Capítulo 17
︵‿︵‿୨ AURORA୧‿︵‿︵
Cian me guía hasta un cuarto que se encuentra alejado de la multitud, sus pasos firmes y seguros en el pasillo en penumbras. Cuando finalmente llegamos, abre una puerta de madera pesada, y me encuentro en el interior de un baño decorado al estilo de la Edad Media. La atmósfera es cálida y opulenta, con paredes revestidas en piedra y candelabros que arrojan una luz suave y parpadeante por la habitación.
El lavabo, colocado en el centro de la estancia, parece estar bañado en oro. Reluciente y lujoso, refleja la luz de las velas en un resplandor dorado que ilumina cada rincón de la habitación. El grifo, esculpido con intrincados detalles, parece una reliquia de tiempos pasados, su brillo intacto a pesar del paso de los años.
El espejo sobre el lavabo tiene un marco dorado con detalles elaborados, como si hubiera sido sacado directamente de un castillo medieval. Todo en este cuarto grita opulencia y poder, un reflejo del mundo en el que ahora estoy inmerso.
Respiro hondo, permitiendo que el ambiente me envuelva, alejando por un momento las tensiones de la noche. Cian se queda en la puerta, dándome un espacio que aprecio en este instante.
—Estaré afuera. —dice en voz baja.
Asiento en silencio mientras él se retira, cerrando la puerta tras de sí con un suave clic. El silencio en el baño es profundo, interrumpido solo por el suave crepitar de las velas. Me acerco al lavabo, mirando mi reflejo en el espejo dorado. La imagen que me devuelve es de alguien que ha vuelto a arruinar las cosas. Por mi culpa, el plan se fue al demonio. Quizá debí hacerle caso a esos imbéciles y seguirlos. Hades iba a asegurarse que nada me pasará y estaba segura que iba a seguirnos, pero en cuanto escuché los nombres de mis hermanos salir de sus bocas, perdí el control y las palabras escaparon. Llenas de rencor y rabia.
Paseo una mano por el borde del lavabo, sintiendo la frialdad del metal bajo mis dedos. Es irónico cómo en medio de tanto lujo, lo único que realmente importa es lo que está fuera de este cuarto. Hades. Sigo sin entender que cruzo por mi mente cuando le pedí que se encargará de ellos. Mi juicio se nublo al escucharlos menospreciar a Hades. Por un segundo, quise que sufrieran.
El ardor en mi mejilla ha disminuido, pero aún persiste, un recordatorio tangible de lo que sucedió hace solo unos minutos. Me miro en el espejo dorado, observando cómo mi reflejo parece un poco más cansado, un poco más endurecido por lo que he pasado. Mi piel, que estaba iluminada por el vestido, ahora tiene una sombra de preocupación que no estaba allí antes.
Cierro los ojos, permitiéndome un momento de vulnerabilidad. Me asusta lo que sentí cuando les pedí que se encargaran de esos hombres. No soy una persona violenta, pero en ese instante, algo oscuro surgió dentro de mí. La necesidad de proteger a Hades, de vengarlo, superó cualquier otra cosa. Y eso me asusta, porque no quiero ser esa persona. No quiero que la rabia y el deseo de venganza me definan.
Pero luego pienso en Hades, en todo lo que ha hecho para protegerme, para mantenerme a salvo en un mundo donde la violencia es la norma. Él vive en esa oscuridad todos los días, y lo hace por mí, por nosotros. Tal vez, solo tal vez, entender lo que él siente me acerca más a él, estoy dispuesta a dejarme manchar por esa oscuridad.
Abro los ojos, mirándome al espejo. Respiro hondo, calmando los nervios y salgo del baño.
Debo buscar a Hades.
Cian me recibe fuera, guarda su teléfono y extiende su mano, sujetando la puerta.
—Llévame con Hades, por favor.
Cian vacila un momento, su mirada se endurece y veo que se debate entre cumplir con mi petición o seguir las órdenes que seguramente ha recibido de Hades.
—No puedo hacerlo.... —comienza a decir.
—Te he dado una orden —lo interrumpo, con voz cortante, intentando mantenerme firme—. Llévame con él.
Duda unos segundos, lo suficiente para que mi determinación se refuerce. Sin esperar su respuesta, avanzo por mi propia cuenta. No sé exactamente hacia dónde fueron, pero recuerdo haber visto cómo subieron las escaleras y se perdieron entre las habitaciones. Mis pies se mueven casi por instinto, guiados por la necesidad urgente de encontrar a Hades, de estar a su lado. Los pasos apresurados de Cian me siguen por detrás.
Necesito ver a Hades, necesito saber que está bien, que estamos bien.
Mientras avanzo, las miradas de los demás se clavan en mí, camino con la cabeza en alto, fingiendo una seguridad que apenas logro sostener. No permitiré que vean mi miedo, no ahora. Mi mente está enfocada en un solo objetivo, y nada me va a desviar de mi camino. Cada paso que doy resuena en el pasillo, el eco de mis tacones reverberando contra las paredes. El aire se siente pesado, cargado de una anticipación silenciosa. Sé que lo que estoy a punto de ver no será fácil, pero estoy lista para lo que sea. Porque, al final, lo único que importa es Hades. No importa lo que haya hecho, lo que haya tenido que hacer, estoy dispuesta a enfrentarlo, a enfrentar cualquier cosa, si eso significa estar a su lado.
Finalmente, llego a las escaleras que había visto antes, y sin dudarlo, comienzo a subir. Cian sigue detrás de mí.
Subo las escaleras, recorriendo el pasillo que se abre ante mí, buscando la habitación donde sé que Hades estará. La tensión en mi pecho se intensifica con cada puerta que paso, sabiendo que en una de ellas encontraré la verdad de lo que ha sucedido.
Y entonces, al final del pasillo, lo veo. Una puerta entreabierta, luces tenues filtrándose a través de la rendija. Sé que es allí donde está Hades, y respiro hondo, preparándome para lo que voy a encontrar.
A medida que me acerco, las voces que antes eran apenas susurros se van aclarando. No son susurros. Son gritos.
El sonido me golpea como una ola de realidad. Los gritos son de dolor, desesperación y rabia, y me detengo un segundo, sintiendo cómo mi corazón se acelera aún más.
Pero no puedo detenerme ahora.
Avanzo con pasos más rápidos, casi sintiendo la urgencia de llegar a Hades antes de que algo peor suceda. Cada grito que escucho hace que mi estómago se hunda más, pero sigo adelante, guiada por la necesidad de estar con él, de entender lo que está ocurriendo. Cuando finalmente llego a la puerta, me detengo un momento, mi mano temblorosa sobre el pomo. El sonido de los gritos es más fuerte ahora, casi insoportable.
—Volvamos.
Cian intenta hacerme retroceder, pero lo detengo.
—Silencio. —Respiro hondo una vez más, intentando calmar los nervios que me invaden, y empujo la puerta con cuidado.
La escena que se desarrolla ante mí es como una visión sacada de una pesadilla.
Hades está allí, en el centro de la habitación, su rostro endurecido y su cuerpo tenso, rodeado de un aura de peligro inminente. Frente a él, dos hombres, los causantes de esos gritos desgarradores. Hades salta sobre uno de ellos, golpeándolo sin parar. Ahogo un grito cuando veo el rostro del hombre desfigurarse bajo los golpes, incapaz de desviar la mirada. El horror de la escena me paraliza, y aunque cada parte de mí quiere correr hacia Hades, detenerlo antes de que sea demasiado tarde, mis piernas se niegan a moverse.
Sus puños caen sobre el hombre con una violencia aterradora, golpeándolo sin parar. Los gritos del hombre llenan la habitación, mezclándose con el sonido sordo de los golpes, creando una sinfonía de dolor que parece no tener fin. La sangre comienza a manchar el suelo, pero Hades sigue, cegado por su furia.
Los gritos del hombre se convierten en gemidos, y luego, en un silencio aterrador. Pero Hades no se detiene. Sus puños continúan golpeando, cada vez con más fuerza, como si intentara borrar la existencia del hombre bajo sus manos.
—¡Destruye a esa familia! —grita enfurecido, sobresaltándome por la rudeza en su voz. Sigue sin detener sus golpes, el miedo me recorre el cuerpo al pensar que el hombre puede estar muerto—. ¡Los quiero suplicando por sus vidas!
—¡Hades!
Rowon le grita, haciendo que se detenga. Solo soy capaz de ver su espalda, pero el cuerpo de Hades pareciera relajarse solo un poco, lo suficiente para verlo levantar la cabeza e ir hacía el otro hombre que tiembla asustado en el suelo. Cierro los ojos, descubriendo que su destino es el mismo que el de su hermano. Me encojo mientras sus gritos y suplicas perforan mis oídos. Mi corazón late desbocado en mi pecho y las alarmas en mi cabeza advirtiéndome que debo salir de ahí, que debo alejarme de esa oscuridad que amenaza con consumirlo todo. Finalmente, el silencio cae sobre la habitación, un silencio tan espeso que parece que el aire mismo ha dejado de moverse. Abro los ojos lentamente, temerosa de lo que voy a encontrar. Veo a Rowon, que ha logrado tomar a Hades por detrás, sosteniéndolo con fuerza, como si intentara anclarlo a la realidad, sacarlo de ese pozo de ira en el que se ha sumergido.
—Vas a matarlo. —dice, intentando en vano de hacerlo entrar en razón.
—¿Acaso me ves como si me importará? La tocó, Rowon. Tocó a mi mujer y sabes bien que nadie tiene ese derecho. Ella no se mira. No se toca. Se respeta.
Sus palabras me atraviesan como un puñal, cada una de ellas cargada con una intensidad que me deja sin aliento. La devoción en su voz, el amor mezclado con la posesión y la rabia, es abrumador. Me encuentro luchando entre la necesidad de consolarlo y el miedo que me provoca ver hasta dónde puede llegar por mí.
No quiero convertirlo en un asesino.
Él ya es uno.
Cian tira de mi cuerpo, pegándolo en la pared. Los hombres de Hades pasan frente a nosotros con los cuerpos inertes de ambos hombres, dejando un rastro de sangre. Me quedo helada con la escena, no soy capaz de prestarle atención a las voces de Hades y Rowon. Solo puedo seguir la sangre manchando el piso.
—Mikhail. Tu sueño se cumplió, deshazte de estos hijos de perra. Utiliza tu mierda de diario si quieres.
Sus palabras son como un cuchillo afilado, cortando a través del entumecimiento que me había envuelto. La frialdad con la que habla, la indiferencia ante la vida que acaba de quitar, me sacude hasta lo más profundo. Pero antes de que pueda procesar lo que siento, las puertas vuelven a abrirse.
Mikhail sale de la habitación, sus ojos brillando con una emoción que no puedo identificar del todo, pero que me inquieta profundamente. Sus palabras, sin embargo, me congelan aún más.
—Estoy tan contento, que no pienso amargarme con tus burlas. —dice, su tono lleno de una especie de satisfacción que solo alguien como él podría sentir en un momento como este.
Nuestras miradas se encuentran por un segundo, y mi corazón se detiene al temer que Mikhail diga algo sobre mi presencia, que exponga mi vulnerabilidad en medio de todo este caos.
—¡Nos vamos a divertir tanto! —continúa Mikhail, sin dejar de sonreír con una sonrisa torcida—. ¡Siempre quise cortar una mano! Sobre todo, la tuya, no debiste tocar a mi cuñada.
La palabra "cuñada" resuena en mi mente, sacudiéndome de nuevo. Es un recordatorio cruel de cómo me ve este grupo, de cómo mi conexión con Hades ha cambiado mi vida irrevocablemente. Y aunque una parte de mí se siente segura con ese lazo, otra parte se siente atrapada en un mundo de oscuridad y violencia del que no sé si quiero ser parte.
Cian, que ha permanecido en silencio a mi lado, me aprieta el brazo suavemente, sacándome de mis pensamientos. Me doy cuenta de que mi respiración es rápida y superficial, y trato de calmarme, de no mostrar cuán afectada estoy por lo que acabo de ver.
—Fue todo un espectáculo, ¿no crees? —susurra, desapareciendo por el oscuro pasillo.
Cuando las puertas finalmente se cierran, el silencio que queda es ensordecedor. La realidad de lo que acaba de ocurrir me golpea con toda su fuerza, y por un instante, me siento abrumada por la magnitud de la oscuridad en la que me he sumergido. Trago saliva, tratando de encontrar las palabras, pero nada sale. Todo lo que puedo hacer es quedarme allí, observándolo, intentando procesar todo esto. No ha notado mi presencia, en cambio, camina despacio hasta un espejo largo, dura unos minutos mirándose y balbuceando cosas que no logro comprender por la distancia. Rowon le entrega un pañuelo e intenta limpiarse toda la sangre que trae encime. Su traje ha quedado hecho un desastre. Se coloca la chaqueta y desde mi posición, pareciera que nada ha ocurrido. Luce como un hombre cualquiera viendo su reflejo, sin rastro alguno de la furia asesina que había visto momentos antes.
Pero entonces, Hades voltea y sus ojos encuentran los míos, tomándome completamente desprevenida. Contengo la respiración, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho mientras nuestras miradas se conectan. Puedo ver la sorpresa en su rostro, y por una fracción de segundo, algo más se desliza en su expresión: miedo.
Avanza hacia mí, sus movimientos cuidadosos, casi como si temiera asustarme. Pero es demasiado tarde; el peso de lo que he presenciado me abruma, y antes de que pueda detenerme, retrocedo instintivamente, poniendo distancia entre nosotros. Mi mente es un caos, una tormenta de emociones que no puedo controlar. Siento una mezcla de horror, tristeza, y algo más que no puedo definir, pero que me consume desde dentro.
No puedo enfrentar esto, no aquí, no ahora.
Sin pensar, giro sobre mis talones y salgo de la habitación. Mis pasos son rápidos, casi desesperados, mientras trato de alejarme de la escena, de la oscuridad que parece envolvernos a ambos.
El corredor parece interminable mientras avanzo, pero no me detengo. Solo sé que necesito aire, espacio, algo que me permita ordenar el torbellino de emociones que me invade. Hades, la violencia, el miedo... todo se mezcla en mi mente, haciéndome sentir como si estuviera a punto de romperme en mil pedazos.
Finalmente, llego a las escaleras. Me detengo por un instante, apoyándome en la barandilla mientras intento recuperar el aliento. El aire en el corredor se siente denso, cargado de la tensión que dejé atrás, y aunque sé que necesito seguir adelante, mi cuerpo parece resistirse, paralizado por la avalancha de emociones que me abruma. El frío de la barandilla contra mis dedos es la única ancla a la realidad que tengo en este momento. Me obliga a concentrarme, a calmarme lo suficiente como para decidir qué hacer a continuación. Sé que necesito aire para aclarar mi mente, pero mi cuerpo se niega a seguir avanzando.
No puedo.
No puedo seguir alejándome de Hades. Y en ese instante, lo entiendo todo. La oscuridad, la violencia, el odio que lo consume, todo eso lo ha hecho por mí, para protegerme, para asegurarse de que nadie vuelva a dañarme. Y aunque esa realidad me asusta, también sé que no puedo rechazarlo. No puedo alejarme de él, porque, al final, Hades y yo estamos hechos de la misma oscuridad.
—Estoy aquí. —susurro, con voz decidida.
Giro sobre mis talones, dispuesta a volver con el hombre que desde siempre ha estado conmigo, dispuesto a todo. Pero, cuando termino de subir las escaleras, lo encuentro. Me congelo en el sitio, mi pecho se contrae al ver la desesperación y el dolor cruzar su rostro. Que tonta fui. Por mi indecisión y no saber controlarme, termine dañándolo. Mirándolo fijamente, asiento, queriéndole demostrar que no voy a correr, dando un paso hacia él, dispuesta a aceptar todo lo que viene con estar a su lado, incluso la parte de él que vive en las sombras.
Nuestros cuerpos se rozan, y la intensidad del momento se vuelve casi insoportable. Elevo la cabeza, buscando sus ojos, y antes de que pueda decir algo, Hades me toma por sorpresa. Cae de rodillas frente a mí, como si todo el peso de lo que siente lo hubiera derribado de golpe, sus brazos rodeando mi cintura con una desesperación que nunca había visto en él.
—Aurora... —su voz es un susurro quebrado.
Siento sus manos temblar mientras se aferran a mí, y todo lo que puedo hacer es rodearlo con mis brazos, sosteniéndolo con la misma intensidad. Las emociones se desbordan, y aunque el miedo y la oscuridad siguen presentes, también lo está la certeza de que no puedo, no quiero, estar lejos de él.
—Estoy aquí, Hades —murmuro, mis manos acariciando su cabello, buscando calmarlo, reconfortarlo—. No me voy a ir. No importa lo que pase, estoy contigo.
—Eres todo para mí —susurra Hades, su voz temblando mientras entierra su rostro en mi abdomen, aferrándose a mí como si temiera que pudiera desvanecerme—. No sé qué haría si te pierdo.
—Oh, cariño mío —Lo sostengo con más fuerza, mis propias lágrimas cayendo mientras sus palabras me atraviesan—No me vas a perder —le aseguro, mi voz firme a pesar de la emoción que me embarga—. Pase lo que pase, no te voy a dejar.
Hades se aferra a mí, como si mi presencia fuera lo único que lo mantiene conectado a la realidad. Su respiración es pesada, irregular, y cada vez que lo siento temblar, mi corazón se aprieta aún más. Fue culpa mía.
—Cuando vi el miedo en tus ojos, creí que perdería la cabeza —confiesa, su voz rota, llena de un tormento que lo ha estado consumiendo por dentro—. Pensé que... pensé que te habías dado cuenta de lo que realmente soy y que me abandonarías.
—No soy perfecta —susurro, con mi dedo, elevo su mentón, obligándolo a mirarme—. También tengo mis miedos, Hades. Pero estamos en esto juntos. No importa lo que venga, no importa lo que enfrentemos, no voy a dejarte.
—Tuviste miedo... de mí.
Curvo mi espalda, juntando nuestros rostros. Frunzo el ceño, no por él, sino por mí misma, molesta por haber permitido que ese pensamiento cruzara por su mente. No puedo soportar que crea que le temo, porque la verdad es mucho más profunda que cualquier temor pasajero.
—Escúchame bien, Hades —digo, mi voz firme, resonando con la emoción que me invade—. Mírame a los ojos y entiende esto: no importa lo que haya visto, no importa lo que hayas hecho o lo que seas capaz de hacer, jamás podría temerte. No hay oscuridad en ti que pueda alejarme, no hay sombra que apague lo que siento por ti. Así que no, Hades, no podría tener miedo de ti, porque tú eres mi refugio, mi fuerza. Lo que sienta por ti no puede ser destruido por el miedo.
Hades se inclina hacia mí, su frente apoyándose contra la mía, nuestros alientos mezclándose. El contacto es suave e íntimo.
La necesidad de hacerle entender mis palabras y que no dude, me invade. Sus hombros caen, rendidos. Por fin su cuerpo comienza a relajarse, pero su agarre alrededor de mi cintura sigue firme.
—¿Qué?
Tomándolo por sorpresa, tiro de su corbata y junto nuestros labios. Dioses. ¿Cuándo voy a acostumbrarme a sus besos? La fuerza del impacto, me desestabiliza, pero Hades se levanta, despegando solo unos segundos nuestros labios y vuelve al ataque, quitándome la respiración. Sigue tomándome como si fuese completamente suya. Lo soy.
Mi espalda choca contra el barandal de la escalera, su cuerpo sobre el mío, una de sus manos me sujeta por la cintura y suelto un jadeo cuando con la otra empuja mi nuca para profundizar aún más el beso.
Separo nuestros labios y me acerco a su oído para susurrar:
—No tengo miedo de ti. Ahora mismo, en estos momentos, solo quiero una cosa.
—¿El qué? —su voz ahogada en placer.
—Hazme tuya, Hades. Déjame demostrarte que no temo de ti.
La respuesta a mis palabras es inmediata. Siento cómo su cuerpo se tensa, sus manos apretando con más fuerza, como si mis palabras hubieran desatado algo profundo en él. Sus labios regresan a los míos con una urgencia renovada, y en ese momento, no hay más dudas, no hay más miedo.
—¿Estás segura? —jadea, su mirada buscando la certeza en la mía—. Si me pides que me detenga, lo haré.
Sus palabras, aunque cargadas de deseo, están llenas de un cuidado que me desarma. Veo la lucha en sus ojos, el deseo de entregarse por completo y la necesidad de asegurarse de que esto es lo que quiero. Es un recordatorio de que, a pesar de todo, Hades siempre pone mi bienestar por encima de todo.
Sonrío suavemente, acariciando su rostro con mis dedos, dejando que sienta la firmeza de mi decisión.
—Estoy segura —susurro—. No quiero que te detengas. No necesito que lo hagas. Confío en ti, Hades, más de lo que confío en mí misma.
Sus ojos se oscurecen con una mezcla de alivio y deseo mientras mis palabras lo envuelven. Entonces, con una pasión que me deja sin aliento, Hades me toma en sus brazos, como muchas veces antes y avanza por el pasillo, alejándose cada vez más de las personas abajo. Miro alrededor, dándome cuenta que no es el mismo pasillo de antes, es uno totalmente diferente. Entonces caigo en cuenta de algo.
—¿Cómo conoces tanto este lugar?
Hades sigue caminando sin despegar la vista del frente, su rostro serio y enfocado, pero siento la tensión en su cuerpo cuando responde.
—Me pertenece —responde con una voz baja y segura, como si estuviera revelando un secreto que había mantenido oculto durante mucho tiempo—. Era de mis padres. Es una de las tantas propiedades que nadie sabe que soy el dueño.
Este lugar, tan lujoso y lleno de historia, es parte de su pasado, un pasado que apenas estoy comenzando a descubrir. Pero en lugar de sentirme abrumada por lo que no sé, me invade una sensación de conexión más profunda con él. Hades me está llevando a un lugar que es parte de su vida, un lugar que guarda secretos de su historia.
Nos detenemos frente a una puerta grande y antigua, sus detalles elegantes y gastados por el tiempo. Hades me baja con cuidado, dejando que mis pies toquen el suelo, pero no suelta mi mano. Abre la puerta, y al entrar, me encuentro en una habitación que refleja el mismo lujo y elegancia del resto de la casa, pero con un toque más personal, más íntimo.
—Este era el refugio de mis padres —dice, con voz suave—. Un lugar donde podían escapar del mundo. Ahora es nuestro.
Entro, quedando en el centro de la habitación. Hades cierra la puerta, para luego girar a mirarme. Con un gesto lento y deliberado, deslizo mi cabello hacia un lado, dejando mi cuello y espalda al descubierto, camino lentamente a su encuentro. No necesito decir nada; el silencio entre nosotros lo dice todo. Mis ojos encuentran los suyos, y en ese cruce de miradas, le pido en que desabroche el vestido. Hades da un paso hacia mí, su respiración controlada, pero la intensidad de su deseo es palpable en el aire que nos rodea. Sus manos, grandes y seguras, se acercan a mi espalda, y con una precisión que solo él podría tener, desabrocha el vestido que cubre mi cuerpo. Siento el ligero tirón de la tela soltándose, y en ese simple acto, hay una promesa de lo que está por venir.
Una vez que ha terminado, vuelvo a donde estaba, en el centro de la habitación, con su mirada fija en mí, expectante. Tomo un respiro profundo, dejando que la sensación de lo que estamos a punto de compartir se asiente en mi mente. Luego, en un movimiento suave, dejo que la tela del vestido caiga al suelo, deslizándose por mi piel hasta quedar en un suave charco de seda a mis pies. Dejó que vea mis marcas, las quemaduras y cicatrices. Siempre pensé que odiaría estar desnuda frente a un hombre. Pero no frente a él.
Deseo que me toque. Bese. Acaricie. Que me vuelva un completo desastre.
El aire fresco de la habitación acaricia mi piel desnuda, y aunque una parte de mí debería sentirse vulnerable, no lo estoy. Estoy completamente entregada a este momento, a él, sabiendo que no hay necesidad de esconderme ni de temer. Bajo la intensidad de su mirada, me siento más poderosa, más segura que nunca.
Hades no aparta la vista, sus ojos oscuros recorriendo mi cuerpo. Su respiración se vuelve más pesada, más controlada, mientras da un paso hacia adelante, acortando la distancia que aún nos separa. Su mano sujeta la mía.
—Está es la única prueba que necesitas para saber cómo me pones. —atrapa mi mano en su erección.
La dureza bajo mis dedos me sorprende, pero lo que más me impacta es la forma en que él se inclina hacia mí, sus ojos fijos en los míos, dejándome ver lo mucho que me necesita. Trago saliva, sintiendo cómo mi respiración se acelera en respuesta. El calor que irradia su cuerpo es contagioso, extendiéndose por el mío hasta llegar a mi centro, donde siento la humedad formándose en mi ropa interior.
Mis dedos se mueven instintivamente, explorando la firmeza de su erección a través de la tela.
—Creo que debo tocar bien esa prueba de la que hablas.
Una risa burbujeante escapa de su garganta.
—Claro que sí, pequeña traviesa.
Hades se inclina, sus labios rozando mi cuello y su respiración erizando mi piel. Jadeo al sentir su lengua deslizándose, mientras sus manos encuentran su camino a mi cintura, sujetándome con una posesividad que me hace sentir completamente suya.
—Hades, por favor. —suplico, afirmándome de su cuello.
—Dilo, cariño. Necesito que me lo digas.
No. No lo necesitas. Pero quiere asegurarse de que estoy tan dispuesta como él, de que deseo lo mismo con la misma intensidad.
—Follame, A chuisle.
—Mierda, cariño. No sabes cuánto me calienta que hables mi idioma. —gruñe, con voz cargada de deseo.
En un movimiento rápido y decidido, aprieta su cuerpo al mío, encajando su dura verga entre mi intimidad palpitante. La fricción y la cercanía me llenan de anticipación, de una necesidad desesperada por sentirlo más, por tenerlo más cerca. Sin perder el contacto visual, Hades me coge en brazos, levantándome. Me deposita con cuidado en la cama, sus ojos nunca apartándose de los míos, y el simple gesto me hace sentir adorada, deseada de una manera que nunca antes había experimentado.
—Abre ese delicioso coño para mí. —susurra, con voz grave resonando en la habitación.
Obedezco sin dudar, separando mis piernas con una mezcla de ansiedad y deseo. Su mirada recorre mi cuerpo con una intensidad que me deja sin aliento, y en ese momento, sé que estoy completamente a su merced. Hades se detiene por un instante, sus ojos recorriendo cada centímetro de mi cuerpo con una intensidad que me hace temblar de anticipación. Su mirada oscura y hambrienta, se fija en mi entrepierna; húmeda y ansiosa. Mi respiración se vuelve pesada y entrecortada.
—Eres jodidamente hermosa. —murmura.
Sus manos viajan por mis muslos, separándolos aún más, abriéndome completamente para él, dejándome expuesta y vulnerable. Se inclina hacia adelante, sus labios rozando la piel sensible de mi muslo, y un jadeo escapa de mis labios cuando su lengua hace contacto. Su lengua se desliza lentamente, acercándose peligrosamente a mi centro, donde siento una insistente pulsación.
—Hades, por favor... —susurro, con voz cargada de deseo, suplicando por más.
Él sonríe contra mi piel, disfrutando de mi desesperación, y sin previo aviso, su boca finalmente encuentra su objetivo. Un gemido desgarrador se escapa de mis labios cuando su lengua roza mi clítoris, enviando olas de placer por todo mi cuerpo. Mis manos se aferran a las sabanas mientras mi espalda se arquea cuando su boca devora despiadadamente mi coño. Mi cuerpo se mueve instintivamente hacía él, exigiendo más. Mis caderas parecer cobrar vida propia. Moviéndose al ritmo de sus lamidas.
—Mierda, Hades... —jadeo, con voz temblorosa—. No pares.
Obedece, aumentando el ritmo; lame y chupa, arrancando gemidos de mi garganta. Grito su nombre una y otra vez, como si fuera una oración, un mantra que me mantiene conectado a la realidad mientras mi cuerpo se sumerge en un mar de placer. Sigue succionando y lamiendo, me tenso al sentir su mano deslizarse. Mi respiración se acelera cuando sus dedos tocan tentativamente mi entrada, jadeo y gimo. Dos dedos. Cierro los ojos al escuchar esa maldita voz en mi cabeza.
Repugnante. Asquerosa. ¿En serio estás dejando que su lengua lama el lugar donde incontables hombres estuvieron?
Aprieto mis piernas y muevo mi mano hacía mi centro, separando la cara de Hades.
—¿Sucede algo, pequeña?
Se levanta, quedando en una posición que me hace imposible no mirarlo. Sacudo la cabeza, conteniendo las ganas de llorar. Íbamos tan bien. Tenía que arruinarlo. Hades acuna mi rostro entre sus manos.
—No haré nada que no quieras, pero algo me dice que es otra cosa, ¿es así, pequeña?
—Está sucio —susurro—. Yo estoy sucia.
Hades acerca su rostro aún más, las puntas de nuestras narices se rozan.
—No voy a obligarte a nada. No soy como esos hombres.
Sus palabras me golpean. Las lágrimas que intentaba contener, escapan.
—Tu eres mi salvador, Hades. Jamás pensaría que eres como ellos.
—Y yo jamás pensaría que estas sucia, cariño. Solo mírame, mi verga está tan dura que duele. Solo pienso en ver tu dulce rostro lleno de placer.
Sin poder contenerla, una leve risa escapa de entre mis labios. Mi hombre. El único capaz de decir algo lindo y sucio a la vez, y que logré sonar bien.
Suspiro, volviendo a separar mis piernas. Muerdo mi labio, acallando las voces.
—Sigue.
Una sonrisa lobuna aparece en su rostro.
—Como mi reina ordene.
Y su ataque parece más feroz, más deseoso y menos controlado. Succiona y chupa, dejándome sin aliento, esta vez sus dedos penetran sin cuidado, haciéndome gritar de placer. Arqueo mi espalda y mi mano viaja a su cabello, jalándolo cada vez más cerca de mi entrada. Masajea mi clítoris sin dejar de lamer, mi cuerpo se tensa cuando sus dedos y boca se sincronizan. Segundos después, siento mi cuerpo convulsionar de placer y la vista se vuelve borrosa. Mierda. ¿Los orgasmos siempre fueron así de maravillosos?
🦇🦇🦇
¿Han oído la frase "La tranquilidad antes de la tormenta"? Pues, aquí quedaría perfecto.
Ya se vienen capítulos donde tendremos el corazón en la mano, uno sufrirá o tal vez los dos. Sigo sin saberlo. Jiji.
Oh, me habían pedido dedicar un cap por el cumpleaños de esta personita, no soy de hacer estas cosas, pero buenooo ¡Feliz cumpleaños @M_SHADAI!
Buenooo, disfruten.
Comenten y voten.🦇❤️🩹
Besitos.💋
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