(6 Cap.) ¿Os dejo a solas?
Bri
El rato que he pasado con Thali hablando de Alessandro me ha hecho bien. Con Sebastián fui hablando de todo mientras lo vivía, ¡y me apoyó muchísimo! También me dijo que Alessandro era un cabrón que no se merecía ni cinco minutos a mi lado. Es solo que, al ser mi marido, no me pareció un comentario muy objetivo. ¿Alguna vez alguien con quien me relacione le parecerá adecuado o suficiente? La posición de un marido liberal y abierto es peor que la de un padre pasando examen a los pretendientes de su niñita.
Thali tampoco es que se haya mantenido objetiva, más bien todo lo contrario. Pero me ha hecho sentir mejor. Debe ser el poder de las amigas. Me alegro mucho de tener la oportunidad de compartir todo esto con ella, me está sentando mejor de lo que esperaba o imaginaba.
Con respecto a sus preguntas finales, le he dicho que no estoy muy activa en la aplicación últimamente. Tampoco estoy buscando vincularme, ni nada muy concreto. Me apetecía mucho descubrirme sintiendo cosas bonitas e intensas por alguien que no fuera mi marido, pero no es una necesidad vital ni una carencia. Ahora estoy tranquila, estoy bien, disfrutando de lo que tengo y de lo que se va dando. Es un buen momento para mí, me siento completa y feliz.
Thali se ha mostrado muy satisfecha ante mis declaraciones. También me ha dicho que, si en algún momento decido volver a la aplicación, que le avise, que ella será el filtro y no me dejará volver a quedar con ningún cretino como ese.
A pesar de la triste historia que le he contado, ha sido un rato muy divertido, nos hemos reído mucho juntas. Además he sentido su amor a raudales, queriendo protegerme, queriendo lo mejor para mi, valorándome y viéndome como pocas personas me ven en el mundo.
¡Me siento tan afortunada de tenerla en mi vida!
El mercadillo es muy pintoresco, hay muchos puestecitos de cosas bonitas, muchos otros para tomar o comer algo, y varios rincones con música en directo. Paseamos entre los puestos, vemos cantidad de bisutería y ropa que nos gusta y escuchamos canciones preciosas y con unas interpretaciones espectaculares.
¡Cómo no! Thali y yo nos compramos unas pulseras a juego —por si las otras tres que ya llevamos en plan best friends forever no fueran suficientes—. Además de eso, ella se compra un par de vestidos y yo un collar que baja entre el pecho y luego rodea la cintura. Es supersexy y me lo imagino sobre un conjunto de lencería creando un look ideal para Caprice.
Los chicos piden un descanso y se van a un puesto de cerveza artesanal a sentarse un rato y tomar algo. Nosotras miramos algunos puestos más y terminamos en uno que vende minerales y cartas de tarot.
—¿Os gustaría que os hiciera una tirada? —pregunta la dependienta llamando nuestra atención, nos quedamos en silencio, yo asimilando la pregunta—. De tarot. Sobre vuestro vínculo —aclara, imagino que a medida que va viendo nuestras caras.
—Ehhh, no, pero muchas gracias —rechaza con suma amabilidad Thali.
¿Por qué no?
—¿Cómo va eso? —me intereso yo.
—Se sacan ocho cartas. Dos nos dicen cómo estáis vosotras, a nivel individual. Las siguientes dos cartas hablan de los sentimientos que tenéis la una por la otra —aclara mirándonos a una y luego a otra para asegurarse de que estamos entendiendo—, la quinta nos dice cómo está vuestra relación, la sexta qué os traba o qué desafío tenéis. La séptima muestra el futuro cercano hacia dónde lleva vuestra energía actual y la octava es un consejo.
Interesante.
—¿Qué precio tiene esa tirada?
—En este caso, la voluntad —expresa con una sonrisa la mujer.
¡Quiero esa tirada! Sin embargo, noto que Thali quiere irse, no está muy alineada con esto, así que busco por encima de la mesa y encuentro lo que quería.
—Gracias, por el momento me llevo una tarjeta —anuncio al guardarla en el bolso. La mujer sonríe y asiente. Ahora sé que se llama Flor y que tiene redes sociales, perfecto.
Nos alejamos del puesto y miro a Thali curiosa por entender su energía de rechazo, la he percibido clarita, clarita.
—¿Te daba miedo?
—¿Miedo? —repite con tono agudo, muy graciosa— ¡Para nada! Pero, ¿qué nos va a decir esa mujer? Ya sabemos cómo estamos, lo que sentimos, cómo está nuestra relación, todo.
—¿La traba? ¿El desafío? ¿El futuro hacia dónde va nuestra energía? ¿Qué consejo nos dan las cartas? ¿Todo eso lo sabemos también? —rebato dispuesta a convencerla, me parecía muy interesante, curioso y hasta divertido hacer una tirada como esa.
—Todo eso tendremos que descubrirlo tú y yo, ¿no te parece?
Thali muestra tal picardía en la mirada y en la sonrisa —una sonrisa que trata de contener sin mucho éxito—, que pierdo un poquito el hilo de lo que la estaba intentando convencer.
¿Qué es toda esta energía que irradia en este preciso instante?
¡Es algo nuevo! ¡Completamente nuevo!
Nunca había percibido algo parecido entre nosotras. Thali transmite una energía ¿seductora? Quizá no la emita con esa intención pero a mí me llega de esa forma.
Intento observarla mejor a ver si la descifro, pero nada.
¡El chip! ¡Necesito el chip!
No soy capaz ni de contestar algo; así que asiento, reanudamos el paso sin decir nada y nos unimos a los chicos con ganas de tomar un refresco.
—¿Qué vamos a cenar? —pregunta mi marido. Es típico de él estar merendando o tomando algo y estar ya pensando en la siguiente comida.
—Hay un restaurante argentino debajo del apartamento. Podemos pedir empanadas variadas, son las mejores del mundo —explica Nico entusiasmado—. Por cierto, ¿aquí venderán vino? —pregunta mirando hacia nuestro alrededor.
—No creo —le responde Thali—, es un mercadillo hippie, no un supermercado.
—Perdonad que me meta —interrumpe una camarera que está recogiendo vasos de la mesa de al lado—, no he podido evitar escucharos y quería deciros que al final del recinto hay un puestecito de vinos extranjeros. Están muy buenos, os recomiendo que paséis a verlos. ¡Os dejarán probar alguno!
—¡Gracias! —exclama Nico con sonrisa amable—. ¿Vamos tú y yo en un momento? —propone a Sebastián, levantándose y dispuesto a ir ahora mismo a resolver el tema vinícola para la cena.
Sebastián apura lo que le queda de cerveza, me da un beso apretado sobre los labios y se va con su amigo.
Thali y yo nos miramos y nos sonreímos en silencio. Se oye la música de una guitarra sonando muy cerca, también una voz femenina que canta suave y melosa. Hay una brisa cálida que nos recuerda el calor que está haciendo, ¡menos mal que estamos en la sombra! Se está poniendo el sol y comienza a inundar todo con ese tono dorado que hace que salgan las mejores fotos y que yo me ponga suave y blandita de más, eso también.
—Acércate que nos hacemos un selfie —propongo sacando el móvil. Quiero inmortalizar este momento con ella.
Veinte selfies —muy diversos, divertidos y espontáneos— más tarde, me doy por satisfecha y guardo el móvil.
—Qué bonita es esa chica —expresa Thali en voz baja mirando hacia mi derecha.
Me giro disimulada y veo una parejita joven sentada en la siguiente mesa. Él es menos llamativo pero, ella, efectivamente, es muy bonita.
—Preciosa.
—Tiene un pelazo increíble, ¿has visto? —apunta sin dejar de mirarla.
—Ehhh... sí, muy bonito, ¡y larguísimo! —comento por aportar algo.
—Él es más normalito, ¡pero ella...!
Ehm.
—Sí.
—Tiene unas pequitas por las mejillas...
¿Le pedimos una foto?
¿Os dejo a solas?
Asiento manteniendo la sonrisa, ya no tengo nada más que decir.
—Me parece de una gran belleza —sentencia Thali dando por acabado su análisis. O eso espero.
—Sí, total —concuerdo.
Sigue mirando hacia ellos. Yo paseo la vista por el resto de personas que nos rodean, principalmente son parejas tomando algo.
—No puedo dejar de mirarla —confiesa Thali con timidez.
Pues nada, si quieres distraigo a su novio para que le entres.
No le contesto porque no sé ni qué decir, pero ella continúa.
—Me gustan las chicas así, con esa feminidad y belleza —apunta, espero que para finalizar.
Espera, ¿¡qué!?
¿Acaba de decir que le gustan las chicas? ¿O yo estoy entendiendo todo mal?
Asiento como si me pareciera lo más normal del mundo estar teniendo esta conversación. Nunca antes Thali había comentado nada ni por asomo parecido a esto. Doy por hecho que se refiere a que es el tipo de belleza que admira en las chicas, no que le gusten en sí. Porque, hasta donde yo sé, mi amiga es hetero, ¡completamente hetero!, así que tiene que ser eso.
Sí, claro, es eso, ¡seguro!
Por suerte para mí, su atención vuelve a centrarse en mí, en nosotras. Nos ponemos la pulsera nueva la una a la otra y enseguida vuelven Nico y Sebastián con varias bolsas llenas de botellas de vino. Me tapo la cara riendo e imaginando cómo podemos acabar si nos bebemos todo eso. Thali está más bien asustada.
—¡No es todo para hoy! —aclaran ellos enseguida.
Damos un paseo para ver un poco de las diferentes actuaciones musicales y luego emprendemos camino al apartamento.
Cuando llegamos, Nico se queda en el restaurante de abajo recogiendo el pedido de empanadas y nosotros tres subimos a preparar la mesa de la terraza, es una terraza pequeña pero cabemos justo cuatro personas y vale la pena estar un poquito estrechos con tal de sentir la brisa fresca marítima que hay a esta hora.
Como la noche está siendo calurosa, nos ponemos cómodos para cenar. Eso en mi caso consiste en un vestido negro de tirantes, corto y sin ropa interior debajo —solo un tanga—. Mi marido se quita el polo y se queda solo con los tejanos cortos. Cuando llega Nico, hace lo mismo quédandose en pantalón corto negro; Thali opta por un vestidito evasé rosa palo, súper bonito y fresco.
—¿Es de los que te has comprado esta tarde? —pregunto en cuanto me la cruzo en la cocina.
Asiente y da una vuelta sobre sí misma muy coqueta.
—Te queda genial —comento mirándola de arriba a abajo. Hay momentos en los que me parece que Thali desprende luz. Este es uno de ellos.
Ella sonríe y me da un abrazo rápido como respuesta.
Vamos juntas a la terraza pero no podemos sentarnos una junto a la otra como querríamos —o como haríamos si pudiéramos—, porque es una mesa pequeña y cuadrada y nuestros maridos se han sentado uno frente al otro. Así que nos miramos con un microgesto de frustración por tener que separarnos por un rato y así lo hacemos; nos sentamos en los dos lugares libres, una frente a la otra. Me hace muchísima gracia que estemos tan en sintonía con estos detalles de intensitas.
Corren dos botellas de vino; suena música animada de una lista de Spotify en el altavoz del comedor; las empanadas están deliciosas y en la terraza todo son risas y bromas. Lo bien que entra el vino... ¡es peligroso! Hasta Thali está bebiendo, que suele ser reacia a los vinos, ella es más de gin-tonics, ¡va a lo grande!
—Entonces, ¿mañana playa nudista? —suelta Sebastián sabiendo que va a picar a Thali.
—¡En tus sueños! —responde ella muerta de risa.
—¿Nudismo? ¿Ésta? —pregunta Nico anonadado señalando a su mujer con el pulgar—. Sí, ahí has patinado, amigo.
—¡Vamos! —insiste Sebastián—. Si no sois capaces de ir a la nudista, ¿cómo os vamos a llevar a Caprice?
¿Eh? ¿Caprice? ¡Pero si Nicolás no sabe nada!
¿O si sabe?
—¿No decías que ahí se puede ir vestido? —menciona Nico.
Thali y yo los miramos de uno a otro y luego cruzamos miradas sorprendidas entre nosotras, en este momento no necesitamos ningún chip, ambas sabemos que estamos pensando lo mismo: ¡estos dos ya se han puesto al día con el temita!
—¡Claro! —asegura mi marido, luego se enfoca en mí—. Pero hay que ir soltándose, ¿verdad, Briyi?
Sebastián pone su mano sobre mi pierna y asciende hasta encontrarse con la tela del vestido, pero esta solo lo detiene un segundo, luego continúa ascendiendo por debajo de la tela y tratando de colarse entre mis piernas.
¡Pero bueno!
Freno su mano con una sonrisa contenida y al mismo tiempo una mirada acusatoria en plan «¿qué crees que haces?», ¡que estamos cenando con dos amigos normativos! Cuando vuelvo la atención a la mesa, Thali y Nico nos están mirando atentos aunque también se los ve relajados, y además están esperando una respuesta por mi parte.
—¿Así que ya te ha puesto al día sobre Caprice? —pregunto a Nico.
—Sí y creo que podríamos ir el sábado que viene. ¿A ti qué te parece? —pregunta dirigiéndose a su mujer. Ella lo mira como si fuese la primera vez que lo ve, ¡y como si le estuviese encantando el descubrimiento, por cierto!
—¡Sí...! —responde mi amiga en estado de embelesamiento.
Yo estoy muy sorprendida. No sabía que Sebastián tuviera pensado contarle esa parte de nuestra vida a Nico, tampoco pensaba que él reaccionaría con ese entusiasmo por descubrir este mundillo. Siempre he pensado que era un poquito más cerrado que Thali incluso, así que estoy bastante asombrada en este momento. ¡Pero contenta! Tanto Thali como Nico son amigos en los que podemos confiar y ser muy nosotros, sin esconder ninguna parte. ¡Y eso es un tesoro hoy en día!
—Pues eso, ¡mañana a la nudista! —insiste Sebastián—. Así os vais soltando.
—Eso de la nudista lo dudo mucho, ¡bastante gestión tengo con el topless! —explica mi amiga.
¿Gestión con el topless? ¿Qué quiere decir?
—Con hacerlo —aclara rápida—, me refiero a que... bastante me cuesta ya pensar en hacerlo.
—Bueno, si no quieres ir a la nudista, quizá haya otras formas de soltarse —tantea Nico dejándome aún más perpleja que antes, aunque caliente por la mirada que nos lanza. Espera, ¿eso era fuego?— ¿Qué pensáis? ¿Se os ocurren formas de que nos vayamos preparando para la visita a Caprice?
Sebastián me mira muy naturalizado con lo que está pasando. ¡Estos se han puesto de acuerdo!
—En estos dos años de club hemos descubierto algunos juegos para soltarse, ¿a qué sí, Briyi?
Lo miro con la boca abierta, literal.
¿Esto está pasando? ¿Estos dos quieren jugar esta noche? ¿Esto es buena idea? ¿Mi amiga aún respira?
No sé por qué, miro al frente esperando encontrarla asustada; sin embargo, la encuentro mirándome e irradiando toda esa energía que le he descubierto esta tarde y que me ha trastocado un poquito mientras la percibía. ¡Y esta vez no me afecta menos! Sino todo lo contrario.
HELP.
Maia
Ya llevo dos semanas de duelo y esto sigue doliendo de forma infernal, ¡joder!
Mis amigas dicen que puede doler por meses. ¡De puta madre! ¡Menudo verano me espera!
Sin embargo, debo reconocer que convivir con Giorgia y Diego está siendo muy positivo para mi proceso. Me encanta lo natural que ha sido encajar nuestros horarios, rutinas, ritmos y congeniar incluso en los ratos compartidos, en las series de Netflix que queremos ver, o en el reparto de tareas.
A veces me sorprendo al pensar que solo llevo viviendo con ellos dos semanas, parece que llevemos conviviendo meses. Estamos superadaptados.
Es cierto que ha habido algunas situaciones un poco... desconcertantes. Por ejemplo, la mañana en la que mi amiga me hizo una sugerencia sobre picar a su puerta si oía ruidos sexuales. No supe cómo interpretarlo, así que lo interpreté como una broma, ¡claro!
Obvio que bromeaba.
Aún así, con el pasar de los días, han habido algunas situaciones raritas más. Como que en la primera ducha que me di, en la que entró Gio a buscar un secador de pelo. Me extrañó porque ese no es su baño, y porque no la escuché usar ningún secador de pelo en ningún momento posterior.
La segunda vez que me duché, pidió permiso para entrar Diego. Le dije que sí, sorprendida. Y entró a buscar un jabón del armario. Me quedé riendo sola en la ducha cuando se fue. Me pareció demasiada coincidencia que justo tuvieran que entrar a buscar cosas cuando yo me duchaba.
La tercera vez que quise ducharme, antes de entrar al baño fui al comedor y les solté un «voy a ducharme, lo digo por si necesitáis algo del baño, aprovechad que en cinco minutos me pilláis en bolas». Se rieron muchísimo, aunque después yo eché de menos que ninguno me interrumpiera la ducha.
La siguiente ducha la interrumpí yo. ¡No pude contenerme! Se metió Gio en su baño y cuando oí el agua correr, entré sin pedir permiso «¿me prestas tu secador de pelo?». Nunca lo usé, pero estoy segura de que ella se río igual que yo cuando me fui de su baño con él.
Hace unos días me dí el gustazo de interrumpir una ducha de Diego. Estábamos solos en el piso y pensé que era una línea que no debía cruzar pero, ¡qué demonios! ellos entraron en mi baño mientras me duchaba, ¡los dos! Así que lo hice.
«Perdona, Diego, ¿te falta mucho? es que quiero ducharme también yo» solté repasando su cuerpo desnudo y lleno de espuma resbalando de arriba abajo. ¡Jo-der! Diego es muy atractivo con ropa, pero puedo asegurar que sin ropa, ¡todavía más!
Hija puta de Gio.
Cómo sabe, la cabrona.
Lo mejor fue la cara de Diego, mostrándome su cuerpazo sin ningún tipo de pudor, y su respuesta: «puedes ducharte ahora mismo, no hace falta que esperes a que yo termine».
Solo le faltó abrir la mampara para darme paso. Yo sonreí divertida y cachonda frente a esa posibilidad. Pero obvio que la rechacé con un silencio y una última mirada de arriba abajo.
¿Se ha vuelto un juego ardiente y morboso al máximo el hecho de ducharnos? Pues eso parece.
¿Y me gusta? ¡Hasta el fondo!
¿Y he empezado a mirar a mis amigos con ojos golositos? ¡Oh, sí!
¿Y me pregunto si quizá acabaremos follando cualquier noche estas? Estoy un poco caliente solo de valorar esa posibilidad.
¿Será cosa del duelo y de que se me haya ido la olla? Necesitaría una opinión objetiva para acabar de valorarlo. Pero no sé a quién pedírsela.
A las chicas no quiero meterlas, creo que son todas muy cerraditas y convencionales como para llegar a pensar en que pudiera tener sexo con ellos y que lo disfrutáramos sin más. La única que a veces saca temas de no monogámias es Bri, que en realidad es supermonógama y todo eso que lee, lo lee porque le gustaría vivirlo y no se atreve. ¿Pero el resto? Mis amigas son las personas más convencionales y normativas del mundo.
Volviendo al tema hot que me concierne, ayer me porté un poquito mal, lo reconozco. Estaba en la ducha mirando hacia la puerta y contando cuántos minutos tardarían esa vez y cuál de los dos sería el que pidiera permiso para entrar a buscar algo.
Puede ser que los estuviera esperando con el jabón en las manos para frotármelo por los pechos justo cuando uno de ellos abriera la puerta, solo por simple disfrute de ver cómo reaccionaban. Mi víctima fue Diego. Tal como entró y observó mi maniobra, se giró sobre sí mismo y desapareció, no sé ni qué había entrado a buscar porque no le dió tiempo ni a verbalizarlo.
Yo me moría de la risa sola. ¡Y de calor!
Hoy me he portado aún peor. Cuando estaba en la ducha y he visto que nadie entraba a verme, he llamado a Gio. Ha venido enseguida respondiendo a mi llamado.
—¿Qué necesitas, Maimai?
—A ti.
Su carita ha sido un poema. De verdad, ¡como para hacerle una foto y enmarcarla!
—Para que me acerques una toalla, me la ha dejado en mi habitación —he añadido al ver que mi amiga se había quedado en shock.
La he oído reír mientras iba y venía con mi toalla.
—¿Necesitas que te seque un poco también? —ha preguntado con mucha guasa en cuanto la tenía delante.
—Secarme no, pero... ¿ponerme un poco de aceite hidratante?, ¿por la espalda? ¡Eso me iría de lujo!
Giorgia se ha aguantado la risa y yo también. Era una situación muy rara. Sin embargo me he secado rápido y ella me ha masajeado el aceite con muchísimo mimo por la espalda. He tenido que contener gemidos de placer.
—¡Eh!, ¿qué es esto? ¿Es que habéis empezado sin mí?
La voz de Diego ha irrumpido en el baño y en mi vagina al mismo tiempo.
—Solo estoy siendo amable con nuestra compañera de piso —ha aclarado Giorgia, muy juguetona.
—Yo también quiero ser muy amable con ella —ha añadido Diego con un tono sexual que me ha humedecido todo lo que ya había secado.
Supongo que estar yo desnuda y su mujer esparciendo aceite por mi cuello y mis hombros ha sido el click que faltaba. Las miradas que nos hemos lanzados los tres han sido suficientes como para aclarar que, en este piso, y en este momento, todos tenemos ganas de lo mismo.
¡Hola!
Feliz y vibrante lunes 🥰
¿Qué tal? ¿Os ha gustado el capítulo? Si es que sí, dadle a la estrellita ⭐️ y dejadme vuestros comentarios ❤️
¿Cómo creéis que avanzará la noche en el apartamento de la playa de Nico?
¿Y el masaje con aceite en el baño de Gio y Diego?
Parece que la vida de estas cuatro amigas está empezando a ponerse... VIBRANTE 🤭
¡Os leo!
Un abrazo muy grande,
Carol
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