06.
HEESEUNG.
La vida continúa, incluso cuando te ves obligado a vivir una que le pertenece a otra persona.
Por lo visto, ser un personaje de ficción atrapado en la realidad de otra persona no te libra de cosas como informes policiales y reuniones con agentes de prensa. Afortunadamente, Yoon ha estado actuando como mi escudo durante la última semana en la que tuve que acostumbrarme a mi nueva normalidad, llevándome a las citas con el médico y manteniendo a raya a los buitres.
Sin embargo, ella no puede hacer mucho cuando vivo con uno de ellos.
Jay -como se llama a sí mismo- ha entrado y salido del ostentoso apartamento que compartimos, y siempre que regresa es como si el lugar fuese golpeado por un torbellino.
Los dos primeros días de mi regreso el tipo se mostró muy pegajoso, pero creo que la novedad de ‘tener un novio con amnesia’ ha desaparecido rápidamente, ya que últimamente no ha vuelto a casa hasta que ha salido el sol.
Estoy bien con eso.
Probablemente se encuentre fuera, en alguna fiesta, aunque se supone que no debo quedarme solo. Pero, desde luego, no voy a ser yo quien se lo informe a Yoon.
Si hay una cosa que puedo decir de Lee Heeseung, es que el tipo tiene buen gusto para los centros de entretenimiento y la cerveza.
Saco una botella fresca, y luego tomo asiento frente a una caja vieja que he encontrado debajo de la cama. Tanto Yoon como mi psiquiatra creen que exponerme poco a poco a cosas y recuerdos antiguos podría ayudarme a recordar.
Enfrentarme al hecho de que la vida que recuerdo es toda una farsa, no resultó tan bien.
El día después de que me dejaran salir del hospital, Yoon me acompañó al 222 y la familia que vive allí nos dejó pasar. Mi antigua habitación es ahora un gimnasio casero y una sala de juegos, y el columpio ha sido sustituido por una piscina. No recuerdo muy bien el ataque que tuve porque me desmayé, pero me han dicho que fue legendario. Menos mal que no había cámaras grabando.
Según el diagnostico de mi psiquiatra, tengo amnesia y trastorno de identidad disociativo.
No soy un estudiante de honor, pero tampoco necesito que la jerga médica me diga que estoy confundido sobre quién soy.
Pasé muchos años luchando por encontrar una identidad que creía perdida, pero ahora que estoy realmente perdido, soy realmente consciente de todo la mierda a la que me estoy enfrentando.
Nunca hubo nada que encontrar. Yo era Ethan Evans, un artista. Puede que no haya venido a este mundo con mucho que ofrecer, pero podía pintar un cuadro que haría llorar tu alma.
Y ahora, apenas puedo dibujar una maldita figura de palos. Era terrible con las mujeres -y aún peor con los hombres-, y ahora tengo un novio al que todo el mundo quiere follar.
Y no sólo mis padres están vivos, sino que les importa una mierda el hecho de que yo lo esté. Por lo que sé, mientras los cheques de la manutención sigan fluyendo en su dirección, a ellos no les importa más nada de mi vida.
Enciendo la televisión, y cambio de canal a cualquier cosa que no tenga mi cara pegada a la pantalla. El canal de cocina está bien, supongo. De todos modos, lo único que necesito es un poco ruido de fondo sin sentido.
Abro la tapa de la caja -una de las pocas cosas que aún no he revisado-, y me encuentro con una pila de ropa. Hay un traje de graduación, lo que parece ser un disfraz de alguna obra de época que supongo que hice hace unos años, y una sudadera con el logotipo del equipo de lacrosse del instituto. No he oído nada sobre el lacrosse, pero parece que he hecho casi todo en un momento u otro de mi vida. He visto la lista de cosas que Yoon tuvo que cancelar a raíz del tiroteo, y me sorprendió ver lo llena que puede estar la vida de un ser humano con tantas actividades y personas con tan poco sentido.
Ahora estoy rebuscando en una vieja caja mohosa, buscando el significado de esa ropa vieja y las hojas de convocatoria amarillentas.
Joder, ¿he guardado las hojas de convocatoria de todas las malditas audiciones a las que he ido?
Hay un pequeño diario negro debajo de la pila. Este debe ser mi pequeño libro negro, escondido de forma segura fuera de la vista de los ojos curiosos de mi “novio”. Una vez que lo abro, frunzo el ceño ante las páginas y páginas de nombres. La mayoría son nombres masculinos, pero también hay muchas mujeres, aunque todo el mundo dice que soy gay.
Todavía estoy tratando de entenderlo por mí mismo.
Uno de los nombres me resulta familiar, así que hojeo las hojas de reclamaciones hasta que encuentro la de ’amigos con derecho a roce’. Es una comedia cursi y explotadora, que espero que nunca haya visto la luz. Al igual que todas las demás hojas de convocatoria, hay una gran X roja sobre el título. Cha Dahyun es el nombre del director de casting. No tardo en darme cuenta de que todos los demás nombres de ese libro coinciden con un director de casting y una hoja de llamadas.
Mierda.
Cojo el portátil del sofá y me siento de nuevo, buscando el nombre de Dahyun. El tipo está vivo, para mi alivio, pero compruebo algunos otros para asegurarme. De los quince nombres que busco, sólo uno de ellos está muerto, y fue a la edad de sesenta y ocho años.
Con un suspiro de alivio, me desplomo sobre el sofá.
Así que estoy loco, pero al menos no soy un asesino en serie que persigue a todos los directores de castings que le han rechazado para un papel. La pregunta es, ¿por qué guardé toda esa mierda?
Rebusco en la caja, hasta que me encuentro con un único sobre que parece prometedor. La carta manuscrita es corta y sencilla, fechada el veintidós de noviembre del año pasado, y me plantea más preguntas que respuestas.
“Querido Heeseung,
Cuando recibas esto, yo ya no estaré aquí. Ni siquiera sé por qué estoy escribiendo esta carta. Sé que no te importa, pero supongo que no quería que mis últimas palabras para ti fueran una mentira.
Todavía te amo. Nunca dejé de hacerlo, por mucho que lo intentara.
Nunca pude olvidarte.
Supongo que esta es mi forma egoísta de asegurarme de que tú tampoco puedas hacerlo.
Kim Sunoo.”
Sujeto la carta entre mis manos y paso los dedos por las letras, esperando que los recuerdos vuelvan de alguna manera. No lo hacen.
Parece una nota de suicidio, pero tal vez es sólo un accesorio de una serie. Seguramente he interpretado al menos un personaje con el mismo nombre. Tal vez por eso no estoy recibiendo ninguna de las chispas de memoria clarividente que Yoon me dice que busque.
Vuelvo a doblar la carta en el sobre y la meto en la caja, antes de coger de nuevo el ordenador.
Una búsqueda de ‘Sunoo y Lee Heeseung’ no arroja ningún resultado. Seguramente lo haría si se tratara de alguno de mis personajes, así que descarto esa opción.
En cambio, intento buscar ‘Kim Sunoo Saha, Busan’ y aparecen algunos resultados locales. Hay un listado de la guía telefónica para un anciano y un taxidermista, y debajo de ellos hay un listado de obituarios del año pasado.
Mierda, mierda, mierda.
Hago clic en el enlace, el cual me lleva a una breve nota necrológica.
“Kim Sunoo, 24 años.
Falleció inesperadamente en la mañana del 22 de noviembre, tras una larga lucha contra una adicción. En lugar de flores, su familia pide que se hagan donaciones a centros de rehabilitación de adicciones.”
Cuando termino de leer, dejo escapar el aliento que he estado conteniendo.
Así que era real, y esa carta era exactamente lo que parecía. Un tipo se suicidó, y lo que sea que le haya hecho -ya sea que haya jugado un papel directo en ello, o no- fue lo suficientemente malo como para justificar el envío de esa carta antes de que lo hiciera.
Si la compañía que tengo y esa carta son una indicación del verdadero Lee Heeseung, no tengo muchas esperanzas en mi inocencia.
Todavía no recupero ningún recuerdo relacionado con el incidente, pero esa nota necrológica me provoca una nueva ola de culpa prestada.
Me quedo sentado durante un rato mientras el chef de la tele habla sobre la importancia de pre-calentar bien el horno, y finalmente saco mi teléfono. Recorro los contactos hasta que encuentro a Min. el nombre que recuerdo que Yoon gritaba por teléfono cuando estaba mandando a la mierda a mi agente.
El teléfono apenas suena una vez, antes de que la voz de una mujer entre en la línea.—¿Heeseung?
—¿Min?—pregunto, apagando el televisor—. ¿Agente Min?
—Esa soy yo.
Hago una mueca de dolor al ponerme en pie. Cometí el error de mirarme el pecho la última vez que me cambié el vendaje, ya que Jay piensa que es asqueroso, y me sorprende que no me duela aún más.
—Escucha, necesito un favor...
—¡Cualquier cosa! ¡Lo que sea para que vuelvas a estar delante de la cámara!
Suspiro.
Entre las muchas razones por las que me mantienen secuestrado del mundo, está el hecho de que nadie quiere lidiar con las consecuencias si la prensa se entera de que Lee Heeseung se ha despertado creyendo que es su personaje más oscuro. Si esto hubiera sucedido con Jihoon, podría haber sido el punto culminante de mi carrera.
Personalmente, me importa una mierda todo esto. Sólo estoy tratando de no cometer ningún error que altere mi vida, ya que actualmente estoy viviendo una vida que no es la mía.
Si hacer de Lee Heeseung es lo que hace falta para darme el espacio que necesito para resolver todo esto, que así sea.
—Necesito mi correo.
—¿Tu correo? ¿Por qué?
—Porque últimamente no he recibido nada en mi apartamento.
—Las facturas, y todas esas cosas aburridas de la gente, van directamente a tu asistente personal—dice con desprecio—. No te preocupes por ello ahora mismo.
—No es una factura lo que busco. Es una carta personal—murmuro.
—¿Una carta? ¿De quién?
Me aclaro la garganta.—No lo sé, pero es personal.
—Bueno... todo el correo de tus fans se entrega en un apartado postal. Lo guardo en la oficina después de que el personal de seguridad lo haya revisado por razones de responsabilidad—dice—. Nunca se sabe cuándo una de esas cosas podría explotar.
—Bien. Lo necesito.
—Recibes cientos de cartas y regalos cada mes, cariño...—dice lentamente—. Tendrás que ser un poco más específico.
Suspiro.—Busco unas cartas de un tal Sunoo.
—Eso es como encontrar una aguja en un pajar, y no tengo ni tiempo ni armadura—dice—. Mira, si quieres tu correo, puedo hacer que te lo envíen a tu apartamento.
—Eso sería genial, gracias. Envíame todo lo que no haya leído. Me vendría bien algo para pasar el tiempo, de todos modos—admito—. Podría ordenar el correo del mes.
—¿Mes?—se burla—. Tienes material de lectura para un año sólo con toda la basura que te han enviado después de tu desaparición.
Espero que esté exagerando, pero algo me dice que no.
—¿No he leído ninguna de esas cartas?
—Por supuesto que no.
A estas alturas, supongo que no debería sorprenderme.—Sólo envíalo todo. Estaré aquí.
—¡Oye, espera! Tenemos que hablar de tu aparición en…
Cuelgo la llamada, fingiendo que no he oído la última parte. Luego me tumbo sobre el sofá, ya que de repente me invade el cansancio y estoy demasiado dolorido para ir al dormitorio. Parece que solo he cerrado los ojos un minuto cuando la puerta de entrada se cierra de golpe.
Jay entra tambaleándose por el pasillo, con el cinturón a medio abrochar. Cuando finalmente se me acerca, le echa una mirada de desaprobación a la caja que se encuentra sobre la mesa.
—¿Por qué tienes esta mierda fuera?—pregunta, levantando la tapa.
La empujo hacia abajo, y luego vuelvo a tomar asiento.—¿Qué hora es?—pregunto, bostezando.
—No lo sé, algún momento después de las cinco—dice el, deslizándose hacia la cocina—. ¿Quieres una cerveza?
—Se supone que no debo beber por mi medicación—le recuerdo, por lo que parece ser la centésima vez.
Hace una mueca antes de tomar un trago de cerveza fría.—Eres tan aburrido ahora...
—Sí, las enfermedades mentales son un fastidio.
Pone los ojos en blanco y luego se acerca para tumbarse en el sofá a mi lado, colocando su pierna sobre la mía.
—No puedo creer que después del ataque de esa noche, hayas terminado robando la identidad de uno de tus personajes. ¡Y ni siquiera pudo ser uno bueno!
Le quito la pierna de encima y me obligo a ponerme en pie. Mi cuerpo cruje, haciéndome sentir el repentino salto de edad de veinte a veintiséis años con más intensidad de la que debería.
—Siento haberte decepcionado—digo, aunque claramente no lo siento—. ¿Dónde estabas?
—Salí con unos amigos—Jay responde, haciendo una larga pausa como si esperara que lo desafiara. No le creo ni por un segundo, pero no me importa.
Sólo se lo he preguntado para llenar el silencio—. ¿Cuál es tu problema?
—¿De qué hablas?
—Entiendo que tienes amnesia, o lo que sea, pero actúas como si no supieras quién soy.
Enarco una ceja.—¿Acaso conoces la definición de ‘amnesia’?
Hace un mohín.—No estoy hecho para tener un novio con necesidades especiales. No soy un cuidador.
—Sí. Eso explica por qué he tenido que cambiar mi propia ropa las últimas tres veces.
Esa cerveza suena mejor a cada segundo.
—Oh, ¡no seas tan dramático! ¿Por qué todo tiene que volver siempre a ti?
—Porque soy Lee Heeseung—digo secamente, entrando en el baño.
Me quito la camiseta y con ella la venda, haciendo una mueca de dolor cuando me doy cuenta de lo mal que se me ha pegado a la piel. Tendría que haberme cambiado esto hace horas
—. ¿No te has enterado? ¡Todo gira en torno a mí!
Jay se asoma a la puerta.—Heeseung es mucho más divertido que tú. Quizá me vaya a algún sitio y él me llame cuando vuelva.
—No dejes que la puerta te golpee cuando la cierres—murmuro, apartando un trozo de gasa ensangrentada de mi pecho.
Puedo verlo enfurruñado en el espejo.—Soy lo mejor que te ha pasado. No lo olvides.
—¿De verdad? Porque no he tenido mucho que hacer en estos días, aparte de sentarme en el sofá a buscar en Google. Y, según Internet, las ventas de tu grupo de mierda se dispararon en el momento en que empezamos a salir—digo, haciendo una mueca de dolor mientras me lavo la herida con suero fisiológico.
Apenas me agacho a tiempo para evitar la botella medio vacía que pasa por delante de mi cabeza, la cual se rompe contra el botiquín con un chorro de líquido ámbar. El espejo se resquebraja, y algunos fragmentos de cristal caen en el lavabo.
—¿Qué carajo...?
—¡Me voy!—Jay sisea, girando sobre sus talones. Mira hacia atrás por un momento, como si esperara que lo detuviera. Cuando no lo hago, el tipo me hace un gesto de desprecio y finalmente se marcha.
Suspiro y me dirijo a la puerta, pero Jay ya se ha marchado. Entonces noto que hay una pila de cajas en el pasillo, y comienzo el tedioso proceso de empujarlas dentro del apartamento con el pie y coloco la primera delante del sofá.
Ahora que no tengo un novio al que entretener, es hora de ponerme al día con mis lecturas.
Dejando a un lado a Yoon, la gente que me rodea no me ha proporcionado ninguna pista sobre el hombre que he sido, al menos nada que me lleve a deducciones con las que pueda sentirme cómodo.
Antes de aceptar mi destino como hombre de papel, tal vez obtenga más información de mis fans. Después de todo, si tanta gente se preocupa por mí como para escribirme, es porque no he sido tan malo. O eso espero.
Aquí está la esperanza.
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