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2


Gina se fue a casa aquella tarde sintiéndose extraña. En parte, no podía dejar de sentirse culpable porque se había estado acostando con el chico que le gustaba a su mejor amiga, aunque no lo había hecho a propósito.

¿Cómo podía saberlo?

Quizás había sido demasiado ciega como para notarlo porque Eunmi no dejaba de emparejarlos. Y cuando Gina se puso a meditarlo, se dio cuenta de que lo había hecho intentando saber si es que ella gustaba de Taehyung, pues estaba consciente de que siempre estaban juntos, aunque ella distaba de saber la realidad entre ellos.

Sin embargo, también se sentía vacía. No entendía por qué sentía como si le hubiesen arrancado algo, algo suyo que permanecía muy adentro.

No era que estuviese enamorada de Taehyung, pero sí disfrutaba mucho tenerlo cerca y compartir con él. Se sentía cómoda y todos sus problemas parecían desaparecer cuando estaban en la cama, algo que debían dejar de hacer por completo porque no estaba dispuesta a hacer sufrir a Eunmi.

Gina se dispuso a abrir la puerta de la pequeña casa en la que vivía, pero un sonido la hizo voltearse. La música había comenzado a sonar a todo volumen en la casa de al frente y era tanto que la chica sentía vibrar el suelo bajo sus pies al ritmo de la canción que su vecino había puesto.

Aquello no era un panorama nuevo, pues su vecino acostumbraba a realizar fiestas a menudo, incluso entre semana. Gina ya estaba acostumbrada a tener que conciliar el sueño entre tanto bullicio.

Se dispuso a encajar la llave en la cerradura y mientras abría la puerta escuchó a alguien que había salido de la fiesta.

—¡No puedo creer lo que hiciste! —Era una chica, gritando como histérica.

Gina se adentró rápidamente en la casa y mientras cerraba pudo visualizar a un chico de cabello color menta, extremadamente pálido, que le sonreía a la muchacha que acababa de gritar.

El corazón de la pelirroja dio un salto y tuvo que quedarse un momento con la frente pegada a la puerta que acababa de cerrar, intentando calmar aquellos nervios de adolescente que se hacían presentes cada vez que lo veía. Finalmente, se dio media vuelta y corrió hacia su habitación, ignorando a su padre que se encontraba durmiendo en la sala, rodeado de botellas de vidrio color ámbar. Dejó su mochila en el suelo, junto a su pequeña cama, y se acercó cautelosamente a la ventana, separando ligeramente las cortinas para poder observar hacia afuera.

El chico de cabello menta observaba perdidamente a la chica que le había gritado hacía un momento, pero no era una mirada perdida en el sentido amoroso, sino que parecía estar los suficientemente drogado como para no estar completamente consciente de lo que estaba ocurriendo.

La chica, que tenía el cabello castaño oscuro y que vestía de una manera que a Gina le hizo sonrojar, seguía vociferando y moviendo las manos en el aire. Estaba muy enfadada con él.

¿Qué había sido lo que había hecho su querido vecino como para que ella reaccionara de esa manera?

La castaña se dio media vuelta y se fue, caminando rápidamente sobre sus tacones de aguja, distrayendo a Gina, que la siguió con la mirada. La falda que llevaba aquella muchacha no dejaba mucho a la imaginación, por lo que la pelirroja pudo contemplar la curvatura de sus perfectos muslos convirtiéndose en la parte baja de su trasero.

Gina siempre había admirado a las mujeres que se vestían como se les diera la gana, pues ella jamás había podido hacerlo sin que su padre la agarrase del cabello y la devolviese a su habitación, exigiéndole que se cambiara inmediatamente. Porque Gina no podía ser una cualquiera como su madre. No podía vestirse como prostituta.

Casi se atragantó cuando volvió la vista al chico y se dio cuenta de que la estaba observando fijamente. Quiso arrancar de la ventana y meterse debajo de las mantas de su cama. Su vecino la había descubierto husmeando y no podía sentir más vergüenza. Sin embargo, se quedó allí y él dibujó nuevamente una sonrisa en sus labios, casi imperceptible, pero con los años Gina se había vuelto una experta en observarlo a escondidas, por lo que conocía sus expresiones faciales como la palma de su mano.

Su corazón comenzó a latir más rápido de lo normal cuando él le hizo una pequeña seña antes de voltearse, que no pudo interpretar de otra manera que no fuese una invitación.

¿La estaba invitando a su fiesta o la estaba invitando a adentrarse en su vida?

Gina soltó la cortina y se puso la mano en el pecho a la par que comenzaba a respirar profundo para intentar calmarse, pero no podía perder tiempo. Corrió al pequeño armario de madera de su habitación y rebuscó entre sus cosas.

¿Cómo debía vestirse? Había estado en fiestas antes, pero jamás había querido impresionar a alguien.

Tampoco era que tuviese mucha ropa, simplemente procuraba vestirse combinando todo de diferentes maneras para lograr verse un poco diferente.

Sus dedos pasearon por los colgadores hasta que se topó con un vestido de seda blanca, que le llegaba a medio muslo, siendo el vestido más corto que tenía dentro de su repertorio. Lo acarició con los dedos, recordando que su padre se lo había comprado una navidad antes de que todo comenzara, cuando solo tenía catorce años.

Desde ese entonces, el cuerpo de Gina había cambiado, su pecho había crecido, al igual que sus caderas, y se había hecho más alta, pero todavía tenía la esperanza de entrar en él.

Se quitó la ropa y se metió dentro del vestido blanco. Ya no le llegaba a la mitad del muslo, sino que debajo del trasero. Y el escote en v le apretaba lo poco que tenía de pechos, haciéndolos resaltar.

Se miró en el espejo y se sintió ridícula. No podía ponerse eso, pero, a la vez, algo dentro de ella le gritaba que si no salía inmediatamente de casa, no iba a poder asistir a la fiesta. Por lo que se arregló el cabello ondulado con los dedos, se cambió los zapatos a unos acorde y se acercó nuevamente a la ventana.

Su casa era de una planta, por lo que no tendría problema para salir por ahí. Sólo rogaba que a su padre no se le ocurriese ir a revisar su habitación. Pasó el cuerpo por el marco de la ventana, teniendo cuidado de no estropear aquel único vestido que tenía valor para ella, y dio un pequeño salto para bajar.

Su vecino ya no estaba afuera, lo que no sabía si la hacía sentir mejor o peor, pues adentro tendría que enfrentarse sola con la multitud de gente para buscarlo, pero a la vez lo agradecía porque, de estar él mirándola en aquel preciso momento, se convertiría en un manojo de nervios.

Cruzó la calle y empujó la puerta entreabierta. Inmediatamente sintió una mezcla de olores que no se le hizo para nada agradable. Olía a drogas de todo tipo: cigarrillo, alcohol, marihuana, y cuántas cosas más que no pudo distinguir. Dio un paso dentro y se vio envuelta en luces azuladas que le dieron un toque irreal al ambiente.

Había gente por todas partes, pero no la suficiente como para no dejarle avanzar, por lo que logró caminar sin dificultad hacia la sala. Bajó el rostro, ligeramente avergonzada, al sentir que más de una persona comenzaba a mirarla. Se sentía fuera de lugar, y realmente lo estaba.

¿Quién iría con un vestido blanco como ese a una fiesta?

Era una fiesta, no un bautizo.

Se dio media vuelta, dispuesta a marcharse de vuelta a su casa y agradecida de no haberse encontrado con quien buscaba, pero se topó con unos ojos felinos que la observaban desde la oscuridad.

Era él.

Los ojos del chico la inspeccionaron de arriba hacia abajo, lentamente, y el corazón de Gina se detuvo por una fracción de segundo cuando sus miradas se encontraron. Se quedó plantada en el suelo mientras él se acercaba lentamente, con una pequeña sonrisa en los labios, y el aire abandonó sus pulmones cuando ya estuvieron a poco menos de un metro de distancia.

—¿A qué debo el honor? —Dijo él—. Nunca habías venido a una mis fiestas —agregó.

Gina tragó saliva e hizo todo el esfuerzo por parecer natural.

—Jamás me habías invitado, Yoongi.

Los ojos del chico formaron dos líneas al soltar una pequeña carcajada.

—Sabes que no necesitas eso y que siempre has sido más que bienvenida.

Gina bajó el rostro, de pronto sintiéndose avergonzada sin ninguna razón aparente, y Yoongi aprovechó la ocasión para observarla entera nuevamente. Sus ojos se quedaron fijos en aquel vestido blanco que ya conocía, pero que hacía muchos años no había visto, y se sorprendió al notar cómo el cuerpo de Gina había cambiado con los años.

—Ven —le dijo entonces—, vamos a pasarla bien.

La tomó de la muñeca y la condujo hacia la cocina. Gina apenas podía pensar en lo que estaba ocurriendo, no podía creer que se había atrevido a escapar de casa para ir a la fiesta de Yoongi. Tampoco podía creer que era él precisamente quien la tomaba suavemente por la muñeca y la arrastraba entre la gente, abriéndose paso con su cuerpo para que nadie chocara con ella.

De sólo sentir aquel tacto sentía que la piel le hormigueaba y que el corazón se le aceleraba. Su malestar por lo que había ocurrido más temprano había desaparecido, solamente por encontrarse con Yoongi de la manera en la que hacía tantos años había querido.

De repente el chico la soltó y se acercó a la nevera para sacar un par de cervezas. Gina lo observó con la nariz ligeramente arrugada.

—Ten —le ofreció él, tendiendo una de las botellas.

Ella negó inmediatamente con la cabeza.

—Preferiría un vaso de agua —respondió.

Al instante se sintió tonta. ¿Quién iría a una fiesta a beber agua? Y es que, en realidad, Gina no había ido por la fiesta, sino por el anfitrión.

Yoongi la observó con una sonrisa sutil en los labios y terminó por asentir con la cabeza. Se giró para buscar un vaso en uno de los muebles.

—¿Rompiste con tu novia? —Preguntó de pronto Gina.

Él giró levemente la cabeza para darle una mirada mientras llenaba el vaso con agua de la llave.

—No era mi novia.

Gina asintió con la cabeza, aunque él no la vio.

—¡Cierto! Me olvidé que Min Yoongi no tiene novias.

El soltó una carcajada y se acercó a ella para tenderle el vaso.

La chica de pronto se quedó sin aliento. Yoongi se había acercado bastante, casi invadiendo su espacio personal, pero no le desagradaba en absoluto.

—Han pasado muchos años desde que te dije eso, Gina —murmuró, recorriéndole el rostro con los ojos—. He cambiado bastante, aunque no sé si para bien.

—Entonces..., ¿ahora sí tienes novias?

Yoongi soltó una carcajada ante la insistente pregunta de la chica y Gina se regocijó al ver cómo echaba la cabeza hacia atrás, admirando cómo los músculos de su cuello se tensaban.

—He tenido novias —respondió y luego se pasó la punta de la lengua por el labio inferior. No dejó que Gina respondiera porque se apresuró a hablar nuevamente: —. ¿Cuántos años tienes ya, Gina?

Ella esbozó una sonrisa, recordando que él solía preguntarle eso a menudo.

—Veinte.

La lengua de Yoongi viajó de su labio hasta la parte interna de su mejilla y Gina siguió con los ojos cada milímetro recorrido. Se sentía hipnotizada, como si Yoongi tuviese un imán que provocase que ella jamás pudiese alejarse una vez que lo tenía a una distancia reducida.

—¡Cierto! —Dijo él, imitando la manera en la que ella había hablado un momento atrás—. Me olvidé que Gina Grimaldi es once años menor que yo.

Ella rio nerviosa y se llevó el vaso de agua para camuflarlo.

No quería admitirlo, pero una de las cosas que le había llamado la atención de Yoongi era su diferencia de edad y cómo el parecía ignorar ese detalle cuando Gina se acercaba a hablarle. Lo conocía desde que no era más que una adolescente y le había atraído su facha de chico malo desde que lo vio por primera vez. Pero su padre le había dejado en claro que no debía acercarse a ese muchacho.

—Eso era algo que solía recordarme tu padre, cada vez que me lo encontraba.

Las mejillas de Gina se pusieron rojas rápidamente.

—Pero ya no eres una niña —finalizó el chico.

—No —se apresuró a responder.

La sonrisa de Yoongi se extendió un poco más, dejando a la vista unos dientes pequeños y alineados que tantas veces había deseado ver.

—Buena chica.

Gina se estremeció, recordando que esa era la manera en la que la llamaba cada vez que se acercaba a él con la excusa de contarle qué tan bien le estaba yendo en la escuela, aunque, en realidad, solo intentaba que le prestara atención.

—Creo que ya es hora de irme —murmuró de pronto.

Dejó el vaso sobre la encimera y antes de que él pudiese responder algo, ya se encontraba caminando en dirección a la puerta.

—¡Gina! —La llamó y ella volteó—. ¿Tu número de teléfono sigue siendo el mismo?

Ella asintió con la cabeza y tuvo que seguir su camino para que él no notara el sonrojo que se comenzaba a formar en su rostro.

Le había dado a Yoongi su número telefónico apenas su padre le había comprado un celular y él lo había aceptado desinteresadamente, así que se sorprendió al enterarse de que todavía la tenía entre sus contactos.

Salió rápidamente de la casa, con el corazón saltando, y se apresuró a volver a su habitación por la misma ventana que había dejado entreabierta para facilitar su regreso. Tenía una sonrisa boba en los labios, pero cuando se hubo quitado el vestido blanco y se había puesto la pijama, esta se borró. Apenas su cabeza tocó la almohada, recordó a Taehyung y a Eunmi, y la culpa volvió a ella.

—¡Gina! —Taehyung se apresuró a encontrarla cuando divisó su cabello anaranjado en el pasillo.

La chica detuvo su caminar de golpe y se quedó allí, dándole la espalda, por lo que tuvo que acercarse hasta ponerse frente a frente.

—Gina —repitió, con evidente preocupación en su voz—, ¿qué ocurre? ¿Qué fue eso de ayer?

Hubo una fracción de segundo en la que los ojos verdes de la chica se conectaron con los de Taehyung. Una fracción de segundo en la que ambos se quedaron sin aliento. Sin embargo, Gina bajó la cabeza, rompiendo todo contacto entre ellos.

—Ya dije que no puedo decirte —respondió en un murmullo.

Taehyung tragó el nudo que se le comenzaba a formar en la garganta. El día anterior, Gina le había dicho que debían terminar toda relación que tuviesen y luego, pese a sus insistentes preguntas, se había marchado sin darle ninguna explicación.

No lo entendía. ¿Cómo era que había cambiado de opinión tan drásticamente, siendo que momentos atrás habían tenido sexo?

El chico había intentado llamarla varias veces y después había comenzado a enviarle mensajes, pero no hubo ningún tipo de respuesta por parte de Gina.

—¿No crees que, al menos, me merezco una explicación? —Le preguntó.

Le dolía la actitud de la pelirroja porque eran amigos, pero lo que más le dolía era que no podía dejarlo pasar. Porque aunque quisiera olvidarlo, no podía, había estado demasiado tiempo siendo suyo inconscientemente y en aquel momento cayó en la cuenta de que ya no le iba a ser tan fácil despegarse de ella.

—Taehyung —dijo ella, en un suspiro afligido—, por favor, basta. No puedo decirte, pero pronto te darás cuenta por ti mismo.

Quiso avanzar, pero él la detuvo suavemente por el brazo. El corazón le saltaba desbocado, como si se estuviese rompiendo en miles de pedazos.

¿Por qué sentía como si Gina estuviese rompiendo con él?

—¿He hecho algo mal?

Ella cerró los ojos un segundo y terminó por negar con la cabeza.

—No, lo has hecho demasiado bien —respondió—. Ya es tiempo de que te deje ir.

—¿Dejarme ir? —Repitió, sorprendido.

Quiso insistirle. Exigirle que le explicara todo de una vez por todas, que se dejara de dar vueltas y lo enfrentaba como correspondía, pero una voz femenina los interrumpió.

—¡Hola, chicos!

Gina se alejó rápidamente de Taehyung y corrió a abrazar a Eunmi, que acababa de llegar a la universidad y se había acercado a ellos cuando los vio en el pasillo.

La castaña envolvió en sus brazos a la pelirroja, sintiendo un pequeño pinchazo en el pecho. Los había visto conversando, manteniendo una distancia más cercana que la común. Taehyung sostenía su brazo y buscaba insistentemente su mirada.

¿Sería que Gina finalmente se había decidido a tirarle las garras al chico cuando Eunmi le confesó lo que sentía por él?

—¿Estaban discutiendo? —Se atrevió a preguntar.

Gina se separó de ella. Tenía una expresión diferente que no supo identificar, pero, de todas maneras, le regaló una sonrisa.

—Es que Taehyung no hizo su parte del trabajo, ya sabes cómo es —respondió, encogiéndose de hombros.

La pelirroja enganchó su brazo en el de Eunmi y comenzó a caminar en dirección a la cafetería, dejando a Taehyung un par de pasos por detrás.

—¿Se lo dirás? —Susurró lo más despacio que pudo.

Eunmi la miró con los ojos abiertos y finalmente asintió con al cabeza.

—Amiga, ¿has visto a Minho? —Preguntó Gina entonces, en voz alta.

Eunmi se quedó sin habla. Realmente, no era buena mintiendo, por lo que cada vez que tenía que hacerlo terminaba poniéndose nerviosa y diciendo estupideces.

—No —respondió en un hilo de voz.

Gina giró levemente la cabeza hacia atrás.

—¿Has visto a Minho, Taehyung? —Le preguntó.

Él negó con la cabeza.

—Creo que iré a buscarlo, necesito decirle algo urgente.

Antes de que cualquiera de los dos pudiese responder algo, Gina ya se encontraba alejándose a paso rápido por el pasillo y en menos de dos segundos el cabello pelirrojo ya había desaparecido del campo de visión de ambos.

Eunmi sonrió ligeramente. No sabía cómo había podido dudar de Gina, si no hacía más que demostrarle cuánto la apoyaba y cuánto apreciaba su amistad. Era imposible que ella se metiese entremedio.

Por su parte, Taehyung frunció ligeramente el ceño. ¿Acaso Gina estaba en algo con Minho? ¿Por eso lo había dejado? Probablemente había encontrado alguien que le gustase y por eso había terminado todo.

Sólo de pensar en eso, sintió su corazón doler.

—¿Tienes clase ahora? —Escuchó la voz de Eunmi.

Se giró hacia ella, notando que, diferente a otras veces, sus ojos estaban fijos en el suelo, lo que le pareció extraño, pues Eunmi era una chica segura. Siempre mantenía la frente en alto, incluso cuando estaba pasando por la mayor vergüenza.

—No, iba camino a la biblioteca.

En realidad, no la conocía tanto. Llevaban años siendo parte del mismo grupo, pero no solía interactuar demasiado con ella, pues si Gina no estaba, Eunmi se mostraba ligeramente más distante.

—Te acompaño.

Ambos se pusieron en marcha, caminando uno al lado del otro.

Eunmi apenas podía respirar con normalidad. Su corazón latía como loco y las manos le sudaban como nunca le habían sudado. A excepción de los momentos en los que mentía, consideraba que controlaba bastante bien sus nervios, por lo que no entendía por qué Taehyung tenía un efecto tan fuerte sobre ella.

—¿Te divertiste ayer? —Le preguntó ella de repente.

—¿Ayer? —Repitió él, confundido.

Lo único que podía recordar del día anterior era cómo Gina lo había dejado dentro de aquella habitación y cómo se sentía desesperado por volver a tenerla cerca.

—Sí, con tu amigo Park Jihye.

Él frunció los labios.

—¿Park Jimin?

—¡Sí, él! —Respondió Eunmi, quitando la vista y sonrojándose levemente.

Siempre había sido mala para recordar nombres, algo que siempre lograba dejarla en vergüenza.

—Ah... —Alargó Taehyung—. Estuvo bien.

Y ese fue el final de la conversación en la que Eunmi se había esmerado en iniciar.

Tragó saliva mientras entraban a la biblioteca. Ya no tendría más oportunidades para hablar con él, pues debían de estar en absoluto silencio al ser aquel un lugar de estudio.

¿Por qué no podía conversar con ella de la misma manera en la que hacía con Gina?

Sintió un pinchazo en el pecho que pudo reconocer como celos y, pese a sentirse culpable por sentir aquello por su amiga, no podía evitarlo. Porque cuando se trataba de Taehyung, dejaba de pensar con racionalidad.

Puso sus cosas sobre una de las mesas y se sentó, esperando a que el chico se sentara a su lado, o quizás al frente, pero se quedó boquiabierta cuando lo vio alejarse un par de mesas de distancia y establecerse ahí.

Negó con la cabeza y se dispuso a mirar una de las hojas del libro que acababa de abrir. Quizás le costaba concentrarse si es que estaba con más personas.

Pero ¿por qué entonces era capaz de estudiar con Gina?

Apretó la mandíbula y se maldijo a sí misma.

No podía ser que Song Eunmi se estuviese volviendo tan insegura solamente por un hombre. No podía ser que, secretamente, comenzara a sentir celos de su amiga solamente porque ella lograba llevarse mejor con el chico que le gustaba.

Probablemente, era simplemente que Gina y Taehyung se llevaran mejor por compartir más horas de clases juntos, y aquello no significaba que ella no pudiese llegar a tener ese nivel de compatibilidad con él, sino que realmente nunca se había dado la oportunidad de probarlo.

Sin embargo, no podía evitar lo que su apresurado corazón sentía. No sabía con certeza en qué momento había comenzado a gustar de Taehyung, simplemente supo que cierto día notó que su sonrisa se le hacía más radiante y que provocaba que se le escapara el aire.

¿Cómo no podía gustarle alguien como él?

Era guapo y carismático, pero, en realidad, Eunmi no era tan superficial, y la principal razón por la que le gustaba era por cómo la hacía sentir cuando lo tenía cerca, a pesar de que no hablaran mucho.

Entonces, al notar lo cercano que era a Gina, comenzó a preguntar insistentemente si eran pareja. Necesitaba saberlo, para así poder desechar sus sentimientos lo más rápido posible en caso de que a su amiga le gustara también. Era algo que estaba dispuesta a hacer por ella. Y como la respuesta había sido negativa en las decenas de veces que había preguntado, finalmente se había decidido a darse el lujo de sentir.

Se puso de pie en silencio y se acercó a paso seguro al chico.

—Tae —susurró, llamando su atención—, ¿puedo hablar un momento contigo?

Él despegó sus ojos de su portátil, aunque no había podido leer absolutamente nada porque no podía dejar de pensar en lo que había hecho Gina, ni en como le había hecho sentir hasta aquel mismo momento.

—¿Ahora? —Preguntó, también en un susurro.

Eunmi asintió con la cabeza y entonces él hizo lo mismo. Se puso de pie y la siguió hacia el mismo pasillo por el que habían llegado.

—Hay algo que he estado queriendo decirte desde hace un tiempo —murmuró ella tímidamente.

Entonces, Taehyung sintió curiosidad, pues la chica no solía mostrarse de aquella manera. Así que intentó regalarle una sonrisa tranquilizadora y la escuchó con atención.

Mientras tanto, Gina se encontraba mordiéndose las uñas en la cafetería con Minho. Estaba nerviosa, aunque no tenía certeza del porqué, por lo que había intentado convencerse de que era por el hecho de que su amiga iba a confesarse al chico que le gustaba.

—Te quedarás sin dedos si sigues así —le advirtió el de pelo negro.

Ella quitó rápidamente sus manos de su boca y tuvo la intención de sonreír, pero su expresión terminó siendo una mueca extraña.

—¿No te pone nervioso que Eunmi le pida salir a Taehyung?

El levantó la mirada de su celular para mirarla desinteresadamente.

—Creí que salía contigo.

Gina frunció el ceño y se puso la mano sobre el pecho, de una manera tan sobreactuada que confirmó todas las sospechas de Minho.

—No respondas nada, ya me di cuenta de que no era nada serio.

—No le digas a Eunmi —suplicó preocupada la pelirroja.

Él dibujó una pequeña sonrisa en sus labios mientras volvía a mirar la pantalla de su celular. Realmente, habían sido demasiado obvios y no entendía cómo la pelinegra no se había dado cuenta.

Supuso que a veces no se ve lo que realmente no se desea.

Ginnie, pensé que Eunmi y tú eran amigas...

—¡Y lo somos! —se apresuró a decir—. Pero es que Taehyung y yo acordamos no decirle a nadie, y luego llegas tú con tus poderes raros de psíquico y... cuando me dijo que le gustaba no fui capaz de decirle que me acostaba con él —admitió con un suspiro.

Minho levantó levemente las cejas, pero Gina no alcanzó a verlo porque se distrajo con la vibración que había dado su celular.

Tragó saliva cuando vio de quién se trataba.

💜Yoongi💜
¿Estás libre esta tarde?
Puedo recogerte y tomamos algo. 

Una sonrisa boba se formó en sus labios. No esperaba a que Yoongi le escribiese tan pronto, en realidad, no esperaba a que realmente le escribiera porque muchas veces antes le había prometido mandarle un mensaje y nunca lo había cumplido.

La sola idea de poder salir con él, le hacía olvidar todo lo que estaba pasando por su cabeza en aquel momento, algo que, consideró, era bastante bueno.

—La espera terminó —anunció el chico de cabello negro de pronto.

Entonces Gina levantó la vista de la pantalla de su celular, encontrándose con Eunmi y Taehyung, que caminaban hacia la mesa en la que se encontraban. Iban a hablando animadamente, algo que la pelirroja jamás había visto entre ellos.

Finalmente se plantaron frente a ambos y Eunmi miró de soslayo a Taehyung, para luego estirar su mano y entrelazarla con la del chico.

Gina observó toda la escena como si ocurriera en cámara lenta, con una sonrisa en los labios. Le alegraba saber que su amiga finalmente se había decidido por confesarse a Taehyung y, además, había logrado que él aceptara salir con ella. Pero...

Sus ojos verdes bajaron hasta sus manos unidas.

¿Por qué, si se alegraba por su amiga, sentía aquella opresión en el pecho cuando los había visto tomarse de las manos?

Historia perteneciente a la bilogía Lost in Misery, creada en colaboración con Lonely_M93

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