(2. Cap) ¿Qué quieres? ¿¡Los detalles!?
Bri
Respiro profundamente y dejo que el aire salado del mar entre hasta el fondo de mi ser. Se está empezando a poner el sol y adoro los matices rosados y anaranjados que van apareciendo en el cielo frente a nosotras, es una atmósfera que me pone de buen humor de manera automática.
Debería estar aprovechando esos tonos cálidos y dorados para hacer sesiones fotográficas, pero hoy es lunes y me he tomado el día libre, ¡Dios sabe que me lo merezco! El fin de semana tuve sesiones y no pude descansar ni un momento.
Thali y yo estamos andando y nuestro ritmo va variando entre un paseo de octogenarias agotadas y dos señoras que quieren llegar las primeras a las rebajas. Aunque, teniendo en cuenta que es nuestro primer día de «ejercicio» desde que nuestra profesora de pilates se tomó vacaciones de verano, y que Thali ha declarado que hoy no toca exigirnos más de la cuenta —y yo estoy muy de acuerdo con ella—, esto es más que suficiente.
De pronto me acuerdo del grupo y me asalta una pequeña culpabilidad. Siempre hacemos ejercicio juntas.
—¿Tú les has dicho a las chicas que salíamos a andar? porque yo lo he comentado al llegar a casa, pero no he vuelto a mirar el móvil y no sé si alguna habrá contestado —explico esperanzada de que Thali lo haya comentado y resuelto, siempre lo hace.
—No he mirado el móvil en toda la tarde; bueno, solo un ratito —tal como lo dice, se le escapa una risita que me inquieta.
—¿Qué?
—Nada, nada —concluye Thali en su faceta más enigmática.
No puedo con tanto misterio, hoy está llenando el cupo. La próxima vez que me haga esto, la torturo hasta que hable.
Dejo de asesinarla con la mirada, vuelvo a respirar profundamente y miro al frente.
—¿Qué te pasa, Brisita? —cuestiona pronunciando mi nombre con mucho mimo al tiempo que me abraza por el lado y seguimos avanzando pegadas por un hombro.
—Que estás muy misteriosa y te queda una vez más de dejarme con la duda antes de que tenga que forzarte a hablar.
—¿Cómo vas a forzarme? A ver, cuéntame qué tienes en mente —pide, mirándome desde muy cerca y clavando sus ojos verdes y rasgados en los míos, llenos de curiosidad divertida.
¿Por qué motivo no hay ni rastro de preocupación frente a mi amenaza?
—Una tortura despiadada, eso tengo en mente —repongo con fingida dureza.
—Mmmmm —murmura encantada—, ¡esto cada vez suena mejor! Quiero todos los detalles.
Tengo una amiga que está loca como una cabra, es oficial.
Me río y comienzo a sentir que nuestra proximidad me está generando más calor del que puedo sostener en este instante.
Debe ser uno de esos momentos en los que Thali me lee la mente, porque justo me suelta y recuperamos nuestros espacios vitales. Sin embargo, enseguida se produce una contradicción, ya que no tardo casi nada en echar de menos ese contacto tan próximo.
—Cuéntame qué has hecho esta tarde —pide con un tono juguetón que no acabo de ubicar.
—Nada interesante. Ordenar ropa, poner una lavadora, ¿y tú?
—Uhhhh, ¿nada más?
¿A qué viene esto?
—Depilarme las ingles.
Thali se parte de risa.
—Oye, ya hemos caminado bastante —calcula mirando a nuestro alrededor para ver dónde estamos—, ¿podemos tomarnos algo fresquito? me estoy derritiendo —se queja y se hace aire con las manos.
Miro mi reloj inteligente y veo que llevamos andando media hora. Es una miseria, pero bueno, como primer día podemos darlo por válido, además aún nos queda media hora de vuelta hasta el coche. Y es verdad que este último kilómetro lo hemos hecho a paso rápido y se ha notado la intensidad.
—Venga, vale.
—¿Te gusta ese chiringuito? —Thali señala el primero que ve. Es un chiringuito de aspecto bohemio: estructura de madera, telas blancas colgando a modo de cortinas, lucecitas, decoración rústica con flores secas y espejos. Me encanta lo que me transmite.
—Tiene muy buena pinta.
Thali me dedica una sonrisa de lo más bonita y enlaza su brazo al mío, como las «señoras que salen a andar juntas» que somos.
Nos sentamos las dos en un sofá de madera de dos plazas lleno de cojines y yo me recuesto en el respaldo agotada, Thali hace lo mismo a mi izquierda. Mientras voy recuperando mi respiración, noto que el corazón me late con fuerza y eso hace que conecte ciertos acontecimientos en mi mente.
¡Ay, nooooooooo!
¡Que acabo de caer!
¡Ya sé por qué Thali me preguntaba lo de esta tarde!
¡Madre mía, qué vergüenza!
Me habrá visto la actividad cardiovascular que he tenido en casa con Sebastián.
Noto como mis mejillas arden el doble que cuando estábamos caminando, ¡y encima está Thali justo mirando mi reloj y observando mis resultados!
—¿Qué te pasa, Bri? Te están subiendo las pulsaciones, en vez de bajar —observa cogiendo mi muñeca izquierda y analizando la pantalla del iwatch como si fuera suyo. Me suelto de su agarre para que deje de controlar mi ritmo cardíaco y aparto mi muñeca quitando importancia.
—¡Estoy agotada y aquí hace mucho calor!
Me mira con gesto de desaprobar mi respuesta y quedar a la espera de una mejor. Por suerte aparece un camarero muy majo y nos pregunta qué queremos tomar. Pedimos unas bebidas isotónicas, por eso de seguir sintiéndonos deportistas y sanas un rato más.
¿Y ahora qué hago? ¿Se lo pregunto?, ¿o fingimos demencia y seguimos adelante con nuestras vidas como si nada? No, no puedo quedarme con la duda.
—Oye, con eso que nos hemos instalado y sincronizado esta mañana, ¿a ti te sale en tu aplicación cuando yo... entreno, verdad?
Thali se parte de risa. ¡Mucho!
—Cuando tú «entrenas», sí. Es una forma muy curiosa de referirte a «follar a las seis de la tarde» ¡con el calor infernal que ha hecho hoy! ¿Cómo podéis tener ganas? Yo muero antes de intentarlo. Aunque es verdad que hay cosas que no requieren tanto sudor... —sonríe con un tono juguetón que es muy perverso.
—Madre mía.
Quiero morir de vergüenza tras su confirmación.
—¿Qué pasa? —pregunta al verme tan afectada—. ¿Por qué te pones así? ¿Qué más da que me lo chive la aplicación? Si de todas formas nos contamos todo.
—No es lo mismo.
Me muevo el flequillo para que me cubra bien la frente y no sé si, en realidad, es que quiero ocultarme toda yo tras él.
—Podemos desenlazarlo, no te preocupes —propone resolutiva.
—No es eso, es que... ¡no me lo esperaba!
—¡Te aseguro que yo menos! —exclama justo antes de volver a estallar en risas que se me contagian y aligeran la situación.
—¿Y qué es eso de hacer cosas sin sudar? —pregunto llena de ganas de que me lo cuente todo—. ¿Por qué a mí no me ha salido ningún entreno tuyo esta tarde?
—Piensa, amiga, a ver qué conclusiones sacas.
¡Y aquí estamos, con el misterio otra vez!
Me quedo callada gestionando mi frustración y, sí, deduciendo que quizá se refiere a sexo oral, o algo así.
—¿No ibas a torturarme? ¿Era todo mentira? ¿O es solo que se te ha olvidado? —pregunta haciéndome reír muchísimo.
—¡Me haces reír, Thalisita!
—Tú también eres muy divertida y me encanta pasar tiempo contigo —comenta coincidiendo con mi comentario y añadiéndole todas las palabras que incluía implícitas el mío.
Se gira en el banco hasta quedar completamente de lado y encarada a mí, apoya un brazo en el respaldo y su cara descansa sobre su mano. La postura me transmite un «voy a poner toda mi atención en ti», así que me preparo. Me pone un poco nerviosa cuando esto ocurre, diría que me abruma aunque, al mismo tiempo, me hace sentir especial y me recuerda que soy alguien importante en su vida y que, cuando pasamos un rato juntas, suele ser tiempo de mucha calidad, de atención y de enfoque absoluto entre nosotras.
Busco con la mirada al camarero, ¿nos va a traer las bebidas hoy? ¡Necesito beber algo frío ya!
—Hablando de pasar tiempo juntas, sé que es pronto pero, ¿tenéis algo organizado para este finde? —suelta Thali sin modificar su postura, ni su atención plena dedicada a mi persona. Su cabello dorado está recogido en una cola alta y sus mechones ondulados caen por encima de su hombro.
—Tengo una cena el sábado con Sebastián, quiere que tengamos una noche de cita.
—¡Uy! ¡Eso suena muy bien! Te iba a decir de hacer algo juntos los cuatro, una escapadita al apartamento de la playa pero, si tenéis una cita, podemos organizarlo para el siguiente.
—¡Claro! Organicémoslo para el siguiente —propongo contenta ante esos planes.
En realidad, nada me gustaría más que contarle todo lo que tengo planeado hacer este sábado noche, lo malo es que aún no me atrevo.
Aunque solo hace un año y medio que nos conocemos, sé que puedo confiar plenamente en ella. Sé que me quiere muchísimo y no dejaría de hacerlo por conocerme más en profundidad, es solo que hay algunas cosas que aún me cuesta mostrarle de mí. Sé que son miedos que tengo que superar primero conmigo misma, más que con ella. Y empiezo a sentirlo cada vez más posible, ¡ojalá tener la valentía de contarle todo ahora mismo!
Thali apoya su cabeza sobre mi hombro, se abraza a mi brazo y suspira. Yo apoyo mi cabeza sobre la suya y, así, tan cerquita y tan a gusto, nos mantenemos relajadas hasta que, ¡por fin!, nos traen las bebidas.
Cuando nos dan los refrescos, recuperamos nuestro espacio vital, aunque permanecemos sentadas de lado en el sillón de madera, enfocadas en nosotras. Vamos comentando cosas del trabajo y de lo que nos toca hacer esta semana.
En el momento en el que nos acabamos las bebidas y reanudamos el paso hacia el coche, yo ya me he aburrido de abordar asuntos laborales —que es un tema que igual que me interesa, de pronto me cansa—, así que suelto una pregunta para cambiar el rumbo de la conversación.
—¿Y bien?, ¿me lo vas a contar, o no?
—¿Qué quieres que te cuente? —cuestiona Thali sorprendida.
—Lo de tu actividad sin sudor —preciso sin reparo ninguno. Creo que he salido del todo del bochorno y he caído por completo en el sexy mood.
—¡Sexo oral! —exclama con gracia y obviedad.
—Sí, hasta ahí he llegado —acuso y le hago cara de loca sacando la lengua.
—¿Qué quieres? ¿¡Los detalles!?
Lo pregunta tan entusiasmada que me tengo que detener un instante y preguntarme el por qué.
—¡Bueno! Es que hay alguien que ha estado viendo mi ritmo cardíaco, ¡a tiempo real! ¿sabes? —le recuerdo con tono de recriminación—. Así que, no es que yo quiera los detalles, es que hay un desequilibrio muy acusado en el flujo de la información en esta relación.
Thali se ríe tanto que acabo contagiada y riendo muchísimo con ella, no podemos ni andar.
—¡Un flujo muy acusado! ¡Sí, eso desde luego! —asegura divertidísima haciendo un juego con mis palabras, las cuales le han hecho mucha gracia, no sé por qué, ¡si es la verdad!
Cuando conseguimos calmar las risas, reanudamos el paso y Thali se concentra y hasta se pone seria y todo.
—A ver, los detalles —murmura pensativa—. Pues se lo he hecho yo a él, en el sofá. Ha tardado poco en correrse.
¿En qué mundo esto es dar los detalles? ¡En el mío seguro que no!
Está claro que si mi amiga tuviera que ganarse la vida escribiendo relatos eróticos, la pobre estaría pasando muchísima hambre. ¡Qué lástima!
—¿Y ya está? —inquiero decepcionada.
Ella se encoge de hombros tan ancha.
—Puede que luego me haya dado un ratito muy satisfactorio —rueda sus ojos hacia arriba, como disimulando. Luego se ríe y se tapa la boca, ¿arrepentida? o avergonzada de haberlo contado.
Creo que es porque, aunque hablamos de sexo, habitualmente lo hacemos muy en general o, por encima.
—¿Él a ti, quieres decir?
—No, yo a mí misma —tal como lo dice se tapa la cara con ambas manos. Aunque el bochorno le dura cuestión de segundos, enseguida se destapa y está como si nada, expectante de mi reacción o respuesta.
—¿Y Nico? ¿Se ha quedado de espectador? —levanto las cejas varias veces, sugerente ante tal posibilidad.
Quizá debería ir frenando con las preguntas, supongo que ya hay equidad de información y esta última pregunta no era —para nada— necesaria.
—No, estaba sola, ha sido cuando él se ha ido a jugar a básquet.
¿Y por qué ahora quiero saberlo todo sobre ese rato a solas?
—Excelente —respondo cerrando el pico y reteniendo dentro con fuerza las tantas preguntas que se me están acumulando tras los labios, una tras otra.
Querría saber dónde ha sido, cómo lo ha hecho, si ha usado algún extra, en qué pensaba, si su orgasmo ha sido potente, si se ha quedado satisfecha o con ganas de más.
Vamos, ¡curiosidad típica de amiga!
Por otro lado, me parece un poco raro que no haya habido actividad sexual entre ellos para que ella también quedara satisfecha pero, ¡a saber! quizá ella prefería tener un rato a solas. Querría preguntarle con respecto a esto también.
—¿Vosotros os habéis pegado un buen meneo en la cama? —suelta Thali, de pronto, devolviéndome al presente y, por cierto, ¡retomando el tema! Cuando encuentro sus ojos los descubro cargados de una energía electrizante.
—Ha sido en la cocina.
—¡Aaaaaaah, bueeeeenooooo! —exclama muy efusiva volviendo la mirada al camino—. Estábais aventureros, ¿o qué?
Normalmente nos contamos cosas, sí, pero más sutiles y más por encima. Hoy parece que estamos ahondando un poquito más de lo habitual en los detalles. Y será porque estoy en mi semana de ovulación, porque estoy todo el día un poquito estimulada de más y, este rato de confesiones íntimas, no está ayudando precisamente a calmar esas altas sensaciones.
—Ha sido un «aquí te pillo, aquí te mato» en toda regla —confieso entre risitas.
—¡Dime que teníais puesto el aire acondicionado al máximo!
—La verdad es que no, ¡pero yo no tengo ningún problema con sudar! —vuelvo a sacarle la lengua y a poner cara de loca dando a entender que es ella quién está fatal—, luego te duchas y listo.
—Pfffff, ¡qué pereza me da solo de escucharlo! ¿Ha valido la pena tanto esfuerzo y sudor, al menos?
—Por supuesto —aseguro categórica y con una sonrisita.
De pronto nos quedamos un poco calladas. Vamos caminando a buen ritmo y queda poco para llegar al coche. En un momento dado, me da la sensación de que me está observando y, cuando la miro, encuentro que es así; Thali me está mirando, muy fija y atentamente, con una sonrisa muy pequeñita y contenida en los labios.
¿Dónde está ese chip? ¡Que lo compro ya!
A partir de ese momento, vamos saltando de un tema a otro, siendo todos mucho más ligeros y sencillos. Y me quedo —entre muchas otras dudas— con la de preguntar si el haber visto mi «entreno» en directo puede haber sido parte detonante de que se haya animado a hacer cosas sexys esa tarde; sin embargo, prefiero no resolverla porque siento que ya he preguntado demasiado y no me gustaría incomodarla.
La semana avanza demasiado lenta. Me paso los días haciendo fotos en exteriores, ¡con el calor terrible que hace y lo fresquitos que estaríamos en el estudio que tengo montado en casa con aire acondicionado y todo! Pero nada, todo el mundo quiere fotos en la playa en verano, es como una obsesión colectiva.
Lo que suelo hacer es convencerles para hacerlas a la luz del atardecer —la hora mágica la llamo yo— y acordar casi todas las sesiones para la última hora de la tarde, así no nos derretimos por gusto. De esta forma puedo dedicar las mañanas a la edición y retoque fotográfico de las mismas.
Lo malo es que este horario me está dificultando encontrar ratitos para quedar con Thali. Salimos el lunes a andar y he tenido el resto de la semana a tope con sesiones. ¡Por suerte ya es viernes!
Tengo un fin de semana muy divertido por delante. Esta noche ceno con las chicas que, al parecer, casi todas tienen algo que contar, ¡ojalá sean salseos a tope! Y mañana salgo con Sebastián y una pareja de amigos liberales, Nathalie y Daniel. Vamos a nuestro club liberal de referencia: Caprice.
Estoy contando las horas para cruzar las cortinas rojas y desnudarme hasta el alma. Y lo mejor de todo es que no me refiero a quitarme ni una sola prenda de ropa, ¡que puede que también! A lo que me refiero es a que allí lo que me quito son todas las máscaras, las corazas, los límites y la opresión a mí misma que llevo puesta el resto del tiempo para ser una adulta que encaja correctamente en todo lo que la sociedad espera de ella.
Thali
La cena con «Las Divinas» empieza como de costumbre, con abrazos, sonrisas, ganas de contarnos mil cosas y un ambiente cómodo y distendido entre nosotras. Es nuestro espacio seguro. Me encanta el vínculo que tenemos y que hemos creado en tan poco tiempo. Nadie diría que nos conocimos hace solo un año y medio en una clase de yoga en la playa.
Parece que seamos el típico grupo de amigas de toda la vida. La confianza, la complicidad y la red de apoyo que hemos consolidado en este tiempo, nada tiene que envidiarle a las amistades más antiguas. Encima tenemos la parte positiva de estar aún en la fase de enamoramiento de nuestra amistad y no hemos llegado a la de las discusiones, los problemas y las gestiones complicadas.
—Lo siento chicas, siento romper el clima tan positivo que tenemos, pero es que... o lo digo, o reviento —advierte Maia llamando la atención de todas—. Ya sabéis que yo no sé aguantarme las cosas, cuando me pasa algo, tengo que sacarlo.
Maia tiene sus ojitos azules llenos de inquietud, como si atravesaran una tormenta, mientras que su cabello rubio cae liso y bien peinado hasta sus hombros.
—¿Qué ha pasado? —pregunta Giorgia directa.
—Juan me ha dejado.
«¿Qué?» «¿Cuándo ha sido?» «¿Cómo puede ser?» «¿Cómo estás tú?» —son las preguntas que lanzamos todas a la vez y nos solapamos unas con otras abrumando a la pobre Maia, quien ha roto a llorar y no es capaz ni de respirar casi de la angustia que tiene.
Sin decir nada más, nos levantamos a abrazarla y formamos una piña muy unida en ese abrazo de cinco. Cuando se calma y vemos que respira y se suena la nariz con la servilleta, volvemos todas a nuestro sitio.
Por el camino, Bri me lanza una mirada que me transmite un «¡qué marrón!» y yo le respondo con una de «¡ya te digo!». Pensábamos que iba a pedirle matrimonio en cualquier momento, ¡parecían tan enamorados! Esto debe haber sido un cubo de agua helada para ella.
Maia nos cuenta que Juan ha llegado a la conclusión de que no tiene claro lo que quiere en la vida y que prefiere descubrirlo por su cuenta. Así que Maia ha hecho las maletas y se ha ido de su piso. Ha tenido que volver al de sus padres.
—Seguro que estás muy agusto con tus padres pero sabes que puedes venirte a mi casa, tengo espacio de sobras —propone Giorgia muy generosa. Tiene un pisazo inmenso la tía—, te acojo con todo mi amor y te trataré como a una reina. El tiempo que necesites, sin límites.
—Joder, ¡gracias Gio! —expresa Maia aún con lágrimas nublando el azul océano de sus ojos. Coge su mano por encima de la mesa para estrecharla.
Todas coincidimos en que puede contar con nuestro hogar, aunque ninguna tenga el espacio que tiene Giorgia. Maia nos lo agradece a todas pero lo declina. Quiere quedarse en la casa de sus padres mientras se recupera del golpe y decide qué hacer con su vida.
También nos cuenta entre lágrimas lo afectada que se encuentra, la tristeza tan grande que siente, y cómo la ruptura la tomó por sorpresa. Todas intentamos consolarla como podemos, pero sabemos que solo el tiempo y ella misma podrán sanar tal impacto.
—Tú también dijiste que tenías que contar algo, ¿no, Gio? —pregunto al recordar ese mensaje en el grupo.
—Sí, pero no importa; otro día os lo cuento —quita importancia y da un largo trago a su refresco. Los ojos marrones de Gio no siempre transmiten claramente lo que ocurre tras ellos; es mucho más reservada u opaca que el resto. Observo su cabello; lo tiene larguísimo, cae por encima de sus hombros y sus pechos.
—Sí importa, por supuesto que importa. Cuéntanoslo ahora —pide Maia, sabiendo que lo ha dicho por ella, para no robarle atención en este momento difícil.
—No, de verdad, no es nada. Es algo anecdótico. Os lo cuento en otro momento.
Giorgia es muy contundente. Si dice que hoy no, mejor aceptarlo así. Pero me lo anoto mentalmente; por privado, por si es algo que necesita hablar en otro momento o contarlo de forma más individual.
Por suerte no hay más noticias negativas y podemos terminar la cena con anécdotas, risas, y acordando planes juntas para la semana siguiente. Cuando salimos del restaurante, me despido de ellas con un abrazo estrecho de los que me gusta darles a todas.
¿Puede ser que me detenga algunos segundos extras en uno en particular?
Puede ser.
Tras las despedidas, subo a mi coche, me voy a casa y, en cuanto estoy aparcando, suena en mi móvil el mensaje que estaba esperando y que me hace sonreír.
23:57h Bri: ¿Ya estás en casa? Estoy flipando con lo de Maia, ¿tú también?
¡Flipando totalmente!
23:58h Thali: Acabo de aparcar, aún estoy en el coche. Alucinando, sí. ¿Y lo de Gio? Mañana le preguntaré por privado.
23:58h Bri: ¡Buena idea! Quizá haya pasado algo con Diego.
23:58h Bri: Sube a casa y escríbeme después.
Reacciono con un corazoncito a su último mensaje y hago exactamente eso: salir del coche, caminar hasta el portal y subir a casa.
Al llegar a casa, me pongo el pijama, me cepillo los dientes y me deslizo silenciosamente bajo las sábanas junto a Nico, sin despertarlo.
00:12h Thali: Ya estoy en la cama, ¿y tú?
00:13h Bri: Igual. ¿Nico dormido? Por aquí Sebastián está soñando con angelitos.
00:13h Thali: Sí, lo mismo. Y yo estoy que no sé si duermo, como si me hubiese tomado tres cafés.
Lo que me he tomado es una copa de vino, que quizá hubiese sido mejor evitar.
Además debería dejar el móvil en modo avión en este momento, ¿no?
00:13h Bri: ¿Te preocupa algo? ¿Quieres que te llame?
Awwww, ¡por favor! ¡Quiero comérmela!
00:13h Thali: Eres un amor, Brisita, pero ya sabes lo pequeño que es mi piso. Si me llamas, despierto a Nico seguro. No te preocupes, voy a intentar contar ovejitas.
00:14h Bri: Piensa en cabritas, ¡tan locas como tú! Será más divertido jajaja
En cuanto leo su mensaje, empiezo a reírme sola en la cama y tengo que esforzarme por bloquear mi risa antes de que despierte a mi marido.
00:14h Thali: Jajajaja me haces reír.
00:14h Thali: Te quiero, ¡muchísimo!
...con todo mi corazón.
00:15h Bri: Yo a ti más, estoy segura.
¡Ni hablar!
00:15h Thali: Las dos igualitas, ¿vale?
00:15h Bri: Yo diría que yo más pero, bueno, no discutamos jajaja ¡Buenas noches, lindísima!
00:15h Thali: ¡Buenas noches, amor!
Reacciona con un corazón a mi último mensaje y dejo el móvil en modo avión sobre la mesita de noche mientras la sonrisa que tengo instalada en los labios, no deja de expandirse. Me imagino a Bri en su cama, dejando el móvil a un lado y sonriendo también.
¿En qué estará pensando justo ahora?
Al final parece que a mí tampoco me iría mal tener ese chip.
Maia
El fin de semana lo paso llorando del sofá a la cama. Lo único bueno que tengo es que mis amigas no dejan de llamarme y de preocuparse por mí. Hablar con ellas es como una tirita para mi corazón roto y mi alma en pena.
¡Qué importante es tener una red que pueda sostenernos cuando hace falta!
El domingo hago las maletas tras explicarles a mis padres que los adoro pero que, efectivamente, Giorgia tenía razón y estaré mejor con ella y Diego. Necesito un espacio donde no me sienta una niña desvalida para poder superar esto y en casa de mis padres es exactamente así cómo me siento.
Cuando llego a casa de Giorgia, me esperan con los brazos abiertos, tanto ella como Diego.
—Chicos, no sé cómo agradecéroslo. ¿Puedo pagar un alquiler? Aunque sea algo simbólico, me haría sentir mejor.
—Ni loca —responde Diego absoluto y radical.
Estamos en su terraza tomando un té frío con hielos y hablando de cómo vamos a organizarnos. No puedo aceptar vivir gratis en su hogar y no participar en los gastos ni en nada, tal como han propuesto. No me sentiría bien. Son muy amables, generosos y sé que les va muy bien económicamente y se lo pueden permitir sin problemas, pero yo necesito sentirme válida, capaz, independiente.
También es verdad que me cuesta horrores dejarme ayudar.
—Necesito sentir que os pago de algún modo —expreso muy sincera—, puedo encargarme de hacer la compra —Giorgia me interrumpe para contarme que hacen las compras de forma online y está casi todo automatizado semanalmente—, ¿las cenas? —tanteo curiosa.
Ambos se miran con dudas.
—Se me da muy bien preparar cenas sanas, nutritivas y ligeras —añado con convicción.
—Eso estaría muy bien en realidad —acepta Diego y mira a su mujer expectante.
—Puedes cocinar siempre que quieras, Mai, estás en tu casa. Pero no como deberes, ni como pago de nada.
El pelo largo y oscuro de Gio se mueve con el aire caluroso de la tarde.
—Me sentiré mejor si siento que colaboro.
—Está bien —acepta finalmente Giorgia y me siento contenta de haber encontrado algo con lo que poder sentirme útil y productiva en esta casa.
Además de tener las compras automatizadas, también descubro que tienen una persona de la limpieza que viene casi cada día unas horas. Poco voy a poder hacer por ellos, lo de las cenas creo que será lo único.
Para estrenarnos, preparo yo la cena esa noche y la disfrutamos los tres en un ambiente super relajado, cómodo y positivo.
Es la primera noche que me voy a dormir a la cama sin la necesidad de empapar la almohada de lágrimas y, eso, me parece muchísimo.
Estoy a punto de quedarme dormida cuando... ¿Eso son gemidos?
Hostia.
Es verdad que la habitación que me han asignado está pegada a la suya, pero no contaba con que se pudiera escuchar tanto todo lo que ocurre de una a la otra.
Hoy no es lunes, pero tenía ganas de compartir el segundo capítulo.
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¡Un abrazo fuerte y feliz viernes!
Carol
PD: ¿Os suenan de algo Nathalie y Daniel? 🤭
🎵 PlayList de Spotify de Brithali 💖✨
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