solo supieran...

No tenía derecho a la admiración de nadie. No después de todo lo que había hecho. Pero destruir el ideal infantil de Bucky Barnes, el amigo y compañero de confianza del Capitán América, no iba a hacer nada por devolver esos días y eso no le daría paz a Bucky. Era mejor, y mucho más misericordioso, dejar que el chico mantuviera sus ilusiones tanto como pudiera.

Dios sabía que la vida, sin mencionar el trabajo que el agente escogió, le despojaría de esa ilusión lo suficientemente pronto.

—Nos vemos —dijo Bucky y se obligó a moverse. Cerró la puerta del auto detrás de él, ni siquiera se giró para ver cómo se alejaba. Solo miró hacia el edificio e intentó recuperar el aliento.

Si tuviera algún maldito sentido común, se fundiría en las sombras y se iría de Nueva York. Puede que ya no sea el Soldado de Invierno, pero aún sabía cómo desaparecer, cómo mantenerse fuera de la red. Ya lo había hecho durante seis meses, se las había arreglado muy bien por su cuenta, antes de que el dolor en el centro de su corazón donde Steve siempre había residido, se hubiera vuelto demasiado grande y se había acercado, permitiendo que Steve lo convenciera que se entregara, para asegurarse de que no quedara nada de Lukin en su cabeza. No había nada que le impidiera volver a hacerlo, dejar todo atrás, y vivir una vida sencilla en algún lugar lo suficientemente lejos como para que su pasado no pudiera extenderse y contaminar todo lo que tocaba.

Nada, por supuesto, excepto esas promesas silenciosas, y el hecho de que nunca tuvo mucho sentido común en lo que concernía a Steve Rogers.

Luego la puerta principal se abrió y Steve salió, vistiendo una camiseta azul brillante que se extendía sobre su impresionante pecho y unos jeans que parecían estar moldeados en sus muslos. Y aún era extraño, incluso después de todo este tiempo, verlo así. Alto, construido y perfecto, con un cuerpo que finalmente igualaba su coraje y esa gran determinación para corregir todos los males del mundo.

—Llegas tarde —Steve sonrió. Esa extravagante media sonrisa que le quitó los años de la cara, le recordó a Bucky el niño flaco y tenaz que había rescatado en ese callejón hace tantos años, el que tenía más valentía que sentido común.

Y al verlo, los nervios y los segundos pensamientos se desvanecieron como si nunca hubieran estado. Finalmente regresó a donde pertenecía, una sombra orbitando alrededor del sol de Steve. 

—¿Ese es todo el saludo que recibo?

Steve se enderezó, pasó una mirada acalorada sobre él, despojándolo de adentro hacia afuera. 

—Sí, a menos que tú, uh, quieras hacer esto en la acera, porque no tengo problema si quieres que...

—No, no realmente —dijo Bucky y caminó hacia adelante, invadiendo el espacio de Steve y lo siguió hasta que estuvieron en el frío interior de la entrada. Pateó la puerta para cerrarla detrás de él y se estremeció cuando Steve pasó una mano por su cabello. Estaban tan cerca que podía sentir el rápido latido del corazón de Steve, sentir la energía crepitando a través de él como una tormenta. Todo lo que quería, todo lo que había creído que había perdido, estaba justo aquí, finalmente suyo para que lo tomara.

—Hey, punk —dijo Steve, y sonrió abiertamente, lleno de cariño, y la calidez de eso se filtró en el ser de Bucky.

Ni siquiera intentó detener la sonrisa de vuelta. 

—Hey, jerk  —respondió, y al momento siguiente, se estaban besando, de forma suave, amable y ligeras, como si tuvieran todo el tiempo del mundo. Así fue solo un beso más entre miles, no diferente a todos los otros que habían compartido en los últimos años.

Se besaron como si no hubiera pasado nada de tiempo desde que hicieron esto. Como si hubieran vuelto a su horrible apartamento de una habitación antes de la Guerra, como si estuvieran en el pequeño cuartel que habían compartido en Londres en 1944, y en campos de batalla en Francia, Polonia, Alemania e Italia, al final de una pelea duramente ganada o al final de un largo día. Se besaron como lo hacían cuando estaban tan seguros de que siempre habría un mañana, solo siendo dos hombres estúpidos que habían pasado una vida difícil, contando el uno con el otro, seguros de que siempre estarían juntos sin importa qué.

Steve todavía sabía exactamente lo mismo, como el algodón de azúcar pegajoso y la tarta de manzana casera, como las mejores partes de las noches de verano en Nueva York. Todavía olía a sudor, a sol y a cuero, a Steve por todas partes, puro, limpio y perfecto. Y cada beso sabía como el alcohol ilegal de Morita, haciendo que Bucky se sintiera ebrio y mareado. Profundizó más el contacto, buscó el olvido y la seguridad en los labios de Steve, el ligero roce de la lengua de Steve contra la suya, la forma en que aún estaban juntos, dos mitades de un rompecabezas desgarrado y, finalmente, finalmente se completaron.

—Bienvenido a casa, Buck —susurró Steve, sonriendo para besarlo de nuevo, y Bucky murmuró algo indistinto en respuesta, cambiando el ángulo de sus labios, desesperado por más, por cualquier cosa que pudiera obtener. 

Bucky entonces deslizó las manos sobre la camisa de Steve, con la intención de tirarla a un lado y finalmente poner las manos sobre la piel desnuda, pero Steve apartó las manos y retuvo sus brazos.

—Todavía no, déjame solo... —Steve guardó silencio y luego se dejó caer de rodillas con elegancia, alcanzando la hebilla del cinturón de Bucky.

El aliento de Bucky atrapado en sus pulmones. 

Se sintió paralizado de nuevo. No había manera de que Steve se estuviera preparando para... que quisiera...

—Steve, no.

No podía dejar que Steve hiciera esto. 

No podía soportar ver a Steve así. 

El mejor, el más valiente y verdadero hombre que jamás había conocido no debería arrodillarse por nadie, especialmente por un hombre como él. Un asesino en masa, un asesino, un destructor de vidas, un matón sin conciencia. La misma antítesis de todo lo que representaba Steve, una imagen negativa destrozada de todo aquello contra lo que Steve había pasado toda su vida luchando. El alma de Bucky se estaba ahogando de sangre. No podía manchar a Steve de esa forma. 

—No deberías... Yo no soy...

Steve solo parpadeó, calmado e imperturbable, confiando en que rompió algo profundo en el corazón de Bucky. 

—Déjame hacer esto por ti. Déjame hacer esto por los dos.

Bucky cerró los ojos. Sus dedos se contrajeron contra sus muslos. El calor subió por su espina dorsal y se asentó en la base de su cuello. 

 —No puedo...

Él no era digno de esto. Nunca esperó que Steve quisiera algo tan íntimo, ni siquiera lo soñó tarde en la noche, tan cerca de la soledad como alguna vez estuvo en su celda. A lo sumo, había pensado que habría un trabajo manual rápido y descuidado, o iría a sus manos y rodillas, dejaría que Steve lo tomara, dejaría que Steve reafirmara el control. Pero no esto.

Un ligero golpecito en el costado de su rodilla atrajo su atención hacia Steve. Quien aún estaba arrodillado ante él, suplicante, paciente... 

красавец

Lo más hermoso y peligroso que Bucky había visto, con armas a su disposición que fácilmente superaban cualquier defensa que Bucky pudiera tener. 

El Ejército había convertido a Bucky en un soldado, los Comandos Aulladores habían perfeccionado sus habilidades hasta el filo de la navaja, y la Habitación Roja lo había convertido en un arma de destrucción masiva, pero nada de su entrenamiento y habilidad táctica era rival para la seguridad que le ofrecía la pequeña sonrisa de Steve o aquella luz brillante que resplandecía en sus ojos puros de color azul.

Quiero esto —Las manos de Steve permanecieron completamente inmóviles, pero Bucky podía sentir cuánto le costaba a Steve no moverse—. Lo necesito... Ambos lo necesitamos. Te rogaré si tengo que hacerlo, Buck. Por f-

—Bien —respondió Bucky entre dientes, de forma rápida y aguda. No podía tener esa palabra colgando en el aire entre ellos—. No lo digas, no creo que pueda soportarlo si tú...

—Entonces no lo haré —prometió Steve—. Solo... déjame hacer esto —dijo, y se inclinó hacia atrás. El sonido de la cremallera era extraordinariamente fuerte en el silencio entre ellos, llenó los oídos de Bucky hasta que no pudo oír nada más. El aire fresco besó su piel desnuda por un breve momento, luego los labios de Steve estaban allí, susurrosamente suaves y dos veces más mortíferos, deslizándose hacia abajo con una confianza segura.

Bucky apretó las manos contra la pared, aspiró profundamente y trató de no moverse. Esto no era para él . Esto fue para el beneficio de Steve, porque Steve había preguntado , y por Steve, él haría cualquier cosa. Todo lo que sea. Y no, no se merecía esto, pero tampoco era lo suficientemente fuerte como para resistirlo. No conocía a nadie que fuera lo suficientemente fuerte como para resistir esto.

La boca de Steve era cálida y húmeda, incluso mejor que los recuerdos de Bucky. это было прекрасным. Bucky se quedó sin aliento cuando Steve lamió la cabeza, luego se lo tragó hasta los cabellos rizados de su ingle. Arrastró con cuidado los dedos de metal a lo largo del cuero cabelludo de Steve, a través de su fino cabello, trató desesperadamente de no pensar en qué tan vulnerable era Steve, en qué tan fácilmente podía aplastar la laringe de Steve o su cráneo.

Y el hecho de que Steve sabía que tenía pensamientos terribles e inefables en su cabeza, sabía todo sobre ellos, había estudiado su expediente, sabía de qué era capaz y qué había hecho, y confiaba en él, se había dejado expuesto y descubierto...

Bucky sabía seis idiomas con fluidez y podía manejar al menos cinco más. Pero en este momento, no pudo encontrar las palabras en ninguno de ellos. Había cruzado y vuelto a cruzar tantas líneas que parecía que el tiempo se volvía a sí mismo, el presente y el pasado se fundían en un caleidoscopio de color y necesidad.

Pero en este momento, no le importaba.

Steve lo tomó profundamente, estiró sus labios obscenos y anchos alrededor del miembro de Bucky, con su lengua curvándose a lo largo de la parte inferior mientras envolvía dos dedos alrededor de la base para que coincidiera con cada deslizamiento lento y reverente. Bucky perdió la batalla consigo mismo para mantenerse quieto, inclinó sus caderas para coincidir con los movimientos de Steve, se deleitó y se perdió en la adoración de Steve. Esto era sacramento y escritura, una religión privada donde los dos eran los únicos acólitos, y cada deslizamiento de los labios de Steve era otra bendición, un perdón que nunca merecía.

Como todo lo demás que habían hecho, había una cadencia en la forma en que Steve se movía y en la forma en que Bucky respondía, un ritmo perfeccionado en innumerables noches sin dormir, incontables momentos robados. Un baile donde ninguno de los dos lideró, una lucha donde no hubo vencedores ni perdedores, solo una serie interminable de pasos entrelazados y fluidos, de un para siempre, de un propio lenguaje secreto. Se hundió en el ritmo, se entregó completamente a Steve, dejó que tomara la iniciativa como siempre lo había hecho.

Él no iba a durar. 

—Steve... —Su voz se quebró. Tiró del cabello de Steve, una advertencia, pero Steve lo ignoró, torció su puño mientras deslizaba sus labios hacia abajo, y miró hacia arriba, con los ojos brillantes de anhelo y necesidad y algo más profundo que Bucky no tenía derecho a nombrar.

Luego la lengua de Steve se movió a lo largo de la hendidura y las rodillas de Bucky se desmoronaron, su visión se apagó y el rugido en sus oídos se convirtió en un terremoto que bloqueó todo el sonido y la luz. Estaba sin amarre, perdido, flotando, con solo las manos de Steve en sus caderas para anclarlo al presente.

Regresó a sí mismo lentamente, sintió la humedad en sus mejillas. Logró una respiración inestable, luego otra, y se tragó el sollozo que amenazaba con salir de su garganta.

—¿Por qué?

—Porque tenía que hacerlo —le dijo Steve, tranquilo y seguro, mientras se deslizaba por el cuerpo de Bucky, salpicado de pequeños besos a lo largo de su mandíbula—. Siempre estuviste ahí para mí. Siempre. Y luego, la única vez que más me necesitabas...

—Lo tienes todo mal —¿Cómo podría Steve pensar que le había fallado a Bucky de alguna manera? Que necesitaba expiar o pagar penitencia por cualquier cosa en lo que a Bucky se refería. Si hubiera sabido que eso era lo que era, se hubiera esforzado más por evitar que Steve lo hiciera—. Fui yo quien te decepcionó, no al revés. Tal vez si hubiera sido más como tú, los rusos no hubieran podido hacerme lo mismo que ellos...

Steve soltó una pequeña risa contra los labios de Bucky. 

—Caray, escúchanos. Comenzaremos a ahogarnos en nuestra propia culpa al ritmo al que nos dirigimos. Déjame que sea sencillo. Quería hacerlo. Extrañaba hacer eso. Así de simple, ¿bien?

Bucky tocó un lado de la garganta de Steve y sintió el pulso bajo sus dedos. Sería tan fácil perforar su tráquea. Incluso con los intensos reflejos de Steve, nunca podría detenerlo a tiempo.

Aplastó el terrible impulso y se aferró a la única cuerda de razón que le quedaba.

No tienes por qué sentirte culpable, Steve. Ninguna.

—Y tú tampoco —dijo Steve, y luego lo besó de nuevo, insistente, seguro y lo suficientemente caliente como para quemar la tierra a su alrededor. Podía sentir lo fuerte que era Steve, y de repente, quiso devolverle el favor, asegurándose de que Steve supiera exactamente lo agradecido que estaba, lo mucho que lo quería. Quería que Steve supiera que era lo más importante en su mundo y que quería esto.

Bucky invirtió sus posiciones para sujetar a Steve contra la pared mientras inclinaba su boca sobre la de Steve una y otra vez, ansioso por más. Cada barrera cuidadosamente construida que había colocado para proteger a todos a su alrededor (y a él mismo), se estrellaba contra el suelo y se convertía en polvo fino con cada roce del cuerpo de Steve contra el suyo. No fue suficiente. Necesitaba piel.

Finalmente, tiró de la camisa de Steve, la arrojó a un lado y recorrió con ojos ardientes el pecho de Steve, desde la amplia pendiente de sus hombros hasta las placas de identificación que colgaban de una cadena alrededor de su cuello y que mostraban sus pectorales, hasta la forma en cómo todo se reducía hacia la cintura de Steve y sus caderas. 

—Dios, Steve...

Una vez más, las palabras le fallaron.

—Tu turno —dijo Steve, y tiró de la camisa de Bucky. Se unió a la de Steve en el suelo, y Bucky inmediatamente buscó a tientas la cremallera de Steve, impaciente por llegar a la piel desnuda que había debajo—. Aquí —respiró Steve—. Déjame... —Y terminó el trabajo él mismo, empujó los pantalones y los calzoncillos hacia abajo; su pene se aflojó libre, grueso y duro y ya estaba goteando.

La boca de Bucky se hizo agua ante la vista. Había pasado demasiado tiempo. No perdió el tiempo y envolvió su mano metálica alrededor de la longitud de Steve, acariciándolo, observando cuidadosamente la cara de Steve en busca de cualquier señal de incomodidad. 

—¿Es esto...?

—Está bien, lo juro, solo, Dios, muévete —gimió Steve, y mordió el labio inferior de Bucky en el siguiente beso. Bucky ni siquiera hizo un intento de burlarse o ir despacio, ambos estaban demasiado lejos para eso. Estableció un ritmo rápido y duro, estimulado por la forma en que Steve se movía con él y los ruidos calientes y desesperados que Steve hacía. Todo era familiar y extraño, desde cada respiración de Steve, hasta la forma en que se sacudió y gimió cuando Bucky hizo toques rápidos.

Él había estado justo aquí tantas veces en el pasado, cuando aún era joven e inocente en todas las formas que importaban. Había estado aquí tantas veces en su cabeza en los últimos meses solitarios, demasiado aterrorizado para expresar sus pensamientos en caso de que fuera otro de los trucos de la Habitación Roja. Pero nada, ni sus recuerdos ni su imaginación, podrían compararse con la realidad de Steve apoyado pesadamente contra él con cada movimiento, con los ojos cerrados, los labios hinchados, las mejillas enrojecidas.

Bucky arrasaría civilizaciones enteras por esto. 

Destruiría mundos enteros, reescribiría la historia con sangre y carteles, cualquier cosa para mantener esa mirada en la cara de Steve. Cualquier cosa para mantener a Steve enfocado en él, cayendo a pedazos en sus brazos, confiando en que Bucky estaría a su lado hasta el final.

Ya ne zasluzhivayu tebya. Ya ne zasluzhivayu etogo —murmuró, respirando las palabras como una marca en los labios de Steve cuando este se sacudió y luego se vino, pegajoso y húmedo, a través de la mano de Bucky. No merecía esta confianza o a este hombre, pero destruiría a cualquiera que se atreviera a tratar de ocultarle a Steve ahora.

La risa de Steve fue alta, sin aliento, cálida, que rozó el cuello de Bucky. 

—Bueno, valió la pena esperar setenta años.

—Puedo hacerlo mejor —prometió Bucky, acariciando torpemente la espalda de Steve con su mano real. Su cuerpo entero se sentía tan estable como una mesa de tres patas. Se pasó la mano de metal por los pantalones e hizo una mueca ante el desastre, pero aún no estaba listo para moverse—. Solo... dame unos cuantos...

—Sí, lo sé —respondió Steve, y apoyó la frente contra la de Bucky, con el mismo tono cariñoso en su voz—. Lo recuerdo.

Fue fácil, quizás demasiado fácil, volver a deslizarse en sus antiguas formas de burlarse. 

—Bueno, tal vez he aprendido algunos nuevos trucos con los años.

Steve se limitó a sonreír. 

—¿Qué te hace pensar que eres el único que lo ha hecho?

Bucky abrió la boca para responder, luego su mirada pasó a las placas que descansaban sobre la piel de Steve. Su respuesta se marchitó cuando sus pensamientos tartamudearon, su cerebro se enredó con el nombre grabado en el metal. Su corazón latía salvajemente en su pecho.

—¿Son esos...?

Steve siguió la mirada de Bucky y él encogió los hombros con ligereza. 

—Sí. Los he estado usando desde que me desperté.

Si Bucky tuviera otras diez vidas para tratar de demostrar que es digno de Steve, no sería suficiente.

—Jesús, Steve...

Steve lo miró a través de las pestañas parcialmente bajadas. Había un leve rubor en sus mejillas que no tenía nada que ver con lo que acababan de hacer. 

—Sí, lo sé, soy un tonto sentimental, ¿qué puedo decir?

—Sí, lo eres un poco —Bucky le dio un beso en la frente a Steve. Curiosamente, el acto se sintió más íntimo que la boca de Steve en su polla—. Gracias.

—¿Por qué?

—No renunciar a mí. Debo... —No había palabras para lo que le debía a Steve—. Incluso cuando yo no me conocía, tú todavía...

—Oye, habrías hecho lo mismo por mí —dijo Steve, poniendo una mano suave en la mejilla de Bucky—. Todo lo que hice fue guiarte de nuevo a ti mismo. Fuiste tú quien tomó ese control e hizo todo el trabajo duro.

Control. Una palabra tan pequeña para abarcar tanto. 

—Sabes, es raro. De alguna manera, creo que sé lo que debes haber sentido cuando crecíamos, cuando todos intentaban acosarte y decirte qué hacer. Pero nunca te rendiste. No importa qué, nunca dejaste que los bastardos te golpeen.

Steve le dio un codazo al hombro de Bucky con el suyo. 

—Porque siempre te tuve a mi lado.

—No, creo que todavía hubieras sobrevivido sin mí. Estabas destinado a la grandeza.

—Solo porque te tuve como ejemplo —dijo Steve, y acarició la mandíbula de Bucky—. Lo importante es que sobrevivimos.

Bucky dejó que la verdad de las palabras de Steve resonara a través de él, a través de las más oscuras grietas de su alma. Tal vez nunca volverían a estar completos (especialmente Bucky), tal vez siempre tendrían pesadillas y cicatrices tanto en la superficie como en el fondo, pero tal vez era mejor ahora que los dos estaban dañados. Porque ahora sabían lo que se necesitaba para seguir adelante: dos chiquillos de Brooklyn que habían vivido mucho más de lo que habían pensado, y habían soportado las probabilidades. Habían atravesado el crisol y habían llegado al otro lado.

—Yo seguí intentando. Volver aquí —agregó, ante la mirada interrogativa de Steve—. Cuando fui controlado por los rusos, quiero decir. Intenté volver a Nueva York, a ti, a mí mismo... Es por eso que tuvieron que mantenerme congelado entre las misiones.

—Lo sé —Steve puso una mano sobre el corazón de Bucky, luego deslizó sus dedos hacia arriba para trazar las cicatrices blancas a lo largo de los costados y el hombro de Bucky—. Estoy aquí ahora, está bien. Los dos estamos bien.

La dirección correcta. Eso es lo que Steve siempre había sido para él. Lo que él siempre sería. El único compás que Bucky necesitaba.

Bucky acarició las placas de identificación (sus placas de identificación, calentadas por la piel de Steve, calentadas por la fe de Steve) y su garganta se encogió. 

—No merezco...

—Sí, lo mereces. Ambos lo merecemos —Steve se inclinó y rozó los labios de Bucky—. Y sea lo que sea lo que tenga que hacer, por más tiempo que me lleve, te haré creerlo.

Sí, Steve seguía siendo Steve, está bien. Estúpido, terco y lleno de una luz que brillaba tanto que estaba en una constelación propia. El alma de Steve, aún sin mancharse después de todo lo que había pasado, siempre había sido lo más hermoso de él. 

—No creo que tengas tanto tiempo, amigo.

—Para ti, Buck, tengo la eternidad, no busco otro lugar y no hay nada más que preferiría hacer.

Bucky miró alrededor del vestíbulo, y luego arqueó una ceja a Steve.

—Bueno, no sé tú, pero creo que tal vez podríamos pasar esto a una cama. Tienes una cama en este lugar, ¿verdad?

Steve sonrió, con esa sonrisa amplia y hermosa, y pasó los dientes afilados por el hombro de Bucky.

—¿Por qué? ¿Estás buscando una invitación para dormir?

Sí, él todavía era un imbécil aún con esos ojos azules y esa sonrisa (entre otras cosas). 

—Oye, tú eres el que quería alimentarme y cuidar de mí. Si no crees que puedas manejarlo...

—¿SHIELD te golpeó con un estúpido palo mientras te tenían encerrado o algo así? —Steve se burló.

—Estúpido es tu trabajo, te lo recuerdo. Soy a quien enviaron para arreglar tus problemas mientras jugabas a ser un superhéroe.

—Me veo mejor en mallas que tú —repuso Steve, amable y ligero.

Bucky dejó caer su mirada, luego se demoró, sobre la piel desnuda. Quería tomar a Steve y tomarse su tiempo de recorrerlo, volver a aprender cada centímetro de él. El tiempo, nunca un lujo en lo que a ellos se refería, se extendía de repente ante él, infinitamente abundante. 

—En este momento, creo que te verías mejor en nada. O tal vez usándome como una manta.

—Dices las cosas más dulces...

—¿Eso significa que me voy a quedar? —Se había referido a la pregunta como una broma, pero de alguna manera, salió demasiado serio.

Steve acurrucó una mano cálida y firme alrededor de la nuca de Bucky, y lo acercó tanto que Bucky podía ver los anillos oscuros de cobalto alrededor de los iris de Steve. 

—Te dejé ir una vez. Y fue el error más grande de mi vida. Si intentas irte ahora, será conmigo a tu lado.

Tal vez realmente era tan estúpido como Steve afirmó, pero todavía tenía que intentar una última vez para salvar a Steve de sí mismo, sin importar cuán tímido fuera el intento. 

—¿Seguro que no quieres conocer a una buena chica, establecerte, tener algunos superhijos? Tiene que haber alguien en este siglo como Peggy...

—Definitivamente no hay alguien como Peggy en estos días —respondió Steve, mirando a Bucky como si supiera exactamente lo que Bucky estaba tratando de hacer y lo estaba complaciendo—. Además, tal vez no quiero ser amable, alguna vez piensa en eso. Quiero decir, algo tiene que explicar por qué sigo estando tan atraído hacia ti.

Bucky sabía que Steve lo decía como una broma, pero aún así, no pudo evitar tomárselo en serio. 

—No es que como si yo fuera un niño incomprendido que no sabe si algo está mal, Steve. Soy el monstruo debajo de la cama que las monjas solían advertirnos en el orfanato.

—No le tengo miedo a la oscuridad, Buck. Y tampoco te tengo miedo.

Y, mirando a Steve, Bucky finalmente se permitió creer que tal vez podría hacer esto. Que Steve podría ser el que ayudara a combatir a los fantasmas y callar los gritos, que tal vez podrían atravesar el fuego y forjar algo más fuerte juntos. 

—Todavía tengo pesadillas.

Steve se encogió de hombros. 

—Yo también. Nos ayudaremos mutuamente a superarlos.

—Doc dice que quizás nunca recupere todos mis recuerdos.

—Entonces haremos otros nuevos —Steve empujó el hombro de metal de Bucky—. Deja de ser un idiota y di que sí. Ambos sabemos que no quieres ir a ningún lado.

—Realmente no estaba bromeando sobre una cama.

Buck.

Ante la severa mirada de desaprobación de Steve, la sonrisa de Bucky se amplió. Una oleada de felicidad, ligera, salvaje y libre, burbujeaba a la superficie. Aquí estaba todo lo que Bucky siempre quiso y todo lo que sabía que pasaría toda la vida tratando de merecer.

—Parece que ahora tenemos setenta años de tiempo perdido para compensar. Y alguien tiene que vigilarte para asegurarse de que no hagas algo más tonto que de costumbre.

—Me suena como si te estuvieras ofreciendo voluntariamente allí, Sargento.

—Me suena como un sí, Capitán.

Steve sonrió contra los labios de Bucky. 

—Bien. Ahora cállate y bésame otra vez.

Pasó otra hora antes de que finalmente llegaran a la cama de Steve.



*красавец: Hermoso.

*это было прекрасным: Era tan hermoso.

*Ya ne zasluzhivayu tebya. Ya ne zasluzhivayu etogo: No te merezco. No merezco esto. 

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