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Quinta

"Fuiste la esperanza que me mantuvo cuerdo, el pilar que no me hizo caer, la alegría de seguir... te volviste todo y me convertí en nada al perderte de repente."

Desde que tuvo consciencia lo notó, su largo cabello plateado, dos pares de alas color perla, imponentes, el celeste de sus ojos, brillantes y entusiasmados adjuntando una sonrisa encorazonada todo por verlo, por pertenecer a los cientos de hermanos ¿Había diferencia? Todos eran iguales, todos acataban las mismas ordenes, diferentes jerarquías pero al fin de cuentas seguían el mismo fin, así lo vio siempre, monótono. Pero él lo tomaba de la mejor forma, alegrando con su presencia, alejando los pesares de los demás... También los suyos en cuanto le abrazaba y trataba de cargarlo como si fuese un niño, mimándolo con leves gestos que en silencio le arrancaban una sonrisa.

‹ Si eso eres, cuando cumplas mil años te trataré como todo un adulto. › Bromeó una vez volviendo a mostrar su sonrisa de corazón.

Quizás por esto se le asignó cuidar a un puñado de humanos... Después solo a uno, o por lo menos eso escuchó uno de esos tantos días monótonos que dejó de serlo en cuanto supo la noticia. No se despidió de él, no volvió a acariciar su cabeza ni despeinar su cabello, tampoco volvió a escuchar los relatos que con tanta alegría le contaba... Dejó de esperarlo, sus días se tornaron mas grises desde que se fue.

‹ Un adiós era suficiente ›

Ahora, después de tanto volvía a ver esos ojos celestes de hermano mayor opacados por la decepción... le miraba igual que sus verdugos.

‹ ¡Si hubieras estado ahí! Conmigo... jamas pensaría en desobedecer... Nunca hubiera caído en las tentaciones, no si te tenía a mi lado ›

--Te dejaron vagar como un caído --bramó. El odio que percibió bien pudo provocarlo él o el destino que supuestamente le habían dado. Pero no fue así, estaba destinado a morir de no haber huido dejando sus alas como escape.

Y no podía decirle... Ya no confiaba en él.

--¿Vas a matarme, Vitya? --sacó la dureza en su semblante, la que hacia días apenas había perfeccionado y funcionó, la altanería de su voz le haría decidir mejor a su hermano.

--Eso no me corresponde a mi... Pero si el cuidar a Yuuri de seres como tú --era su protegido, la asignación que le dieron desde que el japones nació, estuvo ahí todo el tiempo hasta que no pudo más y se hizo presente en su vida, su deber era protegerlo de todo y todos, incluyendo al que alguna vez fue su hermano favorito.

--Seres como yo... --el fruncir de sus labios denotó un puchero--. Tendré un nuevo nombre si me voy de aquí

Si se alejaba de Otabek terminaría por caer completamente.

--Ya lo tienes --y le dolía siquiera querer pronunciarlo, lo haría más real--, vete... Cuando se enteren que estuviste aquí darán la orden general de acabar contigo

Porque no había segundas oportunidades, la benevolencia no le correspondía a él de querer perdonarlo. Abogar por una causa perdida estaría de más. Porque llegó a verlo más de una vez e incesantemente intentó despejar todos esos pensares de esa rubia cabecita, trató de atrasar su caída.  

Y falló. Yura ya no seria jamas parte de ellos.

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