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Cuarta


"Voy a proteger mi mundo del exterior, de todo lo que quiera dañarlo. Lo cuidaré con amor y lo defenderé con furia. Porque tu te volviste mi mundo y solo tu eres capaz de hacerlo crecer o dejarlo marchitarse."

¡Que agotador! Durante todo el día no paró ni un segundo para descansar. Sintió cada músculo adolorido conforme caminaba a paso enérgico sobre lo restante de la cuadra para llegar a casa. Y eso era lo mejor, sentir cada sensación en su cuerpo generándole una alegre sensación a pesar del dolor y saber que, alguien lo esperaba en casa con una gran cena y un beso de bienvenida de aquel a quien juró proteger.

Y era afortunado, Viktor Nikiforov era el ser mas afortunado del planeta.

--Yuuri~ --dejó el gran abrigo sobre el perchero al tener la calidez del departamento para abrigarlo del frío bestial de Rusia, tal como pensó su novio preparaba la cena, logró percibir su especialidad, algo que solo hacia en ocasiones importantes y aunque quiso preguntarse que celebraban su estomago gruñó y pidió a gritos saciar su hambre conforme el olor de la comida lo guiaba hacia la cocina. Sin embargo, otro tipo de aroma se mezcló, uno que prontamente opacó a los demás y acto seguido la atención de Viktor

El aroma pudo asemejarse al caramelo quemado. Dulce pero inservible. La mezcla restante le pareció a azufre y cenizas... a muerte seguido por el inconfundible olor a pecado, el mayor de todos los de su especie, el que le hizo arrugar la nariz incómodo.

Siguió el rastro de tan pútrido olor y terminó frente a la habitación de Otabek.

--Viktor --Yuuri apareció entre el pasillo acercándose, doblando un delantal nada masculino entre sus manos y aun avergonzado por usarlo en presencia de su novio--, Otabek trajo un invitado... Su novio ¿Puedes creerlo? Pensé que estaba muy ocupado en la universidad para pensar esas cosas --el orgullo del nipón se hizo presente en su voz, realmente le alegraba que su amigo tuviera una relación, algo sorprendente y sabido en no muy buenas circunstancias pero al fin de cuentas seria bienvenido.

--No lo quiero aquí --por otro lado, Nikiforov se negaba a albergar a un caído, menos si era protegido por uno de sus conocidos. No sabia con lo que se estaba metiendo ¡Eran un caos! Un desastre andante, un mar de emociones en su mayoría desastrosa.

Eran una deshonra.

--¿Escuchaste Yuuri?  Lo quiero fuera de mi casa

Esa fue la primera vez que Katsuki vio una nueva faceta del hombre que amaba.

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