Segunda
"Me quedé prendado de ti. Me enredé en los hilos de tu destino y me apresaste hasta que no pude moverme más."
‹ Relajante ›
Así le llamó al obligarlo de forma sutil a subirse sobre la cama y utilizarlo como almohada. Una de sus manos se aferró a su ropa mientras que su cabeza se acomodaba contra su pecho y permanecía quieto. Y antes de caer dormido habló. Su respiración se volvió calmada y solo ahí notó que en verdad había caído presa de morfeo.
Y verlo dormir fue toda una maravilla.
Tenia que idear un plan, una maraña de mentiras para volver al departamento que compartía con Yuuri y Viktor como si nada hubiera pasado y con un chico de nuevo inquilino. El decir "Oye Viktor, me encontré un ángel caído en medio del bosque en mis vacaciones y me lo traje como recuerdo", no era algo correcto para decir. No sabía que era exactamente ese rubio y solo se había guiado por las apariencias.
Aunque... Un ángel se asemejaba más a él.
Era tan bello como uno. Su piel se asemejaba a la porcelana, sus facciones agraciadas, esculpidas por el mas grande artista de lo estético, su rubio cabello a hilos del más puro oro y sus ojos semejando las esmeraldas mas caras existentes. Todo lo que vio de él era hermoso y le causó pena que las alas que alguna vez aseguró que eran imponentes terminaran hechas trizas perdiéndose bajo la tormenta de nieve. No quiso imaginar de que manera las perdió.
--Yura...
--¿Ah? --estuvo tan absorto que no notó el momento en el que despertó.
--Mi nombre... Yura --no alzó el rostro, permaneció en el refugio de su pecho esperando volver a conciliar el sueño.
--Otabek, Otabek Altin...
Pudo interpretar aquel sonido proveniente del menor como una especie de ronroneo.
--Otabek, abrázame más, tengo frío
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