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Capítulo 17.

Freen lanzó su bolso con ropa en la maleta del auto y la cerró con fuerza después. Se giró para ver qué Mind estaba dándole un fuerte abrazo a Rebecca antes de partir. Esperó pacientemente recargada contra la puerta del conductor a que la castaña terminase de despedirse de sus amigas. Solo estarían fuera durante el fin de semana, pero dadas las circunstancias y el motivo de aquel viaje, todo el mundo parecía triste, preocupado y tenso. Cuando Rebecca le pidió a Freen que la acompañase, a la ojimiel le costó trabajo creérselo, pero no dudó un solo segundo en aceptar. Pensó que, si Rebecca estaba pidiéndole algo de tal importancia, era porque en realidad lo quería así y lo necesitaba. Así que ahí estaban, a punto de montarse en el coche y conducir hasta la casa de la morena en donde su madre las esperaba. Debía ser honesta, la verdad estaba un poco nerviosa por esa parte del viaje. Rawee no era una persona fácil, pero de seguro podría manejarlo. Después de todo, sólo serían dos días.

-Gracias por hacer esto. - Murmuró Rebecca rompiendo el hielo después de una media hora de viaje.

La ojimiel le dio una rápida mirada y solo sonrió a modo de respuesta antes de volver su completa atención de regreso a la carretera. A pesar de las insistencias por parte de Freen, Rebecca no consiguió pegar un ojo durante todo el viaje. La pelinegra apagó el motor luego de aparcar el coche fuera del garaje de los Armstrong. Rebecca suspiró manteniéndose quieta con los ojos fijos al frente. Freen decidió darle y notó cómo Rawee salía de la casa manteniéndose en la entrada esperando a que ambas bajasen del auto.

-¿Lista? - Preguntó dejando de mirar a la mujer a la distancia para ver a la castaña.

-Sí. - Rebecca asintió antes de abrir la puerta y bajar del coche.

Freen la siguió de inmediato y, mientras la castaña se acercaba a su madre para darle un abrazo, ella rodeó el coche para sacar el equipaje de la maleta. Los ojos de Rawee la siguieron durante todo el trayecto hasta la puerta principal y se sintió nerviosa por un momento, pero luego consiguió dejar de lado el nerviosismo y saludó de la forma más cordial posible.

-Bienvenida Freen. - Fue lo que la mujer de serio semblante respondió a su saludo invitándole a pasar.

-Gracias. - Dijo entrando en la casa.

Había pasado tiempo desde que había puesto un pie en la casa de los Armstrong por última vez, pero las cosas no habían cambiado mucho. Rawee le pidió a Rebecca que le mostrase a Freen el cuarto de invitados y la castaña obedeció de inmediato guiando a la ojimiel a través del corredor en el que se encontraban las habitaciones. Los ojos de la pelinegra inevitablemente fueron a parar hasta la puerta de aquel que recordaba como el cuarto de la mayor de las hermanas. Rebecca hizo lo mismo, y cuando Freen lo notó tragó con fuerza y apartó la mirada siguiendo su camino hasta la habitación de invitados. Una vez allí, la castaña la dejó a solas para que pudiese instalarse. No tuvo mucho que hacer, después de todo, solo se quedarían dos días antes de regresar al campus.

Cuando acabó de acomodar lo poco que había llevado con ella, salió del cuarto y se dirigió al de Rebecca. Se detuvo frente a la puerta de madera y tocó dos veces con los nudillos para saber si podía pasar. La suave voz de la castaña llegó amortiguada hasta sus oídos indicándole que podía entrar.

-Hola. - Saludó mientras cerraba la puerta tras ella.

-Hey - Rebecca respondió con una sonrisa casi imperceptible en los labios.

Estaba sentada en el suelo con la espalda recargada contra su cama y las piernas cruzadas. Freen se acercó y se dejó caer junto a ella manteniéndose en silencio. Rebecca recargó su cabeza contra el hombro de la ojimiel y cerró los ojos.

-¿Estás bien? - Preguntó Freen en un susurro después de largos minutos de silencio.

-Supongo que lo estaré. - Respondió.

-Te quiero.

No sabía muy bien por qué, pero en ese preciso momento Freen sintió la urgencia de hacérselo saber así que tan solo dejó salir las dos palabras.

-Te quiero. - Dijo Rebecca por lo bajo.

Rebecca sintió cómo una de las manos de la ojimiel buscaba la suya titubeante. La castaña sonrió levemente y decidió ser ella quien entrelazase sus dedos con los de Freen en un firme y cálido agarre. La pelinegra se giró a verla y sonrió de medio lado antes de darle un ligero apretón en la mano. Sus ojos miel se quedaron observando fijamente a Rebecca durante unos segundos y solo podía pensar en lo mucho que la quería y en qué haría todo lo que estuviese en sus manos para ayudarla. Su mano libre acarició la mejilla izquierda de la morena y su pulgar trazó sus labios con lentitud. Cuando Rebecca cerró los ojos disfrutando de las caricias, Freen tomó aquello como una señal y se inclinó para besarla. Los labios de la castaña se sentían suaves y se amoldaban a la perfección contra los suyos, como si pertenecieran justo allí, pegados a su boca.

Se separaron apenas unos centímetros. Sus respiraciones acompasadas se mezclaban y sus ojos seguían cerrados como si temieran que al abrirlos el momento se viese arruinado. Rebecca volvió a unir sus labios en un corto beso antes de separarse y por fin ver a la ojimiel a los ojos. Freen le sonrió de medio lado, no había necesidad de hablar.

-¿Quieres salir? - La morena sugirió.

-Claro.

Mientras aguardan a que su pedido estuviese listo, Freen no podía dejar de mirar al chico tras la caja registradora, quien no había apartado sus ojos de Rebecca desde que ambas había entrado en la tienda de batidos, la más famosa de la ciudad reconocida por sus novedosas mezclas y deliciosos sabores. Freen y Rebecca solían ir allí cada viernes por la tarde para probar un batido diferente, cada una ordenaba uno del menú y lo compartían debatiendo hasta conseguir decidir cuál era el mejor de los dos. Cuando una de las chicas tras la barra llamó su nombre, Freen apartó la mirada del rubio de la caja y se acercó para recibir los batidos. Buscaron una mesa fuera del lugar y tomaron asiento.

-¿Menta chocolate? - Preguntó la castaña extrañada mirando la bebida con desconfianza.

-¿Qué? - Freen la vio alzando una ceja al darse cuenta de su expresión- ¿Un batido de algodón de azúcar es mucho mejor?

-¡Claro que sí! - Discutió- Bueno, al menos te aseguras de que será algo dulce.

-No lo has probado todavía. - Dijo la ojimiel rodando los ojos antes de acercarlo a ella.

Rebecca la vio con desconfianza antes de dar un sorbo al batido bajo la atenta mirada de la pelinegra quien alzó las cejas esperando una respuesta y recibiendo de regreso su bebida. La castaña parecía estar pensando muy bien lo que diría mientras continuaba saboreando su propia boca.

-¿Y bien?

-Tú ganas, no está tan mal. - Dijo encogiéndose de hombros.

-Te lo dije. - Sonrió complacida- Ahora es mi turno. - Murmuró estirándose para coger el batido de Rebecca- Podría perfectamente desarrollar resistencia a la insulina luego de eso, pero tampoco está mal.- Bromeó.

-Eres una exagerada. - Dijo riendo.

Freen se unió a sus carcajadas y cuando sus risas fueron desapareciendo se quedó viendo a la castaña con una sonrisa.

-¿Qué? - Preguntó Rebecca divertida y comenzó a pasarse una servilleta por la cara creyendo que se había ensuciado- ¿Qué? - Insistió otra vez al no obtener una respuesta.

-Me gusta eso.

-¿Qué cosa? - Frunció el ceño sin entender.

-Escucharte reír. - Dijo- No lo haces a menudo.- Añadió con cautela.

Rebecca bajó la mirada mientras comenzaba a revolver nerviosa su batido ayudándose del sorbete. Tragó con fuerza cuando la invadieron unas inmensas ganas de llorar porque sabía que Freen tenía razón. Su vida vuelto a tornarse de una escala de grises justo como había hecho después del accidente.

-No es fácil. - Murmuró.

-Lo sé. - Susurró la ojimiel sin dejar de verla- Pero estoy aquí. No iré a ningún lado, Bec. - Le aseguró tomando su mano sobre la mesa- Solo déjame ayudarte a sanar.

-No puedo sanar sin enfrentarme a lo que pasó. - Dijo con un hilo de voz- No estoy lista.

-Sí lo estás. - Freen se apresuró a decir- Pero también estás asustada y eso está bien. - Dijo- Quiero que entiendas que no estás sola.

-Pero no estoy con ella.

...

-¡Adelante! . - Se escuchó la voz de Malee a través de la puerta y Rebecca la abrió de inmediato.

Malee tenía los ojos clavados en la vieja computadora que tenía sobre el escritorio de su oficina. Parecía estar tratando de hacer funcionar el aparato ya que estaba maldiciendo entre dientes mientras golpeaba la pantalla. Sus ojos fueron a dar hasta la entrada de la oficina para ver quién había golpeado a su puerta. Una sonrisa se formó en su boca cuando vio a Rebecca sosteniendo el pomo de la puerta con una chica de cabellos negros y ojos cafés tras ella.

-¿Aún no te deshaces de ese vejestorio? - Preguntó la morena a modo de broma.

-Rebecca. - Murmuró la entrenadora poniéndose en pie y cruzando al otro lado de su diminuta oficina para poder abrazarla- ¿Cómo estás? - Preguntó examinándola de pies a cabeza como si necesitase comprobar que físicamente estaba integra.

-Bien. - La castaña sonrió de medio lado- ¿Qué hay de ti?

-Bien. - La mujer asintió repetidas veces- ¿Y tú eres...? - Preguntó cuando volvió a reparar en la presencia de la otra chica.

-Malee, ¿Recuerdas a Freen?

La entrenadora entrecerró ligeramente los ojos mientras estudiaba a la pelinegra quien solo la saludó con la mano sonriendo divertida.

-¡Claro que sí! - Exclamó de pronto recordando por qué aquel rostro le parecía familiar- Tú eres quien solía venir aquí para ver los entrenamientos y gritar como loca consiguiendo distraerla.- Le acusó.

Freen soltó una carcajada y Rebecca no tardó en unirse a ella al recordar aquellas veces en donde la ojimiel se había pasado tardes y mañanas enteras en las gradas del gimnasio gritando frente a cada movimiento que ella hacía.

-Sí. - Freen asintió- Esa soy yo.- Admitió.

-Dios, recuerdo lo mucho que Rawee se enfadaba. Eso sin mencionar la de veces que fuiste causal de su retraso a los entrenamientos. - Volvió a recordar.

-Lo siento. - Se disculpó divertida.

Nuevos golpes en la puerta llamaron la atención de las tres. Cuando Malee invitó a la persona a pasar, una chica de piel pálida y cabello rojizo se asomó al interior de la pequeña oficina.

–Lamento interrumpir, pero ya me voy coach. - Dijo sonriendo tímidamente y dirigiéndose a Malee.

Rebecca fue consciente de cómo la entrenadora se tensó después de que la chica se dirigiera abiertamente a ella como su coach. La mujer de vestimenta deportiva asintió y carraspeó tratando de disimular su incomodidad antes de hablar.

-Sí, de acuerdo.- Dijo- Mañana 7 am en punto.

-Claro.- La pelirroja asintió y se despidió con la mano antes de cerrar la puerta.

Un silencio incómodo se apoderó de la atmósfera durante unos segundos antes de que Malee volviese a hablar.

-Ella es Brenda. Está buscando avanzar en las ligas mayores y yo estoy ayudándola mientras encuentra a un coach. - Hizo una pausa antes de agregar- Es algo temporal. - Rebecca se sintió mal cuando notó que la mujer estaba tratando de excusarse.

-No tienes que darme explicaciones Malee. Es tu trabajo. - Murmuró- Que esto se haya acabado para mí no quiere decir que para ti también. Está bien. - Dijo con seguridad sonriendo- Además, ella no podría haber encontrado una mejor entrenadora.

Malee sonrió a medias con nostalgia, pero terminó asintiendo.

-¿Estás de regreso?

-No, solo estaré aquí por el fin de semana. - Dijo haciendo una mueca al recordar el motivo de su visita.

-Entiendo. - Murmuró Malee frunciendo el ceño con un tanto de desconcierto, el cual se obligó a disimular.

Freen notó su expresión y pudo saber que Malee asumió que Rebecca no estaba allí solo de visita, sino que pensó que estaba de regreso. Internamente se preguntó por qué la entrenadora tendría esa idea, pero no dijo nada al respecto. Rebecca terminó por invitar a Malee a cenar, así que regresaron a casa en el auto de la entrenadora. Rawee recibió gustosa su visita y las cuatro cenaron en la residencia de los Armstrong. A pesar de los esfuerzos que su madre hizo para sacar a colación el tema de la gimnasia, Rebecca no le dio el espacio y agradeció que Malee tampoco le siguiera el juego.

Después de la cena, Rebecca y Freen regresaron al cuarto de la castaña dejando a su madre y a Malee a solas en la sala sumidas en una conversación que a ninguna de las dos les había interesado demasiado como para recordar de qué se trataba. Freen tuvo la idea de mirar una película, así que ambas estaban tumbadas en la cama concentradas en el film que había escogido.

-Debo llamar a papá. - Anunció la ojimiel buscando su móvil- Mierda, olvidé el teléfono en la sala, ya vengo.

Rebecca solo asintió sin quitar los ojos de la pantalla de su laptop y la pelinegra se puso de pie dejando la habitación y caminando descalza hasta la sala.

-Pensé que se lo habías comentado. Estuve a punto de meter las narices en donde no me llaman. - Escuchó a Malee decir.

-Quería esperar a que viniera hasta aquí para decírselo. Si le decía algo de esto con ella en Stanford jamás regresaría. - Dijo Rawee.

Freen frunció el ceño y se mantuvo en el pasillo. Saint y Kamon le habían enseñado muchas veces a no escuchar conversaciones ajenas de pequeña, pero en ese momento olvidó sus valores y se dedicó a ser cautelosa para poder escuchar. ¿Qué es lo que Rawee no le había dicho a Rebecca?

-Rawee estás haciendo planes por ella otra vez. - Dijo la entrenadora con reproche en su voz- Rebecca ya no es una niña.

-Lo sé, pero es mi hija y me preocupo por ella lo creas o no. - La voz de Rawee se endureció más de lo normal- Todo lo que Rebecca conoce es el mundo de la gimnasia, estoy segura de que estará mucho mejor manteniéndose en él aun cuando no pueda participar activamente del deporte. - Hizo una pausa- Le gusta eso de ayudar a otros, no veo por qué se negaría a compartir todo lo que sabe convirtiéndose en coach. Tu podrías ayudarme, te quiere y admira demasiado, te escuchará.

-No puedo hacer eso.

Freen se mantuvo quieta en su lugar conteniendo la respiración con miedo a que alguna de las dos pudiese escuchar sus inspiraciones y espiraciones desde el pasillo.

-Por favor. - Rawee insistió.

Hubo silencio después de eso y Freen estaba a punto de hacer su aparición cuando Malee volvió a hablar.

-Puedo comentárselo, pero no insistiré si ella no está interesada. - Accedió exponiendo sus términos- Además, serán días difíciles para ella y lo sabes.

-Claro que lo sé. - Dijo Rawee casi ofendida- También lo serán para mí. - Murmuró con voz más suave.

La conversación que las dos mujeres mantenían se dio por finalizada y Malee se preparó para marcharse no sin antes prometer a Rawee que cumpliría con su palabra y hablaría con Rebecca antes de que tuviera que regresar a la universidad. Cuanto la puerta principal se cerró Freen lo tomó como una señal para salir de su escondite e ir en busca de su móvil. Lo tomó de la mesa de café de la sala y se giró para volver a la habitación de Rebecca, pero se encontró de frente con Rawee.

-¿Necesitas algo? - Preguntó la madre de la castaña.

-Solo mi teléfono. - Dijo enseñándolo- Tengo que llamar a mis padres y reportarme. - Comentó y ella asintió.

-¿Cómo están ellos?

Freen sabía perfectamente que solo preguntaba por sus padres por cortesía. Rawee jamás había sido muy amigable con Saint y Kamon en el pasado. Solía criticar su método de crianza y, además, Freen tenía la ligera sospecha de que no terminaba de aceptar que se tratase del matrimonio de dos hombres criando a una niña. Jamás había actuado de forma homófoba, pero podía sentir un atisbo de incomodidad frente al tema por parte de la mujer.

-Bien. - Se limitó a responder. Seguido a eso, sonrió a labios juntos y murmuró un 'buenas noches' antes de pasar por su lado para dirigirse de regreso a la habitación.

-Freen. - La voz de Rawee la detuvo justo antes de que pudiese adentrarse en el pasillo que guiaba hacia las habitaciones.

-¿Si?

-Gracias por acompañar a Rebecca hasta aquí. - Dijo de manera honesta- Sé cuánto significa para ella.

-No es nada. - Le restó importancia.

-De seguro vas a extrañarla cuando regrese. - Añadió Rawee.

-¿Regresar? .- Se atrevió a preguntar con cautela.

Rawee le sostuvo la mirada a la ojimiel, pero se mantuvo en silencio sin responder a la pregunta.

-Es tarde y mañana será un día pesado. Descansa. - Fue todo lo que dijo antes de caminar hacia la cocina.

No hacía falta ser tan inteligente como para deducir por qué Malee supuso que Rebecca había regresado a Oakland. Rawee estaba planeando todo para hacerla regresar.

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