"Todo desaparecerá, se esfumará en un parpadeo, se perderá en el último aliento. Así que date prisa, no pienses, solo actúa. Salva lo poco que queda."

Antes de perder sus alas Yuri jamás osó maldecir, ni siquiera en un fugaz pensamiento, todo debía ser erradicado antes que llegara « reprimir cualquier deseo » y hasta ese momento estuvo bien, no es como si necesitase decir una palabrota para sacar a flote su enojo o descontento, porque los ángeles estaban limitados a esto, porque pasarse del límite indicaba un cambio y los cambios significaban investigación.

Y desde su creación esas investigaciones estuvieron presentes, una más y seria enjuiciado.

Para su suerte y libertad ya no debía preocuparse al callarse esto, si pensaba en maldiciones se sentía bien y el decirlas -o prácticamente gritarlas- era sumamente placentero, y esta vez no fue la excepción.

No hubo peor día que ese para llover, mas no era una simple lluvia, el granizo aumentaba de tamaño conforme avanzaba, el torrente de la lluvia no paraba, tampoco el viento que le golpeaba en más de una dirección... Y esos truenos alumbrando el cielo gris, parecía un monzón, un maldito huracán que le hacia más difícil su tarea.

¿Cuantas lluvias habían caído en ese lugar? Cuánto habría nevado, qué animales rondaban el bosque... ¿Cuanta resistencia tenían sus alas?

Hasta ese momento jamás lo pensó, no tenía porqué, recordarlas solo le traería un recuerdo doloroso, algo físico e instintivamente le haría tocar su espalda en donde aún permanecían las cicatrices. Esto era suficiente recordatorio de lo sucedido, le hizo saber lo que era, la tortura que se le dio antes de ser exterminado no sin haber sido catalogado como un caído.

Y sólo en ese momento vio cuanto las extrañaba.

No extrañaba el peso de ellas, la carga que significaba llevarlas, extrañaba el vuelo, la oportunidad que siempre tomaba para escabullirse y dar un paseo. La maravilla que era sentir las nubes deshaciéndose entre su cuerpo cada que pasaba entre ellas. Se arremolinaba en las cimas, caía en picada, se detenía de golpe a tiempo antes de impactarse y era ahí donde sonreía, donde se daba la libertad de reír con vigor a medio corazón desbocar, con el cabello hecho un desastre y la sensación de vida corriendo por sus venas.

Pero, en su presente se debatía en medio del bosque para no tambalearse de más y caer, o no quedar atorado entre el lodo espeso que iba desapareciendo para darle paso a un lago gracias a esa estúpida lluvia.

Un paso en falso y resbaló, estaba lo suficientemente mojado para importarle un demonio hacerlo más en el suelo, solo le sorprendió el incorporarse con rapidez y no por su propia cuenta sino gracias a su compañero.

Otabek también estaba allí, soportando la lluvia infernal sin replicar nada, ayudándole en su búsqueda y su necedad al no querer esperar a cese de la lluvia en cuanto llegaron a la cabaña. El tiempo corría en su contra, esperar una noche más solo acortaba sus oportunidades y aunque el kazajo no lo sabia intuía lo importante que era para él encontrar esas alas.

Y también supo al llegar al sitio, lo devastado que debió sentirse el rubio al no encontrar nada más que lodo, por más que escarbara y creara un pozo, por más metros alrededor que deambulara buscando incluso bajo las piedras, por más que le preguntara si era el lugar correcto y le contestara por treceava vez que si, lo era.

El bosque había acabado con todo. Lo poco que quedó de esas alas inservibles desapareció y con ello la esperanza de Yuri.

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Notas: Pasan de las 3am, si alguien lee este capítulo cuando recién salga le cumpliré un deseo (?)
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