Capítulo 20
̶«̶ ̶̶̶ ̶ ̶ ̶̶̶ ̶«̶ ̶̶̶ ̶ HADES ̶»̶ ̶̶̶ ̶ ̶ ̶̶̶ ̶»̶ ̶̶̶ ̶ ̶
Movilizar a mis hombres nunca ha sido un problema. En menos de cinco minutos, la mansión de Bruno está rodeada. Yo estoy fuera, observando la enorme estructura que Bruno llama hogar. Qué irónico, pienso, que alguien como él se esconda detrás de muros tan altos, como si eso pudiera protegerlo de lo que viene.
Toda la familia está adentro. Su mujer, sus hijos, y los mismos bastardos que se atrevieron a golpearla en la fiesta.
Uno de mis hombres se acerca rápidamente.
—Estamos listos, jefe.
Mis labios se curvan en una sonrisa oscura.
No solo enfrentaré a Bruno, sino que también me aseguraré de que los que tuvieron el descaro de tocar a Aurora paguen su precio. Uno por uno. Ningún rincón de esta mansión quedará sin teñirse de sangre.
—Mantén las salidas cubiertas. Nadie entra ni sale hasta que yo lo diga.
El hombre asiente y desaparece entre las sombras. Miro la mansión frente a mí, sus luces brillando como si adentro no hubiera nada más que normalidad. Qué gracioso. En pocos minutos, todo ese mundo que Bruno ha construido, esa fachada de poder y estabilidad, se derrumbará como un castillo de naipes.
Mis pasos son firmes mientras avanzo hacia la entrada principal. Esto no es solo una misión; es personal. Cada hombre dentro de esas paredes es parte del dolor que Aurora ha cargado, de las cicatrices que lleva en su cuerpo y su alma. Y ahora, tendrán que enfrentarse a mí, a todo el peso de la furia que he acumulado desde que escuché su nombre.
Respiro hondo mientras me detengo frente a la puerta, mis manos listas para abrir las puertas del infierno sobre esta casa.
—¡Ahora, mierda! —bramo, y mi voz retumba como un trueno.
El caos se desata en un instante. Mis hombres entran como una manada de lobos hambrientos, tomando control de cada centímetro, de cada rincón de la casa. Sus movimientos son rápidos, precisos, y la sincronización perfecta refleja años de lealtad y entrenamiento. Las puertas se abren de golpe, los vidrios estallan, y en cuestión de segundos, el silencio es reemplazado por gritos desesperados, el eco de disparos y el sonido metálico de botas golpeando el suelo.
El aire se llena con el aroma familiar de la pólvora, un olor que se mezcla con el del miedo que comienza a impregnarse en las paredes. Inhalo profundamente, dejando que ese aroma me recorra. Es el preludio de lo que está por venir. Puedo sentirlo: el peso de cada respiración que se acelera en el interior, las carreras frenéticas, los intentos inútiles de encontrar una salida. Pero no hay escapatoria. No esta vez.
Los gritos de Bruno y su gente llegan hasta mis oídos, confusos, desesperados, pero no me apresuro. Este es mi escenario, y quiero disfrutar cada momento.
Uno de mis hombres se acerca rápidamente, su arma firme en las manos, la adrenalina visible en su rostro.
—Primer piso asegurado, jefe. Algunos están intentando esconderse, pero no irá lejos.
—Jueguen con ellos antes de cazarlos.
Asiente, volviendo por donde vino. Lo observo desaparecer antes de levantar la mirada hacia las alturas de la casa. Sé que él está allí. Puedo sentirlo. Bruno debe estar atrincherado en algún rincón, pensando que todavía tiene opciones, que puede salir de esta.
—¡Bruno! —grito, mi voz resonando por los pasillos, cortando el aire como una cuchilla—¡Voy por ti! —canturreo, mi tono cargado de burla—. No puedes esconderte más.
El olor a pólvora se intensifica mientras subo las escaleras.
Este momento, esta cacería, no es solo por Aurora. Es por cada grito que ella nunca pudo expresar, por cada lágrima que derramó en silencio. Es por el peso que ha cargado durante años, uno que ahora estoy decidido a arrancar de su espalda con mis propias manos. Y si eso significa arrasar con todo lo que Bruno ama, entonces que así sea.
Cuando llego al segundo piso, el caos se transforma en un cuadro perfecto, una escena que podría llamar mi obra maestra. Me detengo por un momento, admirando lo que mis hombres han logrado bajo mi comando. En el centro de la sala, arrodillados y con las manos atadas detrás de la espalda, se encuentran su mujer, su hija menor y uno de esos malditos bastardos que se hacen llamar sus sobrinos.
Los ojos de su mujer están llenos de terror, pero también de una rabia contenida, como si no pudiera decidir si gritarme o suplicar. La hija, más joven, tiembla sin control, sus lágrimas cayendo en silencio por sus mejillas mientras evita mi mirada. Y el sobrino... el maldito sobrino, tiene la audacia de mantener su barbilla alzada, su mirada desafiándome como si no entendiera en qué tipo de infierno está a punto de entrar.
—Llévense a la niña. No merece presenciar está masacre por más tiempo.
Ella protesta, pero Rowon la carga con facilidad sobre sus hombros. Alejándola del centro y sacándola de la casa. Es demasiado pequeña para mancharla con la crueldad del mundo. Eso sí Bruno no la ha manchado primero.
Mis ojos recorren a cada uno de ellos, tomando nota de cada expresión, cada detalle. Finalmente, me detengo frente al sobrino, inclinándome ligeramente hacia él, dejando que la cuchara aún en mi mano sea visible.
—¿Te gusta hacerte el valiente? —murmuro, dejando que mi voz sea baja, peligrosa—. ¿Es eso lo que te hace sentir importante?
Él no responde, pero su mandíbula se tensa, y por un momento veo el miedo cruzar por su mirada. Una pequeña victoria, pero suficiente para comenzar. Me enderezo, dejando que el silencio se prolongue mientras mis palabras se dirigen a toda la sala.
—Voy a hacerles un favor. Un regalo, realmente. Hoy, van a entender lo que significa cruzarse conmigo. Y cuando termine aquí, todos ustedes, hasta el último de ustedes, aprenderán a respetar el nombre Aurora Petrova. La única heredera de este imperio.
Mis palabras caen como un martillo sobre ellos, y la sala queda en un tenso silencio por un instante antes de que la mujer explote, su voz desgarrada por la rabia.
—¡Esa perra no pertenece a esta familia! —grita desenfrenada, su rostro deformado por el odio—. ¡Es una bastarda más!
Clic.
El sonido del disparo corta su arrebato en seco. Su cuerpo se desploma al suelo con un golpe sordo, y la sangre comienza a extenderse rápidamente desde la herida en su pecho. Un quejido de dolor se escapa de sus labios, apenas un susurro entre el caos que sigue rugiendo a nuestro alrededor. Pero para mí, es claro, como un eco resonando en mi mente.
Me inclino ligeramente, observando cómo intenta respirar, cómo lucha por aferrarse a una vida que acaba de perder. Mi voz es tranquila, helada, implacable.
—Lo diré de nuevo: respetarán ese nombre les guste o no, ¿de acuerdo? —dejo que mis palabras calen hondo, mis ojos clavados en los del sobrino, quien ahora parece petrificado—. Ahora, no la dejen morir. No así de fácil.
Uno de mis hombres asiente rápidamente y se acerca a la mujer, deteniendo el sangrado lo suficiente para prolongar su sufrimiento.
Me enderezo, dejando que mis pasos resuenen mientras bajo los escalones y me muevo hacia el sobrino. Él trata de mantener la compostura, pero el temblor en sus manos lo delata. Me detengo frente a él, inclinándome lo suficiente para que sienta el peso de mi presencia.
—Tu turno, pequeño bastardo. Vamos a divertirnos un poco antes de que llegue Bruno, ¿te parece? —mi sonrisa se amplía, cruel—. Veamos, ¿con qué mano tocaste a mi mujer? ¿La derecha o la izquierda? —hago una pausa, disfrutando de la desesperación que comienza a llenar sus ojos—. Bueno, como sea, lo que te hizo Mikhail se sentirá como un juego a comparación de lo que yo te haré.
—¡No, por favor! ¡Te lo suplico! —grita desesperado, y antes de que pueda hacer algo, cae al suelo de rodillas—. ¡Fue mi hermano quien la tocó, no yo! ¡Te lo prometo!
—No me interesa quién de los dos fue.
—¡Te lo daré, ¿sí?! —escupe rápidamente, desesperado por encontrar una salida—. Sé dónde se esconde.
—Quién me importa no es él.
—De Bruno... Hablas de mi tío. Yo... sé dónde está. —la frase sale atropellada, sus palabras temblorosas.
Lo observo.
—¡Si...lencio! —intenta bramar la mujer desde el suelo, su voz quebrada, apenas un eco de la autoridad que intentó imponer antes.
La miro de reojo, mi paciencia con ella completamente agotada.
—¿Acaso no estabas muerta, mujer? —digo con un tono lleno de desdén, sin siquiera mirarla directamente—. Ve hacia la luz o una mierda así. Largo.
Los hombres a mi alrededor sueltan pequeñas risas contenidas mientras ella jadea, sus ojos llenos de odio incluso mientras su cuerpo sigue desmoronándose. Ignoro su presencia, volviendo mi atención al sobrino.
—Bien. Habla.
—Debajo de... la casa... hay túneles —dice tartamudeando—. La salida está en el lado norte de la casa...
Una sonrisa fría cruza mi rostro mientras lo observo. Este pequeño bastardo puede que esté diciendo la verdad... o puede que esté mintiendo para salvar su vida. De cualquier manera, obtendré lo que necesito.
—Espero por tu bien que no estés jugando conmigo. Porque si lo haces... bueno, digamos que lo que voy a hacerte aquí será solo el aperitivo.
Me pongo de pie, girándome hacia Rafael.
—Verifica su información. Quiero tenerlo aquí en diez minutos —mi mirada vuelve al sobrino—. Y mientras tanto, asegúrense de que este no vaya a ninguna parte. Tenemos una conversación pendiente.
Dos de mis hombres avanzan al instante, sujetándolo por los brazos y arrastrándolo hacia una de las esquinas de la sala. Su voz se eleva en un grito desesperado, sus súplicas rompiendo el aire.
—¡Es verdad, lo juro! ¡Te dije todo lo que sé! ¡No me hagas esto, por favor!
—Te dije que no me importa si es verdad o no —susurro, dejando que cada palabra sea un filo que se clave en su mente—. Esta es la lección que te daré: no se juega con lo que es mío. No se toca a Aurora. Y si Bruno cae gracias a ti, quizá consideremos ser... creativos con tu castigo.
Me pongo de pie y camino hacia la ventana, observando la oscuridad más allá de la mansión. En diez minutos, todo cambiará. Bruno no podrá esconderse, y este lugar será el recordatorio final de lo que significa cruzarse conmigo. De lo que significa cruzarse con Hades.
—Traigan a Ronan. Haremos una reunión familiar.
Minutos después, el silencio es roto por los sonidos inconfundibles de un cuerpo siendo arrastrado. Los quejidos de Ronan resuenan en el aire, ásperos, dolorosos, llenos de desesperación. Mis hombres lo lanzan al centro de la sala como si fuera un saco de carne, y él cae con un golpe sordo, jadeando por aire.
El grito desgarrador de la mujer casi, casi —pero solo casi— logra conmoverme. Veo cómo su rostro se deforma en una mezcla de horror y súplica, lágrimas cayendo por sus mejillas mientras intenta arrastrarse hacia él, detenida solo por la herida que aún sangra en su pecho.
—¡Déjenlo! ¡Por favor, déjenlo! —solloza.
Miro la escena con frialdad, mis ojos recorriendo la patética figura de Ronan en el suelo. Su rostro está golpeado, su ropa rasgada, y hay un miedo visceral en sus ojos mientras levanta la cabeza para mirarme.
—Jefe —la voz de Rafael interrumpe el momento—. Los tenemos. Están siendo traídos desde el ala norte.
Me giro lentamente hacia él, mis ojos estrechándose.
—¿Heridos?
—Solo el sobrino. Bruno fue el primero en caer.
Una sonrisa macabra se extiende por mi rostro, lenta, peligrosa. Por fin. El bastardo que se atrevió a tocar lo que es mío, el hombre que pensó que podía jugar conmigo, está aquí. Mi sangre comienza a correr más rápido, no de ansiedad, sino de una anticipación oscura que me envuelve como un manto.
Mis hombres entran, arrastrando los cuerpos debilitados de Bruno y el sobrino. El sonido de sus pasos pesados llena el aire, y mi sonrisa se ensancha mientras doy un paso adelante para recibirlos.
—Bienvenidos —digo, mi tono casi alegre mientras observo a Bruno con detenimiento, disfrutando del momento antes de que todo se derrumbe para él—. Qué bueno que pudieran unirse a la reunión familiar.
Bruno levanta la cabeza con dificultad, sus ojos inyectados de sangre y su rostro cubierto de sudor. Aun así, en su mirada hay un intento patético de desafío, de mantener algún vestigio de control en una situación que claramente ya no domina.
—No caeré tan fácil... mi hija... la menor... buscará venganza. —logra pronunciar entre jadeos, su voz quebrada, pero con un hilo de terquedad que me arranca una carcajada desde lo profundo de mi garganta.
Una carcajada que llena la sala, resonando en las paredes como un eco siniestro.
—¿Tu hija? —repito, burlón, inclinándome un poco hacia él—. ¿Acaso no fuiste el primero en huir y abandonarlos? Dime, ¿ves a tu querida hija por algún lado?
Bruno intenta hablar, pero su boca solo se abre y cierra como la de un pez fuera del agua.
—¡Mi imperio no caerá! —gruñe finalmente, como si aferrarse a esa declaración pudiera salvarlo.
Mi sonrisa se borra al instante, reemplazada por una mirada fría, helada, cargada de una furia que he estado guardando desde el momento en que escuché su nombre.
—¿Tu imperio? —susurro, mi voz tan baja que obliga a todos a inclinarse hacia adelante para escuchar—. Tu puto imperio es de mi mujer.
Con un movimiento rápido, saco la cuchara que llevo conmigo desde que salí del club, mi mano firme mientras la clavo en su ojo con una fuerza que arranca un grito desgarrador de sus labios. Su cuerpo se retuerce en el suelo, sus manos luchando por liberar el dolor que ahora lo consume. La sangre brota rápidamente, manchando el suelo mientras su voz llena la habitación.
—¡Ahora cierra el maldito pico! —rugí, mi tono retumbando con una rabia contenida que finalmente encuentra su salida.
Me enderezo, observando cómo Bruno se agarra la cara con ambas manos, sus gritos transformándose en jadeos lastimeros. Mis hombres lo observan sin emoción, acostumbrados a la brutalidad, pero yo... yo me permito disfrutar el espectáculo. Porque este no es solo un acto de violencia; es una declaración. Cada grito suyo es una promesa cumplida, un paso más hacia la justicia que Aurora y mis padres merecen.
—Escucha bien, Bruno —digo, mi tono volviendo a ser frío, implacable—. Tu "imperio" no existe. Es de Aurora Petrova ahora. Y si alguien, cualquiera, intenta desafiarla... terminará peor que tú.
Arranco la maldita cuchara de su ojo con un movimiento seco, arrancándole otro grito que llena la habitación. La sangre gotea de la punta metálica, y mientras la observo, no puedo evitar una sonrisa torcida. Sí que funciona como un arma.
—Tocaste a mis padres, ¿los recuerdas? —mi voz es baja, pero el peso detrás de ella lo aplasta más que cualquier golpe—. Anastasia y Héctor Kozlov. Los traicionaste. Me los arrebataste, frente a mis malditos ojos.
Bruno intenta hablar, pero lo único que sale de su boca son jadeos entrecortados y un quejido de dolor. Su cuerpo se sacude débilmente, y puedo ver cómo su ojo restante me mira, lleno de terror, mientras lucha por comprender cómo llegó a este punto.
—Desde entonces, juré vengarme. —Mis palabras se vuelven más firmes, más cortantes, como cuchillas que atraviesan el aire—. Y... ¡qué casualidad! —exclamo, mi tono burlón mientras me pongo de pie y lo observo desde arriba—. Fuiste lo bastante estúpido para también tocar a mi mujer.
Paseo por la sala, dejando que mis pasos resuenen en el suelo. Me giro hacia él nuevamente, señalándolo con la cuchara, la sangre aun goteando de su punta.
—Hombre, de verdad la vejez te pegó fuerte. —Me río, una carcajada grave y seca que llena el espacio como un trueno—. No solo olvidaste lo que significa cruzarte con un Kozlov, sino que pensaste que podías salir ileso.
Me inclino otra vez, esta vez más cerca, dejando que mi rostro quede a centímetros del suyo.
—¿Y sabes qué es lo mejor de todo esto, Bruno? —murmuro, mi tono bajo pero cargado de un veneno que lo hace estremecerse—. No voy a matarte todavía. No. Voy a hacerte vivir lo suficiente para que veas cómo destruyo todo lo que alguna vez fue tuyo. Tu imperio, tu legado, tu maldito nombre. Todo será mío. Todo será de Aurora. Y tú no podrás hacer nada más que observar cómo el mundo se olvida de ti, como si nunca hubieras existido.
Este maldito viejo descubrirá que los jóvenes podemos ser mucho más sanguinarios.
Me alejo de Bruno, y fijo mi mirada en Ronan. Camino hacia él lentamente. Su cuerpo tiembla como una hoja bajo el viento, cada músculo suyo tensándose mientras intenta retroceder inútilmente. El miedo en sus ojos es casi tangible, pero no hay piedad en mí.
Cuando estoy lo suficientemente cerca, inclino ligeramente la cabeza. No le doy palabras, no le doy advertencias. Sin darle un segundo para respirar o siquiera comprender lo que está por venir, saco la navaja de mi bolsillo. La hoja brilla bajo la luz tenue de la sala, y por un breve instante, veo cómo sus ojos se fijan en ella, llenos de terror.
Es la navaja que Aurora me regaló cuando salió con sus hermanos. Un detalle perfecto para este momento, una herramienta perfecta para lo que estoy a punto de hacer.
Sin titubear, corto su garganta de lado a lado, profundo, con un movimiento preciso. La hoja atraviesa la carne con facilidad, y el sonido húmedo que sigue es un eco de lo inevitable. La sangre brota rápidamente, caliente y oscura, empapando mi mano mientras su cuerpo se estremece violentamente antes de desplomarse. Ronan no tuvo tiempo de gritar, ni siquiera de entender. Solo el silencio y el impacto de la muerte reclamándolo en cuestión de segundos.
Doy un paso atrás, dejando que su cuerpo caiga al suelo con un golpe sordo. La sangre se extiende como un charco creciente, tiñendo el mármol bajo sus pies. Miro el arma en mi mano, la navaja que Aurora eligió, ahora teñida con el pago de lo que Ronan y su familia le hicieron. Siento algo parecido a una satisfacción oscura.
Me giro hacia Bruno, quien me observa con el único ojo que le queda, su expresión oscilando entre el horror y una rabia impotente.
—Dije que te lo devolvería, pero no dije cómo.
Levanto la navaja, observándola por un momento antes de limpiarla contra la camisa empapada de sangre de Ronan, igual que lo hice con la cuchara.
—Así que aquí está tu sobrino, Bruno. Tal y como prometí —dejo caer la navaja al suelo frente a él, dejando que el sonido metálico rompa el silencio—. Pero ahora... es tu turno. Porque tú no solo tocaste a Aurora, Bruno. Tú tocaste a mis padres, destruiste mi familia. Y eso, viejo, es un pecado que no puedo perdonar.
🦇🦇🦇
OH. POR. DIOS.
SE NOS VIENE GENTEEEEEE EL ENCUENTRO ENTRE AURORA Y BRUNO Y UNA FUERTÍSIMA CONFESIÓN!!!!
Síganme en ig: @catasmp
Mientras más comentarios, más rápido traigo el próximo cap. JAJAJAJ QUE CHANTAJE ES ESE
COMENTEN TODO LO QUE PUEDAN!!!! Cada vez somos más y me encanta. Gracias por leer la historia 🦇
Besitos. ✨
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