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Capítulo 7; Definitivamente no.

Alice estaba tan rígida y se había puesto tan pálida que parecía que acababan de sacarla de un congelador donde llevaba cien años encerrada. Sus ojos azulados se desorbitaron lentamente mientras escuchaba lo que fuese que el macarra estaba diciéndole al otro lado de la línea y Emma comprobó cómo la chica tragaba saliva de forma casi imperceptible.

— ¿Pero cómo...? — La chica se interrumpió mientras su mirada perpleja voló angustiada hasta el rostro de Jeremy, quien la observaba con rabia contenida desde su posición en el colchón, completamente rígido. Con las manos apretadas en dos puños. Con la mandíbula tensionada.

Si estuviese a punto de ser ahorcado no tendría peor aspecto.

Alice se separó el teléfono de la oreja y contempló el aparato unos segundos con perplejidad. Sus pestañas se movieron varias veces de forma precipitada como el aleteo de una mariposa. Como si con ese gesto fuese capaz de salir del estado de shock en el que se encontraba.

Emma se sentía como una intrusa mientras contemplaba cómo Alice se acercaba al catre y le entregaba el teléfono a Jeremy con mano temblorosa. Su rostro denotaba conmoción, horror y arrepentimiento, y el del muchacho en contraste era una máscara de pura rabia.

— ¿Qué te ha dicho? — Preguntó Jeremy en un tono de voz deliberadamente lento, tratando inútilmente de mantener a raya su furia.

Alice lo miraba atónita e inmóvil, con la respiración acelerada. Sin fuerzas ya para discutir, como si le acabasen de absorber toda la vitalidad de la que hacía gala minutos atrás.

— Alice...— Gruñó Jeremy a modo de advertencia con los dientes apretados.

La aludida cerró los ojos y cogió una gran bocanada de aire, insuflando oxígeno a sus pulmones de forma visible. Exhaló sonoramente, y cuando sus párpados se abrieron de nuevo, ella volvía a ser la chica decidida y resuelta que solía ser. Como si su inhalación le hubiese servido para enfundarse en una coraza imaginaria.

— Voy a llevarle su dinero. — Anunció mientras alzaba la barbilla y miraba fijamente a un Jeremy estupefacto. — Esta noche.

El chico no respondió, se había quedado completamente lívido, lo que destacaba aún más los moratones que decoraban su rostro. Su mirada incrédula contemplaba a su novia con la misma expresión horrorizada de quien ve levantarse a un muerto de su tumba.

Dinero. De modo que de eso se trataba todo. Jeremy tenía que darle dinero al macarra. Myers debía estar extorsionando a Jeremy, por ese motivo él estaba tan angustiado la noche anterior. Ahora todo encajaba. Las prisas de Jeremy, el temor en su rostro, la angustia por pagarle.

Emma tardó en cerrar la boca, el mismo tiempo que tardó el chico en recobrar el color en su tez bronceada. Tez que había pasado de la lividez más absoluta a un color borgoña nada saludable.

— No. De eso nada. — Protestó Jeremy negando enérgicamente con la cabeza mientras contemplaba a Alice horrorizado.

— No estoy pidiéndote permiso Jeremy. Estoy informándote. Soy lo suficientemente mayorcita como para tomar mis propias decisiones sin que tú tengas que aprobarlas. — Respondió la chica de forma testaruda mientras se alejaba de la cama del enfermo.

— ¡¿Pero tú te estas escuchando Alice?! ¡¿Te has vuelto loca?! ¡Definitivamente no! — Bramó Jeremy quien olvidando por completo sus lesiones hizo un movimiento brusco para incorporarse del que se arrepintió instantáneamente.

Un alarido salió de sus labios, mitad gemido mitad gruñido al mismo tiempo que una mueca de dolor contorsionó su rostro transformándolo en una mueca de sufrimiento. Un dolor lacerante y punzante se le alojó en el costado impidiéndole respirar con normalidad. Por unos interminables segundos, Jeremy se vio obligado a permanecer estático, sujetándose el cuerpo, sin respirar, concentrándose en el dolor, boqueando como un pez fuera del agua.

— ¡Maldita sea Jeremy! ¡¿Quieres estarte quieto y tumbarte?! — Vociferó Alice mientras se acercaba a él en un rápido movimiento que hizo que sus trenzas ondearan al aire. Precipitadamente, con una extraña combinación de enojo y dulzura, lo ayudó a volver a tumbarse sobre su cama. — Vas a provocarte más lesiones de las que tienes. — Protestó ayudándolo a colocarse sobre el colchón nuevamente. Cuando Alice volvió a hablar lo hizo con una voz melosa y dulce en extremo. A Emma le recordó el canto de las sirenas, ese que si lo escuchas más de la cuenta puede embaucarte hasta conseguir que hagas todo aquello que ella desea que hagas. — Oye, no te agobies, solo iré le daré su dinero y volveré. Cuando quieras darte cuenta estaré de nuevo aquí a tu lado, comiendo palomitas y viendo una peli. Será algo rápido. He quedado en una pizzería cerca de "The Grove". Está aquí al lado. No tardaré más de media hora en regresar. Será coser y cantar Jeremy. Y podrás olvidarte de todo esto y descansar hasta recuperarte.

Jeremy, no podía hablar por el dolor, pero se limitaba a negar con la cabeza enérgicamente. Cuando consiguió que sus cuerdas vocales emitieran algún sonido, su voz sonó estrangulada.

— No puedes ir Alice. No quiero que estés a solas con Myers.

Alice hizo aspavientos con las manos completamente frustrada al mismo tiempo que se incorporaba y mirada al techo.

— ¡Oh por el amor de Dios Jeremy! ¡Voy a ese centro comercial tres veces por semana! — Alice contempló a Jeremy durante unos segundos iracunda. Sin mediar palabra, la muchacha se acercó con determinación a la cómoda donde Jeremy tenía la ropa que había llevado la noche anterior. Rebuscó en los bolsillos de cada prenda hasta dar con un abultado sobre, y siguió hurgando en las prendas. — ¿Sabes qué? No necesito tu aprobación. — Sacó las llaves del vehículo de Jeremy del bolsillo de una cazadora, se volvió con aire triunfante y las movió en el aire haciendo que estas tintinearan al estrellarse unas contra otras. — Terminaré con todo esto de una vez por todas y regresaré cuando todo se haya solucionado.

Alice comenzó a dar zancadas en dirección a la puerta de la habitación, ignorando deliberadamente las protestas de Jeremy.

Emma, a quien no le apetecía quedarse a solas con él una vez que su novia se hubiese marchado, salió con ella de la estancia.

En cuanto la puerta se cerró tras de ellas, la sonrisa abandonó el rostro de Alice, y un vahído pareció embargarla. La chica se desplomó contra la pared del pasillo, como si ella fuese una marioneta a la que hubiesen cortado los hilos una vez que la función hubiese finalizado.

Su piel estaba lívida, y una mezcla de emociones se traslucían en su rostro, parecía angustiada, pero al mismo tiempo aliviada. Como si hubiese podido impedir la detonación de una bomba en el último segundo.

— ¿Alice...te encuentras bien? — Preguntó Emma preocupada mientras se acercaba a la chica que acababa de conocer.

Alice alzó el rostro, con la mirada perdida. Y miró a Emma de forma extraña, como si no supiese de dónde había salido.

— No sé qué hacer. — Susurró conmocionada tras unos segundos en silencio. — No sé dónde está el Red Hell. No sé qué aspecto tiene Myers. Y si no aparezco antes de las diez de la noche...

Emma quedó paralizada mientras las palabras de Alice comenzaban a cobrar sentido en su cabeza.

— No habéis quedado en ninguna pizzería. — Dijo Emma con los ojos desorbitados. — Te ha obligado a ir a su encuentro, ¿no? — Exigió saber Emma.

La mirada temerosa que Alice le dedicó fue suficiente respuesta para Emma. Hasta aquel momento jamás otro ser humano la había mirado como si estuviese a punto de ser fusilado.

— ¡No me lo puedo creer! — Vociferó en susurros Emma. — ¿Por qué has accedido?

— ¿Acceder? No me ha dado opción.

Emma exhaló apenada por aquella chica. No sabía la que le esperaba.

— Ese macarra de mierda... ¿no escarmentó con lo que sucedió anoche? — Meditó en voz alta Emma completamente indignada.

Un extraño brillo iluminó momentáneamente el semblante de Alice, haciéndola recuperar algo de color. La chica se incorporó, recobrando nuevamente la movilidad de sus miembros, y se acercó a Emma con una extraña expresión en los ojos.

Emma receló.

El nerviosismo de Alice era palpable, no solo por su voz atropellada, sino también por su lenguaje no verbal. La mulata alargó el brazo y le sujetó la mano. Emma sintió la calidez de la piel de la chica, quien al mismo tiempo que le apretaba la mano la contemplaba con mirada suplicante.

— ¡Eso es! Tú estabas allí anoche. Tú sabes el aspecto que tiene Myers.

Emma recordó los ojos ambarinos de Myers, los tatuajes que le recubrían la piel, la hostilidad que el chico transmitía, el pánico que sintió cuando se quedó a solas con él frente al antro donde le dieron a Jeremy la paliza.

Se soltó del agarre de Alice como si la chica estuviese recubierta de fétidas sobras de pescado, mirándola con auténtico horror.

— Anoche casi me secuestran. — Respondió con aspereza al recordar lo cerca que había estado de acabar en el interior de aquella camioneta azul.

— Pero no fue así, él te trajo de vuelta. — Argumentó la mulata esperanzada.

Alice no sabía de lo que hablaba. Era cierto que Alex la había llevado de vuelta a casa, pero también había sido él quien la había puesto en peligro, para empezar impidiendo que acompañara a Jeremy al hospital.

— Oye. — Dijo Emma con voz tierna. — No tienes ni idea de lo que tuve que pasar anoche para regresar a casa.

— Exacto. — Replicó la chica interrumpiendo a Emma. — No lo sé. Nunca he estado en un barrio como ese. Nunca me he relacionado con gente como él. Por favor. Sé que no nos conocemos, pero necesito tu ayuda. Ven conmigo al Red Hell. — Insistió Alice con voz suplicante.

Emma permaneció donde estaba, paralizada, analizando a aquella extraña que le imploraba ayuda. Una parte de su mente le decía que aquel no era su problema. Si a aquel niño rico le gustaba jugar con fuego mezclándose con camorristas, no era de su incumbencia. Pero otra parte de su conciencia, no podía evitar pensar que si ella fuese la que estaba en aquella situación, le gustaría que alguien la ayudara.

Alice echó una rápida mirada veloz detrás de Emma, y solo en ese momento ella escuchó las voces de la señora Brown y su madre que se acercaban tranquilamente por el inmenso pasillo.

— Cielo, venía a avisarte de que es hora de irnos. — Dijo su madre al llegar a su altura.

Emma salió de su trance momentáneo y sus ojos se desplazaron de la mirada angustiada de Alice a la sonrisa despreocupada de su progenitora.

— Mamá, te presento a Alice...

— Parker. — Respondió la chica al tiempo que mostraba una sonrisa nerviosa.

— Es la novia de Jeremy. — Aclaró Elisabeth Brown — ¿Qué tal está mi hijo? ¿Se ha tomado la medicación? — Preguntó acercándose a la puerta del dormitorio.

Emma no recordaba haber visto a Jeremy tomar la medicación, pero no lo negó cuando Alice afirmó lo contrario.

— Emma cariño, voy a entrar a ver a Jeremy un segundo y cuando salga nos marchamos. Tenemos planeado pasar el día visitando la ciudad para familiarizarnos. — Aclaró la madre de Emma a la señora Brown.

La señora Brown comenzó a dar consejos sobre qué lugar era más interesante mientras golpeaba con los nudillos la puerta de la habitación de su hijo.

— Mamá...— Dijo Emma interrumpiendo la conversación. Cuando su madre se giró para observarla, ella permaneció en silencio unos segundos. Se mordió el labio antes de continuar y sintió cómo su pulso se aceleraba. — Necesitaré llegar temprano. Alice... me ha invitado esta noche a tomar una pizza en un centro comercial que hay cerca de aquí. — Las comisuras de los labios de Emma temblaron antes de forzar una sonrisa.

Alice pestañeó varias veces de forma precipitada. Sorprendida.

Emma le dedicó una mirada soslayada.

Ni ella podía creer a lo que acababa de acceder. Volver una vez más a encontrarse con Alex Myers.



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