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(7 Cap.) Me he despertado con ganas de algo dulce


Thali

Me despierto el domingo con una sensación muy curiosa encima: ¡estoy muy excitada! Y no suelo despertarme así, la verdad.

Anoche se crearon ciertas imágenes en mi mente que no dejan de incendiarme por dentro. Me siento taaaaaaan excitada, que he tenido que hacer una revisión táctil de algunas zonas de mi cuerpo para comprobar si solo es una sensación, o si es real que mi cuerpo está taaaaaaan alterado.

¡Y es real!

¿Es que he vuelto a la adolescencia?

Por si no tenía bastante, Nico ha querido dormir desnudo por el calor que hacía y lo tengo sin ropa dormido a mi lado; lo cual no está ayudando a que calme mi apetito precisamente. ¿Y esa erección matutina inconsciente? ¡Hay que aprovecharla!

He decidido romper las reglas que él mismo ha puesto y le estoy empezando a meter mano. La cosa avanza más que bien, Nico siempre responde positivo con poquito que yo incite. Así que no tardo mucho en estar disfrutando de unos besos superfogosos, manoseos y unos intentos mutuos por acallar gemidos y ruidos diversos para no despertar a nuestros invitados.

Nuestros invitados, ¡menudo tema!

Al parecer, ayer, mientras Bri y yo mirábamos pulseritas en el mercado hippie, ellos se pusieron al día con el tema «liberal» y ahora resulta que Nico está completamente entusiasmado por descubrirlo.

¡Y yo diciendo que la monja de la relación era él! A ver qué excusa me busco ahora.

Anoche todo invitaba a soltarse: la cena entre risas y confidencias, el vino, la música sugerente que sonaba de fondo, ¡y ciertas caricias que fui recibiendo a lo largo de la noche!

Primero fue Bri, ella acarició mi pelo al cruzarnos en la cocina como un gesto mimoso; después, mientras estaba poniendo la mesa, Sebastián quiso pasar por detrás de mí y no se le ocurrió otra cosa que cogerme por la cintura y rozarme el culo con su paquete en vez de pedirme que me apartara para poder pasar, fue un momento... curioso —por llamarlo de alguna manera—; y, por último, mi marido poniendo su mano sobre mi rodilla por debajo de la mesa mientras cenábamos y presionándola con ciertas intenciones...

¡Y las miradas...!

Bri me repasó de arriba abajo cuando le enseñé mi vestido nuevo. Que sí, que es lo que solemos hacer las amigas cuando admiramos la ropa nueva de la otra, pero que, ¡yo qué sé! a veces me parece que ella me mira con algo diferente, algo que va más allá.

¡Pues con lo mismo que la miro yo! —Ya me contesto yo misma, esto es maravilloso—.

Tiene que ser eso, que sea lo que sea lo que está pasando, ¡es mutuo!

Creo que nuestra libido se ha conectado en algún momento y es algo recíproco, que va y que viene.

¡Y me encantaaaaaaaaa que así sea!

Luego, Sebastián no dejaba de bromear con verme en topless o desnuda y de su mirada casi podía ver las chispitas y destellos que saltaban.

Nico me miraba directamente con su mirada de «quiero follarte», que se la conozco perfectamente y la reconozco hasta de refilón.

¡Y las bromas...!

Que si nos van a llevar al Capricho ese, que si nos van a ayudar a soltarnos, que si jueguecitos de amigos, que si horizontalizar no sé qué... la mitad de las cosas no sé ni a qué hacían referencia pero, en mi mente, la imagen de acabar todos juntos la noche, cada vez era más intrusiva y más nítida.

En un momento de la cena, perdí la noción de la conversación; mis ojos se fijaron en los movimientos de los labios de Bri mientras disfrutaba del helado de postre. Fue entonces cuando mi mente se conectó directamente con una imagen, algo intrusiva. Bueno, quizá no tanto, ¡era sobre cómo sería besarla!

Sí, sí: nos visualicé besándonos y, ¡será cosa del vino! —apunte mental: no volver a beber vino estando cerca de ella—, pero me pareció la escena más sensual, bella y deseable que he tenido en mente en estos últimos tiempos.

Volví a la cena gracias a un «tierra llamando a Thalia» que emitió Sebastián, muy gracioso él.

Pensé que íbamos a hacer un juego de verdad, que iban a sacar chupitos e íbamos a divertirnos y desinhibirnos entre nosotros. Ni siquiera sé qué significa realmente eso, ni cómo sería, ni si yo estaría cómoda ejecutándolo, solo sé que la decepción que me llevé cuando vi que se ponían todos a recoger la mesa y nadie iba a jugar a nada, fue mayúscula.

En la cocina, medio a oscuras, tras poner el lavavajillas en marcha, cuando Bri me abrazó para darme las buenas noches, me sentí impulsada a alargar ese abrazo y también a... ¿a qué?

¡No sé!, ¡no creo que fuera a nada!

Pero pasó algo cuando fuimos a darnos los dos besos de siempre, nos encontramos a medio camino, descoordinadas y casi nos damos un pico. ¡Pero no en plan sexy! Más bien fue un momento tenso, de incomodidad. Algo parecido a «uy, qué torpes» pero yo por dentro estaba más bien en un «¿yo quiero?, ¿tú quieres?, ¿probamos?».

Para terminar redonda la noche, Nico había puesto esa regla tan egoísta antisexo y, ¡encima!, nada más tumbarse en la cama se quedó completamente dormido. ¡No me lo podía creer! Yo podía haber iluminado media ciudad con toda la electricidad que revoloteaba en mi interior sur. ¡Estaba alteradísima! Pero la cosa no acaba ahí, en ese pico de calentura máxima me llegó un mensaje al móvil.

1:23h Bri: ¿Estás bien?

¿Quizá intuía algo?

1:23h Thali: Sí, ¿por qué lo preguntas?

1:23h Bri: Porque se te oye dar vueltas en la cama desde aquí jejej

1:24h Thali: Me cuesta dormir cuando bebo.

Y cuando estoy ardiendo mejor ni te lo cuento...

1:24h Bri: ¿Quieres hablar? ¿Terraza?

Ufff, terraza, noche, alcohol, calentura, Bri cerca...

¡Definitivamente no! ¡Mala idea!

1:24h Thali: Tranquila, ahora dejo el móvil y me duermo. ¿Tú estás bien?

1:25h Bri: Sí. Sebastián se ha dormido muy rápido para mi gusto, aunque había una norma que tampoco permitía mucho más, así que... todo bien jajaja

¡La virgen!

Enterarme de que quizá estábamos las dos igual de alteradas y deseosas y con solo una pared de distancia... no alivió, ni calmó nada. ¡Más imágenes intrusivas! Fue una sucesión. Nos vi encontrándonos frente al sofá y ni llegando a la terraza para hablar.

1:25h Thali: Venga, ¡a contar ovejitas! ¡Buenas noches!

Quizá fui un poco brusca en la despedida y me salté hasta la parte de decirnos cuánto nos queremos que ponemos en todos nuestros mensajes de buenas noches, pero lo hice por mantenernos a salvo.

Por cierto, ¿a salvo de qué?

Puse el móvil en modo avión para cortar la comunicación y me quedé buscando la forma de frenar todos esos pensamientos y todas esas imágenes en sucesión que no dejaban de danzar por mi cabeza tan campantes y de incendiarme enterita.

¿Bri y yo? ¿Besándonos en el sofá? ¿Mi mano sobre su teta?, ¿estrujándola? ¿La suya entre mis piernas acariciando mis muslos y subiendo hacia...?

Uff... qué calor, ¡por favor!

Mi cuerpo estaba en llamas y yo tenía que encontrar el modo de apagar todo eso, ¡y de forma inmediata!

Busqué con la mirada por la habitación hasta que vi el bolso de la ropa; pensé en el vibrador que siempre llevo en el bolsillo interior.

¿Haría demasiado ruido?

Joder, sí, ¡seguro!

Lo tuve que descartar.

Me planteé irme al baño y dar rienda suelta a esas fantasías tan creativas que revoloteaban por mi mente sin freno, y disfrutar de ello con mi cuerpecito hasta calmarlo. Pero no me atreví a salir de la habitación, no fuera a ser que Bri apareciera para preguntarme si estaba bien.

Me empecé a acariciar procurando no despertar a Nico, pero se movía todo el rato y tuve que parar, superfrustrada.

Di vueltas sobre la cama durante una hora más hasta que finalmente pude calmarme y dormirme.

¿Y estoy extrañada de haberme despertado caliente y deseosa como lo he hecho?

No debería extrañarme, no. Aunque no sea algo típico en mí, entiendo que sea resultado de lo que ha pasado y, sobre todo, de todo lo que se le ha ocurrido a mi cabecita que podría llegar a pasar.

Nico por suerte está respondiendo bien a mis caricias. Ni se ha despertado del todo aún, pero sus manos ya están donde las necesito; sus dedos frotando sobre mi tanga comienzan a darme lo que tanto ansiaba.

—Cielo, estás... muy mojada —comenta entrecortado al descubrir toda la humedad que hay ahí.

—Ahá —respondo agarrando su miembro con ambas manos y masajeando arriba y abajo.

Un gemido escapa de entre sus labios y no se me ocurre pensar que quizá nuestros invitados puedan oírnos.

¿O sí?

Resulta que no me preocupa lo más mínimo, más bien me está dando un extra de excitación y disfrute.

¡Santo cielo!

Estoy desconocida.

¿Y mi reloj inteligente?

Compruebo que lo tengo puesto y que, efectivamente, se está registrando mi actividad. Escondo una sonrisa para que sea una travesura de la que solo me entere yo. Bueno, solo yo y... alguien más.

—No podemos follar —susurra Nico con una carita de decepción inmensa.

—No digas tonterías, ¡algunas reglas están para romperse!

Nico recupera la sonrisa y yo consigo lo que quería.

Cinco minutos después estoy subida sobre él, moviendo mi cuerpo según me va guiando y pidiendo mi propio placer; disfrutando, intentando frenar todos los pensamientos que aparecen en mi mente y que quieren alejarme de la escena en la que estoy y llevarme de nuevo a una en la que está ella, en la que estamos nosotras.

No tengo mucho éxito. Mis frenos mentales parece ser que no funcionan muy bien hoy.

Consigo dejar de luchar con mi mente y me abandono al sentir únicamente cuando el orgasmo está casi llegando; en ese momento en el que bajo la guardia, la imagen que aparece e inunda cada rincón de mi consciencia, es una protagonizada por nosotras, besándonos, ardiendo de deseo mutuo y sin ser capaces de frenarlo.

Es como si estuviera sentada en medio de un cine y, en la pantalla —frente a mí—, estuvieran pasando esa película. Si cierro los ojos, la sigo viendo por dentro, así que me rindo y la contemplo mientras el orgasmo me regala un momento esplendoroso de placer y satisfacción alucinante.

No grito de milagro. Vale que tampoco sería propio de mí, pero estoy tan desconocida hoy, ¡que todo es posible!

Durante unos instantes solo veo esa pantalla de cine; nuestros labios devorándose con ansias y con muchísimo deseo contenido, un deseo que al final ha estallado y se ha expandido libremente ocupándolo —y arrasándolo— casi todo.

Abro los ojos en la habitación y sigo viendo esa imagen superpuesta en la realidad, la mirada de Bri clavada en la mía, con una complicidad nueva, ampliada, extendida.

¡Santo cielo! ¡Esto no es un pensamiento intrusivo!

Es algo mucho más peligroso.

Nico tiene el rostro tenso por la excitación, así que cuando ve que estoy volviendo en mí, se agarra a mi cintura y me mueve a su antojo para poder correrse él también. Enseguida lo hace.

Me dejo caer a su lado, respirando de forma pesada y sonora.

—Tati... esto ha sido... joder, ¡qué bueno!

Sí...

Tras unos minutos de relajación y caricias suaves entre los dos, nos levantamos lo más sigilosos que podemos, aunque eso no tenga mucho sentido después del ruido que debemos haber hecho con nuestro...ejem, entreno matutino.

Nos metemos juntos en la ducha. No en plan sexy, sino más bien en plan práctico y logístico. Nico se ducha en un santiamén y sale del baño. Yo me quedo un poco más; quizá el agua fría acabe de enfriar mi cabecita y pueda dejar de imaginarme besando a mi mejor amiga antes de tener que desayunar con ella y actuar como una persona normal y tal. ¡No querría que hubiese ningún tipo de incomodidad entre nosotras!

Sigo pensando en ello mientras me pongo un bikini, un vestido playero y, con el pelo aún mojado, salgo del baño.

Me la encuentro de frente.

—Buenos días, Thalisita —murmura con tono suave y cariñoso mientras se aproxima y me estruja en un abrazo muy mimoso.

Dios. ¡Qué bien sienta!

—Buenos días —respondo encantada sintiendo ese placer tan propio y exclusivo de nuestro contacto.

Su perfume me invade y me hace sentir en un lugar conocido, seguro. ¡Es mi Bri! Es casa. ¿Cómo va a haber incomodidad aquí? ¿Entre nosotras? No puede haberla. ¡No va a haberla!

Que esté soñando despierta con besarla no tiene porqué suponer una interferencia entre nosotras, ¡claro que no!

—¿Habéis dormido bien? —pregunta al deshacer el abrazo mostrando una sonrisa preciosa.

—Sí, sí, bien. ¿Y vosotros?

—También, aunque nuestro despertar no ha sido tan... interesante como el vuestro —me guiña un ojo y sonríe con travesura al tiempo que reanuda el paso y va hacia el baño—. ¡Voy a ducharme!

Ay, madre, ¡qué corte!

¿Dónde ha quedado la valentía que tenía hace un rato cuando me parecía excitante que se enteraran?

Dejo cosas en la habitación y voy para la cocina. Allí me encuentro a Sebastián semi desnudo poniendo una cafetera italiana en el fuego.

¡Fuego es la imagen de su espalda ancha y musculada al desnudo!

—¿Esto va así? —pregunta en cuanto nota mi presencia.

—Sí.

Se gira sorprendido al escuchar mi voz.

—Pensaba que era Nico, que había vuelto —aclara sonriendo y acercándose a darme dos besos.

—¿Habéis dormido bien? —pregunto, por hablar de algo, y salir del corte que tengo encima al pensar que han podido oírme gimiendo de placer hace menos de veinte minutos.

—Sí, caí planchado anoche, el vino ese me pegó duro —reconoce Sebastián rascándose la nuca con cierta ¿timidez?

—Tu amigo cayó de la misma manera, ¡ni las buenas noches llegó a darme! —me quejo divertida y me pongo a preparar tostadas para todos.

—Bueno, con la regla que puso ayer tampoco se podía hacer más —ríe travieso.

Ehm, sí, eso.

¿Dónde dice que está mi marido?

—Nico ha bajado a por zumo de naranja al súper de abajo —aclara leyéndome la mente.

Nico y su zumo de naranja post-sexo, no falla.

—¿Has visto a Bri? —pregunta de pronto.

—Sí, iba de camino a ducharse.

—¿Podrías preguntarle si quiere huevos revueltos?

¿Eh? ¿Yo?

Sebastián me mira esperando una respuesta y, cuando ve que estoy en cortocircuito, señala hacia el fuego donde, además de la cafetera italiana, tiene también una sartén y está cocinando huevos, efectivamente.

Vale, que sí, que me toca ir a mí a interrumpir la ducha de Bri, ¡fantástico!

—Se lo pregunto —¡No me queda más remedio!

Suspiro soltando tensión de camino al baño y pico a la puerta con los nudillos. No hay respuesta.

¿Eso que se oye a través de la puerta es música? ¡Maravilloso!

Abro un poco, lo justo y necesario como para colar mi voz, pero no mi vista.

¡Qué demonios! Estoy deseando colar la vista así que abro un poco más y miro todo cuanto puedo a través de la mampara transparente.

Bri está enjabonándose al ritmo de una canción animada que suena en su móvil, está de espaldas y veo cómo la espuma resbala por la curva de su espalda y la redondez de su culo.

¡Mierda, otra zona más de su cuerpo que ahora estoy deseando estrujar!

Brisi, pregunta tu marido si quieres huevos.

—¿Qué?

Se gira para verme y yo mantengo la vista alzada a la altura de sus ojos.

Arriba, arriba, Thali, no bajes la vista por nada del mundo.

—Que si quieres huevos —repito subiendo el tono.

—Ah, ¡no! —niega al oirme—. Me he despertado con ganas de algo dulce.

¡Anda que yo!

—Ahora me preparo yo algo —añade resolutiva— no os preocupéis. Cinco minutos y voy.

—Perfecto.

¡Misión cumplida! Ya puedo salir de aquí y dejar de luchar contra estos ojos que quieren repasarla de arriba abajo atentos a cada milímetro de su desnudez.

—¡Oye! —exclama justo cuando estoy a punto de irme—. ¿Puedes quedarte un momento?

¿What?

Por supuesto.

Entro, me siento sobre la tapa del váter, cruzo una pierna sobre la otra adoptando una postura de «estoy aquí supercómoda viendo cómo te duchas» y me mantengo atenta a lo que quiere decirme —y a cómo cae el jabón por su cuerpo, eso un poquito también, ¡pero poco! Mucho menos de lo que me gustaría, ¡eso seguro!—.

Bri tiene un cuerpo realmente bonito, con curvas y contracurvas que resaltan su feminidad y sensualidad. Y, ¡malas noticias para mí! Acabo de descubrir que Bri me gusta todavía más sin nada de ropa.

—Quería preguntarte si algo os incomodó anoche. Sebastián, cuando bebe, a veces se entusiasma un pelín de más —comenta con un tono impregnado en preocupación, consternación y arrepentimiento.

Ay, mi amor.

—¡Claro que no, Bri! —exclamo con total convencimiento para sacar todo eso de su voz y de su mente como sea.

—¿Seguro? ¡Pero si casi os propone un juego sexual para cuatro!

Vuelve su risa divertida y se lleva toda la preocupación que había antes.

Lástima que ese juego no se llevó a cabo.

—Sí, seguro, ¡fue una noche muy divertida! Y... estimulante.

¿Eh? ¿Estimulante? ¿Por qué he confesado esa parte?

—Ah, ¿estimulante? —cuestiona saliendo de la ducha muy interesada y acercándose a mí para alcanzar la toalla, se la tiendo rápido para que se tape cuanto antes, ¡no vaya a coger frío!

Vírgen Santa.

—Eso parece —reconozco con mucho corte pensando en el estado en el que me fui a dormir y en el que me he despertado.

—Sí, ya, me ha despertado mi móvil para avisarme de tu... entreno, ejem —la sonrisa pícara que me muestra se coloca en el top de mis sonrisas preferidas de Briana—. Y tenía razón Nico: ¡las paredes parecen de papel!

Así que nos han escuchado.

—Una mañana muy... interesante, sí —confieso entre risas traviesas.

—Lo que ha sido muy interesante ha sido despertarse con esos sonidos... ¡Me he dado una ducha fría por algo! —confiesa entre risas haciendo que una parte interna, y sur, de mi cuerpo se avive de golpe.

¿Ahora me pone saber que ella estaba excitada?

¿Y ella acaba de decir que estaba excitada por oírme a mí?

Uffffa... esto va de mal en peor.

¡Feliz lunes! ¿Cómo estáis?

Algunas lectoras me han sugerido —por el grupo de Telegram— que este capítulo (y el siguiente) vengan con reto. Para poder avanzar rápido y leer unos cuantos «seguidos» 🤭 ¿os apetece?

Pues venga, ¡en el momento en que este capítulo alcance los 100 comentarios, tendréis el siguiente! ¡Fácil, eh! El siguiente reto no será tan sencillo, ¡aprovechad! jejejej ☺️

¡Muy feliz lunes!

Espero vuestros comentarios ❤️

Un abrazo,

Carol 💕

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