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3


Taehyung tragó saliva antes de beber de su malteada de vainilla y el sabor dulce acompañado de un frío intenso penetraron en su boca, provocándole un repentino dolor en la parte baja de su cabeza.

Arrugó el rostro mientras se quejaba del dolor, provocando un par de carcajadas en Eunmi.

Habían estado saliendo juntos durante las últimas semanas, teniendo citas, y, aunque Taehyung disfrutaba de pasar tiempo con la chica, no podía negar de que había algo que lo incomodaba profundamente.

Y es que sentía que lo que estaba haciendo estaba mal. Estaba más que mal, porque durante cada minuto del día seguía pensando en Gina, en su compañía, en su cuerpo, en su olor. Simplemente, no podía quitársela de la cabeza, a pesar de que ella se hubiese alejado para dejarle el camino libre a su amiga.

No podía negar que aquello le hacía sentir culpable. Estaba saliendo con Eunmi, una chica hermosa y que todos deseaban tener en la universidad, pero pensando en su amiga.

¿Por qué no podía simplemente gustar de Eunmi?

—Tienes sucio aquí —murmuró la chica luego de reír.

Acercó su mano a la mejilla de Taehyung, posándola allí, para después, con el pulgar, limpiar el pequeño resto de malteada de la comisura de su labio.

No podía gustarle Song Eunmi porque estaba demasiado ocupado perteneciéndole a Gina Grimaldi. Se había dado cuenta de que la chica no abandonaba sus recuerdos, y menos su corazón porque cada vez que su rostro pecoso aparecía en su mente, sentía un extraño cosquilleo en el estómago.

Taehyung sonrió levemente en agradecimiento a Eunmi, pese a que sabía que había hecho eso simplemente para tocarlo, y se remojó los labios con la lengua.

Todavía no había besado a Eunmi. No se atrevía, pero cada día la chica parecía tener menos paciencia, pues aprovechaba cada oportunidad para tocarle, para coquetearle sutilmente.

¿Por qué había aceptado salir con ella entonces?

Porque no encontró otra salida. El grupo que conformaban Eunmi, Minho, Gina y Taehyung llevaba un par de años existiendo, pues se habían conocido al momento en que habían ingresado a la universidad y nunca más se habían separado. Y Taehyung no estaba dispuesto a romper los lazos que habían formado, independientemente de si tenía más afinidad con Gina que con el resto.

No podía imaginarse yendo a la universidad y darse cuenta de que los tres seguían siendo amigos mientras que a él lo habían excluido por haber rechazado a Eunmi. Gina habría terminado con él de todas maneras y jamás le habría vuelto a hablar.

—¿Te gustaría ir al parque más tarde? —Preguntó ella.

Taehyung asintió con la cabeza.

—Suena bien.

Volvió a tomar de su malteada mientras Eunmi lo observaba fijamente. Era el hombre más hermoso que había visto en el mundo, jamás se había topado con un rostro como aquel.

—Estás callado hoy —dijo—. ¿Ocurre algo?

Él dejó reposar un instante la malteada dentro de su boca para que no estuviera tan fría y luego se la tragó.

—Creo que solo estoy un poco distraído.

—Entiendo, a veces me pasa que mis pensamientos suenan demasiado fuerte dentro de mi cabeza como para poder prestar atención a lo que me rodea.

Él se quedó mirándola. Pese a que la conocía hace un par de años, nunca habían tenido conversaciones profundas, por lo que era la primera vez que la escuchaba decir algo como eso. Una sonrisa se extendió en sus labios.

—Sí, así es —le dio la razón—. Entonces, ¿cómo te ha estado yendo con aquella materia que me dijiste el otro día?

Los ojos oscuros de Eunmi brillaron al escuchar aquella pregunta. Hacía un par de días atrás le había comentado que había una materia en específico que le estaba costando bastante . Eso sólo podía significar que Taehyung le prestaba atención cuando le contaba cosas.

Su corazón saltó emocionado y bajó la cabeza ligeramente avergonzada por sentirse como una adolescente.

—Bueno —murmuró—, estoy intentando ponerle ganas, pero creo que no estoy pasando por un buen momento.

Él ladeó ligeramente la cabeza de manera curiosa.

—¿Por qué dices eso?

—Creo que solo estoy un poco distraída —respondió con una sonrisa, imitándolo.

Taehyung soltó una pequeña carcajada, aunque en realidad le apenaba que la chica aceptara que no se encontraba completamente bien.

—Si necesitas ayuda, puedo ayudarte a estudiar.

Las mejillas de Eunmi se pusieron violentamente rojas y Taehyung sonrió ante la ternura que le provocó.

—De verdad, gracias —dijo ella—. Cuando estoy contigo me olvido de muchas cosas malas.

Y entonces nuevamente se hizo presente la punzada de la culpa en el pecho de Taehyung.

Abrió la boca para responder algo, pero la campanita de la puerta de aquella cafetería de estilo americano tintineó, anunciando la llegada de nuevos clientes. Por lo general, el chico no prestaba atención a eso, y ya habían entrado por lo menos cinco personas desde que ellos habían llegado, pero una corazonada le hizo girar la cabeza hacia la puerta y Eunmi le imitó.

Un cabello anaranjado como el fuego entraba junto a uno color menta. Gina sonreía radiante, vestida con un vestido amarillo que le llegaba hasta la altura de las rodillas, dándole un aspecto muy pueril. Se había recogido el cabello en una coleta y un par de mechones rebeldes caían sueltos, concediéndole un aspecto casual y relajado. Su piel pecosa, descubierta por el vestido que se había puesto aquel día que hacía demasiado calor, parecía brillar en tonos dorados que encandilaron los ojos de Taehyung.

Se veía hermosa, aunque siempre lo hacía, y, también como siempre, el corazón del chico saltó emocionado.

—¡Vaya! —Exclamó la pelinegra—. ¡Qué coincidencia!

Taehyung vio como la pareja entraba a la cafetería y se sentaban a un par de mesas de distancia de ellos. Gina no se había dado cuenta que sus amigos también estaban allí y, en realidad, Taehyung lo prefirió así, porque, luego de emocionarse por verla, una tristeza gigante se apoderó de él.

Porque estaba con otro chico.

—No sabía que estaba con alguien —murmuró él, todavía observando cómo conversaban animadamente.

Eunmi se inclinó hacia adelante para acercarse al chico, que se encontraba sentado al otro lado de la mesa, y habló muy bajo para que nadie le oyera:

—Gina me dijo que no llevan mucho tiempo saliendo, pero me confesó que desde hace muchos años está enamorada de él.

Taehyung abrió los ojos consternado y se giró hacia Eunmi, dejando sus rostros a escasos centímetros.

—¿De verdad? —Preguntó, antes de darse cuenta de la situación en la que se encontraba.

Sus ojos recorrieron el rostro de la chica hasta llegar a sus labios que justo en ese preciso momento estaban siendo remojados por su lengua. Entonces, antes de que ella intentara hacer cualquier cosa, retrocedió un poco.

Eunmi se quedó un segundo observándolo y se preguntó cuándo se dignaría a darle un beso, pues ella ya lo estaba deseando desde que lo había invitado a salir. Terminó por asentir con la cabeza.

—Un amor platónico —aclaró.

Taehyung volvió a mirar a la pareja. Nunca había visto al muchacho que acompañaba a Gina y se preguntó de dónde se conocían, y desde cuándo. Se veía mayor que ella, bastante mayor. También tenía algo que no le agradó.

Tragó saliva al ver cómo él arrastraba la mano por sobre la mesa para tomar la de ella, casi en un movimiento natural y desinteresado. Ya no podía ignorar el pinchazo sobre su corazón provocado por los dedos entrelazados de la pareja.

No tenía idea de la existencia de un amor platónico en la vida de Gina, aunque, si lo pensaba bien, ella jamás le diría algo como aquello. Simplemente eran amigos que tenían sexo, nada más.

—¿Deberíamos ir a saludarlos? —Preguntó Eunmi de pronto.

No quería ver de cerca cómo Gina le sonreía a otro hombre, sobretodo porque nunca le había sonreído a él de esa manera. En aquel momento se dio cuenta de que, contrario a su situación, ella siempre lo vio como un amigo.

Nada más que eso.

—Quizás sea mejor que les demos privacidad.

—Conozco muy bien a Ginnie —dijo ella— y sé que si le digo "el otro día te vi en la cafetería con el que te gusta", me va a regañar por no haberme acercado a saludar.

Taehyung dudó. No supo si eso era verdad o si Eunmi simplemente quería acercarse a chismosear, pues jamás había escuchado algo como lo que dijo por parte de Gina.

De cualquier modo, no iba a hacerla cambiar de opinión, así que se puso de pie junto a la chica y caminaron tomados de la mano hacia la mesa de Gina, quién les miró sorprendida cuando estuvieron al frente.

—Creo que hoy es el día de las citas —bromeó coquetamente Eunmi.

Taehyung no escuchó nada de lo que hablaron porque se dedicó a mirar al chico de cabello menta. Vestía de manera despreocupada: un par de vaqueros negros y una camiseta del mismo color que estaba ligeramente rasgada a la altura del pecho, aunque el chico no supo distinguir si aquel era el diseño o simplemente se había roto la tela. A pesar de vestir de esa manera, un anillo plateado con una piedra del porte de una nuez adornaba su dedo índice.

No entendía qué clase de chico era aquel y por qué a Gina le gustaba desde hacía tanto tiempo.

—Y ahora iremos al parque —escuchó a la pelinegra cuando su cerebro decidió volver a poner atención a la conversación—, ¿cierto?

Él asintió con la cabeza y se forzó a sonreír.

—Sí, quizás ya deberíamos irnos —respondió—. No queremos molestar.

En realidad, quería salir corriendo.

Gina sonrió y expresó que era una lástima que no pudiesen compartir más tiempo juntos. Los cuatro se despidieron y Taehyung arrastró a Eunmi hacia a afuera de la cafetería mientras la pelirroja observaba cómo se alejaban con las manos unidas, aunque se obligó a no sentir nada al respecto porque se encontraba ahí con Yoongi, algo que siempre había soñado.

Eunmi siguió a Taehyung, sintiendo que la piel de su mano cosquilleaba, al igual que su estómago. Por lo general, él evitaba el contacto físico y se mantenía a una distancia prudente, pero el hecho de que la estuviera guiando de aquella manera la hacía sentirse en las nubes.

De pronto, el chico se detuvo en seco. Todavía faltaba un par de manzanas para llegar al parque, por lo que se encontraban todavía en la mitad de la calle. Se giró hacia ella y la miró desde arriba mientras se remojaba los labios. Su pecho se movía de arriba hacia abajo marcadamente, probablemente por el ritmo de la caminata y el hecho de estar aguantando la respiración de manera inconsciente.

—Eunmi, yo... —Comenzó, aunque su voz se apagó inmediatamente.

Los ojos brillantes de la chica lo observaron muy abiertos, casi aparentando devoción, lo que provocó que un nudo se formara en el estómago de Taehyung.

—¿Qué ocurre?

Él tragó saliva y tuvo que decidirse completamente a hablar. Ya no lo soportaba más, no soportaba tener que seguir fingiendo que estaba emocionalmente interesado en ella cuando, en realidad, su único interés era Gina.

Gina, que estaba saliendo con un tipo sospechoso.

—Yo me preguntaba si quieres ser mi novia.

Se maldijo a sí mismo al momento de pronunciar esas palabras. Porque era un mentiroso, pero sobretodo porque su cabeza no parecía ponerse de acuerdo con su corazón.

Uno le decía que lo mejor era estar con Eunmi, que encontraría a alguien que realmente lo quisiera de la manera en la que correspondía, que encontraría la estabilidad que tanto necesitaba en su vida. Pero el otro le decía que debía dejarla antes de lastimarla y que si le ponía empeño, podría lograr convencer a Gina de darle una oportunidad, porque estaba seguro de poder ser mejor que aquel tipo con el que andaba.

Era un imbécil y lo tenía perfectamente claro. Song Eunmi no se merecía algo como lo que estaba a punto de hacerle.

Los ojos de la chica parecieron brillar más a la vez que una gran sonrisa se apoderaba de sus labios, haciéndola lucir radiante.

No fue necesario que respondiera porque el simple hecho de pegar sus labios rosas con los del chico fue más que suficiente, dándole finalmente el beso que tanto había esperando.

Gina se quedó en completo silencio una vez que Taehyung y Eunmi se habían marchado, algo que no pasó desapercibido para Yoongi, quien la observó atentamente mientras ella no lo notaba.

Había algo extraño.

—¿Desde hace cuánto eres amiga de esa chica?

Gina pestañeó un par de veces, saliendo de su trance, e inmediatamente dibujó una sonrisa en su rostro, pero Yoongi notó que estaba forzándose.

—Desde que entré a la universidad —llevó sus ojos hacia el techo, calculando cuánto tiempo había pasado desde eso—. Desde hace tres años.

—Y el chico es su novio.

La pelirroja se mordió el labio inferior y fijó la vista sobre la mesa. Yoongi supo entonces que había dado en el clavo, que había algo entre Gina y el chico.

¿Tal vez gustaba de él en secreto?

—En realidad, no lo sé —respondió—. Llevan unas semanas saliendo, pero no han aclarado nada.

—Hacen linda pareja.

—Sí —murmuró en respuesta—. Son como la pareja perfecta de las películas, la pareja en la que ambos son populares y atractivos.

Así que el chico se le hacía atractivo a Gina. Yoongi se cruzó de brazos y se echó hacia atrás, apoyándose en el respaldo de su silla. No entendía por qué Gina había aceptado salir con él si gustaba de otro chico que, encima, era el novio de su amiga.

—Creo que debería irme.

Gina abrió los ojos y la boca, sorprendida por el cambio repentino de humor en Yoongi, y se apresuró a tomarlo de la mano antes de que pudiese levantarse.

—¿Ocurre algo?

—No, sólo quiero irme y ya.

La chica tragó saliva y sintió una incómoda presión en el pecho.

—¿Vas a dejarme aquí?

Yoongi le dio una última mirada y se encontró con los ojos brillantes de la chica, pero no brillaban de emoción, sino que lucían realmente tristes.

¿Acaso iba a llorar porque él se iba?

Aplanó los labios y volvió a su lugar, teniendo la sensación de que estaba abandonando a una niña.

—Vamos, te llevaré a casa.

La tomó de la mano y la condujo hacia su auto, que estaba estacionado a un par de metros de la salida de la cafetería. Su auto, un Mustang del año 1967, era uno de sus posesiones más preciadas y, a la vez, odiadas, pues era lo único que le había dejado el imbécil de su padre, además de un montón de traumas que lo habían llevado a ser la persona que era en ese entonces.

—¿Estás enojado conmigo? —La voz de Gina sonó más aguda de lo normal.

La miró antes de encender el motor y se le ablandó el corazón al verla de aquella manera, pareciendo un animalito indefenso. Gina siempre le había parecido una niña con demasiados problemas para su edad y quizás esa era una de las razones por las que se sentía constantemente atraído hacia ella, independientemente de si su padre se esmeraba en espantarlo de su lado. Sentía que debía salvarla de aquel monstruo.

Sin embargo, eso había cambiado cuando ella se había hecho mayor. Había alcanzado un poco más de independencia y, por lo mismo, Yoongi creyó que lo había dejado de buscar. O quizás simplemente se había aburrido de que él no la tomase en cuenta.

Negó con la cabeza y se inclinó hacia ella para ponerle el cinturón de seguridad. Gina lo observó con los ojos brillantes, en una mezcla de tristeza y asombro.

—No estoy enojado —respondió—. Simplemente me siento fuera de lugar en este tipo de ambiente.

Y no era del todo una mentira, pues Min Yoongi no solía frecuentar cafeterías, sino más bien bares y clubes nocturnos.

—No es necesario que te fuerces a estar en lugares que no te gustan solamente por mí.

Él le regaló una pequeña sonrisa y Gina sintió que el corazón se le iba a salir por la boca. Todavía estaba inclinado hacia ella, por lo que podía sentir el calor que emanaba su cuerpo y eso hacia que se le pusieran los nervios de punta.

Pronto había olvidado cuánto le había afectado encontrarse a sus amigos teniendo una cita.

Yoongi la observó a los ojos y luego le recorrió el rostro. Todavía no la había besado porque no se habían visto muchas veces desde aquella vez que se habían encontrado en la fiesta, pues Yoongi solía tener mucho trabajo y normalmente no se encontraba en casa en los horarios en los que Gina estaba desocupada, aunque ella desconocía a lo que él se dedicaba para mantenerse.

Vivía solo en aquella casa desde que tenía memoria y, por lo que sabía, su padre había muerto antes de que ella llegara al vecindario. No había rastros de su madre y no tenía hermanos, por lo que, en aquellos años en los que todavía era una niña, a menudo se sentía apenada por él. Creía que estar solo debería ser demasiado difícil y aquella fue una de las razones por las que se decidió acercarse a él cuando sólo tenía diez años.

—¿Quieres ir a mi casa? —Le preguntó él.

Gina tragó saliva. Sabía lo que potencialmente podría significar eso y sintió que el pánico se apoderaba lentamente de ella.

¿Sería que Yoongi simplemente la estaba buscando para pasar el rato?

No le parecía una idea tan descabellada, pues siempre pasaba de novia en novia. Sabía que utilizaba a las chicas para satisfacerse porque él se lo había dejado claro muchos años antes. Si él la utilizaba, no sabría cómo lidiar con aquella vergüenza, con el hecho de sentir que su amor platónico la había utilizado como un objeto, y además tener que seguir viéndolo a diario.

—No lo sé —balbuceó.

No era que no quisiera ir, pues ni en sus mejores sueños habría logrado estar con Min Yoongi, simplemente tenía miedo de lo que podría suceder después.

Además, si su padre se llegase a enterar...

Yoongi levantó la mano y le acarició suavemente la mejilla. En corazón de Gina comenzó a saltar desesperado.

—Simplemente lo digo porque allí podremos estar más cómodos —susurró, con los ojos pegados a los labios de la chica—. Créeme que no haremos nada que no quieras.

Gina cerró los ojos por un momento, disfrutando el hecho de sentirlo tan cerca, y finalmente asintió con al cabeza.

Yoongi volvió a su lugar con una sonrisa en los labios que la hizo sonreír también y emprendieron camino hacia su casa.

La chica tenía que tener especial cuidado cuando llegaran, pues no podía permitir que su padre los viera, a pesar de que las probabilidades fuesen bastante bajas porque no solía salir de casa si no era para ir comprar cervezas. Y Gina había revisado la nevera aquella mañana, encontrándose con que todavía quedaban botellas para al menos un par de días más.

—No sabía que tenías amigos —dijo de pronto Yoongi, con los ojos pegados en la calle mientras manejaba—. Digo, jamás los has traído a casa.

Gina negó con la cabeza lentamente a pesar de saber que Yoongi no podía verla.

—No me siento orgullosa de dónde vivo.

El quitó la vista del camino para mirarla un instante. La chica se había encogido en su asiento y miraba por la ventana como si estuviese ida, demasiado concentrada en sus propios pensamientos como para notar lo que ocurría a su alrededor.

No dijo nada para no incomodarla porque no estaba de acuerdo con su manera de pensar. Después de todo, esa era la situación en la que le había tocado vivir y no podía estar ocultándolo por siempre.

—¿Quieres algo de beber? —Ofreció cuando estuvieron dentro de la casa.

Gina había recobrado la compostura una vez Yoongi había cerrado la puerta detrás de él y se dedicaba a observar con detenimiento el interior de la casa.

A pesar de estar en el mismo barrio, era completamente diferente a la donde vivía ella y lo único que mantenían en común era el tamaño. Ambas eran tan pequeñas que si una familia numerosa viviese ahí terminarían todos volviéndose locos.

—Agua —le pidió ella mientras se paseaba por la sala.

La habitación constaba de un pequeño sofá que tenía enfrente una televisión antigua. No habían más muebles, ni adornos, ni fotografías. Se sentía casi como un lugar sin vida. Un hogar sin alma, al igual que el suyo.

—¿Buscas algo en específico? —Preguntó él divertido cuando volvió con un vaso de agua y una lata de cerveza.

Gina se giró hacia él y vio cómo se sentó en el sillón, con la espalda totalmente apoyada en el respaldo y las piernas bien abiertas en señal de sentirse completamente cómodo y... pareciendo dominante.

—Me preguntaba si... —Balbuceó, poniéndose nerviosa— Me preguntaba si tenías fotografías de tu familia... Siempre te he visto solo y... —Dejó la frase a medio terminar.

Yoongi la observó fijamente desde su lugar mientras abría la lata y Gina se sintió pequeña.

—No necesito recordar tiempos oscuros.

Ella bajó la vista hacia sus pies. Realmente era una estúpida. Por su parte, Yoongi le dio un trago a su cerveza y se remojó los labios. No podía dejar de observar a Gina sin pensar en cuánto había crecido durante todos esos años. Dejó la lata en el suelo, a un lado del sofá, y se puso completamente cómodo.

La deseaba desde hacía tanto tiempo...

—Lo siento —susurró ella.

—Ven aquí —dijo él, casi interrumpiéndola.

Ella levantó la vista con timidez y vio que él palmeaba el espacio vacío a su lado. Se sintió extraña al tener la esperanza de que, en vez de eso, hubiese estado palmeando sus muslos.

Tenía que controlar sus hormonas. Ya no tenía quince años y por esa misma razón era que se encontraba allí.

Caminó lentamente hacia donde él le indicaba, pese a que quería correr y lanzarse.

—Gina —murmuró él, con la voz ronca, una vez que estuvieron cerca—, ¿por qué aceptaste salir conmigo este último tiempo?

Ella pestañeó un par de veces. ¿Acaso no había sido lo suficientemente obvia desde que lo había conocido?

—Sabes que me gustas —se atrevió a responder.

Él esbozó una sonrisa e inclinó la cabeza hacia el lado. Por supuesto que lo sabía, pero no alcanzó a responder nada porque ella continuó:

—Realmente me preguntaba por qué quisiste salir conmigo. Yo... no entiendo por qué lo estás haciendo si siempre me has ignorado, a pesar de ser tan obvia como soy.

La pequeña sonrisa en el rostro de Yoongi se extinguió lentamente y su mano se acercó a una de las mejillas de Gina, que inmediatamente se tiñeron de rojo. El estómago del chico cosquilleó cuando sintió el olor a fresas que provenía del cabello anaranjado y se alegró porque todavía seguía utilizando el mismo champú.

—Quiero salir contigo porque también me gustas, y lo sabes —respondió.

La chica lo miró con los ojos abiertos, como si no se pudiera creer lo que acababa de escuchar, y la manera en la que Yoongi la observó no ayudó a su acelerado corazón.

Tuvo la intención de replicar que no tenía idea de cómo se sentía él con respecto a ella, pero se quedó petrificada cuando vio que Yoongi comenzaba a acercarse lentamente mientras cerraba los ojos. Iba a besarla y Gina no podía creerlo. Ese había sido su sueño desde hacía años. Cerró los ojos también y terminó de acortar la distancia entre ellos, acercándose con la boca entreabierta que inmediatamente fue invadida por la lengua de Yoongi.

No hubo primero un roce de labios, sino que directamente el interior de su boca se vio asaltada por una lengua traviesa que tenía la intención de conquistarla, de doblegarla y de someterla. Soltó un suspiro apenas el contacto físico se concretó porque sintió cómo su estómago parecía estar lleno de mariposas y su cuerpo amenazaba con convulsionar producto a las descargas eléctricas que sentía subir y bajar.

Cerró sus labios sobre la lengua del chico y succionó levemente, provocando que él soltara un pequeño jadeo. Entonces su cuerpo pareció revolucionarse y otra vez tenía quince años y besaba al chico con el que había tenido su primera vez en la parte trasera de un auto, sintiendo aquella fiebre apoderarse de ella.

Enredó sus dedos en el cabello color menta y tiró de Yoongi hacia ella, intentando conseguir el mayor contacto físico posible. Sentía que el cuerpo le ardía desde adentro y necesitaba una forma de calmar aquel fuego que amenazaba con derretirla.

Jadeó cuando él apoyó su mano sobre su cadera, en un lugar específico que se encontraba entre su muslo y su glúteo. La piel le cosquilleaba por debajo del vestido, que se le había levantado bastante, estando el dobladillo muy cerca de la mano de Yoongi.

¿Qué tanto le costaba meter la mano debajo?

En un movimiento certero se encontró sobre los muslos del chico, sentada con las piernas abiertas a cada lado de sus caderas. De pronto las manos de Yoongi se habían perdido debajo de la tela del vestido y le acariciaba suavemente la parte trasera de los muslos.

Volvió a atacar su boca, pero esta vez Gina se atrevió a hacer partícipe su propia lengua, enredándola con la de Yoongi en un baile que parecía no tener fin.

Soltó un pequeño gemido cuando él se atrevió a poner sus manos sobre su trasero y tirar de ella hacia adelante, haciendo que sus entrepiernas se rozaran. La chica no llevaba nada más que la ropa interior debajo del vestido y sitio su cuerpo temblar cuando su clítoris tocó el hinchado y duro miembro.

—¿Quieres que me detenga? —Susurró él contra los labios rosados.

Gina se alejó levemente y observó a los ojos oscuros que la miraban de vuelta más oscurecidos de lo normal. Nuevamente se sintió como la presa de un felino, aunque la sensación le encantó porque la hizo sentir deseada.

Y entonces entendió el por qué Yoongi siempre la había observado de esa manera, a pesar de expresar desagrado hacia su persona. La deseaba, desde hacía tiempo atrás.

—No.

Creyó que iba a volver a poseer su boca, pero Yoongi estiró una mano y la metió entre los cojines del sofá, extrayendo un pequeño sobre plateado que parecía estar escondido de manera estratégica y que posteriormente fue llevado a su boca. Enterró los dientes en el prepicado y tiró del envase, liberando una pequeña tirita que le dio apertura.

Gina se quedó en silencio, con las mejillas rosadas y la boca entreabierta, viendo cómo el chico se desabrochaba el cinturón y se bajaba el cierre del pantalón con la mano libre. Levantó la vista hacia sus ojos, encontrándose con que también la estaba observando.

—Gina —susurró con la respiración acelerada—, te voy a ser sincero.

La erección fue liberada del pantalón, pero la chica se obligó a sí misma a mantenerse concentrada en el rostro de Yoongi.

—Te dije que no necesitaba recordar tiempos oscuros, pero, en realidad, durante toda mi vida he estado en la oscuridad, y lo seguiré estando siempre. Hay cosas que no puedo decirte porque te espantarías.

Ella entreabrió los labios luego de remojárselos. Yoongi acababa de hacer una gran confesión, le estaba advirtiendo que no se acercara a él más de lo que debía porque saldría lastimada, pero, aunque quisiera alejarse, no podía. Se sentía atraída como un metal hacia un imán, era algo que iba más allá de su razonamiento. Era un instinto.

—Si me lo permites, permaneceré contigo hasta que ya no pueda —respondió.

Ya se había terminado de poner el preservativo y la entrepierna de Gina se encontraba ansiosa pese a no haber recibido más que un simple roce como estímulo. La chica se mordió el labio de manera inconsciente cuando Yoongi le acarició la clavícula con una mano, y el sector del vientre cercano al elástico de su ropa interior con la otra.

—Eres muy buena para estar con alguien como yo —susurró, acercándose lentamente a sus labios.

Pero Gina echó la cabeza ligeramente hacia atrás para verlo directamente a los ojos.

—No soy tan indefensa como crees.

Estiró la mano, sin romper el contacto visual, y envolvió el miembro de Yoongi con la palma y los dedos. Las cejas del chico se fruncieron a la vez que su boca se abrió levemente y un quejido salía de su garganta. La mano de Gina se movió de arriba hacia abajo sobre el preservativo pegajoso y entonces él se aventuró a colar los dedos por debajo de la ropa interior de algodón que todavía permanecía en su lugar, encontrándose con la entrepierna húmeda de la chica. Yoongi estaba listo para entrar en ella; y ella, lista para recibirlo.

—¿Cuántas veces lo has hecho? —Le preguntó él, refiriéndose a lo que estaban a punto de hacer.

Gina tragó saliva, intentando hacer pasar desapercibida su sorpresa. Aquella pregunta tenía dos posibles intenciones. La primera era que él estuviese preocupado de no ser lo suficiente delicado con ella en caso de que esa fuese su primera vez. Y la segunda era que estuviese probando qué tan pura e inocente era realmente. Y aunque algo le decía que se trataba más de la segunda opción, ella le había dejado en claro hacía un instante que no era la chica que pensaba que era. Sin embargo, de todas maneras quería complacerlo, pero tampoco podía fingir que jamás había estado con alguien, pues su iniciativa la delataba.

—Sólo una vez.

—¿Y lo disfrutaste?

Por la mente de Gina pasaron todas las veces que había estado con Taehyung y cómo había disfrutado llegar al orgasmo cada una de esas veces.

—No realmente.

Yoongi se relamió los labios, mirándola fijamente a los ojos.

—Cierra los ojos.

Introdujo lentamente dos dedos en aquella humedad y los ojos de Gina se cerraron mientras su rostro se contraía en una mueca de placer, como si aquella acción, en vez de calmar aquel deseo que no dejaba de crecer en su interior, lo incrementara, haciéndolo llegar a niveles desconocidos.

No tenía idea de que podía llegar a sentirse así, pues ni siquiera en aquellos momentos que dedicaba a darse placer a sí misma, viendo aquellas escenas que su cabeza armaba para ella en las que cumplía sus más húmedos deseos, había llegado a tal punto.

Un gemido escapó de sus labios cuando los dedos de Yoongi encontraron en su interior aquel sector rugoso que sabía que la haría estallar. Echó la cabeza hacia atrás, bajo la mirada atenta del chico, que se deleitaba al ver cómo lentamente una capa fina de sudor cubría su piel pálida y cómo sus mejillas se ponían rojas.

No era necesario que la estimulara más, pero quería darse un momento para apreciar cómo su rostro le demostraba lo bien que lo hacía. Le había dado placer a mujeres tantas veces a lo largo de su vida, pero jamás se había sentido como se sintió al ver a Gina respirando con dificultad. Dentro suyo despertó un instinto que creyó dormido: quería darle todo lo que tenía, en todos los sentidos posibles.

Retiró los dedos e inmediatamente corrió la ropa interior hacia el lado para encajar la punta de su miembro. Las manos delgadas de Gina se aferraron a sus hombros, buscando la estabilidad que había perdido cuando Yoongi la levantó por las caderas para entrar mejor, y tuvo la intención de pegar sus labios a los del chico, pero se encontró con un par de dedos frente a su boca. Eran los mismos que Yoongi había introducido en ella y brillaban producto de sus fluidos.

Abrió la boca y envolvió los dedos con los labios de manera obediente, succionando suavemente y acariciando delicadamente con la lengua de la misma manera que haría si aquel fuese el miembro del chico, mientras él la observaba con los ojos brillantes.

Una simple y suave nalgada fue necesaria para que Gina comenzara a mover las caderas, un vaivén que a Yoongi le pareció perfecto, con un ritmo perfecto. Clavó los dedos en la cadera de la chica y la observó con los ojos entrecerrados, no queriendo perderse de ningún detalle de la expresión de su rostro.

Había tenido sexo demasiadas veces a lo largo de su vida, no todas habían sido agradables, pero, sin duda, ninguna de las que había considerado placenteras se comparaban con tener a Gina Grimaldi encima, ni a la manera en la que su calidez lo rodeaba como si hubiese estado esperando únicamente a qué él la poseyera.

Bajó los tirantes del vestido por los hombros de la chica, deseando ver más, y se sorprendió al ver que no llevaba sujetador. Jadeó al envolver con la mano uno de los pechos, como siempre había querido, y tuvo que aguantarse las ganas de correrse que de pronto se apoderaron de él.

Aquel momento no podía acabarse tan rápido.

La abrazó por la cintura con el brazo izquierdo, sujetando sus dos muñecas, y con la mano derecha sostuvo su cabello con fuerza, haciéndola tirar la cabeza hacia atrás. Se encontraba totalmente inmovilizada, sudada y jadeando. Estaba entregada a su merced, tiritando levemente producto del placer.

Gina soltó un jadeo cuando sintió la húmeda y caliente lengua de Yoongi arrastrarse por la longitud de su cuello, bajando por sus clavículas. Las piernas le temblaban y ya sentía aquel cosquilleo en su entrepierna que le avisaba que estaba a punto de llegar al punto más alto. Un mordisco en la parte superior de su pecho izquierdo la hizo estremecerse y gimió cuando su pezón se encontró con unos labios que lo succionaron con fuerza de manera dolorosa y, a la vez, placentera.

El cuello le dolía por tener la cabeza hacia atrás tanto rato, al igual que el cuero cabelludo porque Yoongi seguía tirando de él. Sentía que en algún momento se me comenzarían a entumecer los brazos por estar inmovilizada, pero de igual manera le dejó hacer lo que quisiera con ella.

De pronto su mejilla se encontraba contra la tela del sofá. Yoongi la había tomado y había cambiado la posición, dejándola únicamente apoyada con la cara y las rodillas. Sus manos seguían sujetadas detrás de su espalda y el chico se disponía a entrar nuevamente en ella.

Gina se sintió llena una vez más y en aquella posición podía sentirlo más profundo. Cerró los ojos y suspiró, concentrándose en cómo su longitud rozaba con su interior, en aquel punto que le hacía volver loca, mientras Yoongi la penetraba a un ritmo marcado.

—Mírame —le pidió él.

Gina giró levemente el rostro para mirar hacia atrás, encontrándose con las mejillas enrojecidas y los ojos oscuros del chico. La piel de su frente se veía brillante y su pecho subía y bajaba a medida que tomaba bocanadas de aire.

Yoongi sentía que ya no podía controlarse. En cualquier momento explotaría producto de los gemidos de Gina, la hermosa expresión de placer puro que ponía para él y por el simple hecho de tenerla en frente en aquella posición.

Pronto la chica comenzó a temblar a la vez que su rostro se transformó, poniendo los ojos en blanco y arrugando el entrecejo. Estaba acabando tan fuerte que Yoongi podía sentir cómo sus paredes lo apretaban con fuerza en cada espasmo que daban los músculos de su vagina.

No aguantó más.

Dio un par de embestidas más y se quedó inmóvil, con el cuerpo tenso mientras se vaciaba dentro de preservativo. Soltó las muñecas de Gina para que finalmente tuviera la libertad de moverse y una vez que salió de ella, se quitó el condón y lo había tirado al suelo, se acomodó a su lado, en el espacio reducido del sofá.

La chica tenía el cabello revuelto, las mejillas rojas y el cuerpo pegajoso. Sin importarle nada de eso, la pegó a su cuerpo, abrazándola por la cintura, y con mucho cuidado despejó su rostro del cabello anaranjado. Un par de ojos verdes y brillantes lo observaron adormilados.

Yoongi sintió un cosquilleo en el estómago. Estaba loco por Gina, no podía seguir negándolo, pero también una parte muy dentro de él le advertía que no debían estar juntos, que la alejara antes de que fuese demasiado tarde porque la terminaría envenenando, la arruinaría lentamente y arrastraría con él hacia el infierno.

Un cálido tacto sobre sus labios lo sacó de sus pensamientos y se dio cuenta de que Gina se había acercado para besarlo lentamente, de manera tierna e inocente, como era ella. Puso una de sus manos en la espalda de la chica y la pegó más a su cuerpo, profundizando el beso que no tenía ninguna intención oculta más que demostrarle cariño.

—Gina —susurró cuando se separaron y ella lo observó con atención—, creo que este no es un buen momento para que te enamores de mí.

Ella levantó la mano y le acarició suavemente la mejilla mientras sonreía levemente. Le hacía gracia que él se esmerara en hacerle creer que no era una buena persona, pero tampoco quería entender que ella ya no era una muchacha indefensa como solía ser.

—Arrástrame contigo a la oscuridad. 

Historia perteneciente a la bilogía Lost in Misery, creada en colaboración con Lonely_M93

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