Sinner
Sinner
- ¿Cómo pudiste? - gritaba Dick con el rostro encendido en furia mientras Tim intentaba detenerle.
La boca de Jasón sangraba por los golpes recibidos pero su expresión no se amedrentaba, no estaba arrepentido de sus acciones, de ninguna de ellas.
- Lo amo. - fue lo único que dijo mientras se levantaba y volvía a tomar posición, listo para recibir otro golpe de ser necesario.
- ¡Es nuestro hermano! - grito aún más iracundo Grayson. - ¡Es solo un niño!
- No lo es. - rebatió Jasón. - Tiene diecinueve años y puede tomar sus propias decisiones.
- Eres seis años mayor que él. - esta vez quien intervino fue Drake. - ¿En verdad esperas que creamos que esto es algo reciente?
- No espero nada. - casi escupió Todd. - Les guste o no estamos juntos.
- Malnacido. - grito Dick y se lanzó como una fiera sobre Jasón que agotado por soportar todos los ataques anteriores propinados por sus hermanos apenas y se podía mantenerse en pie, seguramente Dick lo hubiera destrozado de no ser por la intervención de Damián que ahora con la espada desenvainada se interponía entre ellos, su mirada era fría y mortal, emanaba peligro.
- Dami... - susurro como un cachorro herido Dick.
- Aléjate de él Grayson. - gruño el menor claramente furioso.
- Pero Dami...
- He dicho que te alejes. - el tono de voz usado por el más joven no dejaba lugar a dudas, iba a destrozar a quien osara acercarse a Jasón. - Si le ponen una sola mano encima los matare.
- Pero Damián, él se aprovechó de ti. - reclamo confundido Drake.
- Todd jamás haría tal cosa. - exclamo aún más enfurecido el menor. - Fui yo quien durante años le insistió hasta que finalmente cedió ante mis deseos.
El silencio que prosiguió a esa declaración podía cortarse con un cuchillo, tanto Dick como Tim trataban de asimilar toda esa situación pero simplemente no lo lograban.
- Basta Damián, no fuiste solo tú y lo sabes. - la declaración de Jasón no hizo más que aumentar la tensión. - Ellos nunca lo entenderán.
El menor asintió con la cabeza y pasando un brazo de Todd sobre sus hombros comenzó la marcha lejos de allí aun con su espada lista para matar; con la mirada se despedían ambos de la ciudad que alguna vez fue su hogar y de las personas que alguna vez fueron su familia.
Ambos eran pecadores y los pecadores lo pierden todo, todo excepto a aquellos que son iguales a ellos.
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