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Las cosas escalaron bastante rápido.
Ya habían cruzado el rio de la relajación y de repente Ricitos, los osos y Jack ya habían aparecido, teniendo un enfrentamiento por el mapa. Kitty se descuidó un segundo cuando vió a gato correr muy lejos de la pelea, y a Perrito ir detrás de él mientras sostenía el sombrero del forajido.
—¿Gato?—
—¡Gracias por el mapa, patitas suaves!— Ricitos la golpeó con fuerza, arrebatándole el mapa para ver el camino —¿Ah? ¿Pinos nostálgicos?—
Todo el entorno cambió de nuevo, distrayendo a Jack Horner y alejando a Kitty de Ricitos.
—¡Adios bola de tontos!— Ricitos se carcajeó junto a los Osos antes de escapar con el mapa en las manos ante los ojos enojados de la felina de pelaje oscuro.
—¡No, no! ¡Los voy a hacer a todos tapetes de baño!— Kitty buscó a sus dos amigos con la mirada —Maldito gato, ¿¡Donde andas!?—
Kitty se adentró al bosque con desesperación, buscando por todos los rincones posibles de aquel bosque de pinos al gato anaranjado y a Perrito. Musitando maldiciones mientras cortaba la hierba alta para abrirse camino entre los pinos.
Después de avanzar durante algunos minutos, el sentido de peligro de Kitty se activó y un escalofrío pareció recorrer su espalda y mirar atentamente a sus alrededores en busca de qué o quién era aquello que parecía acecharla cuidadosamente.
Al mirar hacia atrás pareció notar que unos ojos rojos la observaban a pocos metros de distancia y una gran figura oscura, por lo que Kitty se preparó para atacar, antes de darse cuenta de que se trataba de solo unos frutos rojos del bosque lo que simulaban ser aquellos iris rojizos, y que era la engañosa sombra de varias ramas que simulaban aquella misteriosa silueta. La distancia la había hecho pensar algo distinto a ello.
Aliviada, y más calmada Kitty suspiró y se dió la vuelta dispuesta a seguir buscando a sus amigos, cuando al mirar delante suyo una macabra sonrisa y mirada carmesí la sorprendió.
—Vaya, vaya...— La profunda voz del lobo albino resonó por el bosque —Pero sí es Kitty Softpaws en persona, pero que honor—
El lobo se rio lenta y profundamente, mientras que Kitty se quedaba quieta en su lugar. ¿Por qué no podía moverse? Sus extremidades parecían dormidas.
—¿Qué te pasa, gatita?— La muerte la miró expectante —¿El gato te comió la lengua?— Se burló al verla tan quieta.
—¿Q-quien eres tú?— Preguntó tratando de no demostrar temor
—¿Un cazarecompensas?—
—Ah, disculpa mis malos modales— El lobo hizo una breve reverencia
—Solo soy un lobo feroz. Un placer conocerla señorita—
Él tomó la patita derecha de la felina, dejando un casto beso en la misma. Silenciosamente apreció la suavidad de su pelaje, percatandose de que el nombre "Softpaws" no lo tenía en vano.
La manera en la que su cuerpo parecía no reaccionar en la presencia de aquel lobo y la manera en la que su pelaje comenzaba a erizarse le hicieron sospechar sobre sus palabras. Además de las hoces que portaba.
Una daga se posicionó frente a su cara de manera repentina, ganandose una mirada incrédula por parte del lobo.
—¿Qué es lo que quieres de mí?— Se atrevió a cuestionar —¿Vas a matarme?—
El lobo apartó la daga lentamente.
—Es tentador, pero no, no. No vengo por tí... aún— Habló —Ya tengo un objetivo en mente, vengo por una "Leyenda"—
—Leyenda... ¿Hablas de—
—Sí, si. El gato con Botas— Afirmó aún sonriente.
Su cuerpo finalmente pareció responderle y Kitty adoptó una postura desafiante hacia el gran lobo albino.
—Si quieres llevartelo, ¡Primero debes pasar por encima de mí!— Exclamó apuntandolo con su daga nuevamente.
En lugar de atacar, la muerte se rio.
—¿De verdad darías tu vida por él?— Cuestionó —¿Aunque fuera la última que tuvieras?—
—Sí.—
—¿Incluso después de Santa Coloma?—
Kitty calmó su postura, mirandolo con sorpresa.
—¿Qué?—
—¿Me darías tu vida, aunque fue él quien te dejó sola?—
La felina lo observó intrigada, bajando su daga lentamente.
—¿Cómo lo sabes?—
—Oh Kitty— La muerte la observó con burla —Yo estuve ahí—
Kitty apartó la vista, pensando en sus palabras. El lobo comenzó a caminar a su alrededor.
—Cuando él te dejó, algo me atrajo hacia tí—
La muerte se detuvo detrás de ella, y con el mango de una de sus hoces la hizo levantar la cabeza para que pudiera mirarlo.
—Kitty, él te provocó un corazón roto que casi te mata—
Todo hizo sentido en la mente de Kitty, esa extraña presencia de aquellos días, el sentimiento de que algo malo iba a pasar. Ese tétrico silbido que pensó que era un producto de su imaginación...
Había sido él todo el tiempo.
Él no era un cazarecompensas
Él era la muerte.
—T-tú eres...tú ibas a llevarme contigo—
—Y por culpa de ese gato— Continuó el lobo, sonriendo al ver que había resuelto el rompecabezas más rápido que El Gato —Pero algo en tí fue diferente... Hiciste caso omiso a mi presencia y te volviste a levantar, valorando tu vida. Admirable—
El lobo se colocó delante de ella nuevamente, admirandola en silencio. Era una felina atractiva, con unos preciosos ojos tan brillantes como dos zafiros, no iba a negarlo, pero tampoco pensaba admitirlo en voz alta.
—En cambio él, no ha hecho más que desperdiciar sus vidas y lastimarte a tí— Continuó —Él no vale la pena, Kitty—
—¡Callate! No sabes nada de todo lo que hemos pasado—
El lobo se carcajeó de nuevo, esta vez más fuerte que antes.
—Tú eres quien no sabe nada de él— Expresó el canino —¿Alguna vez te habló de esa gata...Dulcinea?—
El pecho de Kitty dolió, y no supo exactamente el por qué.
—¿De qué me estás hablando?—
—¿Lo ves? No lo conoces en su totalidad— El lobo negó —Pero yo sí.—
La felina volvió a apartar la mirada, sintiendo como las lágrimas empezaban a acomularse en sus ojos.
—Espero que no te demores en darte cuenta— El lobo se colocó su capucha negra, cubriendo su rostro —Hasta pronto, Kitty Softpaws—
El silbido volvió a sonar, y cuando Kitty levantó la vista La muerte ya había desaparecido.
Kitty no pudo evitar que algunas lágrimas escaparan de sus ojos después, tratando de procesar la charla que había tenido con aquel lobo. Quería que todo fuera una mala jugada de su mente o que se tratara de una pesadilla, quería encontrar a Perrito y a Gato y escapar de ahí lo más pronto posible.
Claro, debía encontrarlos a ambos.
Kitty secó sus lágrimas y puso su cabeza en alto, reanudando la busqueda de sus dos amigos rápidamente. Cortando la hierba alta y gritando sus nombres sin recibir una respuesta, haciendola desesperar.
—Ugh! ¿Donde se metió ese gato y su perro?—
Kitty avanzó unos cuantos metros más antes de escuchar las voces del gato español y de Perrito.
—...No, Kitty no volverá a confiar en mí— Kitty se detuvo y escuchó atentamente —No después de Santa Coloma—
Kitty bajó ambas orejas, recordando nuevamente aquel día.
—Pero eso solo fue un mal robo— Perrito trató de consolarlo.
—Lo de Santa Coloma no fue un robo, Perrito— Recordó Gato —Había una iglesia, un sacerdote, invitados, y estaba Kitty. Ese día también huí—
Perrito lo observó sorprendido.
—¿La plantaste en el altar?—
—Me porté mal, lo sé. Y me avergüenzo— Admitió el español, cabizbajo —Desearía no haberle hecho tanto daño—
Kitty se quedó pensativa, él de verdad sonaba arrepentido, pero el dolor no era fácil de olvidar.
—Me arrepiento de lo de aquel día—
—¡Deberías decírselo a Kitty!— Sugirió perrito —¿Te sentirías mejor, no? Y ella se sentiría mejor—
Kitty suspiró, quizás podría tratar.
—¡Gato, Perro!— Simuló no verlos mientras se aproximaba, hasta que volteó hacia su dirección —¡Ahí están! ¿Qué pasó allá atrás?—
—He perdido el mapa— Gato desvió la mirada —He metido la pata—
—Oye, lo recuperaremos, que te importe un pepinillo— Animó Kitty.
Discutirían lo de Santa Coloma después, mientras tanto, se enfocarían en ir tras Ricitos y los Osos para recuperar el mapa.
Y mientras los tres amigos avanzaban entre los pinos, un lobo albino emergía de entre las sombras, habiendo presenciado la plática del Perro y el Gato.
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