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Vigésima segunda


"¿Puedes mirarme? ¿Alcanzas a ver? Todo el amor que tengo para ti se desborda en mis sentidos, flota en el aire."


Otabek no evitó reprimir una risa, claramente divertido de ver a Yura con una arruga en la frente y un puchero sobre esos labios de cereza, la simple acción acabó por ofuscar a su ángel y antes que viese alguna otra pataleta lo besó.

No fue el beso que deseó desde un principio, todo se fue colando entre sus manos incapaz de poder retener más su propia boca. Una conexión que solo reactivaba sus sentidos y que, los alimentaba con un roce sencillo de los labios de Yuri.

Para empeorar las cosas el menor se prendó de su cuello siguiendo el ritmo demandante que no podía ni quería parar. Todo se sentía tan bien a su lado que seria estúpido de su parte alejarse.




De haber pensando un poco más las cosas las circunstancias serían predecibles, el desenlace estaba dado y de tener la oportunidad de cambiarlo lo ignoraría y solo se dejaría llevar. Porque esos momentos sólo aparecían una vez en su vida, al igual que el hermoso ángel que jadeaba contra sus labios sin el deseo de callarse.

Y estaba bien, esos sonidos le parecían lo más hermoso del mundo, como una melodía perdida y junto esas expresiones todo un deleite conforme sus manos delineaban la silueta de Yuri y este parecía reaccionar a cada mínimo toque.

Un sinfín de primeras veces se suscitaron dentro de esa cabaña.

Yura... —reunió fuerzas suficientes para alejarse de sus labios y le faltaron para imponer más distancia entre ellos. Pudo sentir la respiración contraria, pesada y cálida crearle un cosquilleo contra su boca—. ¿Hay algún castigo especial por hacerle el amor a un ángel?

El rostro del rubio no pudo tornarse más rojo de lo que ya estaba con anterioridad, podría derretirse pero no sin antes refunfuñarle a su tonto novio por las cosas que decía. Bendita sean las luces de las velas que no lograban evidenciar su sonrojo.

—Tontabek, ya no soy un ángel —solo en ese instante dejó de pesarle, porque de ser lo contrario jamas hubiese podido conocerlo. ¡Al carajo las alas!

—Lo serás para mi, siempre —un beso sobre sus hinchados labios para sellar sus palabras y un olvido por parte de Yuri para seguir recorriendo sin pausas la amplia espalda del moreno. El simple tacto le hacia temblar bajo ese cuerpo, dejó de importarle los extraños sonidos que nacían entre cada roce y olvidó callarlos al serle imposible seguir reteniéndolos cada que Otabek recorría entre besos su cuello.

—Todavía no me respondes —Beka lo sacó de su pequeña nube de placer mordisqueando su clavícula y dejando pequeñas marcas en la espera.

—No me Jodas, Otabek —un poco más y olvidaría su nombre, el recordar sobre algún castigo -que no se le daría al castaño- estaba de más—. ¿Tienes miedo de saber lo que te espera cuando mueras?

—No, quiero saber que tipo de cosas les hacen a los que provocan los gemidos de los ángeles —estaba muy lejos de sentir miedo sobre ello, debió sentirlo cuando empezó a enamorarse de él pero en cambio siguió a su lado, quedándose prendado de Yuri sin remedio—, porque no importa, seguiré haciéndote mio de todas formas

—¡Otabek! —¡Ah! Kazajo estúpido.

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