Prólogo.
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Donde nace la esperanza,
alguna vez,
nació la desesperación.
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Pensar en la inmortalidad, era ilógico en su mente. No había razón para desear aquello, simplemente era algo eterno, la inmortalidad si vivía en la vida, ésta no haría más que torturarte, pues sólo era inmortalidad, no serías inmune a golpes, daños tanto físicos como sentimentales o psicológicos, eras débil aún; la inmortalidad no te prometía resistencia. Pues no morirías nunca del dolor, pues no había muerte, ¿cierto?. Además, no harías nada más que ver a tus seres queridos morir por causas naturales, ellos poseerían arrugas, y tú piel tan suave, ellos apariencia agotada, y tú juventud y energía máxima. No podías hacer nada para detenerlo.
Así que para su conclusión, la inmortalidad era una farsa.
Hasta aquel momento.
Bajo la penumbra eterna, abrazadora, inquietante y tan impertinente; no había más que desesperación. Lo único que anhelaba, era encontrar la salida. Ver al menos un mínimo rayo de sol. Una última vez por lo menos.
Al menos aún había algo que lo ataba a la tierra, como cadenas con fuertes eslabones. Le hacía mantener una cordura aún dentro del inquietante mundo de sombras. Cierta voz angelical, a veces cantarina; al reír no podía evitar comparar aquello como una exquisita melodía que le mecía cual madre y su arrullo; le calmaba simplemente. Al hablar era una hipnosis que le atraía mediante su sentido auditivo, como una canción pegadiza que no se iba de su mente tan rápidamente; siempre le regalaba toda la atención del mundo cuando venía y le contaba sus experiencias del día u horarios a realizar. Pero cada que le cuestionaba aquella melodiosa voz, con tono sereno, una pregunta que le traía a la realidad, su ánimo disminuía.
—¿Cuándo despertarás? —cuestionaba sintiendo un toque suave, ligero e inocente en su mano, siendo apretada con ligereza. Pero sonreía al oír lo que tanto amaba después del golpe de realidad—. Quiero ver tus ojos, saber si son tan hermosos y pecaminosos como su rostro, hyung.
Sentir el toque de aquellos suaves y delicados dedos, paseándose en libertad y cierto toque de curiosidad por cada parte de su rostro; sentir las caricias y leves cosquillas cuando se dirigía al cuello. Y a veces acompañando de un arrullo, que salía por la voz de aquel muchacho desconocido, al tararear una de sus canciones favoritas. Todo aquello era un complemento perfecto para mantenerse estable, dentro de un mundo que no hacía nada más que recordarle el porqué estaba ahí, que no hacía más que recordarle su pasado.
—Yo esperaré hyung, de eso no cabe duda.
Y aquello era como se basaban sus días, tan estresantes al primer movimiento en los cuales su sentido auditivo comenzaba a trabajar a las mañanas, a unos de los cuales quedaban guardados como lo único que tenía de un mundo tan desastroso como el suyo.
Aquel muchacho era su sustento para mantenerse en pie, y no dejarse arrastrar a un mundo mucho peor que en el que ya luchaba.
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Referencias:
Broken Glass - Sia.
Natural - Imagine Dragons.
Y a algunas frases de:
Assassin's Creed.
Nicolás Maquiavelo.
Espero sea de su agrado...
YoungMi17ⓒ.
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