PUMA - TXT

La noche que salí de ese lúgubre lugar, tenía sólo algo en mente: huir.

El este, el oeste, no sabía a donde estaba yendo, la pregunta se formulaba en mi cabeza mientras corría sin dirección alguna. 

Lo único que había era silencio, pero durar tanto tiempo encerrada te da la capacidad de encontrar el ruido en el mismo.

El sonido de puertas abriéndose daba vueltas en mi mente, las respiraciones me salían erráticas, el pánico recorría mi cuerpo, no podía volver allí, no podía, me negaba.

Pero no me iba a rendir, no después de no sentir el aire en mi rostro en tanto tiempo, ¿quién podía detenerme? Nadie lo haría.

Me importaba una mierda si iba al este o al oeste, debía huir. 

La velocidad de mis pies era impresionante, tenía la luz verde, era el momento de luchar contra mi respiración faltante.

Alcé el rostro deteniéndome un segundo, el cielo nocturno más grande de toda mi vida. Tenía la oportunidad de abrir los ojos, observar, sentir; sentir el caliente suelo quemando mis pies, imaginar el mundo que tanto soñaba, del que tanto hablaban los libros escondidos que hallé en aquel viejo sótano. 

¿Este hermoso mundo era al que tanto temía, del que tan mal me hablaban? Este aire fresco, el deleitable calor.

La niebla empezó a caer, la oscuridad volviéndose más densa, el peligro acechando, el ambiente serio. Y en ese momento, lo único que mis oídos captaron fueron disparos. Bang, bang, bang.

Venían por mi, pero no podían detenerme. No como detuvieron a las chicas que estuvieron antes que yo. Tenía que correr, lo haría por mí y lo haría por ellas. Los sentía tras mi espalda, pero no tendrían el valor de dispararme. 

Y aunque el momento fuera de lo más aterrador, por alguna razón me sentí feliz, libre. 

Fui libre por primera vez, y no iba a permitir que me quitaran esa libertad que tanto anhelaba.

Mi decisión era mi guía, y yo era mi única creyente.

Logré esconderme dentro de una especie de cabaña, mi corazón se sentía acelerado, la adrenalina abandonando mi cuerpo instantáneamente, un punzante dolor en mi brazo hizo que chille instintivamente, el líquido rojo goteando de a poco me hizo golpear la realidad nuevamente.

Esa sangre, la que había visto por primera vez, fue lo que me hizo correr.

Corrí, corrí tanto que contar cada uno de los pensamientos que pasó por mi cabeza me es imposible porque no todos son tan vívidos, sólo diré que recuerdo desvanecerme en medio de la persecución, con el cuerpo derrumbado de tanta actividad, y el cansancio tomando lugar en mí.

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¿Cómo fue que pensé que el mundo era tan hermoso? Joder, no lograba acostumbrarme a cuan cruel era. Era desconocido y tan vacío a veces. Como si tu apariencia física y tu capacidad monetaria pudiera resolver todos tus conflictos personales.

Pero de alguna manera u otra, era mejor que ser un animal de exhibición.

Intentaba integrarme a las grandes masas, pero nadie hablaba conmigo para algo genuino, lo hacían por el interés de saber sobre la chica que vivió encerrada en un sótano como un gatito indefenso. Pero les tenía una noticia, no era un gatito, era un puma. Y el puma ha salido de su jaula.

Di un suspiro mirando la luna, una fiel oyente y compañía, sólo podías mirarla por horas, era tan fácil de admirar.

Fue entonces cuando vi reflejado el rostro de mi madre, de aquella mujer que había luchado por mi hasta su último aliento, la había extrañado tanto, y temía tanto olvidar su rostro. 

—Oh, mi pequeño ángel —me susurró ella alguna vez, acariciando mi cabello—. Eres muy pequeña para estar sola.

—Pero quiero ir sola al cole —mi labio inferior sobresalió haciendo un puchero—, ¿por qué no puedo? ¿Qué hay de malo en mí?

—No es tu culpa, cielo. Es el mundo, bu. Está muy dañado, es una selva llena de cazadores, que no deja que las niñas puedan pasearse solas.

— ¿Por qué los niños si entonces? ¿Qué tenemos mal nosotras?

—Nada, cariño. Es sólo que hay personas que no piensan así.

Suspiré, al fin entendía después de tantos años, después de los abusos, los golpes, los insultos, me di cuenta de que no era mi culpa, de que no era mi género el culpable. Me di cuenta de que la forma en que vestía, actuaba o hablaba no eran razones para las cosas que me pasaron.

Así que decidí usar las redes, los millones de ojos curiosos en la internet para contar mi historia, y claro, miles de personas atacaron sin argumentos, pero no eran importantes. 

Recibiría cada critica, cada mala palabra, cada insulto, porque había decidido algo, y sin importar cuánto tiempo llevara alcanzar mi sueño, lo lograría.

Lograría que no hubieran más disparos, más amenazas, más golpes, más abusos. Lograría que ninguna mujer más tuviera que correr para seguir respirando. 

*

EAST SIDE, WEAST SIDE, DIDN'T KNOW WHERE TO, WHERE TO GO, OH.

ESTA CANCIÓN ES DE LAS MEJORES DEL MUNDO.