
03|| Slave
CAPITULO TRES:
ESCLAVA
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LAS GRANDES PUERTAS de madera se cerraron en las caras del grupo de cazadores y la princesa, quién ahora llevaba una gran capucha en un intento por mantener su identidad oculta durante el viaje a su hogar lo que provocó la risa de Mabrouk quien se acercó a ella.
Dánae llevaba la capucha cubriéndole desde la mitad del pelo hacia atrás, manteniendo su rostro y su peculiar cabello platinado ante la vista de todos. Sin duda no era una chica muy inteligente ante los ojos del grupo de cazadores.
—Princesa, la capucha la usas que te tape todo el rostro. —Sin delicadeza ninguna se la acomodó. —Sin que se te vea el pelo, el objetivo no es lucir como una ninfa del bosque, es no ser reconocida.
Ante el regaño del hombre las mejillas usualmente pálida de la princesa se tiñeron de rojo.
—El objetivo es que vea por dónde anda también. —Alaric levantó un poco la capucha a lo que la princesa sonrió. —Vamonos.
—Espera. —Naddezza interpuso su lanza en el camino del cazador. —Están cerca.
Antes las palabras de la guerrera todos se pusieron alerta rodeando a la princesa, cuando Akemi pensó en sugerir que volvieran dentro de la fortaleza, las puertas de esta comenzaron a desaparecer,como si de humo se tratase «Magia de ilusión » dejando en su lugar el duro y frío muro.
—Lo sabía. —Masculló Naddezza. —Viejo esclavista.
La princesa la miró aterrada, entendiendo lo que sugería la joven guerrera, pero aún así le resultaba imposible creer en la traición de alguien que hasta hacía unos segundos le daba cobijo bajo su techo.
Alaric soltó una grosería por lo bajo mientras sacaba su espada y se colocaba al frente como digno líder que es.
El grupo comenzó a rodear a la princesa consciente de que el peligro estaba cada vez más cerca, Akemi usó sus poderes para crear dos cuchillos de hielo, Mabrouk su mazo y Naddezza su lanza.
El dragón oculto bajo la capucha en el hombro de la princesa rugió sugiriendo su ayuda, pero Dánae se negaba a revelar su habilidad secreta a menos que fuese estrictamente necesario.
—Akemi. —Susurró Alaric, usando secretamente su habilidad de la cuál solo su hija conocía. —Atacarán por el muro. —Solo la pequeña rubia pudo escucharlo. —Crea un escudo de hielo, en el momento que los veas, son pocos y seguramente débiles.
Los ojos de la niña de volvieron a inundarse con el azul intenso y brillante, mientras el agua sucia que corría por las calles y bajo la tierra iba directo en su dirección. Todos estaban supe atentos ante cualquier movimiento, solo se escuchaba el ruido de la respiración agitada de la princesa.
—¡Ahora! —Gritó Mabrouk viendo como un grupo de hombres enmascarados se lanzaban hacia ellos desde la parte superior del muro.
En menos de un segundo la mano de la chica estaba golpeando el piso y creando un escudo de hielo que cubrió a todo el grupo, los atacantes cayeron sobre él, y la pequeña aprovechó para sacar puntas afiladas del escudo, matando instantáneamente a uno.
Los demás consiguieron escapar a tiempo.
—Esto será divertido. —Habló Naddezza dándole una vuelta a su lanza. —Prefiero matar esclavistas a matar monstruos...
La chica comenzó a caminar amenazante hasta ellos y los atacantes no dudaron en ir por ella. Gran error, porque Naddezza sola podía acabar con ellos.
—¿Le dejaremos todo el trabajo a Naddie? —Preguntó Mabrouk mirando como la castaña se enfrentaba sola al grupo de hombres con una técnica envidiable.
Alaric levantó su cabeza sintiendo la presencia de otro grupo de encapuchados acercarse.
—Vienen más. —Musitó lanzando un cuchillo hacia la salida de un callejón justo en el instante que salió un hombre. —Ve por la derecha, yo por la izquierda. —Miró a su hija. —Protege a la princesa.
Alaric bajó su capucha y comenzó a caminar con una sonrisa en el rostro hacia los rebeldes, mientras le daba vueltas a su espalda en el aire. No podía negar el instinto asesino que corría por sus venas.
La princesa miró hacia la niña que tenía en frente en posición defensiva, porque ver la matanza que tenía al frente era demasiado,aunque procuraba buscar en su memoria el lugar de procedencia de máscaras negras que llevaban los encapuchados y juraba haber visto en algún lado.
—No tengas miedo. —Le dijo a la niña, aunque la verdad se lo estaba diciendo a ella misma.
—Acabo de matar un hombre. —Akemi se encogió de hombros. —No tengo miedo.
La mirada horrorizada de Dánae solo aumentó, en el segundo de distracción de la niña, un hombre se alzó con una espada tras la princesa, y afortunadamente un cuchillo le atravesó la garganta, enviándolo muerto al suelo y salpicando la blanca tela de la capucha de la princesa con el intenso rojo de la sangre.
La princesa llevó su mirada hacia la persona que la salvó encontrándose con los ojos verdes de Naddezza.
—Gracias. —Pronunció en un susurro a lo que la guerrera asintió para luego seguir luchando.
La batalla no se entendió mucho más cuando los cazadores hastiados de la situación comenzaron a matar sin miramientos.
La sangre corría por la calle cono si de agua se tratase, las espadas se encargaban de mezclar las de unos con las de otros, mientras los gemidos de dolor y el sonido de estas al encontrarse con otras eran parte de la banda sonora del ambiente, ninguna palabra fue dicha, con miradas era más que suficiente para dar una orden. Fue entonces cuando Dánae comprendió que no necesitaba a un ejército para protegerla, ese grupo de intrépidos cazadores que mataban más por placer de acabar con el mal que por deber, era más que suficiente para llevarla a casa.
—Joder. —La voz ahogada de Alaric anunció la muerte de el último rebelde. —Malditas ratas.
—¿Cómo pudieron haberse enterado? —Preguntó la princesa mirando con repugnancia todo el desastre, lo que provocó una risa colectiva ante su inocencia. —Apenas estábamos saliendo.
—Ese maldito conde nos traicionó. —Declaró Alaric encajando su espada en el suelo. —Debí suponerlo. Esperó a que estuviese fuera de su casa para que no sospecharan de que está al favor de los rebeldes, claro para luego culparnos a nosotros.
—¿Pero por qué? El siempre se portó de manera correcta.
Naddezza rió con su característica amargura, no podía creer la inocencia que cargaba la princesa, sabía de primera mano que criaturas así de puras son como vacas para el matadero.
—Fácil, princesita, por que seguramente tu gobierno no le conviene. —Naddezza se acercó a la princesa. —Es un esclavista seguramente está en el negocio del tráfico, ilegal en este reino, y no haz podido verlo en todo este tiempo que llevas viviendo con él.
—¿Cómo lo sabes?—Volvió a preguntar, Dánae se negaba a creer en la maldad humana, prefería no verla.
—Creeme, princesa, sé reconocer a un esclavista. —La mirada verde brillante de Naddezza se llenó con el amargo recuerdo de su infancia. —Simplemente viéndolo a los ojos. —Tomó su lanza. —Las cicatrices en mi espalda lo confirman.
—Mejor larguémonos. —Esta vez fue Mabrouk quien habló al ver lo tenso del ambiente, tampoco quería que su amiga estuviese recordando su amarga infancia. —Antes llegaremos.
Todos comenzaron a caminar a excepción de Dánae quien cerró sus manos en puños clavando sus uñas en su delicada piel, se ordenó despertar, ser consciente se que la oscuridad a su alrededor era real, tan real como la que llevaba dentro, mientras recordaba la mirada amarga de Naddezza, también lo muerta y temerosa que era la de las sirvientas del conde que seguramente también eran esclavas.
Odiaba el sufrimiento.
Odiaba el sufrimiento de su gente.
Tomó una decisión. Probablemente la primera que tomaba a raíz de la ira.
—¿Qué pasa? —Preguntó Alaric al ver la expresión en el rostro de Dánae quién no se movía, y la sangre en el suelo comenzaba a rodearla y manchar el bajo de su vestido.
Lucía como un ángel que acababa de darse cuenta que vivía en el infierno y lo era.
—No me puedo ir. —Respondió.
—¿Estás hechizada o algo...?
—No puedo dejar que el conde siga abusando. —Bajó su capucha. —Soy la heredera de este Reino, no puedo dejar que los condes o cualquiera haga lo que le de la gana y no lo que esté estipulado por la ley. —La ira llenó sus ojos, mostrando que por ella también corría oscuridad. —No puedo dejar que se burle así como así de mi.
—¿Y qué piensas hacer? —Preguntó Mabrouk llevando el mazo a su hombro.
—Matarlo. Quemarlo. Que sufra como han sufrido sus esclavos.
—Ya. —El hombre del mazo la miró con burla —¿Y como piensas hacerlo con ese dragón de juguete?
La chica dejó cara su capucha y aparto su patinado cabello de su cuello dejando ver una gran mancha oscura que hizo que el brazo de Alaric doliese.
—Estoy tocada por la oscuridad, Mabrouk. —Sus ojos se tiñeron de amarillo. —Puedo volver un dragón que no levanta un palmo del piso en la criatura más grande que jamás has visto.
Los labios de Naddezza se curvaron en una sonrisa y caminó hacia la princesa pasando un brazo sobre los hombros de esta.
—Yo voto por matar al conde.
Alaric las miró resignado, entendiendo que no se irían de allí si el maldito esclavista seguía con vida.
Mabrouk vio la cristalina intención en los ojos de su amigo y resopló.
—Estoy comenzando a creer que la líder es ella y no tú.
Alaric rió sin poder negarlo.
—Mejor ideemos un plan para matar al conde lo antes posible.
Hola!!! Aquí les dejo un nuevo cap. No olviden darle a la estrellita si les gustó el capitulo.
Con amor.
Hielo.
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