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12||You and I

CAPÍTULO DOCE :
TÚ Y YO.
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EN TIEMPOS DE guerras y política, el acto de hacer el amor es cada vez más extraño, más fuera de lo común. Ya sea debido a que las parejas se casan por intereses en común y no por amor, o son obligados y tienen relaciones solo con el fin de engendrar hijos.

El matrimonio es un lazo forjado por el deber y no por el placer. Pero hay unos pocos afortunados que tienen la suerte de encontrar a esa persona con la que, gracias a la diosa Kima, comparten una atracción inmensa y disfrutan de ella sin importar nada más.

Cuando un par de almas conectadas se miran a los ojos, el mundo se detiene. No importan los efectos del frío infernal o el calor destructor. No importa donde sea que estén, pues solo basta una mirada... y automáticamente lo sabrán.

En la profundidad de aquel nevado bosque de Terente, entre las ramas de cristal y los murmullos de las criaturas; yacían dos cuerpos sobre la nieve blanquecina. Dos seres moviéndose como uno, amándose como uno, con la sola presencia de sus caballos atados a pocos metros de allí y las criaturas del bosque real de Tarente.

Las fuertes y grandes manos de él acariciaban a su amada como si fuese la obra de arte más delicada y pura de los reinos, siendo solo otra forma de complacer y torturar a la chica bajo su cuerpo, sosteniendo ambas piernas alrededor de su cintura. Los irises café de sus ojos la miraban y veían el mundo entero en ella. Era todo lo que necesitaba, y cuando estaban así, siendo solo ellos, Alastair sentía que podía poner al universo a sus pies si tan solo se lo pedía.

No pudiendo soportarlo más, y con cierta brusquedad, la volteó sobre la nieve para tener una mejor vista de su espalda, depositando un cálido beso sobre su columna vertebral.

Amaba verla desde esa posición. Su cuerpo y sus caderas se movían y lo seducían como una auténtica serpiente. La mancha oscura sobre su nuca no era un impedimento para disfrutarla, sino una especie de afrodisíaco.

Se acercó todo lo que pudo a ella , disfrutando sus gemidos cargados de anhelo y frustración por las ganas de alcanzar su liberación, removiendo su pequeño cuerpo con deseos de contacto.

El cálido aliento del joven de cabellos negros le bañó la oreja justo cuando su barba le raspó la piel de su mejilla.

—También te extrañé, alma mía —sus palabras, su forma de amarla, consiguieron desatar el fuego en ella.

Usando toda la fuerza que tenía, ella se volteó y lo hizo caer sobre el frío suelo nevado. Se sentó sobre su regazo, y se deslizó con muy poca delicadeza sobre su virilidad, robándole un gruñido a la vez que  dejaba escapar un largo gemido de absoluto placer.

Las manos de él fueron inmediatamente a sus muslos y los apretaron con fuerza, tratando de contenerse. La cremosa piel de la joven se volvió rojiza bajo las atenciones de su esposo.

Ella comenzó a mover su cintura en busca de dar y recibir a un ritmo bastante torturador. Sus ojos en ningún momento dejaban de mirarse, de decirse todo lo que sus labios callaban.

La chica subía y bajaba sobre su longitud como si no hubiese mañana. Las manos de él exploraron su cuerpo, pero en un momento decidió que no era suficiente, que quería hacerla desfallecer y, sujetandola por los muslos a ambos lados de su cadera, la acostó en el suelo y permaneciendo encajado en su calidez comenzó a moverse de verdad hasta hacerla gritar.

Minutos después, todo el bosque helado fue testigo de su pasión.

...

Las manos de ella tratasaban perezosos círculos sobre el pecho lleno de vellos de él , mientras un sonrisa de satisfacción estaba puntada en su rostro, sus grandes ojos azules seguía el movimiento de sus manos. Alastair solo miraba al cielo jugando con un mechón rojo de su cabello.

—Te extrañé tanto, rey mío.

—Y yo a ti Deyanira —Dejó un suave beso sobre su cabeza —Moría por volver a verte y a tenerte entre mis manos.

Una de las fuertes manos del Rey de Springville se delizó hasta el vientre de la chica y realizó una furtiva caricia.

—Me encantaría formar una familia —Por un momento se perdió en sus pensamientos —Una niña de cabellos negros como los míos y iris tan azules como el cielo que ocultas en tus ojos mi amor.

Una tenue sonrisa apreció en los labios de la reina, ella también quería eso, pero antes de ir a por la visión de la hermosa niña de mejillas sonrosadas, debía ir a por la de la corona con picos de oro.

Por otro lado no pudo evitar que su corazón se acelerará con las palabras del hombre que amaba , el dueño de sus sueños y fantasías. De su compañero en su misión. Aunque no respondió a dichas palabras, simplemente depositó un beso sobre el pecho de su esposo.

—¿Te gustaron los regalos que te hice ? —Volvió a hablar Alastair. Los azules ojos de la chica se mantenían conectados a los negros de su marido —¿Los has usado?

Su sonrisa se volvió diferente, más calculada , menos inocente, su mirada un poco más altiva.

—Mi hermana aún no vuelve a casa —Hizo un puchero fingiendo actuar como una niña caprichosa —Y yo la extraño mucho ¡Deseo tanto abrazarla !

Al rey de Springville se le escapó una carcajada a la ves que estrechaba a su esposa contra si, quería impregnarse lo suficiente de su olor para cuando tuviera que volver a su castillo a continuar con la guerra, la controlada y la interna. Extrañaba tanto a su esposa que no había podido evitar la tentación de ir corriendo a verla en cuanto tuvo un tiempo libre. Afortunadamente, ir de un lado a otro no es problema para él.

Uno de sus mechones color bronce se deslizaba entre sus dedos cuando murmuró.

—Tú plan está funcionando a la perfección —Espetó sin apartar la vista de sus dedos —Solo estoy teniendo problemas con nuestra búsqueda personal.

—El lado bueno es que solo quedan dos por identificar —Habló Deyanira con voz trémula —Y con el último que encontraste no necesitamos "Persuadir" para encontrarlos.

—Con solo una mirada basta.—Sonrió con suficiencia perdiendo la vista en las criaturas del bosque , si alguien pasara por allí se sentiría bastante sorprendido de ver una pareja absolutamente desnuda tirada sobre la nieve , sin presentar ningún síntoma del frío.

Eso podían agradecérselo también a uno de sus amigos.

—Y luego con la ayuda de mi hermana solo necesitaremos un toque —La mano de Deyanira acarició la oscura mancha sobre la muñeca de su esposo —La guerra está más que ganada y ni siquera lo saben.

—Siento que las hadas no serán de ayuda encontrando a uno de los restantes —Explicó Alastair —Ellas andan moviéndose demasiado últimamente.

—Buscan a la "elegida "—Deyanira colocó los ojos en blanco —Y nostros tenemos una ventaja enorme

—¿Ah sí?

La chica se inclinó hacia un lado para buscar entre sus ropas un viejo pergamino, y le mostró el retrato a su esposo.

—¿Es ella?

—Tienes que volver a casa —La reina automáticamente se sentó alejándose de él —Tienes que encontrarla antes que las hadas... atraparla y matala si quieres... Yo me ocupo de Dánae y lo resolvemos luego.

—Será una aguja en un pajar, llevo años exterminado cada elfo , y si no ha aparecido hasta ahora...

—Pues busca mejor, ahora conoces su rostro —Tomó el cuello de su marido para poder mirarlo a los ojos y enfatizar mejor la idea —Si las hadas llegan a encontrarla ...si consiguen leer la profecía

Solo pensarlo le encogía el corazón, ante sus ojos desaprecía la corona de picos dorado, la niña de mejillas sonrojadas , desaprecía su futuro feliz , con la simple idea de que las hadas llegasen primero a la elfa.

—Tranquila , mi alma —Susurró su esposo agarrando su delicado rostro —Eso no pasará —Dijo lleno de seguridad —No la encontarán, primero le prendo fuego al maldito árbol.

Deyanira respiró profundamente en busca de encontrar la fría calma que siempre la poseía.

—Solo encárgate de la elfa... que yo me encargo de abrazar a Dánae.

.

..

No muy lejos de allí en una colina helada Dánae estaba en su caballo, usando los cueros de la batalla, su cabello recogido en una trenza danzaba con el aire  su blanco rostro manchado con pintura de batalla miraba directamente hacia el horizonte. El pelo negro de su caballo contrastaba con el blanc9 de su informe.

El nombre de la reina blanca comenzaba a expandirse como pólvora entre los presentes y es que aunque aún no llevase el título de reina oficialmente, su ejército la veía como una , la admiraba como una y la seguiría como a una.

A su lado un caballo de cabello marrón siendo motado por Alaric quien también miraba al horizonte, preparado para seguir a su princesa a donde quiera que fuese. La había besado y nada se había sentido tan bien como eso.

Había jurado dar su vida en un voto silencio por ella en ese mismo instante, la seguiría hasta el final del mundo.

—¿Lista princesa?—Preguntó mirando el prefecto perfil de la joven.

En el hombro de la chica yacía posado Nahun , con las alas recogidas y la cola rodeando el cuello de la princesa, el pequeño dragón levantó la cabeza y lanzó un pequeño rugido.

Los azules ojos de Deyanira bajaron a el pequeño dragonsuelo.

—Ya oíste, Alaric. Estamos listos.

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