Capítulo 24
̶̶̶̶ ̶«̶ ̶̶̶ ̶ ̶ ̶̶̶ ̶«̶ ̶̶̶ ̶ HADES ̶»̶ ̶̶̶ ̶ ̶ ̶̶̶ ̶»̶ ̶̶̶ ̶ ̶
—¿Acaso mi oficina es un maldito centro de juegos? —espeté, mirando a Mikhail entrar con esa sonrisa maliciosa que siempre lleva, especialmente cuando se deleita con la desgracia ajena.
No era el momento para lidiar con estupideces. Esta noche finalmente me decidí a venir al club, después de días aplazándolo. No quería dejar a Aurora sola por demasiado tiempo. La confesión de Isha la había golpeado con fuerza, y la situación no mejoró cuando la niña nos echó de la habitación casi a gritos. Ella vivía bajo la ilusión de ser una Petrova, y el descubrimiento de que ni siquiera eso era verdad le arrebató lo único que le quedaba: su identidad.
Al parecer, lo había descubierto aquella noche.
Desde aquella visita, Aurora insistió en regresar varias veces, pero siempre fue recibida con el mismo muro de rechazo. Finalmente, agotada, dejó de intentarlo. No quise presionarla más; sin embargo, seguí enviándole pequeños regalos a la niña. Postres que Aurora preparaba con esmero, libros que pensé podrían interesarle, instrumentos para tejer, incluso CDS con música que podría reconfortarla. Aun así, no había señales de que su actitud fuese a cambiar pronto.
Sin embargo, cuando Rafael me llamó, notificándome que requerían mi supervisión para unas entregas y provisiones en el club, supe que el breve lapso de relajación había llegado abruptamente a su fin.
Mis ojos se posaron, casi de manera instintiva, sobre Donovan, quien estaba cómodamente reclinado, sosteniendo un plato rebosante de macarons que devoraba con una lentitud exasperante. Cada bocado parecía calculado, una provocación deliberada. Disfrutaba de cada migaja con un descaro que rozaba lo insolente, como si supiera que su actitud estaba destinada a ser notada. La tensión en mi mandíbula se intensificó, al punto de sentir que mis dientes podrían desencajarse en cualquier momento.
—Explícame algo —espeté, acercándome a él con pasos medidos, cada uno impregnado de la furia que latía con violencia bajo mi piel—. ¿Cómo demonios tienes dulces hechos por mi mujer?
Mikhail, como si todo esto fuese una grotesca comedia, no perdió la oportunidad de esbozar su clásica expresión burlona. Sacó su teléfono y, con un gesto que destilaba suficiencia, lo alzó en nuestra dirección.
—Grábalo —ordenó con desfachatez a Aroon, que compartía el mismo aire de satisfacción cínica—. Presiento que esto será digno de un buen recuerdo.
El impulso de arrancarle ese maldito celular de las manos y estrellarlo contra su rostro se volvió una idea peligrosamente tentadora. Mi mente fantaseó con la imagen por un breve segundo, pero me obligué a contenerme. Sabía que perder la compostura solo les otorgaría más razones para reírse. Lo que realmente quería era respuestas, deseaba saber cómo diablos este malnacido había conseguido uno de los postres de Aurora sin que yo estuviera al tanto.
Donovan, por su parte, permanecía impasible, excesivamente tranquilo para mi gusto. Su actitud despreocupada no hacía más que avivar la llama de mi molestia, intensificándola hasta lo insoportable.
—La visité por la tarde, cuando no estabas. —soltó finalmente, con esa tranquilidad irritante que parecía diseñada para ponerme al borde del abismo.
Mis puños se cerraron con fuerza a mis costados, la furia contenida apenas por un hilo. Estos bastardos estaban tomándose demasiadas libertades con Aurora, y no podía decir que me gustara en lo absoluto. Conociendo el efecto magnético que tiene sobre las personas, era cuestión de tiempo antes de que cualquier interacción con ella fuera observada con descaro o interpretada como algo más. Y, sin duda, eso incluía mi derecho a disfrutarla sin restricciones.
—¿Y qué demonios crees que estabas haciendo, entrando en mi casa sin mi permiso? —le espeté, mi voz grave y cargada de amenaza, un filo que no me molesté en suavizar.
Donovan alzó una ceja con la misma parsimonia que se toma para masticar su maldito macaron, ignorando deliberadamente el peso de mis palabras. Cada movimiento suyo era una provocación, un recordatorio de que no le interesaba mi autoridad en lo más mínimo.
Estaban jugando con mi paciencia, exprimiendo hasta la última gota de control que me quedaba.
—Solo hice una visita amistosa —respondió finalmente, con esa tranquilidad exasperante que parecía innata en él—. Aurora fue muy amable... y estos macarons... —hizo una pausa, saboreando otro bocado con deliberación insultante— ...son simplemente exquisitos.
—Pensar que creía que eras el más tranquilo. —murmuró Kol desde su esquina, negando despacio con la cabeza, como si la situación no le sorprendiera en lo más mínimo.
En el otro extremo, Mikhail seguía grabando con su maldito teléfono, la sonrisa maliciosa en su rostro dejando en claro cuánto disfrutaba del espectáculo. Bastardo. Pero por el momento, toda mi atención estaba centrada en Donovan, en esa actitud insultantemente apacible que irradiaba mientras me miraba directo a los ojos, como si mis palabras fueran un susurro irrelevante.
—Te lo dije; divertido. —se burló Mikhail, su sonrisa insolente ampliándose al notar mi frustración.
Le lancé una mirada cargada de amenaza, una advertencia silenciosa pero elocuente. Y finalmente, él pareció captar el mensaje, guardando su celular mientras alzaba las manos en un gesto teatral de rendición. Pero no me engañaba. Ese cabrón siempre conseguía sacar lo peor de mí, y lo hacía con una facilidad tan alarmante que parecía un maldito arte.
Suspiré profundamente, obligándome a retroceder hasta mi silla. A pesar de todo, sabía que no podía perder la compostura. Con Kol era distinto; su presencia aquí tenía sentido. Después de todo, ambos éramos los dueños de este club, y nuestros negocios requerían atención constante. Pero Donovan y Mikhail... ellos no tenían una razón legítima para estar aquí más allá de causar problemas, lo que solo lograba intensificar mi mal humor.
Mientras me hundía en mis pensamientos, observándolos con cautela, una pregunta persistía en mi mente como una espina clavada: ¿Qué demonios los había traído aquí esta vez?
Mi teléfono vibra en el bolsillo de mi chaqueta, lo leo y rápidamente me dirigí al cajón donde guardaba varios celulares de repuesto, preparados para situaciones como esta. Saqué uno de ellos y se lo lancé a Kol. Mostrándole el mensaje y anotando los datos de este teléfono.
"Regrésamela y nadie saldrá herido."
—Llama a tu contacto y dile que rastreé el número cuanto antes.
Asiente, saliendo de la oficina.
Marque el número de Cian, la tensión acumulándose en mis músculos mientras escuchaba el tono de llamada. Por un breve momento, me había olvidado del bastardo de Ares.
Cian respondió al segundo timbre.
—Acabo de recibir un mensaje de Ares. Necesito que refuerces la seguridad en la casa de inmediato. No dejes que nadie se acerque a ella y los torbellinos, ¿entendido? Puedo imaginar que Damon sigue allá, cuéntale la situación.
—Entendido —respondió Cian sin dudarlo—. No permitiré que nadie la toque. Voy a movilizar a todos los hombres que tenemos disponibles.
Colgué y respiré hondo, tratando de mantener la calma. Sabía que esto no era un simple intento de intimidación; era una declaración de guerra. Ares estaba escalando las cosas, y no había duda de que había llegado el momento de enfrentarlo directamente.
Kol regresó rápidamente.
—Ya están rastreando el número —informó—. Pero esto va a tardar un poco. El mensaje parece venir de una fuente encriptada.
Queriendo obtener más tiempo, cogí el teléfono de sus manos y marqué el número. Ese sujeto es predecible. Conozco a los de su tipo. Respondió al instante y se mantuvo en silencio.
—No eres un hombre de muchas palabras, ¿verdad? —dije, con tono irónico.
—Ya lo sabes, me gusta ir directo a la acción. Si no quieres más muertes en tu consciencia, entrégala.
Solté una risa sin una pizca de gracia.
—Duermo muy bien por las noches con las muertes que hice hace poco, sabes a quién me refiero, ¿no? —digo, en tono de burla.
—No estoy jugando, Hades. Regrésamela.
—Verás, no sé me da la puta gana devolverte nada.
—Ya te divertiste suficiente con ella, dámela y no tendrás que verla sufrir cuando la tenga en mis manos —amenaza—. Tienes hasta el próximo viernes. Luego de eso, no seré tan amigable.
—Ow. Y yo pensé que éramos mejores amigos.
Cuelgo la llamada y respiro profundo para calmarme, levanto la mirada para encontrarme con Kol, quién sigue tecleando casi desesperado en su teléfono.
—Te pondré en alta voz. —la voz de una mujer resuena en mi oficina, opacando la leve música que logra filtrarse.
—Pude reducir la ubicación a Denver —luego murmura enojada—. Ese hijo de puta, definitivamente corrió a esconderse donde creyó que nadie buscaría. Solo dame unos días y lo encontraré.
—Bien. Avísame si encuentras algo. —dice Kol, terminando la llamada.
Será divertido.
Voy a disfrutar cazarlo como el puto animal que es.
Ya no dejaré pasar más tiempo, esto debe acabar y yo seré el ganador. Le entregaré su jodida cabeza a mi mujer y ella por fin podrá vivir sin miedo. No permitiré que otra cicatriz marque su perfecto cuerpo.
—Ivanov tuvo que encargarse de algunos asuntos en Rusia, dijo que volvería tan pronto acabase, nos tienes a todos, incluido al idiota de Damon, ¿Qué quieres que hagamos? —interviene Donovan.
Una sonrisa cruda se instala en mis labios.
—Esto acaba ahora, una vez Ivanov vuelva, atacaremos a Ares. No seguiré permitiendo que respire el mismo aire que mi mujer.
—¡Si! Mi cuñadita debe respirar aire limpio, no contaminado de esa mierda. —exclama, Mikhail.
Los demás asienten, ignorando su efusividad.
Solo un poco más Aurora y serás completamente libre.
La reunión se alargó más de lo que hubiera querido, pero al menos logramos comunicarnos con Ivanov, es un excelente estratega, ninguno de sus planes ha fallado nunca. Por eso le encargué, por primera vez, lo que haremos una vez Ares se trague el anzuelo que hemos lanzado. Aurora ha sido la única persona por la que he pedido ayuda.
No me molesta. Haría cualquier cosa por mantenerla a salvo.
Es la mujer que amo. Ella y sus hermanos son mi familia. Y si tengo que matar a cien personas por ellos, lo haré.
Aparcan el coche frente a la casa, me bajo y subo los escalones. Una vez las rejas se abrieron, divise más de una docena de hombres rodeando todo el perímetro. Escondidos y unos cuantos a plena vista. Cian hizo un buen trabajo. Sabe que está será su última oportunidad para demostrarme que es eficiente con la seguridad de mi mujer.
No quiero un solo rasguño en ella.
—¡Hades!
Un cuerpo impacta contra mí en cuanto termino de subir los escalones. Nikolái se aferra, rodeándome en un abrazo o más bien, un intento de llave.
—¿Qué sucede? —pregunto, separándolo.
—Aleja a ese hombre de Eda —suplica, con cierto resentimiento en su voz—. Es molesto e insoportable. En cuanto Cian le dijo no sé qué, no la deja siquiera ir al baño sola.
Contengo la sonrisa que intenta filtrarse en mis labios.
—Déjame ver primero, entremos.
Asiente, dejándome pasar.
Dentro, escucho voces mezcladas, pero soy capaz de reconocer la suya. Aurora ríe y solo pienso en que mi púnica misión no es mi venganza contra Bruno, sino, seguirla haciendo reír sin miedos y preocupaciones. Ella es mi jodido mundo. Merece que le entregue mi corazón y alma, sin ella, nada de eso me sirve. Todo se vuelve inútil.
Entro a la sala. Aurora está abrazando a Viktor, quién no para de lanzarle malas miradas a Damon. Casi me atraganto con mi propia saliva al verlo de rodillas detrás de Eda. Una Eda muy molesta. Tiene sus brazos en jarra y se niega a voltear.
Por impulso, saco mi teléfono y tomo una foto, llamando la atención de los presentes. Damon se levanta rápidamente, en solo unos segundos tengo a todos, excepto él, detrás de mí.
—No sabía que tenías corazón. —digo, solo para molestarlo.
Frunce el ceño.
—Este asunto es entre Eda y yo.
—Mi casa. Mis jodidos asuntos.
—Hablo en serio, Hades —dice, avanzando—. Suficiente tuve con esos mocosos molestando a cada rato.
Suelto una risa con toques oscuros.
—Hombre, te recomiendo no hacerme enfadar está noche. Por lo que veo, Eda no quiere hablar contigo y no la obligaré a hacerlo, si eres mínimamente decente, tú tampoco. Ahora quédate quieto o está vez la bala no irá a la pared. —amenazo, mostrando el arma en mis manos.
Damon se detiene, mirándome furioso. Como si me importará.
Volteo, mirando a Aurora. Beso su frente.
—Suban. Necesito hablar con él.
—¿Seguro? —murmura, preocupada, luego coloca una mirada de pocos amigos en dirección de Damon—. Puedes golpearlo para hacerlo entrar en razón, pero nada más, ¿bueno? Siguen dándome miedo el ruido que hace esa cosa al disparar.
—Lo prometo.
Se gira hacia Damon.
—Y tu —lo apunta, mirándolo con cara de pocos amigos—. Compórtate como un hombre, no un niño caprichoso o ya no te ayudaré con amiga.
Es cuando suben las escaleras que me permito analizar sus palabras. Ella me dijo como si fuese natural, lo que le molestaba. Mi pecho se infla, sintiendo la victoria esparcirse por todo mi cuerpo. Por fin está permitiéndose abrir su corazón.
Borro la sonrisa al voltear hacía Damon, le hago un gesto y me sigue al despacho. Dentro sirvo dos vasos con vodka puro. Le entrego uno, sentándome en el sofá de cuero negro. Las manchas de sangre pasan desapercibidas en él.
¿Qué demonios pasa con él?
Los años que llevo conociéndolo, nunca lo había visto tan fuera de control, tan... desesperado. Era consciente que desde aquel día en que intentó jugar una mala pasada usando a los hermanos de Aurora, volvió pidiendo hablar con Eda, pero ella lo rechazó. Fue jodidamente divertido verlo suplicando solo para que le cerráramos la puerta en la cara. No iba a tener otra oportunidad, así que aproveché cada segundo.
Quizá también me reí mientras lo pateaba fuera de la casa
—Vienes a mi casa, te comportas como un puto idiota y no le pides disculpas a mi mujer, ¿cómo debería tomar lo de hoy? — murmuro, tomando un trago y dejando que el conocido ardor del vodka me queme la garganta—. Pareciera que estás a punto de perder la cabeza, si es así, preferiría que la perdieras en otro lado. Incomodas a mi familia.
—¡No lo sé! —grita, apretando el vaso entre sus dedos. Luce furioso y confundido. Mierda. Eso es raro en él—. Desde que conocí a esa mujer algo me sucede. No confío en ella.
—No confías en tu propia sombra, Damon. No es novedad.
—Pero es diferente —admite—. Por más que sienta esa desconfianza, con ella creo que puedo contarle mi más oscuro secreto —se echa hacia atrás en el sillón y bebe el vodka de un solo trago, dejando el vaso vacío con un golpe sobre la mesa.—. Estoy jodido, ¿no?
—Sí, Damon —respondo finalmente—. Estás jodido. Pero eso no significa que no puedas encontrar la manera de salir de esto. Solo que, si sigues actuando como un idiota, no habrá nadie para ayudarte.
Damon suelta una risa amarga, como si reconociera la verdad en mis palabras, pero no pudiera encontrar la fuerza para hacer algo al respecto.
—¿Y qué se supone que haga? —pregunta, más para sí mismo que para mí—. No sé cómo manejar esto. Ella me hace sentir.
Me inclino hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas, y lo miro directamente a los ojos.
—Primero, deja de sabotearte. Y segundo, si realmente crees que puedes confiar en ella, entonces hazlo. Pero no juegues con fuego a menos que estés dispuesto a quemarte. Y si algo de esto amenaza a mi familia, te lo juro, Damon, que no dudaré en apartarte del camino.
—Lo sé, lo dejaste claro la última vez.
Se queda en silencio, mirando su vaso vacío, como si buscara respuestas en el fondo del cristal.
Mientras lo observo, me doy cuenta de que, a pesar de todo, Damon sigue siendo un aliado. Tal vez uno desquiciado, pero un aliado al fin. Y aunque esté jodido, como él mismo dijo, eso no significa que esté perdido. De todas formas, así es como Aurora me hacía sentir al comienzo. Cuando te acostumbras a la soledad, es difícil dejar entrar a otra persona, no imposible.
🦇🦇🦇
Otro pedacito de mi corazón para ustedes. (Cof cof me dio diabetes cof cof)
Buenoooooo, un regalito para quienes esperan con ansias los capítulos y que terminemos con la historia.
Momento de preguntas:
¿Qué les parece?
¿Qué tal el desarrollo de Aurora y Hades como pareja?
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Besitos. 🍓
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