02||Two Princess
CAPITULO DOS:
DOS PRINCESAS
༺═──────────────═༻
SU CABELLO ROJO como el fuego contrastaba con el azul helado de su mirada mientras el la fría brisa del norte se encargaba de hacerlo danzar, su espalda estaba apoyada contra la tallada columna de mármol, mientras su vista se perdía en el blanco de las montañas, como si pudiese observar lo que ocurría tras de ellas, sentada en el gigantesco ventanal del castillo que una vez fue su hogar, arrugaba su blanco vestido lleno de diamantes y de complicados tejidos adornados con pequeños diamantes, fabricado con la tela más cara encontrada en los reinos aledaños, para tratar de controlar su anhelo por su amado esposo, no veía el momento de encontraras con el y continuar la labor de su reino.
Una sirvienta se acercó cuidadosamente cargando una jaula de oro cubierta con una tela negra.
Con una amable sonrisa se puso de pie para recibir a la sirvienta.
-Reina de Springville, su madre la Reina Tarente me ha informado que solicitaba enviar un mensaje. -Habló la sirvienta sin levantar la mirada.
-Así es, necesito enviar una carta a mi esposo el Rey. -Sonrío. -Trajo a algún mensajero.
La mujer asintió y quitó con cuidado la tela negra que cubría la jaula, dejando ver a la criatura en su interior.
-¿Una paloma? ¿En medio de este invierno eterno?
-Está tocada por la oscuridad, alteza. -Explicó la mujer. -Es el método más seguro, con lo ataques rebeldes podrían interceptar el mensaje.
«Curioso.... »Pensó la reina de cabellos de fuego cuando una sonrisa de suficiencia apareció en su rostro.
-Muy bien. -Sonrío tomando la jaula. -Puede retirase.
Fue hacia su escritorio donde tomó su carta escrita con su perfecta caligrafía para rociarla con su perfume quería que su amado oliese su aroma así como ella anhelaba el de él.
Dobló el papel en un cuadrado pequeño para luego amarrarlo al pie de la paloma, que tomó con sus manos desnudas. Caminó con ella hasta el ventanal.
-Busca a mi amado, pequeña. -Los morados ojos de la criatura se volvieron de un violeta intenso a lo que la Reina sonrió. Antes de besarla y dejarla ir. -Encuentra al Rey que se volverá emperador.
...
Esa noche en el palacio la Reina cenó más tranquila junto a su padre y esposa, la madre de su hermana menor , los responsables de que hoy llevase una corona y tuviese una nación a sus pies. Pues cuando tenia once la casaron con un príncipe heredero que hoy es el amor de su vida.
-Ya encargamos a alguien a que trajera a tu hermana. -Su ojos se alzaron instintivamente. -Seguro está igual de ansiosa que tú, Deyanira.
-Deseo mucho poder ver a mi hermana padre. -Sonrío. -Es lo que más deseo.
-Estoy segura que Dánae también muere por verte, querida. -Myssell su madrastra y Reina de Tarente habló. -Han pasado muchos años desde la última vez.
«No me digas... »Deyanira estuvo tentada a voltear los ojos pero se contuvo y en su lugar le regaló una sonrisa a la mujer de cabellos blancos. Además era de mala educación y de la niña rebelde que fue no quedaba rastro, ella era una Reina, una Reina respetable y admirada por todos.
-¿No nos dirás cuál es la sorpresa, hija, el motivo de tu visita? No es que me queje claro. -Preguntó ansioso el Rey. -De verdad espero que sea que me convertiré en abuelo pronto.
Pensar en ello iluminaba el rostro de la pelirroja, de verdad ansiaba el día de tener a su hermanita entre sus brazos, abrazarla y mostrarle lo grande que se había vuelto su corona.
-No, mi boca ésta sellada hasta que Dánae pise este castillo. -Una sonrisa de desplegó en todo su rostro cuando se puso de pie dejando a todos con la palabra en la boca y caminó hasta el balcón donde volvió a admirar la belleza del reino donde se crió, el lugar que más amaba en el mundo y quería verlo siempre.
...
Muy lejos de allí al otro lado de Tarente en el jardín donde el tiempo no pasaba y aún era de día se encontraba el conde Marcus con el grupo de cazadores de Monstruos que usaría para llevar a la princesa Dánae a las manos de su hermana.
El grupo de cazadores encargados de llevar a la princesa a palacio había pedido que primero se le diese alimentos para comer y llevar pues con hambre no trabajarían bien, además querían sacarle todo lo que podían al indeseable conde. Una vez saciada sus necesidades alimenticias y uno que otro robo por parte de Mabrouk de joyas "mal ubicadas" todos esperaban tranquilos a que la princesa terminara de alistarse, sabían que demoraría un tiempo.
-Necesito que muestren respeto cuando la princesa venga. -Ordenó Marcus al ver lo serios que eran los cazadores. -No vayan a ofenderla ¿Si? Capaz y lo echen todo a perder.
-Relajese señor. -Río Naddezza. -Que el viaje apenas empieza.
Dánae miró su reflejo en el gran espejo que se encontraba en sus aposentos, totalmente desnuda admiró su cuerpo perfectamente proporcionado, su rostro que denotaba demasiada inocencia para un mundo tan cruel,sus ojos azules brillaban con la mirada más cálida jamás vista en una princesa, muestra de toda la calidez que habitaba en su corazón. Su cabello blanco como la nieve le llegaba a la cintura y tan suave que una simple brisa lo desordenaba.
Con sus ojos divisó la bañera humeante, sabía que cualquier momento las sirvientas de Marcus vendrían a por ella para llevarla a su hogar, no sabía cuando volvería a bañarse así que no dudó en entrar en el agua. A pesar de que quizás el agua estuviese demasiado caliente para lo que podía soportar una piel normal.
Pero ella no era normal.
Miró el vestido de lino rosa que había sobre su cama y sonrió.
Alaric miraba de reojo como Akemi y Mabrouk se molestaban en susurros mal disimulados, sacando al conde de sus casillas, mientras que Naddezza se dedicaba a estar sentada sobre un banco afilando la punta de su lanza.
Una sirvienta llegó corriendo mientras cargaba una jaula de oro cubierta por una capa de seda roja. Naddezza miró con cierto interés la reveladora ropa de la sirvienta que dejaba poco a la imaginación y con la que claramente no se sentía cómoda.
Especial atención se llevó la cinta que llevaba en su pierna.
-Con ustedes. -Anunció el conde haciendo que la atención de todos fuese a la parte superior de las escaleras. -La princesa Dánae de Tarente.
Los ojos avellana de Alaric se encontraron con la mirada más azul del mundo entero, la personificación de la diosa de la belleza, que llevaba sobre su cuerpo un vestido de lino casi trasparente apenas sujetado por unos broches que no dejaban absolutamente nada sin descubrir. Su caminar, lento, daba pasos nerviosos pero aún así, caminaba como nadie.
El corazón de Alaric se aceleró, a Mabrouk se le escapó un silbido, Naddezza dejó de mirar la cinta de la sirvienta y Akemi simplemente puso los ojos en blanco.
La princesa caminó sin decir una palabra hasta quedar frente al hombre de cabellos blancos como ella y ojos avellana.
Alaric hipnotizado por la belleza que la princesa desprende se dejó caer de rodillas, diciéndole con ese simple acto que estaba a sus pies, que era otro de sus súbditos.
-¿Lucharías por mi? -Preguntó ella mirándolo desde su posición.
-Daría mi vida por ti. -Declaró el cazador sin poder contenerse.
-Entonces pongase de pie. -Sonrío ella. -Y lleveme a casa, ¿Sir...?
-Llameme Alaric, alteza.
-Entonces yo seré solo Dánae para usted.
Ella le sonrió al resto de los cazadores que seguían embelesados con ella, y su sonrisa no hizo más que extenderse cuando vio a Akemi. Amaba los niños
-Hola hermosa. -Se agachó para estar a su altura. -¿Cómo te llamas?
-Akemi. -Respondió con simpleza y desconfianza la niña.
-¿Y eres también una cazadora? Creo qué en palacio tengo unos cuantos vestidos que te quedarían genial.
-Alteza, esa niña ha matado más monstruos que vestidos tiene usted en el armario. -Interrumpió Mabrouk con orgullo. -A ella no le van los vestidos.
-Qué sea valiente no le quita que pueda ser elegante.
-Princesa, si usted pelease, diría que los vestidos solo estorban. -La interrumpió una arisca Naddezza. -Vestido y espada no se pueden mezclar.
-Si el fuego y el agua se mezclan creando tierra nueva. -La princesa caminó con elegancia hasta la guerrera. -Todo se puede mezclar. Y puede que el resultado la sorprenda.
La princesa sonrió con suficiencia y caminó hasta la sirvienta que aún sostenía la jaula de oro. Su corazón se aceleró como el de una niña a punto de recibir un juguete nuevo.
-¿Les molestaría si llevo mi mascota durante la cruzada?
-Si pagas su precio. -Naddezza la encaró. -Y si no caga mucho.
Naddezza odiaba de todo corazón a la realeza sobre todo por lo que vivió cuando era pequeña en el reino vecino y por lo que aún viven gran parte de personas en ese pueblo. Se hace hiper consciente de las cicatrices en su espalda al hundirse en el mar de los recuerdos.
Alaric que conocía de sobra la historia de su mejor amiga posó su amplia mano en la espalda de esta en busca de calmar el dolor emocional que la abarcaba.
Akemi quien viene del mismo reino que ella, y vivió también penurias aunque no las recuerda, ya que era una bebé, simplemente sonrió, apoyándola ella también tenia sus propias marcas de guerra.
-Bueno, cuál es el precio que costaría esto. -Dánae metió sus manos en la jaula y sacó a su "mascota"
En sus pálidas y delicadas manos fueron visibles las escamas negras y brillantes de lo que al principio creían una serpiente, hasta que estiró su cuerpo parándose sobre dos patas cargadas de garras, extendió sus alas y cuando dio un pequeño gruñido humo escapó de sus labios.
-Apenas esta mañana salió del huevo. -Sonrío. -Se llama Nahum es...
Mabrouk dio un paso al frente para poder ver mejor pues creía que todo era producto de su imaginación, eso no podía ser...
-Es un jodido Dragón
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro