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⠀⠀two.

broken pieces⠀⠀!⠀⠀chapter two
❛ a great actor ❜
❪ 素晴らしい俳優 ❫

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀DÍAS SIN SALIR DE LA CAMA, semanas sin ducharse, meses sin abandonar su habitación, sin comer apenas. Rintarō se había visto tentado por la dulce sonrisa de la muerte, inevitable, guiándolo a través de un sendero enterrado en melancolía, en una depresión severa que lo atormentaba, lo debilitaba.

⠀Suna solo era un chico, un adolescente dolido, agotado de la vida, encandilado por lo ilícito en la búsqueda de ese tan añorado descanso que lo esperaba al otro lado. Se drogaba hasta caer dormido, hasta caer en una ensoñación perdida donde no tuviese que pensar, donde el tiempo solo fuese algo relativo, pasar a un plano donde él no existiese. Aún así, a pesar de todo, él solo se encargaba de hacer como si nada sucediese; después de todo, nadie tenía qué objetar, pues cada uno de ellos también era un actor.

El mundo es un escenario y todos los hombres y mujeres meros actores. William Shakespeare sabía muy bien de qué hablaba en ese momento, salidas y entradas referentes al nacimiento y la muerte; cambio de papeles alusión a quien dice que es un héroe, pero en otra historia puede ser el villano y el estatus es más sencillo de doblar de lo que aparenta.

⠀Lo que no nos concierne a nosotros siempre terminan siendo historias mal contadas, pero en el lamentable caso de Rintarō, cada vez que actuaba bajo los focos de cualquier escenario su interpretación siempre era la misma. Un joven sin futuro, encorvado y con clara adicción a lo ilícito, una que de momento no parecía querer dejar; refugiado detrás de la pantalla del teléfono buscando bulos o cualquier elemento a su al rededor que pudiese causar polémica, una falsa alegría y despreocupación que le ardía en las entrañas. Pero la realidad era que Rintarō era el actor más excepcional, nunca se salía de su papel, no le importaba que lo repudiaran y eso lo hacía perfecto, cuando en realidad estaba roto hasta los huesos y su alma ya estaba vacía. Su añoranza era ponerle fin a todo, él mismo cavaba su propia tumba y lo hacía frente a todos, pero nadie se percataba pues se distraían con su majestuosa máscara que más bien era ya una coraza, una prisión, donde dentro alguien se abrazaba a sí mismo, pedía ayuda en silencio pero nadie iba a socorrerlo, él mismo había hecho que nadie lo socorriera, ahora se arrepentía, mas no tenía derecho a reprochar.

⠀Su mirada vagaba perdida por todo y entre todos, con solo mirar a alguien una décima de segundo se percataba de varias cosas que a simple vista no notabas. Podías notar a aquel que estaba feliz, aquel que estaba cansado de vivir y aquel que guardaba un vergonzoso secreto, pero si de algo también se caracterizaba el ser humano era de no preocuparse por asuntos que no le afectaban directamente y pocas almas sinceras eran las que lo hacían de verdad, el resto solo era falsa preocupación opacando a la hipocresía. Entre todas ellas los orbes verdes de Suna siempre reparaban sobre la misma, siempre se detenían sobre aquellos zafiros azules y largos mechones oscuros como la obsidiana. Pondría la mano al fuego ante sus afirmaciones y no se quemaría, porque de todos aquellos actores aficionados Akira destacaba por su sinceridad, nunca accionaba a medias y siempre estaba para todos, mas no había nadie para ella y los que habían eran falsos, como un mundo totalmente pacífico, se mostraban amables y después la repudiaban a sus espaldas. De todo lo que admiraba esa parte la odiaba, odiaba ver como prefería escapar y hacer como si nada sucediese antes que echarles cara, era una cobarde en ese ámbito; aunque quién era él para hablar, Rintarō Suna, un excelente actor y un escapista nato, también huía de sus problemas cada vez que uno demasiado complejo se le planteaba y al final tendría que enfrentarlo de un modo u otro, pues la mayoría de sus angustias ya no tenían solución, solo le quedaba afrontarlo y vivir con ello en un desagradable recuerdo pasado.

⠀Dejando escapar de sus labios un suspiro de agotamiento, Suna regresó a la realidad, lejos de su retorcida imaginación y pensamientos. Estaba en clase, un miércoles lluvioso de septiembre donde una tenue luz grisácea por las nubes se colaba en el aula la cual era iluminada por los led blancos que hacían su mayor esfuerzo. A ambos lados tenía a los gemelos Miya: Atsumu a su derecha, hablando con una joven de largo y lacio cabello castaño; mientras, Osamu estaba a su izquierda mirándole con cara de pocos amigos. Perdido en sus pensamientos de fondo escuchaba un pequeño murmullo, correspondiente a la voz de Osamu hablándole en un vago intento de ser escuchado, pero desde hacía un tiempo las cosas eran diferentes.

⠀⠀── Toda esa mierda que te metes te está afectando ── escuchó murmurar al castaño. Hablaba en un tono bajo para no ser apenas escuchados por Atsumu, pero lo suficiente alto para que él lo oyese.

⠀⠀── De eso se trata, Osamu.

⠀⠀── ¿ No piensas detenerte ?

⠀⠀── No, si lo hago le quitaría la gracia.

⠀Su respuesta llevó al mayor de los Miya a suspirar. Trataba de ignorarlo siempre que podía, mas los indicios eran cada vez más claros: Suna comenzaba a ser un caso perdido. No importaba cuantos grupos de ayuda le hubiese pasado o cuantos métodos para frenar la adicción le hubiera enseñado, siempre terminaba con el mismo resultado siendo brutalmente ignorado por este. Quería ayudarlo, quería mostrarle una salida, pero no la había, menos aún cuando no era consciente de lo que estaba sucediendo. Osamu tan solo conocía lo que veía, pues Rintarō se mostraba reacio a hablar de todo aquello que le angustiaba y buscar señales era una pérdida de tiempo, con el cual no contaba como para malgastarlo.

⠀Por su lado, Atsumu realmente no estaba pendiente de lo que la castaña le contaba con tanto interés, sino que estaba pendiente de la conversación entre Osamu y Rintarō, lo odiaba. Aquello era algo que estaba sucediendo desde hacía tiempo atrás, ambos hablaban de una forma totalmente desagradable para él, es decir, lo hacían en código, recurrían a ello cuando querían hablar de un tema en específico y se encontraba delante o en un rango donde pudiese escucharlos con claridad. La mayoría de veces que eso sucedía siempre quería saber que pasaba y obtenía una y otra vez la misma decepción, nadie le contaba nada, no sabía nada y eso le molestaba. A veces incluso llegaba a detestar que fuesen tan buenos mentirosos, perfectos actores.

⠀Cuando el timbre que marcaba el inicio de las clases sonó el grupo comenzó a dividirse. Aquel día comenzaban sus segundas entrevistas con el tutor del curso, estaban en tercer año por lo que debían de saber qué hacer con su futuro, o al menos tener una pequeña orientación sobre hasta dónde querían llegar y por qué. Osamu fue de los primeros en retirarse, pero antes de salir le dedicó una mirada a aquel que fielmente podía llamar amigo y no correría el riesgo de equivocarse; sus ojos reflejaban pena con atisbos de confusión. El cambio en el comportamiento de Suna era algo que sucedió hace un tiempo atrás, no mucho más de un año, uno justo tal vez; era algo que muchos parecían haber notado y en vez de intentar entenderle prefirieron darle de lado; sin embargo, en aquella regla Osamu era la excepción, se preocupaba claramente por su amigo y se esforzaba por intentar ayudarle, pero juró que no hablaría nada referente con alguien que no fuese él y mucho menos con un adulto del centro que siempre solían sacar los temas de contexto.

⠀Rintarō era como una vela, ardía de forma intensa, pero eso solo hacía que lentamente se fuese agotando hasta no quedar nada de ella más que el recuerdo y nadie podía ayudarle. Algunos creían que sí lo hacían, pero solo sacaban la situación de lugar y Suna tampoco estaba para la labor de ser ayudado, siendo terco en ese sentido, cerrándose en él para no sufrir más.

⠀⠀── Suna . . . Rintarō ── oyó una voz que pronunciaba su nombre, un timbre gastado con el tiempo ──. Soy Hyuga Kanto, orientador del Inarizaki. Aunque ya nos conocemos.

⠀Para Rintarō, la voz de aquel hombre era un eco lejano, era un sonido molesto que le retumbaba en la cabeza mientras miraba con falsa atención los diplomas que colgaban de la pared.

⠀⠀── Me gustaría que se sentase, Suna, así podremos hablar mejor ── agregó tras unos segundos al no obtener respuesta por parte del adolescente.

⠀El orientador Hyuga terminó de rellenar unos papeles y, cuando cerró el bolígrafo, se quitó las gafas. Apoyó los codos sobre el escritorio de caoba y juntó las manos, apoyando el mentón sobre estás; aunque, casi al instante, las separó para sañalarle al castaño donde tomar asiento, acompañado de una mirada severa. Suna, al verse condicionado por su mirada, se dejó caer en la silla, mirando por la ventana que había detrás del orientador.

⠀⠀── Su función es como la de un psicólogo, pero no aporta mucho confort a los estudiantes ── dijo suspirando.

⠀⠀── Mi función es hacer mi trabajo. No estoy aquí para debatir sobre eso.

⠀Aquel hombre parecía tener experiencia tratando a adolescentes como Suna, así que no iba a darle ni un centímetro de cuello o a malgastar su tiempo tratando de ser amable con alguien que no tenía la intención de hacerlo, aunque tampoco tuviese unas opuestas.

⠀⠀── Veo que eres de esos que se toman a juego su futuro ── continuó hablando, sacando un folio de una carpeta ──. Dime, Suna, ¿acaso no te importa tu futuro?

⠀⠀── ¿ Acaso ve que "alguien como yo" pueda tener futuro ? ── respondió, pasando sus ojos de la ventana hacia el adulto.

⠀⠀── Bueno, yo pienso que si os esforzáis, todos podéis llegar a ser algo ── se defendió, echándose hacia atrás en su cómoda silla.

⠀Una risa seca abandonó los labios del castaño, tapándose la boca con la mano casi al instante. Esto solo causó que el hombre lo mirase con una ceja alzada, tratando de descubrir dónde estaba la diversión.

⠀⠀── ¿ He dicho algo gracioso ? Yo no lo creo.

⠀⠀── La verdad es que sí, ha sido muy gracioso. Los adultos, por así llamarlos, como tú sois todos iguales, realmente no le ves futuro a alguien como yo, pero intentas quedar bien diciéndome que sí.

⠀⠀── No pongas en mi boca palabras que no he mencionado, jovencito.

⠀⠀── Solo digo lo que está pensando, discúlpeme si me equivoco, pero no está bien mentirme si quiere que seamos amigos.

⠀Los ojos cansados de aquel adolescente, vacíos, propios de alguien que estaba muerto en vida, llegaron a estremecerle, carraspeando para aclararse la garganta, volviendo a colocarse las gafas sobre la nariz.

⠀⠀── Suna, ¿ qué te gusta hacer ? ── cambió de tema.

⠀Aquel cambio en la conversación hizo que Rintarō, mostrándose inexpresivo por fuera, sonriese victorioso. En el fondo de su alma esperaba equivocarse con aquel orientador, esperando que fuese alguien en quien pudiese confiar, en un vago intento de seguir alguno de los consejos de Osamu; pero su cambio de tema le dejaba ver lo contrario.

⠀⠀── Por intentar darle una respuesta, supongo que me gusta jugar al voleibol.

⠀Le miró sobre la pasta de las gafas, intentando averiguar si mentía, pero su semblante calmado no le dejaba ver mucho, así que se aventuró a creerle, pasando un par de hojas en su carpeta, leyendo como, efectivamente, aquel adolescente pertenecía al club de voleibol masculino.

⠀⠀── ¿ Te gustaría dedicarte a ello ?

⠀⠀── Siquiera sé lo que voy a hacer mañana, pero supongo que podría ser algo interesante de hacer. Aunque no se crea mucho, no es mi rollo.

⠀⠀── Para eso deberá de mejorar sus notas. Con lo que tiene no podrás ni seguir con el club y menos dedicarse a ello.

⠀Los dedos largos de Suna se aferraron al asiento, aquel tema siempre estaba en boca de todos los profesores, otorgándole más importancia de la que se merecía a un número en un papel.

⠀⠀── Veo que se queda callado, tengo razón y lo sabe ── continuó hablando ──. Si no mejora, me temo que tendrá que prescindir del club, siendo reconocido como una distracción.
⠀⠀» Mira, chico, le voy a ser sincero. Estás jodido y parece que también lo sabes, como también sabes que nos conocemos de fuera del centro y porque os di la tutoría en vuestro primer año. No sé qué te ha pasado, qué le ha pasado al Rintarō de hace unos años, pero ahora vas por el mal camino. Se nota que eres hijo de tu padre, cada vez te pareces más a él.

⠀El adulto tomó un bolígrafo, esta vez uno de tinta roja, y trazó una línea en algún lado del papel, acompañándolo de una nota en el margen.

⠀Por otro lado, para Rintarō, aquella abominable comparación se sintió como un jarro de agua fría, la gota que faltaba para que el vaso se desbordase. Sin darle tiempo al orientador a añadir nada más o añadiendo él algo, Suna se levantó de la silla, saliendo del despacho dando un portazo a su espalda. Lo peor que podían decirle se lo habían dicho.

⠀Rintarō Suna era un perfecto actor, excepcional en su ámbito, con una máscara inquebrantable, aunque tal vez no tanto, porque, además de eso, Rintarō también era humano, también se enfadaba y lloraba, sentía la rabia y la frustración bajo su perfecta interpretación. Solo necesitaba quitarse la máscara para buscar la cura a su dolor, necesitaba mostrarse como era; mas ese era el error del actor, era tan excepcional que hasta olvidaba que estaba actuando.

© GAIDEN, 2O21

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