Me removí entre las sábanas, su olor aún perduraba en ellas haciendo que mis ojos se llenaran de lágrimas, apreté las sábanas con dolor y solté un quejido, el ruido de mi famila en la parte de abajo hizo que el dolor se disipara un poco, apreté los ojos y salí de entre las sábanas topandome con los rayos del sol, me levanté para cerrar la cortina, el cuarto quedo con poca iluminación por lo que con pasos lentos y torpes regrese a la cama, estaba por acostarme otra vez cuando tocaron a la puerta

- Tu desayuno pequeña - la voz de mi hermanos mayor hizo que mi loba se moviera un poco pero aun seguía echada y herida

- Pasa - conteste con la voz baja me senté en la orilla esperando que el estará, escuché la puerta abrirse y el ruido entró haciendo que mi cabeza doliera

- Toma - dejó una bandeja a mi lado - veré cómo está tu temperatura - palpó la mesita a mi lado encontrándose con el termómetro, alce mi brazo y lo coloco en mi axila - ¿cuanto marcó la última vez? - preguntó acariciando mi cabello

- Cuarenta -conteste con la voz rasposa y triste

- Hjm - hizo un sonido de desaprobación, el termómetro realizó el típico beep y lo retiró - Tienes cuarenta punto ocho - me toco la frente - ¿tomaste tus pastillas? - preguntó dándome una botella de agua

- Si - apunté a la mesita - puedes contarlas falta una en cada caja - tome un sorbo del agua

- Confío en ti - contestó caminando a la puerta - vendre en tres horas - asentí y comencé a desayunar...