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Día 6

Cuando Jimin despertó, la habitación todavía estaba oscura, y su cabeza palpitaba. Él gimió, levantando una mano para frotarse las sienes. Después de varios minutos de estar acostado allí, frotándose la cabeza, decidió tomar una pastilla para el dolor.

Se dio vuelta hacia el borde de la cama, agitando la mano en un intento por encontrar la lámpara de cabecera. Logró hallarla, pero no la cuerda para encenderla. En su lugar, encontró un botón. Frunció el ceño. Pensaba que la lámpara del hotel tenía una cuerda para prenderla. Apretó el botón y la habitación se iluminó con una tenue luz. Ahí fue cuando miró alrededor y se dio cuenta de que no estaba en su habitación de hotel.

El cuarto era blanco en lugar de color hueso. Tenía un escritorio grande de madera oscura en lugar de uno pequeño de madera clara, y una cama grande con una manta blanca y sábanas negras en lugar de una cama completamente blanca. Había una planta colgante junto a la puerta y una maceta en el alféizar de la ventana. La habitación pertenecía a Min Yoongi.

Estaba durmiendo en el maldito apartamento de Min Yoongi.

Lo recordó todo en ese momento. Recordó ser un idiota de mierda, contándole a Yoongi sobre sí mismo en el restaurante, incluso su cumpleaños, antes de ir al karaoke. Oh dios, el karaoke, donde Jimin se emborrachó. Jimin se emborrachó en una misión. No sólo eso, sino que cantó un dúo con Yoongi. Y después, Yoongi se sentó en su regazo, se sentó a horcajadas sobre él y comenzó a tocar su pecho. Casi se besaron.

Casi besó a Min Yoongi.

Y luego, en el auto, confesó que era un maldito asesino. Por eso Jimin no se emborrachaba en las misiones, por eso era una regla. Con suerte, Yoongi creyó que estaba borracho diciendo idioteces.

Para colmo, durmió en el apartamento de Min Yoongi. Durmió en el apartamento de su objetivo. Sin defensa. Desprotegido.

Min Yoongi podría haberlo matado.

Él podría estar sangrando por una herida, o tener todos sus huesos rotos, o tener una venda en los ojos y las muñecas atadas dentro de una furgoneta con lunas polarizadas. Jimin podría estar muerto ahora mismo.

Pero de alguna forma, no lo estaba. Por algún milagro, Yoongi decidió que no quería matarlo todavía. Tal vez quería jugar con Jimin. Tal vez sabía sobre sus sentimientos y quería que sufra.

No. Eso era ilógico. Si Yoongi sabía que Jimin lo iba a matar, entonces lo habría matado primero. Esas eran las reglas básicas. Excepto que... los Min eran diferentes.

O tal vez... Yoongi no sabía nada acerca de las pandillas, nada sobre su padre. Tal vez Yoongi estaba siendo genuino.

Era la única solución que tenía sentido, pero Jimin no debería bajar la guardia todavía.

«¿Por qué no?», su mente se burló. «Ya te emborrachaste, le dijiste que eres un asesino y dormiste en su apartamento. Ya tienes la guardia baja».

Se dio vuelta y empujó su cara contra la almohada. Con suerte, se ahogaría Desafortunadamente, no lo hizo, y pronto oyó un golpe en la puerta que empeoró su dolor de cabeza. Él gimió en respuesta y oyó que la puerta se abrió.

—¿Jiminie? —dijo suavemente la voz ronca de Yoongi.

El corazón de Jimin se tensó. Yoongi sonaba adorable por la mañana.

—Yoongs.

Las tablas del suelo crujieron cuando Yoongi se acercó a la cama.

—Oye, ¿puedes sentarte? —Jimin gimió de nuevo y Yoongi rió en voz baja—. Prometo que sólo será un segundo.

Se dio vuelta sobre su espalda, dejó escapar un largo suspiro y lentamente se acomodó en una posición sentada. Sus ojos encontraron a Yoongi sentado en el borde de la cama, un vaso de agua en una mano y una pastilla en la otra. Su cabello estaba despeinado por el sueño y llevaba pantalones de chándal con una camiseta de 4Minute. Yoongi le sonrió, suave y cansado. Jimin tomó el vaso y la píldora, se los tragó rápidamente y bebió el agua después.

—Gracias, Yoongi —dijo, devolviéndole el vaso.

—¿Cómo te sientes?

Jimin pasó una mano por su pelo y suspiró.

—Tengo dolor de cabeza, pero eso es todo. ¿Qué hay de ti?

—Lo mismo.

—No sabía que bebías.

Jimin volvió a pensar en la noche anterior, recordando las manos cálidas de Yoongi presionadas contra su estómago, sus uñas arañando su pecho. Yoongi miró hacia otro lado como si estuviera pensando exactamente lo mismo.

—A veces —admitió—. No mucho. No sabía que cantabas.

—A veces —repitió Jimin—. No mucho.

Yoongi le sonrió y golpeó su brazo. Jimin lo miró boquiabierto.

—Wow, no puedo creer que te atrevieras.

—Créelo —respondió él, saltando de la cama—. ¿Tienes alguna preferencia para el desayuno?

Jimin sacudió la cabeza.

—Lo que sea esta bien.

El rubio dudó en la puerta, apoyando su mano en el picaporte.

—Puedes bañarte si quieres —dijo, sus los ojos cayendo al suelo—. Dejaré un cambio de ropa en el baño.

Yoongi se fue antes de que el menor pudiera decir otra palabra. Jimin se estrelló contra la cama, haciendo una mueca por el dolor que sintió en la cabeza. Todo eso, Yoongi y él, era cómodo. Estaba cómodo ahí. No se suponía que fuera así. Se supone que debería estar haciendo su trabajo, tratando de extraer información de las manos frías —y pronto muertas— de Min Yoongi, pero las manos de Yoongi ni siquiera eran frías, eran cálidas y suaves, y todo lo que Jimin quería. Debatió consigo mismo sobre saltarse el desayuno, tal vez salir por la ventana y correr hacia Namjoon para confesar, para cambiar de tarea y dejar que Jungkook se haga cargo, dejar que cualquiera se haga cargo. El pensamiento fue rápidamente descartado. Era egoísta y no quería que nadie más se acercara a Yoongi. Casi se sentía como si el mayor fuera suyo. Yoongi era suyo, en cierto sentido: era su objetivo.

Aunque, pareciera que el rubio se estaba convirtiendo en algo más.

Jimin suspiró. Necesitaba salir de esa cama, que lo atrapaba con pensamientos que no quería tener. Pensó en una ducha caliente, para luego salir y ponerse la ropa de Yoongi. Eso era mejor. Definitivamente mejor. Se levantó de la cama y se dirigió a buscar el baño de Yoongi.

Resultó que el baño de Yoongi estaba justo al lado de su habitación. También resultó que Jimin no podía escapar de sus pensamientos estresantes, estando incluso en la ducha de Yoongi. Además, la camiseta, otra de 4Minute, era demasiado grande y cubría casi todo su trasero, y los pantalones deportivos eran demasiado grandes por lo que Jimin tuvo que enrollarlos.

Jimin entró a la cocina e inhaló el olor asombroso a desayuno casero. Cerró los ojos y se quedó parado, dejando que el olor lo rodee. Casi gimió.

—Jimin, espero que te sientas mejor —dijo Yoongi. Los ojos de Jimin se abrieron para encontrar al florista caminando hacia él, con un plato y una taza, cubierta de dibujos de cactus, en sus manos—. Hice omurice y café. Si no te gusta, yo...

—Me gusta —dijo Jimin de inmediato, con los ojos muy abiertos. Paseó su mirada desde el humeante omurice, al café negro y por último a Yoongi—. Gracias, Yoongs, esperaba cereal o algo simple, no... esto.

Yoongi sonrió, ofreciendo un pequeño encogimiento de hombros y desviando la mirada.

—No es nada.

Jimin tomó el plato y la taza de las manos de Yoongi, y esperó a que el florista tome su propia comida y bebida. Fueron a la mesa del comedor y se sentaron uno al lado del otro. La mesa del comedor de Yoongi tenía, como es lógico, una planta en medio de la mesa, ubicada sobre una tela de encaje rosa.

—¿Qué tipo de planta es esa? —preguntó Jimin.

Euphorbia Tirucalli.

Las cejas de Jimin se fruncieron. Le dio un mordisco a su desayuno y se preparó para preguntar qué diablos era un Euphorbia Tirucalli después de tragar, pero se detuvo. Sus grandes ojos miraron a Yoongi, quien le devolvió la mirada con preocupación pasando por su rostro. Masticó lentamente, tratando de saborear el sabor lo más posible.

—Oh, Dios mío —dijo Jimin una vez hubo tragado—. Yoongi, este es el mejor omurice que he probado. ¿Cómo diablos lo hiciste con resaca?

Hubo un minuto de silencio antes de que un rubor rojo intenso fluyera por la cara del florista. Él agachó la cabeza.

—Yo uh, no lo sé. Gracias.

—Te pagaría para que cocines para mí —continuó Jimin, abriendo la boca para tomar otro bocado.

—No tendrías que pagarme —murmuró Yoongi.

Jimin dejó de masticar y parpadeó.

—¿Qué?

El rubor se extendió a sus oídos. Bajó la cabeza aún más, acercándose tanto a su comida que no le costaría mucho tocar el omurice con su cara.

—Me gustaría cocinar para ti.

Jimin estaba soñando. Él debía estar soñando. No, él estaba teniendo una maldita pesadilla. Yoongi estaba sentado allí, sonrojado, tímido y todas las definiciones de adorable que habían, y Jimin pudo sentir cómo todo su cuerpo se derritió. Su cerebro estaba marcando las casillas en la lista del hombre ideal de Jimin. Ni siquiera sabía que tenía un hombre ideal antes de conocer a Yoongi.

Pero este era el hombre de sus sueños. Este tímido y nervioso hombre que amaba las flores, el helado de fresa, el soju y la cocina.

—¿Qué debo hacer a cambio?

—Canta para mí.

Jimin se sorprendió por segunda vez esa mañana.

—¿Qué?

Yoongi se arriesgó a mirar a Jimin. Él sonrió, pequeño y lindo.

—Tienes una hermosa voz. Realmente no me importaría cocinar para ti si me cantaras todo el tiempo.

Sus labios se separaron y se cerraron varias veces antes de asentir. Yoongi volvió a comer, pero a Jimin le tomó unos minutos recuperar la compostura antes de seguir comiendo.

La siguiente vez que Yoongi habló, fue cuando casi habían terminado de comer, y le preguntó si quería ver el amanecer con él. Jimin no pudo decir que no.

No pasó mucho tiempo antes de que Jimin se encontrara sentado en el balcón con Yoongi, sus piernas tan cerca que casi se tocaban. Los brazos de Yoongi se envolvieron alrededor de sus piernas, y apoyó su barbilla en una de sus rodillas, mientras que Jimin tenía las piernas cruzadas. El aire fresco de la mañana los envolvía a los dos. Al otro lado del cielo, en el horizonte, el sol comenzaba a ascender. Rojo y rosa manchaban el cielo azul. En cambio, Jimin observó el asombro ascender en la cara de Yoongi. Sus ojos están muy abiertos como si nunca antes hubiera visto el amanecer. Él pensó que era adorable. Yoongi era adorable.

«¿Será adorable cuando haya sangre en su rostro?»

El estómago de Jimin se sintió pesado. Matar a Yoongi era una tarea desalentadora. No podía imaginar esos ojos brillantes mirando a Jimin sosteniendo un cuchillo o una pistola quitándole la vida. A este lindo florista le gustaba Kumamon. ¿Cómo se supone que mate a un maldito florista que es fanático de Kumamon?

Antes de que Yoongi pudiera atrapar su mirada, miró hacia la salida del sol. Una parte de Jimin quería que Yoongi no estuviera asociado con su padre. Entonces no tendría que matarlo. Él podría matar a Jimin, al menos eso lo sacarían de su miseria. Preferiría vivir, pero no le importaría morir.

Pero eso parecía poco probable. Yoongi no lo había matado todavía. Aún había una posibilidad, pero era escasa, o tal vez Jimin deliraba. Tal vez Yoongi estaba jugando demasiado bien con él. O tal vez estaba actuando como Namjoon, paranoico sobre todo.

Namjoon.

Mierda.

No podía decirle nada a Namjoon. Si Namjoon se enteraba de algo: Jimin emborrachándose, casi besando a Yoongi, él durmiendo en la casa de su objetivo... Jimin sería enviado de regreso al complejo sin una palabra más. Namjoon había dejado claro que no era el amigo de Jimin, primero era su jefe; ya había enviado a Jimin a ser castigado antes, y lo haría de nuevo. Pero el castigo de Jimin no era el mismo que el de todos los demás. Tal vez la gente lo consideraba mejor, ya que era castigado por el mismo líder del complejo, pero Jimin lo consideraba como algo peor.

Todo comenzó cuando tenía 16 años. El mismo día de su cumpleaños número dieciséis, recibió su primer trabajo y empezó a entrenar. Los primeros 6 meses aprendió combate. Armas, maquinaria, y cómo controlarlas. Los últimos 6 meses aprendió psicología. Cómo manipular a las personas, mentirles fácilmente. Seducirlas

Fue entonces cuando terminó en la oficina del líder. La oficina de Minhyuk. Jimin entró, emocionado y nervioso. Él no sabía lo qué pasaría. Minhyuk se sentó en su escritorio, esperando con las manos entrelazadas en su escritorio. Los ojos oscuros de Minhyuk viajaron hasta sus pies y luego regresaron a su cabeza como si fuera una presa. Él sonrió ligeramente, sus ojos oscuros destellando. Jimin no sabía qué pasaría, pero ahora lo hacía.

Cuando cumplió 17 años, dejó de ver a Minhyuk. Sus sesiones con el líder se convirtieron en castigos. Él no estaba sorprendido, Minhyuk siempre le decía que él era su favorito.

Mírate —ronroneó, con la mano viajando por la cintura de Jimin—. Una pequeña cosa bonita. Es por eso que eres mi favorito. Eres tan guapo y débil, ¿verdad? ¿Eh?

Y cuando su entrenamiento se convirtió en castigos—: Apuesto a que querías esto, ¿eh? Apuesto a que desobedeciste órdenes para tener mis manos encima tuyo, maldita puta.

Nunca importó lo que Jimin dijera. Si él decía que sí, las cosas serían más fáciles, más suaves y más rápidas. Si decía que no, Minhyuk todavía obtendría lo que quería, sólo que sería más doloroso para Jimin.

Esa es una razón por la que no quería volver. No había sido castigado en meses, y estaba seguro de que Minhyuk se estaba muriendo por volver a tenerlo en sus manos. Él no podía pasar por eso otra vez.

La otra razón por la que no quería volver era porque le gustaba Yoongi. Le gustaba tener conversaciones con él, escucharlo hablar sobre flores, le gustaba su presencia. Él no quería renunciar a eso.

Tal vez, si tenía suerte, Jimin no tendría que matar a Yoongi. Si lo hacía, al menos podía disfrutar un poco del tiempo con él.

—¿Jimin? —Jimin inhaló fuertemente y su cabeza dio vuelta. Yoongi lo miraba con preocupación en los ojos—. ¿Estás bien?

—Yoongi —respiró, el nombre salió de sus labios como una oración. La preocupación aumentó en la cara de Yoongi—. Estoy... estoy bien. Me distraje.

La expresión de preocupación de Yoongi no cambió, pero él asintió. Se puso de pie, con Jimin a su lado, y entraron juntos.

Jimin se fue después de eso. Yoongi le dijo que no tenía que ir a trabajar si no quería, pero él quería. Siempre querría pasar tiempo con Yoongi.

✿*゚¨゚✎

Aunque él estuvo entregando flores durante la mayor parte del día. En un momento, regresó para encontrar a Hoseok allí, sonriéndole a Yoongi como el gato de Cheshire. Yoongi estaba sosteniendo el teléfono de Hoseok, mirando algo en la pantalla, su cara de un rojo brillante. Cuando Jimin preguntó qué estaba pasando, Yoongi se volvió de un tono aún más oscuro de rojo desde las orejas hasta su pecho.

Hoseok rió lo suficientemente fuerte como para que se escuchara en toda la tienda. Yoongi terminó otro ramo y lo envió a entregarlo. Jimin, confundido, se fue.

Cuando volvió, Hoseok se había ido, y Yoongi estaba despidiendo a una niña con un vestido rosa y a su padre. Se fueron con sonrisas, y la tienda se quedó en silencio. Jimin se subió al mostrador y le sonrió a Yoongi. Estaba tentado de preguntarle sobre el video, pero Yoongi habló antes de que pudiera abrir la boca.

—Lamento que hayas estado tan ocupado, hoy no suele ser tan malo.

—Está bien, no me importa. —Él balanceó sus piernas sobre el borde—. Es bueno estar ocupado. Distraerte.

—¿De qué?

Jimin se detuvo.

—Cosas.

Yoongi asintió.

—Cosas —repitió.

Jimin levantó una ceja hacia él.

—¿Te estás burlando de mí?

Con una sonrisa, Yoongi se apoyó en el mostrador.

—Tal vez.

Él empujó al florista ligeramente en el hombro. Una enorme y brillante sonrisa estalló en la cara de Yoongi.

Y era por eso que Jimin no le diría nada a Namjoon.

༄Anjhely

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