Explosiva
Poppin' star, Tomorrow by Together
—Izzy, ¿sigue en pie lo de reforzar la amistad? —las palabras salieron de mi boca sin filtro alguno, rápidas, casi necesitadas.
Un beso había sido lo que necesité ese día
Fue lo que creí que tendría cuando vi a Owen, pero fue lo que menos recibí, en cambio tuve una charla de por qué no debíamos estar en una relación, sobre salud mental, responsabilidad emocional y ese montón de cosas de alguien que estudiaba psicología. Me sentí decepcionada, pero no dolida. Él me gustaba, si, pero no lo amaba, no lo quería para un noviazgo. Owen para mí era como algún tipo de amigo a quien acudir en medio de una crisis existencial o cuando quería desahogarme sexualmente.
No lo vi como una pareja nunca, él era como... Como alguien demasiado dulce para mí.
Volviendo a la habitación con Izzy, ella se quedó estupefacta al oír esas palabras, y pronunció sólo un "¿Qué?" somnoliento.
Mierda, ella había estado quedándose dormida y yo llegué a despertarla.
—Oh, nada, es sólo que quería mencionarte que mañana iré a casa de mamá temprano, por si quieres acompañarme —avisé, ella seguía acostada y yo estaba parada a un lado de la cama.
—Uhm, iría contigo, pero tengo algo que hacer con Innie, iré a hablar con él sobre unas cuantas cosas, papá quiere que "lo meta en el carril" o algo así, está algo rebelde y mis padres creen que con mi consejo de hermana mayor va a volverse mágicamente obediente —resopló—, he pospuesto esta charla por semanas, no puedo hacerlo una vez más —se disculpó, yo le resté importancia encogiéndome de hombros.
—No te preocupes, creo que hablar con tu hermano es más importante que lo que sea que haré yo en casa —sonreí—, espero que ese niño aprenda a llevarse bien con tus padres a menos de que quiera ser castigado de por vida —bromeé, Izzy rió.
—Llevarse bien con ellos es imposible, lo sabes —contestó en un tono burlón también.
—Claro que sí. Bien, te dejo dormir, nos vemos pasado mañana entonces, porque supongo que vamos a quedarnos allá, ¿no? —Asintió— Duerme bien, Iz.
—Tu también, Bel —se despidió, y con ello salí.
Entré a mi habitación, casi haciendo un berrinche, yo quería mi beso.
La próxima vez que vayas a pedir algo, asegúrate de que la otra persona esté lúcida, idiota, me dije, sentándome en la cama.
No quería dormir, no después del montón de pensamientos que habían recorrido mi mente antes de ir hacia la habitación de Izzy.
Estaba algo encendida, debo confesar. Ella me encendía.
Izzy podía ser dulce cuando quería, y sexy cuando se lo proponía, después de todo tenía todas las de ganar para serlo.
Piel suave, cabello largo y lacio color castaño, decorado con mechones rosas. Piernas definidas color salmón, eran tan lindas como su busto o sus caderas, y su bonita cintura. Tenía la complexión correcta en cada parte de su cuerpo.
Había un piercing en su ceja color plateado, y mordía sus labios gruesos cuando algo le atraía.
La había oído mencionar con su voz tan etérea frases enteras que tenían la capacidad de desearla. La había visto probarse decenas de conjuntos de encaje para hacer sentir bien a sus acompañantes. Me había hablado sobre las experiencias que tuvo con ambos géneros.
Porque sus gustos no eran un secreto, por lo menos para mí.
Los míos en cambio, ni yo los conocía bien.
Como sea, había querido experimentar con ella un montón de veces, saber qué tal sería sumergirse en nuevos escenarios. ¿Sería tan picante y estática como lo habían dicho sus amigas?
Me dormí pensando en ella, y desperté a las cinco de la mañana sudada, exhalando rápidamente.
Joder, no.
No había tenido un sueño húmedo con mi mejor amiga, ¿o si?
Me pasé la mano por el rostro mientras me levantaba, mis piernas temblaban ligeramente cuando entré al baño. Tomé una ducha fría y me arrepentí recién mi piel tocó el agua.
Eran las jodidas cinco de la mañana, joder.
Me vestí con un mono y un suéter, me puse zapatos deportivos, tomé mi bolso con mis cosas más necesarias y bajé.
Preparé varios sándwiches y los metí en una taza, le dejé dos a Izzy para que desayunara.
Tomé un litro de jugo también y lo llevé junto al bolso y la taza hacia mi camioneta. También tomé las bolsas de regalo para mis hermanas y mis padres y las dejé allí.
Alrededor de las seis emprendí mi viaje de cuatro horas a mi ciudad natal, al ritmo de canciones de mi grupo favorito, comiendo de vez en cuando dulces que compré en la panadería cercana a mi casa.
Pero llegué, a las diez de la mañana estacioné la camioneta fuera de casa, la música aún estaba al tope, por lo que los vecinos salieron a curiosear. Normal.
Bajé sólo con mi bolso, toqué la puerta con insistencia hasta que Abigail abrió la puerta, cargando a DeeDee en sus brazos. Oh, mi pequeña bebé.
Antes de saludar a mi hermana, opté por tomar a la niña en brazos, la pequeña me abrazó chillando, canturreando mi nombre.
— ¡Ha llegado lo más lindo de la familia! —avisé entrando a la casa, DeeDee alzó los brazos mientras cantaba.
— ¡Tía Ela etá aquí! —entonces, mi mamá salió de la cocina.
En mi familia éramos cinco (bueno, seis, si contamos a DeeDee), mis padres, Abigail quien era mi hermana mayor y Camille, mi hermana menor. DeeDee (quien en realidad se llamaba Dianne) era hija de Abigail y por ende mi sobrina.
Mamá salió a saludarme con un abrazo cuando Dianne decidió irse con su madre, papá lo hizo también, y a Abi la saludé también.
— ¿Dónde está Cam? —pregunté.
—Dormida —contestó mi mamá, yo asentí antes de entrar a su cuarto haciendo bulla.
— ¡Arriba, mi cielo! —grité desarropándola, ella despertó asustada y casi puchereando, pero cuando me vio se abrazó a mí felizmente— Te extrañé, pequeña.
—También te extrañaba, Bell-Bell —contestó.
—Adivina quién trajo regalos para ti —canturreé, ella se emocionó—, ve a cepillarte, iremos a desayunar.
Asintió rápidamente y se levantó, yendo a hacerme caso.
Camille tenía sólo seis años, los cabellos castaños claros desordenados y el rostro de bebé pequeña. DeeDee se parecía a ella, a sus cortos dos años.
Así que mamá la alistó mientras Abigail alistaba a DeeDee, iba a llevar a mis pequeñas a desayunar.
Pasé la mañana y la tarde con ellas, cumpliéndoles caprichos, comprándoles juguetes y bolsas de dulces. Desayunamos panqueques con chocolate, almorzamos pizza, merendamos helado, estuvimos dando vueltas en el centro comercial y luego jugando en los parques del mismo.
Llegamos a la casa a las ocho de la noche, ambas estaban dormidas en la parte trasera de la camioneta, por lo que llamé a papá para que me ayudara con Camille mientras yo llevaba a DeeDee.
Ninguna cenó, estábamos llenas de lo que comimos en el día, por lo que mamá las cambió y las llevó a la cama.
Papá, mamá, Abigail y yo nos quedamos en la sala, conversando sobre cosas que habían pasado, sobre mis tías, el trabajo, el gobierno. De cualquier cosa, en realidad, acompañándonos con una botella de licor raro que papá tenía guardada desde hace años.
— ¿Cómo está Izzy? —preguntó Abi, mamá la miró mal. A ella no le agradaba a pesar de que habíamos sido amigas... Bueno, toda la vida.
—Ella está bien, está en su casa también, iba a hablar con Innschel sobre unas cuantas cosas, a "desempeñar su puesto como hermana mayor" según su padre —bromeé.
Siempre creí que sus padres estaban locos, por lo menos con los nombres. Izzabelle e Innschel, los hermanos Travié tenían nombres raros.
—Así que ustedes salen al mismo tiempo para evitar ver la casa sola. Es un buen truco —bromeó mi papá, yo reí.
Si, algo así.
—Creo que deberíamos irnos a dormir ya, tenemos que ir temprano a casa de Marie para hablar sobre el negocio —avisó mamá levantándose, papá fue tras ella—. Las amo, no se duerman tarde.
—Te amamos también —le contesté, regalándole una sonrisa.
Entraron a su habitación, y fue como si todo se sintiera ligeramente mejor. Más liviano.
— ¿Qué tienes que contarme Bella? —Abi me miró con una sonrisita pícara— ¿Qué ha pasado? ¿Ha pasado algo con Owen? Dime que sí, el chico es dulce y se ven bien juntos, ¿están juntos? —reí.
—Oh, joder, no —entonces le expliqué con lujo de detalle lo que me dijo Owen, ella estaba sorprendida—. Me bateó.
—Sin almohadillas —rió, el alcohol empezó a hacer efecto.
—Pero... —empecé a decir, ella entrecerró los ojos— He estado pensando desde ayer en besarla.
— ¿A quién?
—A Izzy. Es... Joder, ella es muy sexy, quiero besarla, besarla mucho. Una noche entera, dos, tres —arrastré, ella estaba sorprendida.
—No sabía que te gustaban las chicas.
—Yo tampoco sé si me gustan. Sólo sé que quiero besarla.
Entonces, ella sonrió. Y seguimos hablando de cualquier cosa que se nos vino a la mente.
Bueno, a ella.
En mi mente solo estaba Izzy besando mis labios.
Lo estuvo, y el picor en mis dedos también estaba, las ganas de decirle que quería besarla no iba a aguantarlas.
Por lo que tomé mi celular y lo encendí, entré directamente a WhatsApp y le escribí.
Quiero besarte.
No sé si es un capricho.
Pero quiero hacerlo.
Y tus labios son tan carnosos.
Y rosas.
Y lindos.
Tú eres linda.
Y sexy.
Muy sexy.
He dicho que eres sexy muchas veces hoy.
Porque lo eres.
Bésame.
Por favor.
Bésame.
Ella no tardó en responder.
¿Quieres que te bese?
Si.
Mañana en cuanto te vea te besaré.
Fue lo que logré leer antes de dormirme.
Y cuando desperté, mi alarma estaba sonando. Eran las diez de la mañana, maldición. Tenía que volver a casa. Tenía una conversación importante con los productores de nuestro nuevo álbum.
Caí de bruces al suelo, desayuné rápidamente, ni siquiera me duché.
Lloré un poco al ver a DeeDee llorando porque me iba, y a Camille intentando no hacerlo. Prometí visitarlas pronto.
También abracé a Abigail lo más fuerte que pude.
—Por cierto, si no la besas voy a golpearte —amenazó mientras yo salía de la casa.
¿Mis padres? Oh, ellos estaban trabajando. Era costumbre que ellos no estuvieran para despedirme.
Así que manejé hacia la casa, estresada porque la reunión era a las 3, yo estaría en casa a diez minutos para las tres. Y no es como si pudiera llegar directamente al estudio, estaba en pijama todavía y no cargaba ropa decente para cambiarme.
Llegué a casa agitada, las manos me temblaban mientras abría la puerta, y cuando entré, vislumbré a un castaño sentado en el suelo, leyendo.
—Innschel Damien Travié —saludé. Él me miró, odiaba que pronunciara su nombre.
"Lo pronuncias con mucha perfección y es estresante" me dijo una vez.
—Bella Chantell Doubell —saludó.
— ¿Qué haces en mi casa? ¿Dónde está tu hermana? —pregunté.
—Me quedaré aquí unas semanas, mamá prácticamente se lo ordenó a Izzy. Por cierto, ella está en la reunión, ¿no deberías estar tú allí?
Mierda, cierto.
Subí a mi cuarto, me bañé, me cambié, me comí una naranja de la nevera y me despedí de Innie antes de salir.
Conduje pocos minutos hacia el estudio, entré a la sala que se nos asignó disculpándome con todos por la tardanza, Izzy rió.
Y su risa había sido la más pícara que había oído en meses.
No hablaré de la reunión, se habló de presupuesto y blah, blah, no interesa.
Duramos dos horas hablando, y cuando la reunión acabó Izzy se acercó a mí.
— ¿Te irás conmigo a casa? —pregunté.
—No puedo, vine en mi camioneta —se negó—. Por cierto, el mocoso está en la casa, perdona por no decirte antes.
—Meh, está bien, hacía falta tenerlo merodeando —encogí los hombros—
¿Nos vemos allá?
—Está bien —sonrió.
Volví a casa luego de pasar por unas hamburguesas, necesitaba comer todo lo que no había comido en el día.
Llegué, estacioné al lado de la camioneta de Izzy y bajé cargando las bolsas.
— ¡Familia, he traído la cena! —exclamé entrando a la casa, dejé las bolsas sobre la encimera de la cocina.
Y como los Travié no son de comer mucho, llegaron casi corriendo a la cocina (nótese el sarcasmo).
—Entonces, ¿de qué hablaron ustedes dos precisamente? —pregunté antes de morder mi comida.
—Ay no, dile tú —pidió Innie, Izzy lo miró mal.
—El muy hijo de puta se la pasa saltándose las clases, y se excusa entrando únicamente a las evaluativas. Estás haciendo a mis papás gastar un dineral en colegiatura para que faltes como si nada—lo regañó, él rodó los ojos.
—A ellos no les importó dejar de prestarme atención por su hija famosa —canturreó. Si, eran celos, y tal vez molestia, pero no hacia ella precisamente—. Además, no deberías llamarme hijo de puta cuando tenemos la misma madre. Es ofensivo.
—Ofensivos mis ovarios, tú deberías esforzarte en el estúpido colegio, mocoso —Innie rodó los ojos—, que no te presten atención es su problema, y es algo que deben arreglarlo ellos, sin que tengas que inmiscuirte.
—Perdón por querer la atención de quienes me engendraron, señorita perfecta —habló con ironía, fue Izzy quien rodó los ojos esta vez.
Eran demasiado parecidos.
—Te dije que yo me encargaría de eso —Izzy gruñó—. Te daré mi atención si es lo que deseas, porque la de mamá no la quieres realmente. Es más, no la tuve hasta ahora.
—Lo que sea —Innie siguió comiendo, actuando algo más decaído.
—Sabes que te amo, mocoso —le dijo Izzy, él sonrió.
—Y yo a ti, piojosa.
Yo sonreí.
—Me recuerda a cuando se ponían a discutir cada que iba a su casa —comenté.
—Es que desde pequeño Innie siempre fue un dolor en el culo —se quejó Izzy.
— ¿Yo? Eras tú quien no me dejaba estar en el cuarto con ustedes. Iba a conquistar a tu mejor amiga y no me dejaste —reclamó.
—Quisieras —canturrié.
Cuando acabamos de cenar vimos varias películas en la sala, hasta las dos de la mañana, cuando Innie empezó a dormirse.
—Ve a dormir —le dijo Izzy, e inexplicablemente él le hizo caso. Se despidió de mí con un abrazo, y de ella con el signo de paz con las manos.
— ¿Deberíamos seguir viendo televisión? —pregunté, ella alzó las cejas.
— ¿Por qué no hacer lo que me pediste que hiciera? —preguntó ella.
Y allí fue cuando los recuerdos de la madrugada se hicieron presentes.
Mierda.
—Si quieres hacerlo, hagámoslo —encogí los hombros.
Ella me dio una mirada que no supe descifrar.
—No lo tomes a la ligera —me dijo—, no es "solo un beso", no contigo. Eres mi mejor amiga, vivo contigo, y si realmente quieres hacerlo únicamente por hacerlo, es mejor que no ocurra. No voy a dañar esto, ¿y si no te gusta? Moriría si no te gusta, sería como perderte y no quiero, sería- —la besé.
Y lo primero que sentí fue emoción, por tomar la iniciativa.
Luego sentí miedo, ella no había correspondido.
Después, fue como si estuviera llena de polvo de estrellas.
Como un espectáculo de fuegos artificiales en todo mi cuerpo.
Como una corriente eléctrica.
Sus labios eran más suaves de lo que imaginé.
Su boca bailaba con la mía, a mi ritmo. Ella estaba yendo a mi ritmo, correspondiéndome.
Y de repente, se separó de mí.
Joder, ¿hice algo mal?
—Esperé tanto por esto —susurró, antes de besarme otra vez.
Entonces, se dejó guiar por mí mientras se recostaba en el sofá, dejándome estar encima de ella.
Y besarla era como una intimidante montaña rusa, ese cosquilleo en mi estómago antes de empezar a descender.
Ella era dulce, porque aunque yo estaba yendo algo rápido, ella se mantenía ligeramente serena, sumisa.
Mis manos viajaron a su cintura, haciendo ligeras caricias en ella.
Me separé un momento de su boca para mirarla, era hermosa, la mejor vista que había tenido en mi vida.
Su rostro estaba enrojecido, estaba jadeante, me miraba suplicante.
—Creo que quiero más que un beso —murmuró. Yo alcé las cejas—, ¿puedes darme más que besos?
—Puedo darte lo que quieras —contesté, entonces me levanté y ella lo hizo conmigo, la cargué, sus piernas alrededor de mis caderas y nuestras caras lo suficientemente cercanas para recibir más besos.
Le robé uno.
Ella me robó otro.
Y descaradamente nos robamos besos mientras nos dirigíamos a mi habitación, abrió la puerta a duras penas, la cerró con pestillo y luego la dejé caer en la cama.
—Puede ser peligroso —pareció arrepentirse—, yo... Somos amigas. No quiero perderte.
—No vas a perderme —le susurré—, ¿quieres seguir?
—Quiero seguir —sonrió.
Entonces la besé, otra vez.
La toqué, me tocó con sus suaves manos que eran como terciopelo, erizando mi piel.
—Eres una estrella explosiva —le dije mientras mis dedos jugueteaban con sus muslos.
La sensación de hormigueo en mi boca mientras besaba cada parte de su cuerpo era lo más placentero de este mundo.
Ella hacía que me derritiera dulcemente.
Y cuando nuestros cuerpos hicieron contacto directo, se sintió raro, pero bien, como una corriente eléctrica atravesándonos por completo.
Fue cuando me di cuenta de que quería más explosión, y de que no estábamos dispuestas a parar con aquello que acabábamos de empezar. No fueron suficientes los besos aquella noche, queríamos algo más fuerte.
El gusto mutuo era probablemente lo único que habíamos escondido de nosotras, pero no más.
—Abre tu boca —pedí, ella estaba intentando callarse. No permitiría dejar que me privara de oír los exquisitos sonidos que yo podía provocar—. Nadie más va a oírte, no tienen el permiso —ella quitó la mano de su boca y dejó salir sus ahogados gemidos.
Secretamente habíamos abierto las cerraduras de lo que escondíamos, y estábamos decididas a no ocultarlo más.
No después de probar la explosión de sabores, cómo limón y mandarina, y todos los dulces del mundo que podían sentirse en ella.
—Creo que nuestro drama ha terminado ya —comentó abrazándome, yo reí ligeramente.
—Con lo explosiva que eres, creo que acaba de comenzar —le dije, antes de besarla otra vez.
Susbesos jamás me cansarían.
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