XII
Al paso de los días fuimos haciendo más salidas, nos juntábamos en casas y ya nos conocíamos completamente, habíamos tenidos grandes charlas, tanto en persona como en llamada, tanto toda una tarde como hasta una madrugada, durante toda la noche.
Hoy lo invité a casa, celebraríamos nuestro primer mes como novios.
Nuestras salidas eran sencillas y sin muchos detalles, ninguno era fan de las cenas bajo la noche con velas y esas cosas que incluían usar ropa formal.
En su lugar, ahora, estábamos haciendo un picnic en el patio trasero de mi casa.
—¿Y qué tal te está yendo en tu trabajo? —pregunté y le di una mordida a mi sandwich.
—Bien. Me adapté rápido.
—Así se hace. Ese es mi chico —dejé un beso en su mejilla. Eso también, en estas dos semanas jamás dimos nuestro primer beso juntos y no porque no quisieramos, sino que, no encontrábamos el momento correcto, o quizás por nervios también. Varias ocasiones nos hemos quedado viendo y al acercarnos solamente nos reíamos nerviosos.
Rió tiernamente.
—¿Y a ti cómo te va en los estudios?
—Excelente. Aprobé el último examen con la mejor calificación.
—¡Wooow! Mira qué novio que tengo, eh.
—Estúpido —reí.
—¿Puedo presumirte?
—No vas a presumir mi exámen, Chris.
—¡Noo! No por el exámen —sonrió—. Sino que, mírate, eres bellísimo, Erick. Afortunado es muy poco a como me siento.
—Yo también soy afortunado de tener un novio tan bonito.
—Sí, un novio goloso —reí.
Después de comer nos sentamos bajo el árbol, esta vez, de día bajo la sombra de este.
—El día está hermoso —comentó Chris, pasando uno de sus brazos detrás de mí para sujetar mi cintura.
—Lo mismo digo —me recosté en su hombro.
Nos quedamos un momento en silencio mientras veíamos el paisaje.
Me alejé suavemente. Lo miré a los ojos y él hizo lo mismo. Ambos sabíamos que este era el momento.
Me acerqué y lentamente comencé el primero de muchos besos. Sus labios eran suaves, y el beso, único y excepcional. Los labios de Christopher parecían ser mágicos, porque sólo con ese tacto, una gran corriente de calidez, cariño y paz recorría mi cuerpo, mis huesos, mis órganos, haciéndome vivir sensaciones únicas.
Nos separamos y nos miramos. Ambos sonreímos al vernos sonrojados y con ese brillo tan peculiar de nosotros.
—Qué bonito sonrojo —dije, sabiendo que a él le avergonzaba estar ruborizado y no le gustaba que se lo recuerden.
—Cierra tu boquita, pequeño Erick —comenzó a hacerme cosquillas, obligándome a recostarme en el suelo. Dejó las cosquillas y ahora, estaba más sonrojado que antes. Yo lo miraba, totalmente enamorado y con una boba sonrisa en mi rostro al ver su mueca de chico timido.
—Me enamoras.
—Tú también, tontito de mi corazón —acarició mi mejilla y cerré mis párpados ante su tacto. Dejó un besito en mis labios.
—Te amo, idiota —dije mirándolo.
—Yo más, estúpido.
Se acercó y comenzó otro beso.
Fin
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