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Fourteen

 –¿Peso mucho, conejito? –le preguntó SeHun, levantándose de encima de JunMyeon–. ¿Estás bien? No te he hecho daño, ¿verdad?

–En absoluto. –respondió JunMyeon–. Y tenías razón acerca de lo que me has dicho esta mañana en tu despacho.

–¿El qué? –pregunto SeHun.

SeHun no sabía cómo era posible que volviese a desear a JunMyeon tan pronto, pero la sonrisa de JunMyeon hizo que se excitase de nuevo.

–Que tienes unas manos mágicas. –señalo JunMyeon con las mejillas sonrojadas y brillantes.

SeHun pensó que nunca lo había tan guapo como ahora: desnudo, sudoroso, con el pelo revuelto y las mejillas rojas.

–Ahora que puedo pensar con un poco más de claridad, ¿puedo preguntarte algo? –le dijo SeHun.

–Supongo que querrás saber cómo es que soy tan inexperto. –susurro JunMyeon.

–Sí. –admitió SeHun, dándole un beso en la cabeza–. No me malinterpretes conejito. No me puedo quejar de ser el único hombre con el que has hecho el amor, pero, a tu edad, casi todos han perdido ya la virginidad.

–En realidad, no puedo decir que sea porque he estado esperando a casarme, ni que no haya estado cerca un par de veces. –admitió JunMyeon–, pero el caso es que ningún momento o ningún hombre me parecían los adecuados. Hasta ahora.

A pesar de que podía considerarse con derecho a hacerle el amor, porque era su marido, SeHun se sintió muy privilegiado. Aquello significaba, que JunMyeon lo consideraba el hombre adecuado para él. La idea lo excitó tanto que tuvo que hacer un esfuerzo para no empezar a hacerle el amor otra vez a JunMyeon.

–¿Vas a hacerme el amor otra vez? –preguntó JunMyeon, como si le hubiese leído el pensamiento.

–Me encantaría, pero no podemos volver a hacerlo hasta mañana. –lamento SeHun –. Eres nuevo en esto y necesitas un poco de tiempo para acostumbrarte.

–Está bien. –respondió JunMyeon un poco decepcionado–. Estoy cansado.

SeHun no tardó en oír que JunMyeon se había quedado dormido. Entonces, apagó la luz y cerró los ojos, pero SeHun no pudo dormir. No podía dejar de pensar en el chico que tenía al lado, con la cabeza apoyada en su hombro.

El informe final de la investigación solo tardaría un par de días más. ¿Por qué no había esperado a tenerlo para consumar su matrimonio? En principio, no parecía que tuviese de qué preocuparse, e intentó concentrarse en aquello. Respiró hondo. Tenía que haber pensado con la cabeza, no con las hormonas. Después de aquello, si las cosas no salían bien, tendría que darle a JunMyeon un millón de dólares en vez de diez mil, y el proceso de divorcio sería mucho más largo que una anulación.

Aunque no pensaba que fuesen a divorciarse. Un chico que se había reservado para el hombre adecuado no habría hecho el amor con él si no pensase que su matrimonio podía funcionar. Además, SeHun confiaba en JunMyeon. Le había mentido una vez, pero estaba seguro de que, a partir de entonces, JunMyeon no volvería a hacerlo.

De todos modos, no podía hacer nada al respecto, así que SeHun se obligó a relajarse. Solo el tiempo diría si era el hombre más afortunado del planeta por haber encontrado al chico de sus sueños gracias a un anuncio por Internet. Y prefería no barajar ninguna otra posibilidad.

–¿Cómo están mis chicas esta mañana? –preguntó JunMyeon al entrar en el recinto en el que estaban las dos terneras huérfanas.

Ambas acudieron al oír su voz y JunMyeon supo que querían desayunar. Mientras las terneras comían, JunMyeon pensó en la noche anterior. Ya era el esposo de SeHun en todos los sentidos, pero sabía que hacer el amor con SeHun había complicado su situación.

Había intentado hablarle de su padre Sungsoo antes de que hiciesen el amor, pero SeHun no se había mostrado muy interesado, y JunMyeon se había dejado llevar y se había olvidado de todo. Suspiró y se dijo que SeHun había sido tan considerado, tan cariñoso la noche anterior, que seguro que lo escucharía y lo comprendería. Ya solo tenía que encontrar el mejor momento para contárselo todo.

–Parece que te entiendes muy bien con las terneras. –dijo SeHun a sus espaldas.

JunMyeon lo miró por encima del hombro y sonrió.

–¿Has venido a ver si estábamos bien? –bromeo JunMyeon.

SeHun negó con la cabeza.

–He pasado a ver a la yegua y el potro y he pensado que tal vez te apeteciese hacer un muñeco de nieve conmigo. –ofreció SeHun.

–¿De verdad? –los ojos de JunMyeon brillaron de alegría.

SeHun sonrió y asintió.

–Sí conejito. –le dijo, abrazándolo–. Por cierto, que Yunho ha llamado para decirme que no va a volver hasta esta noche. O hasta mañana por la mañana.

–¿Es habitual? –pregunto JunMyeon.

–La verdad es que ocurre a veces. –admitió SeHun–, pero me parece que esta vez lo está haciendo para darnos algo más de tiempo a solas.

–¿Sabe qué...? –A JunMyeon le ardieron las mejillas.

–No, no sabe nada conejito. –le dijo SeHun sonriendo–, pero tiene la esperanza de que nuestro matrimonio funcione y creo que piensa que pasar tiempo a solas nos va a venir bien.

Aquello hizo que JunMyeon se sintiese un poco mejor. Además, aunque Yunho volviese, su habitación estaba en el piso de abajo y en el extremo de la casa contrario al de la habitación principal.

–¿Estás bien conejito? –le susurró SeHun al oído–. No estás muy dolorido, ¿verdad?

JunMyeon lo abrazó por la cintura y apoyó la cabeza en su pecho. ¿Cómo no iba a querer a un hombre que se preocupaba tanto por su bienestar?

–Estoy bien, pero tenías que haberme despertado cuando te has levantado tú para que te ayudase. –comento JunMyeon.

SeHun le dio un beso en la punta de la nariz.

–He preferido dejarte dormir cariño.

–Gracias a ti, estoy completamente recuperado de la caída en el estanque. –le recordó JunMyeon.

SeHun sonrió y le apartó un mechón de pelo de la mejilla.

–Ese no es el motivo por el que quería que descansases conejito. –señalo SeHun.

–¿Entonces...?

–Sino porque pretendo tenerte toda la noche despierto, haciendo el amor. –le dijo SeHun en voz baja.

–Ah... Olvida mi pregunta. –sonrió JunMyeon.

–¿Sabes lo guapo que te pones cuando algo te da vergüenza? –le preguntó SeHun.

–No, y un caballero no haría ningún comentario al respecto. –enfatizo JunMyeon sonrojado.

–Cielo, no tienes que sentir vergüenza conmigo. Soy el hombre que ha explorado todos tus lugares secretos anoche, y pretendo volver a hacerlo esta noche. –aseguro SeHun –. Ahora, si has terminado aquí, vamos a lavar los cubos y a hacer ese muñeco de nieve.

JunMyeon sintió.

–Lo cierto es que quería comentarte algo. –le dijo SeHun, abriendo la puerta para que ambos saliesen–. Como Yunho no está, he pensado que podías hacer tú la cena mientras yo me ocupo de las terneras.

JunMyeon se mordió el labio inferior. Una cosa era meter una pizza al horno y, otra muy distinta, cocinar. Sobre todo, teniendo en cuenta que en su casa siempre había habido cocinera.

–Me parece bien. –respondió JunMyeon, diciéndose que hacer una ensalada y unos filetes no podía ser tan difícil.

–Ahora, vamos a hacer tu primer muñeco de nieve. –señalo SeHun.

Mientras iban hacia la casa, JunMyeon se dijo que, si tenía algún problema con la cena, siempre podía buscar alguna receta en Internet.

–¿Por qué empezamos? –preguntó JunMyeon cambiando de tema.

–Haz una bola de nieve y después hazla rodar para que vaya creciendo. –le dijo SeHun–. Es una suerte que la nieve de anoche no fuese tan seca como de costumbre.

–¿Cuál es la diferencia? –preguntó JunMyeon, empezando a hacer lo que SeHun le había dicho.

–La nieve seca es como polvo, la mejor para esquiar, pero con la nieve húmeda se hacen mejores muñecos. –explico SeHun.

La bola de JunMyeon se había convertido ya en una enorme esfera.

–¿Hago otra más pequeña para el cuerpo?

–Sí, y otra todavía más pequeña para la cabeza. –le dijo SeHun.

Cuando tuvieron las tres colocadas, JunMyeon retrocedió para estudiarlas.

–Es divertido. –chilló JunMyeon.

SeHun asintió y le dio un puñado de piedras oscuras.

–Utilízalas como ojos y boca mientras yo voy a la nevera a por una zanahoria. –comento SeHun dándose la vuelta.

Unos minutos después volvía con la zanahoria, unos palos, un viejo sombrero de cowboy y una gastada cazadora de piel.

–Qué buena idea, un muñeco de nieve cowboy. –comentó JunMyeon riendo.

–Ponte a su lado. –le pidió SeHun, sacando su iPhone para hacerle una fotografía–. Para la posteridad. Ahora, vamos dentro a ver qué podemos comer.

–Antes quiero hacer algo que he deseado hacer toda mi vida. –le dijo JunMyeon, agachándose a por un puñado de nieve.

Hizo una bola y se la tiró.

–No sabes lo que has hecho. –le dijo SeHun riendo.

Se agachó y se levantó rápidamente, y sonrió con malicia.

–No vas a salir impune de esta, conejito. –advirtió SeHun.

Riendo, JunMyeon se echó a correr, pero era muy difícil correr en la nieve.

–¡Lo siento! –gritó JunMyeon carcajeándose.

–No, no lo sientes conejito. –respondió SeHun, dándole con una bola de nieve en la espalda.

JunMyeon se dio cuenta de que no podía competir con SeHun y se dejó caer en la nieve.

–¿conejito? ¿Estás bien? –preguntó SeHun, corriendo a arrodillarse en la nieve.

JunMyeon se incorporó en ese instante y le puso un puñado de nieve en la cara.

–No me has dado tan fuerte. –ataco JunMyeon.

–¿No me digas? –preguntó SeHun sonriendo, con los ojos brillantes, tumbándose encima de JunMyeon para inmovilizarlo.

A JunMyeon se le ocurrió distraerlo, así que lo abrazó por el cuello y le dio un beso en los labios. SeHun gimió y eso hizo que JunMyeon se animase a acariciarlo con la lengua y a profundizar el beso, cosa que había hecho siempre SeHun en la última semana.

–Creo que me vas a volver loco conejito. –le dijo SeHun apartándose para ponerse en pie y ayudarlo a levantarse–. Vamos dentro, a calentarnos y a comer.

–Suena bien. –comentó JunMyeon. 

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yo tambien hice un muñeco pero me salio feis, usen  guantes porque la nieve quema y no me dejo darle vueltas

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