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09.

HEESEUNG.

Mientras observo el bien amueblado despacho de mi terapeuta, vuelvo a pensar en esa maldita carta. Esperaba tener tiempo para leerla antes de irme, pero Yoon se presentó temprano e insistió en prepararme el desayuno, y entonces le conté toda la verdad sobre lo que ocurrió con Jay.

Para ser un ex adicto, soy una completa mierda mintiéndole a desconocidos. Yoon no pareció sorprendida en absoluto cuando le expliqué el comportamiento de mi ex, pero estaba preocupada por sus represalias.

Por ella, fingí preocuparme por lo que él pudiera hacerle a mi reputación.

—¿Estás bien?—Jungwon pregunta. Es un agradable tipo de un rango de edad que no pasa los 30, con unas gruesas gafas y una camisa blanca, que estoy seguro de que reparten con los títulos de psicólogo.
—Sí, ¿por qué no iba a estarlo?
—Te ves muy inquieto—dice, señalando mi pie. Sólo entonces me doy cuenta de que está golpeando erráticamente el suelo, y lo cruzo sobre mi otra pierna para mantenerme quieto
—. Parece que no estás realmente aquí.

Resoplo.—Por eso estoy aquí, ¿no? En realidad, no estoy aquí en absoluto.
Jungwon me da una sonrisa paciente.—Por 'ti' te refieres a Ethan, ¿verdad?
—Sé que has hablado con Yoon—digo, poniendo los ojos en blanco—. No necesitas fingir.
—Estoy de acuerdo con eso. No hay que fingir aquí—dice, levantando las manos—. Todo lo que estoy tratando de hacer es obtener las cosas desde tu perspectiva. Si lo prefieres, podemos empezar por lo que a ti te apetezca contarme, Ethan.

Pensaba que era malo que todos los demás me llamaran Heeseung, pero el hecho de que Jungwon utilice mi nombre me hace sentir como un niño que juega a las fantasías, como si él fuera un adulto que sólo me está siguiendo la corriente. Supongo que no puedo culparlo.
—Sé que no soy realmente Ethan. Mi nombre es Lee Heeseung...
—¿Lo es?—Jungwon pregunta, presionando la punta de un bolígrafo de plata en su mejilla.

—No lo sé. Tú eres el psiquiatra aquí.
—No creo que te creas Lee Heeseung —admite—. Y tampoco creo que te sientas como él. Esas dos cosas, creencia y sentimientos, son tan importantes para el concepto de identidad personal como la realidad objetiva. Así que no, no creo que seas Heeseung. Ahora mismo, no.–Hace una pausa, como si esperara que yo hiciera un comentario. No sé cuánto le ha contado Yoon sobre mí, o cuánto sabe sobre mí, pero si hay algo que Heeseung y yo tenemos en común, es que nuestras bocas inteligentes siempre nos meten en problemas. Muchos.
—Tal y como yo lo veo, sólo puedo obtener una versión de Heeseung del propio Heeseung —Jungwon continúa—. A todos los efectos, él no está aquí ahora mismo, así que también puedo escuchar tu propia versión de las cosas.

—No sé qué decir—admito—. No recuerdo nada del tiroteo, ni de su vida... mi vida—me corrijo.

—Está bien. Háblame de tu vida, entonces.
—Vale—digo, aclarando mi garganta—. Y-Yo eh, crecí en un pequeño pueblo cerca de Fairfield. Mi madre trabajaba en una panadería, y mi padre -al menos, yo creí que era mi padre durante mucho tiempo- trabajaba en una fábrica.
—¿Y cómo eran?
Me froto la nuca y miro el reloj. Todavía faltan cincuenta minutos. Sólo he contado mi triste historia a otra persona en este mundo, y ahora está disponible para su lectura en Internet. Miles, tal vez incluso millones, de personas la han consumido como una maldita barra de caramelo. Ahora sé que no es mía, no realmente.

—Lo siento. No puedo hacer esto.

—Está bien—dice Jungwon con ese tono tranquilizador, que es la marca de un terapeuta que vale muchos dígitos por hora—. No tienes que hacerlo, sólo pensé que podría ayudarte si me compartías tu historia.

—¡No es mi historia!—digo, poniéndome en pie de un salto—. ¡Ni siquiera es real!

—El hecho de que alguien haya escrito una historia y otra persona la haya representado, no la hace menos real—reflexiona—.Veo todo el tiempo a personas que viven historias con muchas menos pruebas materiales que las tuyas.

—Así que averiguamos cómo culpar a mi madre ficticia de los problemas de Heeseung para volver a ser un chico irreal, ¿es eso? ¿Así es como funciona la psiquiatría para tí, Yang?
Se encoge de hombros.—Funciona como sea necesario. Y por favor, llámame Jungwon, me puedes decir won.
—Bien, Jungwon—murmuro—. Mi madre era una santa. Si puedes culparla de algo, es de haber permanecido tanto tiempo con mi padre. Ese tipo era un saco de mierda que se desquitaba con nosotros cuando tenía un mal día en el trabajo. Una historia de fondo realmente trágica, ¿eh?

—Trágica, sí, pero lamentablemente no es algo que no haya escuchado antes—dice, sin inmutarse por mi ira—. Hay mucha 'gente real', como tú dices, que viene de entornos muy parecidos al tuyo. ¿Qué pasó con tus padres?

—Mi padre enfermó y murió—digo, mirando al suelo—. Probablemente fue lo mejor.
—¿Por qué dices eso?
Levanto la vista, sosteniendo su mirada por un momento.—Porque si no lo hubiera hecho, yo mismo lo habría matado.

Yang anota algo en su portapapeles, pero su expresión facial no cambia. Nada parece molestar a este tipo. Por otra parte, él sabe que nada de lo que le cuento es real. No se ha dañado a ningún imbécil real en la realización de esta obra de ficción y todo eso.
—¿Y qué pasó con tu madre?
—Se desmoronó—digo en voz baja—. Ella lo amaba. Dios sabe por qué, pero lo hacía. Un día llegué a casa del colegio, y la encontré colgada en el armario del dormitorio principal...—sacudo la cabeza—. ¿Te importa si fumo?
El repentino cambio de tema es lo primero que le hace reaccionar. —No. Pero tu historial no dice nada sobre el consumo de tabaco.

—Supongo que Heeseung es el que no fuma, entonces—murmuro, sacando uno de los paquetes que me dejó Jay. Enciendo un cigarro y le doy una calada, pero termino tosiendo y carraspeando como la primera vez.
Yang Jungwon me dedica una sonrisa cómplice, y luego se inclina hacia delante para ofrecerme un cenicero. Apago el cigarrillo y lo maldigo en voz baja.
—Sabías que eso iba a pasar.

—Tenía un presentimiento—dice, dejando el cenicero a un lado—. Háblame del resto de tu familia, Ethan.
—No hay mucho que contar—admito—. Tenía un tío por parte de mi madre, pero eso era todo. Después de que ella muriera, mi asistente social hizo algunas averiguaciones y encontraron a mi verdadero padre en otra ciudad.

—¿Por qué no te quedaste con tu tío?
Mi estómago se revuelve de sólo pensar en ello.—No quiero hablar de eso.

Yang anota algo más en su libreta.
—Está bien. Cuéntame cómo fue descubrir lo de tu padre. Debe haber sido un gran cambio para tí en un momento tan difícil.

—Lo fue—admito—. Mudarme con él y con mi hermanastro, Alex, fue como atravesar el espejo, sólo que parecía que yo era el que estaba al revés y todo lo demás estaba al derecho. Todo en Blue Oak Creek era perfecto, excepto yo. Al menos, eso es lo que parecía al principio.
—¿Has hecho amistades?

—Sí. Incluso tenía una novia, el antiguo amor de Alex. Eso funcionó tan bien como crees.

Jungwon sonríe.
—¿Algún novio?
—No, no oficialmente.
—¿Pero te atraen los hombres?
—Supongo que sí—suspiro—. Mira, realmente prefiero no hablar de sexo.
—¿Quién ha hablado de sexo?
Parpadeo.—Tú.
—Sólo te he preguntado si tenías alguna relación con hombres o si te atraían. Es interesante que hayas ido directamente al sexo...—reflexiona, apoyándose en su puño.

—¿Interesante? ¿Qué quieres decir?

Jungwon sonríe.—Significa diferentes cosas, en diferentes contextos. En este caso, significa 'interesante'—mira el reloj—. Teniendo en cuenta que has aceptado una hora y ni un minuto más, volvamos al presente por ahora. He visto que te han recetado un SSRI.
—Sí.
—¿Cómo te sientes al respecto?
Me encojo de hombros.—Más dócil que la mayoría de las cosas en las que he estado. Pero no, no me ha ayudado a dejar de ser un personaje de ficción, si eso es lo que preguntas.

Jungwon sonríe.—El TID es un trastorno complejo, y el tratamiento no suele ser tan sencillo como tomar unas cuantas pastillas. Por eso es tan importante que te mantengas en contacto. Sé que no sientes que perteneces a este lugar, pero es importante que sepas que hay alguien que te apoya. Eres mi paciente, seas quien seas y te llames como te llames.

—Gracias—murmuro.
—También es importante que te mantengas en contacto con los demás. Hay un grupo de apoyo para personas con trastornos disociativos en la zona—dice, deslizando una tarjeta.

La cojo de mala gana y le doy la vuelta.—No lo sé...
—Es un lugar seguro—dice Jungwon, como si eso debiera hacer que quiera hacer algo más que correr en dirección contraria

—. Tu estatus de celebridad no será un problema. Es un lugar al que puedes ir para ser tú mismo, y estarás en buena compañía. He oído que el presidente se aparece de vez en cuando.
Parpadeo hacia él.—¿Tienes permitido burlarte de los locos?
Sonríe.—Estamos todos locos aquí.

—Me lo pensaré—digo, haciendo ademán de meter la tarjeta en mi bolsillo—. De momento, estoy bien. He encontrado un hobby.
—¿Un hobby? ¿Cuál?

—Seguí el consejo de los buenos médicos, y decidí jugar a ser un detective de vidas pasadas—admito—. He estado revisando mis cosas viejas. Los médicos creen que eso me ayudará a recuperar algunos recuerdos.
—¿Lo han hecho?
Me encojo de hombros.—No, pero me ha dado algo que hacer. No estoy acostumbrado a estar sentado sobre mi trasero, y probablemente sea lo mejor si me mantengo alejado de las cámaras.

Jungwon asiente.—¿Cómo te has sentido al buscar entre esas cosas viejas?
—Raro. Es como vivir en un museo—digo—. Sin embargo, todo eso me llevó a una extraña tangente. Me hice con todo el correo de los fans que Heeseung ignora, y he estado revisando algunas de sus cartas.

Yang se queda helado por un momento, como si le acabara de confesar que he encontrado un laboratorio de metanfetamina en el sótano y que estoy pensando en dedicarme a ello como negocio secundario.
—¿Lo hiciste?
—Sí—digo lentamente—. ¿No lo apruebas? Tú has estado interrogándome sobre mi vida durante casi una hora.
—Hablar de ello aquí y en grupo es una cosa—dice con cuidado—. Es que... a veces los fans tienen problemas para difuminar las líneas entre...

—¿Entre la realidad y la fantasía?—pregunto, poniéndome de pie.
Suspira.—No es eso lo que quería decir.
Miro fijamente el reloj.—Parece que nuestro tiempo se ha acabado.

Jungwon frunce el ceño con resignación.—¿Aún tienes mi tarjeta?
Asiento.—En algún sitio.
—Bueno, toma otra—dice, poniéndose de pie para deslizar la tarjeta en mi mano—. Llámame. En cualquier momento, y por cualquier motivo.

—Estaré bien—le aseguro, guardando la tarjeta en mi bolsillo

—. Si me disculpas, tengo que ir a satisfacer algunos delirios de insignificancia.

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