1.- Baréin
Circuito Internacional de Baréin: 20/03/2022
Actual campeón del mundo: Max Verstappen
El inicio de una temporada llena de retos y modificaciones en el reglamento. Estos meses he gozado del título que cualquier piloto ha soñado con ganar y hoy empiezo la temporada 2022 como el campeón del mundo. No todos pueden presumir de dicho título, ni conocer el orgullo de poder tenerlo.
La primera carrera es en el Gran Premio de Baréin, un lugar agradable y tranquilo para definir el rendimiento de los equipos. Las gafas de sol que llevaba lucían la marca patrocinada en el paddock y dentro del edificio destinado a RedBull Racing. Aunque dentro me dificultaban la visión, no las retiré. Caminé entre los pasillos respondiendo algunos saludos y esquivando miradas curiosas y entrometidas.
El equipo llegó una semana antes a las instalaciones creando polémicas en la prensa, lo normal de siempre. Yo llegué después que ellos siendo acompañado por Kelly, hoy ella prefirió quedarse en el hotel resolviendo asuntos de su trabajo que tenía pendientes. Y mi padre, había mandado a avisar que se quedaría en su hotel, eso es bueno. Un obstáculo menos para el día de hoy.
Faltaban varias horas para el inicio de la carrera, los mecánicos traían y llevaban información, procurando que mi monoplaza esté su mejor versión analizando los datos recogidos de las prácticas y clasificación.
Me recargué en una de las entradas del garaje tratando no ser objetivo de todas las cámaras que invadían el lugar como una plaga. Por primera vez en el día retiré las gafas para observar mejor el auto, mi RB18 no mostraba ningún rasguño, todas sus piezas nuevas listas para ser llevadas a la máxima velocidad, y según los ingenieros sería el vehículo más competitivo de todos.
—Max, deberías empezar a prepararte para la carrera y tomar los últimos ajustes— dijo Christian, que al parecer había llegado a mi lado hace algunos minutos— y también aprovecha para relajarte un poco, te vez algo tenso.
Dirigí mi vista hacia él, aunque ya me estaba dando la espalda marchándose hacia la zona de los pits. Él se giró para verme una última vez y señaló con discreción la zona debajo de sus ojos, su rostro reflejaba preocupación, algo raro en él ya que es el jefe de equipo siempre firme y optimista en cada uno de sus movimientos.
Aún así desvié la mirada, volví a cubrir mi vista con las gafas sabiendo perfectamente que se refería a las marcas oscuras que me acompañaban desde hace un par de días. Di la vuelta y salí de ahí, no quería que me vieran y menos tener algún comentario al respecto.
Las habitaciones de pilotos estaban aisladas de todo el ruido y alboroto de los equipos, aún así, al estar en el segundo piso del motorhome podía escuchar algo del bullicio. Cerré la puerta con seguro detrás de mi y me lancé directo a la pequeña cama pulcramente ordenada.
Quizá si estaba un poco agotado, pero puedo jurar que físicamente estoy bien. He estado entrenando y preparándome para esta carrera, la desidia en mi condición física es un engaño. Entonces, ¿porqué tanto cansancio en estos días?
Faltaban horas para el inicio del gran circo, el equipo está bajo control. Realmente dudo que me necesiten ahora, de lo contrario Horner no me habría dejado salir del garaje. Soltando un suspiro de alivio, me dejé caer sobre las finas sábanas. Sólo un par de minutos, una pequeña siesta me hará perder el sueño... podré descansar.
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Los mecánicos que lo vieron pasar se confundieron un poco, el estado decaído del campeón del mundo era anormal, parecía que sus ansias de devorar esta temporada se habían marchado y eso era raro; Max Verstappen no es el mismo si no es competitivo y justo ahora parecía que les habían cambiado el piloto. Algunos de los más preocupados decidieron tomar cartas en el asunto e informarle a Gianpiero, uno de los ingenieros más cercanos a Max.
— No sé que tiene, es raro que esté así — dijo uno de ellos.
— Antes, él era el primero en llegar y estaba listo antes que todos nosotros — mencionó el otro — En estos momentos él ya estaría listo y supervisando cada movimiento sobre su monoplaza, lo percibimos diferente
Gianpiero pareció meditar todo lo que le habían dicho, ellos tenían razón . Él mismo había presenciado el estado anímico de Max, no tenía conocimiento del porqué su estado actual, no sabía si había peleado con su pareja o había alguna situación familiar, tampoco es que al neerlandés le gustara hablar de ello.
— Déjenlo chicos — dijo Gianpiero, restándole importancia al asunto para evitar que ellos fueran a meter sus narices de más y se encontraran con la furia del piloto. — seguramente sólo está un poco nervioso, conducir un auto a más de 300 km/h no es algo que cualquiera pueda hacer
Los ingenieros, no satisfechos con la respuesta que habían obtenido, asintieron y siguieron con su camino. Aún había mucho trabajo que hacer y no era el momento para platicar sobre los demás. Sin embargo, Gianpiero ahora tenía esa duda en la cabeza. Fue un milagro que Christian avanzara hacia él seguramente buscando el reporte del avance.
— ¿Todo está listo? — Preguntó el jefe de equipo.
— Si, el auto ya está listo. Se están haciendo los últimos arreglos en la configuración y estamos revisando los últimos detalles en cuanto a la trazada y velocidad que se deben tomar — informó el ingeniero.
Christian asintió con la cabeza y le indicó un par de instrucciones haciendo énfasis en el estatus de los mapas del volante. Estaba por irse para revisar el avance del otro monoplaza pero fue detenido por el más joven.
— Christian — llamó Gian con sutileza y un poco de duda — Tú, ¿sabes si pasa algo con Max?
La preocupación en el rostro de Horner dejó al ingeniero con una amargo sabor de boca. El silencio de ambos fue suficiente para que los dos supieran que tenían información acerca del neerlandés, no precisamente buena.
— ¿Él te dijo algo? — preguntó el mayor.
Quizá los dos se estaban preocupando de más, tal vez solo era un mal día para el piloto. Cualquier persona tenía un mal día y eso no significaba que su vida iba mal ¿cierto? Pero los más cercanos neerlandés sabían que no era así, no en el chico rubio.
— Los chicos, y no sólo ellos, me atrevo a decir que todo el equipo a visto el poco entusiasmo de él. A decir verdad, no es lo que uno se espera de un joven piloto que acaba de cumplir el sueño de muchos
Christian se quedó pensando, ellos tenían razón. Tenía que hablar con Max, necesitaba saber qué era lo que lo agobiaba tanto como para afectar su efusividad competitiva. Si lo había pospuesto era porque no quería entrometerse demás, pues conocía bien que a Verstappen no le agradaba la idea de ser presionado con su vida personal.
— Calma Gian, no dejes que se creen historias raras con esto, ya conoces su reacción si se entera de que se andan con habladurías entre los pasillos de su vida privada, yo hablaré con él.— dijo el jefe de RB apoyando levemente su mano sobre el hombro del que tenía enfrente.
El asentamiento del ingeniero fue suficiente para que Horner tomara su camino hacia el monoplaza de Sergio, que, a diferencia de su compañero, ya estaba presente con los integrantes del equipo.
— ¿Y Max? — preguntó el mexicano.
Los chicos encargados de los Pit Stops no supieron darle una respuesta. El chico había desaparecido justamente un par de horas antes de la carrera.
Se dirigió a preguntarle a HugeBird, su ingeniero , pero obtuvo la misma respuesta. Revisó nuevamente el reloj de su celular, quedaban 4 horas para empezar y su compañero aún no hacia acto de presencia. Parecía exageración de su parte, pero ver al equipo completo de Mercedes lo hizo pensar en dónde demonios se había metido Max.
— No podemos permitir errores, si no eres el mejor, si no tienes la victoria entonces eres un fracaso— gritó. El neerlandés cerró los ojos con fuerza queriendo salir corriendo de ahí y aún con ese instinto calando sus huesos su cuerpo entumecido no respondía.
— Tienes que hacer lo que sea para ganar Max, pero no seas tan estúpido como para tirar todo el trabajo a la basura. No puedes echar a perder todo nuestro esfuerzo por un simple arrebato ¿entendiste?—
El chico apenas contestó entre sollozos, abrió los ojos temiendo ver la furia de su padre, pero lo único que alcanzó a ver fue la puerta del auto cerrarse frente a su cara y marcharse olvidándose completamente de él.
Era tarde, el sol se ocultaba y él seguía en medio de la pista corriendo torpemente queriendo salir de la oscuridad. Queriendo huir de todo. Corrió como nunca lo había hecho deseando alejarse de aquel auto destrozado que se ocultaba en las sombras como si de una pesadilla se tratase. El chico quería huir de lo único que sabía hacer y aún así no lograba ser excelente en ello. El rugido de un motor detrás lo alertó al mismo tiempo que tensaba todo músculo para correr más, volteó asustado reconociendo que los faros de aquel coche eran lo único que le brindaba un poco de luz.
La presión hizo que sus pies trastabillaran golpeándose los brazos al caer, el ruido del auto lo alcanzó para posicionarse justo a su lado. El pequeño sabía a quien le pertenecía aquel automóvil, sabía lo que pasaría si abría la puerta. Y aún así se acercó cuando escuchó su nombre detrás. Su garganta cerrada, el picor de sus ojos, los latidos desenfrenados le advertían no hacerlo.
Siendo el ruido cada vez más fuerte al igual que la voz que lo llamaba, su pequeña mano temblorosa no pudo llegar a la manija pues su miedo lo paralizó.
— Max — gritaba
— ¡Pequeño fracaso!
— ¡Abre la puerta!
— ¡Max!
El piloto pudo despertar, para su sorpresa con el cuerpo entumecido. Se levantó bruscamente alejándose de las sábanas humedecidas por el sudor pasando casi inadvertido el golpeteo en la puerta de la pequeña habitación. Su cabeza dando vueltas no ayudaba y menos el hecho de que no encontrara un lugar para apoyarse.
—Max, ¿estás ahí?— Dijeron al otro lado.
Recargó todo su peso en una pequeña mesa blanca. Con los latidos resonando en sus oídos y su respiraciones irregulares recordó lo mucho que odiaba las pesadillas. No podían estar regresando justo ahora. Con todo el enojo guardado arrojó las cosas que estaba sobre la mesa contra la pared sin detenerse a pensar en los objetos de cristal.
—¿Max?— los volvieron a llamar. La voz sonaba más preocupada que antes.
— ¿Quién es? ¿Qué quieren?— respondió vagamente recargándose en la pared que, para su alivio, se encontraba fría. El contraste de temperaturas lo hizo temblar al mismo tiempo que lo ayudaba a calmar su nerviosismo.
— Abre la puerta — ordenó una voz diferente. Tratando de regular su respiración y apartándose de la gélida superficie, Max caminó hasta desbloquear la puerta.
Afuera, en el pasillo, se encontraba Christian, Gianpiero, Sergio y un empleado que no reconocía pero llevaba consigo varias llaves. Todos ellos con preocupación brillando en sus ojos, buscando respuestas que el de ojos azules se negaba a decir en voz alta. Sólo entonces comprendió que esta era una de esas veces que lo atormentaba, era cuando la pesadilla se salía de control tomando poder en la realidad.
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