4.- Imola
Un circuito veloz y con historia. Con el reconocimiento, aprecio y apoyo de los tifosi. Todo aquel fanático de la escudería italiana soñaba ser parte de ese espectáculo en su máximo esplendor, pero eran pocos los afortunados que a base de un gran esfuerzo lograban llegar a apreciar un monoplaza escarlata en su circuito legendario.
El neerlandés confiaba en ganar la carrera. Aunque todo el pronóstico estuviese en su contra, Max confiaba en dar todo para subir a la cima del podio. Igual contaba con los errores de los equipos contrarios, que aunque sabía que no debía hacerlo, él apostaba su juego a ese bajo porcentaje de probabilidades de que los otros cometiesen un error y ese auto carmín no se coronara en casa.
Observó con parsimonia la ciudad. Bebiendo un poco de café, no pudo evitar pensar en todo el trabajo que tendría que realizar con su equipo de ingenieros. Que, aunque lo relevaran en configuraciones importantes, él quería ser de utilidad.
— ¿Si me estás escuchando? — la voz suave lo trajo de vuelta a la realidad. Ella acomodó un oscuro mechón de cabello detrás de su oreja, como cada vez que está nerviosa.
La mirada confusa y solemne de la joven se engancha en los ojos gélidos de Max, como si quisiese saber por milésima vez qué es lo que pasa por la mente del chico. Pero se encuentra con la imperturbable mirada de siempre.
Ese rostro perfecto que evoca respeto y al mismo tiempo fiereza. Ella nunca sabría describir a Max en una sola palabra, porque lo conocía tan bien que sabe que ninguna puede hacerlo. Él es tan complejo, incluso para su propio bien.
Dió otro trago a la bebida caliente — Sí Kelly, te escucho — Max tomó una galleta de avena del plato que ninguno de ellos había tocado. Ella siguió conversando aún sabiendo que su plática no era correspondida.
« Los subvirajes del auto en cada curva... ¿y si es la tracción? » pensaba mientras masticaba su galleta.
— ¿Max? — Kelly... Su nombre dicho por esa hermosa voz siempre lo traería a la realidad. Dándose cuenta de que, en contra de su voluntad la había estado ignorando desde que ambos llegaron. Deseaba volver a ser el dueño de su mente y pensamiento.
La joven mujer acercó sus blancas manos para tomar las del piloto entre las suyas, captando su atención por primera vez. Su corazón se desgarraba al saberlo tan distante, y más conociendo la razón. No podía hacer nada, solo tratar de ser comprensiva con su pareja.
— Sé que quizá tengas otras cosas que hacer, pero ella me ha estado pidiendo verte — La confusión llegó rápidamente al holandés, pues no lograba entender sus palabras. ¿Quién buscaba verlo? Tal vez, recordaba haber escuchado el nombre de Penélope pero no estaba seguro.
— Penny ¿vino contigo? — Ambos dejaron la conversación sin terminar, ella terminó su desayuno, recogió sus pertenencias y se despidió de una manera que Max no supo describir.
Él la siguió con la mirada hasta que salió del establecimiento, se quedó sentado en aquella mesa sin intención de detener a Kelly, y sin ganas de la discusión que ambos posponían.
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Gran Premio de Emilia - Romaña
Autódromo Enzo e Dino Ferrari. 24 de abril del 2022.
1. Verstappen
2. Pérez
3. Norris
DNF: Alonso, Sainz
La marea carmesí cubre las gradas con gritos feroces de apoyo a los equipos. La pasión se siente en el aire al iniciar la carrera. Un circuito como ese resultaba perfecto para probar el rendimiento mejorado de una bestia como el RB18, para así resarcir los errores antes cometidos.
El semáforo marcaba sus colores rojos para después apagarse a la hora exacta que el reloj marcaba, dándole así la señal a los autos para dar vida al circuito con su velocidad imparable.
Tras las 63 vueltas el dúo de RedBull subiría a los dos primeros lugares del podio. Lamentablemente para los fanáticos de la escudería Italiana, el piloto español terminaría siendo un DNF de carrera.
La emoción en el equipo de los toros era inconmensurable. La adrenalina y entusiasmo corría en las venas de los dos representantes de la escudería, pues acababan de ganarle en casa a los Ferrari.
Subieron a la plataforma, esperando su turno a pasar. Nombraron a Norris quien subió tercero, recibiendo felicitaciones del equipo papaya. El mexicano, dentro de su entusiasmo por la victoria de ambos, sugirió subir juntos. Una idea que Max aceptó enseguida.
Cuando lo mencionaron a él, salieron recibiendo el caluroso afecto de la afición. El holandés abrazó a su compañero, saludando al equipo que permanecía abajo del podio.
Todos los camarógrafos de la prensa y el público vitorearon en coro el momento. Esa sensación de victoria, escuchar el himno de Países Bajos en la cima de una categoría reina era algo que Max quería recordar y conseguir más frecuentemente. Estaba seguro que lo haría.
Los tres destaparon las botellas de champán, siendo Lando quien lo haría de una forma característica y muy propia de él. Golpeó la botella en el suelo haciendo que la bebida saliera disparada sin control.
Mientras ellos se encargaban de disfrutar ese momento, Max sintió cómo su respiración se volvía irregular al mismo tiempo que su piel se erizaba. Buscó entre la multitud la mirada responsable de esa presión instintiva, pero no lo logró.
Se dió por vencido, esa extraña sensación familiar lo carcomía en silencio. Lo ignoró sabiendo que ese era su momento de disfrutar. Amaba la sensación de ganar, y claro que ese sería su único objetivo a partir de ese momento.
Dos días después del gran premio, el padre del holandés lo había llamado alegando que necesitaba hablar en persona urgentemente con él. La cita sería en las instalaciones de la escudería, en un pequeño restaurante especialmente diseñado para la comodidad y discreción del equipo.
Max pensaba es todo lo que su padre le diría, y básicamente se resumía a todos los ajustes y configuraciones de su monoplaza. Lo presionaría para que el piloto ejerciera más presión a los ingenieros. Algo que Max no quería realmente.
Tal vez, le diría cómo comportarse ante la prensa para presionar a los altos mandos del equipo, así como Josh siempre lo hacía cada que algo no le gustaba dentro del garaje. Su padre alimentaba secretamente a los carroñeros de la prensa para conseguir lo que quería, pues siempre gustaba de tener cierto control sobre su entorno.
El chico llegó a tiempo. Observó la mesa apartada y caminó hacia allí notando lo vacío del lugar. Tomó asiento delante del hombre mayor sin siquiera saludar, y su padre tampoco lo hizo.
El camarero, un tanto incómodo, llegó pidiendo su orden a lo cual el padre diría un almuerzo y Max prefería no ordenar nada. No quería perder tiempo de más en esa ridícula reunión. Todo el tiempo que el empleado tardó en traer el platillo, ninguno de los dos inició una plática.
Max tomó su celular buscando distraerse en alguna red social pues aunque su padre lo había citado, no parecía tener las ganas de hablar. Así fue por diez minutos en los que ni siquiera le dirigió la mirada a pesar de que la ansiedad lo empezó a carcomer por dentro.
Y sin poder soportar más ese juego le dijo —Si querías quejarte y hablar de los ajustes del monoplaza, lo revisamos mañana. O pudiste decirle a Henry antes que...
Resopló. Aquel sonido que indicaba su vehemente estado de enojo y la marcada decepción del padre para con su hijo. El hombre mayor sacó su celular del bolsillo y lo colocó en el centro de la mesa.
Max, quien estaba completamente recargado en el respaldo de su silla, tuvo que acercarse con cierta cautela para revisar aquello que molestaba a Josh. Era una simple fotografía. La del podio de Imola del dúo de RB. Deslizó por la pantalla haciendo caso al gesto de su padre.
Cada imagen que aparecía era de él celebrando su victoria ¿Qué es lo que quería que viera? No le gustaba ese jueguito suyo lleno de misterio y no se contuvo como siempre lo hacía, aunque pronto se arrepintió.
— ¿Qué es esto? ¿Acaso quieres un autógrafo? — preguntó. Observó a su alrededor discretamente notando como los empleados se habían alejado de ellos.
Su enfado aumentó al saber que estaba siendo parte de un espectáculo público. A pesar de que estaban en un lugar del que nunca se revelaba nada.
— Yo no te crié para estas estupideces. Dime, ¿qué es lo que celebras aquí? — golpeó la mesa con su puño haciendo sonar los cubiertos — ¿Acaso es el jodido campeonato?
Max mantuvo la vista fija en la imagen del celular sin atreverse a subir la mirada. Sin atreverse a mover ni siquiera un dedo.
— No entiendo a qué quieres llegar — respondió en voz baja. Las manos del chico luchaban intensamente en mantenerse firmes y no flaquear ante el temblor que las invadía — Yo gané la carrera. Yo hice los puntos ¿En qué fallé?
— A pesar de todos estos años sigues siendo un inepto al escoger a tus amistades. Debes entender que tu mayor rival siempre será tu compañero de equipo — el peso de la mirada del mayor imponía una severa presión en cualquier persona.
Pero resultaba impresionante y aterrador la forma tan sumisa en la que su hijo, conocido por su temperamento explosivo, se calmaba al primer vistazo — No pueden ser amigos en un campo de flores festejando las victorias — Continuó hablando su padre.
—Si, ganaste — siguió — pero eso es lo que debes hacer, eso es lo que un piloto hace. Es tu deber ganar títulos, no importa el maldito triunfo en una única carrera.
Fue con esas palabras que apenas pudo percibir el ardor en su garganta. Quería gritarle que no era su culpa no ser tan perfecto. Gritarle que sólo quería sentirse... bien.
Sus piernas entumecidas no respondieron a pesar del instinto de querer irse. Volvía a estar encerrado en una jaula con un domador que lo quería ver sufrir.
No existió más plática. Josh almorzaba como si fuese un día cualquiera y Max buscaba en sí mismo un poco de valentía o cobardía para huir. Una tarea difícil con su poco juicio.
Cuando recuperó la compostura se apresuró a salir lo más rápido que pudo ignorando a aquellos empleados que lo veían de reojo. Todos juzgando su relación con su padre, pero poco importaba ahora. Porque cuando más necesitaba que expusieran la bestia que era Josh, nadie lo hizo.
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