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8


Eunmi golpeó nuevamente la puerta. Lo había hecho tantas veces que los nudillos le dolieron, por lo que había comenzado a golpear con las palmas de las manos.

Probablemente, después de un par de minutos se hubiese marchado a casa, pero había escuchado el piso crujir al otro lado de la puerta. Estaba segura de que Gina se encontraba dentro de la casa y el hecho de que no quisiera dar la cara estaba comenzando a molestarla.

—Gina Grimaldi —dijo con firmeza—, sé que estás ahí.

Pero no hubo respuesta.

Eunmi negó con la cabeza y sacó su celular de dentro del bolso. Con los dedos temblándole de la rabia marcó el número de la que había sido su mejor amiga. Sin embargo, la llamada no se pudo llevar a cabo.

El número que está marcando se encuentra fuera de servicio.

Intentó nuevamente mientras volvía a pegarle a la puerta con la palma de la mano y otra vez obtuvo el mismo resultado. El celular de Gina se encontraba apagado, como bien le había dicho Taehyung.

—Gina, abre la puerta —habló una vez más.

Tomó aire profundo y lo botó de golpe. De pronto se sentía completamente cansada, como si todos los sucesos del día le hubiesen absorbido la energía.

Estaba enfadada, no sólo por las cosas que habían sucedido con Gina y Taehyung, sino que porque ella no se atrevía a darle la cara.

Negó con la cabeza, ya harta de la situación, y se dio media vuelta para tomar rumbo a casa.

—No puedo —escuchó un murmullo al otro lado de la puerta.

Había sido tan bajito, que Eunmi había dudado realmente de haberlo escuchado porque su mente podría haber estándole jugando una mala pasada, haciéndole creer que estaba oyendo lo que quería. Sin embargo, no dudó nuevamente en girarse hacia la vivienda y acercar su oído a la puerta.

—¿Por qué? —Cuestionó, sin saber realmente si le iba a responder.

Los segundos pasaron y no se escuchó nada. La chica puso los ojos en blanco antes de alejarse nuevamente.

—Estoy... —Escuchó entonces la voz de Gina, ligeramente las fuerte—. Estoy encerrada.

Las cejas de Eunmi se juntaron. Tenía dos opciones: creer o no creer. Siempre podía estar la opción de que Gina estuviese mintiéndole, después de todo, ya lo había hecho antes y más de una vez. Aunque, por otro lado, supuso que si la pelirroja no hubiese querido verla, simplemente habría fingido no estar en casa.

Ahogó un suspiro y se dio un momento para pensar.

—Tu novio te tiene encerrada.

No hubo necesidad de que Gina le respondiese, pues su silencio le había confirmado todo. Eunmi tragó saliva y se mordió el labio inferior mientras intentaba pensar en algo.

—¿Estás bien?

Quiso golpearse la frente luego de preguntar eso, pues estaba claro que Gina no se encontraba bien.

—Sí.

Eunmi se pasó las manos por el rostro, sintiendo que la desesperación comenzaba a apoderarse de su cuerpo. Quizás estaba muy enfadada con Gina, pero no quería que nada malo le pasara. La chica estaba encerrada en aquella casa y eso no tenía ninguna explicación que no implicara violencia por parte de su novio.

Se asomó por uno de los costados de la casa y divisó una ventana.

—Ve hacia la ventana, Gina —dijo con voz demandante.

Necesitaba verla, aunque sabía que aquello solo aumentaría su nerviosismo, pero también necesitaba darse un momento para pensar con claridad. Caminó hacia la ventana, protegida con barrotes de hierro, y comenzó a mirar a su alrededor mientras esperaba a que Gina apareciera.

Todas las ventanas estaban protegidas de aquella manera, salvo una pequeña, que Eunmi supuso que era la del baño. Pero era demasiado pequeña como para que Gina pasara.

—¿Gina? —Insistió al notar que la chica todavía no salía.

Dio un par de toques en la ventana, a la espera de una respuesta.

—No quiero que me veas, Eunmi —susurró la pelirroja con voz triste.

La ventana se encontraba abierta, pero las cortinas impedían que Eunmi viese lo que estaba al otro lado. Tuvo que tomar valor para levantar la mano, pasarla entre los barrotes y tomar la cortina. Una parte de ella no quería ver cómo se encontraba Gina, pero necesitaba saberlo.

Los ojos verdes de la chica aparecieron, luciendo brillantes, asustados, y uno de ellos siendo rodeado por una aureola color violeta azulado. El alma de Eunmi pareció salir por un momento de su cuerpo, dejándola pálida y con los ojos bien abiertos. La pelirroja se apresuró a correr nuevamente la cortina para esconderse detrás.

—Será mejor que te vayas.

Eunmi pestañeó un par de veces, intentando salir del trance en el que se encontraba, y negó con la cabeza. De pronto sintió ganas de vomitar y se sintió extraña sabiendo que ella había llegado a buscarla con el propósito de confrontarla por culpa de un hombre.

Estaba claro, ya no eran amigas, pero Eunmi no podía dejar a la chica a su suerte.

—Gina, tengo que sacarte de aquí.

Torpemente buscó en su celular alguien que pudiese ayudarla. No sabía quién, ni tampoco cómo podrían ayudarla, pero tenía que encontrar la manera de sacar a Gina de aquella casa.

—¡No! —Exclamó la pelirroja, haciendo sobresaltar a Eunmi—. ¡Eunmi, vete!

—¡¿Estás loca?! —Preguntó con la voz agudizada producto de los nervios—. No puedo dejarte aquí.

—Estoy bien, no necesito que me saques.

La de pelo oscuro levantó la vista hacia Gina, que la observaba seriamente. No pudo evitar sentir que el estómago se le revolvía nuevamente cuando veía aquella marca violeta y el ojo enrojecido, inyectado en sangre. Se sentía estúpida por no darle la atención que merecía cuando Taehyung le había dicho que Gina había desaparecido.

Entonces el rostro de Taehyung apareció en su mente, y supo lo que debía hacer, aunque le doliese. Sin responder nada, apretó su contacto y se llevó el celular al oído.

¿Hola?

La chica tragó saliva, armándose de valor para hablar.

—Taehyung, necesito tu ayuda.

Gina abrió los ojos, asustada, y comenzó a negar con la cabeza.

—¡Eunmi, te dije que no!

¿Estás con Gina?

—Te enviaré mi ubicación, necesito que vengas lo más rápido posible y que traigas algo para... —Su voz se apagó, sin saber cómo terminar la oración.

Gina se quedó en silencio, expectante a lo que Eunmi estaba por decir. De pronto las lágrimas habían invadido sus ojos y comenzaban a descender rápidamente por sus mejillas.

¿Algo para qué? ¿Dónde están? —Le preguntó Taehyung con urgencia.

—Algo para derribar una puerta o para romper barrotes... —Murmuró.

¡¿Qué?!

Gina nuevamente había comenzado a gritar, su voz estaba comenzando a marear a Eunmi, que tuvo que ponerse la mano sobre la frente para tranquilizarse.

—¡Sólo busca algo que sirva, maldita sea! —Le gritó al teléfono y luego miró a la pelirroja—. ¡Que te calles! Estoy intentando ayudarte.

Finalizó la llamada sin esperar respuesta y se encargó de mandarle su ubicación a Taehyung. Luego miró a Gina a los ojos que parecía haberse encogido en su lugar luego de la reprimenda que le había dado, se paró con autoridad, y le dijo:

—Voy a sacarte de aquí.

El labio inferior de la pelirroja tembló levemente.

—No puedo irme.

Eunmi posó las manos sobre los barrotes y se echó levemente hacia adelante.

—¿No puedes o no quieres?

—No quiero —respondió Gina después de un par de segundos.

Ambas se miraron directamente a los ojos por un momento. La ira que Eunmi había estado sintiendo desde días atrás se había transformado en otra cosa, algo más fuerte que un simple enojo. Ya no quería ser amiga de Gina, eso lo sabía, pero jamás la abandonaría en una situación como aquella, pues sabía que las cosas podían terminar de manera fatídica.

Era lo que hubiese hecho por cualquier mujer que se encontrara en aquella situación.

Ver el rostro moreteado de la que había sido su amiga le causaba náuseas y el hecho de que ella no quisiese marcharse le irritaba porque simplemente era estúpido. Sabía que era difícil salir de aquello, que todo se convertía en un círculo vicioso, pero también sabía que Gina Grimaldi era una mujer demasiado inteligente como para no darse cuenta de que las cosas no cambiarían.

—Te sacaremos de aquí antes de que ese hijo de puta pueda hacerte algo más.

La pelirroja bajó la vista. Todavía le dolía pestañear, pero había aprendido a soportar ese dolor porque se había vuelto cotidiano y no sabía hasta cuándo debía soportarlo, pues ni siquiera su padre la había golpeado así.

—No puedo irme, Eunmi. No quiero dejar a Yoongi solo.

Vio cómo el rostro de la chica no movió siquiera un músculo.

—Va a acabar contigo si no lo dejas —le respondió con dureza.

Quizás Eunmi estaba siendo demasiado dura con Gina. Sabía lo que estaba siendo. Necesitaba que entendiera todo lo que se encontraba en juego.

—Él ha sufrido mucho —insistió Gina—. Todavía sufre y por eso mismo no puedo dejarlo. Soy la luz que ilumina su vida.

Eunmi sintió el impulso de golpearla, mas siguió mostrándose impasible.

—Eres la luz que ilumina su vida... ¿A qué costo lo eres? Está destruyéndote mientras tú intentas salvarlo de algo que ya es parte de su ser. No puedes salvarlo de sí mismo, Gina. Sálvate tú.

El ceño de la chica se frunció y Eunmi pensó que iba a mandarla a la mierda, pero comenzó a sollozar en voz alta, dejándola sorprendida por un par de segundos.

—Estoy cansada, Eunmi, y no puedo dejar de pensar que todo esto es mi culpa.

La de pelo oscuro relajó su expresión. Probablemente nunca había estado en una situación de agresión como en la que se encontraba Gina, pero sabía qué era sentir que todas las cosas malas que le sucedían eran culpa suya. Se tragó el orgullo por un momento y estiró el brazo para rozar el hombro de la chica.

—No es tu culpa, Gina.

Vio cómo ella se limpiaba la nariz con el dorso de la mano. Su ojo golpeado se había vuelto completamente rojo en el sector de la esclerótica, dándole un aspecto espeluznante.

—Es mi culpa —insistió—. Si no me hubiese acercado a Taehyung para hablar nada de esto habría pasado porque él me lo pidió, Eunmi, me pidió que no hablara más con él.

Entonces todo cayó como un balde de agua fría sobre Eunmi. Por supuesto, ella había sido la que había alertado al novio de Gina sobre lo que estaba haciendo con Taehyung. Se había quedado mirando desde muy atrás cómo el la tomaba por la muñeca con fuerza y se la llevaba a rastras hacia la salida. Su labio inferior tembló levemente, pues jamás había tenido la intención de que la golpearan, sino que solamente quería darle una pequeña lección a la pelirroja.

Abrió la boca para decir algo, sin saber específicamente qué, porque no sabía cómo revelarle a la chica que, en realidad, había sido culpa suya todo lo que estaba sucediendo. Pero no pudo decir nada porque el motor de un auto resonó frente a la casa y aunque el rostro de Gina palideció, creyendo que se trataba de Yoongi, Eunmi tenía claro de quién se trataba.

Taehyung acababa de llegar. No se había demorado más de cinco minutos, pues andaba en su auto. El chico se bajó apresuradamente y corrió hacia donde Eunmi estaba parada.

Su rostro se deformó en una mueca de horror en cuanto se topó con Gina, miró nuevamente a Eunmi, casi pidiéndole que le explicara lo que había sucedido, pero la chica no tenía mucho que agregar, pues la situación se explicaba por sí misma. Murmuró algo que solamente él entendió y volvió rápidamente hacia su auto para buscar una maleta que posteriormente dejó en el suelo.

—La única forma que encuentro en este momento para sacarla de ahí —dijo apresuradamente mientras sacaba una herramienta que Eunmi no supo identificar a la primera— es rompiendo los barrotes con esto.

Una gata hidráulica, eso era lo que Taehyung acababa de sacar. Aquello le sirvió a la chica para distraerse de lo que acababa de descubrir acerca de Gina.

Vio cómo el la posicionaba entre los barrotes y se dio cuenta de que las manos le temblaban.

—¿Cuánto tiempo crees que tarde? —Le preguntó.

Él pareció dudar. Sus ojos se fueron del rostro de Gina al de la de cabello negro y luego se rascó la nuca con nerviosismo.

—Eso depende de... varias cosas.

Eunmi aplanó los labios y miró la hora en su celular. Había pasado media hora desde que había llegado y eso podría ser mucho o poco tiempo, dependiendo de la perspectiva. Si el novio de Gina había salido a comprar al mercado que estaba a cinco minutos en auto, era mucho tiempo; pero si había ido al otro lado de la ciudad, la cosa cambiaba. 

Yoongi cerró los ojos por un momento al tragar aquel líquido que provocó un ligero ardor en su garganta. A la hora de beber, le gustaban los tragos fuertes y que no fueran muy elaborados, por lo que el whisky le parecía perfecto. Su cuerpo se relajó lentamente, a pesar de todavía no haber comenzado con aquella actividad que le ayudaría a desahogarse.

Todo estaba en el ambiente.

Y eso era una de las cosas que más echaba de menos de aquel lugar: aquel entorno que a simple vista podía parecer asqueroso, pero que a él le había hecho sentir acogido desde hacía muchos años. Era su hogar, lo más parecido que había tenido a un hogar.

Apretó la mandíbula al tener aquellas imágenes dándole vuelta otra vez en la cabeza.

—Ha pasado mucho tiempo, Min —escuchó una voz conocida frente a él.

Roseanne se encontraba al otro lado de la barra improvisada. Rosie era la manera en la que él había comenzado a llamarle después de tantas visitas. Esbozó una pequeña sonrisa y apoyó el vaso sobre el mueble.

—He estado ocupado.

Los ojos verdes de Rosie lo escanearon de arriba hacia abajo, en busca de algún indicio, de algo que delatara el por qué se había encontrado tan ocupado. Según Yoongi, aquel era el único atributo atractivo de ella: el color de sus ojos, pues el envejecimiento prematuro le había jugado una terrible pasada tanto a su rostro como a su cuerpo. Utilizaba el cabello negro atado en una coleta alta, cabello que, con el paso del tiempo, había comenzado a tener rayos plateados.

—Una chica —concluyó ella.

Lo conocía, no podía mentirle, así que simplemente se encogió de hombros y asintió levemente con la cabeza. Rosie lo conocía desde hacía varios años y en cierto momento Yoongi había comenzado a considerarla una especie de madre, alguien que lo había ayudado cuando más perdido se sintió, cuando más hundido se encontraba en su propia mierda. Ella lo había ayudado más de lo que quería admitir.

—Siempre termino volviendo, lo sabes.

—Lo sé —confirmó ella mientras se dedicaba a limpiar un vaso únicamente con un trapo viejo—. Siempre vuelves porque no puedes librarte de lo que eres.

Yoongi no respondió nada. Un par de veces había intentado dejarlo, poseído por la culpa, pero terminaba volviendo. Un círculo vicioso del que no podía librarse, volviendo a recaer una y otra vez. Y no podía hacer nada más que sentirse preso de sus impulsos, igual que una bestia con hambre y que devora todo a su paso.

—No, no puedo.

—No puedes librarte de ti mismo, Yoongi. Es lo que eres y ya.

—Lo odio.

Ella encendió un cigarrillo y le ofreció uno a él. Aspiró el humo mientras le rellenaba el vaso al chiquillo frente a ella.

—No tu culpa, cielo —respondió a la vez que el humo salía por sus fosas nasales—, es la manera en la que eres. No te queda más que aceptarlo.

Una sonrisa amarga se dibujó en los labios de Yoongi. Claro que no era su culpa, pero sí que podía haber hecho algo al respecto antes de no tener remedio. Pero quizás las cosas se habían dado de esa manera por alguna razón. Dio una calada profunda, en un intento fallido se relajarse más, y le respondió:

—Me dices eso porque te hago ganar dinero.

El silencio se formó entre los dos. Rosie había soltado una carcajada carrasposa y se había dado media vuelta para buscar algo entre las repisas del mueble que estaba pegado a la pared. Cuando se volvió puso un libro blanco empastado sobre la barra, justo frente a Yoongi.

—¡Vaya! —Murmuró él, impresionado—. Han renovado el catálogo.

Rosie se apoyó en la barra con los codos, teniendo especial cuidado de que su cigarrillo no tirara cenizas sobre el empastado.

—Han pasado muchas cosas desde que dejaste de venir. Este es el nuevo catálogo, por si gustas echar un ojo.

Los dedos huesudos de la mujer se engancharon en la esquina del libro, en un ademán de abrirlo para mostrarle a Yoongi, pero la mano del chico se apoyó sobre la cubierta, impidiendo todo movimiento.

—Sabes lo que me gusta —le respondió con la voz ronca—. No es necesario que vea el catálogo, confío en que me vas a dar algo de mi agrado.

Las comisuras de los labios de Rosie se elevaron en una retorcida sonrisa. Retiró el catálogo, manteniendo sus ojos sobre los de Yoongi, y apuntó con el dedo hacia el interior de la casa.

—Habitación tres.

El chico levantó las cejas.

—La habitación VIP —dijo, sorprendido, y posteriormente se puso de pie—. ¡Voy!

—¿Sabes dónde puede estar ahora? —El policía al otro lado del escritorio miró fijamente a Gina.

Ella negó con la cabeza. Luego de haberla sacado de la casa de Yoongi, Eunmi y Taehyung habían discutido un buen rato sobre qué debían hacer. Por un lado, él pretendía llevarla a su casa para alejarla lo más rápido posible de allí, pero Eunmi insistió en que lo mejor que podían hacer era ir a la policía para denunciar el abuso físico que Gina había estado soportando.

Su sorpresa había sido grande cuando, apenas había mencionado el nombre de Min Yoongi, un policía la había conducido hacia una sala de interrogación y le había dicho que su novio era buscado por las autoridades desde hacía ya un tiempo.

—¿Estás segura? —Insistió.

Ella se encogió en la silla metálica, intimidada. Había un montón de cosas que no estaban bien en esa interrogación, como el hecho de estar completamente sola, sin el apoyo de un abogado, pero no tuvo el valor para pedirlo. Su mente se encontraba agotada y sólo quería terminar pronto para descansar, aunque realmente tampoco tenía dónde ir.

Lo único que sabía era que a casa de su padre no.

—Yoongi nunca me dice a dónde irá, él sólo sale de la casa y vuelve un par de horas después —respondió con voz baja.

El policía frunció el ceño y se acomodó en la silla.

—¿Y llevas todo este tiempo viviendo de esa manera?

Aquella pregunta fue un golpe bajo. Sí, llevaba tiempo viviendo así, pero Yoongi había cambiado radicalmente desde el inicio de su relación. En poco tiempo se había transformado en una persona violenta e impulsiva, por lo que tampoco se había atrevido a cuestionar las decisiones que él tomaba.

Lo único que quería era estar allí para él, para sacarlo de esa oscuridad en la que estaba sumido.

El hombre frente a ella soltó un suspiro de cansancio y se dispuso a seguir con el interrogatorio:

—¿Puedes contarme cómo ocurrió eso? —Apuntó el hematoma que rodeaba el ojo verde de la chica.

Ella bajó la vista por un momento, dudando por un segundo de hablar. No sabía qué era lo mejor, pues todavía existía la posibilidad de que Yoongi la perdonara por haberse escapado. Si no decía nada, todo podría seguir normal entre ellos.

—Nada —respondió finalmente.

—¿Min Yoongi te golpeó? —Inquirió el hombre.

Ella lo negó inmediatamente.

—Tu amiga Song Eunmi —dijo, mirando las hojas que tenía sobre la mesa, como si buscara la declaración de la de pelo negro— dice lo contrario. Volveré a preguntarlo: ¿Min Yoongi te golpeó?

Ella aplanó los labios. Entendía la preocupación que Eunmi sentía por ella, y que eso la había llevado a buscar la manera más rápida de sacarla de la casa de Yoongi. Pero realmente no debería entrometerse en asuntos que no le incumbían. Terminó por asentir con la cabeza mientras se abrazaba a sí misma, intentando encontrar consuelo.

—¿Por qué?

Hubo un momento de silencio en el que las imágenes de aquel día invadieron la mente de Gina. Todo había sido tan rápido... Cerró los ojos con fuerza al sentir sobre su piel el latente recuerdo del golpe sobre su ojo y la expresión enloquecida de Yoongi.

—Le desobedecí —respondió en un hilo de voz.

—¿Puedes contarme?

Tragó saliva, todavía manteniendo los ojos cerrados. La escena de Yoongi estampando su puño contra su rostro se repetía una y otra vez. No era únicamente eso, sino que el hecho de haberlo decepcionado de tal manera que la única solución que él había encontrado había sido golpearla.

—Llegamos a casa y había un hombre esperando afuera —comenzó a relatar las escenas, recordándolas como si estuvieran pasando en ese mismo momento—. Yoongi me pidió que esperara en la habitación, pero no pude quedarme allí simplemente escuchando cómo él perdía la cabeza —los gritos de su novio hicieron eco en su cabeza y el par de ojos fríos aparecieron, haciéndola estremecer—. No pude quedarme allí sabiendo que necesitaba ayuda.

Sintió la mirada del policía verla fijamente por unos segundos. Seguramente estaría pensando en lo estúpida que era, que pensaba que Min Yoongi, un hombre con muchos monstruos del pasado y que además era buscado por la policía iba a cambiar sólo porque ella estaba dando lo mejor de sí hasta marchitarse.

Quizás se había vuelto más estúpida conforme pasaba el tiempo, pero por alguna manera sentía que debía ayudar a ese hombre a escapar de sí mismo, de salvarlo de un peligro que únicamente estaba en su mente.

Yoongi estaba jodido, pero ella también. Ambos se encontraban tan rotos por la vida misma que el único lugar al que Gina sentía que pertenecía era a su lado.

La puerta de la sala se abrió y un policía más joven apareció:

—Lo encontramos.

El hombre frente a Gina se puso de pie e inmediatamente siguió al menor. La chica le imitó, pero se vio obligada a permanecer dentro de la sala de interrogación cuando la puerta fue cerrada justo en su rostro. Apoyo el oído sobre el frío metal, intentando escuchar un poco más claro:

—¿Estás seguro?

—Sí —respondió inmediatamente el menor—. Bajó la guardia y pudimos detectar su auto en la avenida Kennedy, en el cruce con una pequeña calle llamada Liberty...

—¡Vamos! ¡¿Qué esperas?! —Lo interrumpió el policía.

Gina escuchó los pasos alejándose por el pasillo. No se había dado cuenta de que se estaba mordiendo las uñas, pues le sólo hecho de pensar en que Yoongi sería atrapado por la policía le había provocado un nudo en el estómago. No sabía qué era lo que había hecho, ni tampoco le interesaba porque si se trataba de él nunca nada sería demasiado malo.

Yoongi tenía problemas serios con su pasado y Gina lo sabía, pese a que él jamás le había aclarado cuáles eran.

Tomó el pomo de la puerta y lo giró suavemente, haciendo la menor cantidad de ruido posible. En el pasillo no había ningún policía ni nadie que pudiese retenerla. Cerró la puerta después de salir de la sala de interrogaciones y caminó rápidamente hacia la salida. Tenía que encontrar a Taehyung para que la llevase hacia donde se dirigían los policías.

Quizás alcanzaba a llegar antes para advertir a Yoongi para que alcanzara a escapar.

Se escabulló hacia la salida de la comisaría y corrió hasta donde se encontraba Taehyung junto con Eunmi, ambos en completo silencio e ignorándose el uno al otro. Por un momento quiso preguntar si es que había sucedido algo entre los dos, si es que habían tenido alguna discusión de pareja o si habían peleado por su culpa, pero de su boca sólo salió una frase:

—Necesito que me lleves a avenida Kennedy con calle Liberty. Ahora.

No dio ningún tipo de explicación, ni siquiera a Eunmi que comenzó a regañarla por haberse escapado de la interrogación. La situación no ameritaba demoras, no podía perder tiempo haciéndole entender a la de pelo negro algo que probablemente jamás llegaría a comprender. Se mantuvo en silencio durante el camino a la dirección que había pedido, únicamente emitiendo palabra cuando Taehyung parecía disminuir la velocidad de conducción.

—¿Cuánto falta? —Preguntó, intentando ver la pantalla del celular del chico, quien había puesto el mapa para que le diera indicaciones, pues ninguno de los tres conocía aquella dirección.

—No lo sé —respondió con la voz temblorosa—. Poco, creo. ¿Diez minutos?

Eunmi rodó los ojos y tomó el celular de Taehyung.

—Estamos a cinco minutos —miró a Gina por el rabillo del ojo—. ¿Por qué debemos ir allí?

La pelirroja negó con la cabeza mientras se succionaba el labio inferior. Había estado mordiéndose de los nervios hasta el punto de llegar a sangrar.

—Necesito llegar en tres minutos, ojalá dos.

—No puedo ir más rápido con tanto tráfico —murmuró Taehyung.

Era cierto, hacía un par de minutos que habían dejado de avanzar por culpa del tráfico. Era la hora punta, todos volvían a sus hogares después de un arduo día de trabajo, por lo que las calles estaban repletas de autos y peatones. Los buses del transporte público se detenían una y otra vez, llevando y dejando gente y Gina se sentía llegar al borde de la desesperación cada vez que el auto se detenía al ritmo del tráfico. No tenía una certeza de cuánto tiempo había sucedido desde que habían empezado el viaje porque no tenía su celular con ella, lo llevaba Yoongi en la guantera de su auto, y ni siquiera se había atrevido a preguntar por la hora por temor a que fuese demasiado tarde para llegar.

—¡Necesito llegar ahora! —Chilló, haciendo sobresaltar a los dos chicos que iban en los asientos delanteros.

Nadie pudo responder nada, pues la chica había abierto la puerta del auto y había salido corriendo en dirección al cruce de la avenida Kennedy con calle Liberty. Si no podía llegar en auto, llegaría a pie, o de cualquier manera que le permitiese llegar antes. No le importó que le doliera el rostro por el golpe que le había dado Yoongi o los músculos del cuerpo por la fatiga provocada por no haberse movido durante días por haber estado encerrada en la casa. Simplemente corrió, ignorando los gritos de Eunmi que le ordenaban volver, todo porque Yoongi lo valía.

Los pulmones le ardían con cada bocanada de aire que tomaba, aunque mayor fue su dolor cuando, ya estando a punto de llegar, escuchó un gran alboroto. Había llegado demasiado tarde. Se apresuró, teniendo como esperanza que Yoongi la viese, que supiera que ella había intentado salvarlo, que todavía le era leal porque lo amaba y su amor era más fuerte que cualquier cosa.

—¡Mantén las manos arriba! —Escuchó cuando estaba doblando por la esquina—. ¡Las manos arriba, pedazo de mierda!

Gina se detuvo cuando las rodillas comenzaron a fallarle y su cuerpo se estrelló contra el suelo. El barrio en el que se encontraban era pobre y la calle, bastante angosta, pero estaba repleta de patrullas. ¿Cómo podía ser que se necesitaran tantos hombres para arrestar sólo a uno? Gina se puso de pie con sus últimas fuerzas y arrastró los pies en dirección a la casa que los policías estaban allanando.

Una mujer de cabello negro salía del interior, con las manos puestas sobre la nuca, mientras un oficial le apuntaba con un arma y le gritaba diferentes tipos de insultos. Yoongi estaba ya afuera, de rodillas y con las manos puestas de la misma manera que la mujer. Su rostro no demostraba absolutamente ninguna emoción, como la mayoría del tiempo, pero Gina pudo distinguir un tinte de algo que no pudo descifrar. ¿Era tristeza? ¿Estaba enojado? Sus ojos lucían oscuros, iguales al día en que la había golpeado. La chica no entendía qué era lo que ocurría ni por qué sacaban a todas las personas de dentro de la casa.

Aunque la realidad le cayó como un balde de agua fría cuando un oficial sacó una pequeña figura envuelta en una manta azul. Los ojos de Gina se llenaron de lágrimas al reconocer que se trataba de una niña de no más de diez años. Sus piernas volvieron a tiritar y nuevamente cayó al piso, pero entonces no fue capaz de volver a levantarse, no cuando la policía seguía sacando niños medio desnudos de la casa.

—Quedas arrestado por tráfico de drogas y abuso sexual contra menores de edad —comenzó a decir el mismo hombre que había interrogado a Gina—. Tienes derecho a guardar silencio. Todo lo que digas será utilizado en tu contra...

El tintineo metálico de las esposas la hizo volver la mirada. Yoongi la observaba con los ojos perdidos mientras era esposado. Su rostro había palidecido más de lo normal, nunca había imaginado que se encontraría con Gina en aquel lugar. El chico miró a su alrededor, dándose cuenta de que ella había descubierto todo únicamente por un descuido suyo, y por un segundo se topó con los ojos celestes de la pequeña niña rubia que Rosie le había mandado a la sala VIP.

Y lo supo.

Yoongi era igual a su padre.

Qué acabo de escribir? No sé xd

Espero que les haya gustado el final jiji

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