
Glaucoma [KaiSoo]
Hyeongse, un lugar silencioso y fúnebre, caracterizado por la carencia del brillo del sol.
Un refugio. Un escondite.
Una ciudad llena de apariencias.
Cuando el cielo comience a despejarse, nada podrá quedar oculto.
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La tenue luz de la vela iluminaba la habitación, aunque solo tenía una pequeña flama, era suficiente para despejar la oscuridad. No era de noche aún, pero el cielo estaba gris, y las nubes anunciaban una pronta lluvia, algo bastante común en "Hyeongse, la ciudad en donde nunca sale el sol".
El ambiente era ideal para quedarse, pues la luz del cielo no era la mejor compañera en una situación como esta. Aquel día, el chico de hombros anchos y espalda erguida, había regresado temprano a casa, lleno de sudor y con un humor deplorable. Las calles estaban siendo un infierno, entre las continuas desapariciones de niños en el vecindario y las protestas de los familiares, realmente nadie podía tener un buen día en Hyeongse.
Lanzó su abrigo a la silla de madera, se desabrochó los botones de las mangas de su camisa y se abrió el nudo de la corbata, para luego dirigirse al viejo armario, que al abrirlo crujió severamente. El hombre miró de un lado hacia otro donde se suponía que estaban los frascos de Deora, pero solo quedaba uno medio vacío.
En un intento por descargar su ira, golpeó con fuerza la puerta del armario.
—¿No queda nada...?
La débil voz del humano que se encontraba recostado sobre la cama, llegó a sus oídos como un lamento.
—Aún hay un poco —respondió en voz baja, pero fue suficiente como para ser escuchado.
—JongIn, no es tu culpa, lo sabes...
—Debí haber trabajado más duro —dijo con amargura—. KyungSoo, lo lamento...
KyungSoo era un hombre débil que pasaba la mayor parte del tiempo postrado en cama. Su piel era pálida, debido a la poca exposición a la luz solar, pues esta le hacía daño. Padecía de una extraña enfermedad que hacía que sus lágrimas acturan como ácidos y secaran sus ojos por dentro, acortando su visión gradualmente; si no se le aplicaba la medicina inmediatamente, el dolor sería tan intenso que terminaría por perder la cabeza. Por ello, después de una búsqueda exhaustiva, habían encontrado el remedio adecuado para congelar las lágrimas que producía; sin embargo, este estaba escaseando últimamente.
JongIn tomó el pequeño frasco y con una jeringa extrajo el líquido transparente, sacó el aire de ella y miró a KyungSoo, esperando por su aprobación, la cual llegó en forma de un asentimiento. La aplicación era poco ortodoxa, pero era la forma más efectiva para hacer que el líquido penetrara bien en sus globos oculares. Así que JongIn acercó la aguja al ojo derecho de KyungSoo e introdujo la punta con cautela. El enfermo se removió suavemente sobre la cama cuando sintió la intromisión del objeto punzante, y dejó escapar un quejido de dolor; sus manos se aferraron la sábana y se mordió el labio inferior con fuerza, haciéndose una pequeña herida. Cuando JongIn terminó de aplicar el líquido en ese ojo, retiró la punta de la aguja y una gota de sangre cayó por la mejilla de KyungSoo. Le dejó tomar aire y recuperarse del dolor por un momento; después, repitió el proceso en el otro ojo.
Era bastante doloroso verlo sufrir de esa manera, así que al final de cuentas, ambos terminaban adoloridos de alguna forma.
JongIn retiró la aguja y la echó a la basura cuando terminó con la aplicación. KyungSoo cerró los ojos delicadamente, intentando acostumbrarse al líquido frío que causaba un cosquilleo en su retina.
—Debo encontrar más insumos pronto.
—Puedo sobrevivir con esta cantidad, por ahora —aseguró KyungSoo, intentando animar al hombre saludable.
—Pero no será por mucho tiempo, ¡esto no será suficiente!
La enfermedad empeoraba con el pasar del tiempo, sus ojos cada vez producían más lágrimas y la Deora debía ser usada con más frecuencia.
—Eres demasiado ruidoso, JongIn... —advirtió sin elevar el tono de su voz. KyungSoo hablaba con tal parsimonia que uno no podía saber si estaba enojado o si algo le dolía—. Confío en que no me dejarás caer. Estoy seguro de que podrás hacer algo al respecto.
La huesuda y fría mano del enfermo se posó sobre la de JongIn, quien siempre estaba cálido. Este tembló un poco en cuanto entró en contacto con la del otro, y una gota de sudor recorrió su espalda. Estaba nervioso, asustado y preocupado, ¿qué haría si no lograba ser lo suficientemente rápido como para encontrar la medicina? KyungSoo confiaba en él, estaba tan seguro de que no lo dejaría morir, así que no podía fallarle.
JongIn tomó la pálida mano entre las suyas y la llevó hasta sus labios para depositar un beso.
—Voy a conseguir la medicina, cariño. Te lo prometo.
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Los titulares de los periódicos eran cada vez más escandalosos, no había día en el que ellos no hablaran sobre una nueva protesta o un incidente relacionado a los niños desaparecidos en Hyeongse.
JongIn se sentía como atrapado en un agujero de ratas.
Harto de leer los títulos rojos y de escuchar los gritos de las personas con carteles en las manos, se puso de pie, se arregló el largo abrigo negro y se colocó su sombrero para regresar a su viejo carro. Había trabajado arduamente durante más de doce horas, por lo que se sentía tan exhausto que apenas y podía conducir correctamente el auto. Un bache lo agarró desprevenido e hizo que el auto se removiera violentamente, escuchándose ruidos metálicos en la parte trasera. Se detuvo a un lado del camino para estabilizar el coche. JongIn esperaba que la mercadería no se malograra o sufriera algún daño severo, porque sino todo se echaría a perder y, a estas alturas, no podía permitirse otro fracaso más. La última vez, debido a que empleó mucha fuerza en colocarla, terminó por arruinarlo todo y tuvo que volver a empezar; desde entonces era más cuidadosa con ella, pues a KyungSoo no le quedaba mucho tiempo hasta que la Deora se evaporara de sus ojos.
Suspiró, y luego se dispuso a girar la llave para arrancar, pero el motor advirtió que algo andaba mal, ya que por más que pisaba el acelerador, el vehículo no avanzaba. Debió haber esperado algo así de un carro de segunda mano, comprado en un depósito que hacía "reparaciones". No tenía de otra que salir y empujar el coche por un tramo más, afortunadamente no le quedaba mucho. Sin embargo, antes de hacerlo, y sin ninguna explicación aparente, una figura femenina arremetió contra la ventana de su lado, sus palmas golpeaban con desesperación el vidrio, y sus ojos lucían desorbitados e inyectados en sangre; gritaba y arañaba la luna del carro con tanto ahínco que JongIn estaba seguro de que lograría romperlo en cualquier momento. La mujer chillaba y hacía ruidos como los de un roedor, que se oían como lamentos.
—¡Dámelo! ¡Dámelo, hijo de perra!
Incluso su voz sonaba grave y rasposa, como si la tuviera llena de heridas abiertas por lo ahogada que sonaba. JongIn observaba aterrado, mientras le daba vueltas a la llave y pisaba el acelerador, pero nada servía, al auto no se le daba la puta gana de avanzar ni un milímetro. Los golpes eran cada vez más intensos que lograron rajar un pedazo de la luna.
—¡Dámelo! ¡Regrésalo ahora! ¡Infeliz!
La fuerza que aplicaba la mujer sobre el carro era inhumana, parecía una bestia intentando cazar a su presa.
JongIn no dejó de girar la llave ni de pisar el acelerador hasta que el motor finalmente reaccionó y el carro comenzó a andar, por lo que jadeó satisfecho, sin percatarse del inesperado silencio a su costado. Suspiró aliviado con la cabeza gacha por el momento de tranquilidad hasta que volvió su mirada al frente, encontrándose con dos ojos nublados y llenos de venas rojas en el globo blanco.
La apariencia de un demonio.
La mujer dejó de usar sus manos para golpear el parabrisas, y en su lugar estampó su cabeza contra la luna, una y otra y otra vez. La sangre de su frente abierta fue empapando el cristal, creando un recorrido por la grieta que habría logrado hacer. No había forma de sacarse de encima de buena manera a esta mujer, por lo que JongIn no le dio más vueltas y arrancó con velocidad hacia adelante, para luego retroceder de la misma forma, haciendo que la mujer cayera a la pista.
El silencio característico en Hyeongse había regresado.
Con las manos firmes sobre el volante, JongIn realizó una maniobra más antes de ir a casa.
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JongIn estaba de mal humor.
Desde el extraño incidente con aquella mujer en la carretera, las cosas simplemente no iban bien. La mercadería se había averiado en el camino, por lo que no había podido rescatar mucho, a pesar de haber escarbado bien en ella para no desperdiciar ni un gramo. La enfermedad de KyungSoo estaba empeorando, los dolores de cabeza y las náuseas eran más frecuentes, y sus ojos se iban volviendo más rojos. JongIn sabía que su novio intentaba ocultarlo, pero cada vez que se tropezaba con algo, cuando caminaba hacia el baño, solo le confirmaba lo que tanto temía.
Su visión se estaba yendo.
Por si no fuera poco, los días en Hyeongse estaban siendo cada vez más claros, y su solitaria cuadra ahora tenía unos cuantos miembros más, debido a la reciente mudanza de una familia a la casa de al lado.
Un hombre, una mujer y un ruidoso niño que no dejaba de acercarse a sus animales de granja. No esperaba que el progenitor de aquel mocoso resultara ser igual de entrometido.
—Para ser la ciudad en donde nunca sale el sol, el cielo está bastante iluminado y despejado, ¿no lo cree, vecino? —preguntó el hombre, intentando entablar una conversación.
JongIn continuó echándole comida a los cerdos, mientras estos hacían sonidos desagradables cuando masticaban la carne cruda.
—Dijeron que aquí era bastante calmado, pero desde que llegué no ha habido otra cosa que protestas por la desaparición de niños del vecindario, ¿usted qué opina sobre eso?
¡Qué iba a saber! ¿Por qué le hacía este tipo de preguntas?
—Tengo un hijo pequeño y me gustaría estar pendiente de algún peligro que pudiera haber, usted comprenderá —agregó respetuosamente.
JongIn arrojó el último pedazo de corazón hacia los cerdos, que inmediatamente se amontonaron para atraparlo. El moreno sostenía la cubeta negra con las manos enguantadas llenas de grasa y sangre, lo cual no pasó desapercibido por su vecino, quien al verlo hizo una mueca de desagrado.
—Lo cierto es que poco o nada sé sobre lo que está ocurriendo en Hyeongse —respondió JongIn—. Verá, no tengo hijos, y mi pareja está muy enferma que prácticamente no me permite prestar atención a lo que ocurre fuera de mi casa. Le recomiendo que si usted tiene un niño, entonces no lo pierda de vista, porque no creo que alguien más le pueda ayudar. Todos aquí vivimos en nuestra propia burbuja. Es lamentable que ni mis cerdos le puedan ayudar. Ahora, debo ir a ver a atender a mi pareja. Tenga buen día.
Dicho esto, se dio la vuelta para regresar a casa.
JongIn no tenía interés alguno en relacionarse con los demás, pero si algo abundaba en Hyeongse eran las apariencias.
Y había que mantenerlas.
Una vez dentro de casa, oyó sonidos extraños que provenían del baño. Tan pronto como los escuchó, se quitó los guantes negros y corrió hacia la habitación, encontrando a KyungSoo con la cabeza en la taza del sanitario. JongIn se arrodilló junto a él y le ayudó a sostenerse, pues el pobre estaba tan débil que apenas y tenía fuerzas para devolver la comida de su estómago. Cuando terminó, se dejó caer sobre el pecho de su novio, quien lo acunó entre sus brazos con delicadeza.
KyungSoo exhaló cansado, y se esforzó para alzar su cabeza y mirar al moreno.
—Brillas... —dijo con un hilo de voz y sonrió como si encontrara paz al verlo.
JongIn no entendió a qué se refería, pero no lo cuestionó, si lo que sea que estuviera viendo en él le hacía bien, entonces lo dejaría estar.
—Voy a llevarte a la cama —anunció y lo acomodó para poder cargarlo.
—¿Te quedarás conmigo? —preguntó KyungSoo entre sus brazos.
JongIn tenía muchas cosas por hacer esa tarde; sin embargo, podía abrirse un espacio para pasar un tiempo con KyungSoo, mientras este todavía pudiera verlo.
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La casa era oscura y silenciosa que hasta el sonido de la tranquila respiración de KyungSoo, mientras dormía, podía escucharse en todo el lugar, junto al crujir de la madera, causada por cada paso que daba JongIn. Qué paz se sentía al estar dentro de su confortable hogar, por eso le gustaba pasar gran parte del día ahí, pero debía atender algunos trabajos independientes para ganarse algo de dinero.
El cielo estaba oscureciendo cuando llegó a casa, afuera llovía a cántaros y le acompañaban unos sonoros truenos que hacían parecer que el cielo se caería en cualquier momento.
Aquel día no había sido fácil, se encontraba exhausto, debido al desgaste físico que la nueva mercadería le había provocado. Conseguirla y meterla dentro de la caja supuso toda una Odisea, más aun por el cuidado que tuvo, porque esta vez no podía darse el lujo de perderla.
Rápidamente se sacó el abrigo y lo lanzó al sillón, luego tomó la caja entre sus brazos para llevarla al cuarto que habían ambientado en el piso de arriba, aunque más parecía ser un depósito por la cantidad de cajas y herramientas inutilizables que guardaban allí. JongIn caminó apresuradamente por el pasillo iluminado con una sola bombilla de luz amarilla, la cual estaba un poco quemada en la parte superior. El moreno respiraba frenéticamente, pues estaba empleando más fuerza de lo usual, debido a que la caja pesaba bastante. Caminó y caminó hasta que un susurro llegó a sus oídos, cual siseo de una serpiente.
»Dámelo... No te lo quedes...«
JongIn miró de reojo hacia la habitación de KyungSoo, quien dormía plácidamente sobre la cama que compartían.
Tal vez había oído mal, quiso pensar; sin embargo, aquella voz emergió de nuevo de la nada.
»Regrésalo a donde pertenece... ¡Dámelo!«
Se detuvo en seco al sentir viento helado muy cerca de su nuca.
El sonido de las manecillas del reloj parecieron retumbar en toda la vieja casa, incluso los latidos de su corazón se unieron para formar una melodía de suspenso.
Pasos... no los suyos.
Respiración... no la de KyungSoo.
Voz... de alguien que no conoce.
¿Por qué la luz de la bombilla comenzaba a desvanecerse frente a sus ojos?
»El infierno lo reclama«
—¿Q-Quién está ahí? —preguntó con temor.
»Entrégalo y confiesa«
—¿Quién eres?
»No vas a salvarlo«
—Dije, ¿quién carajos eres?
»Kim JongIn, confiesa«
El piso comenzó a crujir y a temblar debajo de él, como si algo deseara mostrarse, como si estuviera a punto de dar a luz a un gran árbol en medio de su pasillo. Pero las raíces tenían garras, y estas hacían parte de dos huesudas manos grises y ensangrentadas. El tallo no tenía ramas ni hojas, sino una cabeza llena de una maraña de cabellos enredados y maltratados. Lo que estaba naciendo del concreto debía ser una criatura enviada por del infierno, una cuya apariencia era paupérrima; sus labios morados, llenos de pus y llagas, y unos ojos que derramaban sangre.
JongIn soltó la caja en cuanto se presentó la muerte frente a él, y se echó una carrera hacia la puerta. El pasillo no debía ser tan largo, pero a pesar de haber corrido lo suficiente, no encontraba la salida. Dio un vistazo hacia atrás, encontrando a aquella criatura arrastrándose por el suelo como si fuera una serpiente. Sus brazos se alargaron para tomar la pierna del moreno, quien al ser atrapado, cayó de pecho hacia el piso. La criatura se arrastró hacia él, logrando subirse encima suyo, y elevó una de sus manos, mostrando sus enormes garras listas para clavarse justo en su corazón.
JongIn nunca se imaginó que este sería su final. Aún no había preparado los nuevos frascos de Deora para KyungSoo.
KyungSoo... ¿Cómo se explicaría este tipo de incidente?
Cerró los ojos por voluntad propia, por última vez.
Las sirenas de la policía se oyeron cerca y unos minutos después, el timbre de la casa sonó.
JongIn volvió a abrir los ojos y el peso sobre su cuerpo había desaparecido, así como el rastro de aquella criatura. Se puso de pie tan pronto como pudo, miró hacia el pasillo y descubrió que el piso se encontraba intacto, al igual que la bombilla de luz, la cual seguía alumbrando a medias el camino.
—¿Kim JongIn?
Se escuchó el llamado desde afuera. JongIn, aturdido por lo que acababa de pasar, se sacudió el polvo de su ropa y se dispuso a abrir la puerta.
—¿Se encuentra el señor, Kim JongIn?
El nombrado miró con recelo a la pareja de policías antes de responder.
—Soy yo, ¿qué sucede?
—Queremos hacerle unas preguntas.
—¿Preguntas acerca de qué?
—Tenemos un nuevo caso de desaparición —indicó el policía—. Su vecino, un niño de diez años, ha desaparecido el día de hoy.
Las manecillas del reloj avanzaron con tal violencia que el sonido llegó como una bala a sus oídos.
—Necesitamos saber si ha visto algo inusual en la cuadra o si tiene alguna información que pueda darnos.
Un trueno cayó, causando que los cerdos se alborotaran y emitieron sonidos desagradables.
No pudo evitar desviar su mirada hacia ellos. JongIn tragó saliva.
—¿Sucede algo, señor?
—¿Qué? No, nada. No he visto nada.
Los policías se miraron entre sí, no muy satisfechos con su respuesta.
—Señor, ¿podríamos pasar? La lluvia está muy fuerte y nos gustaría hacerle algunas preguntas adicionales, tal vez puedan ayudar con el caso.
Los latidos de su corazón se dispararon, y eran tan ruidosos que juraba que hasta estos hombres los podían escuchar.
—Estoy ocupado. Mi pareja está enferma y debo darle su medicina. Me disculp-
—Señor Kim —interrumpió uno de los hombres. JongIn aguantó la respiración—. Si tiene información que podría servirnos, llámenos, aquí le dejo mi tarjeta. Buenas noches.
—Buenas noches.
JongIn cerró la puerta tan rápido como pudo y corrió hacia el pasillo para recoger la caja. No tenía tiempo, debía preparar la Deora ahora mismo, de lo contrario sería demasiado tarde.
Abrió la caja en medio del pasillo, ya no le importaba ir hasta el depósito para esconderse, debía hacerlo cuanto antes. Tomó los frascos de sus bolsillos y una jeringa; entonces acercó el objeto para extraer el líquido transparente, pero una voz lo detuvo.
—JongIn...
Aquella voz débil y sutil que le era más que conocida dijo su nombre con delicadeza. El moreno se volvió a ver al dueño de la voz.
—¿KyungSoo? ¿Qué haces de pie? Tienes que regresar a la cama.
Pero el enfermo no escuchó.
—JongIn, ya no lo hagas.
—¿De qué estás hablando?
—Ven conmigo, vayamos juntos.
El moreno guardó silencio intentando descifrar lo que su novio decía.
—Tienes que admitir que ya no puedes seguir con esto... No podemos —insistió—. Deja de trabajar tan duro y hagámoslo.
—Pero yo... No quiero perderte.
En medio de ese rostro pálido y demacrado, KyungSoo pintó una sonrisa.
—¿Qué deberíamos hacer? —preguntó el más alto.
—Vamos a perder la cabeza juntos.
Las sirenas de varios autos de policía acercándose, lo alertaron. Este era el final no previsto en su historia, aunque debió imaginar que no habría una salida fácil cuando comenzó a hacer todo esto.
La primera vez que trazó el lienzo con tinta negra, inmediatamente supo que debía purificarlo. KyungSoo era tan hermoso, pero JongIn jamás pudo plasmar toda esa belleza en el papel. Cada vez que los pecados, el miedo y el arrepentimiento aumentaban, la enfermedad de KyungSoo avanzaba, y a este punto ya no podía parar.
—¡Kim JongIn, abra la puerta!
—Ya vienen... —advirtió el delgado hombre de baja estatura—. Tenemos que irnos...
KyungSoo extendió su mano hacia él para tomarla y JongIn, aunque indeciso al inicio, aceptó la invitación.
—Mira, ya estás tomando forma —indicó KyungSoo.
JongIn no comprendió de qué hablaba hasta que se miró en el pequeño espejo colgado en el pasillo. Sus ojos comenzaron a cubrirse de un rojo escarlata y su iris se mostraba una capa viscosa. Su apariencia se estaba volviendo como la de KyungSoo. Cuando la transformación estuvo hecha, el piso se abrió debajo de sus pies, emergiendo una luz roja como el fuego.
—¿Estás listo para regresar? —preguntó KyungSoo. JongIn asintió despacio—. Volveremos a casa.
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Los días en Hyeongse se caracterizaban por ser nublados y fúnebres, pero extrañamente ese día, el sol brillaba más que nunca.
Las patrullas de policías se estacionaron afuera de la casa de Kim, habían hecho guardia durante toda la noche, y ahora los forenses se estaban haciendo cargo de las evidencias.
La detective Jung SooJung se encontraba a cargo del caso, y había traído como compañeros a un viejo amigo detective y a un novato, para que este último adquiriera conocimiento sobre las casuísticas.
La mujer salió de la casa después de haber barrido con todas las pistas. Sus compañeros conversaban cerca de su auto.
—Encontramos restos de los niños desaparecidos en medio del fango en donde están los cerdos —le contó el detective mayor al nuevo—. Tal parece que Kim desmembró los cuerpos y se los dio a los cerdos para borrar toda evidencia.
El inexperto detective se reprimió una arcada antes de animarse a preguntar.
—¿Qué buscaba hacer? No lo comprendo.
—Puedo responderte a eso —señaló Jung, enseñándole un libro.
—¿Qué es eso?
—Una historia de horror —dijo y le lanzó el libro, el cual atrapó con las justas—. Kim hacía dibujos, parece que era una novela gráfica.
—¿Y de qué trataba esto? —preguntó el joven, mientras le echaba un ojo a las páginas junto a su mayor.
La detective Jung continuó.
—Tenía como protagonista a un tipo llamado KyungSoo, quien sufría de una extraña enfermedad ocular y necesitaba de una medicina llamada "Deora". Adivinen qué —hizo una pausa para generar expectativa. Sus compañeros la miraron con atención—. La "Deora" se obtiene de las lágrimas de niños, debido a que, según Kim, son seres puros y no han derramado lágrimas de amargura aún.
—Entonces.... —Los hombres hicieron sus propias conclusiones y se miraron horrorizados—. Dios mío... Esos niños...
Mantuvieron silencio durante algunos segundos, como guardando luto por aquellos inocentes que se vieron involucrados en la historia de un lunático.
—Pero ¿qué sucede con Kim? ¿Saben hacia dónde escapó?
La mujer policía se encogió de hombros y colocó sus manos en sus bolsillos.
—Lo más seguro es que se sintió acorralado y lo hizo. Sin embargo, no hay rastro alguno de él, es como si se hubiera evaporado.
—¿Y qué dice el niño? —cuestionó el mayor de los tres.
—Dijo que vio una luz roja que provenía del suelo y que el hombre fue absorbido por ella —respondió—. Pero no podemos tomar tal confesión, el pobre debe estar traumatizado.
—¿Qué haremos en ese caso?
—Seguir buscándolo —habló decidida—. Y si es necesario, hasta en el infierno.
F I N
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Vocabulario
Deora (irlandés): lágrimas
Hyeongse: Apariencias
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Gracias por leer este relato, espero que les haya gustado 🙆🏻♀️.
Si es así, no se olviden de dejarme una estrellita y un comentario.
También les invito a leer los anteriores relatos escritos por otras muy talentosas autoras. Estoy segura que les gustarán ^^.
Mañana ya terminamos con este especial de Halloween y desde ya les agradezco que se hayan pasado por aquí.
Esta idea de "problemas de visión" se me ocurrió debido a que tengo miopía y tuve una experiencia algo extraña cuando caminé de noche por el pasadizo de mi edificio sin mis lentes. Se lo propuse a mis amigas autoras y ellas se animaron a participar.
Muchas gracias chicas ❤️
Ahora sí, Cherry se despide~
~Nos leemos pronto~
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