Capítulo 18.
No había conseguido dormir. Desde que Freen había dejado su habitación para dirigirse a la de invitados luego de que la película terminó la noche anterior, no paró de dar vueltas en la cama sin lograr conciliar el sueño. Ahora los primeros rayos de luz comenzaban a filtrarse a través de la ventana iluminando ciertos puntos del cuarto mientras ella permanecía tumbada de espaldas en la cama con los ojos clavados en el techo. El día cuya llegada llevaba temiendo desde hace mucho estaba ahí y no había manera de volver el tiempo atrás para evitarlo. 28 de mayo. El día del accidente. El día en que Irin Armstrong perdió la vida en un accidente de auto mientras conducía de regreso a casa con su hermana menor como copiloto. El día en el que la vida de Rebecca dio un giro de 360 grados en un abrir y cerrar de ojos.
Tragó con fuerzas sintiendo la garganta seca y cerró los ojos. El día apenas comenzaba y su mente ya estaba jugándole una mala pasada. Sentía que podía oír el chirrido de los neumáticos contra el asfalto mientras el auto daba vueltas, los gritos de su hermana fundiéndose con los de ella, un estruendo y un montón de cristales yendo en todas las direcciones. Y luego silencio y dolor. Mucho dolor. Sintió una opresión en el pecho y apretó el cubrecamas con sus manos hechas puño.
-Home, let me come home.- Cantaban ambas a todo pulmón- Home is wherever I'm with you.
-Bien mi turno. - Dijo Rebecca señalando que era su turno de escoger la siguiente canción cuando la anterior acabó.
-Está bien, pero procura que sea un clásico.
La castaña sonrió frente a las palabras de su hermana mayor y la vio de reojo luego de pulsar con su pulgar la siguiente canción que apareció en aleatorio desde su móvil conectado a la radio del coche. El melodioso y tranquilo sonido de una guitarra le dio início a Just Breath de Pearl Jam. La sonrisa de Irin creció poco a poco y le dio una mirada rápida y cómplice a Rebecca antes de volver su vista al frente. Pero en cuanto sus ojos volvieron a la carretera una potentes luces que se acercaban desde el sentido contrario la cegaron un par de segundos y luego se escuchó la estruendosa bocina de lo que parecía ser un camión. Irin vio como el enorme vehículo se acercaba peligrosamente a ellas y maniobró como pudo para evitar la colisión y lo consiguió, pero aun así el resultado no fue el mejor.
El auto comenzó a dar vueltas y vueltas chocando con las barreras de contención hasta que se volcó y todo se detuvo. Rebecca luchaba por abrir los ojos, vio lo que parecía ser una nube de humo, cristales rotos y sangre. Mucha sangre. El pánico la invadió y se giró para ver a Irin. La mayor de las hermanas Armstrong estaba inconsciente y la sangre cubría su rostro. Rebecca creyó haber gritado su nombre, pero lo único que salió de sus labios fue un casi inaudible murmullo, justo antes de desmayarse.
Abrió los ojos de golpe y sintió de inmediato cómo se le llenaban de lágrimas. Después de eso, todo pasó demasiado rápido. El sonido de las sirenas de una ambulancia, voces que se daban órdenes unas a otras, su desesperación al despertar justo cuando estaba en una camilla de hospital con un montón de personas moviéndose a su alrededor y sin tener señal alguna del paradero de su hermana. Se sostuvo de la pared y cerró los ojos sintiendo el agua caliente resbalar por su cabello y hacia el resto de su cuerpo. Sabía perfectamente que se pasaría el resto del día rememorando cada instante de aquel fatídico día. Apenas llevaba en pie casi una hora y ya no podía soportarlo, ¿Cómo se supone que lograría sobrellevar el resto de aquel día?
Sintió la mirada de reproche que Freen le dio cuando se negó a aceptar el desayuno y tragó con fuerza cuando notó la mirada perdida y nostálgica que tenía su madre. Rawee había optado por mantener su pulcro y elegante estilo vistiendo completamente de negro. Rebecca en cambio, optó por usar el color favorito de Irin. Amarillo. Creyó que su madre le reprocharía la elección, pero para su sorpresa, Rawee no hizo absolutamente ningún comentario al respecto. Luego del desayuno, se dirigieron a una capilla local en donde se daría una misa para conmemorar la muerte de su hermana. Se pasó media hora saludando a familiares, amigos y otras personas que decían haber conocido a Irin, pero a quienes ella jamás había visto interactuar con su hermana más de una vez en el pasado.
Después de la cuarta persona, sintió cómo si hubiese activado una especie de piloto automático y repitió los mismos gestos y palabras para todo el que se le acercaba. Una vez que la misa terminó, Rawee se encargó de despedir a los invitados para después dirigirse al cementerio. Todo su cuerpo se estremeció cuando su madre aparcó el coche y con voz temblorosa le pidió unos minutos antes de bajar del auto. Rawee solo asintió y abandonó el vehículo dándole espacio.
- ¿Estás bien? - Preguntó Freen luego de unos segundos de total silencio dentro del coche.
-No puedo creer que se haya cumplido un año. - Susurró con la vista clavada en el respaldo del asiento del piloto- No he venido aquí desde el funeral. - Confesó con voz apenas audible- No puedo hacerlo.
-Sí puedes. - Freen tomó su mano sobre el asiento y le dio un fuerte apretón- Puedes hacer esto, Bec. - Continuó diciendo- Irin querría que lo hicieras.
-Debe está enfadada conmigo. - Dijo al borde del llanto- Dios, no la he visitado en un año. - Dejó escapar las primeras lágrimas cerrando los ojos con fuerza.
-No digas eso. - Freen se apresuró a negar- Rebecca, tienes que hacer esto. No hay otra manera de avanzar si no lo haces.
Sabía muy bien que Freen tenía razón. Eso era exactamente lo que Mhee había tratado de hacerla entender desde que había comenzado a asistir a terapia. 'Si no te enfrentas, te perseguirá de por vida sin dejarte avanzar, Rebecca. Enfrentar y aceptar la muerte de Irin es lo único que puede ayudarte a superarlo', era lo que su antigua psicóloga solía decir justo antes de que ella se levantase de su lugar para dejar la consulta. Cerró los ojos una vez y tomó una respiración profunda antes de abrirlos otra vez y mirar a la chica de ojos miel junto a ella.
- ¿Vas a estar conmigo todo el tiempo? - Preguntó temerosa aun cuando sabía que la respuesta sería afirmativa.
-Por supuesto que sí.
-De acuerdo. - Dijo en leve murmullo antes de abrir la puerta del auto.
Freen no tardó en imitarla y rodeó el coche con rapidez para llegar a su lado. Rebecca sintió que las piernas le fallarían cuando se detuvieron a unos pasos de distancia de la lápida negra grabada con letras blancas.
'Irin Armstrong Vincent 1998-2021, amada hija y hermana.'
Rawee estaba de rodillas frente a la tumba de la mayor de sus hijas. Había dejado un ramo de rosas blancas sobre el césped junto a la lápida y con ambas manos tocaba la piedra pulida acariciándola. Sus sollozos discretos, pero aun así audibles y las ligeras sacudidas que daban sus hombros indicaban que lloraba. Rebecca sintió su corazón comenzar a latir con fuerza y rapidez dentro de su pecho mientras sus propias lágrimas seguían empapando su rostro. La mano de Freen reposo en su espalda baja como si le intentase recordar con aquel gesto que estaba ahí si la necesitaba. Cuando su madre se apartó de la lápida, ella dio un paso dudoso al frente.
La mujer la animó con asentimiento mientras se secaba la cara con un pañuelo de seda. Recordó todas las veces que su hermana se había burlado de su madre por cargar uno de esos ridículos pañuelos ostentosos bordados con sus iniciales y casi se le escapa una risa divertida. Antes de seguir avanzando, se giró para ver a su madre y a Freen armándose de valentía para hablar.
-Necesito estar sola. - Pidió.
- ¿Estás segura? - Preguntó Rawee con preocupación y ella solo asintió.
-Llámame si me necesitas ¿De acuerdo? - Dijo Freen antes de alejarse de allí.
Aún indecisa, acortó la distancia que quedaba entre ella y la piedra tallada con el nombre de su hermana. Se arrodilló frente a esta sintiendo el césped y la tierra húmeda en contacto con la piel de sus rodillas. Una de sus manos temblorosas acarició el nombre escrito en letras blancas. La superficie era fría y áspera. Pensó en cuanto odiaba el color negro en ese momento. A su madre le había parecido clásico, para ella no resultaba más que lúgubre.
-Siento no haber venido antes. - Dijo en susurro- No podía hacerlo, tenía miedo. Fui una cobarde. - Hizo una pausa- Pensé que... - Su voz se quebró- Pensé que si no venía aquí podría hacer como si nada hubiese pasado, que podría aferrarme a la idea de algún día verte entrar en casa con esa sonrisa tan entusiasta. - Sonrió entre lágrimas- No te imaginas lo mucho que te extraño. - Ahogó un sollozo- Siento como si te hubieses llevado un pedazo de mí contigo. Estoy pérdida, incompleta.
Una ligera brisa alborotó su cabello e hizo rodar sobre el pasto un par de hojas sueltas de un árbol que había allí cerca. Miró a su alrededor durante un par de segundos apreciando los extensos metros de tierra y las miles de lápidas que había en aquel cementerio.
-Estoy en terapia, tengo ansiedad y sufro de pesadillas a menudo. Me he pasado lo que va de día enfrascada en los recuerdos de la noche del accidente. No puedo sacármelo de la cabeza y tampoco puedo dejar de preguntarme ¿Cómo se supone que siga adelante sin ti? - Dijo al viento- Entré a la universidad. - Comentó luego de unos segundos de silencio- No ha sido fácil, pero me gusta. Freen está ahí conmigo, ¿La recuerdas? - Sonrió al pensar en la pelinegra y se secó los ojos con el dorso de la mano sorbiendo su nariz- Nos besamos, dos veces y, creo que siento cosas por ella. - Confesó con timidez- Apuesto a que estás burlándote de mí ahora mismo. - Rio por lo bajo- Ayúdame ¿Quieres? - Pidió alzando la mirada al cielo- Ayúdame a aceptarlo y a superarlo. Ayúdame a volver a disfrutar de la vida como a ti te gustaba hacerlo y prometo vivir por las dos. - Tragó con fuerza- Te amo, te extraño y prometo venir más seguido ¿De acuerdo?
Retiró su mano de la superficie fría y besó la punta de sus dedos antes de volver a tocar la piedra. Se puso de pie mientras se prometía a ella misma que se recuperaría y comenzaría a vivir otra vez. A vivir la vida que ella quería y la que a Irin le hubiese gustado vivir.
...
Sonrió al ver a su madre reír debido a la historia que Malee estaba contando. Una vieja, pero graciosa anécdota de los inicios de las hermanas Armstrong en la gimnasia. Su madre casi nunca reía, era una mujer que reprimía al máximo sus emociones como si temiera mostrarse débil y vulnerable. Sin embargo, ahí estaba, riendo como si estuviese acostumbrada hacerlo. Rebecca pudo notar que lo disfrutaba y se prometió así misma intente hacer que sucediera más a menudo. Había imaginado muchas veces antes el cómo sería visitar la sepultura de Irin, y en todos los escenarios terminaba deprimida y aún más lastimada, pero no había sido así. De hecho, se sentía aliviada, como si parte de aquel peso que parecía haber estado cargando desde el día del accidente se hubiese quedado en el lugar liberándola.
Después de que dejó el cementerio junto a su madre y Freen, Rawee propuso hacer una cena en honor a la mayor de sus hijas y ella creyó que sería una buena idea invitar a Malee. La mujer había sido parte importante a lo largo de la vida de su hermana tal y como lo era para ella. Era parte de la familia, así que debía estar presente. No sabía cuánto tiempo llevaban narrando anécdotas, pero se sentía bien escuchar las historias de las cuales Irin era protagonista y de las que ella también formaba parte. Estaba lejos de sentirse triste, se sentía bien. Se sentía en paz. Pensó en Mhee y en el incontable número de veces en que le había descrito ese sentimiento de calma que seguramente experimentaría luego de visitar la tumba de Irin y en el mismo número de veces en que ella se había negado rotundamente a poner un pie en aquel lúgubre cementerio. Ahora sabía que Mhee tenía razón y se reprochó así misma el haber tardado tanto tiempo en hacerlo.
- ¿Cuándo regresan al campus? - Preguntó Malee.
-Mañana temprano. - Respondió la castaña- No quiero faltar a las cátedras y, además, Freen tiene entrenamientos con el equipo.
- ¿A qué deporte te dedicas? - La entrenadora se escuchó interesada.
-Natación. - Dijo Freen.
- ¿Eres buena?
-Bueno, creo que mi opinión sería un poco subjetiva. - Rio- Pero lo hago lo mejor que puedo. - Se encogió de hombros.
- ¿Estás bromeando? - Rebecca la miró incrédula- Solo está siendo humilde. La he visto competir y me atrevería a decir que es la mejor del equipo.
-Por favor, Bec. - Negó la ojimiel riendo.
-Es cierto, deja la falsa modestia. - Dijo la castaña dándole un codazo juguetón.
-Supongo que podría visitarlas y asistir a alguna de tus competencias. - Sugirió Malee.
-Claro, sería genial. - Freen asintió.
Rawee solo sonrió a labios juntos y se mantuvo en silencio hasta que encontró el momento oportuno para intervenir en la conversación.
-Becky, ¿Malee te comentó que se está encargando de organizar un pequeño congreso junto a grandes exponentes de la gimnasia?
-No. - Rebecca negó y se volvió para mirar a la entrenadora.
Freen se tensó un poco en su lugar, pero no dijo ni hizo nada, y Malee se acomodó en su silla carraspeando antes de hablar.
-Sí, es algo pequeño que se nos ocurrió hacer a nivel local para promover y orientar a nuevos jóvenes gimnastas. - Explicó- Se realizará dentro de algunas semanas más y se está esperando que asista mucho público interesado.
-Quizás tú puedas venir y dar algunas charlas. - Sugirió Rawee- Después de todo eres una gran referente del deporte. Tienes la experiencia que se necesita para ayudar y guiar a otros.
-No lo sé, mamá. - Respondió Rebecca por lo bajo.
-Sería un honor que pudieses asistir aún si no deseas dar una charla. - Malee intervino sutilmente cuando se creó un silencio incómodo- Solo si tú quieres, por supuesto.
-Lo pensaré. - Dijo sonriendo de medio lado.
-De seguro te gustará. Estarás rodeada de todo lo que conoces, ¿No lo extrañas?
-Sí, pero estoy enfocada en otras cosas ahora. La universidad es una de mis prioridades. - Respondió a la pregunta de su madre.
-Bueno, quizás sería bueno que reconsiderases tus prioridades. - Murmuró Rawee.
Rebecca se le quedó viendo fijamente con una expresión dura. Freen supo de inmediato que el comentario de la Rawee había conseguido molestar a la castaña. Malee hizo el amago de volver a hablar en un lastimoso intento de evitar una posible discusión, pero Rebecca fue más rápida.
- ¿Qué se supone que significa eso? - Preguntó viendo a su madre con el ceño fruncido y esperando una respuesta.
-Que creo que sería mejor si dejas las tonterías y regresas aquí para dedicarte a algo que tenga relación con tu talento y trayectoria en la gimnasia. - Respondió la mujer sin tapujos.
-Soy una tonta. - Rebecca desvió la mirada a la mesa y rio sin gracia- ¿Sabes? Por un momento llegué a pensar que habías aceptado por fin mi decisión, peor ya veo que no.
-Por supuesto que no, pienso que estás desperdiciando tu vida. Y estoy segura de que cuando se te acabe esta pataleta recapacitaras.
-Rawee. - Dijo Malee.
-Eres increíble. - La castaña se puso de pie en un movimiento brusco y arrojó su servilleta a la mesa- Incluso en un día como este tienes que actuar de esta manera tan fría, calculadora y egoísta.
- ¡Solo estoy siendo sensata Rebecca! - Rawee alzó un poco la voz viendo a su hija fijamente.
-Siempre lo has sido ¿No?
Freen observó cómo Rebecca se retiraba de la sala con la mirada llena de amargura y no tardó en seguirla dejando a las otras dos mujeres a solas y en silencio en el comedor. La morena hizo su camino hasta su habitación con un nudo en la garganta y dejó la puerta al sentir los firmes y apresurados pasos de la ojimiel tras los suyos. Escuchó la puerta cerrarse y se giró para abrazarse al cuerpo de Freen con fuerza. A la mañana siguiente, ambas se marcharon sin decir adiós. La castaña había tenido suficiente de todo aquello. Sabía lo que tenía que hacer a continuación. Con su regreso a Stanford comenzaría una nueva etapa.
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