18.-La verdad.
Disclaimer: Amolad pertenece a The snipster.
El silencio fue aplastado por el ruido sordo del metal contra el pavimento, mientras la sangre teñía la calle de carmesí. Des se quedó helado en su posición, admirando aquella muestra de poder, e insensibilidad. Algo en sus adentros se estremeció, no sabía donde clasificar al sentimiento que recorría todo su cuerpo, el miedo fundido con la paz, aplastando de manera peligrosa su conciencia, haciéndolo sentir relajado puesto que había sido salvado.—"Pero a ¿Qué costo?"—Pensó. Se había involucrado con un hombre realmente dañado, uno realmente peligroso. Leo Spindler era una fiera poderosa, una pantera que le arrancaría la garganta cuando dejará de ser ¿Atractivo? ¿Divertido? ¿Por qué lo quería el moreno, en primer lugar? Sus pensamientos se hallaron interrumpidos.
—¿Estás bien?—La suave voz de Leo, lo sacó de su trance, mientras asentía con la cabeza y desviaba la mirada.
En verdad ¿Quería que el "perro" le mordiera la mano? No, era demasiado arriesgado, nunca en esos años había sentido miedo, no hasta ese momento, donde pudo apreciar la fuerza del moreno, siempre tan dócil y a la vez tan salvaje e incontrolable. —Quiero ir a casa—Balbuceo, apretando su cuerpo con sus brazos. No había jugado bien sus cartas ni sus piezas. Se intentó poner de pie, sin embargo sus piernas flaquearon y el tobillo le punzaba, Leo lo atrapó y nuevamente, halló esa inquietante emoción. —Gracias.
Cuando se juega con fuego nunca se sabe cuando saldrás quemado, pero sea tarde o temprano, alguna chispa saltará sobre tu piel y aprenderás la lección. La victoria de las aves y los blights se hizo resonar en la noche, Des y Leo se retiraron silenciosos a su morada, el alto no pronuncio alguna palabra en el recorrido, fue Leo el que se deshizo del mismo.
—Sheppard se encargara de limpiar ese desastre—Des volteo a verlo, mientras escuchaba atento las palabras de su esposo—Nadie sabrá que pasó el día de mañana. —Samuel, es experto en encubrir escenas—Le brindo una ligera sonrisa, mientras el alto lo miraba con el semblante descompuesto, y un molesto recordatorio en la mente al dormir: "Cuida tus pisadas"
El maquillaje corrigió los moretones, y el esguince fue alivianado con un vendaje y mucho analgésico, No se volvió a saber algo de aquellos que se llamaron alguna vez, Savage; sin embargo la incertidumbre crecía día con día.
Los días pasaron, y su mente se hallaba confusa, se convenció de que había cosas más importantes de las cuales hacerse cargo que la venganza, estaba seguro que Sheppard era el que había atentado en su contra, lastimosamente el no gozaba de una red de informantes tan rica como la de Leo, el cual tenía al más grande traidor como mano derecha. ¿Debería decirle? Aunque ese asunto era entre el rubio y él.
Así que, había maquinado ese día, Emma sería su soporte mientras confrontaba al beta, tenía que saber a quienes más les había revelado su secreto, el tobillo aun le punzaba pero no le importaba, condujeron por la autopista hasta llegar a la fabrica que dirigía Sheppard, el lugar donde maquillaba algunos negocios sucios y podría jurar que también era donde se deshacía de la evidencia.
Al salir Des, le dio instrucciones a Emma de vigilar las entradas mientras él hablaba con Samuel, avanzó con seguridad por los pasillos, sin ser detenido por la seguridad al saber de quién se trataba, al parecer el horario de salida estaba próximo, y nadie quería problemas con el conyugue de quien pagaba su honorarios.
—¿Dónde puedo encontrar la oficina de Samuel Sheppard?—Preguntó a un trabajador el cual señaló un pasillo y le informaba qué, aquél se encontraba en el centro de maquinas.
Un timbre sonó, marcando la salida de los trabajadores, los cuales tomaron sus cosas y empezaron a retirarse, pronto el ruido de las maquinas cesó, y Aeva continuo su trayecto por el complejo, has que pudo visualizar la rubia caballera de Samuel.
—Te escondes muy bien, cuatro ojos. —Habló el alto, captando la atención de Sheppard.
—¿Has decidido dejar de huir? A que debo tú visita Aeva—Contestó imperturbable el rubio.
—Tengo asuntos contigo, ya que al parecer los juegos sucios y los cuchillos por la espalda es lo tuyo. —Sonrió.
—No sé de que hablas. —No había ni una pisca de remordimiento o miedo en las palabras de Sheppard.
—Tú los enviaste,—Aseguró— qué fue ese mierdecilla de: "sólo quien desconoce su valor desprecia la vida" si tu también los usaste y desechaste, o es ¿Qué te gusta recoger la basura?—preguntó sardónico.
—Humm, Es verdad, eran inservibles, alguien que sólo trabaja por instinto esta a la par de cualquier animal ¿No crees?—Lo miró con superioridad— ¿Tardaste un poco al venir aquí? Puedo saber porqué, o es que la lentitud viene desde "Nacimiento".—Le refutó con fanfarronería.
—No me provoques Samuel, Tu mierda le podría costar caro a Leo. —Amenazo.
—No más de lo que tu existencia lo hace. —Dijo con seriedad Samuel. —Y no tienes algo con lo que involucrarme en tu afirmación, me deshice de los cuerpos ¿No es así? Él no te creerá. —Sonrió, usando la misma maldita frase con la que lo había callado a él.
Aeva camino decididamente hasta él —Ya te lo dije ¿Quieres apostar?—se inclino suavemente susurrando en su oído —Aunque no necesito a un alfa para tratar contigo, ¿Cuántos necesitas tu?—Preguntó intentando hacerle revelar sus planes al rubio.
Sheppard rió con descaro— Con ese tobillo—Señaló— no creo necesitar ni uno, sabes cuál es tu problema, que no sabes de donde viene el conocimiento. La experiencia se gana —Denotó con desdén— no se adquiere de manera automática en un día, no tienes una idea de lo que Life y yo hemos vivido, tu triste historial no me conmueve, no sé qué ve él en ti, para mí no eres más que otro omega tonto y usado. —Escupió con enojo. —Uno que incluso ha perdido su atractivo de... nacimiento.
—¿Es eso? ¿Quieres a Leo como tu compañero? Humm... ¿Molesto, de qué me haya escogido en lugar de a ti? —Ironizo— Para ser sincero no sé qué es lo que ve, ya que no pertenecemos al mismo saco de mierda, ni tú al de él, ni yo al tuyo ¿Porqué no consigues una de estas?—Comento con elocuencia mientras señalaba su cuello y marca — Y me dices que tal te va. —Sugirió sin que las palabras de Sheppard le afectaran.
—¡No eres más que un sucio bastardo! ¡Esa marca es la única cosa por la cual eres valioso para Leo!—Pronunció profundamente enfadado, tomando al alto por los hombros. —Es eso, Lo es, ¡Debe serlo! No lo entiendo, ¡No lo entiendo! —Pronuncio rápidamente para sí mismo más que para Des, mientras su mano temblorosa mantenía al Omega en su lugar —Yo estuve con él en el reformatorio, yo lo protegí de ellos, yo encubrí y limpie todo... ¡Yo debería ser más valioso que tú! —Lo miro con todo el despecho que sus ojos oliva le permitieron, con lagrimas de furia asomándose peligrosamente, odiaba al Omega, había preparado el regalo y aquél lo había abierto descuidándolo, Leo era su obra... lo protegió, cuido, y lo ayudo a alcanzar lo que era ahora... —Pero como borrarte si siempre te has metido como el lodo a la casa, las estúpidas cartas, las malditas peleas... —Des escuchaba atento lo que Sheppard revelaba ante él,—Estoy seguro de que no sabes lo que es mancharte las manos, limpiar el suelo, y suplicar piedad. Estoy seguro de que nunca has caído tan bajo como nosotros, ¡Pisoteado tantas veces, que la mierdecilla de tu cuello parezca una caricia! —Susurro con enojo a un anonadado Des. —Ella tiene razón eres mierda bañada en oro.
Las alarmas en la cabeza de Aeva se prendieron, estaba asustado e intrigado, la información de Sheppard iba más allá de una pelea marital, y envolvía una historia turbia que no estaba seguro que quisiera saber. Los dedos de Samuel se enterraron en sus hombros acercándose peligrosamente a su cuello, el beta era fuerte, tal vez no tanto como él, pero si lo suficiente como para ahorcarlo.
—No estoy seguro de que quieras hacerlo, ¿Sabes qué te hará él cuando sepa lo que me has hecho?—Cuestiono.
Y Sheppard retrocedió, con un miedo profundo e instintivo, temblando de impotencia, la amenaza de que Leo iría por él, era algo con lo que el beta no podía.
Lovelance corrió hacía ellos al escuchar la discusión, —Emma vamos.—Des ordenó mientras, dirigía sus pisadas a la salida y el corazón latiendo fuertemente, con el valor drenándose de su cuerpo.
—¡Aeva, tengo como hacerte caer! —Gritó el rubio, haciendo al alto voltear hacía él,— Deberías entrenar mejor a tu personal de confianza. —aclaró mientras le lanzaba una mirada sugestiva a Lovelance y enterraba la duda.
Des se mantuvo activo en la empresa; con los días corriendo entre la oficina y el hogar. Era otro día absurdamente cotidiano, una tarde ventosa y fría de otoño, Des miraba apacible los contratos y papeles sobre el escritorio y aunque parecía tranquilo en la superficie, por dentro Aeva no podía parar de pensar en la conversación que había tenido con Emma y Sheppard.
Su matrimonio era una montaña rusa de emociones conflictivas en las cuales Leo parecía danzar muy bien, no importaba que tan mal o bien se comportara, que cruel o compasivo, irónico u honesto, hiriente o amoroso pudiera ser, el moreno veía algo en él, que Des simplemente no podía encontrar. Resultaba difícil de explicar, pero trataba de no pensar en ello demasiado, era un sosiego poder ser "él" sin aparentar, esa era la realidad, el poder quitarse la máscara y ser aceptado por lo que realmente era, sin intentar sacar lo mejor de sí mismo...sin ser juzgado o comparado con alguien de la lista. Y aunque le gustaba todo eso, tenía que dejar a Leo, más bien cumplir la "venganza" que planeó con toda su frustración y enojo, esa que por alguna razón, al analizar toda la situación, ya no ardía con la misma intensidad dentro de su interior.
—Deberías invertir con ellos, yo te apoyare si algo sale mal, el costo será mínimo ¿Qué te parece?—El moreno se hallaba con él, cuidando de cerca que no se pusiera de pie, ese esguince había tardado meses en sanar, en gran parte por la obstinación de Des, el cual no conocía el descanso, aun cuando un médico se lo hubiese recomendado —Es un gran negocio— Leo tenía una mente ágil y la habilidad innata para hacer buenos acuerdos.
—Creo que lo haré. Gracias—Sonrió mientras miraba a Leo, y lo analizaba, sus ojos verdes se perdían en los documentos que él deliberadamente le había entregado, pensando en las mejores opciones para Ardent, sin importarle llevarse a su empresa en el proceso. Leo tenía todo lo que cualquiera quisiera de un matrimonio, y más; tal vez era eso, ese "más", que cavaba y consumía sus más mediáticos pensamientos.
Cinco años conviviendo con el "enemigo", y por absurdo que sonara, se dio cuenta de algo, de que el enemigo ¿Es una persona? Que siente y piensa, que se compromete y se esfuerza, aprendió a conocer, relacionarse y ¿Aceptar? Incluso pensó en ¿Perdonar? ¿Se podía? Y tal vez era eso lo que le carcomía la conciencia, como un millón de termitas cavando al exterior, pisando en falso, pensando que la desconfianza y la venganza eran demasiado vacías, no habría nadie con quien celebrar la victoria esta vez, con Tedd todo había carecido de emoción y encanto, nada quedo después de que él se fue, ¿Pasaría lo mismo con Leo? ¿Y que había de él? Le habían quitado tanto, pensó mientras apretaba el saco sobre su vientre, tanto que el precio mínimo de la compensación era el mismo trato ¿No? Pero, Leo no era un saco de testosterona puro y duro, era diferente de cualquiera que él hubiese conocido, y a veces, quería que el instinto lo gobernara para callar a la molesta voz de su conciencia, aquella que buscaba venganza, y corrompía el sentimiento puro de protección que lo abrazaba cuando Leo sacaba su lado más brutal y le decía que no le haría daño. Quería confiar en que no lo haría... porque realmente nunca lo había hecho.
Spindler no le había dicho nada, pero la información fue fácil de obtener una vez supo donde buscar. Al encontrar la bancarrota de los Spindler, la ruptura de su acuerdo nupcial, y los documentos del juicio, esos que nunca comprendió pero que ahora de sobra sabía de que trataban. Había llorado de impotencia y rió de pura ironía, siempre usado, descartado, y reutilizado, que sus padres hubiesen muerto fue lo mejor que le pudo haber pasado eso junto con su marca, de no tenerla en el cuello, como había dicho Sheppard lo habrían vendido con el mejor postor. La verdad era dura de asimilar y ahora era conocedor de ella, junto con la vida en el reformatorio de Leo; donde había cosas que sabía que eran mejor olvidar y no mencionar. Ahora comprendía todo y a la vez nada.
—Deberíamos dejarlo para después, quiero ir a casa. Hay que discutir el asunto que me comentaste—Acertó a decir mientras se acercaba a Leo, y le hacía levantar el rostro, perdiéndose en el brillo de sus ojos chartreuse.
El moreno musitó—Vamos— mientras le robaba un fino beso de sus labios y se encaminaban al estacionamiento.
El edificio lucía tan tranquilo sin los trabajadores, después de todo cuando la noche reina, la paz abraza. —Es una hermosa noche. —Afirmo mientras sus ojos se perdían en la inmensa luna llena.—Aunque me encantaría...
—¿Ver a las estrellas?—Interrumpió Leo con una sonrisa y una ligera risa, que el viento se llevo.—Siempre podemos conducir hasta la montaña, seguramente ahí se verán.
Des volteo a verlo con un ligero mohín y un arrugar de cejo—¿Y? ¿Cuál es el chiste que no me entere?—Musitó ante la soñadora expresión de Leo.
—Oh, uno muy personal, aunque ya que eres tú te lo puedo contar —Reveló en un susurro, acercando a Des así mismo. —Verás, hice algo por mi esposo, pero creó que él jamás se percato de ello.—Comentó pasando la yema de sus dedos por sus sienes— Desde que es un niño tiene un interés casi insano por las estrellas y alguna vez, me comparo con una de ellas. Es sumamente encantador. Algún día los presentare —Reveló en broma, mientras terminaba de abrir la puerta del auto y le daba pasó aun sonrojado Des.
—Eres un bobo—Habló Aeva al estar adentro, con las mejillas ardiendo y el corazón acelerado, había cosas buenas de su pasado juntos, que él había bloqueado para evitar sentirse acongojado, utilizado... pero ahora que las recordaba y con los cambios en su vida actual, sólo lo hacían estremecer.
Su mente fría para los negocios le decía que podía abusar más de aquello, pero que recordara que el precio de la venganza no se podía medir con lo material, que ese era el significado real del poder... y por otro lado, algo le susurraba que no todo era blanco y negro y que tal vez... pudiera quedarse con todo, con el poder y el alfa, con el cariño y la libertad ¿Y si pudiera limpiar el lienzo y volverlo a pintar? Porque el color pardo con el que se había cubierto lo llenaba de miedo e inseguridad, cada vez que Leo lo tenía entre sus brazos y lo llenaba de ese abrazador sentimiento de protección, no podía cederle su conciencia, ni el poder.
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Créditos: Sum 41 - Open Your eyes.
N.A:
Feliz año 2020 a todos, <3 <3 <3
Pues no logré de terminar este fanfic antes del 2020, pero bueno...he aquí la actualización que nadie pidió, aun me quedan otros 6 capitulos nates de que esto termine... espero yo.
Dudas, comentarios, mentadas todo es bienvenido. <3
atte: Morachan
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