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Broken Home [One-shot]

❝ Porque Todoroki Rei le dio esperanza cuando nadie más lo hizo ❞  


Un ruido alertó a la albina, el silencio del hospital carcomía su corazón con fuerza, atosigando la poca racionalidad que palpaba aún su demacrado cuerpo. La migraña aumentaba con los pasos extraños que rozaban la baldosa del pasillo, el movimiento de las hojas de papel se volvía cada vez más repetitivo, las maldiciones masculinas creaban ecos momentáneos contra las paredes blancas; la espera de lo desconocido estaba golpeando contra su pecho como desquiciado, aquel hombre buscaba algo importante en la recepción y eso no evitaba alarmarla.

Con temor presente en sus temblantes manos cierra la puerta color gualdo, susurrando que todo estaría bien. Su cuerpo se desliza con delicadeza por la puerta mientras que aquella adulta abrazaba sus piernas, en medio de la barahúnda juguetea con sus pies descalzos, intentando pensar en las rosas que le eran entregadas cada mañana, aquellas que Enji dejaba en su puerta deseando que la rota mujer abriera y le sonriera como antes. Su mente divaga en el rostro de su hijo menor, intentando imaginar que su pequeño héroe la salvaría de la tortura que el miedo provocaba en su corazón; las lágrimas comienzan a descender por sus ojos, mientras que los sollozos eran acallados por sus dientes que mordían con fiereza la manga de sus ropajes. Se encontraba hundida en la desesperación y el pavor de no volver a respirar, se estaba comportando como una humana común, llena de esperanzas por seguir viva el día siguiente.

El deseo de volver a admirar el alba golpea su corazón, sus palmas sudorosas desean volver a sostener su taza de café mientras observaba como el sol aparecía fundiéndose con las corolas de las flores y las suaves ventiscas que mecían su cabello con violencia.

Las pisadas de su posible agresor empiezan a escucharse cada vez más cerca, las palpitaciones resuenan contra sus tímpanos mientras el piso de la habitación empezaba a ser congelado con lentitud. Rei empieza a llorar con más dureza inmersa en el pánico, rogando por una salvación, ella era como una niña que lloraba por no ir a la escuela, por no querer desprenderse de su madre, era tan infantil la forma en como estaba sobrellevando las cosas a pesar de que era una adulta bastante capaz de cualquier acto. Su alma le pesaba y los pecados cometidos la atormentaban, los pensamientos de temor observan las creencias religiosas con parsimonia, pensando en que sería de ella al morir en manos del hombre que arrastraba sus pies con delicadeza mientras sus yemas rozaban las paredes de concreto.

La mujer de Enji traga saliva, sintiendo el nudo que se había aferrado en su garganta. El cuerpo no le dejaba de temblar, mientras que aprieta el agarre de sus palmas. Con cuidado se arrastra lejos de la puerta intentando razonar sobre aquella situación, ahogándose en la negación y teorización, pensando que realmente el ladrón no venía por ella, probablemente acudía a buscar a su vecino de pasillo, el cual por lo que sabía era un hombre rico abandonado en aquel lugar por sus ingratos hijos, los cuales se bañaban en las fauces del dinero y la riqueza de las millones de propiedades que aún no les pertenecían completamente, absorbiendo los bienes cual parásitos que el veterano de guerra aún poseía. Era casi un acierto que aquellos primogénitos habían mandado a un asesino para que terminara el trabajo que la muerte se negaba a completar.

Sus manos rozan con cuidado el frasco de pastillas que se le había recetado para los violentos ataques de ansiedad, con decisión agarra varias del recipiente, intentando recordar la voz de la enfermera explicándole cuantas debía tomar. La masculina voz se detiene justo al lado de su habitación, se notaba que verificaba alguna dirección tomada de las hojas de la caja fuerte de la recepción, la cual contenía la información de cada paciente en aquel recinto. La madrugada aún rozaba el exterior, las enfermeras debían encontrarse en la sala de descanso del cuarto edificio de los territorios del hospital, algunas también debían encontrarse con los pacientes de la sección D (siendo Rei de la sección C) y en la cafetería, probando los alimentos que en todo el día no habían tenido tiempo de consumir. Los guardias tenían un paradero desconocido para la mujer de hebras blancuzcas, tal vez era hora de su cambio de turno y se encontraban cambiando sus vestimentas para luego marcharse a casa, no estaba segura. Rei entendía que no había muchos héroes en aquel lugar y los que probablemente hacían patrullaje nocturno no se dieron cuenta del intruso, siendo probable que aquel extraño no había forzado la entrada, él debía encontrarse adentro antes o simplemente, su poder consistía en aparecer en el lugar que quisiera.

De forma valiente se levanta, intentando llegar a su cama para actuar como si se encontrara dormida, era una pena que aquella puerta fuera abierta justo cuando se había puesto de pie por completo. El cabello azabache y puntiagudo de su atacante llama su atención, nota en la oscuridad como el alto hombre se despoja de su chaleco negro, dejando a la vista su maltratada piel y su camiseta blanca con un cuello en "V"; con el corazón cubierto de cenizas intenta correr, sus pies desnudos tropiezan en medio de su huida, logrando que la cortina de su habitación sea desprendida y que la luz de la luna entrara con fuerza iluminando al desconocido y posible agresor.

Los vocablos se funden con su agitada respiración, las píldoras caen de forma lenta al piso, rodando debajo de la cama para perderse del campo de visión de ambos seres. Ella se acerca llena de pavor, cubierta de miedo y sorpresa, su pecho dolía y su mente gritaba con fuerza que aquel hombre lo conocía perfectamente. Su mano toca con delicadeza el rostro quemado del adulto, sintiendo la frialdad de su rostro y la forma áspera de la misma.

Hay personas que dicen, que una madre reconoce a su hijo sin importar cuanto este cambia, porque lo que la sangre y la mirada mandan, a los ojos de una progenitora, no puede ser borrado por nadie ni siquiera por el tiempo.

Aquellas dos personas guardan silencio, con sus bocas rectas a cualquier acción pero a punto de llorar. Él no esperaba verla despierta y ella no esperaba volver a verlo una vez más.

— Hey, mamá — Las simples palabras arrugan su corazón, mientras que sus manos son extendidas para abrazarlo, el corazón del muchacho comienza a latir desenfrenado, entonces ella empieza a derretirse en aquellos brazos. Rei y Dabi podían fingir que nada les dolía, pero hasta las pequeñas cosas los derrumbaban.

— ¿En serio eres tú? — Pregunta en voz baja, alejándose y temiendo por la obvia respuesta afirmativa que le iba a ser ofrecida.

— Fracasé, — Comienza a relatar, sus ojos se apartan de los grisáceos de su madre, temiendo ver la decepción plasmada en aquellos orbes — fue mi culpa, lo reconozco. Pero Rei, quiero decir madre, pido perdón o indulgencia; yo me rompí tanto como era posible, tal como me lo advertiste antes de cruzar el umbral de la puerta. Ahora, ya no soy un Todoroki, mi nombre es Dabi y solo eso, y sinceramente quiero rogar por tu perdón. Porque mamá, tu pequeño niño ya no es un héroe... ahora lo único que soy es un villano.

La razón de la mujer de las nieves gritaba a cantaros que no, sin embargo su corazón palpitaba por un perdón.

— Dabi, no seas tan duro contigo mismo — Exclama intentando sonreír con aquellas lágrimas desbordándose desde sus párpados. La culpa se vuelve amena en el ambiente, la actitud que ella antes ocupaba la embelesa, sentándose a orillas de la cama e invitando a su primogénito a realizar la misma acción. Su mano roza la melena que en antaño era tan blanca como la de ella, aquel rostro no era el mismo que Rei había observado crecer, la piel no era tan pálida y rosácea como la de un infante. La sonrisa que le es otorgada es arrogante, llena de avaricia y burla, la cual era totalmente desconocida para ella.

— ¿Terminaste aquí por culpa de él, no es así? — Era decepcionante la forma burlesca en que su hijo se dirigía a ella, la ironía estaba marcada en su voz. Sus manos aprietan su vestimenta sintiéndose molesta.

— Estás en lo correcto, pero yo realmente no me arrepiento... ¿Sabes? Él me ama a su manera, está cambiando y ya no es el mismo desde que es el héroe número uno, me siento muy feliz, mi Enji, quiero decir, Endeavor puede llegar ser bastante impresionante — Su voz empieza a apagarse mientras juega con los dedos de sus pies desnudos.

Dabi empieza a recordar levemente lo que Natsuo, Fuyumi y él tuvieron que vivir a manos de sus padres. La llegada de Shōto y su quemadura, aquella que fue tomada con importancia extrema a diferencia de las suyas, siendo estas ignoradas y pasando a segundo plano. Porque a nadie nunca le importó, nunca nadie lo observó por debajo de aquel cabello que ocultaba sus fogosos ojos, él solo era un extra a comparación de su hermano menor.

  Oye mamá, oye papá

¿Cuándo fue que esto terminó?

¿Cuándo fue que perdieron su felicidad?


Ahora era un villano, había matado a millones de personas y había carbonizado a miles solo por diversión. Secuestró a uno de los amigos de su hermano menor, cambió su aspecto y unió a su dañada piel pequeños piercings, sin contar que la paz ya no era un sinónimo perteneciente a su día a día. Su foto era buscada por la ley, las personas huían cuando sentían su presencia cerca, y su novia era una psicópata que amaba degollar a las personas y beber su sangre. Una pequeña rubia que impregnaba su vida bañándola en adrenalina, siempre manteniéndolo despierto con la amenaza que a él también lo mataría y dominaría. Porque estar con Himiko era como respirar fuego hasta intoxicar sus pulmones.

Él había sido criado en un ambiente completamente invadido por la discordia, intoxicando con cada risa su alma. Un hogar roto era el que había abandonado, solo para ser peor que su padre. Buscando justicia a costa de la muerte de otras personas. Nunca pensó en visitar a su madre, pero ahí se encontraba, apunto de decir adiós para luego volver a destruir todo. La liga de los villanos tenía su arma para destruir al héroe número uno, su padre, aquel hombre que le hizo tanto dañó a la mujer que le brindo esperanza y amor. 

  La caída, la culpa, el dolor permanece ahí

Estoy aquí solo dentro de este hogar roto

  Se siente vacía, ellos están vacíos ahora

Todas las batallas, todas las guerras, todas las veces que pelearon

Él es una cicatriz, él está sufriendo, él es el dolor que ustedes trajeron

Había vida, había amor

Como una luz y se está esfumando.  

Dabi solía pensar que su padre era un idiota y su madre una obra de arte; Enji desconocía que el arte no tenía que ser bello, que te hacía sentir todo. Él era un pobre diablo obsesionado con Yagi, Todoroki no entendía que las obras de arte no debían tocarse, un iluso que creía que eso se podía poseer, un soñador que desconocía que el arte no podía reemplazarse porque no existía nada igual. El ser un héroe número uno o vencer a All Might no se comparaban con las sensaciones que Rei le hacía sentir con un solo toque.

Porque si el arte llega a romperse jamás podrá recomponerse.

Las estrellas empiezan a desaparecer en el firmamento, mientras que el hijo de Rei relataba su vida. Sin omitir la realidad o endulzar la verdad, contaba las muertes que sus hombros cargaban y el romance que él sobrellevaba. Su llegada a la liga de los villanos fue lo que partió el corazón de su madre, su corazón dolía mientras que lágrimas efímeras descendían por sus mejillas porque para ella, su pequeño niño tímido jamás sería capaz de acabar con la vida de otro ser viviente, que equivocada se encontraba.

Los sonidos silvestres resuenan desde el exterior, el sol comenzaba a hacer presencia, brillando intensamente y decorando el firmamento negro azulado. La hora de su despedida se hace cada vez más cercana, mientras que su mano era apretada por la de menor estatura. Todoroki Rei era tan pequeña y primorosa, incapaz de odiar al infante que engendro y educó con amor.

Todoroki Dabi posa su chaqueta sobre sus hombros, mientras empieza a levantarse con cansancio desde aquella cama. Los deteriorados párpados de su madre lo observaban completamente una vez más, notando la ancha espalda que aquel joven portaba. Se sentía abatida y completamente destruida, porque en el fondo entendía que tal vez él no viviría por mucho tiempo y que su nueva vida, lo llevaría a perecer algún día.

La añoranza de detenerlo crece en su pecho, con fiereza lo abraza, sintiendo el olor a humo y colonia que solo Enji lograba desprender. Sus manos rozan la musculatura del más alto, sintiendo la fuerza de su estómago y lo plano que era este. Dudas comunes de una madre invaden su cabeza, sutilmente entre sollozos se pregunta si su hijo estaba comiendo bien. Rei pasa saliva sintiendo como empezaba a gritar con fuerza, porque ella se sentía culpable de cómo había llevado su vida su hijo.

— Lo diré mil veces no importa si esta escena llegara a ser repetitiva, porque yo realmente quiero que estés aquí, por favor Dabi ya no te hagas más daño, seremos otros contigo. Cambiare un millón de veces si es necesario, intentare borrar el recuerdo que en tu cabeza está guardado, pero ya no te sigas haciendo más daño — Él estuvo a punto de someterse a aceptar aquella proposición, el recuerdo de Himiko Toga se cuela como ráfaga en su cabeza, la delicadeza con la que acepto que se marchara a visitar a su progenitora y las palabras que relató entre lágrimas rogándole que volviera, aquellas pequeñas acciones lograban que se negara rotundamente. Porque aunque lo niegue, él amaba con locura a la rubia de ojos ambarinos.

Con delicadeza separa el cuerpo de su madre de su espalda, limpiando las insaciables lágrimas que le rompían el alma. Rei era como la nieve, hermosa, fría y al mismo tiempo quemaba de forma insoportable contra su corazón. Tenía que dejarla ir aunque no lo deseara realmente; sus labios se posan en la cabeza de la mujer, el alba empieza a emerger mientras que las mejillas de la mujer de Todoroki se vuelven rojizas, embelesadas por la vergüenza de los actos vividos. Sin decir palabra alguna empieza a caminar a la ventana, otorgándole un pequeño sobre y un collar de oro blanco a su progenitora. No necesita palabras para expresar el dolor que comienza a pesarle, decidido de sí mismo salta por la ventana rogando que sus alas sean soltadas, una fría ventisca impulsa su cuerpo, no tiene que voltear hacia atrás para saber que ese era el poder de su madre que lo estaba despidiendo.

Un hogar roto lo forjo y lo hizo quien era hoy, sin embargo el amor de una madre lo lleno de devoción y amor.

Porque un lo siento ya no era suficiente.

Ahora Todoroki Rei tenía que aprender a no esperarlo cada noche después de aquella, Dabi era como la lluvia: inconstante y maravillosa; siempre llegará cuando nadie se lo espere y siempre será bienvenido. Porque el infierno y la felicidad se encontraban allí, donde madre e hijo conversan como si todo estuviera en el apogeo de la tranquilidad, cuando ni el presente, ni el pasado, ni el futuro existen, donde lo único que importa es el ahora.

  ❝Marchita y sin razón de luchar, es como ella se siente sin ver a su hijo en el umbral❞  

  « Uno, de joven, idealiza el amor de madre pensando en que ella jamás nos dejara de amar incondicionalmente, por siempre y para siempre. Con el tiempo la vida nos enseña que tal vez, el querer incondicional es más como un pacto, una negociación afectiva de convivencia; aunque no siempre será así y Rei era la viva imagen de la contradicción de aquel pensamiento, porque amarla era destrucción y recibir su perdón era salvación » 

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